"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


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miércoles, 6 de agosto de 2025

LAS AVES DEL PARAÍSO DE ELCANO

 Alex Mouchard

 

Toy suy ce couple heureux, toy glorieux Mamuque
Bourgeois de Paradis hoste du clair Moluque,
Oyseau miraculeux, qui vis alegrement
Dans l'air (comme l'on dict) sans aucun aliment :
De qui mille escrivains plus grands que veritables
Ont laissé par escript plusieurs gentiles fables (,,,)

Les Œuvres / Paul Contant, 1628

[Tú eres esta feliz pareja, tú, glorioso Mamuco,/ habitante del Paraíso, anfitrión de las claras Molucas,/ pájaro milagroso, que vive alegremente/ en el aire (como se dice) sin alimento;/ de quien mil escritores, más sublimes que veraces, /han dejado escritas muchas amables fábulas...]

 

Paradisea minor

Lámina de John Gould y William Hart

(Sharpe, 1891-98)




El 6 de septiembre de 1522 arribaron al puerto de Sanlúcar de Barrameda (España) en la nave Victoria 18 hombres completamente exhaustos que acababan de realizar una de las mayores hazañas de la humanidad: por primera vez habían circunvalado la Tierra, no sólo demostrando su redondez, sino también abriendo nuevas rutas para el conocimiento y el comercio.  Eran los sobrevivientes de una tripulación original de 245 hombres que partieron en el viaje de descubrimiento de Fernando de Magallanes quien había logrado encontrar el famoso estrecho que comunicaba los océanos Atlántico y Pacífico.  

Poco después, probablemente a fines de ese mismo mes de septiembre, Juan Sebastián Elcano, que había quedado a cargo de la expedición tras la muerte de Magallanes, se reunió en Valladolid con el rey Carlos I de España, quien gobernaba ese vasto «imperio en el que “nunca se pone el sol”.  En sucesivas reuniones, Elcano y sus compañeros relataron la increíble aventura al emperador y a importantes personajes de su corte (Aguinagalde, 2019a, 2019b).

Entre los que escucharon el fascinante relato se encontraba el asistente personal del emperador, Maximiliano van Zevenbergen, más conocido como Maximilianus Transylvanus quien sería el autor del primer informe editado del viaje, escrito en latín. En formato de carta, destinada a su anterior empleador, el arzobispo de Salzburgo, Mateo Lang de Wellenburg, quizás su padre biológico, Maximiliano relataba que, llegados los expedicionarios a las islas Molucas, encontraron allí reyes que les entregaron diversos objetos como obsequio.

“Los regalos eran espadas y otros artículos de ese tipo. Pero lo principal era la Mamuco Diata, es decir, la avecita con la que se protegen aquellos que se creen seguros e invencibles en la batalla. Se enviaron cinco de éstas, una la obtuve del capitán del barco [Juan Sebastián Elcano], y la envío a Vuestra Reverendísima Señoría. No porque piense que estará a salvo de trampas y espadas, como afirman, sino para que se deleite con su rareza y belleza” (Transylvanus, 1523).


Ave del Paraíso

Detalle de  “La Tentación en el Jardín del Edén”

Jan Brueghel el Viejo, 1600

Victoria and Albert Museum, Londres.

https://collections.vam.ac.uk/item/O17809/the-temptation-in-the-garden-oil-painting-brueghel-jan-the/#:~:text=This%20painting%20is%20a%20good, produced%20many% 20versions% 20of% 




Aguinagalde (2019b) da por seguro que Transylvanus se informó directamente de Elcano, quien le habría regalado una de las aves, la que junto con especias y otros artículos, habría enviado a Matteus Lang, quien a la sazón estaba a cargo del obispado de Cartagena (España)  (Moroni, 1846). No sería de extrañar que este ejemplar finalmente haya ido a parar a la Cámara de Arte y Maravillas (Kunst und Wunderkammer) del archiduque Fernando II de Austria, sobrino de Carlos I,  en el Castillo de Ambras en Innsbruck (Austria).

Explicaba Transylvanus que esos reyes “hace unos pocos años, (…) comenzaron a creer que las almas eran inmortales” y fue porque “les dieron este argumento: que cierta ave, la más hermosa de todas, nunca se atrevía a posarse en el suelo ni en ninguna otra cosa que estuviera en el suelo. Pero a veces desde los cielos más altos caía sin vida al suelo. Y cuando los mahometanos, que llegaron a ellos con fines comerciales, vieron este pequeño pájaro nacido en el paraíso, siendo el paraíso un lugar para las almas y que estaba imbuido de tal vida, este lugar prometía maravillas de para las almas. Al pajarito lo llamaron Mamuco Diata” (Transylvanus, 1523).

El nombre correcto sería burung dewata o, según Alfred Wallace, manuk dewata (aves de dios). Los portugueses las bautizaron como passaros do sol, y los navegantes holandeses como Avis paradiseus. (Wallace, 1869).


Paradisea minor, en la fase final del despliegue

Dibujo de G.E. Lodge.

(Ogilvie-Grant, 1905)




Fernández de Navarrete dio una traducción no literal de la carta de Transylvanus,  donde le hace decir que los dichos reyes tienen a esas aves “por cosa celestial, y aunque están muertas jamás se corrompen ni huelen mal , y son en el plumaje de diversos colores y muy hermosas, y de tamaño de tortolillas, y tienen la cola larga harto, y si les pelan una pluma les nace otra aunque estén muertas; las cuales llevan los Reyes cuando van a pelear con sus contrarios, y tienen por cierto que teniéndolas consigo están seguros en la batalla , y que no pueden ser vencidos de sus enemigos. Una destas aves manucodiatas alcancé del capitán desta nao que las trajo , y la envio á Vtra. Sría. Rma., no para que piense Vtra. Sría, que teniéndola consigo lo ha de hacer libre de las asechanzas y traiciones y peligros de hierro y armas de sus enemigos , como piensan aquellos Reyes bárbaros , sino para que Vtra. Rma. Sría. vea ave que nunca vio, y se huelgue en acatar su hermosura” (Fernández de Navarrete, 1837). 

