"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


viernes, 24 de febrero de 2012

EL CONDOR ANDINO – Vultur gryphus - PARTE II - EL MENSAJERO DEL SOL




     Alexander von Humboldt  fue uno de los naturalistas que más contribuyó a desmitificar al cóndor en una completa memoria que leyó en el Instituto de París,  el 13 de  octubre de 1806. Explicaba así  la exageración de los cronistas sobre el tamaño del cóndor: “Uno los ve posados en los lugares más solitarios, a menudo sobre las crestas rocosas desnudas próximas al límite inferior de las nieves perpetuas. Aislado, alejado de todo otro ser viviente con el cual se lo pueda comparar, el cóndor se presenta entonces proyectado contra el fondo azul del cielo. Visitando las cimas desiertas de esos volcanes, durante mucho tiempo me engañé por la suma de esas causas. Los creí de talla gigantesca, y no fue más que con una medición directa, sobre el ave muerta, que me pude convencer del efecto de dicha ilusión óptica”.

     De las muchas veces que vio cóndores en Colombia, Ecuador o Perú, incluso acercándose a apenas 4 m, nunca hicieron ningún intento de atacarlo. “A pesar de todas mis investigaciones, nunca escuché citar el caso de un cóndor que haya levantado un niño. No ignoro que muchos naturalistas hablan de cóndores que matan niños de 10 a 12 años. Tales afirmaciones son tan fabulosas como el ruido que el buitre de los  Andes hace al volar (...) ¿Cuántas veces he visto niñitos indígenas durmiendo al aire libre, mientras sus padres estaban ocupados en juntar nieve para venderla en los pueblos? ¿Alguna vez alguien escuchó decir que esos niños, rodeados de cóndores, hayan sido atacados o muertos?”. 



Pouchet, F.-A.   The universe, or, The wonders of creation.  1883


     Sin embargo Humboldt afirmaba que es muy común verlos atacar a un joven toro, al que le arrancan los ojos y la lengua, gracias a su pico y garras de enorme fuerza: “Dos cóndores se lanzan no sólo sobre el ciervo de los Andes, sobre un pequeño puma o sobre la vicuña y el guanaco, sino también sobre una ternera; la persiguen  tanto tiempo, hiriéndola con sus garras y pico, que el animal sofocado y postrado por la fatiga, extiende su lengua mugiendo: entonces el cóndor atrapa la lengua, de la que es muy goloso; arranca los ojos de su presa, que echada en el suelo, expira lentamente.  . . El cóndor, saciado, descansa flemáticamente posado sobre la punta de las rocas. En tal situación le he visto un aire de gravedad sombría y siniestra“.

     Es sorprendente que un naturalista tan avezado como el sabio alemán no haya reparado en la estructura de las patas del cóndor que no le permiten alzar semejantes pesos. Y especialmente porque ya Garcilaso había señalado que el cóndor no tiene garras, como las águilas sino que sus pies se parecen a los de la gallina, y el propio Humboldt  confirmaba que “es interesante observar que el cóndor prefiere los cadáveres a los animales vivos”.

     Humboldt citaba también la técnica para atrapar cóndores vivos tal como se usaba en Perú y Ecuador. Se mata una vaca o un caballo y en poco tiempo el olor atrae a los cóndores desde lugares donde apenas se podía creer que hubiera. Las aves comen con gran voracidad, siempre empezando por los ojos y la lengua, sus manjares predilectos, y a continuación sigue por el ano para acceder a los intestinos. Una vez que se han llenado bien el estomago se vuelven muy pesados para volar, entonces los indígenas los persiguen con lazos y los atrapan con facilidad. Como el ave hace grandes esfuerzos para vomitar y en esas maniobras acerca sus garras al pico, esto dio origen a la creencia, entre las gentes del país, de que se provoca el vómito metiendo los dedos en su pico. Los españoles llamaban a esta caza “correr los buitres” y era una de las mayores diversiones de los campesinos. A veces incluso se envenenaba el cebo con hierbas tóxicas que dejaban al animal como embriagado.


Condor hembra -
Temminck,C. J. – 1838- Nouveau Recueil de Planches Coloriées
d’ Oiseaux

     El gran naturalista alemán no dejaba de compadecerse de la suerte de las pobres aves: “Uno puede imaginarse a qué crueldades son librados los infelices cóndores capturados vivos por los indígenas: ¡un insecto no sufriría tanto en las manos de un entomólogo!”.


     Otro viajero que tuvo contacto directo con los cóndores en sus tierras fue Alcide
D’Orbigny, quien corrigió algunos errores que pasó por alto Humboldt. De ese contacto le quedó el recuerdo del fuerte olor a carne podrida que impregna a estas aves y que confirma su tipo de alimentación carroñera. Debido a este tipo de nutrición es lógico que sea atraído por los rebaños que cuida el hombre, ya sea de ovejas, llamas, alpacas o por tropas de animales silvestres. Y por ello la gran cantidad de cóndores que se congregan en las costas donde viven lobos marinos, como en el Perú y la Patagonia. D’Orbigny señaló un hecho interesante de importancia conservacionista: al ir desapareciendo las tropas de guanacos y vicuñas, cazados por el hombre, los cóndores se ven obligados a vivir cerca de lugares habitados y de caminos, donde es de suponer que serían cazados con más facilidad. Alli “esperan que una oveja o una llama se alejen de la tropa para parir. Entonces, si los pastores no están allí para defender la cría, el cóndor alza vuelo, y girando a gran altura sobre el pobre animal, espera el parto, y se lanza sobre ella, no para atacarla a la madre, sino para cebarse en la placenta y matar enseguida a la cría, desgarrándola por el ombligo”. 

     Pero “no creemos ya más que el cóndor pueda atacar las ovejas, ciervos y llamas, y menos aún las terneras”. Atribuye esas creencias a las exageraciones de los americanos, proclives a maravillarse de todo lo que concierne a sus países. “Podemos asegurar que el cóndor no ataca jamás a un animal adulto, de la talla de un carnero, a menos que esté muerto (...) Podemos asegurar también que no caza jamás otras aves, y nos atreveríamos a asegurar que tampoco caza a los mamíferos más débiles (...) Come todos los animales muertos sin excepción: mamíferos, aves, reptiles y peces, mostrando cierta predilección por la carne de los mamíferos. Incluso come excrementos cuando lo ataca el hambre”.



Loudon, J. C. (John Claudius), 1889. Loudon's Natural History.


     D’Orbigny rebate con suficiencia las creencias sobre los hábitos infanticidas del condor, sobre la resistencia de su plumaje a las balas y sobre la fuerza de sus patas y el uso de las mismas como garras, lo que parece haber confundido como vimos a naturalistas capaces como Humboldt y de la Condamine.

