"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


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viernes, 3 de noviembre de 2023

LA MARAVILLOSA AVE-PLANTA

 

Investigación y redacción Alex Mouchard



                                                     Ave del paraíso (Strelitzia reginae)

(Curtis, 1790-1791)




"[El cura de San Andrés de Machaca (Bolivia)] nos contó la historia de una maravilla observada por él en la provincia de Yungas, de una naturaleza que hace un poco sospechosa su veracidad, cuando no su inteligencia. Se trataba nada menos que de un ave-planta que, habiéndose posado en tierra, había echado raíces. Más de cien personas, decía el cura, habían visto el fenómeno y habían constatado la exactitud de los hechos relatados. La persona que había encontrado al ave lamentablemente olvidó un día de darle de comer  y le sobrevino la muerte. No sabemos como habría sobrevivido antes de tener dueño." 

(Weddell, 1853)


                                        Cupido inspirando a las plantas con amor

Dibujo de Philip Reinagle (Thornton, 1807)


 


 REFERENCIAS

Curtis, William. 1790-1791. The Botanical magazine, or, Flower-garden displayed ... v.3-4:no.73-144. Royal Botanic Gardens, Kew.

https://www.biodiversitylibrary.org/

Thornton, Robert John. 1807. New illustration of the sexual system of Carolus von Linnaeus :and the temple of Flora, or garden of nature. London.

Weddell, H.A. 1853. Voyage dans le nord de la Bolivie et dans les parties voisines du Pérou ou Visite au District Aurifère de Tipuani. Paris: P. Bertrand.


viernes, 22 de septiembre de 2023

LA HUALA PERDIDA, UNA HISTORIA DEL MACÁ GRANDE (Podiceps major)

Investigación y redacción Alex Mouchard 




“Ay Petronila Pérez,

huala perdida,

de amor a tus amores

fuiste cautiva.

 

Tus palabras de entonces

oigo en la brisa,

tu corazón de entonces,

cielo y jarilla.

 

Ay, Petronila, el agua

riendo brilla...

¡Tus pasitos de huala

cortejaría!

 

Tus pasitos de huala,

totora fina,

tu memoria, tu olvido...

Huala perdida.”

 

Canción de la huala perdida. Para Petronila Pérez, en Puelén – Edgar Morisoli (1994).

 

 

Podiceps major
Dibujo de Henrik Grönvold (Knatchbull-Hugessen & Chubb, 1917)


 

Una fría mañana de invierno de me encontraba observando aves en una laguna de Buenos Aires. Avisté flotando sobre el agua una curiosa formación de siete grandes pompones blancos, como si se tratara de siete fragatas con las velas hinchadas por el viento. Durante un largo rato, mientras los observaba, estuve tratando de resolver mentalmente a qué ave pertenecían los curiosos pompones algodonosos. De pronto, uno de ellos tomó la forma de un macá grande o huala (Podiceps major) y enseguida los siete estaban nadando en forma normal. Nunca pude averiguar a qué se debía este comportamiento, ¿era un despliegue de cortejo, estaban simplemente durmiendo o trataban de combatir la baja temperatura matinal?

 

Dejando estas dudas para más adelante nos trasladamos a otra época y otro escenario.

 

LA HUALA PERDIDA

 

Don Luis de la Cruz Goyeneche 

Pintura al óleo sobre tela por José Gil de Castro y Morales (Mulato Gil). Museo Histórico Nacional de Chile. https://es.wikipedia.org/wiki/Luis_de_la_Cruz#/media/Archivo:Luis_de_la_Cruz_y_Goyeneche.jpg

 





 

En Concepción (Chile) en abril de 1806 iniciaba un viaje trascendental Luis de la Cruz y Goyeneche, oriundo de esa ciudad, en cuya bahía suelen nadar las hualas, protagonistas de nuestra nota. Habiendo participado en la guerra de la independencia con Bernardo O´Higgins y José de San Martín, De la Cruz en ese momento cumplía las funciones de Alcalde Provincial de su ciudad natal. El objetivo del viaje era establecer una ruta comercial entre Chile y Buenos Aires, para evitar la vía marítima donde eran frecuentes los ataques de las naves inglesas y españolas. Para ello era necesario explorar los pasos cordilleranos, medir las distancias y buscar buenos pastos y aguadas. Contaba con la participación de indígenas pehuenches aliados, actuando como baqueanos y lenguaraces  para establecer relaciones pacíficas con los aborígenes que ocupaban el amplio territorio del Mamil Mapu («país del monte», en mapudungun), es decir la región de los caldenes y  algarrobos.

 

  Mapa del viaje de Luis de la Cruz, de Concepción a Buenos Aires en 1806 

por Carlos Wood.

Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile.

https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Mapa_del_viaje_de_Luis_de_la_Cruz,_de_Concepci%C3%B3n_a_Buenos_Aires_en_1806.jpg



 

El cruce de la Cordillera lo efectuaron por el Paso de Pichachén o Antuco a 2000 msnm, luego cruzaron el norte de Neuquén hasta el rio Colorado e ingresando a la actual provincia de La Pampa por zona de arenales y salitrales llegaron al estero de Puelec (actual localidad de Puelén). Este era un sitio de tránsito de las rastrilladas indígenas para llevar el producto de sus malones y comerciarlo con los pehuenches del norte neuquino.

 

Allí De la Cruz encontró a tres caciques provenientes de Cura Malal (Buenos Aires) arreando ganado lentamente hacia Neuquén.  En los toldos de uno de ellos llamado Mariñan, observó a una india que por sus rasgos le pareció de origen español, aunque ella decía  “china, china puerca soy”. Pero más tarde, entrando en confianza,  le comentó que era oriunda de Pergamino y que era la mujer del tal Mariñán. Al oscurecer se produjo un trueque con las indias, intercambiando plumas de avestruz por agujas, bizcochos y adornos, y habiendo entrado en confianza, se produjo el siguiente diálogo con la mujer (De la Cruz, 1835):

 

“--¿Cómo te llamas?

