Carcará
Pega, mata e come
Carcará
Não vai morrer de fome.
Canción
de João do Vale
En nuestras grandes ciudades es cada vez más común ver al carancho, una rapaz de buen porte y aspecto llamativo, atacando nidos de cotorras y de palomas, tratando de sacarle los pichones o bien acechando posibles presas posados en antenas o torres en lo alto de los edificios. Su historia comienza en las desoladas islas del archipiélago de Hornos, en los borrascosos mares del extremo sur del continente americano.
En nuestras grandes ciudades es cada vez más común ver al carancho, una rapaz de buen porte y aspecto llamativo, atacando nidos de cotorras y de palomas, tratando de sacarle los pichones o bien acechando posibles presas posados en antenas o torres en lo alto de los edificios. Su historia comienza en las desoladas islas del archipiélago de Hornos, en los borrascosos mares del extremo sur del continente americano.
Le Grand Caracara Spix JB von, Martius KFP von & Schmidt M -1838-1839 - Avium species novae |
LA HISTORIA DEL CARANCHO
A fines del año 1775 el capitán James Cook se encontraba realizando su segundo viaje de navegación alrededor de la Tierra. Exploraba los desolados parajes vecinos al cabo de Hornos. Llevaba a bordo al gran naturalista John Reinhold Forster (ver la entrada “El pingüino rey Aptenodytes patagonicus y los Forster”). A fin de que los científicos pudieran capturar aves para sus colecciones, y los marineros, “gansos” (cauquenes) para comer, Cook, los desembarcó en la isla Shag, en el canal de Christmas, al S.E. de Tierra del Fuego. Relata el capitán: “Con frecuencia he visto águilas y buitres posados en los altozanos”, y continúa: “cabe preguntarse de qué viven estos animales: supongo que de los cadáveres de las focas y aves que mueren por causas diversas”.
A fines del año 1775 el capitán James Cook se encontraba realizando su segundo viaje de navegación alrededor de la Tierra. Exploraba los desolados parajes vecinos al cabo de Hornos. Llevaba a bordo al gran naturalista John Reinhold Forster (ver la entrada “El pingüino rey Aptenodytes patagonicus y los Forster”). A fin de que los científicos pudieran capturar aves para sus colecciones, y los marineros, “gansos” (cauquenes) para comer, Cook, los desembarcó en la isla Shag, en el canal de Christmas, al S.E. de Tierra del Fuego. Relata el capitán: “Con frecuencia he visto águilas y buitres posados en los altozanos”, y continúa: “cabe preguntarse de qué viven estos animales: supongo que de los cadáveres de las focas y aves que mueren por causas diversas”.
Georg
Forster, el hijo de John que viajaba como ayudante y dibujante, cuenta el
hallazgo de un ave rapaz ocurrido el 23 de diciembre, documentado por el
artista William Hodges: “Mr. Hodges tomó un boceto de todo el
canal desde lo alto, el cual tiene un aspecto muy paisajístico desde ese punto
de vista. Fue grabado para el relato del viaje del capitán Cook; y la impresión
se destaca por la figura de un halcón en primer plano, el que, por su tamaño
sobrenatural, parece recordar al rukh [ave Roc], celebrada en los cuentos
árabes, más que cualquier otra ave de menos fantásticas dimensiones. Nos
encontramos con una muy hermosa especie
de gavilán en Tierra del Fuego, del tamaño aproximado del halcón
peregrino, pardo, con una cresta negra, y el cuello y los hombros barreados de
color gris y chocolate; la figura antes mencionada puede quizás querer
representar a esta especie”. Por su
parte, Forster padre agrega: “Vive en las rocas vecinas al mar, y se lo ve en
las ramas de los árboles secos”.
