"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


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sábado, 19 de junio de 2021

RELATOS DE MARINOS, CORSARIOS, EXPLORADORES Y ESPIAS SOBRE LOS LOBOS MARINOS

Recopilación Alex Mouchard

 

“Fueron alejándose de la costa hacia el horizonte del mar abierto. A lo lejos surjía el perfil, apenas perceptible, de los peñascos sombríos donde el océano se estrellaba con fragor salvaje. Eran las roquerías de los lobos de dos pelos.”


“La tierra maldita” – Liborio Justo (a) Lobodon Garra (2006)

 

Otaria jubata. Grabado de Philibert Charles Berjeau  (Murie, 1869) 


 

Los relatos que transcribimos corresponden mayormente a los siglos XVII y XVIII y son previos a la llegada de los naturalistas profesionales. Por ello no resulta fácil identificar bien las especies mezclándose en ellos a los elefantes y lobos marinos. La mayoría de ellos se refieren a las colonias de pinnípedos de las islas de las costas de Chile y Perú, especialmente del archipiélago de Juan Fernández (Chile). Mayormente conllevan un interés utilitarista, pues los lobos y elefantes marinos constituían un recurso valioso para los navegantes: carne fresca, aceite y cueros. Éstos dos últimos items tenían además importancia mercantil porque podían ser conservados y vendidos en las colonias y en las potencias colonialistas. Hemos seleccionado aquellos que indican un conocimiento de primera mano de estas especies, porque son bastante veraces, aunque algunos parecen copiar de otros relatos y a veces consigan alguno que otro dato fantástico.


 

A fines de 1519 las naves de Magallanes llegaron a la isla que llamaron de los Leones, en la desembocadura del río Deseado (Santa Cruz), donde vieron  a las “vacas marinas” (Pigafetta, 1922)

“Los lobos marinos son de diferentes colores y del tamaño casi de una vaca, asemejándose su cabeza a este animal. Sus orejas son cortas y redondas, y sus dientes muy largos. No tienen piernas, y sus patas, unidas al cuerpo, se parecen a nuestras manos y tienen uñas pequeñas; pero son palmípedos, esto es, que sus dedos están unidos por una membrana como las patas de un ánade. Si pudiesen correr serían temibles, porque mostraron ser muy feroces. Nadan muy deprisa y no comen mas que pescado.”

 

 

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Fernández de Oviedo (1535) fue uno de los primeros en dar noticias de los lobos marinos americanos cuyo pelaje comparó con ventaja con las focas de España (foca fraile mediterránea Monachus monachus):

 

“Tienen el pelo de sobre sí muy hermoso, como un terciopelo muy lindo muy negro, otros de color bermejo, otros pardos é de otras colores. Dixe que es hermoso el pelo, porque hacen mucha ventaja á todos los lobos marinos de España ó pieles dellos.”

 

También es notable su relato de la pelea de los lobos con tiburones, lo que parece haber acaecido en aguas de Tierra Firme (actual Panamá):

 

“Son muy fieros animales, é como dixe de suso, grandes enemigos de los tiburones. Pero uno por uno no se le allega el tiburón, porque el lobo es grande, hay algunos de diez é siete pies é mas de luengo é de ocho en redondo (por la parte ques mas ancho), é muy armados de dientes colmillos; é los tiburones, aunque son grandes, no lo son tanto ni se osan combatir con los lobos, si no se juntan muchos dellos contra un solo lobo, é para le matar á su salvo, usan de aquesta astucia. Júntanse muchos tiburones, é donde ven un lobo solo, van á él porque el lobo los atiende é no les há temor ni los estima; y hechos en ala muy ordenada para su batalla, le rodean, é sube la una punta é la otra de los tiburones, para ceñir é tomar en medio al lobo. É después que le han rodeado, sin perder tiempo sale un tiburón de los mas denodados de través por detrás, é dale un bocado; y encontinente todos los demás afierran é le golpean, soltando é tomando á bocados, y el lobo en ellos haçe mucho daño en los que alcanza; pero como son muchos, en poco espaçio le haçen pedaços, sin dexar cosa del por comer. Y en tanto questa batalla dura, andan con tanto ruydo y el agua saltando para arriba tan alta como un mástel de una caravela, de las zapatadas é golpes que dan con las colas, que es cosa mucho de ver. É alli donde ha seydo esta pelea, queda el agua de la mar hecha sangre de la que salió del lobo, é aun de los tiburones quél hirió en el tiempo que le combatian.”

 

Muy curioso es el poder predictivo de las mareas que tienen los artículos hechos con su cuero:

 

“Pero porque es cosa para notar lo que  agora diré deste animal lobo marino, digo que las çintas correas que se haçen del cuero del para çeñirse los hombres ó para bolsas ó para lo que quieren, que quando quier que la mar está baxa, el pelo se allana, é quando está alta, se alça. Cosa es muy experimentada, y que en qualquiera çinta ó parte del cuero del lobo marino se ve cada dia; é todas las mudanças que la mar haçe, se conoçen en el pelo destos animales.”

 

Así como sus usos medicinales:

 

“Demás desto, diçe el vulgo que, para los enfermos del dolor de los lomos, son muy buenas çinturas aquestas del cuero destos lobos: é á la verdad, ellas paresçen bien á la vista, en espeçial las que son negras y de lobo viejo, porque son mas pobladas de pelos mas espesos.”

 

 

Lobo marino de dos pelos - San Clemente del Tuyú (Buenos Aires)
Foto Alex Mouchard.


 

El jesuita Bernabé Cobo (1653), que estuvo en Perú entre 1598 y 1630, nos dejó una curiosa teoría sobre la creación del lobo marino y apuntó también detalles sobre el apreciado lobo de dos pelos.

 

“Ya que en toda esta América meridional no se hallan Lobos terrestres, que tan dañosos suelen ser á los ganados donde quiera que los hay, crió Dios en los mares de sus costas un animal no menos perjudicial en el agua para los vivientes della, que lo es el Lobo para los animales de tierra.”

(…)

Es muy grande la suma destos Lobos marinos que hay en estas costas de la Mar del Sur desde la Línea Equinocial hasta el reino de Chile; todas las isletas desiertas que hay por toda esta costa están cubiertas déllos, á donde hacen tan gran ruido, mayormente cuando andan en el celo, que parecen manadas de becerros. Hacen muy gran estrago en los otros pescados menores que ellos, con que son causa de que no haya tanto pescado en las costas donde ellos andan. Son también muy perjudiciales á los pescadores, porque les rompen muchas veces las redes, por comerse el pescado que ha caído en ellas; y aun de lo que prenden con anzuelo les suelen quitar parte, porque se ponen debajo de los barcos de pescar, y cuando los pescadores tiran de la cuerda con el pescado que han prendido, salen de través y arrebatan pescado y anzuelo y se lo comen todo; y no se puede pescar en esta costa del Perú con nasas, por causa destos Lobos, los cuales son tan voraces, que me afirmó un pescador haber sucedido comerse un lobo destos, en menos de un cuarto de hora, más de seis arrobas de pescado.”

(…)

De poco tiempo á esta parte se ha reparado que estos Lobos Marinos tienen debajo de las cerdas, que son como de puerco, un vello ó lana sutilísima más que la de Vicuña, la cual de tal manera cubren con las cerdas, que nunca se moja dentro del agua; y aun el autor del arbitrio imprimió un curioso papel probando que estos Lobos son los Castores, de cuya lana se hacen los sombreros tan estimados que llaman de castor; y para verificar el arbitrio, se mataron en esta costa del puerto del Callao, por mandado del Virey Conde de Salvatierra, más de quinientos Lobos, de los cuales se sacó mucha cantidad de lana, y se ofreció premio á los sombrereros si acertaban á hacer con esta lana sombreros de castor; y aunque muchos lo intentaron, ninguno acertó á hacerlos. Mas, verdaderamente, la lana es admirable, porque no hay seda más suave que ella.”

(…)

“Los colmillos destos Lobos son provechosos para curar almorranas.”