–Petronila Pérez, respondió ella.

–¿Eres cautiva?

–Si

-¿Mucho ha?

–De muy chica

–¿Cómo sabes hablar?

–Porque he tratado con otras cautivas, que me enseñaron como hablan allá

–¿Tus padres de donde eran?

–Del camino de posta de Buenos Aires, y los mataron los indios cuando yo fui cautiva con otra hermana mía v dos hermanos uterinos que se apellidan Morales...”

 

Petronila le contó que había estado en las Salinas donde vivían sus dos hermanos cautivos que todos los años venían a visitarla. Luego de la Cruz le preguntó si no había intentado volver con los cristianos y ella respondió:

 

“-No quise irme, porque quiero mucho a mis hijos.

–¿Cuántos tienes?

–Dos, pero no son hijos de este marido, sino de otro que murió.”

 

Al otro día la cautiva vino al campamento y le dijo que  su marido la mandaba a pasear a lo de los cristianos,” consultándolo si saldrían al día siguiente. De la Cruz no le dio seguridad y aprovechó para averiguar de ella datos sobre el recorrido realizado por los indios, sus poblaciones, aguadas y alimentos.  

También le preguntó cuál era su nombre indígena y ella respondió: “Llamigual, esto es «ya se perdió la guala»,” (De la Cruz, 1835)

En el relato del viaje no vuelve a mencionarse a la cautiva, el supuesto intento de volver con los cristianos de la mano De la Cruz parece no haberse concretado y su drama como el de tantas mujeres cautivas de la época terminó desvaneciéndose en las arenas del desierto pampeano, dejando muchos interrogantes, entre ellos el origen de su nombre ¿por qué «la huala perdida»?

Quizás recorrer la historia del ave nos dé alguna pista …

 

LA HUALA SEGÚN LOS NATURALISTAS

Probablemente la huala llegó a manos de los zoólogos europeos como ejemplares capturados en alguno de los grandes viajes de circunnavegación franceses en su paso por las costas del extremo austral de Sudamérica. Buffon, sin embargo, consideró erróneamente que venía de Cayena, en la Guayana Francesa, y destacó lo grácil de su cuello: “Es menos por las dimensiones de su cuerpo que por la longitud de su cuello que este zampullín es el más grande de las aves de este género” (Buffon, 1749-1789). Y de allí vino el nombre Grand Grèbe, es decir Gran zambullidor, latinizado como Colymbus major. Pero como los macás no pertenecen a la familia de los colimbos (Colymbidae), sino a la familia Podicipedidae, emparentada con los flamencos, el macá grande fue pasado al género Podiceps.

 

Grèbe de Cayenne 

Dibujo de François-Nicolas Martinet (Daubenton, 1765-1783)




 

Macá cornudo, lo llamó Félix de Azara, porque “noté yo que con el enojo formaba un copete cornudo o con dos puntas, y que herizaba (sic) un poco las plumas de la cabellera.” Llegó a tener dos de ellos en su casa: “habiéndolos soltado en mi quarto, manifestaron mucha actividad en la cabeza y cuello, porque lo demás estaba como tullido en tierra. Siempre estuvieron echados como ranas con los tarsos vueltos afuera. Les di carne cruda y aunque la tomaban con ansia de hambrientos, al punto la arrojaban como si les causase hastío. Al día siguiente amanecieron muy melancólicos, ya la tarde murieron” (Azara, 1802).  Triste fin para unas aves tan especializadas al medio acuático que difícilmente podrían sobrevivir en una casa.

Claude Gay (1847) aportaba más información desde Chile, incluyendo el nombre Guala o Gualón: “Es bastante común en Ias riberas de la República, donde viene con frecuencia, a causa de no poder volar por la pequeñez de sus alas. Va siempre por parejas, y hace su nido entre los carrizales; poco después que los chicuelos salen del cascaron se suben encima de la madre y se sumergen con ella.”

Es imposible hacer que este zambullidor salga del agua, y cuando se lo descubre en un pequeño estanque se le puede perseguir hasta agotarlo y atraparlo con la mano; sin embargo, ocasionalmente debe realizar largos viajes en vuelo cuando pasa de un lago aislado a otro. Probablemente sus recorridos se realicen de noche.” (Sclater & Hudson, 1889)

Cuando se le sigue en canoa, a menudo se sumerge, pero no permanece bajo el agua por mucho tiempo. Su estómago estaba lleno de plumas de aves y restos de crustáceos.” (Jean Stanislaus Stolzmann en Taczanowski, 1886)

 

En la laguna de Aculeo, cerca de Santiago de Chile, en enero de 1896, Fernand Lataste (1923) pudo ver “aquí y allá,  pequeños objetos blancos que sobresalían de la superficie del agua. Los barqueros se acercaron a ellos, los agarraron y me los pasaron. . .  me dijeron entonces que eran huevos de Guala (Podiceps leucopterus), zampullín abundante en el lago . . .  El nido, si podemos darle ese nombre, estaba formado por un gran montón irregular de algas filamentosas, sueltas hacia la periferia, pero cada vez más apretadas hacia el centro y la parte superior del montón no superaba, o superaba apenas la superficie del agua. Es en esta cumbre, muy ligeramente hundida por su peso, donde reposaba el huevo, con su parte inferior bañada en el líquido, el resto de su superficie calentada durante todo el día por el sol ardiente que nunca se oculta en esa estación … Supongo que los padres vigilan sus huevos, sin perderlos de vista, e incluso se aseguran de darles la vuelta de vez en cuando.

Ernest Gibson (1920) agregaba que en los bajos de Ajó el macá “coloca su nido en lo más espeso de los juncales del bañado. El nido, hecho de plantas acuáticas, se eleva apenas sobre el nivel del agua; y dos veces vi, al acercarme, al ave incubante echando apresuradamente algunas hierbas sobre los huevos antes de abandonarlos. La puesta es de tres.

