“Cisne cuello negro
cisne cuello blanco.
Que se van hiriendo
que se van besando.
Alegría y llanto.”
Canción de Manuel Alejandro
EL ABATE
Imaginemos
estar a mediados del siglo XVII en una de las mejores zonas de Chile, “el Corazón
de Chile”. Estamos en el valle de
Loncomilla, donde habitaba la etnia del mismo nombre. Allí a partir de los
repartos de tierras del conquistador Pedro de Valdivia, se fue forjando una
comunidad de hacendados que se dedicaban mayormente a cultivar la vid. Esa
fértil planicie ondulada ocupa la zona conocida como "Isla del
Maule", rodeada por los ríos Maule, Loncomilla y Perquilauquén. En esa
pintoresca comarca, en la hacienda materna de Huaraculén, al este de la actual
Villa Alegre, nació en 1740, Juan Ignacio Molina.
Juan Ignacio,
niño inquieto y curioso, habrá dado sus primeros pasos en los largos corredores
que rodeaban la casona familiar de adobe con fuertes vigas de ciprés y techo de
totora. Jugaba y corría por el amplio patio rodeado de murallas y quizás haya
observado en la bodega a los artesanos fabricando toneles y otros utensilios.
Muy pequeño
acompañaba a su padre, quien para cumplir con una orden real, recolectaba
diversos especímenes de la naturaleza, y de allí empezó a adquirir un gran
interés por tales cosas. «Mi carácter me llevó desde mis más tiernos años a
observar la naturaleza y particularmente los animales, por lo cual mientras
viví en el país hice todas las investigaciones posibles”.
Ese era su mundo,
pero su infancia fue corta. Con apenas 15 años fue admitido en la escuela de
los jesuitas de Concepción, y dos años después, Juan Ignacio fue enviado a
la hacienda de Bucalemu (“bosque grande” en mapudungun), en Rocas de
Santo Domingo, cerca de San Antonio, propiedad de la Compañía de Jesús. Durante
tres años (1758-1760) habitó en La Casita, un sencillo edificio de adobe y
madera, cuesta arriba del cerro. Mientras estudiaba humanidades clásicas, se
fue también despertando su interés por la observación de la variada fauna y flora
de ese idílico lugar, realizando largos recorridos por la cordillera de la
Costa y por las orillas del mar. En efecto, dicha hacienda se encuentra
enclavada en los humedales de El Yali (“mosquito” en mapudungun) , un área
natural de unas 11.000 hectáreas (hoy en día incluye una Reserva Nacional
declarada sitio Ramsar), formada por un complejo de ríos, lagunas, vegas,
esteros y dunas, donde se concentra una gran cantidad de aves acuáticas:
flamencos, coscorobas, cisnes de cuello negro, gaviotas, patos, taguas, hualas
y garzas. También viajó por los alrededores de la hacienda de Huaraculén, la chacra de Ñuñoa en Santiago, las haciendas de La Punta y Carén, y los
campos del Maule incrementando sus conocimientos sobre los animales y plantas
nativos.
Hacienda de Bucalemu
http://www.dconstruccion.cl/
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Sin embargo,
esa incipiente carrera de naturalista, quedó trunca cuando en 1767 los jesuitas
fueron expulsados de América y Molina debió radicarse en Bolonia, Italia. Jamás
habría de regresar de su exilio, donde falleció a avanzada edad.
En Italia
publicó "Compendio della storia
geografica, naturale e civile del regno del Chile" (1776), para cuya
redacción se valió de sus recuerdos y de los informes de distintos viajeros
europeos que habían visitado el país, ya que sus manuscritos originales le
fueron requisados al embarcarse en El Callao. Más tarde realizó una segunda
versión ampliada: "Saggio sulla storia naturale del Chile" (1782),
para la que pudo contar con las notas que le habían confiscado en Perú, y que
le fueran devueltas por su compatriota, José Ignacio Huidobro y Morandé, que había logrado adquirirlas en Valparaíso. En estas obras describió por
primera vez numerosas especies de animales y plantas de Chile.
Molina fue
profesor de ciencias naturales y llegó a elaborar una teoría de la
evolución precursora en más de 40 años de la de Darwin. En la misma postulaba
que Dios había creado solamente el germen de la vida y que éste había
evolucionado hasta llegar a formar las diferentes especies, lo cual le valió
una acusación de herejía, que afortunadamente no prosperó.
