Churuku'a ju oguáu
rachy,
oguáu rachy.
Ognáu rachy ramo katu,
tape tape i rupi
jaávy, jaávy
“chakã rachy"
ja'e ramo,
yvyra ñe'e ñand'api,
ñand'api .
El Suruku'a
eterno se lamenta tristemente,
se lamenta
tristemente.
Y cuando se
lamenta tristemente,
y por los
caminos, los caminos, vamos caminando,
y decimos "me duele la cabeza",
el alma del
árbol nos hiere, nos hiere.
Canción infantil de los Mbyá (Cadogan, 1959)
Surucuá Aurora (Trogon curucui peruvianus). Dibujo de Johannes Gerardus Keulemans (Günther,
1892.). |
01
Los observadores de aves sabemos que de vez en cuando se producen
momentos mágicos en que algún ave, en vez de asustarse y alejarse, se acerca a
nosotros y nos permite una magnífica visión. Entonces pasamos a ser de
observadores a observados, y disfrutamos intensamente esos breves instantes y
los conservamos para siempre en la memoria. Esto me pasó un día caminando por
el sendero de entrada de la Reserva San Sebastián de la Selva (Misiones,
Argentina). Sentí que alguien me miraba y buscando con atención encontré un Surucuá
cola blanca (Trogon surrucura) macho, posado en una rama baja muy cerca. Una
vez repuesto de la admiración que me produjo la belleza de sus colores, le
saqué unas fotos y lo observé con los
prismáticos. Al principio no se movió, luego voló al otro lado del sendero, donde
estaba su hembra. Me acerqué y durante unos minutos permanecieron allí
mirándome con curiosidad reflejada en sus grandes ojos. Finalmente, roto el
hechizo, volaron y se posaron lejos, dejando oír su ansioso «cou cou cou».
Surucuá cola blanca (Trogon surrucura), macho.
Foto de Alex Mouchard.
El bello surucuá, pariente del resplandeciente quetzal centroamericano,
pertenece como éste al orden Trogoniformes, con la única familia Trogonidae.
Este orden se caracteriza por la disposición de los dedos de los pies, donde el
3º y 4º dedo se dirigen hacia adelante y
el 1º y 2º hacia atrás, conformando el pie
llamado heterodáctilo. (Pinto, 1950) Sus
43 especies se distribuyen mayormente en bosques tropicales y subtropicales de
Centro y Sudamérica, África subsahariana y del sudeste
asiático.
El nombre se lo dio Azara tomándolo de los guaraníes, surucuá, que también se escribe suruku’á y suruquá. La etimología es dudosa. Baptista Caetano de Almeida Nogueira lo deriva de çurug = escaparse, y quâ = rápido. Arnoldo de Winkelried Bertoni, por su parte, interpreta surú = hundido y ku’á = cintura, porque dice que tiene el vientre hundido. (Garcia, 1913). Otras fuentes(https://www.traducirportugues.com.ar)lo relacionan a surucu = pescuezo, y de ahí surucuá = pescuezo escondido.
Surucuá cola blanca (Trogon surrucura), hembra.
Foto de Alex Mouchard.
Anteriormente George Marcgrave (1648) había registrado el nombre tupí curucuí,
o mejor çurucui, para el Surucuá aurora al que Paul Möhring (1752)
puso el nombre científico Trogon curucui. Trogon es una palabra griega que
significa cascador, que come frutas, derivada del verbo trogo: roer, comer,
especialmente frutas (higos) o vegetales. (Mouchard, 2019)
Esta ave “ofrece, rinde, entre las alas el ardiente azul …, pecho y
vientre de púrpura. A lo largo del lomo corren como en escalofrío, verdes ondas
metálicas, cuyos cambiantes bronceados no hallan semejanza sino en los muarés
del kerosene sobre el agua. Si se vuelve el ave de perfil, destácase en la cabeza
un círculo de violeta mate.” (Quiroga,
1977).
“Del tamaño de un zorzal, es, si
exceptuamos quizás algunos de los colibríes, con mucho el más hermoso
de todos los habitantes emplumados de estos bosques … Las alas son de pizarra
oscura, delicadamente barradas de blanco. El pico es muy pequeño, pero la boca es tan ancha como la de un atajacaminos.
