"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


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domingo, 11 de diciembre de 2011

A LA BUSQUEDA DEL CHURURU O PARINA CHICA Phoenicoparrus jamesi



“Rojas están las aguas, están como teñidas y cuando las bebimos, fue como si hubiéramos bebido agua de salitre”
Poesía boliviana precolombina.

     Philip Lutley Sclater, coautor junto con nuestro querido William Henry Hudson de Argentine Ornithology,  describía en 1886 una nueva especie de un raro flamenco que le había sido enviado desde Chile por Harry Berkley James.


Sclater, Ph. L. – 1886 – Proceedings of the Zoological Society of London, p.399


    En 1884 el tal James había encargado a Carl Rahmer, colector, preparador y subdirector del Museo Nacional de  Santiago de Chile que le consiguiera una colección de aves  de   la Cordillera de Tarapacá, antigua provincia peruana, retenida por Chile tras la Guerra del Pacífico.  Rahmer que ya había recorrido Antofagasta y Tarapacá en 1884,  realizó un nuevo viaje en enero y febrero de 1886 durante el cual obtuvo 150 especímenes de aves de un total de 53 especies, incluído el nuevo flamenco.

     La zona se encuentra al norte del desierto de Atacama y el ave fue capturada cerca de Sitani, a una altura de 3.600 m, al pie del volcán Isluga.  El paraje es de imponente belleza, dominado por el cono nevado del volcán que alcanza los 5530 m, un paisaje de gran desolación por lo riguroso del clima y  la escasa vegetación típica de la puna, hierbas y pastos en cojines o matas, con muy escasa cobertura. Hoy en día forma el Parque Nacional Volcán Isluga.  Este lugar fue un importante centro ceremonial aymara, pero hoy en día Isluga es apenas un caserío despoblado, donde sólo habita el custodio de la iglesia que data del siglo XVII. La comunidades  aymara de la región se remontan a 6.000 años atrás. En las cercanías hay importantes sitios arqueológicos como el Pukara de Isluga, el cementerio de Usamaya, las ciudades de Chok y Qolloy, y las Chullpas de Sitani, donde hay rastros de influencia inca.

     Rahmer relata que encontró una bandadita de unas 30 parinas chicas  en una lagunita de poca profundidad (esta especie por su menor tamaño no se adentra tanto en aguas profundas como los otros flamencos). Refiere que eran muy desconfiadas y por lo tanto difíciles de cazar y que se alimentaban de algas filamentosas. Los indígenas las denominaban “pariguana etite”, diferenciándolas de la parina grande o “pariguana chololo”. En una carta donde anunciaba su hallazgo a Sclater, Rahmer proponía el nombre de jamesi para esta especie, con lo cual Sclater estuvo de acuerdo, y la denominó Phoenicoparrus jamesi.  Homenajeaban así al mencionado Harry Berkley James (1846-1892),  un clérigo inglés que se había radicado de joven en  Valparaíso, Chile,  progresando luego rápidamente hasta llegar a ser gerente  de una gran mina de nitrato en Iquique. Desde entonces había dedicado  su  riqueza y tiempo libre a coleccionar aves  y  huevos, reuniendo  por  sí mismo una considerable cantidad  de  ejemplares  y comprando otros  a Friedrich Leybold,  al mismo Rahmer y a otros naturalistas  chilenos.  Era tal su entusiasmo con las ciencias naturales que a pesar de que en 1877 un terremoto destruyó su casa, al año siguiente ya estaba viajando en mula por Chanchamayo, colectando mariposas. James publicó un catálogo actualizado  de aves  chilenas, New List of Chilian Birds,  usando los  nombres comunes recogidos en el país  y la nomenclatura científica de Sclater.   Ya radicado nuevamente en Inglaterra, James donó al Museo  Británico  su colección  de  1382 pieles y 678 huevos, incluyendo  el tipo del chorlito puneño Charadrius alticola y el ya mencionado de la parina chica.


Peña, L. E.-1961-  Postilla Nº 49 – Peabody Museum of Natural History


     Curiosamente un ejemplar de este flamenco ya había sido obtenido alrededor de 1850 por William Bollaert en la laguna de Parinacota ( del aymara “parinaquta” = laguna de parinas), al sudoeste del volcán Isluga. Sin embargo, enviado al Museo Británico se lo consideró como perteneciente a la especie Phoenicoparrus andinus, es decir la parina grande.