Gracias a su
actuación y sus obras, el abate Molina, como se lo conocía en Italia, es considerado el primer naturalista chileno,
y además el primero en utilizar la
nomenclatura postulada por Linneo. De
sus descripciones, alrededor de 34 nombres científicos de especies de plantas y
53 de animales son válidos aún hoy en
día.
Juan Ignacio Molina a
los 65 años.
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Molina era de
pequeña estatura, de piel algo morena, ojos grandes y vivos, boca y nariz
grandes. Era de carácter tranquilo, jovial, algo irónico, excelente y preciso
observador y muy imaginativo. Humilde
para expresar sus ideas, aunque riguroso en la crítica a los que consideraba
erróneos. Era muy aplicado en la búsqueda de información y en la elaboración de
sus trabajos.
EL CISNE DE CUELLO NEGRO
El primer europeo
que dio noticias de este cisne parece haber sido el viajero Sir John
Narborough, quien lo observó el 2 de agosto de 1670, en el estrecho de
Magallanes, y lo publicó en el relato de su viaje en 1694.
Cisne de cuello negro Artesanía de Tini Depoine |
Pasaron casi
cien años y Molina que seguramente en sus excursiones por las lagunas de El
Yali se encontró con el cisne de cuello negro, lo describió así: “El
cisne chileno, Anas Melancorypha,
tiene casi el tamaño del Cisne Europeo, al que se parece mucho en la forma,
pero se distingue por el color de las plumas que cubren su cabeza hasta la
mitad del cuello, las que son de un bello negro, mientras que todas las demás
son de un blanco reluciente. La hembra produce seis pequeños, que no abandona
ni en el nido y cuando va a procurarse el alimento los lleva todos sobre el
dorso.”
Pero en el
otro extremo del sur americano, casi al mismo tiempo, otros viajeros se
encontraban con la bella ave. Louis Antoine de Bougainville, durante su viaje a las
islas Malvinas en 1763 observó: “Entre las aves de pies palmados, el cisne
tiene el primer rango. No difiere del de Europa más que por su cuello de un
negro aterciopelado, que hace un admirable contraste con la blancura del resto
de su cuerpo, las patas son de color de carne. Esta especie de cisne se
encuentra también en las costas del Plata y en el estrecho de Magallanes”. Dom
Pernety, capellán y naturalista del viaje, lo confirmaba: “En el segundo viaje vimos ... una especie de
cisne con pico rojo, teniendo todo el cuello del más bello negro, y el resto
del plumaje blanco”
William
Hudson fue uno de los más fervientes admiradores de la belleza de nuestro
cisne, o quizás, por sus dotes literarias, quien mejor pudo expresarlo: “Para mi mente quizás parcial, esta especie es
preeminente entre los cisnes por su belleza, aunque es considerablemente menor
que la especie del Viejo Mundo, y, debe admitirse, no se comporta tan
majestuosamente. En cuestiones de este tipo es lógico para cada persona tener
favoritismo por las cosas de su propio país; pero pienso que debe admitirse sin
dudas, que el ave de cuello negro es una de las tres especies que sobrepasan en
mucho a todas las demás del género en belleza, siendo las otras dos, por
supuesto, el cisne doméstico de Europa y el cisne negro australiano (quizás el
ave más agraciada del mundo).”
Cisne dibujado a partir de un ejemplar vivo de los Jardines de la Zoological Society.Sclater, Ph. L. y W. H. Hudson -1889- Argentine Ornithology |
A orillas del
río Negro, Hudson describió este idílico cuadro:
"Nunca un río me pareció más hermoso
para mirar: más ancho que el Támesis en Westminster, y extendiéndose a cada
lado hasta fundirse y perderse en el
horizonte azul, sus costas bajas vestidas con toda la gloria de los
bosquecillos y quintas de frutales, viñedos y campos de dorado maíz. Lejos, en
el medio de la veloz corriente azul, nadaban bandadas de cisnes de cuello
negro, su blanco plumaje brillando como espuma a la luz del sol.”
Jorge Casares
dice que “quien haya visto a nuestro cisne - en la inmensidad de la pampa, bajo
un cielo azul - deslizarse lento y sereno sobre la superficie tersa y luminosa
de una laguna, con las curvas aplanadas de su cuerpo blanco, erguido el cuello
negro coronado por el rojo violento de la cresta” puede comprender la
manifiesta parcialidad de Hudson. Para Goeldi, que lo señalaba para el sur del Brasil, es “el más bello cisne que
existe.”
