"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


domingo, 27 de noviembre de 2022

EL ETERNO SURUCUÁ (Trogon surrucura), SUPREMO DE QUIETUD Y BELLEZA

 

Churuku'a ju oguáu rachy,

oguáu rachy.

Ognáu rachy ramo katu,

tape tape i rupi jaávy, jaávy

“chakã rachy" ja'e ramo,

yvyra ñe'e ñand'api, ñand'api .

 

El Suruku'a eterno se lamenta tristemente,

se lamenta tristemente.

Y cuando se lamenta tristemente,

y por los caminos, los caminos, vamos caminando,

y  decimos "me duele la cabeza",

el alma del árbol nos hiere, nos hiere.

 

Canción infantil de los Mbyá (Cadogan, 1959)

 

 Surucuá Aurora (Trogon curucui peruvianus). 

Dibujo de Johannes Gerardus Keulemans (Günther, 1892.).

01 




 

Los observadores de aves sabemos que de vez en cuando se producen momentos mágicos en que algún ave, en vez de asustarse y alejarse, se acerca a nosotros y nos permite una magnífica visión. Entonces pasamos a ser de observadores a observados, y disfrutamos intensamente esos breves instantes y los conservamos para siempre en la memoria. Esto me pasó un día caminando por el sendero de entrada de la Reserva San Sebastián de la Selva (Misiones, Argentina). Sentí que alguien me miraba y buscando con atención encontré un Surucuá cola blanca (Trogon surrucura) macho, posado en una rama baja muy cerca. Una vez repuesto de la admiración que me produjo la belleza de sus colores, le saqué unas fotos  y lo observé con los prismáticos. Al principio no se movió, luego voló al otro lado del sendero, donde estaba su hembra. Me acerqué y durante unos minutos permanecieron allí mirándome con curiosidad reflejada en sus grandes ojos. Finalmente, roto el hechizo, volaron y se posaron lejos, dejando oír su ansioso «cou cou cou».


Surucuá cola blanca (Trogon surrucura), macho. 

Foto de Alex Mouchard.



El bello surucuá, pariente del resplandeciente quetzal centroamericano, pertenece como éste al orden Trogoniformes, con la única familia Trogonidae. Este orden se caracteriza por la disposición de los dedos de los pies, donde el 3º y 4º dedo se dirigen hacia adelante y el 1º y 2º hacia atrás, conformando el pie llamado heterodáctilo. (Pinto, 1950)  Sus 43 especies se distribuyen mayormente en bosques tropicales y subtropicales de Centro y Sudamérica, África subsahariana y del sudeste asiático.

El nombre se lo dio Azara tomándolo de los guaraníes, surucuá, que también se escribe suruku’á y suruquá. La etimología es dudosa. Baptista Caetano de Almeida Nogueira lo deriva de çurug = escaparse, y quâ = rápido. Arnoldo de Winkelried Bertoni, por su parte, interpreta surú = hundido y ku’á = cintura, porque dice que tiene el vientre hundido. (Garcia, 1913). Otras  fuentes(https://www.traducirportugues.com.ar)lo relacionan a surucu = pescuezo, y de ahí surucuá = pescuezo escondido. 


Surucuá cola blanca (Trogon surrucura), hembra. 

Foto de Alex Mouchard.

 

Anteriormente George Marcgrave (1648) había registrado el nombre tupí curucuí, o mejor çurucui, para el Surucuá aurora al que Paul Möhring (1752) puso el nombre científico Trogon curucui. Trogon es una palabra griega que significa cascador, que come frutas, derivada del verbo trogo: roer, comer, especialmente frutas (higos) o vegetales. (Mouchard, 2019)

Esta ave “ofrece, rinde, entre las alas el ardiente azul …, pecho y vientre de púrpura. A lo largo del lomo corren como en escalofrío, verdes ondas metálicas, cuyos cambiantes bronceados no hallan semejanza sino en los muarés del kerosene sobre el agua. Si se vuelve el ave de perfil, destácase en la cabeza un círculo de violeta mate.”  (Quiroga, 1977).

