“El chingolo, asiduo visitante de todos los lugares y de todos los momentos, tan pronto penetra en lo más espeso del follaje de los árboles como sale escapando entre los pies del pajonakl hirsuto. Es el frecuentador de la casa; está donde cae el afrecho de maíz que pisa el mortero, se trepa sobre la mesa del patio cuan do divisa crane o migas de pan. Su canto breve y claro pareciera inspirado en el hablar de los paisanos. Es un toque de alerta al ejército de los pájaros y se lo escucha hasta en el silencio de la noche”
Gerardo Pisarello. Che retá (Ediciones Colmegna, 1946)
Fringilla matutina
Kittlitz, F. H. Kupfertafeln zur
Naturgeschichte der Vögel. Frankfurt am Main :Johann David
Sauerländer,1832-1833.
|
Ya en 1891 decía Eduardo Holmberg: “Casi ya no se ven chingolos
en Buenos Aires. Desterrados por el intruso gorrión, por una parte y
perseguidos a muerte para adornar la polenta, por otra, sus cuerpecillos
desplumados se venden a millares en los mercados”. Pero hacia 1976 Luis Mario
Lozzia nos daba cierta esperanza porque el chingolo “no ha desaparecido, por
fortuna, de la ciudad y quizás se percibiera más habitualmente su cercanía si
en lugar de buscarlo con los ojos se aguzara el oído allí donde cabe la
sospecha de su presencia; entonces un silbo suave y un fluyente gorjeo líquido
dirán que no ha querido dejarnos”.
En el año 1928 el diario La
Razón, de Buenos Aires, organizó una votación entre escolares para designar al
ave nacional, la cual ganó el hornero por amplia mayoría. El chingolo, que
obtuvo el 5º puesto, recibió estos conceptos del niño Oscar Gloviar: “Voto por
el modesto chingolo, pajarito tradicional que no hay argentino que no lo
conozca ni que no haya oído su humilde canto, si bien es cierto que no tiene un
plumaje seductor tiene la virtud de parecerse al gaucho, porque el gorrión, ave
importada, lo va exterminando de nuestro suelo, como el progreso a nuestros
últimos gauchos”. Como inútil venganza del chingolo, el gorrión va
desapareciendo de las grandes ciudades, incluso en su nativa Europa.
En la región rioplatense se
considera al chingolo ave de buen agüero y anunciadora de visita cuando recorre
el patio piando. Su canto nocturno pronostica buen tiempo. En el noroeste
argentino cuando una bandada de chingolos se acerca a una vivienda habrá
tormenta, y si canta de noche, anuncia viento. En Bolivia, su silbido anuncia el
fracaso de cualquier emprendimiento. En
Chiloé (Chile) cuando se para en la puerta también anuncia visita y si canta,
la llegada de una carta auspiciosa. Si anda atrás de una mujer es para que se
case con un aborigen. Si llega a gritar cerca de la casa anuncia lluvia; pero
si lo hace a medianoche, trae buen tiempo. Incertidumbre plasmada en el dicho
brasilero: “Cantó o chingolo: chuva o vento … o pará bon tempo”.
Para los criollos si a un
viajero nocturno le canta el chincol, trae desgracia, pero se contrarresta el
peligro rezando una oportuna oración.
En Santiago del Estero
creen que cuando va a nacer un niño el chingolo canta “me ha de hondear y me ha
de matar” y si va a nacer una niña el canto dice “ha de moler y me ha de dar de
comer”.
También para los qom y los
nivaclé es ave de mal agüero, vinculada con el diablo, sobre todo por su canto
nocturno que indica que hay un maleficio en curso, que habrá de producir
enfermedad. Por eso la ahuyentan de la cercanía de las casas. Incluso anuncia
la llegada del enemigo. Los chicos lo cazan pero no lo consumen porque tiene
“muy hedionda la carnecita” y se lo dan
a los gatos, aunque sí consumen los huevos.
DICHOS SOBRE EL CHINGOLO
“Entra sin golpear como el chingolo” o “¡Entra solo como el
Chingolo!” se le dice al que llega a comer sin ser invitado.
Daniel Granada dice respecto del caburé “que su víctima
predilecta es el chingolo, que parece el más tímido y cauteloso, y de ahí la
frase proverbial en el campo: ‘por desconfiado, mata al chingolo el caburé' ”.
Se refiere a que la excesiva cautela tampoco es buena.
