"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


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sábado, 15 de abril de 2023

EL TUCÚQUERE (Bubo magellanicus) – UN BÚHO ESTEPARIO

 

Tucúquere…  Tucúquere…

Y la voz soledosa

se repite cansada.

Tucúquere…  Tucúquere…

Acento fatigado

De una misma tonada.

Tucúquere…  Tucúquere…

Y se va sollozando

En la noche callada

 

Jorge González Bastías - “Pájaro nocturno”

 

1.-Tucúquere. Pina Ilustraciones.


 

Hace pocos días me encontraba en la falda del volcán Tromen (Neuquén, Argentina) junto a sus extensos escoriales que como un fúnebre manto rodea su impactante figura. Esa caótica acumulación de piedra negra de formas angulosas y llena de huecos y grietas es prácticamente intransitable para los humanos pero ofrece refugio a multitud de pequeños vertebrados: pájaros, reptiles y roedores, las presas preferidas del tucúquere, el gran búho patagónico. A poco de nuestro caminar, rodeando la lava endurecida, vemos la figura del tucúquere que se mimetiza entre las piedras, y nos observa algo encandilado por la fuerte luminosidad de esa mañana neuquina.

Con su considerable tamaño de 45 cm, es un habitante notable de la región, que no pasó desapercibido para los viajeros europeos ni tampoco para los aborígenes.

Así fue que el 13 de noviembre de 1710 el padre y explorador Louis Éconches Feuillée, de la orden de los Mínimos, llegaba a la bahía de Concepción, Chile, a bordo del buque «Saint-Jean-Baptiste»,  bajo el mando del capitán Jean Doublet. Tras un azaroso viaje iniciado tres años antes, en el que se sumaron a la escuadra de un corsario francés para evitar las naves inglesas, pasaron por Buenos Aires y atravesando el estrecho de Magallanes llegaron a su destino.

Al mes de arribar, Feuillée salió a herborizar por las montañas cercanas: “Pasando cerca de una casa medio en ruinas, escuché maullar como lo hacen nuestros gatos; primero me detuve, observé sobre la parte superior de esta casa el animal que produjo el grito; le disparé e hice la descripción siguiente de un Hibou o Búho negro-ceniciento, con pecho manchado.“ (Feuillée, 1714)



2.-Bubo ocro-cinereus. 1714. 

 


Parece que el sacerdote no era muy afecto a estas aves ya que según cuenta: “Este búho me pareció a primera vista de un aspecto bien horrible,” aunque “los dos penachos que lleva a manera de cuernos inmediatos a los ojos, lo hacen hasta agradable y disminuyen de alguna manera el horror que produce su aspecto.” Luego comentó sobre su comportamiento: “Cuando este animal está posado en algún lugar, uno lo ve alzarse y agacharse sobre sus patas, como para hacer una reverencia.” (Feuillée, 1714)

Y agregó algún dato étnico: “Los indios se alarman cuando oyen maullar a este búho durante la noche alrededor de sus casas; como son extremadamente supersticiosos, creen que es un presagio de alguna desgracia funesta; es por eso que procuran alejarlo a flechazos o piedrazos; cuando yo le disparé a éste, los indios que estaban presentes me manifestaron tanta alegría y reconocimiento, como si hubiese matado al más formidable de sus enemigos.” (Feuillée, 1714)

 

Cuando éste y otros ejemplares llegaron al Jardin Royal Des Plantes Médicinales, en Paris, fueron utilizados poco después por su intendente, Georges Louis Leclerc, conde de Buffon, para escribir su magna obra «Historia Natural de las Aves (Histoire naturelle des oiseaux)». Allí consideraba que “el búho que nos ha sido enviado de las tierras Magallánicas no difiere demasiado del búho real [Bubo bubo] como para hacer una especie separada.” Sin embargo su descripción dio pie a Johann Friedrich Gmelin para otorgarle un nombre especial que aún mantiene: Bubo magellanicus, aunque sin separarlo del todo de los búhos europeos.

