Pionus
maximiliani y Alexander Philipp Maximilian,
príncipe de Wied-Neuwied
Era u'maitaca
Que ao ouvir a voz
Me sempre gritava
Quando chegava entre nós
Como sei
Quem espalhou
Essa coisa de dor
Que entre nós se passou
Eu não sei como foiAssim tão veloz
Que já descobriram
Todo o segredo entre nós
(Era un maitaca/ que al oir la
voz/siempre me gritaba/cuando venía con nosotros./ Cómo saber/quien
difundió/esa cosa dolorosa/que entre nosotros pasó./No sé cómo fue/así tan rápido/que
descubrieron/todo nuestro secreto.)
Maitaca
– Canción de Sinho (José Barbosa
da Silva)
EL PRÍNCIPE
Nuestras historias se entremezclan a menudo
con las de la nobleza europea y ello tiene una explicación muy sencilla. Sólo en
el seno de esas familias aristocráticas se daban las condiciones para que
algunos de sus miembros, libres de angustias económicas, se pudieran a los
viajes y al estudio de la naturaleza, al menos durante los períodos de paz entre
las numerosas guerras que aquejaron a Europa.
El principado de Wied-Neuwied se encuentra en
la apacible región renana de Alemania, un lugar caracterizado por la gran
tolerancia religiosa. Allí, en el majestuoso palacio de la ciudad de Neuwied,
nació hacia fines del siglo XVIII, el futuro príncipe Alexander Philipp Maximilian.
Como suele ocurrir en estos casos, su temprana predisposición por la naturaleza se despertó gracias a su madre,
la condesa Louise Wilhelmine,
y más tarde, por sus lecturas autodidactas. En la Universidad de Goettingen, una
institución de formación humanística integral, recibió la influencia del profesor
Johann Friedrich Blumenbanch, especializado en antropología física, quien
estimulaba a sus discípulos a realizar viajes para obtener materiales para sus
estudios antropológicos.
Principe Maximiliano de Wied-Neuwied – Grabado por Heinrich Meyer - Roentgen Museum, Neuwied.
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Tras una etapa como militar del 3º Regimiento de Húsares en
las guerras napoleónicas, tuvo la
oportunidad de conocer en Paris a Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland, a raíz de lo cual se interesó en viajar a Brasil, país que
ellos no habían podido visitar y que entonces, tras el establecimiento de la
corona portuguesa, había favorecido mucho el desarrollo de las artes y las ciencias. Maximilian reclutó
entonces dos compañeros para su aventura: el cazador y taxidermista David Dreikoppel
y el jardinero preparador Christian Simonis.
En
mayo de 1815 partieron hacia Río de Janeiro donde se incorporaron a la
expedición de los naturalistas Georg Wilhelm Freyreiss y Friedrich Sellow. El
primero, era
un zoólogo y ornitólogo muy capaz, adscripto al Departamento de Minería de
Brasil; el segundo, por su parte, era botánico, zoólogo y artista. Ambos habían sido financiados por el gobierno brasileño
para explorar el norte del país y Maximilian, que viajaba a su propio costo,
decidió unírseles con el seudónimo de barón von Braunsberg, pero sus compañeros preferían
llamarlo "Prince
Max". Desde
Rio se
dirigieron hacia el norte por la costa, región poco estudiada, “donde la tierra
y los aborígenes aún no habían sido ‘asaltados’ por la civilización europea”.
Enseguida
realizaron las primeras colectas de especímenes con la ayuda de un esclavo
perteneciente a Freyreiss, Francisco, quien se transformó en el principal cazador de
la expedición. Dice Wied: “Cuanto más
avanzamos más soberbias e imponentes se mostraban las selvas”. Pasaron por Cabo
Frio y Sao Salvador dos Campos, donde a orillas del rio Paraíba logran cazar un
yacaré, comprobando que era mucho menor que sus parientes los cocodrilos del
viejo mundo. Llegaron al rio Doce y ahí encontraron a los indios aimorés, llamados
botocudos por los portugueses, pueblo muy aguerrido y resistente a la
dominación europea. En esa zona vieron antas o tapires, las dos especies de
pecaríes: el de collar o “caitetú” y el labiado, así como el yaguareté u onça
pintada y su variedad melánica.
