Alex Mouchard
“El bosque comenzó a iluminarse de anaranjada luz; y a esta señal, que revelaba la aproximación de la noche; el ipecú dejó de golpear en los troncos...”
Hyalmar Blixen - Los Iporas
El Carpintero Campestre fue descripto por el notable naturalista Felix de Azara en 1802. El ave era conocida por los guaraníes como: ihpeku-ñú, de ihpeku, pájaro carpintero, y ñu, campo. Azara, sin embargo prefirió el nombre español: “aunque parezca que este nombre repugna a todo Carpintero, ningún otro puede caracterizar mejor al presente; porque jamás se interna en bosques, ni corre troncos, ni hace caso de sus gusanos, y buscan su alimento en los prados y campos limpios, corriéndolos a pasos frecuentes y no torpes; para lo cual tiene las piernas más largas que los otros”.
Azara agrega que come lombrices e insectos en la grama y que cuando los hormigueros están húmedos (suponemos que habla de los tacurúes ablandados por las lluvias) los picotea para comer hormigas y sus huevos (larvas). Y aclara: “No por esto dexa de posarse en árboles gruesos o delgados, en los troncos, ramas y piedras, ya estén horizontales o verticales, y ya con el cuerpo trepado, o como el común de los páxaros [esto es atravesado]”.
Como veremos, estas observaciones de Azara tienen importancia en la polémica del título.
En base a esa descripción Vieillot le dio el nombre latino de Colaptes campestris respetando así el nombre dado por el naturalista aragonés, de quien copió los datos principales.
Aprovechando esta información, Charles Darwin introdujo al Carpintero Campestre en su obra más importante, “El origen de las Especies”. Y no con un motivo menor. En el capítulo VI, trata de las dificultades que enfrentaba su teoría para “cerrar”. Señalaba allí que en la Naturaleza hay ejemplos de individuos de una especie que pueden mostrar hábitos bastante diferentes de los demás y que ocasionalmente darían origen a nuevas especies. Y ejemplifica con el caso del carpintero: “En las llanuras del Plata, donde no crece ni un árbol, hay un pájaro carpintero, que en cada parte de su organización, aún en su color, en el áspero tono de su voz, y su vuelo ondulante, me indica en forma directa que está relacionado estrechamente con nuestra especie común; sin embargo ¡es un carpintero que nunca trepa a un árbol !” (Darwin, Ch. - The origin of species... 1st. edition. 1859).
El ejemplo le venía como anillo al dedo para mostrar que gracias a la variación de su comportamiento, algunos individuos podían sobrevivir en un ambiente inusual, en este caso el pastizal, y quizás dar origen a una nueva especie. Pero para presentar este ejemplo parecería que Darwin había forzado un poco las cosas omitiendo que en realidad el ave sí trepaba a veces a los árboles y suponemos que la omisión pudo haber sido intencional porque él conocía bien al ave en su ambiente natural. En efecto, en The zoology of the voyage of H. M. S. Beagle (1841) relata que había obtenido especímenes en la Banda Oriental y en Buenos Aires, y señalaba, por una parte, que “la cola de este carpintero terrestre parece poco utilizada”, refiriéndose a que no tenía el desgaste propio de los demás carpinteros que usan la cola de apoyo para trepar troncos, lo que convenía a su argumento. Pero a continuación dice que “se posan en la rama de un árbol, horizontalmente, a la manera de los pájaros comunes; pero ocasionalmente los he visto trepando en posición vertical en un poste”. Y este detalle que también había dado Azara es lo que parece haber omitido en “El origen . . .” para beneficio de su teoría.
William Henry Hudson, un observador tan perspicaz como Darwin, no dejó pasar por alto el error del zoólogo inglés. En su segunda carta sobre la ornitología de Buenos Aires, dirigida al secretario de la Zoological Society de Londres, Philip Lutley Sclater, (Proceedings of the Zoological Society, 24 feb 1870, p. 112) dice: “El Carpintero de las Pampas (Colaptes campestris), del que el Sr. Darwin ha dicho tan infortunadamente:—'Es un Carpintero que nunca trepa a un árbol' (Origin of Species, p. 165)”.