     Bollaert era un pintoresco personaje inglés, químico, geógrafo y etnólogo que a los 18 años se desempeñaba como técnico en las minas de plata de Tarapacá, siendo el primer europeo en cruzar el peligroso desierto de Atacama. A través de su amigo George Smith dio informes sobre Tarapacá al mismísimo Darwin cuando pernoctó en la salitrera La Noria, cerca de Iquique, durante su viaje alrededor del mundo. Tras diversas aventuras, Bollaert,  regresó a Peru y Chile en 1854, ocasión en la que obtuvo la pieza que comentamos.

     En Argentina los primeros ejemplares de parina chica fueron conseguidos en 1907 en Abrapampa, Jujuy, por la expedición dirigida por los etnógrafos franceses Henri Georges de Créqui-Montfort y Sénéchal de la Grange.

     La parina chica fue un ave elusiva para los naturalistas debido a su escasez y a lo dilatado de las regiones donde habita. En 1940 se realizó una expedición a Tarapacá, región que desde 1889 no había sido visitada por ornitólogos; estaba integrada por Alfredo W. Johnson, Jack D. Goodall y R. A. Philippi quienes no pudieron encontrar a esta especie. Tampoco pudieron hallarla en 1943 los mismos viajeros en el Departamento de Arica.  En 1957 el Dr. Francisco Behn, junto con su esposa Eika Theune,  AlfredoW. Johnson,  Bryan Johnson y Guillermo Millie viajaron al desierto de Atacama para tratar de encontrar a este flamenco, que se consideraba prácticamente extinguido.

     Como confiesa el propio Behn, se introdujeron sin autorización territorio Boliviano,  es decir clandestinamente, para visitar la laguna Colorada donde tenían noticias de la nidificación de los flamencos. En medio de una zona sumamente desértica se encuentra esta espectacular laguna de aguas color rojo herrumbre, con una superficie de  54 km² , pero una profundidad de sólo 35 cm. Hoy en día está protegida por la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa, en el departamento de Potosí. Allí los viajeros pudieron ver a la parina chica criando en pequeño número en medio de grandes bandadas de las otras dos especies. Cazaron una hembra y obtuvieron huevos de varias nidadas. Su población la estimaron en un 6 a 8% de un total de 3000 individuos de las tres especies. También las hallaron en el salar de Ascotán y en el de Surire.

     La colonia de la laguna Colorada, a la que llegaron con la guía de un indio aymara, se encontraba en una isla de sal bórax en medio del agua libre, a unos 2 km de la costa. Los nidos de las tres especies estaban entremezclados y era imposible deducir por sus características a que especie pertenecía cada uno. El guía llamaba “tococo” a la parina grande, “guaichete” al flamenco austral y “chururo” a la parina chica. Una cuarta especie, llamada “jetete”, resultó al parecer juveniles de la parina grande. También las distinguían con los nombres de parina de canillas amarillas (grande),  de canillas oscuras (flamenco austral) y de canillas rojas (chica).




Rahmer, C. – 1887 – Journal für Ornithologie, 35:160


     
     Behn comprobó que las parinas se alimentaban de diatomeas y posiblemente de crustáceos no mayores de 0.5 cm de diámetro, ya que el ave no puede abrir el pico más que esa distancia. Respecto del color del plumaje de los flamencos y de las aguas de la misma laguna, lo supuso debido a los pigmentos (ficoeritrinas) presentes en las algas cianofíceas del género Aphanocapsa que habitan sus aguas, y que serian responsables también de la coloración pronunciada de la grasa  y de la yema del huevo.