Los pies y las piernas parecen desproporcionadamente débiles y delicados para el tamaño del ave. La hembra está mucho más sobriamente ataviada que el macho, un simple gris
y marrón ocupa el lugar del magnífico conjunto rojo, morado y dorado de este
último.” (Bigg-Wither, 1878)
“Su vestido es largo, de barbas sumamente sueltas, tan poco arraygado,
que se arrancan por poco que se le toque; y los brillos y esmaltes del macho
son muy superiores a los de los famosos picaflores. No abunda ni sale de los
mayores bosques; y aunque a veces se sitúa en las ramas más altas, aunque sea secas,
se posa comúnmente sin ocultarse hacia la mitad de los árboles sin baxar a la
mitad inferior ni al suelo … Es tan mansejón que se dexa acercar quanto se
quiere, y en una ocasión le vi matar con un palo. Es estacionario: canta poco
cuando no hay amor.” (Azara, 1802)
“Vimos
periquitos de bellísimos colores y lindos trogones...".
(Theodore
Roosevelt, 1914)
|
“La selva sombría parece haber creado esta ave esplendente con solas miras de exposición. No se conoce del surucuá otra manifestación de vida que su inmóvil belleza mineral. Sólo por ventura puédesele haber visto volar. Solitario sobre una rama baja, supremo de quietud, belleza e inocencia, la selva lo expone como su peregrina joya, de cuya creación no parece haber salido todavía de asombro.” (Quiroga, 1977)
“No hay ruido ni presencia que
la arranque de su dulce hipnotismo. Si un hombre se acerca a él, el surucuá lo
mira acercarse, sin inquietud alguna. Y cuando el hombre pasa bajo él, el surucuá
baja la cabeza y lo sigue con los ojos.” (Quiroga, 1977)
“Muito pachorrento” dice von Ihering. Pero “basta con imitar su voz, un hu-hu repetido, en tono de silbido, y pronto, tanto el macho como
la hembra se acercan.” (Von Ihering, 1940)
A mediados del siglo XX, según Olivério Pinto, los surucuáes eran
comunes en Brasil “en todas las partes menos devastadas, apareciendo más de una
especie generalmente en los mismos lugares. Durante la buena estación, quien
con oído atento a las voces de la naturaleza se adentra en nuestros bosques, no
tardará en destacar su voz sencilla y altisonante entre el concierto de las
aves, que como Azara podríamos representar gráficamente por un piô, piõ, piô... más o menos
prolongado y repetido a intervalos, pero que para el observador más inexperto es muy fácil de
imitar, hasta el punto de engañar a la misma ave, que en su
natural curiosidad viene dispuesta a ser llamada, posándose a una distancia lo
suficientemente pequeña como para ser observada casi
siempre sin dificultad. Lo cual, por cierto, se consigue tanto más cómodamente
cuando los surucuáes nos permiten acercarnos
a ellos sin demasiada precaución, sobre todo en las horas tranquilas del día.”
(Pinto, 1950)
Surucuá cola blanca (Trogon surrucura).
Dibujo de Elizabeth
Coxen Gould (Gould, 1838)
ALIMENTACIÓN
“Pasa bastantes ratos tranquilo
atisbando los insectos volantes que pasan a tiro, y sale a pillarlos con
destreza.” (Azara, 1802)
“Su principal alimento consiste en mariposas y otros insectos de cuerpo
blando; y el único momento en que exhiben algo de actividad es al perseguir a
su presa. El resto del tiempo están posados inmóviles en alguna rama o ramita de
un árbol, generalmente a 10 m del suelo." (Bigg-Wither, 1878)
Pero, para Ermano Stradelli, en esta actividad insectívora no sería tan
exitoso lo que lo lleva a comer frutas: “Pasan horas y horas posados en la rama
de un árbol a la espera de que pase un insecto, y entonces se precipitan sobre
él con una veloz picada, abriendo de par en par el enorme pico, lo que hace
darle a una variedad el nombre de tamatiá uirá; pero son más las veces que
vuelven sin conseguir nada, que aquellas en que son felices; quedarían muchas
veces en ayuno, si además de insectos no comieran también todo tipo de bayas,
de las que abundan en la selva.” (Stradelli, 1929).
