"No buscamos jamás las cosas, sino la búsqueda de las cosas"
Blas Pascal - "Pensamientos".
Blas Pascal - "Pensamientos".
El ñandú (Rhea americana) fue introducido en la nomenclatura científica moderna por Linneo (1) con el nombre de Struthio americanus, es decir “avestruz americano”.
Según Buffon (2) fue el explorador holandés Jacob Le Maire quien basándose en el aspecto externo lo confundió con el avestruz africano. Evidentemente Le Maire, que exploró la zona del estrecho de Magallanes, sólo pudo haber visto al choique (Rhea pennata) ya que el ñandú nunca parece haber llegado mucho más allá del río Negro.
Linneo, según él mismo indica, se basó en la descripción de John Ray, tomada a su vez de la obra de Georg Marcgrave (3). Éste había llegado a Brasil desde Alemania en 1638 con Willem Piso por invitación del Conde Johann Mauritz von Nassau-Siegen para realizar una prospección zoológica, botánica y astronómica del país. Marcgrave o Markgraf, en su breve descripción en latín, registró el nombre nativo de “ñanduguazú”, es decir ñandú grande, y el que le daban los portugueses, “ema”, y señaló que: “tiene alas pequeñas, ineptas para el vuelo, pero que puede elevar una de ellas como una vela, con lo cual produce una carrera rapidísima, en la que pueden superar a los perros de caza... Degluten con gran placer medallas y otros artículos de hierro, pero no las digiere y las elimina enteras por el ano. . . Su carne es buena para comer”. Parece que Marcgrave se inspiró en el relato sobre el avestruz africano de Eliano (4), quien cuenta que “abre sus alas a los lados: el viento da en ellas y las infla como si fueran velas”
“Ema” derivaría de de una palabra árabe con el significado de "pájaro o ave grande" y fue un nombre usado también por los exploradores portugueses para designar al casuario de Nueva Guinea y como bien señala Buffon, los portugueses también le dieron ese nombre al ñandú por su semejanza con los casuares que ya conocían de antes. Incluso el nombre genérico Rhea, que fue fue usado por primera vez por Moehring (5) se refiere a una diosa de los frigios de Asia Menor, que los griegos asimilaron con Cibeles, a la que representaban con una torre en la cabeza. Pero como bien dice Francisco Javier Muñiz (6) ningún nombre "parece más impropio que el latino Rhea (nombre de Cibeles con su torre en la cabeza) con relación sin duda a un casco como el del Casoar que el ñandú no tiene".
De Historia Naturalis et Medica indiae Occidentalis - Guglielmi Pisonis -Amsterdam, 1658
Como vimos en la descripción de Marcgrave, el ñandú es famoso por su costumbre de comer objetos metálicos de las mas variada índole. Por ello Pierre Barrère (7) le aplicó el nombre latino de “ferrivora”, vale decir “comedora de hierro” y, erróneamente, la clasificó como una grulla o garza.
Buffon analizó la mencionada conducta de levantar un ala para usarla cual vela impulsora y concluyó que la intención del ñandú al actuar así no quedaba bien aclarada, ya que Nieremberg (8) opinaba que así podía proyectar el viento contra los perros que lo perseguían, sacándoles ventaja. Pison y Klein, por su parte, afirmaban que de esa forma lograba cambiar a menudo la dirección de su carrera, a fin de evitar con esos zig-zags las flechas de los nativos, y otros autores llegaban a afirmar que se estimulaba para correr más rápido clavándose una especie de aguijón que posee en las alas. Pero, concluye Buffon, cualquiera que sean sus intenciones, lo cierto es que corre muy rápido, de modo que es difícil que los perros lo alcancen, y los salvajes deben usar trampas para cazarlos.
Buffon, quizás porque Barrere confundía al ñandú con una garza, se engañó al elegirle como nombre común el de “touyou”, que le dio Brisson9, derivándola de “touyouyou”, designación supuestamente usada en Guayana, donde el ñandú nunca vivió. Como bien aclara Azara éstos son nombres guaraníes usados para aves de las familia de las cigüeñas, especialmente la cigüeña Mycteria americana.
Es interesante que al referirse a su distribución geográfica, Buffon señala, con preocupación conservacionista, que, a medida que los hombres se multiplicaron en Sudamérica, mataron una gran cantidad de ñandúes, y el resto se retiró de los lugares poblados.
