"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


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miércoles, 6 de agosto de 2025

LAS AVES DEL PARAÍSO DE ELCANO

 Alex Mouchard

 

Toy suy ce couple heureux, toy glorieux Mamuque
Bourgeois de Paradis hoste du clair Moluque,
Oyseau miraculeux, qui vis alegrement
Dans l'air (comme l'on dict) sans aucun aliment :
De qui mille escrivains plus grands que veritables
Ont laissé par escript plusieurs gentiles fables (,,,)

Les Œuvres / Paul Contant, 1628

[Tú eres esta feliz pareja, tú, glorioso Mamuco,/ habitante del Paraíso, anfitrión de las claras Molucas,/ pájaro milagroso, que vive alegremente/ en el aire (como se dice) sin alimento;/ de quien mil escritores, más sublimes que veraces, /han dejado escritas muchas amables fábulas...]

 

Paradisea minor

Lámina de John Gould y William Hart

(Sharpe, 1891-98)




El 6 de septiembre de 1522 arribaron al puerto de Sanlúcar de Barrameda (España) en la nave Victoria 18 hombres completamente exhaustos que acababan de realizar una de las mayores hazañas de la humanidad: por primera vez habían circunvalado la Tierra, no sólo demostrando su redondez, sino también abriendo nuevas rutas para el conocimiento y el comercio.  Eran los sobrevivientes de una tripulación original de 245 hombres que partieron en el viaje de descubrimiento de Fernando de Magallanes quien había logrado encontrar el famoso estrecho que comunicaba los océanos Atlántico y Pacífico.  

Poco después, probablemente a fines de ese mismo mes de septiembre, Juan Sebastián Elcano, que había quedado a cargo de la expedición tras la muerte de Magallanes, se reunió en Valladolid con el rey Carlos I de España, quien gobernaba ese vasto «imperio en el que “nunca se pone el sol”.  En sucesivas reuniones, Elcano y sus compañeros relataron la increíble aventura al emperador y a importantes personajes de su corte (Aguinagalde, 2019a, 2019b).

Entre los que escucharon el fascinante relato se encontraba el asistente personal del emperador, Maximiliano van Zevenbergen, más conocido como Maximilianus Transylvanus quien sería el autor del primer informe editado del viaje, escrito en latín. En formato de carta, destinada a su anterior empleador, el arzobispo de Salzburgo, Mateo Lang de Wellenburg, quizás su padre biológico, Maximiliano relataba que, llegados los expedicionarios a las islas Molucas, encontraron allí reyes que les entregaron diversos objetos como obsequio.

“Los regalos eran espadas y otros artículos de ese tipo. Pero lo principal era la Mamuco Diata, es decir, la avecita con la que se protegen aquellos que se creen seguros e invencibles en la batalla. Se enviaron cinco de éstas, una la obtuve del capitán del barco [Juan Sebastián Elcano], y la envío a Vuestra Reverendísima Señoría. No porque piense que estará a salvo de trampas y espadas, como afirman, sino para que se deleite con su rareza y belleza” (Transylvanus, 1523).


Ave del Paraíso

Detalle de  “La Tentación en el Jardín del Edén”

Jan Brueghel el Viejo, 1600

Victoria and Albert Museum, Londres.

https://collections.vam.ac.uk/item/O17809/the-temptation-in-the-garden-oil-painting-brueghel-jan-the/#:~:text=This%20painting%20is%20a%20good, produced%20many% 20versions% 20of% 




Aguinagalde (2019b) da por seguro que Transylvanus se informó directamente de Elcano, quien le habría regalado una de las aves, la que junto con especias y otros artículos, habría enviado a Matteus Lang, quien a la sazón estaba a cargo del obispado de Cartagena (España)  (Moroni, 1846). No sería de extrañar que este ejemplar finalmente haya ido a parar a la Cámara de Arte y Maravillas (Kunst und Wunderkammer) del archiduque Fernando II de Austria, sobrino de Carlos I,  en el Castillo de Ambras en Innsbruck (Austria).

Explicaba Transylvanus que esos reyes “hace unos pocos años, (…) comenzaron a creer que las almas eran inmortales” y fue porque “les dieron este argumento: que cierta ave, la más hermosa de todas, nunca se atrevía a posarse en el suelo ni en ninguna otra cosa que estuviera en el suelo. Pero a veces desde los cielos más altos caía sin vida al suelo. Y cuando los mahometanos, que llegaron a ellos con fines comerciales, vieron este pequeño pájaro nacido en el paraíso, siendo el paraíso un lugar para las almas y que estaba imbuido de tal vida, este lugar prometía maravillas de para las almas. Al pajarito lo llamaron Mamuco Diata” (Transylvanus, 1523).

El nombre correcto sería burung dewata o, según Alfred Wallace, manuk dewata (aves de dios). Los portugueses las bautizaron como passaros do sol, y los navegantes holandeses como Avis paradiseus. (Wallace, 1869).


Paradisea minor, en la fase final del despliegue

Dibujo de G.E. Lodge.