Tras remontar el río hasta Mucuri, Wied, cautivado por la variedad
de la flora y la fauna, decide permanecer en el morro da Arara, en la propiedad
del canciller
Antonio de Araujo y Azevedo, Conde da Barca, “protector de las ciencias”, quien resultó
de gran ayuda proporcionándole
recomendaciones y pasaportes para las autoridades del interior.
ENCUENTRO CON EL LORO MAITACA
Hacia enero de 1816, pasan por Vila Viçosa. En esa población
encuentra más indios bocotudos, esclavos del oidor de la villa, que le producen
una fuerte impresión: “La visión de estos Bocotudos nos hizo temblar de horror,
nunca se vieron antes seres humanos tan desagradables, extraños y tan poco
favorecidos. Su jefe mostraba un gran
trozo de madera incrustado en el labio inferior y en el lóbulo de las orejas,
el labio se veía muy estirado hacia delante y las orejas colgaban hasta sus
hombros como grandes alas, su cuerpo pardo cubierto de suciedad”.
Psittacus
flavirostris, con P. senilis (= Pionus senilis), el chucuyo de Centro América.
von Spix,1824,Avium Species
Novae,quas in Itinere per Brasiliam annis,1817-20.
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En viaje
hacia Caravelas: “La canoa se deslizaba suavemente por el río Peruípe que se contornea
hacia el este, desembocando con el Caravelas en un largo brazo del mar. . . Hacia
el anochecer la jornada se hizo muy agradable; navegamos de un arroyo a otro,
porque entre Viçosa y Caravelas hay una cantidad de islas cubiertas con el
árbol de Mangue [Mangle rojo, Mangue-vermelho o sapateiro (Rhizophora mangle)] que forman un completo laberinto. En
estos bosques se oían los gritos de los loros, eran de la especie de los
Curica, el Psittacus ochrocephalus de Lineo, o el amazonicus de Latham, [ambos
nombres pasaron a sinonimia de Amazona
ochrocephala, el papagaio-campeiro]”.
En canoa por el río Doce. Dibujo de Wied. Biblioteca
Brasiliana da Robert Bosch GmbH. Kapa Editorial, 2001.
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Vila Viçosa [Villa Exuberante] se denomina actualmente Nova Viçosa y
constituye una localidad turística de playas muy concurridas. Aún contiene
algunos relictos bastante conservados de mata atlántica y se encuentra muy próxima al
archipiélago de Abrolhos, visitado
en 1832 por Charles
Darwin en su famoso viaje, y que es hoy una reserva ecológica
marina.
Durante
ese recorrido cazaron a orillas del río Peruípe
al primer ejemplar conocido para la ciencia de loro maitaca. Wied anotó en la etiqueta del ejemplar el
nombre tentavivo de Psittacus cyanurus [= loro de cola azul oscuro]. El
ejemplar subsistió a un episodio posterior del viaje en el cual, cerca de Bahía,
Maximilian fue encarcelado durante tres días al creérselo un agitador ingles a favor
de la revolución de Pernambuco en contra de las autoridades coloniales
portuguesas. Mientras estaba en prisión
sufrió el robo de gran parte de la colección de insectos y plantas y la pérdida
de otros especímenes, deteriorados por las lluvias. Finalmente el gobernador de
Bahía, Conde dos Arcos, intervino para liberarlo.
Wied, como se lo conoce en el ámbito zoológico, una vez llegado
a Europa, remitió el ejemplar del loro desconocido al ornitólogo Heinrich Kuhl del Museo de Leyden. Kuhl advirtió que
el nombre científico propuesto por Wied ya había sido usado por Shaw para otra
especie (Eos
bornea, el lori rojo), así
que creó un nuevo nombre para él, Psittacus maximiliani, homenajeando a su
descubridor.
Psittacus maitaca -
von Spix,1824,Avium Species Novae,quas in Itinere
per Brasiliam annis,1817-20. |
Cuatro años después Johann Baptist Spix encontró a la misma
especie en las selvas del Piauí y lo describió con el nombre de Psittacus
flavirostris (= loro pico amarillo), aclarando que “Algunos lo llaman Maitaca”. También lo obtuvo en las selvas próximas a Rio de Janeiro, cerca del presidio de Sao Joao, pero, creyéndolo otra especie, la denominó Psittacus maitaca, basándose en su nombre común, aunque también recibía el nombre onomatopéyico de cuiúcuiú.