 

3.-Hibou de Terres Magellaniques.
Dibujo de François Nicolas Martinet. 
1765-1783

 



RECONOCIMIENTO

 

François Marie Daudin (1776-1803) era hijo de un importante funcionario de la corte de Francia, y durante su infancia contrajo una enfermedad que lo dejó paralítico de sus piernas, lo cual no le impidió empezar a coleccionar especímenes de historia natural.  Si bien como zoólogo se dedicó a la herpetología, escribió también un «Traité élémentaire et complet d'ornithologie» donde trató de conjugar las descripciones de Buffon con los nombres binomiales de Linneo y colaboradores. Aunque la obra quedó incompleta, fue un primer paso hacia la aplicación de la nomenclatura científica tal como la conocemos actualmente.

Pese a la ayuda de su esposa, Adélaïde Geneviève de Grégoire de Saint-Sauveur, quien  dibujó unas cuantas láminas de sus obras, los libros de Daudin fueron un fracaso comercial y el matrimonio tuvo que vivir de la fortuna familiar. Lamentablemente, en 1803, aún muy jóvenes, murieron ambos de tuberculosis. En su breve vida Daudin pudo describir unas cuantas especies nuevas entre las que podemos destacar la lechuza negra (Ciccaba huhula), el águila crestuda real (Spizaetus ornatus), el halcón negro chico (Falco rufigularis) y el pepitero negro (Saltator fuliginosus).

Con respecto a nuestro búho, Daudin señalaba: “Esta ave, que se encuentra en América, hacia el estrecho de Magallanes, es quizás una especie distinta.” Una duda que ya había expresado John Latham diez años antes. Pese a ello, durante el siglo XIX y XX, la mayoría de los autores lo consideraban una subespecie del ñacurutú (Bubo virginianus), siendo designado como tal por John Cassin en 1854 como Bubo virginianus magellanicus. Recién en 1996 Claus König y colaboradores separaron definitivamente al tucúquere del ñacurutú en base a diferencias de tamaño, coloración, vocalizaciones y secuenciación de ADN. Así se hizo finalmente justicia al malogrado Daudin.

 

 

 

Soy el tucúquere mimetizado con el ramaje

 

Manuel Silva Acevedo – “Soy el alma de la tierra”

 

 

 

 

 

CUENTAN LOS NATURALISTAS Y VIAJEROS

 

Hacia 1829 Alcide d’Orbigny (d’Orbigny, 1835-1847) llegaba a la Patagonia donde conoció al tucúquere a orillas del río Negro y a pesar de que “difieren uno de otro” respecto del ñacurutú del norte, los trató en conjunto, mezclando sus características. Más tarde, Adolf Doering, zoólogo de la expedición de Julio Roca, lo encontró abundante “en las islas del R. Negro, principalmente en Choelechoel, donde, en las noches frías de junio, diferentes individuos nos divirtieron con su lúgubre canto nocturno que recuerda la voz humana.” (Doering,  1881)

 

 4.-Magellanic Eagle Owl -  Dibujo de Joseph Smit, 1917



Más de cuarenta años después, en 1871, llegó a la zona otro gran naturalista: William Henry Hudson. En el río Negro tuvo un encuentro con un tucúquere que relató con su peculiar sensibilidad, considerándola una de las más grandes sorpresas que la naturaleza le regaló en su vida.

 

El territorio de esta ave era una isla en el río, cubierta de pastos gigantes y altos sauces, sin hojas entonces, porque era la mitad del invierno. Allí busqué y lo encontré esperando la puesta del sol en su percha. Me miró tranquilo mientras apuntaba mi arma. Apenas tenía ánimo para gatillar. Había reinado allí tanto tiempo, ¡tirano feudal de ese remoto desierto!  Cuántas ratas acuáticas, andando sigilosas como una sombra por la ribera entre el cauce profundo y los juncos gigantes, había aferrado hasta matarlas; cuántas palomas manchadas habían despertado en sus perchas de noche con sus crueles garras perforando su carne; y fuera del valle en las mesetas arbustivas cuántas martinetas copetonas habían sido asesinadas en sus nidos y sus hermosos huevos verde oscuro brillante dejados empalideciéndose al sol y al viento, con las pequeñas vidas que contenían muertas a causa de la muerte de su madre. Pero quería demasiado capturar al ave; nunca más se oiría la «risa demoníaca» con la que tantas veces había respondido al murmullo del raudo río negro al atardecer … Los ojos de dragón de ese búho magallánico todavía me persiguen, y cuando los recuerdo, la muerte del ave todavía pesa en mi conciencia…” (Hudson, 1917) 

 