Una curiosidad es la forma en que el huala puede jugar con sus presas como lo haría un gato con un ratón:  Este zambullidor estaba nadando y divirtiéndose en un estanque profundo y estrecho, y no mostró alarma ante mi presencia, aunque me senté en el borde a veinticinco metros de él. Lo vi sumergirse y salir con un pez pequeño de unos 7 cm de largo en el pico; Después de permanecer un rato inmóvil, arrojó al pez a una distancia considerable con un repentino movimiento de su pico, y luego, en el instante en que el pez tocó el agua, se sumergió nuevamente. Luego emergió con el mismo pez, pero sólo para arrojarlo y sumergirse como antes; y de esta manera lo soltó y lo recapturó como quince veces, y luego, cansado de jugar, lo soltó y lo dejó escapar.” (Sclater & Hudson, 1889)

Otros autores han encontrado en su estómago peces como pejerreyes (Odontesthes regia), plumas y piel de aves acuáticas (gallaretas), crustáceos y otros invertebrados

Según Hudson era muy “común a lo largo del río de la Plata, pero debido a su gran tamaño y a la gran belleza de su blanquísimo plumón es muy buscado y se está volviendo raro.” (Sclater & Hudson, 1889). Walter Barrows (1883) confirma esto último: “En muchos lugares son muy cazados por su piel que es un buen artículo comercial en Buenos Aires.” Desconozco qué artículos se elaborarían con tan raro producto, sin embargo por analogía podría haber tenido un uso similar a la de la piel de cisne en Europa, que servía para forrar prendas y calzados de lujo, y fabricar aplicadores de maquillaje en polvo, justamente llamados «cisnes».

 

 

 

“Ya se oía el ruido del trueno, producido por la caída de los hielos del Tronador: después, nada turba el silencio de estas soledades, sino el canto melancólico de los hualas de plumaje sombrío.” (Cox, 2012)

 

Huala
 Dibujo de Claudina Abella de López (Gollan, 1949)


 

 

 

Darwin (1838) se vio impresionado por su prolongado y triste grito, allá en los canales fueguinos: A menudo emite un grito muy melancólico, que conviene al clima sombrío de aquellas costas desoladas.” Sonido que efectivamente parece corresponder a la soledad y sobriedad de esos paisajes castigados por el viento y el agua. Imaginamos que esa voz de la huala, perdida en la inmensidad de algún lago patagónico, tal vez pueda explicar a qué aludía el nombre indígena de Petronila Pérez.


Podiceps major macho (Hatcher, 1903)


En la zona del río Mayer (Santa Cruz) John Bell Hatcher tuvo un emotivo encuentro con una huala, el que desafortunadamente terminó mal para el ave, aunque ello no invalida su relato:

“Un día particularmente brillante y alegre de finales de febrero, mientras cabalgaba por el bosque a una distancia de unas cinco millas al oeste de nuestro campamento, encontré un pequeño lago casi circular de aproximadamente una milla y media de diámetro. Cuando salí del bosque y me senté en mi caballo junto a la orilla rocosa, donde pensé detenerme por un momento y admirar la hermosa escena que tenía ante mí, llegó flotando a través del agua desde el otro lado del lago un sonido grave y lastimero: que reconocí al instante como el del zampullín, Aechmophorus major.

“En este lugar resguardado no había suficiente brisa para causar la más mínima ondulación en la superficie del lago, que por un instante escudriñé cuidadosamente, esperando ver el ave no voladora que sabía debía estar presente, aunque la localidad era remota. de su hábitat normal.

“Durante unos momentos, salvo el grito grave y lastimero que se oía a intervalos desde el lado opuesto, no pude ver en ninguna parte de la superficie del lago la más mínima evidencia de vida. Un poco más tarde, sin embargo, detecté una amplia onda en forma de V en el agua, con un pequeño objeto negro en la punta, que se dirigía directamente hacia mí desde la orilla opuesta. Durante un tiempo permanecí inmóvil y observé al ave solitaria que se nadaba grácilmente en la superficie del agua, con su largo cuello erguido y manteniendo un rumbo perfectamente recto hacia la playa a mis pies, sin dejar de pronunciar a intervalos regulares esas notas singularmente quejumbrosas. lo cual parecía casi como si tuviera la intención de expresar de mi parte conmiseración por él en la solitaria soledad de su entorno.”

 

El ave se acercó demasiado y Hatcher disparó. Al parecer en aquellos tiempos y en esa zona el huala no desconfiaba de los humanos. Richard Crawshay observaba: Son notables por su extrema curiosidad. A menudo los he visto en el agua y ellos han venido a observarme, nadando cerca de la orilla, moviéndose con inquietud y sumergiéndose de vez en cuando. … una pareja que se comportaba de esta manera: vinieron a la orilla para observarme.” (Hatcher, 1903)

 


Huala (Bros, 1929)



 

Al parecer en aquellos lugares el huala no desconfiaba de los humanos, en cambio en la zona de Ajó (Provincia de Buenos Aires), el ave era muy desconfiada quizás porque como lo señalaba Hudson era intensamente cazada. Allí Gibson (1920) encontró una hembra que tenía un pichón al que “lo llevaba sobre su espalda o escondido debajo del ala (habiendo para ello una especie de bolsa natural o hueco, situada debajo de cada ala); cuando el ave padre se zambulló, el joven se separó y permaneció a flote. El grito del adulto se parecía al del pavo real, aunque naturalmente no tan poderoso, mientras que el de los jóvenes era sólo una nota débil … Cuando lo coloqué en el suelo (mientras me mordía salvajemente), se sentó con la cabeza y el cuello erguidos, el cuerpo apoyado en el suelo y los pies extendidos hacia atrás; los que usó para avanzar, impulsándose junto con ellos en una sucesión de saltos como de rana.”