(Ogilvie-Grant, 1905)




Fernández de Navarrete dio una traducción no literal de la carta de Transylvanus,  donde le hace decir que los dichos reyes tienen a esas aves “por cosa celestial, y aunque están muertas jamás se corrompen ni huelen mal , y son en el plumaje de diversos colores y muy hermosas, y de tamaño de tortolillas, y tienen la cola larga harto, y si les pelan una pluma les nace otra aunque estén muertas; las cuales llevan los Reyes cuando van a pelear con sus contrarios, y tienen por cierto que teniéndolas consigo están seguros en la batalla , y que no pueden ser vencidos de sus enemigos. Una destas aves manucodiatas alcancé del capitán desta nao que las trajo , y la envio á Vtra. Sría. Rma., no para que piense Vtra. Sría, que teniéndola consigo lo ha de hacer libre de las asechanzas y traiciones y peligros de hierro y armas de sus enemigos , como piensan aquellos Reyes bárbaros , sino para que Vtra. Rma. Sría. vea ave que nunca vio, y se huelgue en acatar su hermosura” (Fernández de Navarrete, 1837). 

Según Navarrete las dichas aves “andan volando , sin que jamás las viese persona alguna asentar en tierra , ni en árbol, ni en otra cosa que en la tierra sea , y ansi andan volando siempre por el aire sin posar en parte alguna , hasta que cansadas desfalleciendo caen en tierra muertas, y no las toman vivas”. Y refiere el nombre como mamucho o manucodiata “que quiere en su lengua decir Ave de Dios”, agregando que “los castellanos juzgaron que se mantenían del roció y flor de las especias” (Fernández de Navarrete, 1837). 


Ave del Paraíso

Detalle de  “El Paraíso terrestre y la Caída de Adán y Eva”

Jan Brueghel el Viejo,  1617.

Royal Picture Gallery Mauritshuis - The Hague




En aquel histórico viaje se encontraba también Antonio Pigafetta, un noble italiano que actuó como cronista de la expedición de Magallanes, que publicó su versión del viaje en Relazione del primo viaggio intorno al mondo (1536). Veamos que dijo de las famosas aves, haciendo referencia al rey de la isla Bachian o Bacan: “También nos regaló dos hermosos pájaros muertos para el Rey de España. Estas aves son grandes como los tordos: tienen la cabeza pequeña, el pico largo, las patas delgadas como una pluma de escribir y un palmo de largo; no tienen alas, pero en su lugar hay largas plumas de varios colores similares a grandes penachos; su cola se parece a la del tordo; todas las demás plumas, excepto las de las alas, son de color oscuro; y nunca vuelan, excepto cuando sopla el viento. Nos dijeron que estas aves vienen del paraíso terrenal, y las llamaron bolondinata, es decir, aves de Dios” (Pigafetta, 1800).


Bolondinata

(Pigafetta, 1800)

                                                              


Por lo visto en la isla Bacan les entregaron dos aves “empajadas”, es decir pieles rellenas con paja, con lo cual en otro momento del viaje se supone que recibieron otras tres para completar las cinco que mencionó Transylvanus. Algunos autores (Casetti et al., 2021; Stresseman, 1954) opinan que  las aves en cuestión serían de la especie ave del paraíso esmeralda chica (Paradisaea minor), si bien los relatos publicados no dan una descripción detallada como para poder identificarla con precisión. Pero se trata de un ave común en su zona de distribución (Frith & Frith, 2020), que vive en el norte de Nueva Guinea  y en islas cercanas como  Yapen y Misool, y esta última se encuentra a 240 km en línea recta de la isla de Bacan. Por otro lado Fernández de Navarrete (1837) afirmaba haber “visto en Madrid en 1831 tres de estos pájaros traídos de Manila adonde los habían llevado de la isla de Terrenate [Ternate]” y su descripción coincide en un todo con Paradisaea minor. Otros creen que las dos aves obsequiadas por el rey de Bachian podrían ser aves del paraíso de Wallace (Semioptera wallacii), que precisamente son endémicas de las islas Bachian y Halmahera (Mužinić et al., 2009).


Paradisea minor

Dibujo de Joseph Wolf, litografiado por John Smit.

(Elliot, 1873)




Es posible que estas dos aves las conservara el rey Carlos I (Mužinić et al., 2009). La tercer ave sería la que Elcano obsequió a Transylvanus y éste a Matteus Lang. Un cuarto espécimen habría sido adquirido por la archiduquesa Margaret de Austria en la ciudad flamenca de Mechelen en 1523, y siendo tía abuela del cardenal Alessandro Farnese, dicha ave serviría de modelo al miniaturista Juraj Julije Klovic Croat (Iulius Clovius ) para la primera imagen de un ave del paraíso en colores que se haya publicado, y que aparece  en El Libro de horas, un libro de oraciones realizado entre 1537 y 1546, por orden de dicho cardenal.  Como se ve en dicha ilustración se trata de un ave del paraíso grande (Paradisaea apoda) (Mužinić et al., 2009). Es probable que Antonio Pigafetta cuando visitó al Papa Clemente VII en Roma hacia 1523 , llevara la quinta piel obtenida en el viaje (Bogdan et al., 2009) y que esta piel quedara en el gabinete de curiosidades del papa.


Ave del paraíso grande

Detalle de Las Horas Farnese o Las Horas de la Bendita Virgen María

The Morgan Library & Museum, New York.

http://ica.themorgan.org/manuscript/page/4/77250




Así llegaron las que para muchos autores fueron las primeras aves del paraíso llevadas a Europa para admiración de los sabios de ese entonces.  Sin embargo Teixeira muestra que el mercader florentino Giovanni da Empoli había desembarcado en Lisboa en agosto de 1514, antes del viaje de Magallanes-Elcano, trayendo una piel:  “Un pájaro muerto muy hermoso que traje de Malaca, y hasta allí viene de un país más remoto (…) donde crece el clavo de olor. El pájaro no tiene patas; siempre está en el aire, sin tocar el suelo, y se alimenta del aire, y en el aire cría a sus hijos sobre su grupa, según lo que he aprendido de los habitantes de esa tierra” (Teixeira, 2021). Dicha ave la obsequió al también florentino papa León X, un apasionado de la caza y de los animales exóticos.