LOS
NOMBRES DEL LORO
"Maitaca"
o "baitaca" es una palabra que proviene del tupí mba'é = hablar, etaé = mucho, quizás
contaminado por el portugués matraca (instrumento musical de origen
africano). Por lo tanto significaría “hablador, bullicioso”, lo cual es una
característica de este loro que, aunque no habla, es muy ruidoso. En efecto, Félix de Azara lo denominó Síy
porque “canta su nombre agriamente, y por él le conocen todos”. Dice que “sus
bandadas son poco numerosas, no hace caso de naranjas, y destruye mucho maíz.
Nadie le domestica porque no aprende a
hablar y es tan triste y silencioso que no canta en libertad sino al
tomar vuelo y alguna vez volando.” W.
Shore-Baily, que intentó su cría en cautiverio, observó igualmente que “son
muy tranquilos y apáticos en sus maneras” lo cual atribuyó sin embargo a que sus
ejemplares estaban en pobre condición.
Ihering señala el nombre guaraní utilizado en Rio
Verde (Goiás): “arabatsai”.
Borelli lo considera una especie muy común en el Chaco
Boliviano y en la provincia de Salta, donde le dicen "choclero".
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Psittacus senilis
C.L.Brehm,1842-1854,Monographie der Papageien,pl.44.
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MAXIMILIAN
SIGUE VIAJANDO . . .
Desde Porto
Seguro la expedición de Wied remontó el rio Grande de Belmonte, donde realizó
un importante estudio etnográfico de los salvajes botocudos, ya bastante influidos por la civilización europea debido
a la proximidad de los destacamentos militares. A pesar de la impresión inicial que hemos
citado, mas adelante en su relato admite que son mucho mejor conformados y más
bellos que otras tribus y si bien inicialmente había afirmado que “se
distinguen por la costumbre de comer carne humana y por su espíritu guerrero”, reconoce
que el canibalismo no estaba confirmado, y que quizás surgía de una confusión
por su costumbre de ingerir carne de monos. Aunque estos indios son “más
formidables que todas las fieras” y son el “terror de las selvas impenetrables”,
critica las medidas de
exterminio tomadas por los portugueses contra ellos, que incluían el
lanzamiento de ropas contaminadas con viruela, y que comprensiblemente habían provocado
la reacción violenta de estas tribus.
Un mito interesante que recogió de estos indígenas
era la creencia en un espíritu de las selvas llamado “caipora” que raptaba
niños y jóvenes, ocultándolos en huecos de arboles donde los alimentaba y cuidaba (ver las leyendas del ucumari en nuestra
entrada “EL CASO DEL FUSILAMIENTO DEL OSO - MANUELITA SÁENZ
Y EL UCUMARI”) .
En la parte final del viaje se internaron en
el sertão del estado de Minas Geraes, atravesando la caatinga, matorral espinoso que los dejó
en un estado lamentable: ropas desgarradas,
ensangrentados y picados por las avispas, mientras contemplaban “con
calma filosófica” la lluvia torrencial que les caía encima. Esta era el país de
los indios camacás, transformado ya entonces en región ganadera. El viaje terminó en Bahía, donde a causa de
su salud delicada, Wied, decidió regresar a Europa en mayo de 1817.
Sin
embargo no terminaron aquí las aventuras del príncipe ya que entre 1832 y 1834, recorrió el interior de Norteamérica,
acompañado por el artista suizo Karl
Bodmer. Desde St. Louis, remontaron el río Missouri hasta Fort McKenzie,
Montana, viajando en vapor y veleros. Tras pasar un año con las tribus de esas
regiones, realizó una gran cantidad de observaciones antropológicas y de pinturas,
que constituyen un documento de gran importancia para los etnógrafos.
Aunque Maximilian
condenaba la esclavitud, eso no le impidió adquirir dos esclavos durante su viaje: Quack, un indígena bocotudo
semi occidentalizado, y un negro a los cuales llevó a Alemania en su regreso. El negro falleció al poco tiempo pero Quack sobrevivió casi diez años en Alemania
aunque tuvo varios episodios de embriaguez alternados con ataques de neumonía.
Este indígena le fue de gran utilidad en Brasil
como acompañante, cazador,
intérprete y referencia necesaria de todo lo observado.