En esa misma región de Ajó, debo citar a Alexander Wetmore (1926) para explicar lo que relaté al comienzo de esta nota: “Tres fueron observados durmiendo mientras flotaban en el agua, con el cuello echado hacia atrás de modo que el pico descansaba sobre el hombro al lado del cuello con la punta hacia adelante. Como esto dejaba a la cabeza redondeada en el medio del lomo, producía un perfil curioso. Desde esta posición las aves se lanzaban a bucear sin pérdida de tiempo al desplazar el pico hacia delante.”

Rodolfo Escalante (1970) coincide diciendo: “Cuando reposa sobre la superficie del agua recuesta su largo cuello sobre el dorso y pliega la cabeza junto a él hacia delante, colocando el pico sobre el hombro y en esa dirección. Tronco, cuello y cabeza adoptan entonces la disposición de una Z de ángulos muy cerrados, en estas condiciones el cuerpo tiene el contorno de una boya achatada, mientras que la cola se levanta y muestra el rojo de sus cobijas inferiores en el lado opuesto al blanco brillante del pecho; una de las patas es recogida bajo un ala mientras que la otra, sumergida, mantiene el cuerpo en un lugar determinado como si éste estuviera anclado al fondo.”

 

La habilidad de buceo de la huala parece haber hecho creer a los mapuches que si el ave es herida se agarra a las plantas sumergidas y no sale más.

 

 

 

ESCENA CON HUALAS

 

"Estuve mucho tiempo solo allí arriba y me divertí mucho observando un par de macás en una pequeña laguna en la Cancha Rayada.

“Son estos grandes aves zambullidoras, más o menos como un somorgujo, de color marrón oscuro.

“El macho tiene una especie de gorro de plumas que levanta. Estaba cuidando el nido en el agua. Él me vio y comenzó a gritarle a la hembra: «¡Cuidado! ¡Peligro! ¡Ven aquí conmigo!». Y ella estaba cómoda y oculta en su nido, pero se levantó para detener sus chillidos y trazó un gran semicírculo, deslizándose por lo bajo y haciendo todo lo posible para hacerme creer que el nido estaba en otra parte.

“Luego él comenzó a regañarla: «Apuesto a que no cubriste el nido. Ustedes, las hembras, no saben lo suficiente como para protegerse de la lluvia. Iré yo y lo arreglaré como es debido» y él volvió derecho al nido como una flecha, y recogió uno o dos palitos y los puso sobre el nido y regresó chapoteando hacia ella, diciéndole: «Ya está, todo está bien ahora. ¡Cómo me cuesta a cuidar las cosas!» Casi podía oírlo diciéndolo.”

 

Relato de  Edward Chace en el lago San Martín (Santa Cruz)  (Barrett & Barrett, 1931)

 

 

 

 

LA HUALA SEGÚN LOS PUEBLOS

Gregorio Álvarez (1960) hizo una excursión a caballo al lago Paimún (Neuquén) , en el «País del Verde Silencio». En ese bello lugar recordó la leyenda de la huala que gime en el Paimún.

Una hermosa joven mapuche llamada Huala solía ir a buscar agua al lago.  Sin que ella lo advirtiera, el Trelque, un sumpall o maligno genio del lago, la acechaba.  Un día, cuando la niña ya era mujer, al acercarse como siempre al lago, una garra surgió y la arrastró hacia lo más profundo. Alertados por sus gritos, sus padres y hermanos llegaron a rescatarla, pero nada pudieron hacer.  A cambio, el monstruo los compensó con una gran cosecha de peces.

En su cueva Trelque mostró a Huala los restos de sus víctimas decapitadas, cuyas cabezas acostumbraba lanzar desde las cumbres como bolas de fuego o cherufes. Impresionada, Huala se desmayó y al despertar vio que Trelque se había transformado en un joven que le declaraba su amor y quería casarse con ella. Pero Huala, llorando, le pidió que al menos le permitiera seguir contemplando su gente, las montañas y los bosques. Trelque consintió siempre que Huala no abandonara el lago y por eso la transformó en un ave de alas y patas muy cortas, que sólo podía nadar y no podía escapar corriendo o volando. Desde entonces, Huala grita su dolor con angustia cada vez que aparece un humano que le recuerda su familia. Por eso  se acerca a la orilla, anhelando volver con los suyos. Esa característica de los macás de tener las patas cortas e insertadas muy atrás en el cuerpo dio origen a su nombre genérico, Podiceps, del latín prodicis: retrasado, y pes, pedis: pie.

 

Otras fuentes ubican la leyenda de la Huala en el lago Budi (Chile), donde la joven habría sido arrastrada por la corriente que lleva al mar. A este hecho se refiere el poema de Lorenzo Aillapan Cayuleo,  «Tachi Wala – Walakawün»:

 

Antiguamente habían numerosas pájaros Huala

ahora están en vías de extinción y andan algunitos

en el río Chol Chol, en ese lugar

hay una comunidad con este nombre

así es Hualacura, de verdad para siempre,

donde existió pololeo del hombre Pájaro mapuche.

 

Al igual que una hembra humana llora desconsoladamente

esta ave llora y llora y canta su canción

al desaparecer la pareja, al morir los polluelos –estar ausente

aquí en el lago Budi, al desembocar

las aguas del lago en el mar a la salida del invierno

se ven arrastrados por la corriente nidos con huevos.

 

Todos los años sucede este fenómeno natural

por eso siempre llora y llora por la desgracia

la hembra Huala está desolada y siente

los polluelos arrebatados por la corriente

hacia la desembocadura del Budi, hacia el Gran Océano

por eso llora la Huala desconsoladamente.