Pocos
días después, el 3 de enero del nuevo año, vuelven a encontrarlo en el
archipiélago de Año Nuevo, al norte de la isla de los Estados. Allí, lo ven
posado sobre las rocas, emitiendo una “voz de gallina”. Forster lo clasificó en
el mismo género del cóndor, Vultur,
quizás por verlo comer carroña. Cazan un ejemplar del ave en cuestión, que
conservan en alcohol, y que más tarde sería inspeccionado en Londres por el
ornitólogo John Latham que le dio el nombre específico plancus y lo ubicó, más correctamente, entre los halcones. “El nombre planci de Plinium, libro X, cap 3, es propio del águila patera [el
águila moteada Clanga clanga], ave
ésta que produce una voz quejosa”. Por ello Latham lo llamó “plaintive falcon” (= halcón
lastimero), pero ahora lo conocemos como carancho o caracará. El ejemplar fue
dibujado por John Frederick Miller, un conocido ilustrador de historia natural,
y se lo ve algo desteñido, quizás por efecto del alcohol. Acá podemos ver la
lámina, publicada en 1777.
Caracara plancus Miller JF –1776-1782- [Icones Animalium et Plantarum]. |
Más de
un siglo antes, en 1648, Georg Marcgrave había registrado la misma especie en el
nordeste de Brasil con el nombre indígena de caracará, acotando que eran “aves muy peligrosas para los pollos”, y
haciéndole el impreciso dibujo que adjuntamos.
También anotó el nombre que le daban los portugueses gavião, es decir
gavilán.
Caracará Marcgrave G -1648- Historia Naturalis Brasiliae |
Félix de
Azara (1802) lo conoció en Paraguay por ese mismo nombre guaraní al que
consideraba onomatopéyico (“nombre que conservo porque lo canta con
frecuencia”) y agrega que en el Río de la Plata le dicen carancho. También
anota detalles de su comportamiento como este curioso regalo nupcial: “Uno
cogió un sapo, y subiéndose a un árbol, llamó a su consorte y se lo regaló”.
Para él es un ave totalmente oportunista: “No ignora este páxaro todos los
modos de subsistir: los practica. Todo lo sabe, atisba, comprehende y
aprovecha”. Cuenta sobre sus actividades de caza cooperativas en las que logra
matar ñandúes, venados pequeños y corderos, “empezando por quitarle los ojos; y
si en las majadas de ovejas no hay perros, un caracará solo basta para comer el
cordón umbilical, y destripar los recién nacidos.” Además le roba la comida a
otras aves, actividad que hoy en día se llama cleptoparasitismo: “exceptuando
las águilas, a todos los demás quita la presa, y puede decirse que cazan
también para él”.
Y pasa como el
carancho,
Porque el mal nunca
se sacia,
(Hernández, J – El gaucho Martín Fierro)
Al otro
lado del continente, en Chile, el abate Molina (1782) lo anotó con el nombre
local araucano de tharu (en realidad traru o traro) y afirmaba que “se alimenta
de toda clase de animales, y aún de cadáveres”. Y así canta: “El macho camina
siempre con una gravedad afectada
… va elevando gradualmente la
cabeza, hasta que llega a tocar el lomo, y con el pico en alto termina su
aburrida canción”.
El
carancho para ser un socio estrecho del hombre como señalaba otro gran
naturalista, Alcide D’Orbigny (1831): “el caracará sigue al hombre , ya sea en
la civilización de las ciudades, ya sea en la simplicidad de su vida pastoral,
en el seno de las planicies … no encontraría bastante alimento si no se
asociara con el hombre, con el que comparte alternativamente las privaciones y
la abundancia, sufriendo, como él, el hambre, sin quejarse, o consumiendo , en
un solo día, las provisiones de una quincena”. Y así los vio, reunidos de a miles alrededor
de los saladeros de carne, junto a los jotes, esperando el descarte de las
carcasas con restos de carne. “Siguen a los viajeros y a los indios,
permaneciendo tan cerca como si fueran animales domésticos … Este corsario del mundo alado acompaña a
veces al cazador, sin que este último lo sospeche; y cuando el cazador a
abatido un ave, si no es rápido para recobrarla, más alerta que él, el caracará
le lleva la caza con una desvergüenza sin par”. En Rosario (provincia de Santa Fe) vio en un
sauzal unos “siniestros caranchos atraídos sin duda por la multitud de pescados
muertos que las aguas habían arrojado allí”.