Según Navarrete las dichas aves “andan volando , sin que jamás las viese persona alguna asentar en tierra , ni en árbol, ni en otra cosa que en la tierra sea , y ansi andan volando siempre por el aire sin posar en parte alguna , hasta que cansadas desfalleciendo caen en tierra muertas, y no las toman vivas”. Y refiere el nombre como mamucho o manucodiata “que quiere en su lengua decir Ave de Dios”, agregando que “los castellanos juzgaron que se mantenían del roció y flor de las especias” (Fernández de Navarrete, 1837). 


Ave del Paraíso

Detalle de  “El Paraíso terrestre y la Caída de Adán y Eva”

Jan Brueghel el Viejo,  1617.

Royal Picture Gallery Mauritshuis - The Hague




En aquel histórico viaje se encontraba también Antonio Pigafetta, un noble italiano que actuó como cronista de la expedición de Magallanes, que publicó su versión del viaje en Relazione del primo viaggio intorno al mondo (1536). Veamos que dijo de las famosas aves, haciendo referencia al rey de la isla Bachian o Bacan: “También nos regaló dos hermosos pájaros muertos para el Rey de España. Estas aves son grandes como los tordos: tienen la cabeza pequeña, el pico largo, las patas delgadas como una pluma de escribir y un palmo de largo; no tienen alas, pero en su lugar hay largas plumas de varios colores similares a grandes penachos; su cola se parece a la del tordo; todas las demás plumas, excepto las de las alas, son de color oscuro; y nunca vuelan, excepto cuando sopla el viento. Nos dijeron que estas aves vienen del paraíso terrenal, y las llamaron bolondinata, es decir, aves de Dios” (Pigafetta, 1800).


Bolondinata

(Pigafetta, 1800)

                                                              


Por lo visto en la isla Bacan les entregaron dos aves “empajadas”, es decir pieles rellenas con paja, con lo cual en otro momento del viaje se supone que recibieron otras tres para completar las cinco que mencionó Transylvanus. Algunos autores (Casetti et al., 2021; Stresseman, 1954) opinan que  las aves en cuestión serían de la especie ave del paraíso esmeralda chica (Paradisaea minor), si bien los relatos publicados no dan una descripción detallada como para poder identificarla con precisión. Pero se trata de un ave común en su zona de distribución (Frith & Frith, 2020), que vive en el norte de Nueva Guinea  y en islas cercanas como  Yapen y Misool, y esta última se encuentra a 240 km en línea recta de la isla de Bacan. Por otro lado Fernández de Navarrete (1837) afirmaba haber “visto en Madrid en 1831 tres de estos pájaros traídos de Manila adonde los habían llevado de la isla de Terrenate [Ternate]” y su descripción coincide en un todo con Paradisaea minor. Otros creen que las dos aves obsequiadas por el rey de Bachian podrían ser aves del paraíso de Wallace (Semioptera wallacii), que precisamente son endémicas de las islas Bachian y Halmahera (Mužinić et al., 2009).


Paradisea minor

Dibujo de Joseph Wolf, litografiado por John Smit.

(Elliot, 1873)




Es posible que estas dos aves las conservara el rey Carlos I (Mužinić et al., 2009). La tercer ave sería la que Elcano obsequió a Transylvanus y éste a Matteus Lang. Un cuarto espécimen habría sido adquirido por la archiduquesa Margaret de Austria en la ciudad flamenca de Mechelen en 1523, y siendo tía abuela del cardenal Alessandro Farnese, dicha ave serviría de modelo al miniaturista Juraj Julije Klovic Croat (Iulius Clovius ) para la primera imagen de un ave del paraíso en colores que se haya publicado, y que aparece  en El Libro de horas, un libro de oraciones realizado entre 1537 y 1546, por orden de dicho cardenal.  Como se ve en dicha ilustración se trata de un ave del paraíso grande (Paradisaea apoda) (Mužinić et al., 2009). Es probable que Antonio Pigafetta cuando visitó al Papa Clemente VII en Roma hacia 1523 , llevara la quinta piel obtenida en el viaje (Bogdan et al., 2009) y que esta piel quedara en el gabinete de curiosidades del papa.


Ave del paraíso grande

Detalle de Las Horas Farnese o Las Horas de la Bendita Virgen María

The Morgan Library & Museum, New York.

http://ica.themorgan.org/manuscript/page/4/77250




Así llegaron las que para muchos autores fueron las primeras aves del paraíso llevadas a Europa para admiración de los sabios de ese entonces.  Sin embargo Teixeira muestra que el mercader florentino Giovanni da Empoli había desembarcado en Lisboa en agosto de 1514, antes del viaje de Magallanes-Elcano, trayendo una piel:  “Un pájaro muerto muy hermoso que traje de Malaca, y hasta allí viene de un país más remoto (…) donde crece el clavo de olor. El pájaro no tiene patas; siempre está en el aire, sin tocar el suelo, y se alimenta del aire, y en el aire cría a sus hijos sobre su grupa, según lo que he aprendido de los habitantes de esa tierra” (Teixeira, 2021). Dicha ave la obsequió al también florentino papa León X, un apasionado de la caza y de los animales exóticos.

En efecto, las aves del paraíso formaban parte de un comercio establecido hacía más de 4000 años entre los papúas de Nueva Guinea y los nativos de las Molucas (Mužinić et al., 2009).  Y las plumas de dichas aves integraban un tráfico comercial que se desarrollaba en el sultanato de Tidore (Molucas Septentrionales) con destino a China y a Portugal. Estas plumas eran un símbolo de status elevado y eran muy apreciadas por nobles árabes, turcos, papúes y europeos (Andaya, 2017).


Manucodiata

Conrad Peutinger envió a Conrad Gessner un dibujo

 del especímen en su colección, el cual sirvió de base

 para la xilografía publicada por éste (Gesneri, 1555)



La noticia que aportó Transylvanus de que las aves del Paraíso nunca se posaban se sumó al hecho de que los nativos preparaban las pieles quitando las patas, las alas, el cráneo y  las vísceras, y ahumando las pieles para conservarlas. Así se generó el mito en Europa de que dichas aves carecían de patas, mito que persistió más de un siglo y medio (Bogdan et al., 2009) enriquecido con fantásticas especulaciones de los primeros naturalistas como Gerolamo Cardano, Conrad Gessner y Pierre Belon. Esto llevó a Linneo, en 1760,  con su peculiar sentido del humor, a denominar a la especie mayor Paradisaea apoda, es decir ave “del paraíso sin patas”.