 

 

Es un ave que nunca se ve volar, los ancianos contaban que una vez la huala escuchó el canto triste de otra huala y esperó la noche para volar y no ser vista. Entonces, al ver su plumaje se volvió negro y la huala perdió el rumbo por volar de noche, entonces la pilló el día y el sol dio de lleno en ella y el pecho se le volvió dorado, así contaba la gente de antes. Los ancianos un día, la vieron de nuevo en la laguna ahora con otra huala, decían los mayores, que por eso entonces ellos grabaron la forma de dos pajaritos en los pectorales de plata que hasta hoy día usan las mujeres mapuche, por todas las tierras de Arauco.” (Gumercindo Quirilao Curihuinca, lonko de la comunidad de Pangue, en Aguas Deumacán et al., 2009)

 

Trapelacucha (pectoral) mapuche, plata, siglo XIX

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Entre los mapuches la huala o wala es un ave mágica. Se asegura que quien oye su canto cerca de la casa sufrirá desgracias, o la muerte de un pariente, o alguien de la casa se irá, generalmente la pareja. En otros ocasiones anuncia la abundancia de puyen para prepararse para la pesca.

 

 

NOMBRES DE LA HUALA

Huala, el nombre mapuche del ave, que se supone de origen quechua, quizás de huay: voz de lástima. Pero la raíz hual: algo redondo, da en quechua, hualanpaui, o hualanpacu: plumaje grande redondo como gran bola, y pienso en mi avistaje de las “bolas de algodón” en la laguna bonaerense.

Llancun significa perderse algo, de allí Llanihuala: huala perdida, el nombre de Petronila Pérez.

Pollolo, coiquito (indígenas de la Araucania).

Oiyi, oien u oyien (ona o shelknam).

Gala (yámana o yagán).

Huala Grande (Chile). 

Chalupa, por su costumbre de llevar sus hijuelos sobre la espalda al nadar (Chile).

Zambullidor Grande (Mendoza).

Macá Cornudo, Macá Grande, Macá Grande Copetón,  Macá Cornudo de Azara, Macá Mayor, Macá Copetón, Macá Pingüino, Zampullín Grande, Trompetín. 

Mergulhao Grande (Brasil).

 

         Lugares (topónimos)

Hualaihué: lugar de Hualas. Comuna de la Región de los Lagos, Provincia de Palena, Chile. Futahual: huala grande. Estero en la Región de Los Lagos, Chile.

Hualakura: piedra [en forma de] huala. Aldea en la región de la Araucanía (IX Región), Chile.

El cordón de las Hualas, acompaña el valle del río Puelo por el lado meridional.

En Ecuador existen las localidades de Gualla y Gualaquisa (lumbrera del huala) lo que abonaría la hipótesis de que la palabra es de origen quechua.

 

 

         Apellidos (patronímicos)

Huenchuhual: hombre huala,

Millahual: huala dorada

Colihual: huala parda

Curihual: huala negra

Lefiu: se zambulló la huala

Nahuelhauñ: tigre-huala

Neculhual: huala de nadar veloz

Paillau: huala acostada

Rayíu: huala florida

Tegualda: huala perro

Mañkewala: cóndor huala

Kunchawala

 

 

 

 

Aguas Deumacán, Wilma Maribel , y Clavería Pizarro, Nelson Adrián. 2009. Wera Wenu Werken - Mensajeras del cielo. Las Aves en la cultura Mapuche. Osorno Chile.

Aillapán, Lorenzo. 2003. Üñümche Hombre Pájaro. Santiago: Pehuén.

Aillapan, Lorenzo  & Rozzi, Ricardo  -2004- Una etno-ornitología mapuche contemporánea: veinte poemas alados de los bosques nativos de Chile. Ornitología Neotropical 15 (Suppl.).  2004 © The Neotropical Ornithological Society.

Azara, F. de. (1802). Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. España. 1992.

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https://avesenchile.cl/huala/

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Taczanowski, Ladislas. 1886. Ornitologie du Pérou. Tome Troisième. Typographie Oberthur, á Rennes.

Villagran C, Villa R, Hinojosa LF, Sanchez G, Romo M, Maldonado A, Vieres LC, La Torre C, Cuevas J, Castro S, Papic C Y Valenzuela A. 1999. Etnozoología Mapuche: un estudio preliminar. Revista Chilena de Historia Natural 72: 595-627.

Wetmore, A. 1926. Observations on the Birds of Argentina, Paraguay, Uruguay,  and Chile –Bulletin 133 – Smithsonian Institution – Washington.

jueves, 18 de marzo de 2021

OTEANDO DESDE MI VENTANA A UN CARPINTERILLO, EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

 La presente nota nos fue aportada por el arqueólogo Jédu Sagárnaga, desde Bolivia, a quien mucho agradecemos.



Jédu Sagárnaga

 

Introducción.

El momento crítico que vive el país (y el mundo), invita a reflexionar sobre la salud, la economía y la política, fundamentalmente. Pero también puede y debe invitarnos a reflexionar sobre la vida y la naturaleza, de la cual estamos rodeados, sin que reparemos mucho en ello. La presente es una invitación al análisis de lo cerca que estamos de expresiones naturales tan intrigantes y curiosas como el pájaro carpintero andino que, mucha gente ni lo sabe, habita muy cerca nuestro.

Un estudio de la Unidad de Manejo y Conservación de Fauna del Instituto de Ecología de la Universidad Mayor de San Andrés, señala que “Hay 107 especies de aves que se pueden observar en La Paz y sus alrededores. También tenemos ocho mamíferos medianos y grandes, alrededor de 20 mamíferos pequeños (roedores y marsupiales) y siete murciélagos. Hay varios tipos de ranas, reptiles, peces e insectos”.

A guisa de ejemplo quiero mencionar el trabajo de dos de mis buenos amigos, el Dr. Enrique Richard (biólogo digno de admiración y respeto) y su esposa la Dra. Denise Contreras (también gran profesional) quienes señalan que se conocen al menos 51 especies de aves para la ciudad de La Paz[1]. En dos sendos artículos se han concentrado particularmente en la observación del aguilucho común (Geranoaetus polyosoma) y del águila mora (Geranoaetus melanoleucus) en las ciudades de La Paz y El Alto.

