"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


miércoles, 26 de agosto de 2015

EL LORO BARRANQUERO O LORO PATAGON (Cyanoliseus patagonus)



Casi todos asociamos a los loros con paisajes tropicales y con selvas de  abundante vegetación, pero la Patagonia, fuente de sorpresas inagotables, donde al decir de Darwin “no hay ni un solo árbol, y el paisaje es seco y muy estéril”, nos brinda dos excepciones: el loro barranquero y la cotorra austral. Aquí vamos a ocuparnos de la primera especie.

Selby, Prideaux John, Natural history of parrots. Edinburgh,W. H. Lizars; 1836. Dibujo de Edward Lear



El primer europeo en mencionar a este papagayo fue quizás el jesuita polaco Florian Paucke, que actuó en el litoral argentino a mediados del siglo XVIII, y refería que “se ven otros [loros], especialmente cerca de Córdoba que tienen también plumas azuladas, verdes y amarillas, pero los colores en éstos no son tan vivos como en los anteriores. Su cuerpo es completamente delgado, tienen también colas largas, anidan en la tierra arenosa elevada como suele haber en los carriles en los que hacen agujeros redondos a mucha profundidad donde construyen sus nidos”.

Pero el abate Juan Ignacio Molina en Chile, lo describe con más detallle y menciona su nombre común, tehcau, bautizándolo con el nombre científico de Psittacus cyanoliseos.  Este nombre específico significa 'azul desleído' (del griego kyanos: azul sombrío, piedra turquesa, y lysios: que deslíe), ya que Molina supuso erróneamente la existencia de un collar  azul-celeste o turquesa ("collari caeruleo", "collare turchino"), quizás confundiéndose con el color de las remeras. Posteriormente, Charles Bonaparte creó con ese término el nombre génerico que lleva actualmente, Cyanoliseus.

Molina cuenta que la especie era abundante “produciendo gran daño a la fruta, y especialmente al grano. Vuelan en brigadas numerosas, y cuando descienden al suelo para comer, uno de ellos va a posarse sobre un árbol vecino para hacer la guardia, y avisar a los compañeros con gritos repetidos (…) se cambia de vez en cuando esta guardia, para que todos puedan comer”. Esta precaución de los loros hacía muy difícil cazarlos, aunque los cazadores se valían de una estratagema cual era lanzar un sombrero al aire, detrás del cual se lanzaba la bandada con increíble furia, y entonces con un escopetazo mataban una buena cantidad.

“Para poner a seguro su progenie,”  -continúa Molina-  “anidan en las peñas más escarpadas, haciendo agujeros profundos y tortuosos”.  Sin embargo dice que los aldeanos, colgándose con sogas lograban extraer los pichones con unos ganchos. “Estos pequeños papagayos son preciosos para comer, y hasta se venden en el mercado (…) Algunos también los domestican, y, adiestrados, aprenden a hablar bien”.

También refiere algo muy interesante respecto de la conservación de los loros porque aunque se cazaban grandes cantidades de pichones para comer, los loros lograban hacer hasta cuatro puestas anuales con lo cual su número se mantenía. Lamentablemente, hoy en día la subespecie chilena  (Cyanoliseus patagonus bloxami) se encuentra en peligro de extinción, debido a su captura como mascotas y sobre todo por la fragmentación de su hábitat original.

Felix de Azara lo denominó  “Maracaná Patagón”. Maracaná (“este nombre dan aludiendo a su voz”) es el nombre de un subgrupo de guacamayos al que Azara separó del resto por ser de menor tamaño, muy sociables y abundantes, de alas más largas y vuelo veloz. El nombre de “Patagón” se lo da porque “me aseguran que extiende su domicilio desde el paralelo de 32 grados hasta la costa patagónica.”  Por eso, más tarde, Vieillot latinizó el nombre específico como patagonus, que es el que hoy lleva. En Buenos Aires, Azara tuvo cuatro ejemplares y cuenta que “come la semilla del cardo, maíz, etc.;  vive en familias, y suele criar y dormir en agujeros que fabrica en la parte interior de los hornos de ladrillo abandonados.” 

El 11 de agosto de 1822 partió de Toulon, Francia, la nave La  Coquille cuya misión era hacer un viaje de exploración en el Pacífico para obtener nuevos territorios de ultramar para Francia.  A bordo viajaba como médico naval y naturalista,  René-Primevère Lesson, quien llevó a Francia una importante colección de animales y plantas de las islas Malvinas, las costas de Chile (especialmente en la zona de Concepción ) y Perú (El Callao), y de diversos sitios del Pacífico.