“Del tamaño de un zorzal, es, si exceptuamos quizás algunos de los colibríes, con mucho el más hermoso de todos los habitantes emplumados de estos bosques … Las alas son de pizarra oscura, delicadamente barradas de blanco. El pico es muy pequeño, pero la boca es tan ancha como la de un atajacaminos. Los pies y las piernas parecen desproporcionadamente débiles y delicados para el tamaño del ave. La hembra está mucho más sobriamente ataviada que el macho, un simple gris y marrón ocupa el lugar del magnífico conjunto rojo, morado y dorado de este último.”  (Bigg-Wither, 1878)

“Su vestido es largo, de barbas sumamente sueltas, tan poco arraygado, que se arrancan por poco que se le toque; y los brillos y esmaltes del macho son muy superiores a los de los famosos picaflores. No abunda ni sale de los mayores bosques; y aunque a veces se sitúa en las ramas más altas, aunque sea secas, se posa comúnmente sin ocultarse hacia la mitad de los árboles sin baxar a la mitad inferior ni al suelo … Es tan mansejón que se dexa acercar quanto se quiere, y en una ocasión le vi matar con un palo. Es estacionario: canta poco cuando no hay amor.” (Azara, 1802)

 


 

“Vimos periquitos de bellísimos colores y lindos trogones...". 

 

    (Theodore Roosevelt, 1914)

 


“La selva sombría parece haber creado esta ave esplendente con solas miras de exposición. No se conoce del surucuá otra manifestación de vida que su inmóvil belleza mineral. Sólo por ventura puédesele haber visto volar. Solitario sobre una rama baja, supremo de quietud, belleza e inocencia, la selva lo expone como su peregrina joya, de cuya creación no parece haber salido todavía de asombro.” (Quiroga, 1977)

 “No hay ruido ni presencia que la arranque de su dulce hipnotismo. Si un hombre se acerca a él, el surucuá lo mira acercarse, sin inquietud alguna. Y cuando el hombre pasa bajo él, el surucuá baja la cabeza y lo sigue con los ojos.” (Quiroga, 1977)

“Muito pachorrento” dice von Ihering. Pero “basta con imitar su voz, un hu-hu repetido, en tono de silbido, y pronto, tanto el macho como la hembra se acercan.” (Von Ihering, 1940)

 

A mediados del siglo XX, según Olivério Pinto, los surucuáes eran comunes en Brasil “en todas las partes menos devastadas, apareciendo más de una especie generalmente en los mismos lugares. Durante la buena estación, quien con oído atento a las voces de la naturaleza se adentra en nuestros bosques, no tardará en destacar su voz sencilla y altisonante entre el concierto de las aves, que como Azara podríamos representar gráficamente por un piô, piõ, piô... más o menos prolongado y repetido a intervalos, pero que para el observador más inexperto es muy fácil de imitar, hasta el punto de engañar a la misma ave, que en su natural curiosidad viene dispuesta a ser llamada, posándose a una distancia lo suficientemente pequeña como para ser observada casi siempre sin dificultad. Lo cual, por cierto, se consigue tanto más cómodamente cuando los surucuáes nos permiten acercarnos a ellos sin demasiada precaución, sobre todo en las horas tranquilas del día.” (Pinto, 1950) 

 


Surucuá cola blanca (Trogon surrucura). 

Dibujo de Elizabeth Coxen Gould (Gould, 1838)





 

ALIMENTACIÓN

 

 “Pasa bastantes ratos tranquilo atisbando los insectos volantes que pasan a tiro, y sale a pillarlos con destreza.” (Azara, 1802)

“Su principal alimento consiste en mariposas y otros insectos de cuerpo blando; y el único momento en que exhiben algo de actividad es al perseguir a su presa. El resto del tiempo están posados inmóviles en alguna rama o ramita de un árbol, generalmente a 10 m del suelo." (Bigg-Wither, 1878)

Pero, para Ermano Stradelli, en esta actividad insectívora no sería tan exitoso lo que lo lleva a comer frutas: “Pasan horas y horas posados en la rama de un árbol a la espera de que pase un insecto, y entonces se precipitan sobre él con una veloz picada, abriendo de par en par el enorme pico, lo que hace darle a una variedad el nombre de tamatiá uirá; pero son más las veces que vuelven sin conseguir nada, que aquellas en que son felices; quedarían muchas veces en ayuno, si además de insectos no comieran también todo tipo de bayas, de las que abundan en la selva.” (Stradelli, 1929).

