"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


domingo, 22 de mayo de 2011

EL LLUTU (Nothoprocta pentlandii) Y EL AGENTE INGLÉS

Dibujo de Tini Depoiné

"No existen en la naturaleza más que individuos; los géneros, los órdenes y las clasificaciones sólo existen en nuestra imaginación "
                                                                                                        Buffon



    Esta historia se inicia un día de invierno de 1797, en la pequeña ciudad de Ballybofey, a orillas del apacible río Finn, que discurre por el noroeste de Irlanda y la separa de su ciudad melliza, Stranorlar. En una de sus cuidadas casas de planta alta, de ladrillo y piedra, y techos a dos aguas nació aquel año Joseph Barclay Pentland.

    La infancia de este niño debió ser difícil en una época en que se iniciaban turbulentas relaciones con los ingleses debido a los conflictos religiosos. Efectivamente,  Joseph quedó huérfano a muy corta  edad  y fue entregado al cuidado de sus parientes. Afortunadamente pudieron enviarlo a estudiar al  Colegio de Armagh, una prestigiosa y antigua academia fundada por San Patricio, el santo patrono de Irlanda,  donde se impartía una instrucción clásica sobre teología, gramática, retórica, lógica, aritmética, música, geometría y astronomía.

    Pero Joseph, que se encontraba mucho más interesado en las ciencias naturales y especialmente en la geología,  se trasladó a Francia donde en la recién creada Facultad de Ciencias de la Univer­sidad de París estudió mineralogía, cristalografía y química  con profesores de gran nivel como el físico Joseph Louis Gay-Lussac y el químico Louis Jacques Thénard. Tras estos estudios se encontraba con la preparación suficiente como para cursar geología en la Ecole des Mines, la cual era una de las más célebres y prestigiosas escuelas de ingeniería de Europa. Ubicada en el Hôtel Vendôme, junto a los Jardines de Luxemburgo, esta escuela contaba con una importante colección paleontológica que despertó el interés de Pentland por esa disciplina, de indudable valor para un geólogo ya que era el medio para identificar y datar las distintas formaciones sedimentarias. Esto era de indudable valor práctico ya que el objetivo era el descubrimiento de yacimientos minerales. No olvidemos que en ese tiempo la industrialización de Inglaterra se encontraba en plena expansión y necesitaba de gran cantidad de combustibles y materias primas para sus fábricas.

    En el tercer y cuarto año de estudios de la escuela, los alumnos debían realizar extensos viajes de hasta 140 días para poner en práctica sus conocimientos, así Joseph pudo recorrer casi 4500 km por el centro y sur de Francia. Pero además Pentland comprendió que para poder avanzar en sus conocimientos paleontológicos era necesario entrenarse en zoología, por lo cual en 1818 comenzó a frecuentar el gabinete del famoso Georges Cuvier en el Museo de Historia Natural de París. Joseph se ganó la confianza de Cuvier y fue no sólo su asistente sino además su amigo y confidente.  Gracias a que aún su familia lo mantenía, Pentland realizó en 1820 un viaje de estudios a Niza y Ceuta, y en 1822 a Italia, donde descubrió, en el Museo de Florencia, un cráneo de oso fósil del Val d'Arno.

    En 1826 Pentland se encontraba en Lima, Perú,  como secretario del vicecónsul británico en esa ciudad. Evidentemente actuaba como un agente inglés especializado en la evaluación de los recursos naturales, como diríamos ahora, dada su formación como geólogo. Su objetivo era determinar la ubicación y valor de los yacimientos minerales.  Sus instrucciones eran recolectar datos económicos y demográficos, realizar mapas topográficos y colectar especímenes para el British Museum.

    En esa época, tras la liberación de Bolivia a manos de Bolívar, los mercaderes e industriales británicos, estaban buscando activamente nuevos mercados de ultramar para exportar sus manufacturas a cambio de obtener materiales para sus fábricas.