Nieremberg hizo descripciones bastante atinadas con respecto a la reproducción del ñandú y, como no hizo observaciones originales, debe haber tenido a mano fuentes que ignoramos pero que parecnbe ser bastante precisas. Así dice que el macho se encarga de empollar y que para eso reune 20 o 30 hembras para que pongan en el mismo nido, tras lo cual las auyenta picotazos para poder incubarlos. Además toma la precaución de dejar dos al costado sin incubar, de modo que al eclosionar los otros, éstos ya están podridos y el macho los casca con lo cual atrae una multitud de moscas y otros insectos de los cuales se alimentan los charabones. Buffon cree que este hecho es puramente casual y que no deben atribuirse con ligereza a los animales intenciones infundadas. De la misma manera duda (aunque esta vez erróneamente) de que los machos incuben y cree que, por error, alguno creyó ver en alguna hembras incubante, testículos (?) y como una especie de pene (como parece tener la hembra de la especie africana), confundiéndola con un macho.
Pasando a las cualidades gastronómicas, Buffon asegura que la carne de los pichones es buena para comer, pero la de los adultos es dura y tiene mal gusto y aconseja que seria posible mejorar esa carne mediante la cría de tropas de ñandúes jóvenes que tienen disposición para ser domesticados tal como ocurre con los pavos.
Latham (10) fue uno de los primeros en mencionar la técnica de cazarlos con boleadoras o a tiros, y destacando su extrema velocidad por lo que sólo podía alcanzárselos a caballo.
El padre Jose Sanchez Labrador (11) se refirió extensamente al ñandú con algunas informaciones certeras, aunque también repitió errores e incluyó muchos datos, obtenidos de la literatura zoológica clásica, que sólo se aplican al avestruz africano. Sobre el nombre de “ñandú” dice que es usado también por los guaraníes para las arañas, por sus zancas largas, y que también lo llaman “churi”. Pero este último es probablemente originado en “suri” que es el nombre quichua de la subespecie norteña del choique, Rhea pennata garleppi. Exagera su altura que equipara a la de un jinete montado y con respecto a sus dotes para la carrera repite lo dicho por Marcgrave casi textualmente, sin embargo se ve que duda del uso de las alas, porque mas abajo aclara que “más hacen oficio de bandera de navío que de vela”, porque observa sagazmente que difieren de las plumas de otros pajaros cuyas barbillas se entretejen “formando un cuerpo continuo capaz de herir el aire”.
Confirma que los avestruces del Paraguay no poseen ningún agujón en la punta de las alas, pero usan a éstas para defenderse de los perros y “a veces los hacen gritar a la vehemencia del azotazo”. Descarta que el ñandú tenga la costumbre de ocultar la cabeza entre matorrales cuando se ve perseguido. También considera falso que abandonen sus huevos para que se incuben sobre la arena al sol como lo aseguran sabios de la talla de Geoffroy St. Hilaire (12), copiando observaciones erróneas sobre huevos “guachos”, hechas en el viaje de circumnavegación de Dampier.
Pero con respecto a la incubación asegura que macho y hembra comparten la tarea, lo mismo que con la alimentación de los polluelos. Cuenta Sanchez Labarador que los indios mbayás recogen la grasa que almacena el ñandú en lo alto del pecho y que la usaban para cocinar frijoles y otros granos y aunque se enrancie la comen “sin ascos y como relamiendose”, pero el mejor bocado es el corazón que reservan para sus capitanes y caciques. Finalmente indica que la grasa del tuétano de los huesos era usada por los médicos jesuitas para ablandar “bellamente las almorranas para poderlas reventar facilmente”.
Félix de Azara (13), notable por la exactitud de sus descripciones, destaca la mansedumbre del ñandú que, donde no lo persiguen, se acerca a hasta los corrales de las casas de campo y no se asusta al ver gente, pero si ven que se les quiere atrapar corren muy veloces de manera que solo los caballos sobresalientes con buenos jinetes pueden alcanzarlos. Azara cree que las alas le sirven para cambiar de dirección abruptamente ya que al abrirlas el viento les ayuda a dar vuelta, descalificando otras interpretaciones por arbitrarias. Describe la cacería mediante boleadoras y hace un aciago anuncio: “desaparecerá del mundo luego que esto se pueble”, especialmente porque observa que la gente recoge en abundancia huevos y pichones para comer. Describe también los mugidos del macho durante la época de celo que tanto sorprendieran a Hudson. Haciéndose eco de lo dicho por los pobladores confirma que varias hembras ponen en el mismo nido y que un solo macho se encarga de incubarlos y cuidar a los pichones. Y atinadamente supone que por no poder cubrir el macho a todos los huevos algunos de éstos quedan sin incubar y, rotos por accidente, atraen moscas, descartando que el padre realice toda la operación adrede.