Ese nombre de tamatiá uirá, "designación indígena de carácter biológico tan fuertemente realista, que creímos prudente guardar silencio sobre su significado para no ofender el natural pudor de las lectoras,”según aclara Santos (1938), pero que significa ave-vulva, comparando los genitales femeninos con la boca del ave. 

 “Come frutas, como Aguaí [Chrysophyllum gonocarpum], que coje de las ramas al vuelo, y toda clase de insectos, gusanos, larvas, de tamaño crecido, sin respetar algunos  espinosos o urticantes.” (Bertoni, 1901)

“Estas aves se alimentan de pequeñas bayas que crecían en ramitas delgadas, demasiado pequeñas para soportar su peso. Su costumbre era lanzarse hacia el racimo de frutas, flotar frente a ella por un momento, agarrar una baya y regresar a su percha para comérsela … Por la debilidad y el pequeño tamaño de sus pies y patas, este hábito de alimentarse volando parecería inevitable. (Beebe, 1905)

 

 

VUELO

 

“Ordinariamente va solo, aunque la hembra no está lejos … No prolonga sus vuelos que son violentos y a ondulaciones verticales.” (Azara, 1802)

Aunque William Foster, observaba en Sapucay (Paraguay) que “cuando se lo molesta su vuelo es muy lento y silencioso, no diferente del de un búho.” (Chubb, 1910)

“Cuando se le ocurre pasar de una costa a la otra del Río [Alto Paraná], lo hace … volando con ondulaciones bruscas de pura fuerza; lo he visto cruzar el Rio, donde tiene 600 metros de anchura máxima.” (Bertoni, 1901)

 

 

NIDO

 

“Hace el nido excavando por lo inferior los tacurúes de los árboles hasta tener concavidad suficiente. He visto al macho pegado como los carpinteros, excavando el tacurú con el pico para el nido, mientras la hembra tranquila en el árbol inmediato miraba animando al esposo” (Azara, 1802)

Sin embargo no siempre construye el nido así. Theodor Bischoff “encontró en Mundo Novo, Rio Grande do Sul, un nido de esta especie con dos pichones, que estaba hecho en una masa de musgos, encima de una rama gruesa de un árbol.” (Ihering, 1900)

En Costa Rica, Alexander Skutch, realizó estas interesantes observaciones sobre la nidificación de la especie Trogon violaceus, a la que encontró criando “en cavidades de tocones en descomposición, en cámaras excavadas en el corazón de termiteros negros y duros, y en avisperos de “papel”, en altura. En todos los casos en los que tuve la suerte de observar el proceso, los dos sexos trabajaban alternativamente tallando la cavidad del nido, y el macho participaba en gran medida en la incubación de los dos o tres huevos blancos o azulados, así como en la asistencia a los pichones.” (Skutch, 1971)

“Vi un par …  salir volando del bosque y atacar un gran avispero habitado por avispas negruzcas de tamaño mediano. Esta estructura, compuesta de papel gris plateado, tenía forma de trompo, unida por su ancho extremo superior a una rama externa expuesta de un noble árbol Stryphnodendron, a treinta metros sobre el suelo. Los trogones macho y hembra se lanzaban alternativamente hacia el avispero, donde, halconeando momentáneamente con las alas, como lo hacen mientras arrancan una baya, abrieron un pequeño agujero en el costado, cerca del fondo. La brecha creció lentamente, ya que día tras día los pájaros volvían a su tarea, mientras las avispas seguían perezosas e inactivas en el aire fresco de la mañana a mil metros sobre el nivel del mar.”