Dibujo de Salvador Magno
Y amplía en la tercera carta (Proceedings of the Zoological Society, 24 mar 1870, p. 158): “La cuarta especie es el ‘Carpintero’, más ampliamente distribuido y mejor conocido que los otros miembros del género al que pertenece, y también de gran interés en referencia al erróneo relato de sus costumbres en la obra del Sr. Darwin, lo que lo hace digno de particular atención. A pesar de lo muy observador que pueda ser un naturalista, [el manuscrito dice “este naturalista” refiriéndose exclusivamente a Darwin, lo que fue atenuado por Sclater con la generalización] no es posible para él saber mucho de una especie con sólo ver quizás uno o dos ejemplares en el curso de una rápida cabalgata por las pampas. Ciertamente si el Sr. Darwin hubiera conocido en verdad el comportamiento del ave, no habría intentado deducir de ello un argumento a favor de su teoría del origen de las especies". Y continúa con este párrafo suprimido por Sclater: "ya que una distorsión tan grande de la verdad habría dado a quienes se oponen a su libro, razones para considerar erróneas o exageradas otras afirmaciones que en él se hacen”. A continuación cita el pasaje de Darwin que hemos reproducido más arriba, y concluye: “La atenta lectura del pasaje citado por alguien conocedor del ave y de sus hábitos lo puede inducir a creer que el autor ha alterado a propósito la verdad para probar su teoría; pero como las Researches del Sr. Darwin fueron escritas mucho antes de concebir su teoría, y abundan en similares afirmaciones erróneas al tratar sobre este país, el error debe atribuirse a otras causas”. Luego se refiere a los bosques marginales que en forma continua acompañan las costas del río de la Plata en los que habita este carpintero sin alejarse mucho de ellos. Por otro lado asegura que en las vastas regiones del sur y el oeste de Buenos Aires donde efectivamente no crecen árboles nunca vio a esta especie.
Y continúa: “No es sólo el erróneo informe de su comportamiento lo que hace que la mención de Darwin sea particularmente desafortunada, sino que además esta ave introduce un argumento en contra de la veracidad de la hipótesis de Darwin”. Y Hudson destaca que dado que Darwin le atribuye la morfología de un carpintero típico, “es evidente, entonces, que la selección natural lo ha dejado sin cambios; y ¿no es razonable suponer que, si hubiera tal agente en la naturaleza, habría hecho algo para cambiar la especie colocada en una situación en la que está tan mal adaptada según su estructura y sus hábitos? Pero en verdad, la selección natural no ha hecho nada por nuestro Carpintero“. Y pasa a explicar que sus colores no se apagaron, su fuerte voz no se atenuó con lo cual es más probable que llame la atención de sus enemigos al atravesar las zonas abiertas. Tampoco la selección natural lo dotó con el instinto de ocultarse como hacen otras aves de las pampas. Y si bien se posa en el suelo, nunca duerme allí, y tampoco anida en barrancos (aquí se equivocó Hudson como el mismo lo comprobó años después en el río Negro). Finalmente deduce que su inesperada presencia en las pampas se debe a la escasez de provisiones, a la búsqueda de árboles más propios para anidar [según Hudson, prefiere el ombú, aunque sabemos que no es un árbol autóctono de las pampas] y quizás a otras razones.
[NOTA: Los detalles sobre los manuscritos de Hudson están tomados de la obra “Las aves de la pampa perdida” que reproduce las cartas de Hudson a la Zoological Society revisadas por Tito Narosky y Diego Gallegos, quienes cotejaron los manuscritos con la versión impresa]
Darwin tuvo derecho a réplica en el mismo volumen de los Proceedings. Con fecha, 1º de noviembre de 1870 publicó “Note on the Habits of the Pampas Woodpecker (Colaptes campestris)” . Allí se defiende de la ligereza de que lo acusa Hudson ya que vio muchas de estos carpinteros en la Banda Oriental cuando era un ave muy común, y lo observó muchas veces viviendo en la llanura ondulada de Maldonado a muchas millas de los árboles. Confirmando su adaptación a vivir en el suelo por presentar los picos manchados de barro y las colas poco gastadas, por posarse atravesados en las ramas, aunque habiéndolos visto a veces en posición vertical. A manera de excusa dice que cuando escribió esas notas no sabía nada sobre el trabajo de Azara que coincide con sus observaciones. Y para refutar a Hudson señala que en realidad el ave sí ha sido ligeramente modificada por la selección natural porque sus patas son más largas, su pico no es tan recto y fuerte y sus plumas timoneras no son tan rígidas, lo que la hace más adaptable a una vida más terrestre. Y tomando la observación de Azara de que excava sus nidos en paredes de adobe o en las barrancas de arroyos, refuta otro de los argumentos de Hudson.
Finalmente Darwin, nobleza obliga, reconoce su error pero deja a salvo su calidad de observador: “No tengo la más mínima duda de que las observaciones del Sr. Hudson son totalmente correctas, y que he cometido un error al afirmar que la especie nunca trepa a los árboles. Pero ¿no sería posible que esta especie pueda tener hábitos algo diferentes en distintas regiones, y que tal vez yo no esté tan desacertado como supone el Sr. Hudson?” Además rechaza la velada sospecha de Hudson de que pudo haber alterado la verdad para afirmar su teoría: “El me exonera de ese cargo; pero no quisiera pensar que haya naturalistas que, sin ninguna evidencia, lleguen a acusar a un colega de decir deliberadamente una falsedad para probar su teoría”.