Con
respecto a su nombre común, D’Orbigny acepta que se trata de una onomatopeya de
su canto nupcial y así parecen confirmarlo los nombres que recibe entre otras
etnias y que enumera prolijamente: kirakira (morotoca), acachacacha (saraveca),
kejru (tehuelche), chamcham ( puelche), iriartaic (mocoví), anéaradé (qom).
Entre otros pueblos, sin embargo, el
nombre no parece relacionado con su voz: nutuich (chiquito), alor (samuca),
aravo (otuké), tipan (quitemoca), nacogné (cucikia), silla (paunaca), ketseco
(paiconeca), catavo (muchojeon), catavora (bauré), uhuéké (itonama), neuchararu
(canichana), y tui (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia). Tal profusión de nombres
parece confirmar la cercanía entre esta rapaz todo terreno y el ser
humano. En cuanto al nombre rioplatense
de carancho, sería de origen quichua y significaría “pelado, sin plumas”.
En Uruguay abunda y como cuenta Hermann Burmeister (1856) así consigue
su alimento: “Este pájaro se para en el suelo donde no hay arbustos, y camina
en persecución de toda clase de animales chicos, sobre todo langostas y ratones
campestres, sin atreverse a enfrentar a los animales de mayor talla. En cambio
es muy ávido de carroña fresca”.
Charles Darwin (1836) observó los conflictos del carancho con su
pariente menor: “Cuando el Carrancha [así lo llama] está tranquilamente posado
en la rama de un árbol, o en el suelo, el Chimango a menudo vuela una y otra
vez por delante y detrás de él por largo tiempo, hacia arriba y abajo en
semicírculo, tratando, cada vez que pasa por la parte más baja de la curva, de
golpear a su pariente mayor. El Carrancha le da poca importancia, salvo que
agacha la cabeza.” Sobre su voz dice: “A
veces el Carrancha es ruidoso, pero generalmente, no; su grito es fuerte, muy
áspero y peculiar, y puede comparárselo con el sonido de la “g” gutural
española, seguido de una áspera “rr”. Quizás los españoles de Buenos Aires, por
esta causa, lo han llamado Carrancha”.
Confirmando
a Marcgrave, Claudio Gay (1847), en Chile, señala cuan perjudicial es el traro
para las gallinas: “cuando tienen hambre entran en los corrales, se reúnen
disimuladamente con las gallinas, pican como ellas, y luego que tienen cerca un
polluelo lo arrebatan traidoramente para ir a devorarlo” y confirma que es “un
gran destructor de pájaros por los infinitos huevos que pilla de los nidos” y
sin embargo “muy rara vez o casi nunca persiguen a los pájaros, sin duda por
cobardía, pues apenas uno de ellos cae herido que inmediatamente se echan
encima”. Su canto parece variar según la
región: “en el Brasil y el Paraguay pronuncian perfectamente caracará, de donde viene su nombre; en
ChiIe varia algo y se distingue por las dos silabas tra y ro, repetidas
muchas veces, gritando ya solo la primera, ya la segunda, para lo cual llevan
la parte superior de su cabeza sobre la espalda y levántanla después al
pronunciar su rrrooo”. Para la gente de San Luis (Argentina), en
cambio, su canto dice “¡Ay, Jue pucha!”