“Más tarde, cuando el sol naciente había calentado la ladera de la montaña y las habitantes del avispero se activaron, los trogones se posaron cerca y realizaron vuelos largos y espectaculares para atraparlas en el aire o arrancarlas de la superficie de su hogar. Aparentemente los pájaros se comían a las avispas, ya que no vi a las víctimas caer al suelo. Cuando la brecha en el costado creció lo suficiente como para que los trogones se aferraran a su borde inferior mientras trabajaban, sus períodos de excavación se hicieron más largos y pronto ya estaban excavando en los panales de cría. Sin duda devoraron las tiernas larvas y pupas blancas, aunque no pude ver esto, porque los pájaros mantenían la cabeza adentro. Ocasionalmente una avispa atacaba a los saqueadores de su nido, pero, en general, causaron pocos problemas a los trogones. Después de que las aves ahuecaron una cavidad en las cámaras de cría, lo suficientemente grande como para que les sirviera de nido, las avispas abandonaron su colmena.” (Skutch, 1971)

“Mientras la hembra empolla, la ocupación del macho es llevarle el alimento, vigilar desde una rama cercana y cantar; es silencioso y hasta taciturno el resto del tiempo, pero mientras dura el período de incubación de su hembra, resuena con los ecos de lánguidos sonidos que, por insípidos que nos parezcan, encantan sin duda las inquietudes de su compañera.” (Buffon, 1770-1785)

 


Surucuá Aurora (Trogon curucui). 

Dibujo de D. F. Sotzmann (Borowski, 1780)



 

SURUCUÁES Y HUMANOS

 

Bigg-Wither observó una costumbre curiosa del ave: “El sonido de nuestras hachas parecía tener una atracción especial para los surucuáes. Con frecuencia, mientras algún árbol temblaba en su sede bajo los fuertes golpes del hacha, uno de estos pájaros  venía volando presuroso, y se posaba tranquilamente en una de las ramas del tambaleante monarca, como si hubiera estado huyendo de algún perseguidor, y hubiera llegado entonces a un puerto seguro. Creo que posiblemente la vibración de las hojas bajo los golpes del hacha sobre el tronco lo engaña haciéndole imaginar que son mariposas revoloteando alrededor del árbol, lo que estimula su prisa por venir a inspeccionarlas. Ciertamente, el pájaro parece bastante tonto y estúpido para cualquier cosa. (Bigg-Wither, 1878)

Y también esta creencia: “Mis compañeros me dijeron que el surucuá siempre se encontraba en las localidades que frecuentaban las yacutingas, y que era, de hecho, el gran enemigo de estas aves, y que el motivo por el cual se posaba, avistando tan pacientemente hora tras hora, era que podía abalanzarse sobre cualquier yacutinga que pasara y, una vez asegurada una posición bajo el ala de su presa, se aferraba allí y le desgarraba los órganos vitales a su antojo. Muchos brasileños,  que creen en la veracidad de esta historia, dicen que éste es el uso que el surucuá le da a su pico afilado y a su boca anormalmente grande. Mi propia experiencia con el ave es que está completamente inadaptada por naturaleza para una actividad tan audaz.” (Bigg-Wither, 1878)

Los naturalistas coinciden con la apreciación de Azara respecto del plumaje y piel del surucuá. Así William Foster decía: “Debido a que este es una de los más difíciles de todas las aves para desollar, el colector se siente bastante preocupado cuando encuentra un ejemplar; la piel tiene la consistencia de papel tisú mojado, y las plumas caen en grandes manojos al menor toque. Como se puede imaginar, la paciencia del colector es llevada al extremo antes de que el espécimen pueda ser guardado como una buena piel”. (Chubb, 1910)

“Pero exajera mucho cierto autor, cuando dice que la tarea más difícil que puede emprender un naturalista es desollar un Suru-ku'á.” (Bertoni, 1901)

A estas características Alexander Wetmore (1926) comenta que su cuerpo exhala el mismo fuerte olor del anó (Crotophaga) sin sugerir de dónde podría provenir el mismo.

Pese a su notable colorido y conformación, los trogónidos no han dejado una huella muy profunda en las culturas latinoamericanas con excepción del impresionante quetzal.  Quizás eso se deba a su pasividad y a su morada retirada en el interior de densas selvas.

Los mbyá-guaraníes lo consideraban indestructible como todos los seres brillantes, y por eso le aplicaban el adjetivo ju (= divino, áureo, eterno), especialmente al Surucuá amarillo o Surucu'a ju (Trogon rufus). Pero es un ave inconstante y por eso es mejor que las mujeres no lo escuchen cantar (Cadogan, 1959).  Como otros animales, el surucuá también tiene una planta asociada, la Churucu'a ca'a (Peperomia increscens  Miq.),  cuyas hojas deben llevarse como amuleto para lograr el amor de una mujer.