Bien al sur del continente, el 8 de mayo de 1830, el famoso HMS Beagle navegaba al mando del capitán Robert Fitz Roy por el oeste del canal de Beagle: “Nos detuvimos a pasar la noche en una pequeña isla. Poco después del anochecer, uno de los tripulantes del bote fue asustado por dos grandes ojos que lo miraban desde un espeso arbusto, y corrió hacia sus compañeros, diciendo que ¡había visto al diablo! Recibió una viva carcajada seguida por un disparo al arbusto, el que derribó un magnífico búho cornudo". Obviamente se trataba de un tucúquere el que aterrorizó al marinero y llevó a bautizar la pequeña isla como Isla del Diablo. (Fitz Roy, 1839)

 

 

 

Todo está inmóvil,

en las encinas canta el tucúquere

y el cuarto creciente

es otro acto de magia donde no toco fondo.

 

Delia Domínguez – “En las Encinas Canta el Tucúquere”

 

 

 

 

En Chile el ave era bien conocida y Claude Gay la distinguía bien del ñacurutú por su tamaño menor y su coloración. Así lo retrataba:

Aunque de carácter bastante familiar, pudiéndose domesticar fácilmente con halagos, sin embargo prefiere habitar en los lugares retirados de toda población, y no se acerca nunca, al menos muy raramente, a Ias ciudades y sobre todo a las bastante populosas. Su alimento consiste en aves, murciégalos [sic] y aún pequeños cuadrúpedos, que traga enteros, arrojando después por el pico, en forma de pelotas, lo que no ha podido digerir.” (Gay, 1847)

Su grito, dice, «tucucurú»que pronuncia en Chile, y siempre de una manera bastante lúgubre.

Hemos conservado por largo tiempo uno de estos Tucúqueres en un pequeño patio medio cubierto; durante el día estaba guindado de un palo clavado a un lado del muro, y como había otros animales, era menester cortar la carne en pedazos  y presentársela, en cuyo momento mostraba cierto temor, se enderezaba sobre sus piernas, y  Ievantando las plumas en forma de orejas, miraba de un modo fijo y atento; pasados los primeros sentimientos de temor, tomaba los pedazos de carne con las garras y los cogía en seguida con el pico. Este alimento se Ie daba tres veces al día y se mantenía bien. Su carácter era sumamente tímido y curioso; si sentía ruido en el patio, ocasionado por las disputas de los otros animales, se elevaba igualmente sobre sus piernas, encrespaba las plumas del Iado de la cabeza y se voIvía atentamente hacia el lugar de donde venía el ruido; un día Ie vimos batirse con un Tiuqué [Daptrius chimango], y aunque de la misma talla poco más o menos, sin embargo parecía temerle; tomaba más bien Ia defensiva que Ia ofensiva, y se apresuraba a apoyarse sobre el dorso para oponer las garras a su adversario. En general es más bien cobarde y astuto que bravo.” (Gay, 1847)

 

5.-Duc barré. Dibujo de Edouard Traviès. 1836-1849.


Este búho fue encontrado por el colector inglés Ambrose Lane en el norte de Chile, en Sacaya,  donde “es conocido por los naturales de todos los lugares que visité en la frontera boliviana, quienes decían que era un visitante ocasional, pero no infrecuente, y se llamaba «Jucu» probablemente en cuenta de su grito. Se dice que el Jucu caza pequeños animales de noche, descansando durante el día en algún acantilado. Se dice que anida en acantilados y pone unos cuatro huevos. El iris es de un amarillo gamboge.” (Lane, 1897)

 

Otro colector en Chile, Thomas Bridges, señalaba que el túcúrárë (así registró su nombre como derivado de su canto), “vive en bosques y ocasionalmente puede ser encontrado de día durmiendo.” (Bridges, 1843)

 

Hacia fines de 1866 Robert Cunningham, naturalista de la expedición del buque Nassau, encontró al tucúquere cerca de la actual Punta Arenas. “Cuando estábamos ocupados buscando un lugar para cruzar el río, con cuyos intrincados meandros se necesita cierta experiencia para familiarizarse, fue descubierto un gran búho posado en la rama de un árbol cercano, y se le disparó … Fuimos sorprendidos por el aspecto gatuno que sus grandes ojos comunicaban a su cara … en el estrecho de Magallanes, además de encontrarse en las zonas boscosas, no es raro en las zonas abiertas, donde a veces puede ser visto posado en los arbustos de Berberis, o volando tranquilo en busca de su presa, que consiste mayormente en roedores de varias especies.”  (Cunningham, 1871)

 

El mismo naturalista en la bahía San Gregorio observó que “el suelo en muchas partes está completamente perforado por las cuevas de los Ctenomys … En las proximidades de estas madrigueras observé buena cantidad de ejemplares del gran búho (Bubo magellanicus)  . Estaban en general posados en los arbustos de Berberis, y eran muy audaces, ladrándome de forma peculiar, y dejándome acercar a 3 o 4 metros antes de volar.”