 

Otaria falklandica – La foca peletera del comercio o   lobo marino de dos pelos.
Dibujo de James Stewart. (Jardine, 1839)


 

 

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Durante su expedición a Magallanes en 1669-1670, el contralmirante John Narborough (1694), fue uno de los primeros en traer noticias de lobos y elefantes marinos, los que avistó en las cercanías de Puerto Deseado (Santa Cruz, Argentina) y que, a falta de otro nombre, llamó focas:

 

A las 12 fui con ambos botes y 40 hombres a la isla de las focas (Seal Island), en el puerto, cada hombre con su bastón y un garrote; desembarcamos, juntamos las focas en redondo, y en media hora matamos a cuatrocientas jóvenes ya dultas; dándoles golpes en la cabeza se las mata enseguida; tan pronto como los noqueamos, les cortamos la garganta para que se desangraran mientras aún estaban calientes; después de llenar dos botes, los llevamos a la bahía donde estaba la tienda, desembarcamos y las pusimos sobre las rocas; hasta la noche el bote las estuvo trayendo.

 

Los grandes machos son tan grandes como terneros y parecen un león con sus cabezas, cuellos y caras peludas, así como con su rugido; las hembras por delante también son como leonas, excepto que es completamente peluda y pareja como un caballo; y el macho solo es parejo por detrás. Son muy deformes, porque sus parte posterior se afina hasta terminar en punta, donde tiene dos aletas o pies muy cortos, dos más le salen del tórax, de modo que pueden ir por tierra a buen paso, y trepar rocas, y colinas bastante altas; les gusta mucho tumbarse y dormir en la orilla; algunos son muy grandes, como de 6 m de largo y grandes como un tonel de la sentina, y excesivamente gordos; hay miles de 4,5 m de largo; la clase más común tiene alrededor de 1,60 m y son muy gordos; abren la boca cuando te les acercas, como si fueran a devorarte, y es bastante trabajoso para dos hombres matar uno de los grandes con una lanza, que es la mejor arma para tal fin.

 

(…) La carne luce tan buena y blanca como la del cordero, y es muy buena para comer fresca, pero cuando está un poco salada sabe mejor; todos los que agarramos eran todas focas jóvenes, porque mamaban de sus madres, las que tan pronto como llegan a la costa balan, inmediatamente vienen sus cachorros, y balan a su alrededor como corderos, y maman; una hembra adulta amamanta a cuatro o cinco, y ahuyenta a otros cachorro que se le acerquen, así que creo que tienen cuatro o cinco por camada; los pequeños que matamos y comimos eran tan grandes como un perro mediano;  sacamos la grasa de los grandes y fundimos el aceite para las lámparas y otros usos en el buque; el aceite de los jóvenes lo freímos y comimos con nuestras provisiones; nuestros hombres lo tenían por tan bueno como el aceite de oliva.

 

 

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En la expedición de M. de Gennes al estrecho de Magallanes, François Froger (1698), ingeniero del buque insignia, anotó en su diario de navegación algunas noticias sobre lobos marinos:

 

“Estos animales trepan por rocas muy empinadas, se montan como monos y hacen un ruido terrible para llamar a sus hembras. Cuando tienen bebés, los arrastran al bosque, les llevan pescado y los acarician con tanta ternura como una madre hace a sus hijos.”

 

 

 

 

Lobería en Península de Valdés (Chubut)
Foto Alex Mouchard


 

 

El corsario inglés Woodes Rogers, integrando la escuadra de William Dampier, estuvo en el archipiélago Juan Fernández en 1701, donde rescató al náufrago Alexander Selkirk, célebre por haber inspirado la historia de Robinson Crusoe. Allí recogió estas observaciones (de Brosses, 1761):

 

“Los Perros de mar van a la isla Juan Fernández para tener cría, y entonces están malos y tan lejos de retirarse ante el acercamiento de un hombre, que se arrojan sobre él para morderlo, aunque esté armado con un palo. No son tan feroces en otras y se levantan en cuanto ven a alguien; de lo contrario, sería imposible desembarcar allí, ya que la costa suele estar completamente cubierta por ellos por más de media milla a la redonda. Cuando llegamos allí, podíamos escucharlos gritar día y noche, aunque estábamos a una milla por tierra. Algunos balan como corderos, otros ladran como perros o aúllan como lobos y emiten varios gritos horribles. Su pelaje es el más hermoso de esta especie (que he visto en mi vida, y el de nuestras nutrias no se le acerca.”

 

“El lobo marino es una criatura muy extraña y de un tamaño prodigioso. El Sr. Selkirk me dijo que había visto unos 20 pies de largo o más, y una circunferencia más grande, que apenas podía pesar menos de 4000 ff. Yo vi varios de 16 pies de largo, que pesaban quizás 2000. Me asombra con todo esto que se pueda extraer tanto aceite del tocino de estos monstruos. La forma de su cuerpo es bastante parecida a la de los lobos de mar; pero tienen la piel más gruesa que la de un buey, el pelaje corto y áspero, la cabeza mucho más grande en proporción, la boca muy grande, los ojos de un tamaño monstruoso y el hocico que se asemeja al de un león, con terribles bigotes, cuyas cerdas son tan rígidas, que se puede utilizar como palillos de dientes.”

 

“Hacia finales de junio estos animales se dirigen a la isla para parir allí sus crías, a un tiro de mosquete de la orilla del mar, y se detienen allí hasta finales de septiembre, sin moverse del lugar y sin tomar ningún tipo de alimento, o al menos eso parece; Yo mismo observé a algunos, que estuvieron ocho días completos en su apostadero, y que no lo habrían abandonado si no los hubiéramos asustado.”

 

 


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Amédée François Frézier (1716) fue un ingeniero militar francés recorrió las costas de Chile y Perú en 1713-1714 para hacer espionaje sobre la capacidad militar de las colonias españolas. He aquí su relato:

 

 

“Los Lobos marinos de lo que acabo de hablar se encuentran allí en gran cantidad, ya que se ven a menudo los roquedales cubiertos alrededor de la isla Quiriquina [Concepción, Chile] , difieren de los Lobos marinos del norte, en que éstos tienen patas, mientras que aquellos tienen dos aletas alargadas un poco como alas en los hombros y otras dos pequeñas que salen de la grupa. La naturaleza, sin embargo, ha conservado en el extremo de las aletas grandes, alguna conformación propia de las patas, porque se destacan cuatro uñas con las que terminan esas extremidades, quizás porque estos animales se sirven de ellas para caminar por tierra a dónde más les gusta, y donde paren sus crías que alimentan de pescado, y a las que acarician, diríamos, tiernamente. Allí lanzan gritos como los terneros, de donde surge que se les llame en muchos relatos, Terneros marinos; pero su cabeza se parece más a la den un perro que a la de cualquier otro animal; y con razón los holandeses los llaman Perros marinos. Su piel está cubierta de un peño fuerte raso y tupido, y su carne es muy aceitosa, de mal gusto, no se puede comer más que el hígado, sin embargo los indígenas de Chiloé la dejan secar, y hacen así sus provisiones para alimentarse; los buques franceses obtienen aceite para sus necesidades. Su caza es muy fácil, uno se les acerca sin esfuerzo en tierra y en el mar, y se les mata de un solo golpe en el hocico. Los hay de diferentes tamaños, en el sur son gruesos como un gran mastín, y en Perú se encuentran algunos de más de 3.90 m de largo.”

 

 


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Tras su naufragio en su accidentado viaje a las costas chilenas en 1741, el marino inglés John Byron (1768) tuvo contacto con los leones marinos y pese a alguna que otra exageración nos dejó esta narración, donde distingue a estos animales de los  elefantes marinos observados por el almirante George Anson, jefe de su escuadra.

 

“Miéntras la gente se hallaba en tierra, Mr. Hamilton encontróse con una enorme foca o leon marino, al que le disparó dos balazos. A esto, el animal se volvió contra él con las fauces abiertas; pero, Mr. Hamilton preparó su bayoneta y le atravesó el pecho con ella, metiéndole una buena parte del cañon, que la fiera partió en dos con la misma facilidad que si se hubiese tratado de una varilla. A pesar de las heridas recibidas, burló todos los esfuerzos que se hicieron para matarla, escapándose por fin.

 

He llamado a este animal Gran foca o León marino, porque se parece a la foca en muchos detalles; pero la aventaja en tamaño, de tal modo, que por esta sola distinción puede ser clasificada como una especie diversa.