“Disparar de Chincol a Jote” se usa para el que se enamora de
una mujer poco agraciada.
“Chincolear”, es caminar a saltitos como lo hace el Chincol.
Quizás por eso se le llama Chincol a un preparado de aguardiente con agua.
Se dice de una persona flaca que tiene “canillas de incancho” y
en Chile: “Tiene menos sebo que pata de chincol”. También se le dice chingolo a
una persona petisa, por la pequeñez del ave.
"Não estou para criar filhos dos outros igual ao tico-tico" es una expresión brasileña (Minas Geraes) que se basa en
la frecuencia con la que el chingolo o tico-tico cría pichones del virabosta
o renegrido (Molothrus bonariensis).
“Chincolito, él cuando enamora, agacha la cabeza y para la cola”
(Chile)
En el lunfardo rioplatense es sinónimo de “tonto”, como lo explica Felipe H. Fernández (Yacaré) en su poesía “Qué merza”:
Cuando calo un vichenso, le bato gil,
pipiolo,
turro, otario, pangrullo, gilimursi o
batata;
vichenchino, gilurdo, codeguín, papanata,
marmota, zanagoria, salamín o chingolo.
"Zorzal o chingolo, el peón cuelga su copla en los
atardeceres”, dice Atahualpa Yupanqui, haciendo notar el contraste entre un
cantor bien dotado y otro de voz más sencilla, pero ambos con la vocación del canto.
CUENTOS Y RELATOS
Un cuento criollo dice que el chingolo era un guitarrero que al
oir a un forastero que cantaba como él, le rompió la guitarra, y lo mató en el
duelo subsiguiente. Puesto preso, logra escapar pero conservando los atributos
de esa condición: el gorro a rayas y los grillos en los pies que lo hacen andar
a saltitos.
En otro cuento popular
catamarqueño un hombre grandote echa abajo una capilla a golpes burlándose de
los feligreses, por lo que fue encarcelado. Dios, enfurecido, lo transformó en
chingolo, con el mismo fin que en el
caso anterior. Otra versión de este relato,
recopilada por Roberto Lehmann-Nitsche, muestra al chingolo enamorado de
la monjita, que lo rechaza. Furioso entra a la iglesia gritando y asusta a los
demás aves, pero el pijuí le clava un cuchillo en la garganta, y el pecho
colorado (el comisario) lo pone preso y lo engrilla. Esto explica lo rojizo del
cuello y su andar a saltitos.
En un relato de los selknam
de Tierra del Fuego, un muchacho pequeño pero valiente, Chelp, lucha con otro
fuerte y robusto, Shi’ika. Éste lo agarra del cuello y le tironea el pelo que
quedó formando copete, Chelp le golpea la nariz que empieza a sangrar y Shi’ika
se transforma en loica con su pecho manchado de sangre y aquél en chingolo, con
su copete despeinado. Hay otras versiones donde la loica era una bonita
pulpera, y el chuschín celoso del cardenal pide un peine aludiendo al copete despeinado
de éste, que le replica: “¿Y por casa como andamos?”. A continuación pelean,
recibiendo el cardenal una herida que le tiñe la cabeza de rojo, y el chingolo
termina preso y engrillado, como en los cuentos anteriores.
En Corrientes se cuenta que
el cachilo se burla de su padre que es llevado preso y engrillado, y en castigo
queda transformado en un pajarito que camina saltando. En la costa del Iberá se
explica el origen del nombre Chesi para el chingolo. Un hijo sale a comprar
remedios para su madre enferma, pero se detiene a comer fruta en un duraznero.
La madre muere y el dios Tupá lo castiga transformándolo en pájaro que canta
sin parar “che si , che si” (mi madre,
mi madre) , especialmente en noviembre para los días de los santos y de los
muertos.
En otras ocasiones el
chingolo se mete en el relato bíblico del diluvio reemplazando al cuervo
enviado por Noé para ver si las aguas ya habían bajado. Y como él se entretiene
sin cumplir su misión.
Según una leyenda uruguaya
en cierta ocasión, cuando un grupo de paisanos se trasladaba en carreta para
fundar un nuevo pueblo, el diablo Añá enfurecido les envió una inundación. Sólo
el carretero se salvó agarrándose a la rama de un ombú. El diablo entonces lo
transformó en un humilde pajarito, que sigue allá en las ramas del ombú
silbándole a los bueyes que ya no tiene, y burlándose de Añá.