 

En Tierra del Fuego, ”el hábitat del búho de Magallanes es el campo abierto donde hay maleza achaparrada. Es de hábitos mucho más nocturnos que el mochuelo chico y la lechucita vizcachera, pero vuela fácilmente durante el día si se le molesta. Su profundo retumbar "Tuu-kukuru" se escucha comúnmente desde las viviendas por la noche. Si se le molesta durante el día, no pierde la oportunidad de protegerse a sí mismo, pero vuela fácilmente y emprende un vuelo largo, recto y poderoso, de quizás, varios cientos de metros, luego vuelve a posarse, a menudo en algún punto alto, y evade la persecución. Muchas veces he fallado en acercarme a uno una vez que ha sido molestado.” (Crawshay, 1907)

 

Más al norte, en Perú, Alberto Gadea refería que “El búho o tucu, Bubo magellanicus, Gm. tiene en las vizcachas, cavias, mefites, ratas, etc., su alimento favorito. — Quién ve a estas melancólicas rapaces, sumergidas durante el día en sus oscuras cuevas, de las escarpadas y desnudas rocas de la Cordillera, se imagina que están condenadas a mil privaciones en su alimentación; pero muy lejos de eso, hacen caza activa y se regalan con la carne de los mamíferos citados. En un lugarejo de la provincia de Canas, llamado Palpata, fue donde por primera vez vi al majestuoso Tucu, que parecía, que estando persuadido de lo inaccesible de las enormes rocas que lo sustentaban, desafiaba a los que desde abajo lo mirábamos. Los cerros que circundan Palpata y los contiguos a la Raya, cerca de Santa Rosa, son de conglomerados, muy cavernosos, donde por tener buenas moradas, además del pasto, son abundantes los Lagidium. En Umayo, observé cerca de las guaridas del búho, en los productos de sus regurgitaciones, trozos de pieles de vizcacha. (Gadea, 1894)

 

 

En el centro de la Argentina el tucúquere tiene una población aislada en las sierras de Córdoba y San Luis. En Cosquín, le llevaron uno vivo a Ernest White, y “me arreglé para mantenerlo por algún tiempo; en realidad pronto se hacen muy mansos y tratables, algunos nativos los mantienen como mascotas, sueltos en las chacras. Hay unos pocos que se pueden encontrar en el valle; y una vez fui de excursión a cierta distancia con un amigo al dormidero de una pareja en la altura junto a los barrancos serranos; me dijo que a menudo los había observado en algunos algarrobos grandes.” (White, 1883)

 

 

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

 

Una, a una las aves
fueron develándome tus enigmas
tus secretos más escondidos
un zarapito
manifestó, me amas.

Un Tucúquere
mirando a todos lados
señaló reservado, piensas en mí
antes de entregarte
a los sueños de Morfeo.

El jilguero alegre
en su gorgoritear
proclamaba, ¡¡¡te quiere!!!!
y el Tiuque molesto exclamó
¡mentira!, él ¡¡¡te ama!!!.

Con trinos y caricias
serenaste mi dolor
apaciguaste mis aguas
y tú ser, transformaste
en mí refugio de amor.

Gaviota azul, 2007 (fragmento)

 

 

 

 

6.-Estatuilla de cobre representando un hombre búho. Cultura moche  (100–800 DC) -
Museo del Sitio de Huaca Rajada – Sipán, Lambayeque. Foto:  zug55. 