     Humboldt suponía que el nombre cuntur, derivaba del verbo quichua “cuntuni”, que significa “oler bien”,  “no habiendo nada más sorprendente en el cóndor que la increíble capacidad con  la que siente de lejos todo olor a carne”. Pero D’Orbigny no puede admitir “que los Quichuas tengan su olfato tan depravado como para sentirle un olor agradable al cóndor”, por eso deriva “cuntur” del aymara “contury”, que sería el nombre del ave en ese idioma. El viajero francés enumera sus otros nombres: para los indios araucanos de Chile y las Pampas del sur de Buénos Aires , es “manké”; para los puelches, “chanana”, y para los patagones o tehuelches, “huirio”. Los españoles lo llamaban “buytre”, aunque no pertenece a la misma familia (Vulturidae) de los buitres del Viejo Mundo, sino a la familia Cathartidae.

     Según Garcilaso de la Vega diversas religiones anteriores a los incas, adoraban a estas aves debido a su notable tamaño y porque suponían que descendían de ellos. Así ocurría con la nación chachapuya, para los que el cóndor era su dios principal.
Los quechuas y aymaras lo consideraban un mensajero especial del dios Sol, debido a su capacidad de planear a grandes alturas. Entre los incas, para la fiesta anual del sol, llamada Raymi, los jefes  o curacas  ofrendaban a los incas, diferentes animales especialmente cóndores. En esa fiesta danzaban aplicándose alas de cóndor en la espalda. Lo mismo observo D’Orbigny en los disfraces de los aymara de La Paz (Bolivia), que usaban incluso en las fiestas católicas de San Pedro y Corpus Christi.

     El cóndor Andino aparece representado frecuentemente en la cerámica y arquitectura precolombina del Perú, y era importante en la mitología y ceremonial indígenas. Coincidente con aquellas antiguas versiones de los naturalistas europeos en una vasija hallada en Chiclin, Perú, se ve a un cóndor comiéndose un niño. Además se ven sobre estatuas colosales o pórticos monolíticos, figuras de cóndor, que representan mensajeros del Sol en los mitos aymara. Los incas también lo consideraban como el animal más noble y así el inca Viracocha, hizo esculpir dos cóndores en el lugar que murió su padre: uno con las alas cerradas y la cabeza baja mirando al sur y otro con las alas abiertas en actitud de ataque.



Nuttall, Thomas,- 1840- A manual of the ornithology of the United States and of Canada


     Algunas propiedades terapéuticas eran atribuidas a sus órganos, creyendo que podían transmitir las propiedades de fortaleza, agudeza visual, etc., así se usaba el corazón para enfermedades cardíacas y los ojos para curar enfermedades de la vista. De la misma forma ataban las patas del cóndor a incisiones en el cuello de los toros para hacerlos más bravos en la pelea.

     CharlesDarwin cazó un cóndor en los acantilados basálticos del río Santa Cruz. Allí se congregaban 20-30 aves y partían para sus vuelos circulares en busca de alimento: “ellos viven de los guanacos muertos por muerte natural, o como sucede más frecuentemente, muertos por los pumas...Además de alimentarse de carroña, los cóndores frecuentemente atacan cabras y corderos; y los perros de los pastores están entrenados para correrlos, cuando sobrevuelan, y, mirando hacia arriba ladrarles fuertemente.”  Además de los métodos ya vistos de caza, Darwin menciona que los nativos marcan los árboles que usan como dormideros y a la noche trepan a ellos y los enlazan. Dice que fue testigo de que duermen tan profundamente que no parecía difícil tarea atraparlos. “Vi uno que trajeron, atado con una cuerda, y muy herido; pero en el momento en que cortaron la soga que lo aseguraba, aunque rodeado de gente, comenzó  furiosamente a destrozar un pedazo de carne. En un jardín de ese lugar, mantenían 20 o 30 vivos. Los alimentaban una vez a la semana, pero parecían estar en buen salud. Los chilenos aseguran que el cóndor vive, manteniendo su vigor, entre 5 y 6 semanas sin comer.: no puedo decir nada sobre la veracidad de esto, pero es un cruel experimento, que muy probablemente fue llevado a cabo”.

      En ese mismo jardín intentó el experimento de acercarle a los cóndores un pedazo de carne envuelto en papel; entre 1 y 3 m de distancia los animales casi no repararon en él, sólo cuando se los acercó junto al pico empezaron a desgarrar el papel y luchar para comer la carne. Esta experiencia le hizo dudar del poder olfatorio de estos animales, que había sido destacado por otros autores.

     Finalmente Darwin nos dejó estas bellas líneas propias de quien sabía apreciar la naturaleza más allá de su interés científico: “Es realmente maravilloso y hermoso ver un ave tan grande, hora tras hora, sin esfuerzo aparente, planear en círculos y deslizarse sobre la montaña y el río . . . ”

Alex Mouchard


REFERENCIAS

--Acosta, J. de -1590- Historia natural y moral de las Indias.
--Brosses, Ch. De – 1756 - Histoire des navigations aux terres Australes.
--Buffon, G. Leclerc, conde de – 1770-1785. Histoire naturelle des oiseaux.
--d'Abbeville, C. – 1614 - Histoire de la mission des pères Capucins en l'isle de Maragnan et terres circonvoisins.
--Darwin, C. -1860-A Naturalist's Voyage Round the World. London
--de Laët, J. – 1625 -  Histoire du nouveau Monde.
--de la Vega, G., el Inca, -1609- Comentarios Reales de los Incas.
--Desmarchais, E. Renaud, caballero de -1730- Voyage du Chevalier Desmarchais en Guinée, Isles voisines & a Cayenne.
--Grainger, J. -1764- The Sugar-Cane: A Poem.
--Gutierrez de Santa Clara, P. – 1603 - Historia de las guerras civiles del Perú.
--Klein, J. T.-1750-Historiae avium prodromus.
--La Condamine, C. M. De -1745- Voyage de la rivière des Amazones.
--Le Gentil de la Barbinais -1714-Nouvel voyage autour du monde.
--Linné, C. – 1758- Systema naturæ ... Ed. 10.
--Salas, A. M. – 1968 – Para un Bestiario de Indias. Losada, Bs. Aires.
--Solís, A. De -1685- Historia de la conquista de México.
--Stevenson, W. B.  – 1825 - Historical and descriptive narrative of twenty years’ residence in South America, containing travels in Arauco, Chile, Perú and Colombia.  London

EL CONDOR ANDINO – Vultur gryphus - PARTE I - LOS MITOS


"Yaw kuntur llaqtay urqupi tiyaq,
maymantam qawamuwachkanki kuntur kuntur.
Apallaway llaqtanchikman,
wasinchikman chay chiri urqupi,
kutiytam munani kuntur kuntur".

Oh majestuoso Cóndor de los Andes,
llévame a mi hogar en los Andes, oh Cóndor.
Quiero volver a mi tierra querida y vivir
con mis hermanos Incas,
que es lo que más añoro, oh Cóndor!]


Kuntur phawan [El cóndor pasa]
Letra quechua de autor desconocido

     Como es de suponer un ave tan destacada como el cóndor andino posee una frondosa historia que roza en sus comienzos con la fábula y el mito. El cóndor ingresa en la nomenclatura zoológica actual con Carl Linné, quien lo denominó Vultur gryphus basándose en el Vultur Gryps, Gryphus, o Greif Geier [= Buitre Grifo] de Jakob Klein. Siguiendo a este autor y a John Ray, Linné, de poderosa influencia en el pensamiento zoológico de la época, introdujo esta fábula: “Preda sobre terneros, ovejas, y aun sobre niños de 10 años. De a dos aves desgarran y devoran una vaca; bajan volando a tierra con un susurro que casi deja a los hombres atónitos y sordos”.