Todo ello a pesar de que el cronista Francisco López de Gómara en 1552, habiendo examinado las pieles que llegaron en la nave de Elcano, había aclarado que “tienen las piernas largas un palmo (...) no tienen alas; y así, no vuelan sino con aire. Jamás tocan en tierra sino muertas, y nunca se corrompen ni pudren. No saben donde crían ni qué comen; y algunos piensan que anidan en el paraíso (...) Piensan los nuestros que se mantienen del rocío y flor de las especias” (García Arranz, 1996). Evidentemente a la cultura religiosa cristiana le convenía ignorar la existencia de las patas para utilizar a las aves del paraíso como prueba palpable de la existencia del paraíso terrenal.

El marino inglés William Funnel, que participó del viaje de circunnavegación del corsario William Dampier en 1703-1705, dio un indicio de por qué las aves del Paraíso caían del cielo. Tuvo oportunidad de verlas en la isla de Ambon (Molucas) aunque aclaro que nunca se las veía vivas y por eso los mercaderes malayos las llamaban Burong mati (“aves muertas”).

“Se cuenta de estas aves que cuando las nueces moscadas están maduras, lo que ocurre en los meses de febrero y marzo, acuden en grandes números a los sitios donde ellas crecen, p. ej. a [la isla] Banda y este lugar [Ambon], y comen la cáscara externa de la nuez. Tras lo cual caen al suelo muy totalmente borrachas, y un innumerable regimiento de hormigas se alimentan de ellas y las matan”  (Funnell, 1707).

Podría haber algo de cierto en esto ya que son conocidas la propiedades neurotóxicas de dicho fruto.

 


Aguinagalde, F. Borja. 2019a. El capitán Juan Sebastián, o Elcano en su entorno. Guetaria, la circunnavegación y la corte del emperador. En: V Centenario de la primera vuelta al mundo de Magallanes Y Elcano.

Aguinagalde, F. Borja. 2019b. Habent sua fata libelli. Elcano y la construcción del relato de la primera circunnavegación, una historia apasionante de errores e imprecisiones. Anais de História de Além-Mar 20: 173-214.

Andaya, Leonard Y. 2017. Flights of fancy: The bird of paradise and its cultural impact. Journal of Southeast Asian Studies, 48(3): 372–389.

Bogdan, Jasenka Ferber & Mužinić, Jasmina. 2009. Bird of Paradise Motive by Julije Klovic in the Farnese Hours. Ikon, 2:297-304.

Casetti, Lapo; Graziani, Michela & Vuelta García, Salomé. 2021. Nel segno di Magellano tra terra e cielo : Il viaggio nelle arti umanistiche e scientifiche di lingua portoghese e di altre culture europee in un’ottica interculturale. Firenze : Firenze University Press.

Contant, Jacques & Paul. 1628. Les oeuvres de Jacques et Paul Contant pere et fils maistres apoticaires de la ville de Poictiers. Julian Thoreau et la veuve d'Antoine Mesnier, Poitiers.

Elliot, Daniel Giraud. 1873. A monograph of the Paradiseidae or birds of paradise. London.

Gonzalo Fernández de Oviedo. 1852. Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra-firme del Mar Océano. Vol. 2. José Amador de los Ríos (ed.), Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia.

Fernandez de Navarrete, Martin. 1837. Colección de los Viages y Descubrimientos, que hicieron por mar los Españoles desde fines del Siglo XV. Tomo IV. Expediciones al Maluco . Viage de  Magallanes y de Elcano. Madrid, en la Imprenta Nacional.

Frith, C. & D. Frith. 2020. Lesser Bird-of-Paradise (Paradisaea minor), version 1.0. In Birds of the World (J. del Hoyo, A. Elliott, J. Sargatal, D. A. Christie, and E. de Juana, Editors). Cornell Lab of Ornithology, Ithaca, NY, USA. https://doi.org/10.2173/bow.lbopar1.01

Funnell, William. 1707. A Voyage round the World containing an account of Captain Dampier's Expedition into the Years 1703 and 1704. James Knapton, London.

García Arranz, José Julio. 1996. Paradisea Avis: La imagen de la Naturaleza exótica al servicio de la enseñanza didácticoreligiosa en la Edad Moderna. Norba-Arte 16: 131-152.

Gesneri, Conradi. 1555. Historiae animalium liber III qui est de Avium natura. Froschauer.

https://www.biodiversitylibrary.org/

Moroni, Gaetano. 1846. Dizionario di erudizione storico-ecclesiastica da S. Pietro sino ai nostri giorni. Tipografia Emiliana.

Mužinić, Jasmina; Bogdan, Jasenka Ferber & Beehler, Bruce. 2009. Julije Klovic: the first colour drawing of Greater Bird of Paradise Paradisaea apoda in Europe and its model. J Ornithol 150:645–649.

Ogilvie-Grant, W. R. 1905. On the Display of the Lesser Bird-of–Paradise (Paradisea minor) . Ibis ser.8:v.5=no.17-20 .

Pigafetta, Antonio. 1800. Primo Viaggio intorno al Globo Terracqueo ossia Ragguaglio della Navigazione alle Indie Orientali per la Via d'Occidente … sulla Squadra del Capit. Magaglianes negli anni 1519-1522. Milano: Stamperia di Giuseppe Galeazzi.

Sharpe, Richard Bowdler. 1891-98. , 1847-1909. Monograph of the Paradiseidae, or birds of paradise and Ptilonorhynchidae, or bower-birds. London, H. Sotheran & Co.

Stresemann E. 1954. Die Entdeckungsgeschichte der Paradies vögel. J Ornithol 3–4:263–291.

Teixeira, D.M. 2021. Giovanni da Empoli (1483‑1518): a florentine merchant in Portuguese Asia and the earliest specimens of birds of paradise in Europe (Passeriformes, Paradisaeidae). Arq. Zool., 52(5): 71‑82.

Transylvanus, Maximilanus. 1523. De Moluccis insulis, itemque alijs pluribus mirandis, quæ nouissima Castellanorum nauigatio sereniss. Imperatoris Caroli V auspicio suscepta, nuper inuenit: Maximiliani Transyluani ad Reuerendis. Cardinalem Saltzburgensem epistola lectu per quam iucunda. Colonia.