Suruku’a kaá  (Peperomia increscens) 

Dibujo de Patricia Mai (Mai Morente et al., 2016)  



Los yanomami, de la zona amazónica de Venezuela, relatan que un antepasado, Hōrōnami, había cazado un venado, un pecarí y un tapir, pero siendo la carga demasiado pesada llamó a su amigo Kurekurethawë para que fuera a buscarla. Éste tomó la carga pero cayó bajo su peso. Cuando pudo librarse de la carga, regresó a su casa son se transformó en Solagamusɨ o Sorucuá de cola blanca (Trogon viridis)  (Wilbert & Simoneau, 1990.). Para esta etnia el canto del surucuá o sorocuá  anuncia la presencia de algunos otros animales. Así, cuando el Sorocuá acollarado (Trogon collaris) canta suave, es porque viene el pecarí de collar, pero si canta fuerte anuncia al pecarí labiado. Al Sorocuá violeta (Trogon violaceus) le llaman por lo mismo, poshe mamokasi heă, ruido de los párpados del poshe o pecarí de collar, ya  que asimilan su canto al parpadeo de ese mamífero. De la misma forma el Sorocuá cola blanca anuncia al tĕpĕ, u oso hormiguero gigante y por eso llaman al ave tĕpĕ heă, es decir la señal del oso hormiguero. (Verea et al.. 2018)

“Su gran utilidad en agricultura, unida a su deslumbradora belleza, lo hacen el ave más preciosa del Paraguay, y quizás de América.” (Bertoni, 1901) Por ello, desde hace mucho tiempo se intentaba mantenerlo en jaula “pero un ave que huye tan lejos de nosotros, y para la cual la Naturaleza ha puesto la felicidad en la libertad y el silencio de las soledades, parece no haber nacido para la esclavitud, y debe permanecer ajena a todos los hábitos de la domesticidad.” (Etienne Lefebvre-Deshayes, citado en Buffon, 1770–1785)


          Surucuá cola blanca (Trogon surrucura) 

                    Dibujo de Charles Reuben Ryley (Shaw, 1792-1796)




Sin embargo, los trogones eran capturados, si no para comer debido a lo escueto de su carne, para obtener sus bellísimas plumas. Francisco Hernández (1651) comentaba sobre el uso artesanal que los pueblos nativos mexicanos daban a estas aves, “vestidas de plumas de muchos colores, con que los naturales tejen imágenes de maravillosa delicadeza (por las que la  preeminencia de su arte era conocida en todo el mundo) y lo usaban en los días festivos en la guerra, templos y bailes públicos.“  En efecto, las provincias del imperio azteca rendían tributo a Moctezuma II con, entre otras cosas, plumas coloridas como las del Trogon mexicanus. Con ellas los muy hábiles artesanos elaboraban delicados mosaicos, estandartes, abanicos y tocados que eran utilizados por la nobleza en las ceremonias políticas y religiosas. (López Luján & McEwan, 2010)

 

ALEX MOUCHARD



 

 

ALGUNOS NOMBRES GENÉRICOS POPULARES PARA LOS TROGONES

 

Argentina: Surucuá.

Paraguay: Suruku'a, churuku’a (mbyá guaraní), su ru cu áh (guaraní), tsa lakh (angaité, Chaco Boreal).

Brasil: Surucuá (tupí, afrancesado por Buffon como couroucou), pata chóca, capitão do matto (Bahía), perúa-chóca (Bahía), riquinha (= niña rica).

Guyana: Cuia, boclora.

Venezuela: Sorocuá, tucuso, pavita, copín, tocororo.

Colombia: Soledad, viuda roja, sorocuaz, tutuna (tikuna).

Costa Rica: Caicota.

Nicaragua:  Curucú.

Maya: Uulum k’aax, uulum kux ( = pavo de la selva por la similitud de su canto al de los pavos).

Maya tzeltal: K’uk (= pluma, relacionado a la importancia de las plumas como objeto de intercambio y producción de artesanías lujosas).

Mexico: Curucú, pito.

Cuba: Tocororo, guatiní.

 

 

 

 


 

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