Traro Gay C – 1847- Historia fisica y política de Chile |
Pero a
diferencia de Gay y otros autores, tanto Hudson como Ernest Gibson observaron
que el carancho puede atrapar aves vivas. El último autor menciona también un
curioso episodio con un zorrino: “Cabalgando de vuelta a casa a la puesta del
sol, me crucé con este último [un zorrino] en el campo, andando de un lado para
otro en esa forma errática peculiar de ese odorífero cuadrúpedo, con el
mencionado carancho que lo seguía saltando atrás. En un momento, cuando su
perseguidor se acercó mucho, el zorrino se detuvo y levantó su cola de un modo
amenazador, pero el Carancho, superando la sorpresa inicial de la situación, ¡se
animó a dar un paso adelante y a agarrar el sagrado apéndice caudal con una
garra! Al instante el muy curioso
Carancho se tambaleaba con el plumaje desaliñado, los ojos llorosos, y una
expresión general de total horror y asombro en su cara vulturina, mientras el
zorrino lo miró un rato con un aire cómico de “yo te avisé” antes de seguir su
pacífico camino; y me quedé inclinado sobre el cuello del caballo en un éxtasis
de placer mirando las muestras de desconcierto del Carancho”.
Poco
después de Darwin, pasó por Sudamérica la United States Exploring Expedition.
Su naturalista Charles Pickering escribió desde Río Negro: “Fue novedoso para
mí ver el caracará posado a veces sobre los arbustos, pero más usualmente sobre
la arena y aún en el lodo de la orilla del río”.
Polyborus tharus juveniles Proceedings of the Zoo1ogical Society 1876 |
Una
curiosa información proporciona Eduardo Holmberg (1878) desde el valle de Lerma
(Salta): “El Carancho, que come las garrapatas del ganado, perseguido á su vez
por los Piojos, es librado de ellos por la Tijereta”. Aunque, lamentablemente, no da detalle de
cómo sucede esto último.
Los
hábitos carroñeros del carancho no le dieron buena fama entre los naturalistas
victorianos, muy proclives a ver en los animales aspectos morales propios del
hombre. Así se expresaba el capitán Richard Crawshay: “Como una notable
personalidad entre las aves terrestres, el Carancho quizás se encuentra a la
cabeza de todas, es cierto que no como
objeto de gracia o belleza, ni tampoco como algo amado por el hombre o por las
otras criaturas animales en general, sino como un siniestro recuerdo del lado
oscuro de la vida … Criaturas de aspecto malvado, no presagian
nada bueno para el mundo animal.” Y Walter
Barrows en Concepción del Uruguay (Entre Ríos, Argentina) comentaba en 1879:
“aparecen en cantidades inusuales donde quiera que la oferta de alimento
aumenta repentinamente, como por ejemplo, durante esas periódicas subidas del
río a las cuales se les da el nombre de
crecientes. Cuando la subida es muy súbita la destrucción de pequeños
cuadrúpedos es muy grande, y es seguro que los Carranchos están cerca … A lo
largo del borde del agua miles de cuises corretean desesperados, mientras que
los cuerpos de otros miles flotan ante los expectantes Carranchos, que acechan
en la costa por cientos … Mientras dure la creciente, los Carranchos,
atragantados con carroña, y obviamente pesados y lentos, eran casi tan mansos
como pollos de corral, y había buena oportunidad para cualquiera que estuviera
dispuesto a estudiar sus desagradables costumbres”. Cosa que Barrows, con su
espíritu victoriano, no hizo. A su vez Darwin señalaba: "La conformación de las caracaras las hace colocar en el número de las águilas; veremos si son dignas de tan alta alcurnia".
De
la misma forma aprovechan los incendios naturales o provocados: “El más ávido y
audaz de todos, el carancho, llegaba hasta atrapar , en medio de las cenizas
ardientes, los pequeños cuadrúpedos y reptiles chamuscados” (D’Orbigny, 1999).
“Los caranchos parados en los
gajos de los seibos, al sentirnos cruzar, despertando del sueño indolente nos
miraban con los ojos redondos
y vidriosos ; y, como si olfatearan la próxima carneada, - con
ese instinto aguzado de las aves carniceras, —lanzaban la nota áspera de su
ronco graznido convocando la hambrienta bandada, alzaban el vuelo y seguían á
la distancia nuestro derrotero para celebrar su festín sangriento con los
despojos de la res”
Recuerdos de la Tierra - Martiniano
Leguizamón
|
Pero
William Hudson discrepa: “No estoy de acuerdo totalmente con el muy innoble
carácter que usualmente le atribuyen los viajeros … Cuando se lo ve posado en
el cono de un hormiguero, parado erguido sobre los altos y plumosos pastos,
tiene un aspecto fino, casi noble”. “Son
pájaros muy garbosos”, dice Sánchez Labrador. Tampoco coincide Hudson con la
hipótesis de D’Orbigny de que el carancho es un parásito del hombre: “En
lugares deshabitados siempre encontré a los Caranchos tan abundantes como en
los distritos poblados.” Y con respecto a su nombre criollo apunta: “Carancho, posiblemente
corrupción de keanche, el nombre
puelche para su pariente Milvago chimango,
por imitación de su malhumorado grito”.