 

EL TUCÚQUERE Y LOS PUEBLOS

 

Señalado con la maldición bíblica, que considera al búho o yanshuf abominable para comer (Leviticus 11:17),  esta ave atravesó la historia medieval europea como un ave maldita. Así, en los bestiarios medievales, se considera que prefiere vivir de noche ocultándose de la luz, vive en un nido ensuciado por sus propias deyecciones, se lo encuentra en ruinas, tumbas y cuevas y grita cuando presiente que alguien va a morir. Estas creencias se trasladaron a América con los conquistadores y colonos, y se le atribuyeron a las especies de lechuzas y búhos locales como el tucúquere.  Los pobladores, cuando encontraban uno de ellos,  lo mataban, lo estaqueaban y lo colgaban de los cercos para ahuyentar a  la muerte. En zonas rurales de Chubut se lo considera de mal augurio, especialmente cuando se acerca a la casa de noche. (Castillo & Ladio, 2017)

 

Quizás influenciados por los europeos, los mapuches también creían que cuando un tucúquere, al que ellos llamaban tue-tue por el sonido de su canto,  le grita a alguien le está señalando su próxima muerte. Lo vinculan con los kalku o brujos porque pueden tomar esa forma humana y viceversa.

 


7.-Billete de 5000 pesos chilenos con la figura de un tucúquere (reverso).



En Chiloé, donde lo denominan raiquén, se cree que un brujo puede transformarse en raiquén para comunicar a alguien su cercano deceso, para lo cual se vale del ruido de sus alas que semeja el sonido de espuelas, o bien por su canto que suena pirui … pirui … pirui. Para alejarlo se hace la señal de cruz en el aire con la mano, con ello el ave cae muerta y no se cumple lo que pronosticó. Esta creencia se condensa en el dicho «El raiquén canta y el indio muere, no será cierto pero sucede». (Amory, 2013; Romo Sánchez, 1985, 1989)

 

 

La noche ensanchó su charco

de betún; el agorero

búho con la horrible seda de su ala rasgó el sendero.

 

Gabriela Mistral – “La espera inútil”

 

 

 

 

 






Los selknam también consideraban a los búhos y lechuzas de mal agüero y cuando veían uno lo trataban de asustar exclamando «¡Kosh vipson!», que significa «¡Rostro malo!» Y continuaban lanzándole todo tipo de insultos (Moya, 1958). Sin embargo no dejaban de cazarlo y usarlo como alimento, tal como lo relata Lucas Bridges:

 

Un día en que salí con el muchacho, vimos un búho de largas orejas posado a unos nueve metros del suelo sobre un árbol frondoso, fácil de cazar… Yoshyolpe se empeñó en cazar al ave, de modo que esperé para ver cómo se las ingeniaría. En el extremo más delgado de una vara de unos dos metros de largo ató un trozo de tiento seco, fino y casi tan rígido como una cuerda de guitarra, con el que hizo una lazada de buen tamaño.

Yoshyolpe se acercó al árbol. Al verlo, el búho pareció dispuesto a emprender el vuelo, pero luego cambió de idea. … el muchacho empezó a trepar al árbol, acercándose a su presa con la misma cautela de un gato que se arrastra hacia un gorrión. El búho lo miraba con asombro, no exento de miedo… Por fin estuvo el ave al alcance de la vara de Yoshyolpe. La llevó lentamente hasta ponerla por encima de la víctima, y luego, con la misma lentitud, aflojó el lazo. El búho no comprendía que era ese pedazo de tiento … le dio dos o tres fuertes picotazos, y al hallarlo inofensivo, pareció sumirse nuevamente en sus propias reflexiones. Sin prisa, el muchacho deslizó el lazo por la cabeza del ave y con un tirón brusco lo apresó y el búho quedo colgado en el extremo de la caña, agitando inútilmente sus fuertes alas.” (Bridges, 2012)

 

Los yaganes relataban que un niño, huérfano de padre, era mal alimentado por los hombres de la tribu. Su madre lo incitó a cazar por sus propios medios y el chico cazó  muchos guanacos. Guió a los hombres para que le ayudaran a llevar las presas a la toldería. El niño llegó con su carga pero los hombres se cansaron pronto y llegaron a la noche sin carga y en búhos o yahutela. Por eso todas las noches se los oye llamando, pero al no ser recibidos se retiran a los bosques. (Rozzi et al., 2011)

 

 

 

Así las cosas, otra vez entró en un monte grande. Entonces encontró también a un coucou.

“-¡Buenos días, pues, coucou”, le dijo al coucou.

“-¡Buenos días, hermano mayor!”, dijo el coucou.

“-¡Ji, ji. Ji, ji, ji, ji!”, dicen que se rió, con el pico fruncido, el coucou.