En efecto, las aves del paraíso formaban parte de un comercio establecido hacía más de 4000 años entre los papúas de Nueva Guinea y los nativos de las Molucas (Mužinić et al., 2009).  Y las plumas de dichas aves integraban un tráfico comercial que se desarrollaba en el sultanato de Tidore (Molucas Septentrionales) con destino a China y a Portugal. Estas plumas eran un símbolo de status elevado y eran muy apreciadas por nobles árabes, turcos, papúes y europeos (Andaya, 2017).


Manucodiata

Conrad Peutinger envió a Conrad Gessner un dibujo

 del especímen en su colección, el cual sirvió de base

 para la xilografía publicada por éste (Gesneri, 1555)



La noticia que aportó Transylvanus de que las aves del Paraíso nunca se posaban se sumó al hecho de que los nativos preparaban las pieles quitando las patas, las alas, el cráneo y  las vísceras, y ahumando las pieles para conservarlas. Así se generó el mito en Europa de que dichas aves carecían de patas, mito que persistió más de un siglo y medio (Bogdan et al., 2009) enriquecido con fantásticas especulaciones de los primeros naturalistas como Gerolamo Cardano, Conrad Gessner y Pierre Belon. Esto llevó a Linneo, en 1760,  con su peculiar sentido del humor, a denominar a la especie mayor Paradisaea apoda, es decir ave “del paraíso sin patas”.

Todo ello a pesar de que el cronista Francisco López de Gómara en 1552, habiendo examinado las pieles que llegaron en la nave de Elcano, había aclarado que “tienen las piernas largas un palmo (...) no tienen alas; y así, no vuelan sino con aire. Jamás tocan en tierra sino muertas, y nunca se corrompen ni pudren. No saben donde crían ni qué comen; y algunos piensan que anidan en el paraíso (...) Piensan los nuestros que se mantienen del rocío y flor de las especias” (García Arranz, 1996). Evidentemente a la cultura religiosa cristiana le convenía ignorar la existencia de las patas para utilizar a las aves del paraíso como prueba palpable de la existencia del paraíso terrenal.

El marino inglés William Funnel, que participó del viaje de circunnavegación del corsario William Dampier en 1703-1705, dio un indicio de por qué las aves del Paraíso caían del cielo. Tuvo oportunidad de verlas en la isla de Ambon (Molucas) aunque aclaro que nunca se las veía vivas y por eso los mercaderes malayos las llamaban Burong mati (“aves muertas”).

“Se cuenta de estas aves que cuando las nueces moscadas están maduras, lo que ocurre en los meses de febrero y marzo, acuden en grandes números a los sitios donde ellas crecen, p. ej. a [la isla] Banda y este lugar [Ambon], y comen la cáscara externa de la nuez. Tras lo cual caen al suelo muy totalmente borrachas, y un innumerable regimiento de hormigas se alimentan de ellas y las matan”  (Funnell, 1707).

Podría haber algo de cierto en esto ya que son conocidas la propiedades neurotóxicas de dicho fruto.

 


Aguinagalde, F. Borja. 2019a. El capitán Juan Sebastián, o Elcano en su entorno. Guetaria, la circunnavegación y la corte del emperador. En: V Centenario de la primera vuelta al mundo de Magallanes Y Elcano.

Aguinagalde, F. Borja. 2019b. Habent sua fata libelli. Elcano y la construcción del relato de la primera circunnavegación, una historia apasionante de errores e imprecisiones. Anais de História de Além-Mar 20: 173-214.

Andaya, Leonard Y. 2017. Flights of fancy: The bird of paradise and its cultural impact. Journal of Southeast Asian Studies, 48(3): 372–389.

Bogdan, Jasenka Ferber & Mužinić, Jasmina. 2009. Bird of Paradise Motive by Julije Klovic in the Farnese Hours. Ikon, 2:297-304.

Casetti, Lapo; Graziani, Michela & Vuelta García, Salomé. 2021. Nel segno di Magellano tra terra e cielo : Il viaggio nelle arti umanistiche e scientifiche di lingua portoghese e di altre culture europee in un’ottica interculturale. Firenze : Firenze University Press.

Contant, Jacques & Paul. 1628. Les oeuvres de Jacques et Paul Contant pere et fils maistres apoticaires de la ville de Poictiers. Julian Thoreau et la veuve d'Antoine Mesnier, Poitiers.

Elliot, Daniel Giraud. 1873. A monograph of the Paradiseidae or birds of paradise. London.

Gonzalo Fernández de Oviedo. 1852. Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra-firme del Mar Océano. Vol. 2. José Amador de los Ríos (ed.), Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia.

Fernandez de Navarrete, Martin. 1837. Colección de los Viages y Descubrimientos, que hicieron por mar los Españoles desde fines del Siglo XV. Tomo IV. Expediciones al Maluco . Viage de  Magallanes y de Elcano. Madrid, en la Imprenta Nacional.

Frith, C. & D. Frith. 2020. Lesser Bird-of-Paradise (Paradisaea minor), version 1.0. In Birds of the World (J. del Hoyo, A. Elliott, J. Sargatal, D. A. Christie, and E. de Juana, Editors). Cornell Lab of Ornithology, Ithaca, NY, USA. https://doi.org/10.2173/bow.lbopar1.01

Funnell, William. 1707. A Voyage round the World containing an account of Captain Dampier's Expedition into the Years 1703 and 1704. James Knapton, London.