Duperrey, Louis-Isidore  et al. Voyage autour du monde : exécuté par ordre du roi, sur la corvette de Sa Majesté, la Coquille, pendant les années 1822, 1823, 1824, et 1825. Paris: Arthur Bertrand, [1838]


    Lesson encontró al loro barranquero en Chile y le dió el nombre de “Arara des Patagons”. “Este loro vive allí en tropas considerables, cuyos enjambres chillones atraviesan sin cesar la gran bahía de la Concepción; los habitantes la denominan Cateita [catita?] y también Talcahuano, del nombre del lugar donde se encuentran en abundancia. Su grito áspero y discordante resuena desde lejos en los bosques de esa parte de América; pero sus costumbres salvajes y desafiantes lo ponen a salvo de las emboscadas de los araucanos, que estiman su carne.”
   
Hacia 1826 el naturalista alemán Eduard Friedrich Pöppig, se encontraba también en Chile realizando un viaje de investigación.  Observó las colonias de cría del loro barranquero en Antuco, donde, sin embargo, no era tan común como en las provincias de más all norte. “Cuando el viajero se acerca solo al mediodía, en penosa caminata, a una pared vertical de roca, el más profundo silencio reina por todas partes, como ocurre en la mitad del día en todas las partes más cálidas de América, pero sobre todo en los países tropicales, cuando la mayoría de los animales se hunden en un sueño profundo.  Se oye por todas partes una especie de gruñido, pero en vano se busca al animal que podría producirlo.  De repente, los gritos de advertencia de un loro son respondidos por muchos otros y, antes de que uno se dé cuenta, está rodeado de cantidades de aves pendencieras que,  con manifiesta ira, vuelan en círculos alrededor del caminante,  amenazando con atacarlo. El acantilado de arcilla desmenuzable muestra cientos de agujeros de los que, cómicamente, asoman la cabeza los loros que no se sumaron a las bandadas que giran volando alrededor. Cada abertura conduce a un nido excavado por sus propietarios en las capas de arcilla que forman la pared de roca, y no pocas veces uno puede contar varios cientos de ellos.  Pero estas colonias están siempre tan inteligentemente ubicadas, que ni desde abajo ni desde arriba pueden ser atacadas. En algunos casos, cuando la ubicación lo permite, los chilenos gustan de hacer una muy peligrosa visita a los pichones. Descienden sujetos por lazos desde el borde superior de la pared, y saquean los nidos a pesar del clamor de los adultos, y se procuran los pichones para un guiso nada desagradable.”

Hacia la misma época otro naturalista germano, Friedrich Heinrich von Kittlitz, igualmente en Chile, se detuvo en analizar la poca capacidad del ave para trepar: “debo mencionar una especie de  loro, aunque no se ve comúnmente, aunque tal vez debería haber vivido aquí con frecuencia en otros años  (…) a menudo  vemos estos loros aquí domesticados en las casas donde corren igual que las aves de corral (…) nunca lo hemos visto en las ramas de un árbol, incluso los dedos de los pies parecen funcionar adecuadamente en el suelo (…) bastante tiempo después tuvimos dos aves de esta especie, compradas aquí,  las que vivían a bordo, donde fueron alimentadas con trozos de galleta y demás desperdicios de la mesa. Una vez más, los loros nunca ejecutaron la actividad de trepar, sino que siempre con mucha habilidad se desplazaban por el suelo en el entrepuente.” Vemos que ya en esa época se lo consideraba más escaso que en años anteriores.


Lear, Edward, -1832-  Illustrations of the family of Psittacidœ, or parrots. London.


    Charles Darwin, en su famoso viaje del Beagle, observó a este loro en Bahía Blanca (Argentina) y en Concepción (Chile) pero no agrega mucho a lo señalado por Poeppig: “Usualmente varios se lanzan desde sus agujeros al mismo tiempo, y profieren un ruidoso grito”.
   
    En 1857 Hermann Burmeister viajaba desde Rosario a Rio Cuarto (Argentina). Cerca de la primera localidad, en Correa, observó que “numerosas bandadas de una especie de gran tamaño de estas aves (Conurus cyanolyseus) se reúnen todas las tardes en los altos y umbrosos arboles de las estancias y poblaciones aisladas para pasar la noche, al regresar de sus lejanos vuelos por las pampas, en pequeños grupos unos después de otros. Se los oye de lejos, se los reconoce por sus gritos extrañamente estridentes con que se anuncia. Cada bandada recibe así a la que le sigue, la cual le disputa los ya ocupados puestos de reposo. Hasta bastante entrada la noche dura esta querella, y por fin, cuando ya se ha hecho completamente oscuro, callan y se duermen. Con luna clara solamente se los oye gritar a veces de noche.”
   