Wallace, Alfred Russel. 1869. The Birds of Paradise. Harper's New Monthly Magazine 230. New York.

viernes, 28 de febrero de 2025

LA AGACHONA CHICA (Thinocorus rumicivorus): El AVE QUE FASCINÓ A DARWIN

 

Alex Mouchard

 

 

Salas y Gómez, calvo peñasco,

salta en la marea del Pacífico de pronto,

sin una hierba, sin siquiera musgo,

zócalo duro por el sol roído,

del pueblo de los pájaros reposo

en el henchido seno que respira.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

mas yo escalé de frente

aquel peldaño de roca pura.

Las aves, al peligro inocentes, se apartaban apenas,

estiraban el cuello, se asombraban.

 

Adelbert von Chamisso – “Salas y Gómez” (1823)

 

 

En parte chorlo, en parte perdiz y en parte paloma, la agachona chica (Thinocorus rumicivorus), con su modesto aspecto, fue capaz de fascinar al mismísimo Charles Darwin durante su viaje por Sudamérica.

 

 


  Thinocorus rumicivorus. El macho de lado y a la hembra de frente.

Dibujo de E. Bomer (Eschscholtz, 1829-1833)

Sven Nilsson (1830) opinaba que las imágenes del Zoologischer Atlas “dejan mucho que desear en comparación con las mejores obras de la época: parece demasiado evidente que las figuras están hechas a partir de animales y aves mal disecados”.


 

UN AVE NUEVA PARA LA CIENCIA

 

A mediados de enero de 1824 atracó en el puerto de Talcahuano (Chile) la fragata rusa Predpriatie (“Empresa”) al mando del capitán Otto Von Kotzebue. Estaba cumpliendo la orden del zar Alejandro I de realizar una circunnavegación alrededor del mundo con carácter científico, pero también de protección de la Compañía Ruso Americana que operaba comercialmente en Alaska, por entonces perteneciente al imperio Ruso.

Este era el segundo viaje alrededor del mundo realizado por este experimentado marino y en esta ocasión llevaba a bordo como naturalista al profesor Johann Friedrich von Eschscholtz (ver recuadro) y como mineralogista a Heinrich Friedrich Emil Lenz. Eschscholtz ya había participado en el primer viaje de circunnavegación (1815-1818) de Kotzebue.

Una vez desembarcados, el capitán y el Dr. Eschscholtz se dirigieron cabalgando a la nueva ciudad de Concepción para entrevistarse con el presidente Ramón Saturnino Andrés Freire. Le solicitaron permiso para que los naturalistas hicieran un viaje a la Cordillera para colectar especímenes. Freire, preocupado por las últimas operaciones de la guerra de la Independencia, se negó y a cambio les otorgó una autorización para realizar excursiones bajo vigilancia por los alrededores de Talcahuano y la bahía de Concepción. Fue así que hicieron una excursión desde el puerto hasta Penco, sede de la antigua ciudad de Concepción, destruída por el terremoto de 1751.

Las montañas que rodean este valle se elevan suavemente hasta una altura moderada y deleitan la vista por el verdor de los arbustos de los que están cubiertas. Mientras perseguíamos muchas clases de aves e insectos para mejorar nuestra colección, los marineros lanzaron una gran red y capturaron una cantidad de conchas y otros peces con los que abunda el mar en esta zona” (Kotzebue, 1830).

Después de la comida, todo el grupo salió a cazar y en el transcurso de unas pocas horas había matado varios cientos de aves acuáticas de diversas especies. Las bandadas en las que vuelan a veces son tan numerosas que oscurecen el cielo” (Kotzebue, 1830).



Penco, a principios del s. XVIII

(Frézier, 1716)


Entre las aves capturadas, le llamó la atención a Eschscholtz una pequeña ave de plumaje muy críptico que correteaba por la costa. Comprendió que se trataba de algo novedoso dentro de los Grallatores (antiguo orden, hoy Charadriiformes, que incluye chorlos, playeros y gaviotas) ya  que se distinguía por el pico corto y de base gruesa, y por sus dedos completamente libres, sin membranas (Eschscholtz, 1829-1833). La ubicó en un nuevo género: Thinocorus, “alondra de las playas”, del griego this, thinos: montón de arena, médano, playa, y korys, la alondra (Alauda arvensis).  En efecto, estas agachonas se asemejan a las alondras por tener dorso y pecho aperdizados y el vientre blanco, además frecuentan como ellas estepas semidesérticas (Mouchard, 2019).

Titian Peale , coincidía con esta comparación: “Su vuelo es rápido y esquivo. En tierra, tienen un aspecto muy parecido al de las alondras pardas o los gorriones” (Cassin, 1858).

Por otra parte, Eschscholtz (1829-1833) agregaba: “La tierra natal de esta ave es Chile, donde se la ha encontrado en las tierras bajas arenosas y con vegetación cerca de la costa del mar en la Bahía de Concepción. Su canto es similar al del chorlito común.  En su estómago se encontraron semillas de un Polygonum y un Rumex.” Por eso le aplicó el nombre específico rumicivorus, “comedor de romaza”, del latín rumex: romaza, y voro: devorar, comer. Rumex es un género cosmopolita de hierbas poligonáceas con alrededor de cien especies, alguna de las cuales se encontraba en esa playa de Chile.

 

 


Tinochore d’Eschscholtz

Dibujo de Prêtre (Lesson, 1830-1832)



 

DARWIN Y LA AGACHONA CHICA

 

Una década después, el famoso naturalista Charles Darwin, envió una carta a su amigo y profesor de botánica,  John Stevens Henslow, escrita desde las cercanías de Montevideo el 24 de noviembre de 1832. Decía: “Hay un pobre ejemplar de ave, que a mis ojos no ornitológicos, parece ser una feliz mezcla de paloma, alondra y becasina. El propio Sr. Mac Leay nunca imaginó una criatura tan intermedia. Supongo que resultará ser algún ave bien conocida, aunque me ha desconcertado bastante” (Darwin, 1832).

Se refería a la agachona chica y al entomólogo William Sharp Mac Leay, creador de un extravagante sistema de clasificación zoológica, denominado quinarianismo.