El asunto es: ¿cuándo aprecias toda esa fauna? No en el frenesí diario que implica el tener que trabajar, estudiar, o cualquier otra actividad que copa tu tiempo. Por otra parte, esa fauna es esquiva. A duras penas subsiste, en un medio hostil como es la ciudad que ha avasallado su territorio y la ha confinado a pequeños sectores.

 

Desarrollo.

Precisamente hace unos días, a través de las redes sociales, se difundió la noticia de la caza ilegal de vizcachas[2] que se estaba practicando por los alrededores de la zona de Achumani, donde yo vivo. Justo frente a mi casa, apenas separados por una pequeña quebrada, se alzan unos cerros espectaculares, no muy elevados pero con una pendiente muy alta. De hecho quienes vienen a visitarme apenas reparan en mi casa, pero se maravillan de “mis cerros”. Por eso siempre fanfarroneo: “¿Les gustan mis cerros? ¡Me ha costado mucho hacerlos!”.

Cuando solíamos ir con Ruth, mi esposa, a algún compromiso, y volvíamos a casa a la una o dos de la mañana, siempre nos encontrábamos con algunas vizcachitas casi en nuestra puerta. El ruido del motor del carro no las espantaba, y más bien se quedaban quietitas, como petrificadas. Según ellas, tal vez, no las veíamos, pero nosotros nos quedábamos alumbrándolas con la luz de nuestros faroles un largo rato, a ver quién se cansaba primero”. Hoy ya no las vemos tan seguido, lo que significa que: o ya no vamos tanto de parranda, o estos pacíficos roedores se están extinguiendo.

De todos modos, mi barrio –tal vez por estar más alejado del bullicio urbano– es privilegiado en avistamientos especialmente de aves. De hecho, cada que mis dos humildes ciruelos empiezan a dar fruto, decenas de chiwankos[3] vienen a darse un festín, y tenemos que estar compitiendo durante todo el mes de noviembre para ver quién deja sin ciruelo al otro.

También hemos visto varias veces halcones, alguna vez águilas y muchas especies de pájaros; y hasta he oído búhos. Las palomas son las más detestables entre todas las aves que viven por acá, y también las más abundantes.

 

Cuarentena.

Dada la Pandemia, el gobierno ha declarado hace unas semanas, un estado de cuarentena muy rígido en el país. Eso implica, al menos, dos cosas: No pueden circular los vehículos, salvo que se tenga un permiso especial, y no se puede salir de casa, salvo en alguna ocasión especial. La primera situación ha hecho que la polución y el ruido, disminuyan drásticamente. Eso ha alentado a que la fauna, normalmente invisible por las condiciones arriba señaladas, se atreva ahora a aparecer, aunque sea de manera furtiva. La segunda situación, ha posibilitado a la gente poder permanecer más tiempo en casa, un poco tensa, un poco nerviosa, pero resguardando la salud.

Mi actividad académica no ha cesado en estas semanas y he aprendido en estos días a manejar algunas plataformas virtuales que me permiten desarrollar mis clases con los estudiantes. También he aprovechado para leer varias de las cosas que hace tiempo deseaba, y estoy escribiendo simultáneamente 5 artículos, uno de los cuales tiene el amable lector al frente (el más corto, por cierto). Hay momentos, muy pocos, en que a manera de despejarme me levanto de mi asiento y me aproximo a la ventana desde la que observo mi pequeño y mal cuidado jardín, pensando en que necesita un “corte de pelo”. La persona que venía con su cortadora de césped, vive lejos y no le veo hace rato. También hay que arreglar las flores, pero no soy bueno en eso. Ruth se ocupa alguna vez.

Pero he aquí que, en ese pequeño mundillo, pueden ocurrir cosas maravillosas. Por ejemplo muchas abejas acuden a proveerse de polen de mis pocas flores, y eso me entusiasma. Y Démian, mi hijo, el otro día filmó a un colibrí en pleno vuelo, succionando el néctar de las flores. “Nos hizo un honor”, le comenté (Fig. 1).

Por si ello fuera poco, una mañana aterrizó en medio del jardín, un yaka yaka (Fig. 2). A este bicho emplumado le conozco bien. Le conocí en el campo, en mis labores investigativas, hace ya varios años. De hecho, no me cae bien, pues le considero un gran depredador de algunos monumentos arqueológicos, que más bien yo defiendo y protejo.

Resulta que el yaka yaka, como le dicen los aymaras, es una especie de pájaro carpintero. Pero como en el altiplano casi no existen árboles (al menos los nativos son solamente dos), entonces se ensañan con las actuales casas de adobe y con las tumbas precolombinas del mismo material, y que se conocen como “chullpares”.

En las proximidades del río Lauca, en el departamento de Oruro casi frontera con Chile, están los chullpares de adobe más espectaculares de toda Bolivia (y de los Andes en general). Se hicieron famosos gracias a un artículo publicado en una revista por la recientemente desaparecida Arq. Teresa Gisbert y sus colaboradores[4]. Se trata de varias decenas de estructuras de filiación inka dispersas en un área bastante grande. La mayoría de ellas presentan en el frontis diseños geométricos de colores. Conozco otras tumbas también en otros lugares, pero no en la cantidad que se tiene en el Lauca. La primera vez que visité este increíble yacimiento (en 1997) quedé azorado, tanto por la belleza de las torres, como el alto grado de deterioro que presentaban, no solo por las condiciones atmosféricas (erosión eólica y pluvial, principalmente) o los wakeros[5] que han desbaratado el contexto cultural, sino también por los llamados “agentes biológicos” en cuyo podio puede colocarse al yaka yaka. Las paredes presentaban múltiples huecos que eran los nidos que hacen estas irrespetuosas aves.