“-¡Te ríes, pues, ojos grandes!”, le dijo al coucou.

“-¡Ji, ji, ji, ji, ji, ji, ji!”, volvió a decir.

Dicen que lo dejó así y se fue.

 

Lorenzo Naupa Epuñán  (Sánchez Cabezas, 2014)

 

 

 

8.-Dios Búho. Mochica. Época Auge (100 - 800 DC).
Museo Larco, Perú. © Archivo Museo Larco. 

 

En la cultura aimara esta ave también tiene un carácter mágico. Lucia Callacondo cuenta que una joven pastora de la Cordillera albergó una noche a un joven que terminó enamorándose de ella. Por la mañana el joven se iba, y regresaba a la noche a dormir. Las amigas de la pastora le aconsejaron que, una vez que el joven estuviera adentro, cerrara bien puerta y ventanas para que no se pudiera a ir. Así lo hizo y, para su asombro, el joven se transformó en un búho que cantaba «juk, juk, juk» y cuando la chica abrió la puerta, se alejó volando. (Quispe Chambi, 2004) 

En Bolivia  cuando el búho canta de noche, se dice que llama al alma de quien habita en el lugar. Si viene volando con sus alas oscuras y se posa con su típica suavidad en la cumbrera del techo, alguna desgracia ocurrirá a los moradores de la casa. Y si se queda a anidar allí, con seguridad habrá alguna muerte. Si en su vuelo cae o tropieza con algún poblador una próxima epidemia asolara la región. (Paredes, 1920)

 

 

 

 

Habiendo escuchado la vieja penumbra

Que envuelve de cantos el lago profundo,

Un oscuro silencio sembrado de asombro,

Hereda su cuerpo de alada fogata

y abre en sus ojos las sombras del mundo.

 

Nicolás Barría – Tucúquere

 

 

 

 

 



9.-Botella Modelada, Mujer-Búho. Cultura Moche. Foto: Sergio Vera.

 

La cultura moche, que se desarrolló en el noroeste de Perú entre los siglos II y VII d. C., tenía al búho como uno de sus dioses y lo representaban con características humanas. Estas figuras antropomórficas tenían un gran valor ritual y se utilizaban como símbolos de poder. Así por ejemplo en la tumba del sacerdote de  Sipán (Lambayeque) se encontró una corona bañada en oro, ornada con un búho con las alas abiertas y un bastón con la figura de un hombre búho. Según el mito de este pueblo en algún momento se produciría la «rebelión de los artefactos» cuando esos objetos cobrarían vida y, liderados por el hombre-búho,  atacarían a los guerreros moches. El búho se asociaba con los cadáveres, cementerios y los espíritus de los muertos y era reconocido como un guerrero nocturno. Este simbolismo persistió durante la época incaica, en la cual los búhos eran encerrados en mazmorras subterráneas con los peores criminales para castigarlos. (Quilter, 1990)

 

Alex Mouchard

 

 

 

En lo perjuro soy tordo

Y lechuza bien me viene,

En la novedad pequene

Y tucúquere en lo sordo;

Soy queltehue por lo gordo,

En lo grande picaflor,

En lo casero gorrión

En lo habiloso, zorzal;

Soy loica para cantar

Antes de que salga el sol.

 

Juan Uribe Echevarría (1974) -  “Pájaros y árboles”

 

 

 

 

LOS NOMBRES DEL TUCÚQUERE

 

Yagan = Yohutela, yahutéla, yapoutéla (de yapou, nutria, y téla, ojo),  ketéla yoakília, kuhúrux.

Tehuelche = Aamen, mamékê

Mapuche = Tucúquere, tukukere, tukuu, tuco, nuco, kowkow, coucou,  towtow, toutou, kongkong, raiquen. Salvo éste último los demás parecen ser onomatopéyicos. Sánchez Cabezas (2010) supone con dudas que tucúquere deriva de tuku, onomatopeya del canto,  y ukür, búho, o sea, “búho que grita tuku.”

Puelche = Koho, ucutrel.

Ranquel = Nuku.

Pueblos andinos de Mendoza, San Juan, La Rioja y Catamarca = Corcol, colcol.

Aymara = Juku.

Quechua (Bolivia, Perú) = Tucu, tuku, toco, huku. Para algunos deriva del  verbo tucuni, acabar, morir. También le llaman chuschec, nombre que además aplican a la lechuza.