Aparentemente Hudson no contestó a esta nota y dejó las cosas ahí. Como quiera que sea en la sexta edición de “El Origen...”, que generalmente se considera la última publicada en vida del autor, en febrero de 1872, Darwin corrigió su texto: “Como puedo afirmar, no solo por mis propias observaciones, sino también por las del preciso Azara, en ciertas extensas regiones no trepa a los arboles, y anida en agujeros de barrancas. En ciertos otros distritos, sin embargo, este mismo carpintero, como afirma el Sr. Hudson, frecuenta árboles y perfora agujeros en los troncos para anidar“.
También la descripción de Hudson en Argentine Ornithology, aunque quizás moderada por la pluma de Sclater, parece más conciliadora: “En Patagonia, donde encontré a esta ave criando en las barrancas del Rio Negro, sus costumbres son tal cual dice Azara; pero en las pampas de Buenos Aires, donde las condiciones son diferentes, no habiendo barrancas o viejas paredes de adobe apropiadas para anidar, el ave recurre al gran ombú solitario, que tiene una madera muy blanda, y excava un agujero de 17 a 22 cm de profundidad (...) Esta reversión a un hábito ancestral, que (considerando la estructura modificada del ave) debe haber perdido en un período muy remoto de su historia, es extremadamente curiosa. Antiguamente este Carpintero era muy común en las pampas. Recuerdo que cuando era un niño una colonia entera de ellos vivía en los ombúes cercanos a mi casa; ahora está casi extinguido, y uno puede pasar años en esas llanuras sin encontrarse con uno sólo de ellos”.
Busto de Hudson en el Museo Histórico Provincial G. E. Hudson
Foto A. Mouchard
Foto A. Mouchard
Como bien hacen notar Narosky y Gallegos, llama la atención la vehemencia con la que Hudson cuestionaba a Darwin. Por un lado se sabe que, siendo él un naturalista no profesional, tenía cierto rechazo por los zoólogos de carrera a quienes consideraba poco conocedores de la vida en la naturaleza. Hablando de la migración de las aves dice que son hechos que "ni los pueden conocer los naturalistas de gabinete que han edificado teorías sobre la migración, exceptuando a los que como yo han vivido largo tiempo en la intimidad con las aves". Por otro lado es sabido que Hudson no era partidario de la teoría de “El Origen de las Especies”. Su hermano Daniel le había traído de Inglaterra un ejemplar del libro, quizás uno de los primeros que llegó a la Argentina, y quedó sorprendido porque “un muchacho ignorante de las pampas, se atrevía a desaprobar la teoría evolucionista”. Es posible que Hudson haya sido creacionista en sus comienzos porque incluso hasta sus últimos años asistía a los oficios religiosos dominicales en Inglaterra. Se resisitía a aceptar la teoría de Darwin porque le parecía inverosímil y porque según cuenta en The Book of a Naturalist “no soportaba el abandono de una filosofía de vida (...) que no podía sostenerse lógicamente si Darwin estaba en lo cierto”. Y en Una cierva en el Parque Richmond agrega: “¿Quién puede creer hoy que la piel nívea de invierno de la liebre y de la comadreja (...) se han obtenido por medio del principio darwiniano, la acumulación gradual y la herencia de una larga serie de pequeñas variaciones individuales (...) ?”. Pero finalmente Hudson tuvo que terminar aceptando las ideas evolucionistas: “inadvertidamente la nueva teoría me condujo a modificar mis viejas ideas religiosas y eventualmente a una más clara y simple filosofía de esta vida”. Pero su evolucionismo fue más bien lamarckiano, ya que coincidía con Whillughby cuando éste decía que el color blanco de los pájaros y cuadrúpedos de las regiones árticas se debía a la continua “intuición” de la nieve, es decir a un factor psíquico, similar a la “voluntad” que postulaba Lamarck como motor del cambio.
Queda una duda que no pude desentrañar del todo. Como hemos visto, Darwin en su descargo dice que cuando escribió sus notas sobre el carpintero campestre no sabía nada sobre el trabajo de Azara. Sin embargo algunos especialistas afirman que en su famoso viaje Darwin llevaba el libro de ese autor “Viaje a la America Meridional”, cuya edición francesa incluía en el tercer tomo los “Apuntamientos para la Historia Natural de las aves del Paraguay”. De todas formas lo cita ampliamente tanto en el relato del su viaje como en “El Origen . . .”