Ese nombre de tamatiá uirá, "designación indígena de carácter biológico tan fuertemente realista, que creímos prudente guardar silencio sobre su significado para no ofender el natural pudor de las lectoras,”según aclara Santos (1938), pero que significa ave-vulva, comparando los genitales femeninos con la boca del ave.
“Estas aves se alimentan de pequeñas bayas
que crecían en ramitas delgadas,
demasiado pequeñas para soportar su peso. Su
costumbre era lanzarse hacia el racimo de frutas, flotar frente a ella por un momento,
agarrar una baya y regresar a su percha para comérsela … Por la debilidad y el
pequeño tamaño de sus
pies y patas, este hábito de
alimentarse volando parecería
inevitable.” (Beebe,
1905)
VUELO
“Ordinariamente va solo, aunque la hembra no está lejos … No prolonga
sus vuelos que son violentos y a ondulaciones verticales.” (Azara, 1802)
Aunque William Foster, observaba en Sapucay (Paraguay) que “cuando se lo molesta su vuelo es muy lento y silencioso, no diferente del de un búho.” (Chubb, 1910)
“Cuando se le ocurre pasar de una costa a la otra del Río [Alto
Paraná], lo hace … volando con ondulaciones bruscas de pura fuerza; lo he visto
cruzar el Rio, donde tiene 600 metros de anchura máxima.” (Bertoni, 1901)
NIDO
“Hace el nido excavando por lo inferior los tacurúes de los árboles
hasta tener concavidad suficiente. He visto al macho pegado como los
carpinteros, excavando el tacurú con el pico para el nido, mientras la hembra
tranquila en el árbol inmediato miraba animando al esposo” (Azara, 1802)
Sin embargo no siempre construye el nido así. Theodor Bischoff “encontró
en Mundo Novo, Rio Grande do Sul, un nido de esta especie con dos pichones, que
estaba hecho en una masa de musgos, encima de una rama gruesa de un árbol.”
(Ihering, 1900)
En Costa Rica, Alexander Skutch, realizó estas interesantes
observaciones sobre la nidificación de la especie Trogon violaceus, a la que
encontró criando “en cavidades de tocones en descomposición, en cámaras
excavadas en el corazón de termiteros negros y duros, y en avisperos de
“papel”, en altura. En todos los casos en los que tuve la suerte de observar el
proceso, los dos sexos trabajaban alternativamente tallando la cavidad del
nido, y el macho participaba en gran medida en la incubación de los dos o tres
huevos blancos o azulados, así como en la asistencia a los pichones.” (Skutch,
1971)
“Vi un par … salir volando del
bosque y atacar un gran avispero habitado por avispas negruzcas de tamaño mediano. Esta estructura, compuesta de papel gris
plateado, tenía forma de trompo, unida por su ancho extremo superior a una rama
externa expuesta de un noble árbol Stryphnodendron, a treinta metros sobre el
suelo. Los trogones macho y hembra se lanzaban alternativamente hacia el avispero,
donde, halconeando momentáneamente con las alas, como lo hacen mientras
arrancan una baya, abrieron un pequeño agujero
en el costado, cerca del fondo. La brecha creció lentamente, ya que día tras
día los pájaros volvían a su tarea, mientras las avispas seguían perezosas e
inactivas en el aire fresco de la mañana a mil
metros sobre el nivel del mar.”
“Más tarde, cuando el sol naciente había calentado la ladera de la
montaña y las habitantes del avispero se activaron, los
trogones se posaron cerca y realizaron vuelos largos y espectaculares para
atraparlas en el aire o arrancarlas de la superficie de su hogar. Aparentemente
los pájaros se comían a las avispas, ya que no vi a las víctimas caer al suelo.