En un cuento de Santiago del Estero al chingolo o
Icako se le congelaron las patitas, atrapadas en un trozo de escarcha. Pidió
ayuda al sol, a una nube, al viento, etc., pero todos se excusan hasta que un
humano le quita la escarcha, aunque desde entonces ya no puede mover bien las
patas y anda a los saltos.
En el Chaco el chingolo es
una niña desobediente que tiene a maltraer a su madre, pero un día ya no la
encuentra y sale de la casa llorando transformada en pajarito.
En Chiloé (Chile) el canto
del chincol parece decir “¿Has visto a mi tío Agustín?” o “Abis visto mi
tío-tío-tin“, lo que originó un relato
donde los pájaros estaban jugando al palín o chueca y uno de ellos se lastimó.
El chincol salió a buscara su tío médico,
a la voz de: “¿Has visto a mi tío Agustín? ¿con zapato y
calcetín?". Y desde entonces sigue preguntando por él continuamente.
En los cuentos criollos el
chingolo u chuschín, que aparece como el “tío Agustín”, alerta a los otros
animales, como la paloma, sobre las astucias del zorro. El zorro logra
capturarlo en su boca pero algunas de las víctimas de sus engaños lo hacen
hablar o cantar y el chingolo se escapa.
En un cuento cuyano, un cóndor
y un chuschín se desafían paraa ver quién tiene más aguante con la bebida.
Empiezan a tomar vino pero el chingolo tiraba al piso cada sorbo, sin que el
cóndor lo notara. Éste por el dolor de cabeza de la borrachera se ata un
pañuelo como vincha. Al darse cuenta del truco del chingolo se le echa encima
para pelearlo, pero el pajarito le pica la nariz y lo hace sangrar. El cóndor
es así derrotado y el pañuelo se le
desliza por el cuello hasta donde hoy lleva una blanca golilla.
Existe en Chile un juego infantil
llamado Chincol. Dos participantes se ponen en cuclillas frente a frente y
dialogan así: “—Comadre Rana. —¿Qué
quiere, comadre? —Un vasito de agua. —¿Para quién? —Para su compadre.—¿Cuándo
llegó? —Anoche. —¿Qué le trajo? —Un corte de vestido. —¿De qué color? —Verde
Limón.—¿Qué le dijo? —Que bailáramos el Chincol”. Y luego, saltando en
cuclillas cantan: “Chincol, Chincol, zapato de charol; pícale Chincol, zapato de charol...”
También en Brasil (Colombo,
Paraná), según un relato recogido por Ulisses Passarelli, el tico-tico engaña
al gavilán que lo quiere cazar, durmiendo desconfiado, con un ojo abierto
ratificándolo con este dicho: “É...
gavião, quando o amigo não é certo, um olho fechado outro aberto...” [Eh …
gavilán cunado el amigo no es leal, un ojo cerrado y otro abierto “]
Natalicio Talavera,
del Departamento de Guairá (Paraguay), cuenta que un chingolo escucha a los
campesinos que van a desbrozar y sembrar un terreno donde tenía su nido.
Afligido le pide ayuda al dios Ñandejára
quien sucesivamente envía lluvias y enfermedades a los pobladores, para
dar tiempo a que se críen los pichones y puedan volar del nido antes de la
siembra. El chingolo agradecido canta repitiendo “¡Bendito sea, bendito sea Dios!”.
MITOS Y LEYENDAS
Los wichis refieren en su
mito de creación que en un pincipio el monte era muy abundante pero se incendió
y no quedó nada. Entonces aparecio Icancho, que se salvó del incendio
escondiéndose y esperando a que se apagara el fuego. Sobre la tierra arrasada
vio el brote de un arbolito chiquito,
empezó a picotear hasta que creció el retoño. El pájaro permaneció
cerca, tocando su tambor junto al sopxuayúk o palo zapallo y con esta magia
creció el árbol. A su sombra se cobijaron las demás aves que se salvaron, y el
monte se recuperó. Cuando el árbol se hizo muy grande, vino un hombre anciano
que bajo su copa empezó a hacer vasijas, dentro de las cuales puso carbones
encendidos y las tapó. Pasado un tiempo el anciano empezó a deatapar las
vasijas y de las salió la gente que
habitó la tierra. Al icancho lo describen como un pájaro rojo con manchas
negruzcas, que hace un nido de palitos.