Volviendo al Carpintero contamos con numerosos testimonios de naturalistas que parecen coincidir con lo observado por Azara, que parece lo más certero, sin volcarse por ninguna de las posiciones extremas que inicialmente tomaron Darwin y Hudson.
William Blackstone Lee, estuvo en 1871-1872 en Entre Ríos, en las riberas del Ayorro Gato, cerca de Gualeguaychú, y encontró que era bastante común, generalmente en campo abierto y a menudo saltando sobre el pasto en grupitos de 3 ó 4.
Barrows, que anduvo por Concepción del Uruguay hacia 1879, halló su voz semejante al grito de alarma del pitotoy grande, pero tan fuerte que escuchado de cerca lastimaba el oído. Asegura que pasa mucho tiempo en el suelo por lo cual los picos de los ejemplares que cazó a menudo estaban sucios de barro. Le resultaron muy recios y difíciles de matar y una vez heridos mostraban “tantas puntas agudas como un halcón”. En zonas sin árboles, como Sierra de la Ventana los vio anidando en huecos de barrancas de arroyos.
E. White, encontró que en Concepcion, Misiones, hacia 1881 eran “muy comunes habitantes del campo abierto, donde se los encuentra usualmente, ya sea sobre el suelo, o más comúnmente posados sobre un hormiguero, de 60 cm de altura (...) cuya punta están ocupados en picotear. Rara vez se posan en árboles, y nunca se los observa en los bosques”.
Dibujo de Damaso Larrañaga
Aplin recorrió la zona de San José, en Uruguay, donde frecuentaban las estancias con plantaciones de eucaliptos y acacias, árboles los primeros donde preferían taladrar sus nidos. Para evitar el daño a los árboles, cuya implantación para obtener sombra y refugio contra el viento era muy costosa, muchos estancieros mataban muchos carpinteros en primavera. Así en la estancia Santa Elena mataron quince durante el mes de octubre de 1892. Al igual que Azara vio que también hacían sus nidos en las paredes de adobe de ranchos abandonados. Dice que frecuentan los montes donde indudablemente encuentran sauces lo bastante grandes como para perforar allí sus nidos.
En Paraguay, a principios del s XX, W. Foster lo cazó en campo abierto en los alrededores de Sapucay. Y Von Ihering cita que Colaptes campestris anida en termiteros y palmeras, mientras que la subespecie del sur anida en barrancas, termiteros y árboles de madera blanda. Claude Grant que coleccionó aves en Riacho Ancho, Chaco, hacia 1909-1910, los vio comiendo en el suelo en campo abierto, pero al asustarse volaban a refugiarse al bosque posándose en las ramas exteriores de los árboles.
Goeldi dice que “evita la zona de las selvas, y visita,
Como mucho, matorrales pequeños y aislados (...) Era para mí toda una novedad un carpintero posado horizontalmente en una rama como las demás aves. Pero sabe trepar también como los otros carpinteros”. Y cita a Burmeister: “Lo vemos saltar, en pequeños grupos, alrededor de los árboles bajos y nos sorprende verlos a cada momento saltar al suelo y andar al paso. Aparte de eso, de vez en cuando, anda a la manera de nuestro carpintero europeo”.
A manera de conclusión debemos destacar de Darwin su honestidad para reconocer su error ante un joven y poco conocido colega. Y, por parte de Hudson, su vehemencia para no dejar pasar una afirmación incorrecta por parte de un científico ya consagrado como Darwin.
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REFERENCIAS
-Aplin, O. V. – 1894 – On the Birds of Uruguay – Ibis 22.
-Azara, F. de-(1802)- Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. España. 1992.
-Barrows, W. B. – 1883 – Birds of the Lower Uruguay – Bulletin of the Nuttall Ornithological Club – v.8 - Cambridge
-Goeldi, E. A.-1894-Aves do Brasil.
-Hudson, G. E. – 1992- Aves de la Pampa Perdida. Asociación Ornitológica del Plata.
-Hudson, G. E.-2011- Una cierva en el parque de Richmond –Buenos Aires Books.
-Ihering, H. von –1898- As aves do estado de S. Paulo. Revista do Museu Paulista, vol. III.
-Ihering, H. von –1898- As aves do estado de S. Paulo. Revista do Museu Paulista, vol. III.
Jurado, A. -1988- Vida y obra de W. H. Hudson. Bs As.
-Lee, W. B. 1873 - Ornithological Notes from the Argentine Republic.The Ibis 3:129.
-Pickenhayn, J. O. – 1994. El sino paradójico de Guillermo Enrique Hudson. Corregidor.
-Sclater, P.L .& Hudson, W.H. –1888- Argentine Ornithology.
-Solari, H. y Monjeau, A. -2008-2009- La presencia de Darwin en William Henry Hudson. Cuyo 25/26: 233-244 .
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