Otro fan
del caracará fue el príncipe de Wied (1830), que lo vio en Paraíba (Brasil):
“Uno ve muchas de estas hermosas aves de presa, ya caminando a zancadas por los
pastos, o pasando en vuelo bajo, generalmente batiendo sus alas, de un matorral
a otro, donde se distingue de lejos por su colorido diseño. Se mueven mucho,
acosan a todos los animales vivientes más pequeños, y parece que como nuestro
busardo viven de anfibios, ratones, pájaros, caracoles e insectos”.
“Tales caranchos nunca atacaban a las
gallinas. No ofendían ni molestaban, manteniéndose en la arboleda, lo más
lejos posible de las casas. Se acercaban a ellas cuando se carneaba alguna
res. Revoloteaban entonces en torno de la sangrienta comida, echando su
penetrante mirada sobre los procedimientos y esperando la oportunidad. Llegaba
ésta, cuando los bofes y demás porciones sobrantes eran arrojados por los
peones a los perros. El carancho, entonces, se abalanzaba como un milano y,
arrebatando la carne con el pico, la levantaba hasta una altura de veinte o
treinta metros. Dejaba caer su botín, para agarrarlo de nuevo en el aire con
gran destreza, entre sus garras, remontándose para comerla a su antojo. Nunca
me cansaba de admirar esta hazaña del carancho que es, según creo, única en
los pájaros de presa”.
Allá lejos y hace tiempo – William Henry
Hudson
|
Pero el
carancho, como los jotes, es un animal
beneficioso por la eliminación de la carroña y aún por esta curiosa aunque
molesta acción veterinaria que observó el capitán Francis Bond Head (1826) en
las pampas bonaerenses: “Están constantemente tratando de atacar a los caballos
y las mulas con mataduras en el lomo. Y he observado a menudo a estas aves que
se ciernen apenas a 15 cm sobre ellos. Es curioso comparar el semblante de los
dos animales. El carancho, con la cabeza inclinada hacia abajo, y los ojos
fijos en la herida: la mula con el lomo agachado, las orejas hacia atrás, la
cola temerosa de comer y aparentemente sin saber si debía retroceder o patear”.
Y al
parecer tampoco desdeñan los vegetales según consideraba José Sánchez Labrador: “horribles salteadores de las sementeras de maní y de los plantíos
de batatas” pues “nos arruinaban las cosas mencionadas, desenterrando los granos
de maní y las raíces de batatas, con sus
corvos picos, y las comían vorazmente”.
Sobre la
vivienda del carancho tenemos este hallazgo de Henry Durnford de 1876,
realizado en lo que es hoy un coqueto barrio de la capital argentina: “Encontré
yo mismo un nido cerca de Belgrano en medio de un gran bañado, era una
estructura masiva, compuesta de ramas y tapizada con un poco de pelo grueso y
lana de oveja, y lleno de trozos pútridos de cuero de caballo y huesos de
pescados.” Su nido es proverbialmente un sitio muy desarreglado, y como es el
nido, es el ave (“arreglado al nido es el carancho”).
“Con una mano afanosa trataba de poner
orden en el escándalo de su pelo: ¡ay, su cabeza, un nido de caranchos!”
Adán Buenos Ayres – Leopoldo Marechal
|
La
fábula de Godofredo Daireaux, “El nido del carancho” se vale de esta
característica para hacer una parodia con cierto tinte político.