Para los que
gustan de “humanizar” la conducta animal, podría considerarse al cisne como
ejemplo de amor maternal. Según Alice Price la hembra se caracteriza por ser
una estricta incubadora, que nunca abandona el nido, llegando incluso a morir
de hambre durante el proceso de incubación. Como observó Molina, una vez
nacidos los pichones los lleva sobre su lomo mientras nada, cosa que no hacen
las demás especies de cisnes con excepción quizás del cisne mudo. Esta costumbre quizás
pudo haber dado origen a lo que se narra en el mito de Elal y que desarrollamos
más adelante.
Las plumas
del cisne, o más precisamente su piel, constituyeron desde el principio de la
colonia un objeto preciado para el comercio y fueron exportadas a Europa en
grandes cantidades, como lo refiere Félix de Azara. Aún hacia los años 1950
Wallace dice que en un sólo acopiador de Argentina había centenares de miles de
pieles para fabricar aplicadores de maquillaje conocidos precisamente como
“cisnes”, nombre que aún perdura en sus símiles sintéticos.
Las técnicas
para cazar un ave, caracterizada por su desconfianza, fueron relatadas por Hudson:
“Cuando las aves están alimentándose o descansando en el pastizal, dos o tres
hombres o niños cabalgan tranquilamente hacia el lado de la bandada protegido
del viento, y al estar en el lado opuesto, giran repentinamente y cargan a toda
velocidad, profiriendo fuertes gritos; con lo cual las aves se aterrorizan de
tal manera que son incapaces de volar. . . sólo logran aletear sobre el suelo y
son fácilmente abatidas a golpes. Un gaucho conocido por mí, un día atrapó de
esta forma 3 en un grupo de seis; pero un viento muy fuerte lo favorecía, y las
aves estaban a cierta distancia del agua, y le permitieron acercarse antes de
hacer la carga repentina.”
Ernesto
Gibson, relataba que en la región de Ajó, cerca del cabo San Antonio, en la costa
de la provincia de Buenos Aires, desde principios del s. XIX se practicaba la
caza del cisne. “Otro gran bañado que
bordeaba nuestra propiedad, es conocido como
Cañada de Cisneros, un nombre muy sugestivo para el coleccionista de
huevos, nombre que expresa bien su característica. A principios del siglo, los
primeros cristianos (así llamados para distinguirlos de los indígenas) que
llegaron a esta zona fueron los gauchos, quienes, en persecución de los cisnes
para procurarse sus pieles, hicieron entradas ocasionales más allá de las
fronteras. Su arma eran las boleadoras,
del mismo tipo que las usadas para capturar al ganado y a los caballos ... Estas bolas “cisneras” diferían sólo en
que estaban hechas de madera, de modo que flotaban en el agua si el gaucho
erraba el blanco. En esa época, los cisnes eran más confiados y más fáciles de
aproximar; y el jinete cuidaba siempre de venir del lado del viento, llegando a
36-46 m antes de que las aves se
alarmaran. Entonces una arremetida violenta, le permitía ganar otros 9
m, si el agua no era muy profunda, ya que los cisnes eran sorprendidos con la
desventaja de tener que elevarse a favor del viento. Las bolas eran revoleadas,
arrojadas y enredadas en las alas y el cuello del ave elegida, dejándola
totalmente rendida ... Yo pasé tres
horas en el corazón de esa cañada, en un tranquilo día soleado, flotando
silencioso por los estrechos canales abiertos entre los juncos verde brillante,
viendo un cisne nadar lentamente desde su gran nido, donde quedaban los tres a
cinco grandes y bonitos huevos.”
Claude Gay
comenta que “pone seis o siete huevos de color blanco sucio, dos o tres veces
mayores que los del pato, de buen gusto y que se venden en los mercados”. También
menciona que en el Plata “se comercia con su pellejo”. Los barqueros de São Lourenço do Sul (Rio Grande do Sul, Brasil) traían
a la ciudad en el mes de septiembre cestos llenos de huevos de aves acuáticas,
entre ellas los cisnes, que habitaban en la vecina Lagoa dos Patos (Ihering, 1888).
El cisne parece ser una especie muy adaptable al cautiverio. Sclater y Wolf indican: ”La
primera importación [a Europa] del Cisne de Cuello negro fue realizada gracias
a la inquietud del almirante Hornby. Cuando este oficial estaba a cargo de la estación del Pacífico logró
enviar al conde de Derby, en diferentes momentos, ocho individuos de esta especie,
de los cuales seis se encontraban vivos al momento de dispersarse la colección
de Knowsley en 1851. El actual conde de Derby le regaló una pareja a Su
Majestad, la Reina, y las dos parejas restantes pasaron a propiedad de la
Zoological Society. Sin embargo, por varias razones no intentaron
reproducirse, y habiendo muerto uno de
ellos, la oportunidad de mantener la especie dependía de una única pareja.