Cuando la brecha en el costado creció lo suficiente como para que los trogones
se aferraran a su borde inferior mientras trabajaban, sus períodos de
excavación se hicieron más largos y pronto ya estaban excavando en los panales
de cría. Sin duda devoraron las tiernas larvas y pupas blancas, aunque no pude
ver esto, porque los pájaros mantenían la cabeza adentro. Ocasionalmente una
avispa atacaba a los saqueadores de su nido, pero, en general, causaron pocos
problemas a los trogones. Después de que las aves ahuecaron una cavidad en las
cámaras de cría, lo suficientemente grande como para que les sirviera de nido,
las avispas abandonaron su colmena.” (Skutch, 1971)
“Mientras la hembra empolla, la ocupación del macho es llevarle el
alimento, vigilar desde una rama cercana y cantar; es silencioso y hasta
taciturno el resto del tiempo, pero mientras dura el período de incubación de
su hembra, resuena con los ecos de lánguidos sonidos que, por insípidos que nos
parezcan, encantan sin duda las inquietudes de su compañera.” (Buffon, 1770-1785)
Surucuá Aurora (Trogon curucui).
Dibujo de D. F. Sotzmann (Borowski,
1780)
SURUCUÁES Y HUMANOS
Bigg-Wither observó una costumbre curiosa del ave: “El sonido de
nuestras hachas parecía tener una atracción especial para los surucuáes. Con
frecuencia, mientras algún árbol temblaba en su sede bajo los fuertes golpes
del hacha, uno de estos pájaros venía
volando presuroso, y se posaba tranquilamente en una de las ramas del
tambaleante monarca, como si hubiera estado huyendo de algún perseguidor, y
hubiera llegado entonces a un puerto seguro. Creo que posiblemente la vibración
de las hojas bajo los golpes del hacha sobre el tronco lo engaña haciéndole
imaginar que son mariposas revoloteando alrededor del árbol, lo que estimula su prisa por venir a inspeccionarlas.
Ciertamente, el pájaro parece bastante tonto
y estúpido para cualquier cosa.” (Bigg-Wither, 1878)
Y también esta creencia: “Mis compañeros me
dijeron que el surucuá siempre
se encontraba en las localidades que frecuentaban las yacutingas, y que era, de
hecho, el gran enemigo de estas aves, y que el motivo por el cual se posaba,
avistando tan pacientemente hora tras hora, era que podía abalanzarse sobre
cualquier yacutinga que pasara y, una vez asegurada una posición bajo el ala de
su presa, se aferraba allí y le desgarraba los órganos vitales a su antojo.
Muchos brasileños, que creen en la veracidad de esta historia,
dicen que éste es el uso que el surucuá le da a su pico afilado y a su boca
anormalmente grande. Mi propia experiencia con el ave es que está completamente
inadaptada por naturaleza para una actividad tan audaz.” (Bigg-Wither, 1878)
Los naturalistas coinciden con la apreciación de Azara respecto del
plumaje y piel del surucuá. Así William Foster decía: “Debido a que este es una
de los más difíciles de todas las aves para desollar, el colector se siente
bastante preocupado cuando encuentra un ejemplar; la piel tiene la consistencia
de papel tisú mojado, y las plumas caen en grandes manojos al menor toque. Como
se puede imaginar, la paciencia del colector es llevada al extremo antes de que
el espécimen pueda ser guardado como una buena piel”. (Chubb, 1910)
“Pero exajera mucho cierto autor, cuando dice que la tarea más difícil
que puede emprender un naturalista es desollar un Suru-ku'á.” (Bertoni, 1901)
A estas características Alexander Wetmore (1926) comenta que su cuerpo
exhala el mismo fuerte olor del anó (Crotophaga) sin sugerir de dónde podría
provenir el mismo.
Pese a su notable colorido y conformación, los trogónidos no han dejado
una huella muy profunda en las culturas latinoamericanas con excepción del
impresionante quetzal. Quizás eso se
deba a su pasividad y a su morada retirada en el interior de densas selvas.
Los mbyá-guaraníes lo consideraban indestructible como todos los seres
brillantes, y por eso le aplicaban el adjetivo ju (= divino, áureo, eterno),
especialmente al Surucuá amarillo o Surucu'a ju (Trogon rufus). Pero es un ave
inconstante y por eso es mejor que las mujeres no lo escuchen cantar (Cadogan,
1959). Como otros animales, el surucuá
también tiene una planta asociada, la Churucu'a ca'a (Peperomia increscens Miq.), cuyas hojas
deben llevarse como amuleto para lograr el amor de una mujer.
