Alex Mouchard
"Puis tu te sentiras la joue égratignée...
Un petit baiser, comme une folle araignée,Te courra par le cou...Et tu me diras: "Cherche!" en inclinant la tête,Et nous prendrons du temps à trouver cette bête"[Y luego en tu mejilla sentirás un rasguño...un beso muy pequeño como una araña suavecorrerá por tu cuello...Y me dirás: «¡búscala!», reclinando tu cabeza-y tardaremos mucho en hallar esa araña...]Arthur Rimbaud - Rêve pour l'hiver [Sueño para el invierno ]
Quienes conocimos a Addalberto Ibarra Grasso en su laboratorio del Serpentario del Instituto Malbrán lo recordamos como un hombre delgado, menudo, de piel muy pálida. Eran proverbiales sus almuerzos en el comedor del Instituto, cuando sacaba del bosillo de su guardapolvo varios frasquitos con píldoras de vitaminas que consumía junto con escasos alimentos, mayormente ensaladas. Sin embargo bajo ese aspecto débil y enfermizo se escondía un valiente investigador.
Addalberto Ibarra Grasso
Diario La Prensa – 3 de octubre de 1965
Addalberto tenía una vida de por sí muy peculiar. Era hijo de Alberto Ibarra, capitán de la marina mercante, y de Ada Grasso, hija de estancieros de la Patagonia. Debido a la profesión de su padre, pasó parte de su infancia a bordo de los buques, junto con su hermano Dick Edgard, y fue su propio padre quien oficiaba de maestro ya que los hermanos nunca pudieron asistir a la escuela de forma regular. Así formó a dos extraordinarios investigadores autodidactas: Dick fue un afamado antropólogo y etnógrafo que produjo obras de gran valor como "Argentina indígena" y "América en la prehistoria mundial", Addalberto, por su parte, dedicó su vida a las arañas, si bien incursionaba en el estudio de otros animales ponzoñosos como ofidios y escorpiones. Las arañas, especialmente las llamadas “arañas pollito” (Suborden Migalomorfas), eran su pasión y tal era así que viajaba en el tren desde su casa en el oeste del Gran Buenos Aires hasta el Instituto, llevando dentro de una caja de fósforos una gran araña pollito, la cual lo acompañó durante muchos años en esa rutina.
Volviendo a nuestro caso, digamos que desde la década de 1910 una desconocida araña tenía en jaque a los médicos de la ciudad de Buenos Aires. Se habían observado una serie de accidentes debido a la picadura de una supuesta araña y en varios de ellos se había producido la muerte de la víctima, generalmente niños pequeños. Como se comprenderá ello sensibilizaba sobremanera a la opinión pública con la consiguiente preocupación de los médicos y de las autoridades de salud. La misteriosa araña picaba y desaparecía del escenario sin que nadie pudiera atraparla, o siquiera avistarla, para poder identificarla adecuadamente.
Desde los trabajos de tesis de los doctores Ricardo Burghi (1909), Américo del Pino (1910) y Salvador Mazza (1911) se reconocía una forma severa de araneismo con importante necrosis cutánea y síntomas ictero-hemolíticos graves. Estos accidentes se atribuían a diversas especies de arañas, pero Addalberto, buen conocedor de la biología de las arañas, las descartó una a una como culpables, porque los datos aportados por los observadores eran insuficientes o erróneos, amén de que varias de esas especies eran reconocidamente inofensivas.
A través de los relatos confusos de las víctimas de picaduras, se suponía que se trataba de una araña pequeña, alargada, rápida y oscura, que Addalberto atribuyó a una única especie o bien a un género hasta entonces no considerado como peligroso. Convencido de la necesidad de dar un nombre al misterioso asesino hasta que se lo pudiera identificar, Ibarra Grasso decía: “Por razones de comodidad, propongo y en adelante usaré para esta pequeña araña desconocida, causante del cuadro ‘ictero-hemolitico’ de Mazza, el nombre de ‘Araña Homicida’, teniendo en cuenta que le corresponden casi todas las muertas causadas por picadura de araña en nuestro país”.
Addalberto Ibarra Grasso
Clarín Revista
Continuando con su análisis llegó a la conclusión de que la Araña Homicida vivía en zonas urbanas o suburbanas, y al momento de picar solía hallarse entre la ropa o dentro de las camas. Clasificó a su veneno como de acción mixta -necrótico-hemolítico-, ya que localmente producía amplias zonas de necrosis cutánea, y, además, en aproximadamente un 10% de los casos daba síntomas viscerales, derivados de la hemólisis intensa que llevaban rápidamente a la muerte por falla renal y/o hepática. De los 27 casos publicados en Argentina hasta el año 1944, ocho fueron mortales, representando el 60% del total de casos publicados de muerte por picadura de araña. Casos similares se habían observado en Chile, Uruguay, Perú, Brasil y Bolivia.