Durante su segunda estadía en Maldonado (Uruguay), en mayo/junio de 1833,  Darwin logró cazar una de estas aves a las que denominó provisoriamente Scolopax-Perdrix. Más tarde, el 7 de septiembre de 1835, cuando el Beagle partió de Lima, escribió una reseña sobre la especie (Barlow, 1963):

Esta ave se encuentra en todo el sur de Sudamérica, dondequiera que haya llanuras estériles áridas o pastizales abiertos y secos. En Maldonado, en la costa norte del Plata, no es infrecuente; pero en las grandes llanuras, cerca de Sierra Ventana, es abundante. La vimos en las llanuras interiores de la Patagonia meridional en Santa Cruz en Latitud 50°. En el lado occidental de las Cordilleras, en la parte más austral, donde cesan los bosques y comienza el campo abierto, en Concepción, encontramos esta ave. Se encuentra en todo Chile; y en Copiapó, frecuenta los lugares más desolados, donde difícilmente pueda existir otra criatura viviente. En sus hábitos y estructura parece emparentada con los dos géneros Scolopax y Perdrix. Se las encuentra en parejas o en pequeñas bandadas de cinco o seis; pero en las grandes llanuras cerca de [la Sierra de la] Ventana, vi hasta 30 y 40 en una bandada. Cuando se les acerca, se acuclillan cerca del suelo y es difícil distinguirlas. Cuando se alimentan, caminan bastante lentamente, con las patas bien abiertas, como las codornices. Se espolvorean en los caminos o en lugares arenosos”.

Frecuentan lugares particulares (secos) y día tras día se las puede encontrar allí. Observé este hecho tanto en Maldonado como en Chile. Por sus hábitos de acuclillarse, a menudo se elevan inesperadamente cerca de una persona. Cuando una pareja está junta, se puede disparar a uno sin que el otro se levante. Toda la bandada siempre se eleva junta y cada ave emite un chillido como una becasina. Debido a sus largas escapulares, cuando están en vuelo, vuelan como becasinas. De ahí que todos los cazadores del Beagle las llamaran «becasinas de pico corto». Una vez que están en vuelo, la bandada generalmente vuela a cierta distancia, con un vuelo alto e irregular. Ocasionalmente las he visto remontarse, como una bandada de perdices”.

En Maldonado abrí los estómagos de muchos ejemplares y no encontré nada más que materia vegetal; ésta consistía principalmente de trozos de una hierba gruesa como un junco; trozos de hojas de alguna otra planta y granos de cuarzo. El contenido de los intestinos y las heces son de un color verde muy brillante. En otra época del año y en otro lugar, encontré el buche lleno de pequeñas semillas y una sola hormiga. Las aves (a las que abrí) eran excesivamente gordas y con un fuerte olor desagradable a salvajina. Sin embargo, se dice que son excelentes para comer. Los perros pointer las señalan. En las llanuras al sur del Plata, me dijeron que hacen sus nidos cerca de las orillas de los lagos y ponen cinco o seis huevos blancos con manchas rojas. La cubierta de las fosas nasales es suave. Algunos de los ejemplares tienen una marca negra como una horquilla en el pecho; creo que estos son los machos. ¿La horquilla negra es como la herradura roja de la perdiz inglesa? En La Plata los españoles las llaman «avecasina»” (Darwin, 1913).

 

Darwin, que no era muy buen ornitólogo, afirmó que durante el viaje del Beagle “sólo he colectado un ave que me ha interesado mucho” (Steinheimer, 2004). Obviamente, mientras se iba desarrollando en su mente la idea de las variaciones naturales de las especies, su mayor interés era saber cómo habrían surgido estas aves que exteriormente se parecían a otras no emparentadas con ellas.

Y analizaba:

En todos estos aspectos, en la molleja muscular adaptada a la alimentación vegetal, en el pico arqueado y las fosas nasales carnosas, las patas cortas y en la forma del pie, el Thinocorus tiene una estrecha afinidad con las codornices. Pero en cuanto se ve al ave volar, la opinión cambia: las alas largas y puntiagudas, tan diferentes de las del orden de las gallináceas, el vuelo alto e irregular y el grito lastimero que emite en el momento de elevarse, recuerdan a una becasina” (Darwin, 1838).

Con más bagaje ornitológico, John Gould, le informó que “a este género [Scolopax], o más bien al de los playeros [Familia Scolopacidae], se aproxima … por la forma de sus alas, la longitud de las escapulares, la forma de la cola, que se parece mucho a la del Actitis hypoleucos, y en el color general del plumaje” (Darwin, 1838).

Más adelante, ya bien establecida su teoría de la evolución, así opinaba Darwin del ave que tanto lo había preocupado:

El Thinocorus está estrechamente relacionado con otras aves sudamericanas. Dos especies del género Attagis [la agachona grande y la patagónica] son en casi todos los aspectos como los tarmiganes [Lagopus] en sus hábitos: una vive en Tierra del Fuego, por encima del límite de las tierras boscosas, y la otra justo debajo de la línea de nieve en la Cordillera de Chile central ... Esta pequeña familia de aves es una de las que, por sus variadas relaciones con otras familias, aunque en la actualidad sólo ofrece dificultades al naturalista sistemático, en última instancia puede ayudar a revelar el gran esquema común a las épocas presentes y pasadas, sobre el cual se han creado los seres organizados” (Darwin, 1913).

 

 

The Seed Snipe. Thinocorus rumicivorus

Dibujo de Roland Green

(Astley, 1913)


 

AGACHONAS EN PATAGONIA

 

William Hudson, gran observador del comportamiento de los animales, relataba: “Al posarse, la agachona común deja caer su cuerpo directamente al suelo y se posa contra éste como un atajacaminos; al elevarse, se aleja de repente con un vuelo salvaje y apresurado y el agudo grito de alarma de una becasina. Se alimenta exclusivamente de vegetales. He abierto las mollejas de muchas decenas para asegurarme de que nunca comen insectos, y no he encontrado nada en ellas excepto semillas (generalmente semillas de trébol) y brotes tiernos y hojas mezcladas con diminutas partículas de grava. Estas aves habitan la Patagonia, migrando al norte a las pampas en invierno, donde llegan en abril. Por lo general, van en bandadas de unos cuarenta o cincuenta individuos y vuelan rápidamente, manteniéndose muy cerca unos de otros. Sin embargo, en el suelo, siempre están muy dispersos y son tan reacios a elevarse que permiten que una persona camine o cabalgue a través de la bandada sin levantar vuelo, y cada ave se desliza hasta un pequeño hueco en la superficie o detrás de una mata de hierba para escapar a la observación” (Sclater & Hudson, 1889).