     Los relatos de los primeros viajeros sobre el tamaño y ferocidad del cóndor eran tan exagerados que el siempre cauteloso Ray no incluyó la especie en su edición de la Ornithology de  Willughby. Sólo cuando recibió de Sir Hans Sloane una pluma de esta ave obtenida por el capitán Joanne Strong en Chile, decidió publicarla en la Synopsis Methodica Avium et Piscium (1713).




Shaw, George – 1792 - Museum Leverianum..



     Allí citaba estas palabras de Strong: “En la costa del mar chileno no muy lejos de la isla Mocha, herimos al llamado cuntur, que se posa en los acantilados a la orilla del mar, no lejos de las montañas. Una vez impactado y muerto por las balas de plomo, los marineros quedaron atónitos por su tamaño y magnitud (...) Preguntados los habitantes españoles de ese país dijeron que tenían que cuidarse mucho de ellos para que no llevaran y desgarran a sus hijos”.




Cóndor macho dibujado a partir de los ejemplares llevados al Museum Leverianum.
Shaw, George – 1792 - Museum Leverianum



     Ray también repetía lo dicho por Garcilaso de la Vega, el Inca; “tienen el pico tan fuerte y duro que fácilmente desgarran el cuero de una vaca.  Dos de ellos atacan una vaca o un toro hasta matarlos y aun han atacado niños de 10-12 años, a los que hacen su presa (...) Su vuelo, por lo demás, es temible (...) Cuando bajan, cayendo de lo alto, hacen tan gran sonido que asombra”. Digamos de paso que a causa de este sonido el poeta inglés James Grainger  le dio el nombre de “Zumbador”. Otra fuente de Ray fue José de Acosta quien afirmaba que “las aves que los habitantes del Perú llaman Cóndores son de un tamaño extremo y de una fuerza tal, que no solamente abren y descuartizan una oveja, sino también una vaca entera”.

     La literatura hispana de aquellos tiempos menciona abundantemente a los llamados “grifos” de los que, entre otras atrocidades, se afirmaba que con sus uñas fuertes como el hierro se llevaban a los indígenas hasta las sierras donde se los comían, despoblando así regiones enteras. El cronista Pedro Gutiérrez de Santa Clara dice haber visto unos pájaros de extraordinaria grandeza y disformes en demasía, “los cuales toman y cazan con los picos y uñas las tortugas muy grandes y pescados muy pesados y los llevan hacia tierra y los alzan bien alto y después los dejan caer encima de las peñas, de que se hacen pedazos y se los comen muy gentilmente”. Antonio de Solís cuenta que “había en el zoológico del emperador de Méjico aves de un tamaño y de una fiereza extraordinarias, que parecían monstruos, de una talla sorprendente y de una prodigiosa voracidad, a tal punto, que hallamos un autor que indica que estas aves comían un carnero en cada comida”.

     Más tarde, el conde de Buffon  basándose en estos y otros relatos fantasiosos alimentó el mito del llamado  "Cuntur, en Perú y Chile, y Cóndor, para los españoles (...) Si la facultad de volar es un atributo esencial del ave, el Cóndor debe ser considerada la mas grande de todas (...) El cóndor posee aun en mayor grado que el águila todas las cualidades y poderes que la Naturaleza ha otorgado a las especies mas perfectas de esta clase de seres”. Se refería a sus dimensiones y a su “coraje igual a su fuerza”.

     Entre las fuentes que utilizó Buffon, el padre Louis Éconches Feuillée, fue un  explorador que conoció al cóndor de primera mano, hacia 1709- 1711 durante el viaje que realizó por Argentina hasta el cabo de Hornos, y luego por Chile y Perú. En este último país, en el valle de Ylo, al sur de Arequipa, vio un cóndor posado sobre una gran roca. Le disparó con su fusil, pero como solo cargó plomo grueso, la munición no pudo penetrar en su plumaje, sin embargo el ave voló pesadamente hasta otra roca al borde del mar,  donde un segundo disparo, mortal, le dio en la garganta. Feuillée corrió para atraparlo pero el ave, acostada sobre su dorso, se defendía con las garras abiertas, de manera que no sabía por qué lado tomarlo, hasta que finalmente murió y pudo bajarla de las rocas y llevarla a su tienda para dibujarla en color. Feuillée aportó una descripción completa y datos sobre su comportamiento: “Estos animales viven comúnmente sobre las montañas donde encuentran de qué alimentarse; no descienden a la costa más que en la estación de las lluvias; sensibles al frío vienen a buscar calor (...)  El poco alimento que encuentran a orillas del mar, salvo cuando grandes tormentas arrojan allí peces grandes, los obliga a hacer grandes viajes; vienen generalmente a la tarde, pasan toda la noche y regresan a la mañana”.

     En cambio Claude d'Abbeville, un padre franciscano francés que misionó en Maranhao, Brazil, y el geógrafo holandés Joannes de Laët, aseguran que “el cóndor es dos veces mayor que el águila, y que tiene tal fuerza que arrebata y devora una oveja entera, que no perdona ni a los ciervos, y que derriba fácilmente a un hombre”. Y agregan que felizmente son escasos, porque si fueran abundantes, destruirían todo el ganado.



Temminck,C. J. – 1838- Nouveau Recueil de Planches Coloriées
d’ Oiseaux

     Otro viajero, el caballero de Desmarchais,  mezclando mitos con verdades obtenidos de los indígenas, relata que estas aves pueden atrapar y llevarse una cierva o una vaquillona, como si fuera un conejo; que su carne es dura y que olfatean la carroña; que tienen la vista muy aguda, la mirada serena y hasta cruel; que no frecuentan las selvas, que necesitan mucho espacio para mover sus grandes alas; pero se los encuentra a orillas del mar y de los ríos, y en las sabanas o praderas naturales.

     Georges Spilberg o  Spilburgen,  otro navegante holandés, refiere en 1614 que  “nuestros marineros capturaron en la isla Loubet, de las costas del Péru, dos aves de un tamaño extraordinario que tenían un pico, alas y garras como las de las águilas; un cuello como la oveja y una cabeza como la del gallo, si bien su aspecto era tan extraordinario como su tamaño”.

Latham, John - 1781-1802- A general synopsis of birds,
     Charles-Marie de La Condamine, refiere una curiosa técnica para cazar cóndores, de la cual dudan otros autores:  “La famosa ave, llamada en Perú cuntur y por corrupción cóndor: la he visto planear sobre una majada de carneros; parece que ver al pastor les impide emprender cualquier acción; es opinión universalmente extendida que esta ave, levanta un cabrito y que a veces ha hecho presa en niños, y se supone que los indígenas le ofrecen a modo de cebo la imagen de un niño hecha con arcilla muy viscosa, sobre la que se abalanzan en veloz vuelo, y que ensartan sus garras de manera que no les es posible liberarse”.