 

En un viaje de Lord Anson, Mr. Walter ha dado una minuciosa descripción de las que se ven en Juan Fernández; pero, en cada clima, tienen diferentes apariencias i diferentes cualidades, como he tenido ocasión de observarlo en este i otro viaje que hice posteriormente. Sin embargo, a más de lo que ya se ha dicho sobre el león marino, yo solo haré mencion de dos peculiaridades: una relativa a su apariencia, la otra a sus propiedades de acción, que lo distinguen de los descritos por él. Los que yo ví no tenían esa jeta o trompa que les cuelga de la estremidad de la mandíbula superior; pero, en cambio los machos tenían una espesa crin afelpada que les daba un aspecto mas formidable. Y mientras que los que él vio eran pesados y fáciles de destruir, nosotros encontramos, al contrario, algunos que estaban a una milla de distancia y que, al ser perturbados, se nos venían encima con tal impetuosidad que teníamos que esforzarnos cuanto podíamos para alejarnos de su camino, y que cuando se les atacaba, nos agredian con gran agilidad”

 

 

Lobos marinos de un pelo


 

 

Charles de Brosses(1761) cita el relato de Richard Walter que en 1741 llegó al archipiélago de Juan Fernández con la escuadra del almirante George Anson:

 

 

“Los navegantes llaman indistintamente a este animal, lobo, león o perro de mar. Insertamos aquí una descripción curiosa de este animal, como lo describe Valter [Walter], quien vio muchos en Juan Fernández. Es la misma especie que las de Magallanes. Los leones marinos, cuando tienen todo su tamaño, pueden medir de 3.9 a 6.50 m de largo, y de circunferencia, de 2.60 a 3.60 m; son tan gordos, que después de haber hecho una incisión en la piel, que es aproximadamente de una pulgada de espesor, encontramos al menos un pie de grasa antes de llegar a la carne o los huesos; y hemos experimentado más de una vez que la grasa de los más grandes, nos suministró hasta 126 galones de aceite, lo que equivale a aproximadamente 500 pintas de París [476 litros]. También son muy sanguíneos, porque si les hacemos heridas profundas en una decena de lugares, enseguida veremos salir con mucha fuerza, otros tantos chorros de sangre. Para determinar la cantidad de sangre, primero matamos a algunos con disparos; después de haberle cortado el cuello, medimos la sangre que manó y encontramos que, además de lo que aún le quedaba en los vasos sanguíneos, y que no era poca cosa, había llenado al menos dos barriles.”

 

“Su piel está cubierta de un pelo corto, de color tostado claro; pero su cola y sus aletas, que les sirven de patas cuando están en el suelo, son negruzcas. Las puntas de sus aletas se parecen mucho a dedos, unidos por una membrana; pero esta membrana no se extiende hasta las puntas de los dedos, cada uno de los cuales está revestido con una uña. Además del tamaño que los distingue de los terneros marinos, todavía difieren en varias cosas, y especialmente los machos que tienen una especie de gran probóscide que cuelga de la punta de la mandíbula superior, de 13 a 16 cm de largo; esta parte no se encuentra en las hembras, lo que las hace distinguibles a primera vista de los machos, además de ser mucho más pequeñas. La lámina adjunta representa exactamente a cada uno de estos animales. Debe observarse que la diferencia de tamaño entre los dos sexos rara vez es tan grande como se representa aquí. El macho que se dibuja allí del natural, es el más grande que se ha visto en esta isla; nuestros marineros lo llamaban el Pachá, porque siempre lo acompañaba un harén numeroso, del que sabía alejar admirablemente a los demás machos.”

 

Pareja de elefantes marinos avistados en el archipiélago de Juan Fernández por George Anson (Walter, 1748)


 

“Estos animales son anfibios verdaderos, pasan todo el verano en el mar y todo el invierno en tierra. Es entonces cuando se ocupan de la reproducción y cuando las hembras dan a luz. Sus camadas son de dos crías a la vez. Estos animales maman y desde el nacimiento son del tamaño de un ternero de mar que tiene su misma talla. Los leones marinos mientras están en tierra, viven de la hierba que crece en los bordes de las corrientes de agua, y cuando no pastan, la usan para dormir en el barro. Parecen de una contextura muy pesada y son difíciles de despertar, pero toman la precaución de colocar algunos machos como centinelas alrededor del lugar donde duermen, y estos centinelas tienen mucho cuidado de despertarlos tan pronto como nos acercamos a la manada. Son muy propensos a hacer sonar la alarma, sus gritos son muy fuertes y de tonos muy diferentes; unas veces gruñen como cerdos y otras aúllan como las bestias más vigorosas. A menudo se pelean entre sí, especialmente los machos, y el motivo común de sus peleas son las hembras: nos sorprendió un día ver a dos de estos animales que nos parecían de una especie muy nueva; pero al acercarnos encontramos que eran dos machos, desfigurados por las heridas que les habían hecho con los dientes y por la sangre de la que estaban cubiertos. El Pachá de quien he hablado, había adquirido un numeroso harén por su superioridad sobre los demás machos, sólo por sus victorias, y se podía juzgar el número y la intensidad de sus luchas, por las cicatrices que cubrían todo su cuerpo.”

 

“Matamos a muchos de estos animales para comer la carne y especialmente el corazón y la lengua, que encontramos preferibles a la del buey. Es muy fácil matarlos, ya que son casi igualmente incapaces de defenderse y huir. No hay nada más pesado que estos animales, y al menor movimiento que hacen, vemos su grasa blanda ondulando bajo la piel. Sin embargo, hay que tener cuidado con sus dientes, porque a uno de nuestros marineros le sucedió, cuando estaba tranquilamente ocupado despellejando a un cachorro de león marino, que la madre de este animal se arrojó sobre él sin que se diera cuenta, y le apresó la cabeza en su boca. La mordida fue tal que al marinero le fracturó el cráneo en más de un lugar, y por más cuidados que se le dieron, murió pocos días después.”

 

 

 

 

Lobo marino de un pelo. Península Valdés (Chubut)
Foto Alex Mouchard


 

 

Dom Pernety (1769) integró la primera expedición de Louis Antoine de Bougainville a las islas Malvinas en 1763–64 y nos dejó estos relatos sobre lobos y leones marinos. Si bien había en ese entonces una confusión entre las distintas especies parece referirse como leones marinos a los machos del lobo marino de un pelo y como lobos a las hembras de dicha especie o bien al lobo marino de dos pelos, sin embargo cuando da las medidas de los lobos parece estar refiriéndose a elefantes marinos

 

“Los señores Donat & Le Roi nos informaron que habían visto en el suelo, aun corto  tiro de fusil de donde estaban, un animal espantoso de un tamaño asombroso, tendido en la hierba, con la cabeza como la de un león, una melena similar,  todo el cuerpo cubierto de un pelo castaño rojizo, del largo de una cabra: que este animal, habiéndolos visto, se levantó sobre las dos patas delanteras, los había mirado un momento y luego se había vuelto a acostar; que habiendo luego disparado un tiro a una avutarda, a la que mataron, el gran animal se había levantado de nuevo, los había vuelto a mirar sin cambiar de lugar, luego se había vuelto a acostar. Este animal les parecía, dicen, del tamaño de dos bueyes juntos; de 3.90 a 4,50 metros de largo. Tenían la intención de dispararle; pero, sea que estaban asustados  y  no se atrevieron a disparar, por temor a herirlo sólo levemente, y  correr riesgos para su propia vida; o sea que, como nos dijeron, no querían perder el tiempo en esto, porque era tarde y querían volver a bordo.”

 

“Los señores Alexandre Guyot & Arcouet regresaron a bordo esa misma tarde en el barco, habiendo dejado al Sr. Donat, con el barco de pesca, al Sr. de Bougainville y a los demás que lo habían acompañado. El Sr. Guyot trajo avutardas, tres lobos marinos jóvenes con pelo castaño grisáceo y cinco leonas marinas. Tenían unos 2.30 metros de largo por 1.15 de circunferencia, aunque estaban destripados. Estos señores habían desembarcado en un islote, donde habían encontrado una cantidad prodigiosa y habían matado a ochocientos o novecientos de ellos con palos. No se necesita ninguna otra arma para esta caza. Un buen palo de 1 a 1.15 m de largo es suficiente. Un solo golpe, bien aplicado sobre la nariz de estos animales, los desploma y les quita la vida de inmediato.”