En el oeste de Rio Negro la agachona chica es residente estival y es posible observar sus cortejos y nidos:

A diferencia de su pariente mayor, [la agachona de collar] T. orbignyanus, no frecuenta quebradas rocosas y arroyos, sino que se encuentra en llanuras pedregosas y valles arenosos. Es muy mansa y nada desconfiada, nunca busca escapar volando, a menos que casi se la pise, y entonces vuela sólo una corta distancia, y sigue comiendo. Su alimento consiste enteramente de materia vegetal; casi todos las aves que cacé tenían los picos cubiertos de alguna sustancia pegajosa y el buche frecuentemente lleno de semillas”.

Su llamada de vuelo es un sonido característico en los mallines desde agosto a diciembre ... El ave asciende gradualmente una corta distancia en el aire y luego desciende lentamente con las alas extendidas, emitiendo durante la primera parte del descenso unas pocas notas dulces y burbujeantes. Este despliegue lo realiza ocasionalmente en noches de luna llena”.

El nido es simplemente un hueco rascado en la arena cerca de alguna hierba de no más de 8 cm de alto ... La hembra pasa un tiempo considerable fuera del nido, ocupada no solo en cubrir cuidadosamente los huevos con pequeñas ramitas y trozos de pasto seco, sino que además llena el espacio entre los huevos con el mismo material, de modo que aun conociendo la posición exacta del nido, era imposible notar algo, ya que la parte superior de esta cubierta se confundía totalmente con el suelo” (Peters, 1923).

En un paisaje similar Alexander Wetmore nos decía:

 En Zapala, Neuquén, el 8 y 9 de diciembre, me encontré con la agachona chica en sus zonas de cría en las laderas de un valle abierto, muy pastoreadas, en el que había un pequeño arroyo y ocasionalmente pequeños rezumaderos o manantiales. Cuando llegué de repente a la cima de un alto barranco sobre el pequeño arroyo que drenaba el valle, un polluelo a medio crecer, que reconocí al instante como una agachona, salió corriendo con las alas abiertas y chillando bajo ... La madre se levantó a sólo unos pocos centímetros de distancia. Más adelante en el valle, los adultos eran bastante comunes, aunque eran ariscos ... El lugar tenía un suelo alcalino que mantenía escaso pasto en el cual había dispersos montículos de unos pocos centímetros de altura. Los machos de agachona descansaban tranquilamente en las cimas de estos, pareciendo a la distancia alguna rara alondra o gorrión. Cuando me acerqué, huyeron rápidamente o se agacharon y se escondieron. Cuando se les hacía levantar vuelo de repente, se elevaban con rapidez y se alejaban con rápidos zigzags, emitiendo un grito bajo y áspero. Las marcas de sus alas y su aspecto en esos momentos tenían un parecido sorprendente con los de una pequeña becasina o playero. Los machos, cuando estaban en reposo, emitían ocasionalmente un silbido lastimero con la garganta ligeramente dilatada y palpitante. Para escapar de la persecución, corrían rápidamente, con la cabeza ligeramente hacia delante como un chorlito, y cuando se alejaban de mi camino se agachaban con la cabeza y el cuello extendidos en el suelo. Cuando no se alarmaban, caminaban lentamente, con pasos cortos, a menudo cabeceando como una paloma. De vez en cuando, los machos se lanzaban hacia lo alto para dar vueltas sobre el valle. A su regreso, desplegaban las alas y descendían rápidamente, deteniendo su descenso cada pocos metros de modo que bajaban en una serie de «pasos». La actuación iba acompañada de una curiosa nota doble como risas” (Wetmore, 1926).

El ornitólogo Henry Durnford encontró su nido y pichones en el valle del río Chubut: “El nido es una ligera depresión en el suelo, a veces revestida con unas cuantas briznas de hierba; y antes de abandonarlo, el pájaro adulto cubre los huevos con pequeños palitos. Los huevos son de color gris pálido, muy densamente moteados con manchas de color chocolate claro y oscuro; tienen un aspecto pulido. El polluelo está finamente moteado por todas partes de marrón claro y oscuro” (Durnford, 1878).

En Tierra del Fuego, Robert Crawshay encontró que “esta ave es bastante común y se la encuentra en parejas aquí y allá. Su hábitat habitual es el terreno abierto, a baja altura, en lugares donde la hierba es corta y delicada. Se eleva como una alondra, con un gorjeo, se aleja de manera errática por una corta distancia, quizás 25 metros, y sin ningún intento de ocultarse, vuelve a alimentarse o permanece inmóvil, indiferente a la presencia de alguien …  quedaban alimentándose despreocupadamente a 35 metros de mí, con mi caballo pateando, moviéndose y resoplando con impaciencia” (Crawshay, 1907).

 

 


Cabeza y pata de Thinocorus rumicivorus. (Le Maout, 1853)


 

AGACHONAS EN INVIERNO

 

Durante su estancia invernal en las pampas, la bandada siempre elige como lugar de alimentación un trozo de tierra arcillosa blancuzca, con escasa vegetación seca; y allí, cuando estas aves se agazapan inmóviles en el suelo, al que su plumaje gris se asemeja tanto en color, es muy difícil detectarlas. Si una persona se detiene cerca o en medio de la bandada, las aves delatan su presencia respondiéndose unas a otras con una variedad de notas extrañas, parecidas al arrullo de las palomas, fuertes golpeteos huecos en el suelo y otros sonidos misteriosos, que parecen venir de debajo de la tierra” (Sclater, & Hudson, 1889).

 

A fines de abril, en la laguna de Puán, al oeste de la provincia de Buenos Aires, los naturalistas de la tristemente célebre expedición a la Patagonia del general Julio Roca ya encontraban bandadas de agachonas invernando:

El Thinocorus rumicivorus que casi parece, por la configuración de su pico y de sus patas, intermedio entre la paloma y la perdiz, se llalla siempre en sociedades de 5 a 50 individuos, durante la estación hiemal, particularmente en los lugares donde abundan yuyos
con semillas y una gramilla corta en vez de paja larga. Son animalitos mansos y confiados, que corren por la alfombra del suelo, completamente con las costumbres de la paloma. Nos acercamos y el individuo más próximo deja oír un suave silbido de alarma. Al instante todos los compañeros vecinos se dan por avisados, agazapándose momentá­neamente entre la paja; el primero se levanta emitiendo un grito particular y toda la bandada le sigue al instante, mostrando luego en el vuelo su figura particular, completamente parecida a la de los chorlitos. Generalmente no vuelan lejos; sólo dan unas cuantas vueltas y descienden otra vez a la playa vecina
” (Doering, 1881).