     En medio de la polémica de si el cóndor era un buitre o un águila, Buffon se inclinaba más por lo último. Su error provenía de dejarse llevar por relatos no comprobados que impusieron el concepto de que el cóndor era un ave rapaz. Así afirmaba el sabio francés que “es capaz de detener una majada de ovejas, y elegir a su gusto a la que se va a llevar; levanta los cabritos, mata las ciervas y las vacas, y atrapa también peces grandes: por lo tanto vive como las águilas del producto de su caza, se alimenta de presas vivas y no de cadáveres; todos estos comportamientos son más de águila que de buitre”.

     Garcilaso creyó que el cóndor era la misma ave que la que los orientales  llamaban ruch o roc, tan famosa en los cuentos árabes, y que fuera mencionada por Marco Polo. "Se encuentra en la isla de Madagascar, una maravillosa especie de ave que llaman roc, que se parece al águila, pero que es incomparablemente más grande (…)  tiene tanta fuerza y poder, que sola y sin ninguna ayuda, atrapa y detiene a un elefante, se lo lleva por el aire y lo deja caer a tierra para matarlo, alimentándose de su carne”.  De esta ave roc ya Petrarca había señalado que capturaba navíos en el océano Índico con su pico, alzándolos hasta las nubes.

     Por pedido de Buffon, Charles de Brosses redactó una compilación de todos los viajes a los mares australes conocidos hasta mediados del siglo XVIII. En esa obra habla de un ave de Senegal, África, casi tan grande como el avestruz, que sería igual al cóndor de los americanos y el  roc de los orientales: “En las ramas del árbol que produce los frutos llamados “pan de mono”, había nidos suspendidos, parecidos a grandes paneras ovales, abiertas por debajo y tejidas groseramente con ramas bien gruesas; no tuve la satisfacción de ver a las aves que los construyeron, pero los habitantes del lugar me aseguraron que tenían el aspecto de la especie de águila que ellos llaman Ntann. Juzgando el tamaño de esas aves según el de sus nidos, ellas no deben ser menores al avestruz”.

     Dejándose llevar por su entusiasmo, Buffon incluye dentro de la especie cóndor a una variedad de aves más o menos fabulosas: el ave de Tarnasar (India), de cuyo pico se hacían empuñaduras de espadas; el buitre del Senegal, otro ladrón de niños;  el ave salvaje de Laponia, grande como un carnero y capaz de levantar renos jóvenes, y el laemmer geier [= buitre de los corderos] de los alemanes o quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), cazador de corderos y carneros. 

     Le Gentil de la Barbinais, un supuesto navegante de los mares australes, aunque con verdadera imaginación,  narra con dramatismo: “Los desiertos de la provincia de Pachacamac, en Perú, inspiran un secreto horror; no se escucha allí el canto de ningún pájaro, y en todas esas montañas no vi más que un ave, llamada condur, del tamaño de un carnero, que se posa sobre las montañas más áridas y se alimenta de gusanos que nacen en esas arenas”.

     En Chile, el abate Juan Ignacio Molina describió al manqué o cóndor, del cual afirmaba que se alimenta de cadáveres o de animales que mata por sí mismo, cumpliendo el papel de los lobos en ese país. Molina que no parece haber conocido a este animal directamente, quizás se refería a los numerosos relatos que narran la habilidad del cóndor para asustar mediante un vuelo rasante a humanos y animales, haciéndolos caer a los precipicios para devorarlos, una vez muertos. Pero también afirmaba que acosan rebaños de ovejas y cabras, y aún terneros cuando están separados de sus madres, en cuyo caso los atacan en grupo, le arrancan los ojos y en pocos instantes los descuartizan. Con respecto a las técnicas para cazarlos, señalaba que los nativos se acuestan de espaldas sobre el suelo cubiertos con el cuero de un buey recién faenado. El cóndor, engañado, se aproxima para comer un supuesto cadáver y entonces el cazador provisto de fuertes guantes lo atrapa por sus patas y sus compañeros lo ultiman a palos.




Grabado que muestra un episodio de la novela "Los hijos del Capitán Grant" de Julio Verne


     En 1804 William Bennet Stevenson, viajero y pintor inglés llegó a Sudamérica con sólo 17 años de edad. Recorrió Chile, Perú, Ecuador y Colombia y así habló del cóndor: “El majestuoso cóndor ocupa el primer rango en la raza emplumada, ya sea sobre la tierra cuando extiende sus alas que miden 14 a 15 pies de un extremo al otro, ya sea cuando se lanza a través de las nubes [a gran altura] y no parece mayor que una golondrina. Su vuelo es verdaderamente impresionante;  se eleva con un movimiento vacilante y casi imperceptible de sus alas, y desciende a tierra de la misma forma; cae sobre su presa, sea un cordero o un animal pequeño y, si la presa es pesada, la levanta con sus garras hasta alguna altura cercana, el cóndor come hasta el punto de no poder alzar vuelo, y entonces el mismo se transforma en presa fácil para los nativos que lo corren y matan con palos ...He visto varios cóndores atacar una vaca caída en un barranco de donde no podía salir. El primer ataque fue dirigido al ano, por donde tiraban de los intestinos, sin inquietarse por el ruido que hacíamos, como si supieran que no podíamos sacarla del cenagal. Esta ave es conocida con el nombre de Moro-moro".

     Es probable que las ideas erróneas sobre el cóndor que se difundieron entre los zoólogos de los siglos XVII y XVIII se hayan debido a que casi no había ejemplares de esta ave en los museos europeos. Shaw lo describió en 1791-1793 con el nombre de Vultur magellanicus (hembra) y Vultur gryphus (macho)   en base a dos ejemplares cazados en el estrecho de Magallanes y llevados al Museum Leverianum de Londres  por el  capitán Middlelon, al regresar de su viaje a los mares del sur, y al parecer fueron por mucho tiempo los únicos conocidos en Europa.  Estos ejemplares fueron adquiridos posteriormente por el Museo de Viena. Recién en 1823 se agregó un tercer ejemplar en el Museo de París.

Alex Mouchard


Temminck,C. J. – 1838- Nouveau Recueil de Planches Coloriées
d’ Oiseaux

Cóndor macho dibujado de los ejemplares llevados al Museum Leverianum.


sábado, 18 de febrero de 2012

LA ARAÑA ASESINA -Loxosceles - Y EL SEÑOR DE LAS ARAÑAS

"Puis tu te sentiras la joue égratignée...
Un petit baiser, comme une folle araignée,
Te courra par le cou...
Et tu me diras: "Cherche!" en inclinant la tête,
Et nous prendrons du temps à trouver cette bête"

[Y luego en tu mejilla sentirás un rasguño...
un beso muy pequeño como una araña suave
correrá por tu cuello...
Y me dirás: «¡búscala!», reclinando tu cabeza
-y tardaremos mucho en hallar esa araña...]