En el trascurso de mi investigación sobre chullpares (que ya lleva una veintena de años) y en los años sucesivos, he comprobado similar cosa en casi todos los chullperíos[6] que he visitado. Incluso en un congreso mencioné el daño infringido a las torres por parte del carpintero andino, a lo que un arquitecto (que había trabajado en conservación de chullpares) replicó que eran más bien unos patos volátiles, y no el injustamente acusado yaka yaka. El tiempo me dio la razón, pues en una de mis salidas, comprobé con espanto que efectivamente en algunos chullperíos anidan no solo los yaka yakas, sino también una especie de palmípedas no muy grandes (unos 40 cm de longitud). Así por ejemplo, en septiembre de 2011 en el chullperío de Kulli Kulli (próximo a la comunidad de Ayamaya, al sur de Sica Sica, Provincia Aroma) pude comprobar que entre las ruinas habían yaka yakas, patos y –cuando no, de puro metidas- palomas (Fig. 3). Pero los que fabrican el hueco para anidar, no son sino los carpinteros.

En junio de 2013, cuando estuve relevando los chullpares de Mikayani (en la provincia Aroma), pude evidenciar y registrar también la presencia de yaka yakas en el lugar. Esta vez se trataba de toda una bandada (Fig. 4).

Incluso en las proximidades del Chullperío de Jacha Pahaza (cerca de Calacoto, en la provincia Pacajes), registré la presencia del yaka yaka pero, en honor a la verdad, esta vez no estaba entre los chullpares, quizás porque, esta vez, las tumbas fueron elaboradas en piedra  y no en adobe (Fig. 5).

 

El carpintero y el ablandado de la piedra.

Pero si este carpintero es famoso, no es tanto por malograr antiguas tumbas, sino por añejas leyendas que le atribuyen el secreto del ablandado de la piedra que habrían aprovechado en su favor los constructores de los antiguos monumentos pétreos del Mundo Andino.

En efecto, los exploradores y científicos que visitaron los Andes el siglo pasado, escucharon de boca de los indígenas, curiosas historias sobre el secreto que poseían los habitantes de estas latitudes para volver “plastilina” la piedra, gracias a lo cual habrían podido construir con cierta facilidad, por ejemplo, los ciclópeos muros de Ollantaytambo en el Cuzco, o los magníficos edificios de Tiwanaku, a 71 km de nuestra ciudad.

A Hiram Bingham (1875-1956), a quien injustamente se le atribuye el descubrimiento de la célebre ciudadela de Machu Picchu en el Perú (pues 9 años antes ya lo había reportado un señor de nombre Agustín Lizárraga), le contaron sobre la existencia de una planta con cuyos jugos los incas ablandaron las piedras para que pudieran encajar perfectamente. “Hay registros oficiales sobre esta planta, que incluye a los primeros Cronistas españoles”, reza un artículo[7], aunque en mis pesquisas no he podido corroborar el dato etnohistórico mencionado. Se dice que un día, mientras acampaba por un río rocoso, Bingham observó un pájaro parado sobre una roca que tenía una hoja en su pico, vio como el ave depositó la hoja sobre la piedra y la picoteó. El pájaro volvió al día siguiente. Para entonces se había formado una concavidad donde antes estaba la hoja. Con este método, el ave creó una "taza" para coger y beber las aguas que salpicaban del río.

Otro personaje, el Cnel. Percy Harrison Fawcett fue un explorador inglés que, junto con su hijo Jack, se perdió en las selvas vírgenes del Brasil, entre los ríos Xingú y Paraguassu, mientras andaban en busca de una legendaria ciudad en ruinas. Ocurrió ello en 1925. Al parecer ellos, y un tercer acompañante, murieron a manos de los indios kalapalo del Brasil. Su otro hijo Brian, ordenó y adaptó los manuscritos, cartas y memorias de P.H. y dio a estampa el libro "Exploration Fawcett" que fue vertida luego al castellano, y que le devolvió la vida a ese inglés que en sus relatos aparece enfrentando gente y animales extraños, y descubriendo antiguas y misteriosas ruinas[8].

En una parte de su relato señala: “…en, toda la montaña peruana y boliviana se encuentra una avecita semejante al martín pescador, que hace su nido en orificios totalmente redondos en la escarpadura rocosa sobre el río. Estos agujeros se pueden ver perfectamente, pero no son accesibles y, lo que es más extraño, sólo se encuentran en las regiones en que viven estos pájaros. Una vez expresé mi sorpresa ante la suerte que tenían de encontrar hoyos para nidos convenientemente situados y tan perfectamente horadados, como practicados a taladro.

“—Ellos mismos hacen los agujeros. —Estas palabras fueron pronunciadas por un hombre que había pasado un cuarto de siglo en la montaña—. Más de una vez los vi hacerlos. Los he observado. Las aves llegan a los acantilados con hojas de cierta especie en su pico; se adhieren a la roca como pájaros carpinteros a un árbol, restregando las hojas con un movimiento circular sobre la superficie. Después vuelan regresando con más hojas y continúan con el proceso. Tras tres o cuatro repeticiones, botan las hojas y comienzan a picotear y, ¡cosa maravillosa!, pronto abren un orificio circular en la piedra. Se alejan y vuelven siguiendo con el proceso de restregar las hojas y picotean de nuevo. Se demoran algunos días, pero abren agujeros suficientemente profundos como para contener sus nidos. He ascendido a mirar los hoyos, y, créame, un hombre no podría taladrar uno más perfecto.

“— ¿Insinúa usted que el pico del pájaro penetra en la roca sólida?

“—El pájaro carpintero horada la madera sólida, ¿verdad?... No, no creo que el pájaro traspase la roca sólida, pero creo, y cualquiera que los haya observado piensa lo mismo, que estás aves conocen una hoja cuya savia ablanda la roca hasta dejarla como arcilla húmeda.

“Me pareció que era un cuento, pero después que oír relatos similares: de otras personas en todo el país, creí que se trataba de una tradición popular”[9].

 

La planta que ablanda la piedra.