 

“No es lo mismo con los leones marinos: su tamaño es prodigioso. Nuestros señores lucharon contra dos durante muchísimo tiempo, sin poder vencerlos con las mismas armas. Le dispararon tres balas en la garganta a uno de los dos, mientras abría la boca para defenderse, y tres tiros en el cuerpo. La sangre arruinó las heridas, como el vino de un barril perforado. Sin embargo, se arrastró por el agua y lo perdimos de vista. Un marinero atacó al otro, y luchó con él durante mucho tiempo, con un palo en la cabeza, sin poder derribarlo: este marinero incluso cayó cerca del animal, pero tenía la habilidad de levantarse cuando el león estaba voy a gritarle. Estaba hecho de hombre si le hubieran arrebatado; el animal lo habría llevado al agua y lo habría devorado allí; porque es en el agua donde suelen llevarse su premio. Este último, escapando al mar, atrapó a un Pinguin en su camino y lo devoró allí, casi de un mordisco.”

 

“La sangre manaba de las heridas, como el vino de un barril perforado. Sin embargo, se arrastró al agua y lo perdimos de vista. Un marinero atacó a otro, y luchó durante mucho tiempo con él, a golpes de palo en la cabeza, sin poder derribarlo; este Marinero incluso cayó cerca del animal, pero tuvo la habilidad de levantarse cuando el león estaba por engullirlo. Eso le hubiera ocurrido si lo hubiera atrapado; el animal lo habría llevado al agua y lo habría devorado allí; porque es en el agua donde suelen llevar su presa. Este último, escapando al mar, atrapó a un pingüino en su camino y lo devoró allí, casi de un sólo mordisco.

Hay varios tipos de lobos y leones marinos: he visto todas estas especies. Los primeros, cuando tienen todo su tamaño, tienen de 3.25 a 6.50 m de largo y más; y en circunferencia, de 2.60 a 4.90 m. Su piel está cubierta con un pelo de color tostado, o leonado, como el de la cierva, y corto como el de las vacas. La cabeza presenta la figura de un mastín, cuyos labios de la mandíbula superior están partidos por debajo de la nariz, como los del león terrestre, y no cuelgan; y cuyas orejas están cortadas a ras de la cabeza. Discutiré esto con más detalle a continuación.”

 

“La otra especie más pequeña tiene la misma figura; con un hocico ligeramente más redondo y menos alargado. En lugar de patas delanteras, tiene dos aletas, compuestas por dedos articulados, cubiertos, como un guante sin dedos, con una piel o membrana muy dura, de color gris-negro. Desde el exterior no podemos distinguir estos dedos; hay que diseccionar la aleta para verlas. Los dedos de las dos patas traseras están visiblemente articulados como los de la mano, y son de longitud desigual, cinco en número. Estos dedos están unidos por una membrana, desde la primera articulación hasta la tercera. Luego, la membrana se separa de pronto, para seguir a lo largo de cada dedo, como las patas de un zambullidor o de una polla de agua, y se extiende mucho más allá de cada dedo. Estos pies salen casi de inmediato de la parte inferior del cuerpo. Allí forman una especie de cola cortada, cuando están acostados o cuando no caminan. Cada dedo está armado con una uña, que no es afilada, sino que sobresale un poco y es negra. Ver fig. 1 de la lámina VIII. 



León marino (Pernety, Pl. VIII, 1769)


Ambos tienen barbas como tigres y grandes pelos lacios por encima de los ojos formando las cejas. La hembra parece tener el cuello proporcionalmente más largo, y más marcado que el macho, y tiene mamas. Estos animales son tan gordos que tienen varios centímetros de espesor de una grasa blanca y suave entre el cuero y la carne. Abundan en sangre, y cuando están profundamente heridos, la sangre gotea de la herida, como del brazo de un hombre gordo recién sangrado.”

 

“El animal que los señores Donat y Le Roi vieron en tierra, cuando estaban cortando pasto allí, probablemente era uno de los Leones marinos, de los que hablaré más adelante; aunque nos dijeron que tenía las orejas colgantes, y muy largas, en proporcion como las de un perro spaniel. Tal es la forma y el rostro de los lobos marinos que hemos visto en algunos islotes de la bahía donde estamos anclados. Aquellos de los que el almirante Anson da la descripción y la figura, son los lobos marinos de las grandes especies. Les da el nombre de Leones marinos de manera incorrecta, por la razón que diré luego en este Diario. Ver lámina IX.”

 

León marino (Pernety, 1769)


“Todos estos animales son anfibios y suelen pasar la noche y parte del día en tierra. Cuando uno entra en las matas de pasto, donde se retiran, y practican unas especies de cámaras, casi siempre se encuentran allí dormidos, acurrucados sobre las hojas secas de estos pastos. Cuando están en el mar salen de vez en cuando con la cabeza y parte del cuello por encima de la superficie del agua, y permanecen en esta actitud durante bastante tiempo, como para ver qué pasa. Su grito es muy parecido al rugido del león: los jóvenes parecen silbar en tono grave, a veces balan como corderos, y otras veces como terneros. Los grandes y pequeños tienen una marcha pesada y parecen más arrastrarse que caminar; pero con suficiente rapidez en relación a su masa. Viven de pasto, peces y otros animales, cuando los encuentran a su alcance. En el islote donde nuestros señores mataron a tantos de ellos, una hembra se apoderó de un pingüino, justo cuando esta ave-pez caía bajo un tiro de fusil. La loba se lo llevó y lo devoró en un abrir y cerrar de ojos, de modo que solo quedó un trozo de piel flotando.”

 


León marino de Pernetty (Islas Malvinas) (Jardine, 1839)



 

 

 

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El abate Molina (1776) que vivió en Chile desde su nacimiento en 1740 hasta la expulsión siendo jesuita en 1768, obtuvo información sobre estos animales, probablemente de segunda mano, más allá de algún ejemplar que hubiera llegado a la costa en la zona de Bucalemu donde vivió. Del león marino dice:

 

“Cuando es herido se arroja rápidamente al agua, que tiñe por todas partes con su sangre. En cuanto los lobos marinos lo ven en ese estado se lanzan encima de él, y en menos de un cuarto de hora  lo desmembran, y se lo comen. Esto sin embargo no se observa en los lobos que son heridos, que igualmente arrojándose al agua, y también derraman mucha sangre, no son atacados ni por los otros lobos, ni por los leones marinos. Estos últimos pasan todo el verano mayormente en el mar, y todo el invierno en tierra, donde se alimentan de la hierba que encuentran en los lugares cercanos al mar, al que suelen descender de vez en cuando para pescar. Duermen en el fango o en las rocas, roncan con tanta fuerza y disfrutan tanto de su sueño que es difícil despertarlos. Por eso, siempre hay algún macho entre ellos, que actúa como centinela, y cuando es necesario con un grito muy disonante despierta a sus compañeros, y asusta a quienes se acercan a ellos. Las aves marinas retozan sobre sus cuerpos sin preocuparse, cuando están acostados. Es fácil matarlos, ya que no pueden defenderse debido a la pesadez de sus cuerpos. Al menor movimiento que hacen, se ve su grasa blanda fluctuando bajo la piel que los recubre; sin embargo hay que estar en guardia contra sus dientes, que son terribles, y no dejan nunca lo que han mordido. El animal es tan sensible en la extremidad de su hocico, que el efecto que las heridas más profundas no provocan en el resto del cuerpo, se obtiene con un ligero golpe que se le da en esta parte, dejándolo muerto. Los adultos gritan como terneros, pero su llanto es más ronco, los pequeños como ovejas. Sus madres los llevan del cuello cuando quieren escapar de algún peligro.”


 

León marino y lobos marinos (Molina, 1776)


  “Los lobos marinos se diferencian únicamente del león marino, excepto en el color, en el tamaño, que es más pequeño, y en el cuello, donde no tienen melena. Hay dos tipos, el grande y el pequeño. Los grandes miden unos dos metros y medio de largo y son grises. Los más pequeños tienen 1-1.30 m, y su color es marrón. Se encuentran en cantidad en las costas de Chile, y también en las islas de Juan Fernández. Los naturales del país los matan con un palo, y usan sus pieles para hacer globos llenos de aire, en los cuales, que miden 1.60-2 m de largo y 65 cm de diametro, atándolos entre sí, recorren los ríos, y también se atreven a entrar al mar para pescar.”