En 1880 Ernest W. White, un joven naturalista inglés, estuvo en Guazan (Catamarca, Argentina) donde “este loro se encuentra en grandes bandadas, y se posa usualmente en árboles secos. Es llamado "Loro Barranquero" por los nativos, debido a que hace su nido en agujeros de las barrancas. Cuando se le dispara a uno de una bandada en vuelo, el  resto de la misma continúa en vuelo alrededor del lugar durante mucho tiempo dando tiempo al que cazador los mate a todos y, a cada disparo, mientras caen las víctimas, el resto redobla sus gritos, de modo que el ruido, siempre intenso, se hace finalmente ensordecedor.”   En Cosquín, Córdoba, observó que era extremadamente abundante y muy destructivo para los cultivos.  “En cada lote sembrado con trigo o maíz un chico se para como un espantapájaros y los gritos de estos, a lo largo de todo el valle, por alguna leguas, casi rivaliza en intensidad con el coro de los loros. La guerra entre las aves y sus atormentadores, sin embargo, termina invariablemente en favor de los primeros, pues tienen la costumbre de deslizarse sin ser vistos a la base de los tallos, que picotean de modo que éstos caen y así consumen los granos a placer.  En invierno, los carozos de fruta caídos en los bosques, les proporcionan mantenimiento. (…) Los pichones son un plato sabroso.”

Lámina de Pablo Matzel en el Museo Arg de C Nat. - El Hornero 6 (2) - Julio 1936 –


William Hudson alertaba ya en 1887 que el loro barranquero o cavador “puede ser considerado como una de esas especies que están desapareciendo posiblemente debido a las condiciones modificadas como resultado del establecimiento de los europeos en el país.”   Así describe sus costumbres: “Cuando hay árboles o arbustos en sus territorios de alimentación perchan en ellos; también recogen las bayas de Empetrum rubrum [murtilla, brecillo o uvilla] y otros frutos de los arbustos; pero principalmente se alimentan en el suelo (…) Son aficionados a las semillas del cardo asnal (Carduus mariana [= Silybum marianum]), y el zapallo silvestre, y para alcanzar éstas pican la dura cáscara seca con sus poderosos picos. Cuando un jinete aparece a la distancia  se levanta la bandada compacta, a pocos metros de su cabeza, produciendo en conjunto con sus voces disonantes, un rugido sólo igualado en ese pandemónium de ruidos, por la Casa de los Loros en el Jardín Zoológico de Londres. Son extremadamente sociales, tanto que sus bandadas no se separan en la época de cría; y sus huecos, que excavan en un arrecife o barranca alta vertical, se ubican tan juntos; que cuando los gauchos sacan los pichones, considerados un gran manjar, la persona que se aventura bajando con una soga atada en la cintura es capaz de esquilmar toda una colonia. (…) Sólo he probado las aves adultas, y encontré su carne muy amarga, apenas comestible. Los nativos dicen que a esta especie no se le puede enseñar a hablar; y es cierto que los pocos individuos que vi domesticados eran incapaces de articular palabra.”



Ernest Gibson, otro naturalista de las pampas bonaerenses, relata una anécdota que en 1902 le contara el mayordomo de su estancia Ynglesitos, en la sierra de Balcarce (provincia de Buenos Aires): “Una pareja de Barranqueros excavó un agujero y anidó en un pozo de agua que alimentaba un bañadero de ovejas cerca del casco – sin molestarse por las actividades y el ruido en el corral de ovejas.” Y parafraseando a Demócrito concluye: “Aparentemente al Barranquero –como a la Verdad- debe buscárselo en el fondo de un pozo”.

Loro barranquero a orillas del Aº Claromecó (Provincia de Buenos Aires) - Foto de Alex Mouchard


    Finalmente el ornitólogo estadounidense Alexander Wetmore señalaba:  “En esta árida región los loros frecuentaban principalmente el valle de inundación del Rio Negro, aunque ocasionalmente una pequeña bandada se dirigía tierra adentro, entre las colinas de grava que bordeaban el valle. A la mañana temprano los loros barranqueros se ponían en movimiento una o dos horas después del alba, cuando el aire había sido entibiado por el sol, y permanecían lejos hasta el crepúsculo. A la mañana temprano las bandadas se encontraban cerca del río, donde iban por agua, y luego se dirigían tierra adentro donde quiera que las bayas y semillas le  ofrecían comida. En esas ocasiones volaban bastante bajo, a unos 2 a 10 metros de altura. Como es común en los demás loros, tienen un vuelo potente, en línea recta, con el usual acompañamiento de chillones gritos. Su alimento consistía de bayas que maduraban en esa estación, entre las que se destacaban las de Lycium salsum [= Lycium chilense] y Discaria [chacay].”