García Arranz, José Julio. 1996. Paradisea Avis: La imagen de la Naturaleza exótica al servicio de la enseñanza didácticoreligiosa en la Edad Moderna. Norba-Arte 16: 131-152.

Gesneri, Conradi. 1555. Historiae animalium liber III qui est de Avium natura. Froschauer.

https://www.biodiversitylibrary.org/

Moroni, Gaetano. 1846. Dizionario di erudizione storico-ecclesiastica da S. Pietro sino ai nostri giorni. Tipografia Emiliana.

Mužinić, Jasmina; Bogdan, Jasenka Ferber & Beehler, Bruce. 2009. Julije Klovic: the first colour drawing of Greater Bird of Paradise Paradisaea apoda in Europe and its model. J Ornithol 150:645–649.

Ogilvie-Grant, W. R. 1905. On the Display of the Lesser Bird-of–Paradise (Paradisea minor) . Ibis ser.8:v.5=no.17-20 .

Pigafetta, Antonio. 1800. Primo Viaggio intorno al Globo Terracqueo ossia Ragguaglio della Navigazione alle Indie Orientali per la Via d'Occidente … sulla Squadra del Capit. Magaglianes negli anni 1519-1522. Milano: Stamperia di Giuseppe Galeazzi.

Sharpe, Richard Bowdler. 1891-98. , 1847-1909. Monograph of the Paradiseidae, or birds of paradise and Ptilonorhynchidae, or bower-birds. London, H. Sotheran & Co.

Stresemann E. 1954. Die Entdeckungsgeschichte der Paradies vögel. J Ornithol 3–4:263–291.

Teixeira, D.M. 2021. Giovanni da Empoli (1483‑1518): a florentine merchant in Portuguese Asia and the earliest specimens of birds of paradise in Europe (Passeriformes, Paradisaeidae). Arq. Zool., 52(5): 71‑82.

Transylvanus, Maximilanus. 1523. De Moluccis insulis, itemque alijs pluribus mirandis, quæ nouissima Castellanorum nauigatio sereniss. Imperatoris Caroli V auspicio suscepta, nuper inuenit: Maximiliani Transyluani ad Reuerendis. Cardinalem Saltzburgensem epistola lectu per quam iucunda. Colonia.

Wallace, Alfred Russel. 1869. The Birds of Paradise. Harper's New Monthly Magazine 230. New York.

viernes, 22 de septiembre de 2023

LA HUALA PERDIDA, UNA HISTORIA DEL MACÁ GRANDE (Podiceps major)

Investigación y redacción Alex Mouchard 




“Ay Petronila Pérez,

huala perdida,

de amor a tus amores

fuiste cautiva.

 

Tus palabras de entonces

oigo en la brisa,

tu corazón de entonces,

cielo y jarilla.

 

Ay, Petronila, el agua

riendo brilla...

¡Tus pasitos de huala

cortejaría!

 

Tus pasitos de huala,

totora fina,

tu memoria, tu olvido...

Huala perdida.”

 

Canción de la huala perdida. Para Petronila Pérez, en Puelén – Edgar Morisoli (1994).

 

 

Podiceps major
Dibujo de Henrik Grönvold (Knatchbull-Hugessen & Chubb, 1917)


 

Una fría mañana de invierno de me encontraba observando aves en una laguna de Buenos Aires. Avisté flotando sobre el agua una curiosa formación de siete grandes pompones blancos, como si se tratara de siete fragatas con las velas hinchadas por el viento. Durante un largo rato, mientras los observaba, estuve tratando de resolver mentalmente a qué ave pertenecían los curiosos pompones algodonosos. De pronto, uno de ellos tomó la forma de un macá grande o huala (Podiceps major) y enseguida los siete estaban nadando en forma normal. Nunca pude averiguar a qué se debía este comportamiento, ¿era un despliegue de cortejo, estaban simplemente durmiendo o trataban de combatir la baja temperatura matinal?

 

Dejando estas dudas para más adelante nos trasladamos a otra época y otro escenario.

 

LA HUALA PERDIDA

 

Don Luis de la Cruz Goyeneche 

Pintura al óleo sobre tela por José Gil de Castro y Morales (Mulato Gil). Museo Histórico Nacional de Chile. https://es.wikipedia.org/wiki/Luis_de_la_Cruz#/media/Archivo:Luis_de_la_Cruz_y_Goyeneche.jpg

 





 

En Concepción (Chile) en abril de 1806 iniciaba un viaje trascendental Luis de la Cruz y Goyeneche, oriundo de esa ciudad, en cuya bahía suelen nadar las hualas, protagonistas de nuestra nota. Habiendo participado en la guerra de la independencia con Bernardo O´Higgins y José de San Martín, De la Cruz en ese momento cumplía las funciones de Alcalde Provincial de su ciudad natal. El objetivo del viaje era establecer una ruta comercial entre Chile y Buenos Aires, para evitar la vía marítima donde eran frecuentes los ataques de las naves inglesas y españolas. Para ello era necesario explorar los pasos cordilleranos, medir las distancias y buscar buenos pastos y aguadas. Contaba con la participación de indígenas pehuenches aliados, actuando como baqueanos y lenguaraces  para establecer relaciones pacíficas con los aborígenes que ocupaban el amplio territorio del Mamil Mapu («país del monte», en mapudungun), es decir la región de los caldenes y  algarrobos.