 

 


]

 

 

 

Durante su tercer viaje, en enero de 1778, el capitán James Cook llegó a la isla de los Estados y allí vio leones marinos (presumiblemente lobos marinos de un pelo) y osos marinos (lobos marinos de dos pelos), pero no los grandes animales descritos por Anson y Pernety, que sería elefantes marinos. Esto fue lo que contó:

 

“Los animales que se encuentran en este pequeño lugar son leones marinos, osos marinos, y una variedad de aves oceánicas y terrestres. El león marino está bastante bien descrito por Pernety; aunque los que vimos aquí no tienen las patas delanteras o aletas como las de su lámina, sino aletas como las del que él llama lobo marino. Tampoco vimos ninguno del tamaño del que habla; el más grande no mide más de 3,90 o 4,50 m de largo, y quizás 2,60 a 3,20  de circunferencia. No son del tipo descrito, con el mismo nombre, por Lord Anson, pero, por lo que yo sé,  éstos merecerían más apropiadamente ese apelativo por el pelo largo, que cubre la parte posterior de la cabeza, el cuello y los hombros, dándoles mucho aire y apariencia de león. La otra parte del cuerpo está cubierta por un pelo corto, poco más largo que el de una vaca o un caballo, y el conjunto es de un marrón oscuro. La hembra no es ni la mitad de grande que el macho y está cubierta con un pelo corto, de color ceniza o pardo claro. Viven, por así decirlo, en manadas, en las rocas y cerca de la orilla del mar. Como éste era el momento de engendrar y dar a luz a sus crías, hemos visto a un macho con veinte o treinta hembras a su alrededor, y siempre muy atento para mantenerlas todas junto a él, y golpeando a todos los demás machos que intentaban venir a su rebaño. Otros tenían un número menor, algunos no más de una o dos,  y aquí y allá hemos visto a uno acostado gruñendo en un lugar retirado, solo, y sin que ni machos ni hembras se le acerquen: juzgamos que eran viejos retirados.”

 

“Los osos marinos no son tan grandes, ni mucho menos, como los leones, sino más bien más grandes que una foca común. No tienen nada de ese pelo largo que distingue al león. El suyo es parejo con la misma longitud, y más denso que el del león, algo así como el de una nutria y el color general es gris hierro. Este es la especie que los franceses llaman lobos marinos y los ingleses, focas;  son, sin embargo, diferentes de las focas que tenemos en Europa y en América del Norte. Los leones también pueden, no muy impropiamente, ser llamados muy grandes focas, porque todos son de la misma especie. No era nada peligroso ir entre ellos, porque huían o se quedaban quietos. El único peligro era interponerse entre ellos y el mar; porque si se asustaban por cualquier cosa, bajaban en tal número que, si uno no podía apartarse de su camino, era atropellado. A veces, cuando los encontrábamos repentinamente o los despertábamos de su sueño (porque son animales dormilones y perezosos), levantaban la cabeza, resoplaban y gruñían, y parecían tan feroces como si quisieran devorarnos; pero a medida que avanzábamos hacia ellos, siempre huían; de modo que son sólo bravucones.”

 

 

 




--Byron, John. [1768] 1901. Relato del Honorable John  Byron  (Comodoro de la Última Espedición al rededor del Mundo) que contiene una esposición de las grandes penurias sufridas por él i sus compañeros en la costa de la Patagonia desde el año 1740 hasta su arribo a Inglaterra en 1746 con una descripción de Santiago de Chile i de las usanzas ¡ costumbres de sus habitantes i además una relación de la pérdida de la fragata Wager de la escuadra del Almirante Anson. Santiago de Chile, Imprenta Cervantes.

--Cobo, Bernabé. [1653] 1891. Historia del Nuevo Mundo. Tomo II. Sociedad de Bibliófilos Andaluces. Sevilla, Impr. de E. Rasco.

--Cook, James. 1787.  A  Voyage towards the South Pole and round the World, performed in His Majefty’s Ships the Resolution and Adventure, in the Years 1772, 1773, 1774, And 1775. Volume II. The second edition. London:   W. Strahan & T. Cadell.

--de Brosses, Charles. 1761.  Histoire des navigations aux terres australes, 1756. Tome second. Paris, Durand.

--Fernández de Oviedo y Valdés,  Gonzalo. [1535] 1851. Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra-Firme del Mar Océano. Primera Parte. Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia.

--Frézier, Amédée François. 1716. Relation du Voyage de la Mer du Sud aux Côtes du Chily et du Perou, fai pendant les années 1712, 1713 & 1714. Paris: Jean-Geoffroy Nyon, Etienne Ganeau & Jacque Quillau.

--Froger, François. 1698. Relation d'un voyage fait en 1695, 1696 et 1697 aux côtes d'Afrique, détroit de Magellan, Brésil, Cayenne et isles Antilles, par une escadre des vaisseaux du roy, commandée par M. De Gennes. M. Brunet (Paris).

--https://www.biodiversitylibrary.org/

--Jardine, William (ed.) 1839. The naturalist's library. Vol. XXV. Mammalia. Amphibious Carnivora, by Robert Hamilton. Edinburgh: W. H. Lizars. London: Henry G. Bohn.

--Justo, Liborio. 2006. Prontuario. La Tierra Maldita. Ediciones B. Grupo Zeta, Buenos Aires. 432 p.

--Molina, G. I. 1776. Compendio della Storia geografica, naturale, e civile del Regno del Chile. Bologna, Stamperìa di S. Tommaso D’ Aquino.

--Narborugh, John; Tasman, Jasmen; Wood, John & Marten, Frederick. 1694. An Account of several late Voyages & Dsocveries to the South and North towards the Streights of Magellan, the South Seas, the vast Tracts of Land beyond Hollandia Nova &c. also towards Nova Zembla, Greenland or Spitsberg, Groynland or Engrondland, &c. London: Sam. Smith & Benj. Walford.

--Pernety, Dom. 1769. Journal Historique d’un Voyage fait aux Iles Malouïnes en 1763 & 1764, pour les reconnaître,  & y former un établissèment;  et de deux Voyages au Détroit de Magellan, avec une Relation sur les Patagons. Tome II. Berlin, Étienne De Bourdeaux.

--Pigafetta, Antonio. 1922. Primer viaje en torno del Globo. Madrid : Calpe.

--Walter, Richard (Comp.). 1748. Voyage round the World, in the Years MDCCXL, I, II, III, IV, by George Anson.  London: The Author.


domingo, 13 de junio de 2021

LOS LOBOS MARINOS DE LAS COSTAS ARGENTINAS


 


 Agradecemos a nuestro colaborador Gabriel Rodríguez por la siguiente nota donde nos cuenta la historia de los lobos marinos de Argentina. En nuestra próxima nota aportaremos los relatos de marinos, corsarios, exploradores y espías sobre estos animales.

 

 

Es muy galana costa y va corriendo una loma llana de campiña sobre la mar (…) Legua y media de la mar se acaba un ramo de cordillera que baja de la tierra adentro; muestra grandes peñascos y en lo alto campiñas y en la costa, en algunas partes, descubre pedazos de peñascos donde bate el agua, y en aquellos peñascos hay gran cantidad de lobos marinos.”

 

Juan de Garay en el actual Cabo Corrientes (Buenos Aires). Carta al Real Consejo de Indias, Santa Fe, 20 de abril de 1582.

 

 

León marino - Phoca jubata (Schreber, 1778)


 



HISTORIA ABORIGEN DE LOS LOBOS MARINOS

 

El territorio del extremo sur de Sudamérica, especialmente el archipiélago de Tierra del Fuego que comprende la isla Grande del mismo nombre y muchas otras islas de distinto tamaño y forma, a la llegada del europeo estaba ocupado principalmente por tres por grupos aborígenes. En la parte sur de Tierra del Fuego e islas magallánicas vivían los yámanas y alacalufes,  ubicados más hacia lo que es el actual territorio chileno, y en las zonas no costeras estaban los onas.  

Esta trama de canales, conocidos actualmente como “canales fueguinos”, es una pintoresca región con costas montañosas que pasan la mayor parte del año nevadas, y fue habitada por los intrépidos aborígenes que mencionamos y que recorrían los bravíos mares en canoas muy bien construidas. Para alimentarse recolectaban peces y mariscos principalmente,  y además cazaban mamíferos marinos. La tarea de obtener alimento estaba repartida entre ambos sexos. La caza del lobo marino era labor de los varones cuando se practicaba en tierra, pero la mayoría de las veces ocurría en el agua y en esa forma era tarea compartida: la mujer aproximaba a remo la canoa, mientras el hombre acechaba en la proa y arrojaba el arpón contra la presa.