 

 

 

Hasta los ratones habian huído no hallando que comer; sólo los búhos sentados allí, dejaban oir su canto lúgubre. 

Ollanta ó la severidad de un padre y la clemencia de un rey. Drama quechua (Anónimo, 1868)

 

 

 

AGRADECIMIENTO

Agradezco a Pina Ilustraciones, de Panguipulli, Región de Los Ríos, Chile, por permitirme reproducir su dibujo del tucúquere.

 

 


Amory, Dean. 2013. Las Principales Leyendas, Mitos, Historias y Cuentos de Chile. Edgard Adriaens, Bélgica.

Anónimo. 1868.  Ollanta ó la severidad de un padre y la clemencia de un rey. Drama quechua traducido por el Dr.  José Sebastián Barranca. Imprenta Liberal, lima.

Bridges, Esteban Lucas -2012- El último confín de la tierra. Sudamericana :Buenos Aires.

Bridges, Thomas. 1843. Proceedings of the Zoological Society 11.

Castillo, Lucía & Ladio, Ana. 2017. Las aves en el patrimonio biocultural de los crianceros rurales del centro-norte de la Patagonia, Argentina. Hornero 32(1):123–138

Crawshay, Richard. 1907. The Birds of Tierra del Fuego. Londres: Bernard Quaritch.

Cunningham, Robert O. 1871. Notes on the Natural History of the Strait of Magellan and West Coast of Patagonia, made during the Voyage of H.M.S. 'Nassau' in the Years 1866, 67, 68, & 69. Edinburgh, Edmonston And Douglas.

 

Doering, A. 1881. Informe oficial de la Comisión Científica agregada al Estado Mayor General de la Expedición al Rio Negro (Patagonia), realizada en los meses de Abril, Mayo y Junio de 1879, bajo las órdenes del General D. Julio A. Roca. Entrega I. — Zoología. Buenos Aires,  Imprenta de Ostwald y Martínez.

d’Orbigny, Alcide -1835-1847 - Voyage dans l'Amérique méridionale (le Brésil, la République orientale de l'Uruguay, la République argentine, la Patagonie, la République du Chili, la République de Bolivia, la République du Pérou) : exécuté pendant les années 1826, 1827, 1828, 1829, 1830, 1831, 1832 et 1833. Pitois-Levrault: Paris

Edwards, G. 1747. A natural history of birds. Most of which have not been figured or described, and others very little known, from obscure or too brief desriptions without figures, or from figures very ill designed: Containing the figures of sixty-one birds and two quadrupedes, engrav'd on fifty-three copper plates, after curious original drawings from life, and exactly colour'd. With full and accurate descriptions. To which is added, an appendix, by way of illustration. Part II. - pp. i-viii [= 1-8], 53-128, pl. 54-105, [105a]. London.

Feuillee, Louis. 1714. Journal des observations physiques, mathématiques et botaniques, Faites par l'ordre du Roy sur les Côtes Orientales de l'Amérique Méridionale, & dans les Indes Occidentales, depuis l'année 1707. jusques en 1712. París, Pierre Giffart.. Dos vols.

Fitz Roy, R. 1839. Narrative of the Surveying Voyages of His Majesty's Ships Adventure and Beagle, between the Years 1826 and 1836. Vol I. London: Henry Colburn.

Gadea, Alberto L. 1894. La vizcacha. Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima. Tomo IV:7,8 y 9.

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http://www.mundopoesia.com/foros/temas/refugio-de-amor.95913/

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IMÁGENES

 

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3.-Daubenton, Edme-Louis. 1765-1783? Planches enluminées d'histoire naturelle. Paris?

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6.- https://www.flickr.com/photos/zug55/16428537536

7.- https://www.billetesymonedas.cl/Billetes/BilleteActual/5000

8.- https://www.hoyesarte.com/evento/oro-mitos-y-rituales-el-arte-mochica-del-antiguo-peru/

9.- https://centroderecursos.educarchile.cl/bitstream/handle/20.500.12246/40726/articles-106504_imagen_0.jpeg?sequence=1&isAllowed=y

EL VENCEJO DE COLLAR (Streptoprocne zonaris), EL PREDICADOR Y LAS FANTÁSTICAS GOWRIES

    Este huésped del verano, el pequeño vencejo que vive en los templos, testimonia aquí, junto a su amada mansión, que el aliento del cie...