 

  Mapa del viaje de Luis de la Cruz, de Concepción a Buenos Aires en 1806 

por Carlos Wood.

Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile.

https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Mapa_del_viaje_de_Luis_de_la_Cruz,_de_Concepci%C3%B3n_a_Buenos_Aires_en_1806.jpg



 

El cruce de la Cordillera lo efectuaron por el Paso de Pichachén o Antuco a 2000 msnm, luego cruzaron el norte de Neuquén hasta el rio Colorado e ingresando a la actual provincia de La Pampa por zona de arenales y salitrales llegaron al estero de Puelec (actual localidad de Puelén). Este era un sitio de tránsito de las rastrilladas indígenas para llevar el producto de sus malones y comerciarlo con los pehuenches del norte neuquino.

 

Allí De la Cruz encontró a tres caciques provenientes de Cura Malal (Buenos Aires) arreando ganado lentamente hacia Neuquén.  En los toldos de uno de ellos llamado Mariñan, observó a una india que por sus rasgos le pareció de origen español, aunque ella decía  “china, china puerca soy”. Pero más tarde, entrando en confianza,  le comentó que era oriunda de Pergamino y que era la mujer del tal Mariñán. Al oscurecer se produjo un trueque con las indias, intercambiando plumas de avestruz por agujas, bizcochos y adornos, y habiendo entrado en confianza, se produjo el siguiente diálogo con la mujer (De la Cruz, 1835):

 

“--¿Cómo te llamas?

–Petronila Pérez, respondió ella.

–¿Eres cautiva?

–Si

-¿Mucho ha?

–De muy chica

–¿Cómo sabes hablar?

–Porque he tratado con otras cautivas, que me enseñaron como hablan allá

–¿Tus padres de donde eran?

–Del camino de posta de Buenos Aires, y los mataron los indios cuando yo fui cautiva con otra hermana mía v dos hermanos uterinos que se apellidan Morales...”

 

Petronila le contó que había estado en las Salinas donde vivían sus dos hermanos cautivos que todos los años venían a visitarla. Luego de la Cruz le preguntó si no había intentado volver con los cristianos y ella respondió:

 

“-No quise irme, porque quiero mucho a mis hijos.

–¿Cuántos tienes?

–Dos, pero no son hijos de este marido, sino de otro que murió.”

 

Al otro día la cautiva vino al campamento y le dijo que  su marido la mandaba a pasear a lo de los cristianos,” consultándolo si saldrían al día siguiente. De la Cruz no le dio seguridad y aprovechó para averiguar de ella datos sobre el recorrido realizado por los indios, sus poblaciones, aguadas y alimentos.  

También le preguntó cuál era su nombre indígena y ella respondió: “Llamigual, esto es «ya se perdió la guala»,” (De la Cruz, 1835)

En el relato del viaje no vuelve a mencionarse a la cautiva, el supuesto intento de volver con los cristianos de la mano De la Cruz parece no haberse concretado y su drama como el de tantas mujeres cautivas de la época terminó desvaneciéndose en las arenas del desierto pampeano, dejando muchos interrogantes, entre ellos el origen de su nombre ¿por qué «la huala perdida»?

Quizás recorrer la historia del ave nos dé alguna pista …

 

LA HUALA SEGÚN LOS NATURALISTAS

Probablemente la huala llegó a manos de los zoólogos europeos como ejemplares capturados en alguno de los grandes viajes de circunnavegación franceses en su paso por las costas del extremo austral de Sudamérica. Buffon, sin embargo, consideró erróneamente que venía de Cayena, en la Guayana Francesa, y destacó lo grácil de su cuello: “Es menos por las dimensiones de su cuerpo que por la longitud de su cuello que este zampullín es el más grande de las aves de este género” (Buffon, 1749-1789). Y de allí vino el nombre Grand Grèbe, es decir Gran zambullidor, latinizado como Colymbus major. Pero como los macás no pertenecen a la familia de los colimbos (Colymbidae), sino a la familia Podicipedidae, emparentada con los flamencos, el macá grande fue pasado al género Podiceps.

 

Grèbe de Cayenne 

Dibujo de François-Nicolas Martinet (Daubenton, 1765-1783)




 

Macá cornudo, lo llamó Félix de Azara, porque “noté yo que con el enojo formaba un copete cornudo o con dos puntas, y que herizaba (sic) un poco las plumas de la cabellera.” Llegó a tener dos de ellos en su casa: “habiéndolos soltado en mi quarto, manifestaron mucha actividad en la cabeza y cuello, porque lo demás estaba como tullido en tierra. Siempre estuvieron echados como ranas con los tarsos vueltos afuera. Les di carne cruda y aunque la tomaban con ansia de hambrientos, al punto la arrojaban como si les causase hastío. Al día siguiente amanecieron muy melancólicos, ya la tarde murieron” (Azara, 1802).  Triste fin para unas aves tan especializadas al medio acuático que difícilmente podrían sobrevivir en una casa.

Claude Gay (1847) aportaba más información desde Chile, incluyendo el nombre Guala o Gualón: “Es bastante común en Ias riberas de la República, donde viene con frecuencia, a causa de no poder volar por la pequeñez de sus alas. Va siempre por parejas, y hace su nido entre los carrizales; poco después que los chicuelos salen del cascaron se suben encima de la madre y se sumergen con ella.”