Canals Frau describe la construcción de las canoas diciendo: “Se servían de unos botes muy particulares que fabricaba con trozos de corteza de haya unidos entre sí por medio de tiras de barbas de ballenas o de fibras vegetales, y calafateando luego los intersticios que quedan”. Debemos decir que el árbol conocido comúnmente como “haya” es europeo, pero es el nombre que por similitud los viajeros daban a las especies del género Nothofagus como la lenga y el ñire, y la mención que en otro párrafo hace dicho autor sobre el “avestruz”, no  se trata del ave africana, bastante más grande y de distinto colorido que nuestro parecido ñandú, al que probablemente se refiera el autor.

Decíamos que los aborígenes depredaban sobre mamíferos marinos y efectivamente lo hacían sobre ballenas (cetáceos) excepcionalmente cuando se acercaban a la costa, fócidos (focas verdaderas) y otáridos (lobos marinos). Las focas llegan sólo ocasionalmente cerca de estos lugares y sí  hay presencia del lobo marino de doble pelambre o de dos pelos (Arctophoca australis) y del  lobo marino de un pelo (Otaria flavescens). Esta última especie es la que da motivo a este trabajo y es conspicua en las islas del archipiélago fueguino y en toda la costa atlántica del actual territorio argentino, es decir la Patagonia y costas de la provincia de Buenos Aires. Los indígenas utilizaron  a los lobos marinos como materia prima para fabricar utensilios con sus pieles y las vísceras. Alberto de Agostini (1883-1960), intrépido explorador salesiano de la Patagonia, ofrece un relato a principios de siglo XX sobre la relación entre indígenas fueguinos y lobos marinos y en su  libro” Treinta años en Tierra del Fuego” señala: “el uso de pieles y tendones de lobos como única vestimenta de los  alacalufes.  Las pieles también se usaban para confeccionar brazaletes y otros adornos. La grasa la usaban para untarse el cuerpo. Con los cueros, yámanas y alacalufes confeccionaban cuerdas, vestidos, toldos para la vivienda, velas para las canoas, las canoas mismas y mortajas para los rituales fúnebres. Las cuerdas servían para escalar en búsqueda de huevos. Con el esófago, los intestinos y la vejiga del animal, preparaban recipientes para conservar aceite, alimentos  o proteger de la humedad piedras para encender fuego”.


Lobo marino de un pelo macho. Foto Alex Mouchard


Los lobos marinos cazados por los yámanas pertenecían a dos especies: "lobos marinos de dos pelos" o “focas peleteras” (Arctophoca australis) y "lobos marinos de un pelo" o "leones marinos" (Otaria flavescens); estos últimos tienen el doble del tamaño de los primeros y es la especie de las que nos ocupamos en esta nota.

Para la cacería de los  lobos marinos los indígenas utilizaban lanzas que arrojaban en grupos o con arpones de punta de hueso atados a una cuerda que afirmaban a una roca, o que sostenían ellos si el animal era pequeño. Otra técnica de caza consistía en inmovilizar al animal con una red y, luego, matarlo a golpes. Al animal muerto se le sacaba la piel y la grasa subcutánea. Se separaba la grasa y se estaqueaba el cuero con un bastidor de palos de madera para secarlo al sol o a las brasas.

Los yámanas fueron conocidos como “nómades del mar”. Sobre sus canoas de corteza de árbol, los hombres se dedicaban a las actividades de caza de animales como lobos marinos, nutrias y ballenas, para la cual utilizaban arpones. Las mujeres recolectaban frutos, semillas, hongos, huevos de aves y mariscos. Su vestimenta consistía en cueros de lobo marino y untaban su cuerpo con la grasa de este animal para protegerse del frio. Las mujeres usaban collares de huesos o caracoles y pulseras de cuero.

Los pueblos aborígenes no constituyeron una amenaza para los lobos debido a que las poblaciones indígenas eran de baja densidad, no permanecían mucho tiempo en una misma área y no se especializaban en la matanza de una sola especie animal. Una historia diferente es la que relaciona a estos animales con el colonizador europeo.

 

 

 

NAVEGANDO CON LOBOS

 

“Para ir a lanzar sus redes al mar, estos pescadores [de Valparaíso y Concon] se sirven de balsas en lugar de botes, que son globos llenos de aire hechso con la piel de Lobos marinos, tan bien cosidas, que ni un peso considerable es capaz de hacerlas soltarse, porque se hacen unas en Perú que soportan hasta unos 500 kg. La forma de coserlas es especial, perforan las dos pieles juntas con un punzón, o una espina de Pejegallo, y por cada orificio pasan un trozo de madera o una espina de pescado, sobre las cuales, de una a otra, hacen cruzar por arriba y por abajo, unas tripas mojadas, para cerrar completamente el pasaje de aire. Se atan dos de estos balones juntos por medio de algunas maderas que se hacen pasar sobre ellos, de manera que adelante quedan más próximos que atrás, y con una paleta o un remo de dos palas, un hombre se ubica allí arriba y si el viento le sirve, pone una pequeña vela de tela de algodón. Finalmente para reemplazar el aire que pueda escaparse, tiene delante de él dos tripas por las que puede inflar los balones cuando haga falta.”

 



 

Frézier, Amédée François. 1716. Relation du Voyage de la Mer du Sud aux Côtes du Chily et du Perou, fai pendant les années 1712, 1713 & 1714. Paris: Jean-Geoffroy Nyon, Etienne Ganeau & Jacque Quillau.

 

 

 

 

 

 

 

HISTORIA DE EXPLOTACIÓN EUROPEA DE LOS LOBOS MARINOS

 

En el transcurso de los siglos XVIII y XIX  las costas del Atlántico Sur comenzaron a recibir, con frecuencia muy asidua, distintos buques de procedencia mayormente británica y estadounidense. Uno de los objetivos principales fue la caza totalmente desmedida y brutal (a golpes de garrote) de lobos marinos de las dos especies que mencionamos en párrafos precedentes, obteniendo así su piel y la grasa de su epidermis con la que elaboraban aceite.

En las economías en expansión de Europa y Norteamérica de los siglos XVIII y XIX, se había establecido una gran demanda de aceites, cueros y pieles. Por este motivo el cuero y la grasa de estos animales  fueron valiosos trofeos que despertaron la codicia de estos personajes, denominados “loberos”, que no cesaron en la masacre hasta que las poblaciones costeras de lobos marinos fueron disminuyendo gradual y radicalmente.



Ocasionalmente los lobos marinos se adentran en el río de la Plata.

Este cráneo fue hallado en Punta Indio y muestra el típico desgaste anular en caninos e incisivos. Foto gentileza de Roberto Rodríguez.

          

En 1960 se estimó que la población total de lobos marinos de un pelo en la Argentina alcanzaba a 144.500 ejemplares; y como referencia mencionamos que sólo en la Península de Valdés entre 1917  y 1953 se mataron más de 260.000 individuos. Y, en toda la Argentina, en ese mismo lapso de tiempo, se cazaron cerca de 500.000 ejemplares (Campagna y Cappozzo, 1986). La Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM) dice: citando a Godoy (1963) que  mayormente la caza y comercialización industrializada operó entre 1920-1950 en todas las provincias costeras, y en Malvinas entre 1935-1966 (Baylis et al. 2015a). Se cazaron 493.000 animales en la región, con la mayor presión sobre los apostaderos de Península Valdés (40%) y Tierra del Fuego (30%).

Alberto De Agostini, en su libro ya citado, relataba detalles sobre las cacerías de lobos y sobre sus autores:  “Los loberos ofrecen sus servicios sin sueldo, y reciben en cambio víveres, municiones y un tanto por ciento sobre las pieles que logran. La goleta lobera, provista de víveres para varios meses … recorre todas las loberías que se extienden  desde el cabo de Pilar hasta la Isla de los Estados. Llegada junto a estas loberías, desprende la goleta de sus flancos las balleneras, chalupas de dos proas … y en ellas toman sitio los loberos, bien provistos de víveres y municiones. Una vez desembarcados, se arrastran sigilosamente alrededor de las focas, a sotavento para no asustarlas  y para cortarles la retirada. Cuando las focas notan la presencia del hombre, ya no tienen tiempo para huir, pues una descarga simultánea de wínchester tiende en el suelo muertas a las más audaces, mientras las otras retroceden asustadas. En ese momento empieza la verdadera carnicería de aquellos pobres animales. Mientras uno o dos de los mejores tiradores se quedaban en la playa para matar a los que, por acaso, intentan huir y arrojarse al mar, los otros armados con bastones, se meten entre ellos y cada golpe bien dado sobre la cabeza produce una víctima. El desuello se hace inmediatamente después, operación que los loberos hacen con habilidad y rapidez sorprendentes…” Luego afirma: “Su número ha disminuido notablemente por la asidua y clandestina caza que le daban los loberos, los cuales no reparan en estaciones  y destruyen la raza matando indiferentemente a hembras o machos, a grandes y chicos, también en la época de cría, y no obstante las severísimas leyes de veda de los gobiernos argentinos y chilenos…”



Leon marino. Grabado de Jean Louis Charles Pauquet. (Buffon, 1799)


 

En  relación al no cumplimiento de las leyes que menciona de Agostini podemos imaginar que en un territorio costero e isleño inmenso, invadido por una significativa cantidad de embarcaciones de distinto tipo, es una utopía  absoluta pretender que se cumplan las leyes al ser imposible el control.