Arthur Rimbaud - Rêve pour l'hiver [Sueño para el invierno ]

Quienes conocimos a Addalberto Ibarra Grasso en su laboratorio del Serpentario del Instituto Malbrán lo recordamos como un hombre delgado, menudo, de piel muy pálida. Eran proverbiales sus almuerzos en el comedor del Instituto, cuando sacaba del bosillo de su guardapolvo varios frasquitos con píldoras de vitaminas que consumía junto con escaso alimentos, mayormente ensaladas. Sin embargo bajo ese aspecto débil y enfermizo se escondía un valiente investigador.


                                                       
                                                              Addalberto Ibarra Grasso
Diario La Prensa – 3 de octubre de 1965

Addalberto tenía una vida de por sí muy peculiar. Era hijo de Alberto Ibarra, capitán de la marina mercante, y de Ada Grasso, hija de estancieros de la Patagonia. Debido a la profesión de su padre, pasó parte de su infancia a bordo de los buques,   junto con su hermano Dick Edgard, y fue su propio padre quien oficiaba de maestro ya que los hermanos nunca pudieron aisistir a la escuela de forma regular. Así formó a dos extraordinarios investigadores autodidactas: Dick fue un afamado antropólogo y etnógrafo que produjo obras de gran valor como "Argentina indígena" y "América en la prehistoria mundial",  Addalberto, por su parte, dedicó su vida a las arañas, si bien incursionaba en el estudio de otros animales ponzoñosos como ofidios y escorpiones. Las arañas, especialmente las llamadas “arañas pollito” (Suborden Migalomorfas),  eran su pasión y tal era así que viajaba en el tren desde su casa en el oeste del Gran Buenos Aires  hasta el Instituto, llevando dentro de una caja de fósforos una gran araña pollito, la cual lo acompañó durante muchos años en esa rutina.

Volviendo a nuestro caso, digamos que desde la década de  1910 una desconocida araña tenía en jaque a los médicos de la ciudad de Buenos Aires. Se habían observado una serie de accidentes debido a la picadura de una supuesta araña y en varios de ellos se había producido la muerte de la víctima, generalmente niños pequeños. Como se comprenderá ello sensibilizaba sobremanera a la opinión pública ante la preocupación de los médicos y de las autoridades de salud. La misteriosa araña picaba y desaparecía del escenario sin que nadie pudiera atraparla o si quiera avistarla para poder identificarla adecuadamente.

Desde los trabajos de tesis de los doctores Ricardo Burghi (1909), Américo del Pino (1910) y Salvador Mazza (1911)  se reconocía una forma severa de araneismo con importante necrosis cutánea y síntomas  ictero-hemolíticos graves. Estos accidentes se atribuían a diversas especies de arañas, pero Addalberto, buen conocedor de la biología de las arañas, las descartó una a una como culpables  porque los datos aportados por los observadores eran insuficientes o erróneos, amén de que varias de esas especies eran reconocidamente inofensivas.

A través de los relatos confusos de las víctimas de picaduras, se suponía que se trataba de una araña pequeña, alargada, rápida y oscura, que Addalberto atribuyó a una única especie o bien a un género hasta entonces no considerado como peligroso. Convencido de la necesidad de dar un nombre al misterioso asesino hasta que se lo pudiera identificar, Ibarra Grasso decía: “Por razones de comodidad, propongo y en adelante usaré para esta pequeña araña desconocida, causante del cuadro ‘ictero-hemolitico’ de Mazza, el nombre de ‘Araña Homicida’, teniendo en cuenta que le corresponden casi todas las muertas causadas por picadura de araña en nuestro país”.



                                                            Addalberto Ibarra Grasso
Clarín Revista


Continuando con su análisis llegó a la conclusión de que la Araña Homicida vivía en zonas urbanas o suburbanas, y al momento de picar solí hallarse entre la ropa o dentro de las camas. Clasificó a su veneno como de acción mixta -necrótico-hemolítico-,ya  que localmente producía amplias zonas de necrosis cutánea, y, además,  en aproximadamente un 10% de los casos  daba síntomas viscerales, derivados de la hemolisis intensa que llevaban rápidamente a la muerte por falla renal y/o hepática. Delos 27 casos publicados en Argentina hasta el año 1944, ocho fueron mortales,  representando el 60% del total de casos publicados de muerte por picadura de araña. Casos similares se habían observado en Chile, Uruguay, Perú, Brasil y Bolivia.

 
Ante esta situación de desconocimiento de la “misteriosa araña”, como la calificó Ibarra Grasso, e  impulsado por su coraje y su espíritu de investigador nato, decidió iniciar una experiencia extrema: hacerse picar por doce especies de arañas  a las que se había acusado de provocar esa patología. Despues de hacer que lo picaran, iba  anotando  cuidadosamente los efectos que el veneno iba provocando en su organismo. Como ejemplo transcribimos esta observación sobre la picadura de la araña de jardín  Lycosa poliosoma:

“13-IV-30 – Mordedura de por lo menos 15 segundos en la yema del pulgar izquierdo; los garfios penetraron horizontalmente y por completo, transparentándose bajo la piel. Hay dolor ardiente local, sale algo de sangre, el pulgar se hincha ligeramente; a los 11 minutos, un ganglio empieza a protestar en la flexura del codo, hinchándose y poniéndose duro, con dolor muy desagradable que declina 15 minutos después.”

Addalberto publicó estas observaciones, siendo Ayudante Entomólogo en el  Instituto de Parasitología de la Facultad de Ciencias Médicas (UBA), en un trabajo de 31 páginas titulado  “Arañas y Araneismo” (La semana Médica, 1946), cuya revisión fue efectuada nada menos que por Bernardo Houssay, premio Nobel de Medicina, que inició su carrera estudiando los venenos de origen animal. 

La ironía del caso es que tras esta riesgosa experiencia, Ibarra Graso, no pudo hallar pruebas como para incriminar a ninguna de las doce especies.  La historia siguió su curso y finalmente la araña homicida fue identificada en la década del 60,  en Chile, por el Dr. Roberto Gajardo-Tobar, en un caso de araneismo cutáneo-hemolitico. Gajardo-Tobar fue u otro notable investigador, médico y parasitólogo, que descolló también como arqueólogo en la comunidad de Viña del Mar. El arácnido en cuestión era Loxosceles laeta, una araña pequeña, de aspecto modesto y color pardo, llamada comúnmente araña de los rincones o de los cuadros, porque suele habitar detrás de muebles y cuadros y, fuera del hogar, en pilas de ladrillos y tejas. La misma especie ya había sido citada, también en Chile, por el Dr. Atilio Machiavello, como responsable de las lesiones necróticas de piel que él llamaba mancha gangrenosa. 