En el valle de Los Reartes (Córdoba), el botánico Alberto Castellanos, lo observó en bandadas muy numerosas en los maizales y contaban los paisanos viejos que los pichones eran “apetecidos como un manjar delicado  por los estancieros y los curas párrocos, en compensación de su prolongados ayunos” de modo que había algunos que se dedicaban al oficio de sacarlos con ganchos de los nidos para venderlos como golosinas. Contaban los viejos del pueblo que, hacia 1880, un  jorobado había amaestrado un burro para que, a un silbido de aquél, que estaba atado mediante una cuerda a la montura del burro, éste lo subiera o bajara, acercándose o alejándose del borde. De esta forma podía llegar a los nidos para sacar los pichones. Pero cierta vez “los loros lo atacaron de tal forma que se vio obligado a esgrimir su cuchillo (…) pero con tal malhadada suerte que uno de los tajos al aire fue a dar en el lazo cortando algunos tientos (…) rápidamente hizo al jumento la señal de salir y lo sacó sano y salvo.”

Ese oficio de “lorero” se ejercía también usando palos con vellón de lana en la punta donde se enredaban las patas de los pichones y así eran extraídos.

Artesanía  con diseño de loro (San Luis, Argentina) - Foto de Alex Mouchard



EL LORO BARRANQUERO EN LA CULTURA POPULAR

Con ser un ave tan conspicua por sus numerosas y bulliciosas bandadas, no nos parece que el loro barranquero haya generado demasiados mitos en el folklore de esta parte de América. Tampoco ha producido mucha variedad de nombres comunes a diferencia de otras aves populares. Quizás ello se deba a ser un animal arisco que vive a menudo en sitios inaccesibles.

Algunas características del loro fueron registradas en dichos populares.  En la zona rioplatense se usa el término “loro barranquero” para referirse a una mujer fea, quizás por el apagado colorido del ave y por su pico que recuerda a una nariz grande, así lo recuerda Nyda Cuniberti  en su poema lunfardo “Friné”:

“Los pobres viejos verdes al junar tu belleza
recordaron de golpe con dolor de cabeza 
los loros barranqueros que tenían en casa.”


Como se ve en la siguiente copla popular catamarqueña, se usa la expresión  “saliva del loro” para expresar algo imposible, ya que como es sabido la boca del loro siempre se muestra seca:

“Albricias pido a las viejas
Porque van a remozar,
Con la saliva del loro
Y el zumo del pedernal.”

Y por sus gritos y movimientos frenéticos de  las bandadas, su comportamiento se asocia con la locura:

Desde que te vi venir
Te conoci con certeza
Que eras animal loco
Con loros en la cabeza

(Copla popular cordobesa)

Un  dicho bonaerense refleja también el bochinche de sus voces:

  “Tiene más charla (o más pico) que loro barranquero”.

Afortunadamente algunos poetas contemporáneos siguen tomándolo como fuente de inspiración,  como en estos versos que pueden encontrarse en la web:


Al loro Tricahue de Río Hurtado

Te oyó cantar la roca y el ombligo,
de aquel espacio de tierra bien urdida,
la que escondió los árboles en piedras y hendiduras,
para que tu redonda lengua no alcanzase.

¡Hoy te he visto!, escuché tu palabra y colorido,
aplasté mi mirada en tu follaje,
para encontrar tu figura envejecida,
y asi emplumar de belleza estos ojos campesinos.

Qué reclamas, qué insinúas con tu canto,
Tricahue de sol, de greda y de naranjos,
Deja que los niños velen tu espacio
y el anciano duerma esperando
el llanto inconfundible de los troncos,
de la tola y el sarmiento blando.

Ave de hojas, ave de otoños y amarillos
baja gritando del cielo río-hurtadino,
a tornear carozos, a dudar destinos,
a peinar nogales, a cosechar espinos.
                                             
“Bugues” (http://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-143935#ixzz3iqGJ5fnw)


Lamentablemente en zonas donde es relativamente común, el loro sigue siendo capturado como mascota, como este ejemplar de La Carolina (San Luis, Argentina).  
Foto Alex Mouchard



Al loro barranquero

Lorito barranquero de nuestra Patagonia
que cruzaste los Andes, buscando otro lugar
aquí en nuestras barrancas aseguras tu especie
Tricahue trasandino, hoy te quiero cantar.