También influyó en la llegada de cantidades de loberos durante el siglo XVIII, tanto las expediciones navales de las potencias europeas como las de los Estados Unidos de Norteamérica que con su reciente independencia, buscaban nuevas tierras y riqueza. Entre las tripulaciones compuestas por científicos, cartógrafos, marinos,  aventureros y naturalistas se  “camuflaban” los loberos. Algunas expediciones que se  destacaron  fueron las de los ingleses George Anson (1740), John Byron (1764), que se destacó con su libro que tituló “The Narrative of the Honourable John Byron”, James Weddell que viajó  en tres oportunidades a nuestros mares y escribió “Un Viaje Hacia el Polo Sur: realizado en los Años 1822-1824”,  y  James  Cook (en 1768 y 1772); la del francés Louis Antoine de Bougainville (1766), de cuyas publicaciones se derivaron valiosas observaciones sobre los lobos marinos; y las de los norteamericanos Charles Barnard (1836), Edmund Fanning (1838) y Benjamin Morrell (1832). También influyó que, en el comercio internacional, al promediar el siglo XVIII, se produjo la apertura del puerto de Cantón en China (Dulles, 1930; Greenberg, 1951). Como se mencionó precedentemente en muchas de estas aventuras marítimas viajaron hombres que se abocaron a la ciencia a través de la observación de la naturaleza que los rodeaba, y de los grupos humanos que veían en sus amarres en los puertos, y muchos de ellos narraron sus experiencias dejando a veces obras de valor que aportaron conocimiento a las ciencias naturales, etnografía y a la historia.



Oso marino del Océano Sur, de Forster (Jardine, 1839)


 

Como podemos imaginar las expediciones justamente tenían como objetivo explorar nuevas tierras y mares y con ese propósito recorrieron las islas Malvinas  y la mayoría de las islas que hoy mencionamos como islas “del Atlántico Sur”, pertenecientes a la Argentina. El primer barco del que se conocen datos precisos sobre la presencia de loberos en las islas Malvinas es el “States” de Boston, que en 1775 cargó 13.000 pieles de lobos marinos que fueron finalmente vendidas en Cantón, China. Aclaramos que hay autores que dicen que ya hacia 1769 estaban actuando en las islas Malvinas gran cantidad de loberos. También estuvieron en 1790  dos barcos al mando de los capitanes Noodward  y Greene, cumpliendo actividades de caza. En 1801, 31 barcos, la mayoría de ellos norteamericanos e ingleses, operaban en las islas Georgias del Sur, alcanzando un acopio de 112.000 pieles. Weddell (1825) calculó que no menos de 120.0000 pieles debieron haber sido extraídas solo de las Georgias del Sur durante los 50 años de caza de lobos marinos.

En 1819, el capitán Smith descubrió las Islas Shetland del Sur —asiento de poblaciones de lobos finos antárticos (Arctophoca gazella) - y con ellas el campo de lobeo más importante del s. XIX  donde  en la  estación primavera-verano de 1820-1821, con al menos 47 barcos entre norteamericanos e ingleses, se alcanzó la  captura 250.000 animales. En la estación siguiente más de 44 barcos se llevaron 340.000 pieles (Neddell, 1825, en Bonner, 1982).

Webster (citado en Bonner, 1968), describe en 1829 la escasez absoluta de animales en las Shetland. Por otra parte se estima que la población del norte de Patagonia (región comprendida entre la desembocadura del Río Negro, 41°02’S, y la desembocadura del Río Chubut, 43°20’S) estaba reducida a menos del 10% de su tamaño original en la década de 1960 cuando se dejó de explotar (Crespo y Pedraza, 1991; Koen-Alonso y Yodzis, 2005; Grandi et al., 2012). Actualmente la población del norte de Patagonia se estima entre 60.500 y 83.500 lobos marinos, y se estaría recuperando a una tasa relativamente alta, cercana al 6 % anual (Dans et al., 2004; Grandi, 2010).

Respecto del estado actual de las poblaciones del  lobo marino de un pelo (Otaria flavescens) según Romero et al. (2019) “La abundancia del lobo marino común es alta y las tendencias poblacionales son positivas en todas las regiones donde habita en Argentina”. Estos autores estiman una población total de más de 200.000 individuos y la clasifican como de Preocupación Menor (LC), según los criterios de la UICN. Su conservación se ve afectada por actividades antrópicas como la pesca que provoca mortalidad incidental y competencia por los recursos alimenticios. Por otro lado constituyen un importante recurso turístico en distintos puntos de la costa patagónica.


 

 
Arctophoca australis - San Clemente del Tuyú (Buenos Aires)
Foto Alex Mouchard


 

El Lobo marino de dos pelos (Arctophoca australis) cuenta en Argentina con una población de 125.000 individuos con tendencia poblacional positivas, por lo cual se lo clasifica como Preocupación Menor (LC; UICN). Los apostaderos son escasos (islas de Chubut, Tierra del Fuego, Isla de los Estados e Islas Malvinas) y eso representa un riesgo ante epidemias y actividades antrópicas. Existe un riesgo derivado de posibles derrames de petróleo de buques e instalaciones costeras, así como de la actividad pesquera. Asimismo la ingestión de plástico y los enredos con sunchos y líneas de pesca constituyen otro peligro más (Vales et al., 2019).

 

 

 

 

LA EXPLOTACIÓN

 

“Las costas del mar en Chubut han sido en otro tiempo renombradas por las grandes pescas de focas que allí han tenido lugar y en las que se han sacrificado millares de esos animales, tanto que hoy sólo se encuentran en el Sur de Buenos Aires pequeñas Roquerías, como llaman los pescadores a los puntos donde se reúnen los lobos marinos. Estas Roquerías no son siempre habitadas; sino que las focas, con intervalos de uno a dos años y en grandes tropas, cuyo número llega hoy a dos mil, invaden las rocas, al pie de algún promontorio, elevado casi a pique, sobre el Oceáno. En el mar nunca las he visto reunidas en número considerable: sólo cinco o seis muestran sus negros hocicos para respirar y se hunden con su lastre de piedras, que llevan consigo para triturar los alimentos, cuando notan que la curiosidad o el instinto destructor del hombre puede ponerlas en peligro. En el agua es dificultoso apresarlas, pues luego de heridas desaparecen en las proximidades, pero en la costa sucede lo contrario. La caza, aunque no está exenta de peligros, es casi siempre segura, cuando se ha tenido buen cuidado de burlar la vigilancia de los venerables y feroces machos melenudos de la tropa, encargados de hacer de centinelas mientras las hembras buscan su alimento y cuidan con cariño, casi humano, sus hijuelos o duermen tranquilas sobre las rocas, a donde con gran dificultad han trepado (…) La Otaria jubata o león marino (…) es la que ha proporcionado aceite a las fábricas que en la costa patagónica se establecieron en otro tiempo y de las que hoy sólo quedan ladrillos refractarios y enormes tachos de hierro, entre los médanos.”

 

Moreno, Francisco P. 1879. Viaje a la Patagonia Austral. Buenos Aires: La Nación. Tomo primero.