Ante esta situación de desconocimiento de la “misteriosa araña”, como la calificó Ibarra Grasso, e impulsado por su coraje y su espíritu de investigador nato, decidió iniciar una experiencia extrema: hacerse picar por doce especies de arañas a las que se había acusado de provocar esa patología. Después de la picadura, iba anotando cuidadosamente los efectos que el veneno provocaba en su organismo. Como ejemplo transcribimos esta observación sobre la picadura de la araña de jardín Lycosa poliosoma:
“13-IV-30 – Mordedura de por lo menos 15 segundos en la yema del pulgar izquierdo; los garfios penetraron horizontalmente y por completo, transparentándose bajo la piel. Hay dolor ardiente local, sale algo de sangre, el pulgar se hincha ligeramente; a los 11 minutos, un ganglio empieza a protestar en la flexura del codo, hinchándose y poniéndose duro, con dolor muy desagradable que declina 15 minutos después.”
Addalberto publicó estas observaciones, siendo Ayudante Entomólogo en el Instituto de Parasitología de la Facultad de Ciencias Médicas (UBA), en un trabajo de 31 páginas titulado “Arañas y Araneismo” (La semana Médica, 1946), cuya revisión fue efectuada nada menos que por Bernardo Houssay, premio Nobel de Medicina, que inició su carrera estudiando los venenos de origen animal.
La ironía del caso es que tras esta riesgosa experiencia, Ibarra Graso, no pudo hallar pruebas como para incriminar a ninguna de las doce especies. La historia siguió su curso y finalmente la araña homicida fue identificada en la década del 60, en Chile, por el Dr. Roberto Gajardo-Tobar, en un caso de araneismo cutáneo-hemolitico. Gajardo-Tobar fue otro notable investigador, médico y parasitólogo, que descolló también como arqueólogo en la comunidad de Viña del Mar. El arácnido en cuestión era Loxosceles laeta, una araña pequeña, de aspecto modesto y color pardo, llamada comúnmente araña de los rincones o de los cuadros, porque suele habitar detrás de muebles y cuadros y, fuera del hogar, en pilas de ladrillos y tejas. La misma especie ya había sido citada, también en Chile, por el Dr. Atilio Machiavello, como responsable de las lesiones necróticas de piel que él llamaba mancha gangrenosa.
Cooperative Economic Insect Report 18(1), 1968 UD Dep Agriculture
Lo curioso es que Ibarra Grasso, al iniciar su trabajo, había incluido a Loxosceles laeta en su lista de arañas sospechosas, a raíz de esa cita de Machiavello, aunque sólo produciendo lesiones cutáneas. ¿Que pasó cuando lo picó esta especie? ¿Por qué no llegó a descubrir el poderoso efecto de su veneno? El 22 de agosto de 1942 se hizo picar por una hembra de Loxosceles rufipes que es muy parecida a Loxosceles laeta, y quizás pertenezca a la misma especie. Dado que es un arácnido muy tímido, la única forma en que logró que lo picara fue apretándola sobre la piel, como suele ocurrir cuando la araña queda atrapada bajo la ropa. Sintió un leve pinchazo y a los 10 minutos se formaron dos pápulas (ronchas) de unos 4 mm, que aumentaban algo su tamaño hasta que a la hora empezaron a desaparecer. Quedó en el lugar un edema blando que despareció en 48 hs pero dejando el sitio dolorido – con “sensación de vidrio molido” según el autor-, y un hormigueo en ese lado del brazo. La piel aparecía muy sensible, como quemada, en una pequeña área enrojecida, la cual con el tiempo formó una diminuta escara necrótica que se desprendió a los 13 días de la picadura. Pese al pobre resultado obtenido, Ibarra Grasso anotó en su cuaderno: “Dado el tiempo frío, y que se perdió parte del veneno [una gota que quedo sobre la piel] resulta una interesante muestra; teniendo también en cuenta que la parte externa del antebrazo parece ser poco sensible a los venenos necróticos”.
Biologia Centrali Americana – Arachnida vol II Frederick Pickard 1897-1905
Afortunadamente para Addalberto, al haber la araña inoculado poco veneno no desarrolló la plenitud de los síntomas cutáneos, ni menos la forma hemolítica y así si bien no pudo descubrir la Araña Homicida se salvó de padecer una úlcera necrótica (que en algunos casos llega a los 30 cm de diámetro) o bien de sufrir un grave cuadro hemolítico. De todas maneras se ve que le había quedado una fuerte sospecha porque concluye su trabajo con esta afirmación: “De todas éstas, únicamente resultan ser peligrosas las Loxosceles”.
En la copia que tengo del trabajo de Ibarra Grasso hay una hoja agregada, tipeada a máquina y firmada por el autor en agosto de 1978. Se titula “Correcciones a ’Arañas y Araneismo’ 30 años después”. Allí aclara “La ‘Araña Homicida’ ha resultado ser Loxosceles rufipes (= laeta), cuyo veneno posee fuerte acción necrosante y hemolítica”.
Wow, muy interesante... y de miedo, vivo en Mexico y aqui esa arania esta clasificada como "domestica" pues se encuentra en hogares facilmente...
ResponderBorrarHola Alex, me parece muy interesante tu página. Leí el articulo de Loxosceles, cómo podría obtener una copia del trabajo que mencionas de Ibarra Grasso
ResponderBorrarHola! Donde podría conseguir una copia de su trabajo? Soy de santa fe, gracias!
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