En la mitología del héroe
creador de los aoniken o tehuelche, Elal, el chingolo o Kiken es convocado por
Terr-Werr, la tuco-tuco, abuela de Elal, que lo había escondido de la furia
asesina del gigante Nóshtex. Lo enví a buscar ayuda entre las aves. Kiken va a
buscar primero al cisne y luego a los demás animales para sacar a Elal de la
isla Kóoch. Hoy Kiken es amigo de todos, vive en todo sitio y es el primero en
cantar al amanecer.
Cóndor
y chingolo
El cóndor en su poderoso vuelo remontó a la cima de la
montaña, se asentó en ella, torció su horrible pescuezo desplumado y
recorriendo todo el horizonte con una orgullosa ojeada, exclamó:
-¡Yo, buitre, soy el centro del orbe!
Un gavilán, amodorrado en la punta de un poste del telégrafo
en plena Pampa, contemplaba entre los párpados a medio cerrar el horizonte
lejano que por todas partes a igual distancia lo envolvía, y despertándose,
también exclamó: ¡Yo, gavilán, soy el centro del orbe!
Pero también el carancho, asentado en la cima de un sauce,
viendo el horizonte amplio de la llanura extenderse por igual trecho a todos
lados, gritó: ¡El centro del orbe soy yo, carancho!
El chimango, mientras tanto, dejó durante un rato de rascarse
los piojos para cerciorarse desde lo alto de un poste del corral, de que, sin
la menor duda el centro del orbe era él, pues no había más que fijarse en el
horizonte para comprobar el hecho. Y tanto se convenció de que así era, que
se lo dijo al chingolo.
Pero el chingolo, que no tiene ni una pluma de zonzo, no se la
quiso tragar sin ver; voló para arriba, hasta lo más alto que le fue posible,
y cuando volvió a bajar, le gritó al chimango: ¡Mentira, el centro del orbe
soy yo, bien lo acabo de ver!
Y no hay pájaro en este mundo, por chico que sea, que no crea
ser el eje de alguna cosa.
Godofredo Daireaux - Fábulas
argentinas (Editorial Continente,
2008)
|
POESÍAS, COPLAS Y CANCIONES
El
Chingolo
Sobre la
cabeza oscura
el bien
peinado copete
pone un
gracioso bonete
que
realza su figura.
Blanca
golilla asegura
rodeando
el cuello robusto,
claro
chaleco y muy justo,
un
ponchito gris canela
-se le
imagina la espuela-
y un
tranquito que da gusto.
Sencillo
y feliz habita
siempre
en un cardo, su amigo,
en donde
pone el abrigo
su bien
mullida casita;
y sobre
una flor marchita
vibra su
acento dolido,
y así,
del cardo elegido
pone
arriba su canción,
y
debajo, al corazón
lo deja,
en forma de nido.
Suele a
las casas llegar
-por
amistad y provecho-
donde se
lo ve en acecho
con su
trote singular.
En el
patio familiar
hurga
las sobras de un plato,
pica un
pollo, enfrenta un pato,
o
esquiva con un revuelo
el
cascote de un pilluelo
o la
embestida de un gato.
Eres el
alma del campo
-de
nuestro campo querido-,
su
corazón es tu nido
y su voz
más fiel, tu canto;
llora el
rocío en tu llanto
cuando
abre fría la aurora,
la tarde
muriente llora
y
solloza en tu garganta,
y hasta
el plenilunio canta
en tu
canción seductora.
Chingolo
cómo expresar
toda la
inmensa ternura
que me
inspira tu figura
de
pájaro popular…
Cómo
podría olvidar
tus
ingenuas melodías,
allá, en
mis primeros días,
si a tu
nombre se levanta
toda mi
niñez… y canta
como tu
mismo lo harías.
Tu
nombre dice fragancia
de trébol,
cardo y gramilla,
y
aguarda tu voz sencilla
todo el
sabor de la infancia;
por eso
es que, a la distancia,
chingolo,
alguna vez cuando
como un
“adiós” dulce y blando
llega
hasta mi tu canción,
la
recoge el corazón…
y la
guarda suspirando.
Juan Burghi
Juan Burghi
Chincol
Chincol
Me
despertaste ayer, amigo,
y salí
para conocerte:
el
universo olía a trébol,
a
estrella abierta en el rocío:
¿quién
eres y porqué cantabas
tan
íntimamente sonoro,
tan
inutilmente preciso?