Es imposible hacer que este zambullidor salga del agua, y cuando se lo descubre en un pequeño estanque se le puede perseguir hasta agotarlo y atraparlo con la mano; sin embargo, ocasionalmente debe realizar largos viajes en vuelo cuando pasa de un lago aislado a otro. Probablemente sus recorridos se realicen de noche.” (Sclater & Hudson, 1889)

Cuando se le sigue en canoa, a menudo se sumerge, pero no permanece bajo el agua por mucho tiempo. Su estómago estaba lleno de plumas de aves y restos de crustáceos.” (Jean Stanislaus Stolzmann en Taczanowski, 1886)

 

En la laguna de Aculeo, cerca de Santiago de Chile, en enero de 1896, Fernand Lataste (1923) pudo ver “aquí y allá,  pequeños objetos blancos que sobresalían de la superficie del agua. Los barqueros se acercaron a ellos, los agarraron y me los pasaron. . .  me dijeron entonces que eran huevos de Guala (Podiceps leucopterus), zampullín abundante en el lago . . .  El nido, si podemos darle ese nombre, estaba formado por un gran montón irregular de algas filamentosas, sueltas hacia la periferia, pero cada vez más apretadas hacia el centro y la parte superior del montón no superaba, o superaba apenas la superficie del agua. Es en esta cumbre, muy ligeramente hundida por su peso, donde reposaba el huevo, con su parte inferior bañada en el líquido, el resto de su superficie calentada durante todo el día por el sol ardiente que nunca se oculta en esa estación … Supongo que los padres vigilan sus huevos, sin perderlos de vista, e incluso se aseguran de darles la vuelta de vez en cuando.

Ernest Gibson (1920) agregaba que en los bajos de Ajó el macá “coloca su nido en lo más espeso de los juncales del bañado. El nido, hecho de plantas acuáticas, se eleva apenas sobre el nivel del agua; y dos veces vi, al acercarme, al ave incubante echando apresuradamente algunas hierbas sobre los huevos antes de abandonarlos. La puesta es de tres.

Una curiosidad es la forma en que el huala puede jugar con sus presas como lo haría un gato con un ratón:  Este zambullidor estaba nadando y divirtiéndose en un estanque profundo y estrecho, y no mostró alarma ante mi presencia, aunque me senté en el borde a veinticinco metros de él. Lo vi sumergirse y salir con un pez pequeño de unos 7 cm de largo en el pico; Después de permanecer un rato inmóvil, arrojó al pez a una distancia considerable con un repentino movimiento de su pico, y luego, en el instante en que el pez tocó el agua, se sumergió nuevamente. Luego emergió con el mismo pez, pero sólo para arrojarlo y sumergirse como antes; y de esta manera lo soltó y lo recapturó como quince veces, y luego, cansado de jugar, lo soltó y lo dejó escapar.” (Sclater & Hudson, 1889)

Otros autores han encontrado en su estómago peces como pejerreyes (Odontesthes regia), plumas y piel de aves acuáticas (gallaretas), crustáceos y otros invertebrados

Según Hudson era muy “común a lo largo del río de la Plata, pero debido a su gran tamaño y a la gran belleza de su blanquísimo plumón es muy buscado y se está volviendo raro.” (Sclater & Hudson, 1889). Walter Barrows (1883) confirma esto último: “En muchos lugares son muy cazados por su piel que es un buen artículo comercial en Buenos Aires.” Desconozco qué artículos se elaborarían con tan raro producto, sin embargo por analogía podría haber tenido un uso similar a la de la piel de cisne en Europa, que servía para forrar prendas y calzados de lujo, y fabricar aplicadores de maquillaje en polvo, justamente llamados «cisnes».

 

 

 

“Ya se oía el ruido del trueno, producido por la caída de los hielos del Tronador: después, nada turba el silencio de estas soledades, sino el canto melancólico de los hualas de plumaje sombrío.” (Cox, 2012)

 

Huala
 Dibujo de Claudina Abella de López (Gollan, 1949)


 

 

 

Darwin (1838) se vio impresionado por su prolongado y triste grito, allá en los canales fueguinos: A menudo emite un grito muy melancólico, que conviene al clima sombrío de aquellas costas desoladas.” Sonido que efectivamente parece corresponder a la soledad y sobriedad de esos paisajes castigados por el viento y el agua. Imaginamos que esa voz de la huala, perdida en la inmensidad de algún lago patagónico, tal vez pueda explicar a qué aludía el nombre indígena de Petronila Pérez.


Podiceps major macho (Hatcher, 1903)


En la zona del río Mayer (Santa Cruz) John Bell Hatcher tuvo un emotivo encuentro con una huala, el que desafortunadamente terminó mal para el ave, aunque ello no invalida su relato:

“Un día particularmente brillante y alegre de finales de febrero, mientras cabalgaba por el bosque a una distancia de unas cinco millas al oeste de nuestro campamento, encontré un pequeño lago casi circular de aproximadamente una milla y media de diámetro. Cuando salí del bosque y me senté en mi caballo junto a la orilla rocosa, donde pensé detenerme por un momento y admirar la hermosa escena que tenía ante mí, llegó flotando a través del agua desde el otro lado del lago un sonido grave y lastimero: que reconocí al instante como el del zampullín, Aechmophorus major.

“En este lugar resguardado no había suficiente brisa para causar la más mínima ondulación en la superficie del lago, que por un instante escudriñé cuidadosamente, esperando ver el ave no voladora que sabía debía estar presente, aunque la localidad era remota. de su hábitat normal.