Suruku’a kaá (Peperomia increscens)
Dibujo de
Patricia Mai (Mai Morente et al., 2016)
Los yanomami, de la zona amazónica de Venezuela, relatan que un
antepasado, Hōrōnami, había cazado un venado, un pecarí y un tapir, pero siendo
la carga demasiado pesada llamó a su amigo Kurekurethawë para que fuera a buscarla. Éste tomó
la carga pero cayó bajo su peso. Cuando pudo librarse de la carga, regresó a su
casa son se transformó en Solagamusɨ o Sorucuá
de cola blanca (Trogon viridis) (Wilbert
& Simoneau, 1990.). Para esta etnia el canto del surucuá o sorocuá anuncia la presencia de algunos otros
animales. Así, cuando el Sorocuá acollarado (Trogon collaris) canta suave, es porque
viene el pecarí de collar, pero si canta fuerte anuncia al pecarí labiado. Al Sorocuá violeta (Trogon violaceus) le llaman por lo mismo, poshe mamokasi heă, ruido de los párpados
del poshe o pecarí de collar, ya que asimilan su canto al parpadeo de ese
mamífero. De la misma forma el Sorocuá cola blanca anuncia al tĕpĕ, u oso hormiguero gigante y por
eso llaman al ave tĕpĕ heă, es decir “la señal del oso hormiguero”. (Verea et al.. 2018)
“Su gran utilidad en agricultura, unida a su deslumbradora belleza, lo
hacen el ave más preciosa del Paraguay, y quizás de América.” (Bertoni, 1901)
Por ello, desde hace mucho tiempo se intentaba mantenerlo en jaula “pero un ave
que huye tan lejos de nosotros, y para la cual la Naturaleza ha puesto la
felicidad en la libertad y el silencio de las soledades, parece no haber nacido
para la esclavitud, y debe permanecer ajena a todos los hábitos de la
domesticidad.” (Etienne Lefebvre-Deshayes, citado en Buffon, 1770–1785)
Surucuá cola blanca (Trogon surrucura)
Dibujo de Charles Reuben Ryley (Shaw,
1792-1796)
Sin embargo, los trogones eran capturados, si no para comer debido a lo
escueto de su carne, para obtener sus bellísimas plumas. Francisco Hernández
(1651) comentaba sobre el uso artesanal que los pueblos nativos mexicanos daban
a estas aves, “vestidas de plumas de muchos colores, con que los naturales
tejen imágenes de maravillosa delicadeza (por las que la preeminencia de su arte era conocida en todo
el mundo) y lo usaban en los días festivos en la guerra, templos y bailes
públicos.“ En efecto, las provincias del
imperio azteca rendían tributo a Moctezuma II con, entre otras cosas, plumas
coloridas como las del Trogon mexicanus. Con ellas los muy hábiles artesanos
elaboraban delicados mosaicos, estandartes, abanicos y tocados que eran utilizados
por la nobleza en las ceremonias políticas y religiosas. (López Luján &
McEwan, 2010)
ALEX MOUCHARD
ALGUNOS NOMBRES GENÉRICOS POPULARES
PARA LOS TROGONES Argentina: Surucuá. Paraguay: Suruku'a, churuku’a (mbyá guaraní), su ru cu áh (guaraní),
tsa lakh (angaité, Chaco Boreal). Brasil: Surucuá (tupí, afrancesado por Buffon como couroucou), pata
chóca, capitão do matto (Bahía), perúa-chóca (Bahía), riquinha (= niña rica). Guyana: Cuia, boclora. Venezuela: Sorocuá, tucuso, pavita, copín, tocororo. Colombia: Soledad, viuda roja, sorocuaz, tutuna (tikuna). Costa Rica: Caicota. Nicaragua: Curucú. Maya: Uulum k’aax, uulum kux ( = pavo de la selva por la similitud de
su canto al de los pavos). Maya tzeltal: K’uk (= pluma, relacionado a la importancia de las
plumas como objeto de intercambio y producción de artesanías lujosas). Mexico: Curucú, pito. Cuba: Tocororo, guatiní. |
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