¿Por qué
sabía el surtidor
con la
exactitud de tu trino,
el reloj
de una gota de agua,
tu
pequeño violín fragante
preguntándole
a los ciruelos,
al
manantial indiferente,
al color
de las lagartijas,
preguntando
preguntas puras
que
nadie puede contestar?
Apenas
te vi, pasajero,
músico
mínimo, tenor
de la
frescura, propietario
de la
pureza matutina,
yo
comprendí que devolvías
con tu
pequeña flauta de agua
tantas
cosas que habían muerto:
tantos
pétalos enterrados
bajo las
torres del humo,
en el
gas, en el pavimento,
y que
con tu acción de cristal
nos
restituyes al rocío.
Pablo
Neruda. Arte de pájaros
El chingolo
Cuando
el campo está más solo
y la
casa, en paz, abierta,
aparece
por la puerta,
muy sí
señor, el chingolo.
Viene
en busca de una miga
o una
paja de la escoba,
que,
ciertamente, no roba,
porque
la gente es su amiga.
Salta,
confiado, al umbral
y
solicita permiso,
con un
gritito conciso,
como
pizca de cristal.
El
sol, con larga escobada,
lo
desfloca en áureo estambre,
y en
un transparente alambre
trueca
su pata delgada.
Otro
salto, y ya está adentro,
y en
el haz de sol avanza
pues
no excluye su confianza
la
idea de un mal encuentro.
Su
ropita pastoril
la
agracia un lindo copete.
(Si el
cardenal es cadete,
él es
conscripto gentil.)
Capa
gris con caperuza;
camisa
y corbata blancas;
chaleco
café que en francas
negligencias
se descruza.
Aunque
trasluce su forro,
bien
le siente aquel modelo,
y un
vivo de terciopelo
le
orilla de negro el gorro.
Pálida
espina de sol
pule
su pico de cuerno,
y le
brilla, ufano y tierno,
el
ojillo de charol.
En la
ladera de cuarzo
del
camino que se ahonda,
bajo
una mata redonda
anida
de agosto a marzo.
Su
cesto de cerda y paja
coloca
al lado del Norte,
a fin
de que así soporte
viento
y lluvia con ventaja.
Y
despistando al gandul
con artificios
sencillos,
pone
sus tres huevecillos
crispidos
en fondo azul.
En la
honda siesta de llama,
o en
el crepúsculo frío,
su
Curí... curí qui quío...
alegra
la áspera rama.
Y
todavía a deshora,
cuando
las noches son bellas,
al
amor de las estrellas
sueña
cantando la aurora.
Bajo
la estación más cruel
que
las campiñas abruma,
de su
bolita de pluma
brota
un trino humilde y fiel.
|
Ya no
abandona el contorno
de la
casa solariega
donde
como un chico juega
sobre
el mortero y el horno.
Y como
es tan poco esquivo,
en la
misma troje acampa,
o el
afrecho de la trampa
va a
escarbar intempestivo.
O en
el pajizo capuz
del
adormilado alero,
se
disfraza de jilguero
con el
oro de la luz.
O con
valeroso alarde
su
postrer gorjeo empina
sobre
la espléndida ruina
del
palacio de la tarde.
En el
primer desperezo
primaveral,
con qué gracia
su
flor anuncia a la acacia,
pinta
su guinda el cerezo.
Y,
amable chisgarabís
que a
la doncella acongoja,
pía
detrás de cada hoja
como
diciendo: Luis, Luis...
Ya de afrecho
se atiborra,
rondando
a la molendera,
con lo
que, de esta manera,
le
ayuda a hacer mazamorra.
Ya
entre los pollos pulula,
ya
escudriña los cacharros,
y es
vecino de los carros
donde
hace pan la mula.
En el
silencio y la paz
de una
estudiosa mañana,
se
asoma a la escuela aldeana
como
anunciando solaz.
Curí...,
curí... Y desde el seto
que
trenza su verde cinta,
trae,
en fragancias de quinta,
la
tentación del asueto.
O en
el patio de la escuela,
su
saltito impertinente,
parece
que eternamente
va
jugando a la rayuela.
Y ahí
donde ustedes lo ven,
cortés,
mas nunca vasallo,
erizado
como un gallo
traba
su riña también.
Chingolito
de mi vida,
que
fuiste mi compañero
en el
tiempo placentero
de la
inocencia florida.
Quién
me diera sin retardo,
volver
a aquella delicia,
como
en la estación propicia
le
vuelve la flor al cardo.