Cuenta el periodista español Juanjo Pérez, que el padre Jorge Lira, un sacerdote peruano ya fallecido, era uno de los mayores expertos en folclore andino, fue autor de infinidad de libros y artículos y, sobre todo, del primer diccionario del quechua al castellano. El mencionado personaje vivía en un pueblito cercano al Cusco y hasta allá se dirigió un señor de nombre Jiménez del Oso, para entrevistarlo sobre una inquietante afirmación: el padrecito afirmaba haber descubierto el secreto mejor guardado de los incas: una sustancia de origen vegetal capaz de ablandar las piedras[10].

Mencionaba una planta de increíbles propiedades que, mezclada con diversos componentes, convertía las rocas más duras en una sustancia pastosa y moldeable. Según esa misma fuente, el padre Lira estudió la leyenda de los antiguos andinos y, finalmente, consiguió identificar el arbusto de la jotcha como la planta que, tras ser mezclada y tratada con otros vegetales y sustancias, era capaz de convertir la piedra en barro. "Los antiguos indios dominaban la técnica de la masificación –afirma el padre Lira en uno de sus artículos—, reblandeciendo la piedra que reducían a una masa blanda que podían moldear con facilidad".

El curita ya hace rato que entregó su alma al señor llevándose a la tumba el secreto de la planta milagrosa (si es que esta alguna vez existió), pues nadie sabe cuál es la jotcha. Antes y después muchos se dieron a la tarea de buscar la planta y hay quienes creen que es la kechuca una supuesta hierba de ramas y flores rojizas. El problema es que, tanto la jotcha como la kechuca, son plantas que nadie conoce, aunque hay quienes sospechan que se trata de la Ephedra andina, que sería la planta mágica.

Incluso hay un reciente estudio de Joseph Davidovits sobre antiguos polímeros, explicitado en una conferencia reputada de “seria y científica”, aunque creo que todavía hay mucha tela que cortar al respecto, antes de dar por irrefutables los resultados por él obtenidos. En ella, como prueba de que antiguamente se amasaba la piedra y se vertía en moldes, Davidovits menciona la reputada planta jotcha del padre Lira[11].

 

La cuestión del ave.

En cuanto al misterioso pajarito, en todas esas curiosas historias, recibe distintos nombres y en distintas lenguas desde el territorio mapuche en Chile, hasta el Ecuador en el norte. Así pues, se han recogido las denominaciones de Pitihue, Pitigüe, Pitio, Yacoyaco, Pito, Pitu, Acajllo, Jacajllo, Yactu y Yarakaka. Algunos de esos vocablos son de origen aymara, pero el que yo personalmente recogí en el altiplano paceño, fue el de Yaka yaka (muy similar al de Yacoyaco y Yarakaka).

La definición ornitológica estaría referida al Colaptes, aunque habría dos varidades: Por una parte el Colaptes pitius y por otra el Colaptes rupícola.

La variedad Colaptes rupícola habría sido identificada y nombrada científicamente por el naturalista francés Alcides D'Orbigny en 1840, quien la diferenció de su pariente más cercano (el Colaptes pitius). Cabe resaltar que le puso el término "rupícola" por su costumbre de anidar en las rocas. Este pájaro carpintero es, pues, un ave rupestre, de allí el nombre. Se trata de un pájaro carpintero de un tamaño similar al de una paloma, esto es, de unos 30 cm. Presenta una frente, corona y nuca de color gris pizarra; y lados de su cara y garganta de color leonado. Unas barras color café y café amarillento marcan su cuerpo por encima, mientras que por debajo, es de un blanco sucio con barras pardas. El lomo y el abdomen son de color amarillento y presenta unos ojos de iris amarillo y cola negra.

 

Epílogo.

Pese a toda esta misteriosa y llamativa información de cierta ave (el Yaka yaka)  que con la ayuda de una planta logra ablandar la roca; y que de él aprendieron nuestros antepasados andinos a trabajar la piedra de forma magnífica como se puede apreciar hoy en los antiguos monumentos por ellos dejados, la verdad es que nada de ello tiene sustento científico… hasta ahora.

Lo único que sé es que el Yaka yaka arruina las torres funerarias que tanto reverencio, y que en esta pandemia viene a mi jardín a echármelo en la cara.

Chuquiago Marka, mayo de 2020 



Figura 1. Un picaflor o colibrí en pleno vuelo, en el jardín de mi casa

(imagen obtenida del video de Démian Sagárnaga)



 

Figura 2. Yaka yaka (Colaptes rupicola), en el jardín de mi casa

(Foto del autor, 2020)


 

Figura 3. Un Yaka yaka, una paloma y un pato encima de
una torre funeraria en Kulli kulli, remarcados con círculos rojo,
amarillo y verde, respectivamente (Foto del autor, 2011)



 

Figura 4. Una bandada de Yaka yakas, encima de unas

torres funerarias en Mikayani (Foto del autor, 2013)



Figura 5. Yaka yaka en las proximidades del chullperío

de Jacha Pahaza (Foto del autor, 2011)


 


 


 NOTAS


[1] “Aves rapaces diurnas de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz” (2015)

[2] Lagidium viscacia

[3] Turdus chiguanco

[4] “El señorío de los Carangas y los chullpares del Río Lauca” Revista Andina N° 2, diciembre 1994.

[5] Saqueadores de tumbas

[6] Conjuntos de chullpares

[7] Manuel Carballal, “Los Ablandadores de Piedras”. file:///F:/J%C3%89DU/DOCS.%20J%C3%89DU/P%C3%A1ginas%20WEB/piedra%20blanda.htm

[8] Jédu Sagárnaga, “Breve Diccionario de la Cultura Nativa en Bolivia”. Producciones CIMA. La Paz 2003.

[9] P.H. Fawcell, “Exploración Fawcett”, pp. 123-124. Empresa Eitora Zig-Zag. Santiago de Chile 1995.

[10] Manuel Carballal, “Los Ablandadores de Piedras”. file:///F:/J%C3%89DU/DOCS.%20J%C3%89DU/P%C3%A1ginas%20WEB/piedra%20blanda.htm


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