 

Más cerca de Buenos Aires, Henry Durnford las encontró “comunes de mayo a septiembre, y siempre en bandadas. Parece que les gustan tanto los bañados como los campos secos. Cuando se les molesta, vuelan en círculos, emitiendo un silbido bajo, y siempre se posan de cara al viento. Me recuerdan a las bandadas de Calidris arenaria [Calidris alba] cuando permanecen inmóviles en el suelo” (Durnford, 1876).

Ernesto Gibson señalaba que en los pagos de Ajó (Buenos Aires) “esta ave patagónica nos visita en invierno, llegando alrededor del 20 de marzo y partiendo a principios de septiembre. Las bandadas varían en tamaño desde media docena hasta quince o veinte; ocasionalmente incluso se pueden encontrar parejas separadas. Una curiosa combinación de las características de, digamos, un tarmigán en miniatura y un pequeño chorlo, la agachona común es muy interesante en muchos aspectos … recuerdo particularmente, en una ocasión, cuando había dejado el caballo en un sector de terreno accidentado y caminé por casualidad por el medio de un grupo. Al detenerme por completo y mirar hacia abajo, vi un ave anidando un poco más cerca en su refugio o el ojo negro de otra mirándome de reojo. Mientras tanto, extrañas notas de advertencia y excitación contenida parecían emanar de la nada y llenar el aire a mi alrededor; por lo demás, la bandada era completamente indistinguible de su entorno. El contraste entre la confiada quietud en un momento y el agudo grito de alarma y el vuelo salvaje, cuando las aves decidieron de repente emprender el vuelo, fue de lo más sorprendente” (Gibson, 1920). 

A Hermann Burmeister (1858) le resultó simpática la agachona: “Cuando ya estaba anocheciendo, escuchamos el peculiar canto de un pájaro que aún no conocíamos; sonaba como «tul-co». Los arrieros llamaban al pájaro «Gaucho» … era el Thinocorus rumicivorus, que me alegra y que es común en esa zona tan solitaria de toda la región cordillerana”.

En la alta montaña de Mendoza, en las vecindades del Aconcagua, el ave es bastante común e incluso parece criar allí según lo refiere Phillip Gosse: “Estas aves viven únicamente en terrenos húmedos y pantanosos … a menudo oía al ave volar en círculos alrededor del campamento (al menos eso me parecía a mí) en mitad de la noche y emitir un ruido parecido al croar de una rana, sólo que sin las notas ásperas. Cuando estas aves cantan, es muy difícil determinar dónde están, aunque quizás estén bastante cerca de uno todo el tiempo. Cerca del lago sobre [Puente del] Inca, encontré dos pájaros adultos, con tres pequeños, todos posados en aproximadamente un centímetro de agua” (Fitz Gerald, 1899).

 

 

 

AGACHONAS EN CHILE

 

En Chile, la perdicita se encuentra en los llanos pedregosos, pero también en los prados y en las colinas. En el verano pasan más al sur y en el invierno se acercan al norte; entonces se reúnen en bandadas de 40 a 50 individuos para hacer el viaje en compañía. Una vez que pasó la migración se reparten en pares y sólo se ven pocos individuos en el mismo punto ... corren ligero, vuelan por distancias cortas, gritan seguido cuando se elevan, se agachan para esconderse, y se alimentan de pastos y semillas” (Albert, 1900).

Anidan entre las piedras o en el pasto frondoso tapizando una hendidura con pastos sueltos. La hembra pone de tres a cuatro huevos de color arena con manchitas pálidas y brunas oscuras. .. Los padres se entregan por completo al cuidado de los hijuelos"(Albert, 1900).

Ambrose Lane, que colectó aves para el Museo Británico, halló agachonas en la zona desértica próxima a Tarapacá (Chile). En esa región se las conocía como “echadero (del verbo español echarse, estirarse en toda su longitud), por su hábito de tumbarse en la arena en algún pequeño hueco cuando se acerca un intruso. Una o dos veces, en las pocas ocasiones en que me encontré con ellos en Tarapacá, nos apeamos y caminamos hacia donde corrían la última vez que los vimos (aunque nunca pude ubicarlos con precisión en la arena brillante a la que tanto se parecen), pero después de caminar con cuidado y mirar de cerca, no pudimos encontrar más rastros de ellos” (Lane, 1897). Otro nombre que escuchó  fue el de “pollo de mar”, pero este era un nombre genérico que los pobladores daban a chorlos y otras aves limícolas pequeñas. Observó que “al alzar el vuelo, estas aves emiten un chillido sibilante, muy parecido al de una becasina. Cuando se alimentan, emiten sonidos burbujeantes o arrullos, como los que se pueden oír a las palomas” (Lane, 1897).

En ocasión de sus cacerías una de las agachonas quedó herida. “La curé con una pequeña operación y la guardé en una caja, parcialmente abierta y alambrada por un lado, para estudiar sus hábitos. Como estaba mudando en ese momento, cayó en tan mal estado que casi murió, pero al ser liberada de vez en cuando durante unos diez minutos en un campo se recuperó. Primero la llevé a la playa, para tratar de descubrir su comida en la arena desnuda; pero aunque la vi picotear, nunca pude decir exactamente qué picoteaba. En un jardín o campo comía pasto y varias hierbas con voracidad, pero tenía que vigilarlo con cuidado porque corría muy rápido y siempre trataba de esconderse aplastándose en algún hueco. De esta manera casi lo perdí una o dos veces, y a menudo estuve a punto de pisarlo. Poco a poco lo acostumbré a comer pan y alpiste, pero no lo hizo hasta después de algún tiempo … lo mantuve durante aproximadamente una semana en un hoyo en el jardín. Durante este tiempo, generalmente lo traía de noche y permanecía tranquilo todo el día porque no podía salir, y afortunadamente no lo robaron; mientras que como tenía un buen lugar para correr y una abundante provisión de comida, prosperó extraordinariamente bien. Nunca pareció arisco o asustado, incluso cuando lo enjaularon por primera vez, aunque constantemente picoteaba y golpeaba con su pico como para salir. Continuó más o menos con este hábito y nunca se volvió mucho más manso, ni quiso comer de la mano. Sin embargo, resultó tan interesante y se mantuvo tan fácil de cuidar que lo llevé conmigo cuando me mudé al sur, y realizó una cantidad de viajes más maravillosos de lo que jamás hubiera imaginado que le hubiera tocado a un pájaro. Aunque se las arregló bastante bien en los barcos de vapor, su posición ocasional en el traqueteante carro tirado por bueyes fue, me temo, poco envidiable; y, finalmente, me pareció aconsejable llevarlo en una pequeña caja en mi alforja hasta Río Bueno; pero ni siquiera esto lo afectó, y continuó prosperando hasta que tontamente lo confié en una jaula con un espécimen de [caburé] Glaucidium nanum, que parecía demasiado pequeño para ser peligroso. Pero el caburé se comió la cabeza de la agachona común, tras seis meses en que lo mantuve a salvo” (Lane, 1897).