Afortunadamente, en el año 1857, no sólo hicieron un nido, como lo habían hecho
en 1856, sino que empollaron cuatro pichones, los que rápidamente llegaron a su
tamaño y color adultos, y a fines del otoño apenas podían distinguirse de sus
padres ... Desde que se escribió esto
(en 1861) ocurrieron numerosas importaciones del Cisne de Cuello negro, y la
especie puede considerarse completamente establecida en Europa.” De esta forma, hacia fines del s XIX, el cisne
ya se hallaba representado en la mayoría de los zoológicos europeos, donde
criaba con cierta facilidad.
Los nombres del cisne
Wanouma es su nombre fueguino.
También se registra kaum, una
imitación de su voz.
Kokoró y piupiukürúpelkawün sus nombres en mapudungún.
En quichua es huiti, y en guaraní guiraeté
guazú o ypé guasú akâhû .
Para los chilenos es chrula o thula.
Los gauchos de Buenos Aires le decían cisne de pescuezo negro.
Los brasileños: cabeça-preta, pato-argentino
o pato-arminho.
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EL MITO
Con ser un
ave tan conspicua y atractiva, el cisne de cuello negro, no aparece en forma
destacada en los mitos aborígenes, a diferencia de la rica mitología que tiene
el cisne europeo. Es probable que por ser un ave tan arisca que se mantenía muy
lejos de la gente, haya quedado también alejada de sus leyendas. Solamente entre los aonik’enk o tehuelches
del sur parece haber tenido un papel fundamental en la vida de Elal, su creador
y héroe mítico.
En una de las
versiones, Elal se había enamorado de Teluj, el lucero del alba, la hija del
Sol y la Luna, los que para dársela en matrimonio le hacían innumerables
pedidos, burlándose de él y tratando de engañarlo. Entonces Elal, enojado,
envió a los padres al cielo y sumergió a la hija en el lago Viedma. Luego, Elal se montó sobre el cisne Kúkn y partió hacia dónde sale el sol. Para algunos
el cisne era su abuela, el tucotuco Térrguer, quien lo había criado de chico y
que había tomado ese aspecto. Cuando el cisne se cansaba Elal soplaba o lanzaba
una flecha y formaba una isla. Algunos aseguran que así se formaron las
Malvinas. Otros dicen que se trata de la isla Shéekt Elal, en el río Santa
Cruz. Por eso, dicen, cuando los cisnes vuelan hacen “hisch, hisch” como si
estuvieran cansados. Sin embargo, el ornitólogo Alexander Wetmore escuchó que
“mientras pasan pueden emitir llamadas como graznidos graves que recuerdan los
de los gansos”.
Otra versión,
que relata el nacimiento de Elal, cuenta que éste acosado por su malvado padre
es ayudado por las aves quienes, para salvarle la vida, logran subirlo al lomo
de Kellfü, el cisne, que habría de llevarlo a la tierra firme o Mapu. Durante
este viaje el ave y el muchacho se hicieron muy amigos, y parece ser que fue
Kellfü quien lo bautizó El’Al o Elal. Tras atravesar el océano divisaron la
montaña azulada, el Chalten ( o monte Fitz Roy), donde descendieron y allí el
cisne cuidó a Elal, hasta que creció y pudo llevar a cabo su labor creadora.
Una vez cumplida su misión, el ave
regresó a la isla para informar a las demás sobre el destino de Elal, y luego
se retiró a las lagunas donde cada mañana saluda a su amigo con un graznido. A partir de estos sucesos los cisnes
pasaron a ser sagrados para los aonik’enk, ya que no los cazan, ni los
capturan. Hasta las aves carroñeras evitan comer el cadáver de un cisne para no
atraer la ira de Elal.
Por esas
curiosidades que tienen las culturas humanas, del otro lado del mundo, en
Laponia, una zona también muy fría, los brujos tienen al cisne entre los
espíritus que invocan en sus conjuros. Los chamanes cuentan que esta ave, a la
que llaman saivo-lodde, ave de la montaña o de los muertos, los lleva volando
sobre su lomo al país de los muertos donde ellos aprendían lo que estaba oculto
a los demás mortales. También, cuando querían hacerle daño a un enemigo, le
enviaban al cisne como agente vengador. El
mismo nombre griego del ave, kyknos,
recuerda mucho al kúkn de los
tehuelches. Kuik es el nombre del
cisne en estonio, y kû entre
tártaros. Y al parecer hay una relación con kuu,
la Luna, entre los finlandeses. Estos tienen una leyenda en que Suometär, es
una doncella y un cisne, tan hermosa que el Sol, la Luna y la Estrella Polar
bajan a la Tierra para desposarla.