LA OBRA DE UN PRINCIPE
Maximilian recolectó en sus viajes alrededor de 7000
plantas, de las cuales unas 650 las vendió o donó al botánico Karl Friedrich Philipp von Martius,
otro naturalista viajero del Brasil. La parte del herbario que había reservado
para sí fue redescubierta en 1998 en la biblioteca del palacio de Neuwied, en
un gabinete de difícil acceso, e incluye 22 paquetes de plantas desecadas.
Su
colección de especímenes zoológicos, especialmente
vertebrados terrestres, es aún hoy muy
valorada. La mayor parte, consistente en 4,000 pieles de aves, 600 de mamíferos, y 2,000 peces y reptiles, fue
adquirida por el Museo de Historia Natural de New York en 1870. Maximilian
se destacó especialmente en ornitología y su obra constituye un precedente a
los estudios de Burmeister sobre la fauna brasileña publicados en 1854-1856. A
pesar de que no hizo descripciones detalladas sino breves diagnosis, las mismas
permiten identificar sin dudas a las especies, y tienen además datos ecológicos
y geográficos. Pero otros autores tomaron varias de esas descripciones y las
publicaron como especies nuevas, arrebatándole así la prioridad en la
nomenclatura.
Maximilian publicó dos importantes obras sobre la
naturaleza de Brasil: "Reise
nach Brasilien in den Jahren 1815-1817 [Viaje al Brasil en los años 1815-1817] (Frankfurt,1820-22),
donde hace importantes observaciones sobre la fauna y flora, y Beiträge
zur Naturgeschichte von Brasilien [Contribuciones a la historia natural de Brasil] (Weimar,1823-31) en 4 volúmenes, dos de los cuales constituyen
un muy completo relevamiento de las aves de las regiones que recorrió.
Principe Maximiliano de Wied-Neuwied, 1832-22.
Por Virginia Dupalais. Joslyn Art Museum
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Además, durante el viaje, realizó una serie de dibujos y acuarelas que los
expertos consideran una valiosa representación de los paisajes y habitantes
indígenas del Brasil. Las mismas fueron publicadas como grabados en Abbildungen zur
Naturgeschichte Brasiliens [Imágenes de la historia natural de Brasil] (Weimar, 1823), si bien las imágenes de los indígenas fueron alteradas
considerablemente para ser aceptadas por el gusto europeo de la época.
Rescatemos para
terminar esta acertada premonición del príncipe, que nos hace reflexionar sobre
la conservación de las regiones naturales que visitó: “ ¡En cincuenta años más el mundo habrá alcanzado un aspecto por completo
diferente! Los viajes en ferrocarril y en vapor harán las distancias totalmente
insignificantes, los viajes a tierras lejanas serán como simples paseos, y
cualquier cosa que imagine la mente humana también producirá grandes cambios.”
Guacamayo capturado por un cazador. Dibujo de Wied. Biblioteca
Brasiliana da Robert Bosch GmbH. Kapa Editorial, 2001.
|
“De repente, en lo alto, la mañana se echó
a reír: una bandada de maitacas pasaba, haciendo sonar campanas, rompiendo
vidrios,
crepitando de risas. Y otra. Y otra más. Y aún
otra, más bajo, con las maitacas verdecitas, parloteando, graznando, incapaces
de ordenar sus voces en la disciplina
de un coro. . .
Pero entonces, ¿¡cómo podría haber una
linda mañana sin maitacas!? ...”
A
hora e vez de Augusto Matraga
Guimarães Rosa
|
Alex Mouchard
REFERENCIAS
Rostworowski
da Costa,C. -2008– O Principe Maximiliano de Wied-Neuwied e sua Viagem ao
Brasil (1815-1817). Disertación de Maestría. Univ. de Sao Paulo.
Duarte, R. H. -2002-
Olhares Estrangeiros. Viajantes no vale do rio Mucuri - Revista Brasileira de História 22 (44),
pp. 267-288- 2002
Moraes,
P.L.R. -2009- The Brazilian Herbarium of Maximilian, Prince of Wied. Neodiversity
4: 16-51
Wied-Neuwied,
M.A.P. -1820- Reise nach Brasilien in den Jahren 1815 bis 1817. Erster Band.
Frankfurt.
Wied-Neuwied,
M.A.P. -1820- Travels in Brazil, in the years 1815, 1816, 1817.. Illustrated
with plates. Henry Colburn &
Co., London.
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