Cooperative Economic Insect Report 18(1), 1968 UD Dep Agriculture

Lo curioso es que Ibarra Grasso, al iniciar su trabajo, había incluido a Loxosceles laeta en su lista de arañas sospechosas, a raíz de esa cita de Machiavello, aunque sólo produciendo lesiones cutáneas,. ¿Que pasó cuando lo picó esta especie? ¿Por qué no llegó a descubrir el poderoso efecto de su veneno?  El 22 de agosto de 1942 se hizo picar por una hembra de Loxosceles rufipes que es muy parecida  a Loxosceles laeta,  y quizás pertenezca a la misma especie.  Dado que es un arácnido muy tímido, la única forma en que logró que lo picara fue apretándola sobre la piel, como suele ocurrir cuando la araña queda atrapada bajo la ropa. Sintió un leve pinchazo y a los 10 minutos se formaron dos pápulas (ronchas) de unos 4 mm, que aumentaban algo su tamaño hasta que a la hora empezaron a desaparecer. Quedó en el lugar un edema blando que despareció en 48 hs pero dejando el sitio dolorido –  con “sensación de vidrio molido” según el autor-, y un hormigueo en ese lado del brazo. La piel aparecía muy sensible, como quemada, en una pequeña área enrojecida, la cual con el tiempo formó una diminuta escara necrótica que se desprendió  a los 13 días de la picadura. Pese al pobre resultado obtenido, Ibarra Grasso anotó en su cuaderno:  “Dado el tiempo frío, y que se perdió parte del veneno [una gota que quedo sobre la piel] resulta una interesante muestra; teniendo también en cuenta que la parte externa del antebrazo parece ser poco sensible a los venenos necróticos”.




Biologia Centrali Americana – Arachnida vol II Frederick Pickard 1897-1905


Afortunadamente para Addalberto,  al haber la araña inoculado poco veneno no desarrolló la plenitud de los síntomas cutáneos, ni menos la forma hemolítica y así si bien no pudo descubrir la Araña Homicida se salvó de padecer una úlcera necrótica (que en algunos casos llega a los 30 cm de diámetro) o bien de sufrir un grave cuadro hemolítico. De todas maneras se ve que le había quedado una fuerte  sospecha  porque concluye su trabajo con esta afirmación: “De todas éstas, únicamente resultan ser peligrosas las Loxosceles”.

En la copia que tengo del trabajo de Ibarra Grasso hay una hoja agregada, tipeada a máquina y firmada por el autor en agosto de 1978. Se titula “Correcciones a ’Arañas y Araneismo’ 30 años después”. Allí aclara “La ‘Araña Homicida’ ha resultado ser Loxosceles rufipes  (= laeta), cuyo veneno posee fuerte acción necrosante y hemolítica”.



                                                                             Alex Mouchard






sábado, 28 de enero de 2012

EL CASO DEL CARPINTERO CAMPESTRE (Colaptes campestris): DARWIN VERSUS HUDSON


“El bosque comenzó a iluminarse de anaranjada luz; y a esta señal, que revelaba la aproximación de la noche; el ipecú dejó de golpear en los troncos...”

Hyalmar Blixen - Los Iporas


     El Carpintero Campestre fue descripto por el notable naturalista Felix de Azara en 1802. El ave era conocida por los guaraníes como: ihpeku-ñú,  de ihpeku, pájaro carpintero, y ñu, campo. Azara, sin embargo prefirió el nombre español:  “aunque parezca que este nombre repugna a todo Carpintero, ningún otro puede caracterizar mejor al presente; porque jamás se interna en bosques, ni corre troncos, ni hace caso de sus gusanos, y buscan su alimento en los prados y campos limpios, corriéndolos a pasos frecuentes y no torpes; para lo cual tiene las piernas más largas que los otros”.

     Azara agrega que come lombrices e insectos en la grama y que cuando los hormigueros están húmedos (suponemos que habla de los tacurúes ablandados por las lluvias) los picotea para comer hormigas y sus huevos (larvas). Y aclara: “No por esto dexa de posarse en árboles gruesos o delgados, en los troncos, ramas y piedras, ya estén horizontales o verticales, y ya con el cuerpo trepado, o como el común de los páxaros [esto es atravesado]”.
Como veremos,  estas observaciones de Azara tienen importancia en la polémica del título.

     En base a esa descripción Vieillot le dio el nombre latino de Colaptes campestris  respetando así el nombre dado por el naturalista aragonés, de quien copió los datos principales.

     Aprovechando esta información, Charles Darwin introdujo al Carpintero Campestre en su obra más importante, “El origen de las Especies”. Y no con un motivo menor. En el capítulo VI, trata de las dificultades que enfrentaba su teoría para “cerrar”. Señalaba allí que en la Naturaleza hay ejemplos  de individuos de una especie que pueden mostrar hábitos bastante diferentes de los demás y que ocasionalmente darían origen a nuevas especies. Y ejemplifica con el caso del carpintero: “En las llanuras del Plata, donde no crece ni un árbol, hay un pájaro carpintero, que en cada parte de su organización, aún en su color, en el áspero tono de su voz, y su vuelo ondulante, me indica en forma directa que está relacionado estrechamente con nuestra especie común; sin embargo ¡es un carpintero que nunca trepa a un árbol !” (Darwin, Ch. -  The origin of species... 1st. edition. 1859).

     El ejemplo le venía como anillo al dedo para mostrar que gracias a la variación de su comportamiento, algunos individuos podían sobrevivir en un ambiente inusual, en este caso el pastizal,  y quizás dar origen a una nueva especie. Pero para presentar este ejemplo parecería que Darwin había forzado un poco las cosas omitiendo que en realidad el ave sí trepaba a veces a los árboles y suponemos que la omisión  pudo haber sido intencional porque él conocía bien al ave en su ambiente natural. En efecto, en The zoology of the voyage of H. M. S. Beagle (1841) relata que  había obtenido especímenes en la Banda Oriental y en Buenos Aires, y señalaba, por una parte,  que “la cola de este carpintero terrestre parece poco utilizada”, refiriéndose a que no tenía el desgaste propio de los demás carpinteros que usan la cola de apoyo para trepar troncos, lo que convenía a su argumento. Pero a continuación dice que  “se posan en la rama de un árbol, horizontalmente, a la manera de los pájaros comunes; pero ocasionalmente los he visto trepando en posición vertical en un poste”. Y este detalle que también había dado Azara es lo que parece haber omitido en “El origen . . .” para beneficio de su teoría.

     William Henry Hudson, un observador tan perspicaz como Darwin, no dejó pasar por alto el error del zoólogo inglés. En su segunda carta sobre la ornitología de Buenos Aires, dirigida al secretario de la Zoological Society de Londres, Philip Lutley Sclater,  (Proceedings of the Zoological Society, 24 feb 1870, p. 112) dice: “El Carpintero de las Pampas (Colaptes campestris), del que el Sr. Darwin ha dicho tan infortunadamente:—'Es un Carpintero que nunca trepa a un árbol' (Origin of Species, p. 165)”.