Coscoroba y cisne de cuello negro. Pablo Matzel - Hornero 5. 1933 |
LA POESIA
Rubén Darío tal
vez no haya conocido al cisne de cuello negro en su ambiente natural y, como
buen representante del romanticismo, sus bellos versos deben referirse al cisne
europeo:
“¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores? “
Pablo Neruda,
sin duda buen conocedor del cisne chileno, le brinda una respuesta:
“Sobre la nieve natatoria
una larga pregunta negra.”
Porque el
cisne de cuello negro, al igual que su pariente europeo, fue motivo de
inspiración para nuestros poetas sudamericanos. Quizás quien más sentidamente
le cantó fue el chileno Augusto Winter, amigo de Pablo Neruda y Gabriela
Mistral. La desaparición de los cisnes del hermoso lago Budi, cerca de Puerto
Saavedra, donde era bibliotecario, fue narrada en su poesía “La Fuga de los
Cisnes”:
“Reina en el lago de los misterios tristeza suma:
los bellos cisnes de cuello negro terciopelo,
y de plumaje de seda blanca como la espuma,
se han ido lejos porque el hombre tiene recelo.
Aún no hace mucho que sus bandadas eran risueños
copos de nieve, que se mecían con suavidad
sobre las ondas, blancos y hermosos como los sueños
con que se puebla los amores de la bella edad.
Eran del lago la nota alegre, la nota clara,
que al panorama prestaba vida y animación;
ya fuera un grupo que en la ribera se acurrucara,
ya una pareja de enamorados en un rincón.
..............................................
El lago amaban donde vivían como señores
los nobles cisnes de regias alas; pero al sentir
cómo implacables los perseguían los cazadores,
buscaron tristes donde ignorados ir a vivir.
Y poco a poco se han alejado de los parajes
del Budi hermoso, que ellos servían a decorar,
yéndose en busca de solitarios lagos salvajes
donde sus nidos, sin sobresaltos, poder salvar.
Más, desde entonces fue su destino, destino aciago
ser el objeto de encarnizada persecución:
vióseles siempre de un lado a otro cruzar el lago,
huyendo tímidos de la presencia del cazador.
Y al fin, cansados los pobres cisnes de andar huyendo,
se reunieron en una triste tarde otoñal,
en la ensenada, donde solían dormirse oyendo
la cantinela de los suspiros del totoral.
Y allí acordaron, que era prudente tender el vuelo
hacia los sitios desconocidos del invasor;
yendo muy lejos, tal vez hallaran bajo otro cielo
lagos ocultos en un misterio más protector.
......................................................
Si, por ventura, suelen algunos cisnes ausentes,
volver enfermos de la nostalgia, por contemplar
el lago amado de aguas tranquilas y transparentes,
lo hallan tan triste que, alzando el vuelo, no tornan más.”
Al igual que
Winter, Mabel Victoria Gracia Díaz, se preocupa por los peligros que
corren los cisnes:
“Cisne de cuello negro
cántale al abismo
cántale a la muerte,
para que se duerman rápido
y no te encuentren,
para que el tiempo pare
y tu luz sea perenne.”
En cambio, el
poeta uruguayo Mario Azzarini Scoseria
es más descriptivo:
“Se pintó de algodones
la calma de la laguna
Distinguida como ninguna
Esta especie del bañado
al contemplarla extasiado
me inspira siempre ternura .
Con el cuello de azabache
y las patas color carne
se deslizan elegantes
como que fueran los vientos
que los impulsan por cientos
sobre las aguas de esmalte .
Sus blancas plumas caudales
agitan como un plumero
si en el fondo del estero
algún crustáceo sabroso
delatado en sus retozos
va a parar a su garguero .”
..............................................
Monumento a Juan Ignacio Molina
Augusto François
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"y ya no hay nada que decir,
así refleja el cisne así,
el agua en sus alas...
por fin..."
Cisne - Luis Alberto Spinetta
Alex Mouchard
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Hola,
ResponderBorrarSin querer me encontré con tu blog, y con mi poema en él!!! Muchas gracias por compartirlo. Soy amante de los animales, los cisnes dentro de mis favoritos, jeje.
Tu artículo me parece muy ilustrativo e instructivo.
Felicitaciones por tu blog :)