     Un dato interesante es que en esta zona hay lagunas y salares con aguas termales a 22ºC que permiten la sobrevida de estas aves en invierno, cuando la mayor parte de las aguas libres se congelan. Behn observó la importancia de la cosecha de huevos realizada por los lugareños, la que alcanzaba entre 800 y 1000 huevos de flamenco en un solo día. Los indígenas recolectaban los huevos y colocándolos sobre cueros los arrastraban hasta  la orilla fangosa de la laguna,  donde los embalaban en cajones con pasto seco, y así a  lomo de burro los llevaban a vender a los pueblos cercanos. Durante los meses  de diciembre a febrero, cada 10-15 dias, hacían una recolección de huevos  en la colonia. Obligadas por esta destrucción de sus nidadas, las parinas hacían hasta tres posturas por temporada.  Pero debido a la escasez de población humana, supone Behn que esta actividad extractiva no representaba peligro para la supervivencia de estas poblaciones de flamencos, constituyendo estos huevos un importante ítem alimenticio para los habitantes de aquellas desoladas regiones.

     En el mismo año que la expedición de Behn,  Luis Peña comisionado por el Peabody Museum of Natural History de la Universidad de Yale, recorrió Antofagasta  y en la misma laguna Colorada capturó un macho adulto de parina chica, que se encontraba con un un grupo de unos 20 ejemplares,  incluyendo varios pichones volantones. Los adultos eran extremadamente desconfiados pero los pichones caminaban por ahí tranquilamente acercándose hasta 10 m de los expedicionarios.
Peña señala que los habitantes de la región la llaman “chururu” y que quizás no sea un ave tan rara sino subobservada,  ya que su gran desconfianza hace que se aleje con rapidez aunque los observadores estén lejos. Dice que su llamada habitual suena como “chu-ru-ru-ru-ru-ru” y da origen a su nombre común. Los juveniles parecen decir “huaj-cha-tata” y son considerados por los nativos como otra especie. Peña observó que estas aves vagabundean entre las innumerables lagunas y salitrales del altiplano como la laguna Colorada y las de Pujsa y Loyoquis, donde los obervó invernando y anidando en grandes cantidades sin poder establecer cantidades exactas para cada una de las tres especies. Sin embargo, en una visita hecha a la Laguna Colorada al año siguiente, con el ornitólogo norteamericano Roger Tory Peterson, pudieron contar no menos de 7000 ejemplares de parina chica. Peña llegó a la conclusión de que la parina chica es la especie con mayor capacidad para anidar en las regiones de mayor altura, a menudo sobre los 4000 m, descendiendo a veces en invierno a humedales y lagos entre 2300 y 3500 m.



Sclater, Ph. L. – 1886 – Proceedings of the Zoological Society of London, p.399


     Es obvio que siendo las parinas aves tan vistosas y tan necesarias para los pobladores del Altiplano en cuanto proveedoras de proteínas (huevos) habrían de encontrar un lugar en el folklore de esos pueblos.
Carolina Villagrán y Victoria Castro en Ciencia Indígena de los Andes del norte de Chile  señalan el uso de las plumas de parina mezcladas con paja sikuya y con las hojas del arbusto kipa (Fabiana ramulosa) para quemar en sahumerios en la ceremonia de difuntos para el separamiento de almas. Por su parte Virginia Vidal en Gotas de tinta y palabreos cuenta que en el sector Soncor del Salar de Atacama viven las parinas en la laguna de Chaxas a donde regresan al atardecer. Allí  “gloriosos soldados ejercitaron su puntería asesinando a estas aves de garbo supremo que necesitan el salar y la soledad para sobrevivir”.

     Hay también un tema de música andina instrumental llamado "Parina" interpretado por el grupo Queñuani del norte de Chile.


Alex Mouchard


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REFERENCIAS

Behn, F., A.W. Johnson y G. R. Millie – 1957 - Expedición ornitológica a las cordilleras del norte de Chile – Boletín de la Sociedad de Biología de Concepción, 32:95. 
Peña, L. E.-1961- Explorations in the Antofagasta Range, with observations on the fauna and flora. Postilla Nº 49 – Peabody Museum of Natural History.
Peña, L. E.- 1962 – Notes on South American Flamingos - Postilla Nº 69 – Peabody Museum of Natural History.
Rahmer, C. – 1886 – Anales de la Universidad de Chile, 69 (1):753
Rahmer, C. – 1887 – Journal für Ornithologie, 35:160
Sclater, Ph. L. – 1886 – Proceedings of the Zoological Society of London, p.399


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