Pero el
ave es fiel a su casa:
Mas, lo mesmo que el
carancho,
siempre estaba sobre
el rancho
(Hernández, J – El gaucho Martín Fierro)
Porque
como dice el refrán: “Cada carancho a su rancho”
Aunque
la mala calidad de la vivienda le trae problemas familiares:
Se enojó la carancha
con el carancho,
porque llegó el
invierno
querida,
sin tener rancho
(copla bonaerense)
ALEX MOUCHARD
[ver nuestra próxima entrada EL CARANCHO
CULTURAL]
EL ILUSTRADOR DEL CARANCHO
John
Frederick Miller (1759–1796) era un ilustrador inglés de
temas de historia natural, especialmente de plantas. Era hijo del ilustrador
alemán Johann Sebastian Müller y hermano de otro dibujante de historia
natural, James Miller. Fue uno de los cinco artistas contratados por Sir
Joseph Banks para hacer las 743 acuarelas de su obra Florilegium, a partir de los bocetos realizados por el dibujante Sydney Parkinson
a bordo del Endeavour durante el primer viaje de James Cook.
También produjo una cantidad de láminas a partir de los dibujos hechos por
Georg Forster en el segundo viaje de Cook. En 1772 participó de la expedición
a Islandia de Banks
y el botánico sueco Daniel Solander, junto con otro artista llamado John
Cleveley.
En
1796 publicó Cimelia Physica. Figures of rare and curious quadrupeds,
birds, &c. together with several of the most elegant plants con
textos de George Shaw. Miller hizo los
grabados y los coloreó a partir de los ejemplares originales. Es una de las
mejores publicaciones ilustradas sobre historia natural producidas en
Inglaterra.
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REFERENCIAS
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-Burmeister H -1854-1856- Systematische Uebersicht der Thiere Brasiliens. Berlin.
-Burmeister H -1861 – Reise durch die La Plata-Staaten.
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-d’Orbigny CD -(1835-1847)- Viaje por América Meridional – Emecé – Bs: Aires, 1999.
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-Forster JR & Lichtenstein H – 1844 - Descriptiones animalium quae in itinere ad Maris Australis terras per annos 1772, 1773 et 1774 suscepto. Berolini :Ex Officina Academica.
-Gay C – 1847- Historia fisica y política de Chile – Tomo primero - Zoología. Paris y Chile.
-Gibson E -1879- Ornithological Notes from the Neighbourhood of Cape San Antonio, Buenos Ayres. The Ibis 3 - Fourth Series. London: John Van Voorst.
-Goeldi EA – 1900-1906- Album de aves amazonicas – Zürich :Impressão do Instituto Polygraphico .
-Grenfell Price A – 1985- Los viajes del Capitán Cook (1768-1779)- Ed. Serbal
-Head FB -1826- Rough Notes taken during me rapid Journeys across the Pampas and among the Andes. London: John Murray, Albemarle-Street.
-http://www.biodiversitylibrary.org/
- Marcgrave G -1648- Historia Naturalis Brasiliae. Lugdun. Batavorum, apud Franciscus Hackium et Amstelodami apud Lud. Elzevirium.
-Miller JF –1776-1782- [Icones Animalium et Plantarum]. London.
-Molina GI –1782- Saggio sulla storia naturale del Chili . Bologna: Stamperia de S. Tommaso d' Aquino
-Sánchez Labrador J –(1767)- Peces y aves del Paraguay Natural Ilustrado. Fabril Editora, Bs As, 1968
-Sclater PL & Hudson WH -1888- Argentine Ornithology. 2 vols. London: R. H. Pouter
-Spix JB von, Martius KFP von & Schmidt M -1838-1839 - Avium species novae, quas in itinere annis 1817-1820 per Brasiliam. Monachii :Impensis editores.
- Wied M – 1830 – Beiträge zur Naturgeschichte von Brasilien. Weimar: im Verlage des Gr. H, S. priv Landes- Industrie -Comptoirs
¯
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