Dibujo de Salvador Magno

     Y amplía en la tercera carta (Proceedings of the Zoological Society, 24 mar 1870, p. 158):  “La cuarta especie es el ‘Carpintero’, más ampliamente distribuido y mejor conocido que los otros miembros del género al que pertenece, y también de gran interés en referencia al erróneo relato de sus costumbres en la obra del Sr. Darwin, lo que lo hace digno de particular atención. A pesar de lo muy observador que pueda ser un naturalista, [el manuscrito dice “este naturalista” refiriéndose exclusivamente a Darwin, lo que fue atenuado por Sclater con la generalización] no es posible para él saber mucho de una especie con sólo ver quizás uno o dos ejemplares en el curso de una rápida cabalgata por las pampas.  Ciertamente si el Sr.  Darwin hubiera conocido en verdad el comportamiento del ave, no habría intentado deducir de ello un argumento a favor de su teoría del origen de las especies". Y continúa con este párrafo suprimido por Sclater:  "ya que una distorsión tan grande de la verdad habría dado a quienes se oponen a su libro, razones para considerar erróneas o exageradas otras afirmaciones que en él se hacen”.  A continuación cita el pasaje de Darwin que hemos reproducido más arriba, y concluye: “La atenta lectura del pasaje citado por alguien conocedor del ave y de sus hábitos lo puede inducir a creer que el autor ha alterado a propósito la verdad para probar su teoría; pero como las Researches   del Sr. Darwin fueron escritas mucho antes de concebir su teoría, y abundan en similares afirmaciones erróneas al tratar sobre este país, el error debe atribuirse a otras causas”.  Luego se refiere a los bosques marginales que en forma continua acompañan las costas del río de la Plata en los que habita este carpintero sin alejarse mucho de ellos. Por otro lado asegura que en las vastas regiones del sur y el oeste de Buenos Aires donde efectivamente no crecen árboles nunca vio a esta especie.

     Y continúa: “No es sólo el erróneo informe de su comportamiento lo que hace que la mención de Darwin sea particularmente desafortunada, sino que además esta ave introduce un argumento en contra de la veracidad de la hipótesis de Darwin”. Y Hudson destaca que dado que Darwin le atribuye la morfología de un carpintero típico, “es evidente, entonces, que la selección natural lo ha dejado sin cambios; y ¿no es razonable suponer que, si hubiera tal agente en la naturaleza, habría hecho algo para cambiar la especie colocada en una situación en la que está tan mal adaptada según su estructura y sus hábitos? Pero en verdad, la selección natural no ha hecho nada por nuestro Carpintero“.  Y pasa a explicar que sus colores no se apagaron, su fuerte voz no se atenuó con lo cual es más probable que llame la atención de sus enemigos al atravesar las zonas abiertas. Tampoco la selección natural lo dotó con el instinto de ocultarse como hacen otras aves de las pampas. Y si bien se posa en el suelo, nunca duerme allí, y tampoco anida en barrancos (aquí se equivocó Hudson como el mismo lo comprobó años después en el río Negro). Finalmente deduce que su inesperada presencia en las pampas se debe a la escasez de provisiones, a la búsqueda de árboles más propios para anidar [según Hudson, prefiere el ombú, aunque sabemos que no es un árbol autóctono de las pampas] y quizás a otras razones.

[NOTA: Los detalles sobre los manuscritos de Hudson están tomados de la obra “Las aves de la pampa perdida” que reproduce las cartas de Hudson a la Zoological Society revisadas por Tito Narosky y Diego Gallegos,  quienes cotejaron los manuscritos con la versión impresa]


     Darwin tuvo derecho a réplica en el mismo volumen de los Proceedings. Con fecha, 1º de noviembre de 1870 publicó “Note on the Habits of the Pampas Woodpecker (Colaptes campestris)” . Allí se defiende de la ligereza de que lo acusa Hudson ya que vio muchas de estos carpinteros en la Banda Oriental cuando era un ave muy común, y lo observó muchas veces viviendo en la llanura ondulada de Maldonado a muchas millas de los árboles. Confirmando su adaptación a vivir en el suelo por presentar los picos manchados de barro y las colas poco gastadas, por posarse atravesados en las ramas, aunque habiéndolos visto a veces en posición vertical.  A manera de excusa dice que cuando escribió esas notas no sabía nada sobre el trabajo de Azara que coincide con sus observaciones. Y para refutar a Hudson señala que en realidad el ave sí ha sido ligeramente modificada por la selección natural  porque sus patas son más largas, su pico no es tan recto y fuerte y sus plumas timoneras no son tan rígidas, lo que la hace más adaptable a una vida más terrestre. Y tomando la observación de Azara de que excava sus nidos en paredes de adobe o en las barrancas de arroyos, refuta otro de los argumentos de Hudson.

     Finalmente Darwin, nobleza obliga, reconoce su error pero deja a salvo su calidad de observador: “No tengo la más mínima duda de que las observaciones del Sr. Hudson son totalmente correctas, y que he cometido un error al afirmar que la especie nunca trepa a los árboles. Pero ¿no sería posible que esta especie pueda tener hábitos algo diferentes en distintas regiones, y que  tal vez yo no esté tan desacertado como supone el Sr. Hudson?”  Además rechaza  la velada sospecha  de Hudson de que pudo haber alterado la verdad para afirmar su teoría:   “El me exonera de ese cargo; pero no quisiera pensar que haya naturalistas que, sin ninguna evidencia, lleguen a acusar a un colega de decir deliberadamente una falsedad para probar su teoría”.

     Aparentemente Hudson no contestó a esta nota y dejó las cosas ahí. Como quiera que sea en la sexta edición de “El Origen...”, que generalmente se considera la última publicada en vida del autor, en febrero de 1872,  Darwin corrigió su texto: “Como puedo afirmar, no solo por mis propias observaciones, sino también por las del preciso Azara, en ciertas extensas regiones no trepa a los arboles, y anida en agujeros de barrancas. En ciertos otros distritos, sin embargo, este mismo carpintero, como afirma el Sr. Hudson, frecuenta árboles y perfora agujeros en los troncos para anidar“.

     También la descripción de Hudson en Argentine Ornithology, aunque quizás moderada por la pluma de Sclater, parece más conciliadora: “En Patagonia, donde encontré a esta ave criando en las barrancas del  Rio Negro, sus costumbres son tal cual dice Azara; pero en las pampas de Buenos Aires, donde las condiciones son diferentes, no habiendo barrancas o viejas paredes de adobe apropiadas para anidar, el ave recurre al gran ombú solitario, que tiene una madera muy blanda, y excava un agujero de 17 a 22 cm de profundidad (...) Esta reversión a un hábito ancestral, que (considerando la estructura modificada del ave) debe haber perdido en un período muy remoto de su historia, es extremadamente curiosa. Antiguamente este Carpintero era muy común en las  pampas. Recuerdo que cuando era un niño una colonia entera de ellos vivía en los ombúes cercanos a mi casa; ahora está casi extinguido, y uno puede pasar años en esas llanuras sin encontrarse con uno sólo de ellos”.