“Durante unos momentos, salvo el grito grave y lastimero que se oía a intervalos desde el lado opuesto, no pude ver en ninguna parte de la superficie del lago la más mínima evidencia de vida. Un poco más tarde, sin embargo, detecté una amplia onda en forma de V en el agua, con un pequeño objeto negro en la punta, que se dirigía directamente hacia mí desde la orilla opuesta. Durante un tiempo permanecí inmóvil y observé al ave solitaria que se nadaba grácilmente en la superficie del agua, con su largo cuello erguido y manteniendo un rumbo perfectamente recto hacia la playa a mis pies, sin dejar de pronunciar a intervalos regulares esas notas singularmente quejumbrosas. lo cual parecía casi como si tuviera la intención de expresar de mi parte conmiseración por él en la solitaria soledad de su entorno.”

 

El ave se acercó demasiado y Hatcher disparó. Al parecer en aquellos tiempos y en esa zona el huala no desconfiaba de los humanos. Richard Crawshay observaba: Son notables por su extrema curiosidad. A menudo los he visto en el agua y ellos han venido a observarme, nadando cerca de la orilla, moviéndose con inquietud y sumergiéndose de vez en cuando. … una pareja que se comportaba de esta manera: vinieron a la orilla para observarme.” (Hatcher, 1903)

 


Huala (Bros, 1929)



 

Al parecer en aquellos lugares el huala no desconfiaba de los humanos, en cambio en la zona de Ajó (Provincia de Buenos Aires), el ave era muy desconfiada quizás porque como lo señalaba Hudson era intensamente cazada. Allí Gibson (1920) encontró una hembra que tenía un pichón al que “lo llevaba sobre su espalda o escondido debajo del ala (habiendo para ello una especie de bolsa natural o hueco, situada debajo de cada ala); cuando el ave padre se zambulló, el joven se separó y permaneció a flote. El grito del adulto se parecía al del pavo real, aunque naturalmente no tan poderoso, mientras que el de los jóvenes era sólo una nota débil … Cuando lo coloqué en el suelo (mientras me mordía salvajemente), se sentó con la cabeza y el cuello erguidos, el cuerpo apoyado en el suelo y los pies extendidos hacia atrás; los que usó para avanzar, impulsándose junto con ellos en una sucesión de saltos como de rana.”

En esa misma región de Ajó, debo citar a Alexander Wetmore (1926) para explicar lo que relaté al comienzo de esta nota: “Tres fueron observados durmiendo mientras flotaban en el agua, con el cuello echado hacia atrás de modo que el pico descansaba sobre el hombro al lado del cuello con la punta hacia adelante. Como esto dejaba a la cabeza redondeada en el medio del lomo, producía un perfil curioso. Desde esta posición las aves se lanzaban a bucear sin pérdida de tiempo al desplazar el pico hacia delante.”

Rodolfo Escalante (1970) coincide diciendo: “Cuando reposa sobre la superficie del agua recuesta su largo cuello sobre el dorso y pliega la cabeza junto a él hacia delante, colocando el pico sobre el hombro y en esa dirección. Tronco, cuello y cabeza adoptan entonces la disposición de una Z de ángulos muy cerrados, en estas condiciones el cuerpo tiene el contorno de una boya achatada, mientras que la cola se levanta y muestra el rojo de sus cobijas inferiores en el lado opuesto al blanco brillante del pecho; una de las patas es recogida bajo un ala mientras que la otra, sumergida, mantiene el cuerpo en un lugar determinado como si éste estuviera anclado al fondo.”

 

La habilidad de buceo de la huala parece haber hecho creer a los mapuches que si el ave es herida se agarra a las plantas sumergidas y no sale más.

 

 

 

ESCENA CON HUALAS

 

"Estuve mucho tiempo solo allí arriba y me divertí mucho observando un par de macás en una pequeña laguna en la Cancha Rayada.

“Son estos grandes aves zambullidoras, más o menos como un somorgujo, de color marrón oscuro.

“El macho tiene una especie de gorro de plumas que levanta. Estaba cuidando el nido en el agua. Él me vio y comenzó a gritarle a la hembra: «¡Cuidado! ¡Peligro! ¡Ven aquí conmigo!». Y ella estaba cómoda y oculta en su nido, pero se levantó para detener sus chillidos y trazó un gran semicírculo, deslizándose por lo bajo y haciendo todo lo posible para hacerme creer que el nido estaba en otra parte.

“Luego él comenzó a regañarla: «Apuesto a que no cubriste el nido. Ustedes, las hembras, no saben lo suficiente como para protegerse de la lluvia. Iré yo y lo arreglaré como es debido» y él volvió derecho al nido como una flecha, y recogió uno o dos palitos y los puso sobre el nido y regresó chapoteando hacia ella, diciéndole: «Ya está, todo está bien ahora. ¡Cómo me cuesta a cuidar las cosas!» Casi podía oírlo diciéndolo.”

 

Relato de  Edward Chace en el lago San Martín (Santa Cruz)  (Barrett & Barrett, 1931)

 

 

 

 

LA HUALA SEGÚN LOS PUEBLOS

Gregorio Álvarez (1960) hizo una excursión a caballo al lago Paimún (Neuquén) , en el «País del Verde Silencio». En ese bello lugar recordó la leyenda de la huala que gime en el Paimún.

Una hermosa joven mapuche llamada Huala solía ir a buscar agua al lago.  Sin que ella lo advirtiera, el Trelque, un sumpall o maligno genio del lago, la acechaba.  Un día, cuando la niña ya era mujer, al acercarse como siempre al lago, una garra surgió y la arrastró hacia lo más profundo. Alertados por sus gritos, sus padres y hermanos llegaron a rescatarla, pero nada pudieron hacer.  A cambio, el monstruo los compensó con una gran cosecha de peces.