    Así entre 1826 y 1827 en compañía de Woodbine Parish, Joseph logró recorrer la región andina boliviana, una zona muy poco visitada hasta entonces por lo europeos. Woodbine Parish era un empleado del Foreign Office británico designado por el primer ministro Canning como cónsul en Buenos Aires en 1823. Se trataba pues de otro agente inglés cuya misión consistía en enviar informes sobre los hombres públicos, la política y el movimiento de la economía en los países del Plata. En medio de esas actividades, Parish logro obtener los restos de un Megatherium que fue estudiado por el famoso paleontólogo inglés William Buckland, con quien Pentland se carteaba habitualmente. 

    Pentland y Parish se encontraron con un país aislado, separado del mar por el extenso desierto de Atacama y con un espectacular paisaje de picos desolados en medio del altiplano. Hacia el norte se extendía un enorme lago, el Titicaca, grande como un mar, colgado a casi 4000m de altura y rodeado de poblaciones de indígenas aymara. En ese país Joseph pudo realizar importantes observaciones geográficas y geológicas. Determinó por primera vez la altura de las nieves eternas, extendiéndose desde los 5100 m  y calculó la altura de las principales montañas: Gualtieri, 6.600 m; Arequipa (El Misti), 5490 m;  Chirquibamba, 6300m;  Illimani, 6390 m y Sorata, 7440 m. Estas cifras fueron mas tarde corregidas, lo cual no invalida estas determinaciones hechas en condiciones tan difíciles. Observó que la mayoría de estos picos eran volcanes extin­guidos o inactivos. También halló a esas alturas rocas sedimentarias con fósiles del Silúrico (a 5100 m)  y calizas del Carbonífero (a 4200 m). Joseph visitó el lago Titicaca y determinó que  drenaba mediante el río Desaguadero, contrariamente a la creencia anterior, que lo  consideraba  afluente del lago. 

    Desde La Paz, Joseph se extasiaba mirando hacia el sudeste donde de eleva el macizo del Illimani , el “águila dorada” de los aymara, dominando el horizonte. Su corona de nieves, de un blanco resplandeciente, debe haber actuado como un imán sobre su espíritu de aventura. Esa enorme mole levanta sus escarpados picos cubiertos eternamente de hielo, emergiendo de una poderosa base de rocas de casi 3000 km2. La coloración de su copete cambia constantemente desde un blanco inmaculado a crema, o a un encendido color de fuego, debido a las variaciones de la atmósfera y de la incidencia de los rayos solares, mezclados con los vapores que suben desde las húmedas yungas del oriente boliviano.

    Un soleado día de otoño Pentland y Parish decidieron dirigirse a caballo hacia la base del Illimani. Tras dos días de marcha por un terreno muy quebrado llegaron, pasando por el poblado de Unna, a Pinaya que se encuentra a 3850 m de altura.  Alli contrataron mulas y cargadores para ascender hacia el este por amplias praderas con vista al macizo. Tras 4 horas y recorriendo 8 km llegaron a una amplia pradera a orillas de un estero a 4470 m, un lugar llamado Puente Roto, que hoy usan los montañistas como campamento base para el ascenso.

    Esta zona está cubierta por una estepa de altura dominada por gramíneas y arbustos diversos, especialmente de chocho (Lupinus mutabilis) de vistosas flores violáceas, intercalados entre ariscos pedregales. No observaron animales grandes ya que los guanacos ya habían iniciado su migración descendiendo hacia las regiones costeras. En cambio, les llamó la atención una ave pequeña que correteaba entre los arbustos. Se trataba de una perdiz, más propiamente, un inambú (familia Tinamidae) que los indÍgenas conocían como llutu y que Pentland se apuró en cazar suponiéndolo de interés para  los zoólogos. Una vez preparada la piel fue embalada junto con 16 ejemplares más de aves y mamíferos y remitida al British Museum. Debieron pasar unos 40 años hasta el momento que George Robert Gray la dio  a conocer a la ciencia en 1867 con el nombre de  Rhynchotus  pentlandii, homenajeando así a su colector.

                                                                       Alex Mouchard

REFERENCIAS

Larson B. 2004. Trials of nation making: liberalism, race, and the ethnicity in the Andes, 1810-1910. Cambridge UP.

Sarjeant,  W. A. S. & J. B. Delair. 1980 An Irish naturalist in Cuvier's laboratory. The letters of Joseph Pentland 1820-1832. Bulletin of the British Museum (Natural History)- Historical ser., vol 6 Nº 7.  

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