Busto de Hudson en el Museo Histórico Provincial G. E. Hudson  
Foto A. Mouchard



     Como bien hacen notar Narosky y Gallegos, llama la atención la vehemencia con la que Hudson cuestionaba a Darwin.  Por un lado se sabe que, siendo él un naturalista no profesional, tenía cierto rechazo por los zoólogos de carrera a quienes consideraba poco conocedores de la vida en la naturaleza. Hablando de la migración de las aves dice que son hechos que "ni los pueden conocer los naturalistas de gabinete que han edificado teorías sobre la migración, exceptuando a los que como yo han vivido largo tiempo en la intimidad con las aves". Por otro lado es sabido que Hudson no era partidario de la teoría de “El Origen de las Especies”. Su hermano Daniel le había traído de Inglaterra un ejemplar del libro, quizás uno de los primeros que llegó a la Argentina, y quedó sorprendido porque “un muchacho ignorante de las pampas, se atrevía a desaprobar la teoría evolucionista”.  Es posible que Hudson haya sido creacionista en sus comienzos porque incluso hasta sus últimos años asistía a los oficios religiosos dominicales en Inglaterra. Se resisitía a aceptar la teoría de Darwin porque le parecía inverosímil y porque  según cuenta en The Book of a Naturalist “no soportaba el abandono de una filosofía de vida (...) que no podía sostenerse lógicamente si Darwin estaba en lo cierto”.  Y en Una cierva en el Parque Richmond agrega: “¿Quién puede creer hoy que la piel nívea de invierno de la liebre y de la comadreja (...) se han obtenido por medio del principio darwiniano, la acumulación gradual y la herencia de una larga serie de pequeñas variaciones individuales (...) ?”. Pero finalmente Hudson tuvo que terminar aceptando las ideas evolucionistas: “inadvertidamente la nueva teoría me condujo  a  modificar  mis  viejas  ideas  religiosas  y  eventualmente  a  una  más clara  y  simple  filosofía  de  esta  vida”.  Pero su evolucionismo fue  más bien lamarckiano, ya que coincidía con Whillughby cuando éste decía que el color blanco de los pájaros y cuadrúpedos de las regiones árticas se debía  a la continua “intuición” de la nieve, es decir a un factor psíquico, similar a la “voluntad” que postulaba Lamarck como motor del cambio.

     Queda una duda que no pude desentrañar del todo. Como hemos visto, Darwin en su descargo dice  que cuando escribió sus notas sobre el carpintero campestre no sabía nada sobre el trabajo de Azara. Sin embargo algunos especialistas afirman que en su famoso viaje Darwin llevaba el libro de ese autor “Viaje a la America Meridional”, cuya edición francesa incluía en el tercer tomo los “Apuntamientos para la Historia Natural de las aves del Paraguay”.  De todas formas lo cita ampliamente tanto en el relato del su viaje como en “El Origen . . .”

     Volviendo al Carpintero contamos con numerosos testimonios de naturalistas que parecen coincidir con lo observado por Azara, que parece lo más certero, sin volcarse por ninguna de las posiciones extremas que inicialmente tomaron  Darwin y Hudson.

     William Blackstone Lee, estuvo en 1871-1872 en Entre Ríos, en las riberas del Ayorro Gato, cerca de  Gualeguaychú, y encontró que era bastante común, generalmente en campo abierto y a menudo saltando sobre el pasto en grupitos de 3 ó 4.

     Barrows, que anduvo por Concepción del Uruguay hacia 1879, halló su voz semejante al grito de alarma del pitotoy grande, pero tan fuerte que escuchado de cerca lastimaba el oído. Asegura que pasa mucho tiempo en el suelo por lo cual los picos de los ejemplares que cazó a menudo estaban sucios de barro. Le resultaron muy recios y difíciles de matar y una vez heridos mostraban “tantas puntas agudas como un halcón”. En zonas sin árboles, como Sierra de la Ventana los vio anidando en huecos de barrancas de arroyos.

     E. White, encontró que en Concepcion, Misiones, hacia 1881 eran “muy comunes habitantes del campo abierto, donde se los encuentra usualmente, ya sea sobre el suelo, o más comúnmente posados sobre un hormiguero, de 60 cm de altura (...) cuya punta están ocupados en picotear. Rara vez se posan en árboles, y nunca se los observa en los bosques”.



 Dibujo de Damaso Larrañaga

     Aplin recorrió la zona de San José, en Uruguay, donde frecuentaban las estancias con plantaciones de eucaliptos y acacias, árboles los primeros donde preferían taladrar sus nidos. Para evitar el daño a los árboles, cuya implantación para obtener sombra y refugio contra el viento era muy costosa, muchos estancieros mataban muchos carpinteros en primavera. Así en la estancia Santa Elena mataron quince durante el mes de octubre de 1892. Al igual que Azara vio que también hacían sus nidos en las paredes de adobe de ranchos abandonados. Dice que frecuentan los montes donde indudablemente encuentran sauces lo bastante grandes como para perforar allí sus nidos.

     En Paraguay,  a principios del s XX,   W. Foster lo cazó en campo abierto en los alrededores de Sapucay. Y Von Ihering cita que Colaptes campestris anida en termiteros y palmeras, mientras que la subespecie del sur anida en barrancas, termiteros y árboles  de madera blanda. Claude Grant que coleccionó aves en Riacho Ancho, Chaco, hacia 1909-1910, los vio  comiendo en el suelo en campo abierto, pero al asustarse volaban a refugiarse al bosque posándose en las ramas exteriores de los árboles.


     Goeldi dice que “evita la zona de las selvas, y visita,
Como mucho, matorrales pequeños y aislados (...) Era para mí toda una novedad un carpintero posado horizontalmente en una rama como las demás aves. Pero sabe trepar también como los otros carpinteros”.   Y cita a  Burmeister: “Lo vemos saltar, en pequeños grupos, alrededor de los árboles bajos y nos sorprende verlos a cada momento saltar al suelo y andar al paso. Aparte de eso, de vez en cuando, anda a la manera  de nuestro carpintero europeo”. 


     A manera de conclusión debemos destacar de Darwin su honestidad para reconocer su error ante un joven y poco conocido colega. Y, por parte de Hudson, su  vehemencia para no dejar pasar una afirmación incorrecta por parte de un científico  ya consagrado como Darwin.  




 Alex Mouchard


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REFERENCIAS

-Aplin, O. V. – 1894 – On the Birds of Uruguay – Ibis 22.
-Azara, F. de-(1802)- Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. España. 1992. 
-Barrows,  W. B. – 1883 – Birds of the Lower Uruguay – Bulletin of the Nuttall Ornithological Club – v.8 - Cambridge
-Goeldi, E. A.-1894-Aves do Brasil.
-Hudson, G. E. – 1992- Aves de la Pampa Perdida. Asociación Ornitológica del Plata. 
-Hudson, G. E.-2011- Una cierva en el parque de Richmond –Buenos Aires Books. 
-Ihering, H. von –1898- As aves do estado de S. Paulo. Revista do     Museu Paulista, vol. III.
Jurado, A. -1988- Vida y obra de W. H. Hudson. Bs As. 
-Lee, W. B. 1873 - Ornithological Notes from the Argentine Republic.The Ibis 3:129. 
-Pickenhayn, J. O. – 1994. El sino paradójico de Guillermo Enrique Hudson. Corregidor. 
-Sclater, P.L .& Hudson, W.H. –1888- Argentine Ornithology. 
-Solari, H. y Monjeau, A. -2008-2009- La  presencia  de  Darwin  en William  Henry  Hudson.  Cuyo  25/26: 233-244 . 

EL YAGUARETÉ O TIGRE DE AMÉRICA SEGÚN JOSEPH JOLIS

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