Yo
sufro mucho de amor,
y
cuando estoy triste y solo,
quisiera
oír al chingolo
para
calmar mi dolor.
Leopoldo
Lugones
|
Tico
Tico No Fubá
Um
Tico-Tico só
O
Tico-Tico lá
Está
comendo
Todo,
todo, meu fubá
Olha,
seu Nicolau
Que o
fubá se vai
Pego no
meu pica-pau
E um
tiro sai
Então eu
tenho pena
Do susto
que levou
E uma
cuia
Cheia de
fubá eu dou
E alegre
já voando e piando
Meu
fubá, meu fubá
Saltando
de lá para cá
. . . .
. . . . . . . . . . . .
Houve um
dia porém
Que ele
não voltou
O seu
gostoso fubá
O vento
levou
Triste
fiquei quase chorei
Mas
então vi
Logo
depois não era um
E sim já
dois
Quero
contar baixinho
A vida
dos dois
Tiveram
ninhos
E
filhinhos depois
Todos
agora…
Canción
de Zequinha de Abreu
Tico-tico
veio de Minas,
calçadinho
de botina,
sabiá
respondeu,
sai
daqui, canela fina.
Tico-tico
veio de Minas,
calçadinho
de espora,
com a
calcinha remendada
e a
bundinha de fora.
Copla
popular (São João del-Rei, Minas Gerais,
Brasil)
Tiene chingolo, amigo, tu plumaje
La sencillez del rancho campesino
Y el yuyo fiel que al borde del camino,
Tu nido abriga y guarda tu linaje.
Más que importa lo humilde de tu traje
Si en la efímera chispa de tu trino
Caben toda la historia y el destino
De una tierra, su gente y su paisaje.
¿Qué sería del tala serio y duro
Si le faltaran tu penacho oscuro
Y tu golilla de color herrumbre,
Y no tuviera, cada tardecita,
La ingenuidad de tu amorosa cuita
Para aniñar tu hirsuta reciedumbre!
Serafín
J. García
Tímido y solo,
Noche aún, el chingolo
-Agreste bardo –
Como en
sueños, y acaso desde un cardo,
Da su
cantito rústico el primero.
Juan
Burghi. Pájaros en la aurora (fragmento)
Defensa
del chingolo
¿Que las
tímidas alas del chingolo
No han
de alcanzar la cumbre del Parnaso?
¿Los
remos de las águilas tan sólo
Pueden
llegar donde ascendió Pegaso?
¿Su
aleteo no es grato para Apolo?
y el
pajarillo debe siempre, acaso,
Compartir
del “mal poeta” el mismo polo,
Para
evitar a Ud. algún fracaso?
¿No hay
en su canto sin igual pureza?
¿Cinco
notas no encierran poesía?
¿La
sencillez no tiene su belleza?
¡Confesadme
que fué mal elegidol
¿No ha
de volar? ... ¡Si hasta la luna envía
Un soneto
el chingolo en su silbido!
Georgina
Duclout de Kittl. Rimas y Paisajes
En una
noche de luna
me
acosté muy tempranito,
¿te digo
con quien soñe?
con un
lindo chincolito.
que
chincolito más lindo:
la
colita la meneaba
y el
moñito lo paraba.
Disculpen,
señores míos,
que este
sueño no pudo
ser más
largo
porque
luego desperté.
Poesía infantil
(https://www.blogger.com/profile/10360821704165866021)
La
chueca de los pajaritos
Hoy día
les voy a contar
la
historia del Chincolito
por el
placer de cantar
historias
de pajaritos.
Se sabe
que un día de antaño
las aves
jugaban Chueca
¿y no ha
quedado patuleca
la
Tenca con mucho daño?
El Loro
le dió un regaño,
el Jote
se la jotió,
Y el
único que atinó
a
ayudarle sin demora
fue el
Chincol que rememora
que su
tío era doctor.
"¿Donde
está mi tío Agustín?"
Pregunta
cantando urgido
buscando
presto el nido
de su
tío en el jardín.
Es todo
un bailarín
cuando
va pidiendo ayuda.
No tiene
ninguna duda,
su tío
puede ayudar,
a la
Tenca va a sanar
de esa
lesión tan aguda.