Tenés el pico corvo y cuatro son tus garras
el verde en la pradera te quiere camuflar,
llegás con tu alaraca tus gritos nos alertan
ya sea lluvia, viento, tormentas anuncias.

Andas siempre en bandadas buscando tu comida
en copa de algún árbol semillas encontrás,
a veces en maizales cuando el fruto madura
hasta causas destrozos al dueño del lugar.

………………………………………………….

Lorito barranquero se nota tu presencia
siempre con tu bochinche cuando volando vas,
tus colores tan vivos adornan tu vestido
si alguno te cautiva, algo aprendes a hablar.

Andrés Gómez (http://www.cronicaliteraria.com.ar/?p=4823)


Bien menciona este poeta un hecho estudiado por la ciencia: los loros barranqueros se habrían originado en Chile desde donde hace varias decenas de miles de años lograron atravesar la Cordillera de los Andes y expandirse por territorio argentino.

Loros barranqueros pernoctando en El Trapiche (San Luis, Argentina)



Además de ser considerado como alimento, en la medicina popular se dice que el corazón de loro reducido a polvo y tomado en tisana sirve para tratar los efectos del “daño”.

Finalmente señalemos que el nombre mapundungun del loro, thucau , aparece en varios topónimos como p. ej.: Thecau-Lauquen (= laguna de los loros), próxima al río Chadileuvú (La Pampa); Thecau-niyó (= paradero de los loros) en Neuquén; Tricao Malal (=cerco o corral de loros), en el departamento Chos Malal (Neuquén), Trica-co (=aguada del loro), localidad de la provincia de Río Negro.

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REFERENCIAS


-Azara, F. de -(1802)- Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. 1992.

-Burmeister, G. -1861 -Reise durch die La Plata-Staaten.

-Carrizo, Juan Alfonso -1926- Antiguos Cantos Populares Argentinos. Buenos Aires: Impresores Silla Hermanos.

- Cuniberti, N. -2014- Debute Buenos Aires. In Octavo. 

- Furt, J. M. -1923-  Cancionero Popular Rioplatense. Buenos Aires: Librería "La Facultad", Tomo I. 466 pag.

-Gould , John -1838- Birds en Darwin, C. R. ed.  The zoology of the voyage of H.M.S. Beagle. London: Smith Elder and Co.

-Gibson, Ernest  - 1919 - Further Ornithological Notes from the Neighbourhood of Cape San Antonio - Province of Buenos Ayres. Ibis 1:501.

-http://www.biodiversitylibrary.org/

-Lesson, R. P.  -1825-1830 – En  Duperrey, Louis-Isidore  et al. Voyage autour du monde : exécuté par ordre du roi, sur la corvette de Sa Majesté, la Coquille, pendant les années 1822, 1823, 1824, et 1825. Paris: Arthur Bertrand, [1838]

-Masello, Juan F; Petra Quillfeldt, Gopi K Munimanda, Nadine Klauke, Gernot Segelbacher, H Martin Schaefer, Mauricio Failla, Maritza Cortés and Yoshan Moodley. –2011- The high Andes, gene flow and a stable hybrid zone shape the genetic structure of a wide-ranging South American parrot. Frontiers in Zoology 8:16.

-Molina, Giovanni Ignazio -1782 – Saggio sulla Storia Naturale del Chili. Bologna.

-Moya, Ismael – 1958 – Aves Magicas – La Plata: Min. Educación de la Pcia. De Buenos Aires.

-Paucke, Florian -2010- Hacia allá y para acá. - 1a ed. - Santa Fe: Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, 168 p.

-Pöppig,  Eduard Friedrich – 1835- Reise in Chili.

-Sclater, P. L.  & Hudson, W. H. – 1888 - Argentine Ornithology. Descriptive Catalogue of the Birds of the Argentine Republic. London:R. H. Pouter.

-Von Kittlitz, Friedrich Heinrich – 1858- Denkwürdigkeiten einer Reise nach dem russischen Amerika, nach Mikronesien und durch Kamtschatka. Gotha, 2 vols., 383 pp
   
-Wetmore, Alexander – 1926 - Observations on the Birds of Argentina, Paraguay, Uruguay, and Chile - Bulletin 133 - Smithsonian Institution, Washington Government Printing Office.

-White, E. W. – 1882- Notes oil Birds collected in the Argentine Republic. Proceedings of the Scientific Meetings of the Zoological Society of London.



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