En su cueva Trelque mostró a Huala los restos de sus víctimas decapitadas, cuyas cabezas acostumbraba lanzar desde las cumbres como bolas de fuego o cherufes. Impresionada, Huala se desmayó y al despertar vio que Trelque se había transformado en un joven que le declaraba su amor y quería casarse con ella. Pero Huala, llorando, le pidió que al menos le permitiera seguir contemplando su gente, las montañas y los bosques. Trelque consintió siempre que Huala no abandonara el lago y por eso la transformó en un ave de alas y patas muy cortas, que sólo podía nadar y no podía escapar corriendo o volando. Desde entonces, Huala grita su dolor con angustia cada vez que aparece un humano que le recuerda su familia. Por eso  se acerca a la orilla, anhelando volver con los suyos. Esa característica de los macás de tener las patas cortas e insertadas muy atrás en el cuerpo dio origen a su nombre genérico, Podiceps, del latín prodicis: retrasado, y pes, pedis: pie.

 

Otras fuentes ubican la leyenda de la Huala en el lago Budi (Chile), donde la joven habría sido arrastrada por la corriente que lleva al mar. A este hecho se refiere el poema de Lorenzo Aillapan Cayuleo,  «Tachi Wala – Walakawün»:

 

Antiguamente habían numerosas pájaros Huala

ahora están en vías de extinción y andan algunitos

en el río Chol Chol, en ese lugar

hay una comunidad con este nombre

así es Hualacura, de verdad para siempre,

donde existió pololeo del hombre Pájaro mapuche.

 

Al igual que una hembra humana llora desconsoladamente

esta ave llora y llora y canta su canción

al desaparecer la pareja, al morir los polluelos –estar ausente

aquí en el lago Budi, al desembocar

las aguas del lago en el mar a la salida del invierno

se ven arrastrados por la corriente nidos con huevos.

 

Todos los años sucede este fenómeno natural

por eso siempre llora y llora por la desgracia

la hembra Huala está desolada y siente

los polluelos arrebatados por la corriente

hacia la desembocadura del Budi, hacia el Gran Océano

por eso llora la Huala desconsoladamente.

 

 

Es un ave que nunca se ve volar, los ancianos contaban que una vez la huala escuchó el canto triste de otra huala y esperó la noche para volar y no ser vista. Entonces, al ver su plumaje se volvió negro y la huala perdió el rumbo por volar de noche, entonces la pilló el día y el sol dio de lleno en ella y el pecho se le volvió dorado, así contaba la gente de antes. Los ancianos un día, la vieron de nuevo en la laguna ahora con otra huala, decían los mayores, que por eso entonces ellos grabaron la forma de dos pajaritos en los pectorales de plata que hasta hoy día usan las mujeres mapuche, por todas las tierras de Arauco.” (Gumercindo Quirilao Curihuinca, lonko de la comunidad de Pangue, en Aguas Deumacán et al., 2009)

 

Trapelacucha (pectoral) mapuche, plata, siglo XIX

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Entre los mapuches la huala o wala es un ave mágica. Se asegura que quien oye su canto cerca de la casa sufrirá desgracias, o la muerte de un pariente, o alguien de la casa se irá, generalmente la pareja. En otros ocasiones anuncia la abundancia de puyen para prepararse para la pesca.

 

 

NOMBRES DE LA HUALA

Huala, el nombre mapuche del ave, que se supone de origen quechua, quizás de huay: voz de lástima. Pero la raíz hual: algo redondo, da en quechua, hualanpaui, o hualanpacu: plumaje grande redondo como gran bola, y pienso en mi avistaje de las “bolas de algodón” en la laguna bonaerense.

Llancun significa perderse algo, de allí Llanihuala: huala perdida, el nombre de Petronila Pérez.

Pollolo, coiquito (indígenas de la Araucania).

Oiyi, oien u oyien (ona o shelknam).

Gala (yámana o yagán).

Huala Grande (Chile). 

Chalupa, por su costumbre de llevar sus hijuelos sobre la espalda al nadar (Chile).

Zambullidor Grande (Mendoza).

Macá Cornudo, Macá Grande, Macá Grande Copetón,  Macá Cornudo de Azara, Macá Mayor, Macá Copetón, Macá Pingüino, Zampullín Grande, Trompetín. 

Mergulhao Grande (Brasil).

 

         Lugares (topónimos)

Hualaihué: lugar de Hualas. Comuna de la Región de los Lagos, Provincia de Palena, Chile. Futahual: huala grande. Estero en la Región de Los Lagos, Chile.

Hualakura: piedra [en forma de] huala. Aldea en la región de la Araucanía (IX Región), Chile.

El cordón de las Hualas, acompaña el valle del río Puelo por el lado meridional.

En Ecuador existen las localidades de Gualla y Gualaquisa (lumbrera del huala) lo que abonaría la hipótesis de que la palabra es de origen quechua.

 

 

         Apellidos (patronímicos)

Huenchuhual: hombre huala,

Millahual: huala dorada

Colihual: huala parda

Curihual: huala negra

Lefiu: se zambulló la huala

Nahuelhauñ: tigre-huala

Neculhual: huala de nadar veloz

Paillau: huala acostada

Rayíu: huala florida

Tegualda: huala perro

Mañkewala: cóndor huala

Kunchawala

 

 

 

 

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