Pero en
ese caminar
buscando
a su pariente
se vió
en un incidente
que
siempre lo fue a marcar:
Con la
Loica fue a pelear
y
sacaron las cuchillas,
la
apuñaló en la costilla
por el
costado derecho,
De rojo
quedó su pecho
y él con
daño en las canillas.
Volvieron
presto al partido
A
denunciar lo pasado,
Y con
cantos entonados
llegaron
hasta testigos.
Loica
dijo a sus amigos
Fuerte
"Con cuchillo fue",
mientras
grita "juraré"
un señor
de poto gordo
al que
muchos llaman Tordo
por lo
flaco de sus piés.
La
Torcaza que es creyente
A
"Jesús, jesús" rogaba,
Y el
partido terminaba
con los
ánimos calientes.
El
pequén muy indulgente
entablilló
al chincolito
y pidió
a los pajaritos
nunca
más jugar palín...
Y como todo
tiene un fin
Los echó
de un solo grito!
Décimas inspirada en los cuentos de Orestes Plath (blog The
Tipical Chilean.
http://kjesed.blogspot.com/2014/09/la-chueca-de-los-pajaritos.html?m=1)
En el medio de la mar suspiraba un Chincolito
y en el suspiro decía: "Échele chicha al cachito".
Copla popular.
Canto
del chingolo
Pobre
chingolito,
—
vidalitay —
lo tomé
del suelo,
no podía
volar
—
vidalitay —
porque
estaba enfermo.
Con mi
mano grande
—
vidalitay —
con mi
mano ruda,
le hice una
caricia
—
vidalitay —
por
sobre las plumas.
No
teniendo jaula
—
vidalitay —
en donde
ponerlo,
lo eché
en la guitarra
—
vidalitay —
y se
quedó quieto.
Bitibío
- bío
—
vidalitay —
a la
media noche,
bitibío
- bío
—
vidalitay —
lo oímos
cantar.
Pero al
otro día
—
vidalitay —
lo
encontramos muerto;
pobre
chingolito
—
vidalitay —
¡ay,
vidalitay!
Y hoy mi
guitarra
—
vidalitay —
tiene
nueva voz;
la del
chingolito
—
vidalitay —
que en
ella murió.
Fernán
Silva Valdés. Antología poética, Poemas Nativos.
Este mismo poeta hace intervenir al chingolo en su “Canto a
Juana de Ibarbourou”:
Chingolo, chingolito: en la primavera,
—Luego de besarte con tu compañera—,
Vuela hasta la casa de la juventud
A juntar con el pico, para construir tu nido,
Hebras del cabello lacio y renegrido
De Juana de Ibarbourou.
Ya no
cantas chingolo (Chingolito)
Hubo en
la pampa una vez
un
pajarito cantor
que
sobre un yuyo parao
entonaba
una canción
tan
triste que parecía
el
llorar de un corazón.
A ese
pájaro bagual
lo
espantó el ferrocarril
y su
canción sin igual
no se
podrá más oír.
¡Pobre
pajarito gaucho,
dónde
habrá ido a morir!
¡Ya no
cantas chingolo!...
¿Dónde
fuiste a parar?
En algún
lao, muy solo,
tu
canción llorarás...
Guitarrita
del campo,
pájaro
payador,
te
llevaste contigo
toda la
tradición.
Como el
ave, el payador,
sentado
junto al ombú
también
antes su canción
elevaba
hacia el azul
donde
brillaBa de noche
la
divina Cruz del Sur.
Ahora se
calló el cantar
y el ave
y el payador
fueron
lejos a ocultar
su voz
llena de emoción,
pues ya
invadieron la pampa
el jazz,
el gringo y el Ford.
¡Ya no
cantas Chingolo!...
¿Dónde
fuiste a parar?
En algún
lao, muy solo,
despacito
llorás...
Guitarrita
del campo,
voz de
la soledad,
desde
que tú te fuiste
no
sabemos cantar.
Tango (1928) - Música: Antonio Scatasso -
Letra: Edmundo Bianchi
Aquí en la versión de Ángel Vargas con la orquesta de Armando Lacava:
https://www.youtube.com/watch?v=jE05Z0hHD9I
Aquí en la versión de Ángel Vargas con la orquesta de Armando Lacava:
https://www.youtube.com/watch?v=jE05Z0hHD9I
Referencias: Ver nuestra entrada anterior:
http://historiaszoologicas.blogspot.com/2019/06/el-chingolo-zonotrichia-capensis-y.html
Alex Mouchard
Alex Mouchard
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ResponderBorrar