 

 

 

LOS LOBOS MARINOS

 

Pocos relatos referidos a las matanzas de estos mamíferos marinos nos proporcionan datos que permitan suponer  la especie a la que se refieren. Pero es lógico que en los primeros relatos no se mencionaran especies dado que recién en 1776 Schreber describe a Phoca jubata (= Otaria  flavescens) y en 1782 Zimmermann a Phoca australis (= Arctophoca australis) y ya bastante antes de esas fechas se había iniciado la caza.  En una primera etapa los viajeros observaron las grandes colonias y registraron su ubicación narrando lo visto  a su regreso a Europa, lo cual generó una segunda oleada de viajeros ya cazadores

En la costa atlántica de la Argentina y en el archipiélago de Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur están presentes, principalmente, las siguientes especies: el lobo marino de dos pelos sudamericano (Arctophoca (= Arctocephalus) australis),  el lobo  de un pelo sudamericano (Otaria flavescens), el lobo  marino de dos pelos antártico (Arctophoca (= Arctocephalus) gazella) habitante las islas al sur de la Convergencia Antártica y el lobo marino de dos pelos subantártico (Arctophoca (= Arctocephalus) tropicalis), que vive mayormente en las islas al norte de la Convergencia Antártica de los océanos Atlántico, Pacífico e Indico, no obstante es común ver ejemplares errantes en las Georgias del Sur. Todas estas especies en algún momento puede aproximarse a las costas patagónicas, pero las más conspicuas son las dos primeras y sobre ellas recayó mayoritariamente la gran masacre.


Harén de lobos marinos (Lydekker & Sclater, 1894)


No tenemos intención de referirnos a cuestiones taxonómicas (con muchas controversias hasta hace poco tiempo), pero básicamente debemos decir que al grupo de animales mencionados integran el grupo de los carnívoros y se los denomina Pinnípedos o de la superfamila Pinnipedia, que se divide en tres familias. Una de ellas es la Otaridae, a la que pertenecen las especies mencionadas que, entre otros caracteres, se diferencian de las otras dos familias por tener  visible sus pabellones auditivos u orejas.

Dedicaremos especial atención al denominado “lobo marino de un pelo sudamericano” (Otaria flavescens)  por ser muy abundante en las costas de la Argentina.

Charles Darwin y Alfred Russell Wallace desarrollaron la Teoría de la Evolución a mediados del Siglo XIX. El mecanismo por el cual la evolución ocurre fue denominado por Darwin “Selección Natural”. La Teoría de la Evolución tiene por fin conocer la historia de vida de una especie, los mecanismos de su evolución y los procesos de adaptación. La historia de la evolución de los pinnípedos comenzó hace aproximadamente 25 millones de años, durante la época del Oligoceno tardío. Para entender esto podríamos imaginar a un mamífero terrestre que se alimentaba en el mar y que tenía algunas adaptaciones que le permitían utilizar el medio marino. No debemos olvidar que esas adaptaciones aparecieron por azar a través del proceso evolutivo y que se fijaron mediante selección natural, ya que por ser ventajosas no llevaron a la muerte a los ejemplares que las tenían, sino que permitieron su supervivencia y reproducción, y fueron transmitidas mediante el ADN a sus descendientes (Cappozzo, 2004). Este animal marino costero era de tamaño mediano –superior a una nutria actual- y podía explotar un nuevo ambiente inexplorado por sus congéneres, obteniendo beneficios tales como abundante alimento. El nombre científico del antecesor de los pinnípedos es Enaliarctos mealsi y corresponde a un fósil pinnipediomorfo (de la superfamilia Pinnipedia, a la que hoy pertenecen los lobos marinos). En la evolución de focas, morsas y lobos marinos existen discrepancias con relación a si provienen todos de un único antecesor (origen monofilético) o de dos antecesores distintos, pero los detalles a favor o en contra de una de estas posturas queda para biólogos moleculares y paleontólogos.

 

Otaria molossina de Lesson. Dibujo de James Stewart. (Jardine, 1839)



 

La adaptación  fue realmente sorprendente.  Partamos del aspecto de verdadera mole que tienen estos animales donde los machos  pesan  hasta  350 kilos y su largo máximo puede llegar a 2,60 metros (Bastida y Rodríguez, 2009), mientras que las hembras pueden pesar como máximo unos 150 kilos y el largo ronda 2,20 metros en los ejemplares de mayor tamaño. Si, además de su fisonomía de un muy pesado animal viéramos la torpeza para deambular, quedaríamos boquiabiertos al verlo zambullirse como si se tratara  de un pez que una vez en el agua mueve con toda soltura su cuerpo ondulante y cuyos miembros anteriores son dos  remos perfectos aunque casi inútiles fuera del agua. He observado su natación en el puerto de Mar del Plata, cuando se subían a los ya emblemáticos barcos de pesca color anaranjado intenso, y luego se lanzaban al agua y durante muy poco tiempo los veía nadar con una silueta plenamente fusiforme, cambiando bajo el agua su color pardo por  negruzco al estar su pelambre de una sola capa de pelos, totalmente mojada. No menos sorprendente resultaba ver su ascenso que, como si una catapulta los impulsara, hacía asomar su cuerpo enteramente fuera del agua; mediante hábiles y rápidos movimientos utilizaban sus “manos”, absolutamente atrofiadas como tales, y en segundos estaban otra vez sobre la barcaza. He pasado muchos minutos, y en distintas ocasiones,  observando esto que no parecía real: eran 350 kilos que mediante un movimiento del cuerpo se elevaban varios metros.

Fuera del agua, su dificultad para trasladarse es bastante grande, dado que carece de extremidades preparadas para ello; no obstante con gran esfuerzo puede realizar una “carrerita”. Sin dudarlo, esta carencia de facilidad de traslado sobre la tierra contribuyó mucho a que fueran muertos a golpes de garrote en sus cabezas.


 

Lobos marinos de un pelo. Península Valdés (Chubut). Foto Alex Mouchard.




Veamos al ilustre Carl Linneo (1806) como calificaba a este grupo de mamíferos marinos: “Es una tribu sucia, extraña y pendenciera, fácilmente domesticable, y polígama; la carne es suculenta y tierna; la grasa y la piel son útiles; viven y nadan bajo el agua, y se arrastran con dificultad por tierra pues tienen las patas anteriores recogidas y las posteriores unidas; se alimentan de peces y productos marinos y engullen piedras para evitar el hambre, distendiendo así el estómago”

Su cuerpo alargado es poco notable al estar apoyado sobre la arena, pero luce en los machos  una vistosa y tupida melena que cubre todo el cuello y finaliza en la cara. Es bien visible su hocico romo y ancho. La hembra, de menor tamaño, por carecer  de melena, parece aún más pequeña.



Lobería en Península Valdés (Chubut).  Foto Alex Mouchard


 

Respecto a la reproducción, que tiene lugar en los apostaderos de las costas de mar o en islotes cercanos,  existe una serie de secuencias que se cumplen estrictamente y para los machos este tiempo puede considerarse algo peligroso por la competencia que se produce entre los ellos, dado que siempre hay un círculo de “solteros”  que están al acecho de obtener alguna hembra.

Ocurre así: a mediados de diciembre las colonias comienzan a ser ocupadas por los machos que son los primeros en arribar. Van tomando posiciones como para que a la llegada de las hembras, unos días después, logren conseguir su compañera de reproducción. Al llegar las madres, dan a luz en los dos o tres primeros días, y la cópula se produce nuevamente entre el 5° y 7° día, ocurriendo siempre algún revuelo ya que los machos quieren mantener su dominio sobre las hembra de su harén, y éstas practican la poliandria de forma de asegurarse la preñez. Recordemos que siempre se forma un grupo de machos solitarios que pugnan por aparearse. Todo el proceso reproductivo finaliza cerca de fines de febrero, o sea unos 50 a 60 días después. La organización social queda definida por grupos de cría con poliginia moderada, grupos de machos territoriales solitarios que tratan de retener a las hembras y grupos marginales que mantienen su interacción con los grupos de cría. El criadero o colonia tiene esos grupos satélites de machos jóvenes y adultos que no consiguen hembra. Estos conjuntos periféricos no penetran al área de cría, en cuyo centro se encuentran los grupos reproductores de hembras y machos.

 

Gabriel Omar Rodríguez

 

 

Nombres comunes de Otaria flavescens según SAREM  (https://cma.sarem.org.ar/es/especie-nativa/otaria-flavescens):

 

Lobo marino de un pelo

León marino sudamericano

León marino de América del Sur

Lobo marino sudamericano

Lobo marino común

 

 

En portugués:

 

Leão-marinho-do-sul

Leão-marinho-da-patagônia

 

 

En inglés:

 

South American Sea Lion

Southern Sea Lion

 

 

 

 

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