 

 

Johann Friedrich von Eschscholtz, antes de 1829.

Autor desconocido.  (Eschscholtz, 1829-1833).




 

LA AGACHONA CHICA Y LAS CULTURAS

 

Con su pequeño tamaño y su coloración críptica la agachona chica no ha dejado casi huellas en las culturas indígenas ni en las criollas. Además su coloración la asimila a otras aves más conspicuas como los inambúes (martineta copetona, quiula patagónica). Hay algunas pocas referencias de sus nombres en lenguas indígenas y son palabras de origen tehuelche, algunas de las cuales han sido adoptadas por los mapuches (Malvestitti, 2009). Probablemente en la estepa patagónica la etnia tehuelche es la que tuvo mucho más contacto con esta ave.

Una de las pocas referencias la encontramos en la zona norte de Chubut, adonde las agachonas llegan en julio, en pleno invierno, y se cree que su canto anuncia el buen tiempo (Ministerio de Educación de la Provincia del Chubut, 2023).

 

 

Nombres que se le aplican en distintas regiones:

 

Chile: Perdicita o petaquita de la Cordillera, perdigón, echadero.

Argentina: Agachona chica, chorlo agachón.

Buenos Aires: Dormilona, gachita.

Córdoba: Chorlito.

Mendoza: Gaucho.

Río Negro: Corralero.

Santa Cruz: Corralera, porotera.

Mapudungun: chikok, kotriko, choküm, chikom, tüpok

Tehuelche (aonek'o ajen): t'ok'e, tepac-tepac.

 

 

 

 

LA BREVE VIDA DE JOHANN ESCHSCHOLTZ

 


Vista de Tartu, 1800. Autor desconocido.

https://www.meisterdrucke.ie/kunstwerke/1000px/Unbekannt_-_View_of_Tartu_1800_-_%28MeisterDrucke-708253%29.jpg



A fines del siglo XVIII la ciudad de Derpt o Dorpat (Imperio Ruso), actualmente Tartu (Estonia), se encontraba en plena reconstrucción tras un gran incendio que había destruido sus principales edificios, construidos en madera.  En ese lugar, rodeado de extensos bosques y numerosos lagos, nació en 1793 Johann Friedrich Gustav von Eschscholtz. Su familia de apellido original Escholtz, integraba la comunidad alemana que había recuperado su prestigio tras los años de dominación sueca.  De manera que Johann, seguramente atraído hacia las ciencias naturales por la geografía del país, pudo estudiar medicina en la Universidad Imperial, fundada por los suecos en 1632. 

Su profesor de botánica, Karl Friedrich von Ledebour, había explorado los montes Altai, en el centro de Asia, y probablemente lo habrá estimulado a realizar viajes de estudio. El caso es que ante la mala salud del profesor, a Johann le fue ofrecido el puesto de médico y naturalista en un viaje de circunnavegación a bordo de la nave Rurick, comandada por el capitán Otto von Kotzebue. Entre 1815 y 1818, realizaron un viaje para buscar un paso entre el Océano Pacífico y el Atlántico, a través del Ártico. Pasaron por Brasil, Argentina y Chile,  cruzaron el Pacífico hacia Kamchatka, y de allí a Alaska. Luego fueron a San Francisco, donde permanecieron un mes explorando los alrededores. Johann, que coleccionaba mayormente insectos,  viajaba con su gran amigo, el poeta y botánico Adelbert von Chamisso, quien le dedicó el género de la amapola de California,  Eschscholzia californica, designada como flor estatal en 1890 (Jepson, 1929).  Desde allí pasando por Hawái y otras islas del Pacífico, regresaron a San Petersburgo (Essig, 1931).

A la vuelta del viaje Johann fue designado en 1822 director del Museo de Zoología.

Desde 1823 a 1826 Eschscholtz hizo un segundo viaje con Kotzebue, a bordo del buque Predpriatie. En un recorrido similar al primer viaje llegaron por el Cabo de Hornos hasta la Bahía de Concepción en Chile, donde capturaron a la agachona chica. Después navegaron hacia el oeste, visitando la isla Otaheiti, las islas Navigator, y la isla Otdia. Llegaron a Kamchatka en la primavera de 1824 y de allí cruzaron a Sitka (Alaska) que en esa época formaba parte del Imperio Ruso y era sede de la Compañía de Comercio Ruso-Americana. Pasaron el invierno en San Francisco (California) y finalmente retornaron a Rusia, completando la vuelta al mundo (Eschscholtz, 1829-1833).

En el viaje se colectaron 28 especies de mamíferos, 165 aves, 33 anfibios, 90 peces y más de 2000 especies de vertebrados, mayormente coleópteros.   Kotzebue publicó un relato del viaje que incluía los trabajos de Chamisso y Eschscholtz. Además éste publicó Zoologischer Atlas (1829-1833), donde describió “las especies más sobresalientes”, y entre ellas, la agachona chica.

En 1830 Eschscholtz fue nombrado profesor titular de anatomía y medicina forense en la Universidad, pero al año siguiente falleció víctima del tifus, a la temprana edad de 38 años. Sus materiales fueron descriptos mayormente por otros naturalistas por lo que su nombre quedó relegado en la nomenclatura zoológica, aunque no en el caso de la agachona. Sus colecciones entomológicas se conservan en el Museo Zoológico de Moscú, y en los museos de Tartu y Helsinki (Dolezal, 1959).

 

 

 

 


 

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LAS AVES DEL PARAÍSO DE ELCANO

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