Con respecto a su utilidad describe la bolsa que se hace con el cuero de su cuello llamada “chuspa” y que se usa como faltriquera. Ya era importante entonces la fabricación de plumeros con sus plumas.
Hacia medidos del siglo XIX Francisco Javer Muñiz (6) publicó una notable monografía sobre el ñandú. Con buenos conocimientos anatómicos y fisiológicos hace una descripción minuciosa de la anatomía externa e interna y de la alimentación, mencionando el parasitismo por lombrices intestinales. Hace una descripción del cortejo y cópula que observara en Arroyo Grande (Uruguay), así como del proceso de nidificación, y allí menciona que en algunos nidos se ve un huevo mas pequeño en el centro de la nidada que la gente de campo llama “huevo de la fortuna” y dándole un carácter sagrado no lo comen sino que lo conservan como amuleto.
Describe los pichones que por su color amarillo oscuro con rayitas o listas negras, son llamados por la gente de campo “vestidito de santiagueño”. Muñiz logra un notable y completo relato de la campería o cacería de ñandúes en el desierto explicando la técnica del boleo de los mismos.También indica las variadas formas de consumir su carne y huevos, y el uso del cuero y de las plumas. Considerar la posibilidad de domesticación de la especie y con criterio conservacionista recuerda que en los campos de Juan Manuel de Rosas gracias a que se prohibía su caza era posible observar numerosas bandadas, y si se tomaran similares medidas en otras estancias se repoblarían los campos.
A la voz del ñandú la describe como alta, hueca, de sonoridad obtusa, similar al sonido producido por el aire al pasar sobre la boca de un barril vacío, voz que tanto maravilló a Hudson quien la calificó de bramido ventrílocuo, retumbante y similar al viento
Entre los autores brasileños, Goeldi (14) no aporta muchas novedades, insiste en la presencia en la punta del ala de un largo espolón en forma de espina con el cual se acicatearían durante la carrera para aumentar la velocidad, en verdad, una curiosa conducta masoquista. Señala el respeto que tienen los cazadores y los perros por los arañazos que propinan con sus patas y a su vez el temor que muestran los ñandúes por los hombres montados, cosa que no ocurre con los peatones a los que no prestan demasiada atención. Y hace una interesante cita de Pero de Magallaes de Gandavo, que hacia 1576 ya utilizaba el nombre común de “ema” y describía el uso de las plumas en los gorros y sombreros de “las personas galantes y que profesan el arte militar”.
También desde Brasil el príncipe Maximilian von Wied (15) informa que los habitantes del sertao en Minas, Bahía, curten la piel del ñandú y, tiñéndola de negro, fabrican calzas y usan la cascara de huevos vacíos como jarros.
Ihering (16), por su parte, destaca la utilidad de esta ave “cuya destruccion debe ser prohibida” y consigna el nombre de “guaripé” que le aplicaban los guaraníes de Rio Verde, en San Pablo.
Y para concluir esta reseña llegamos a fines del s. XIX hasta William Hudson (17) quien señaló una falla en la adaptación del ñandú a la pampa y es que cuando corre entre los pastos altos, al estar estos entretejidos por los tallos de otras plantas, suele enredarse en ellos y caer al suelo donde queda a merced de las boleadoras. Hudson, nuestro naturalista más sensible, añora la majestad y la curiosa gracia de las formas primitivas de esta notable ave, que hace que sea muy doloroso pensar en su desaparición.
Alex Mouchard
Alex Mouchard
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REFERENCIAS
1- Linnæus, C. 1758. Systema naturæ per regna tria naturæ, secundum classes, ordines, genera, species, cum
characteribus, differentiis, synonymis, locis. Ed. 10, p.
2- Buffon, G.L.L. conde de. 1770 - 1785 . Histoire naturelle des oiseaux.
3- Marcgrave Georg- 1648-Historiæ rervm natvarlivm Brasiliæ.
4- Eliano- s.II-III--De Natura animalium
5- Möhring, Paul --1753-- Avium Genera
6- Muñiz, F. J. 1916. El ñandú o avestruz americano.Escritos cientificos. La cultura argentina.
7- Barrère, Pierre-1745- Ornithologiae Specimen Novum, sive Series Avium in Ruscinone, Pyrenaeis Montibus, atque in Galliâ Aequinoctiali Observatarum, in Classes, genera & species, novâ methodo, digesta.
8- Nieremberg y Otin, Juan Eusebio -1634- - Historia naturae, maxime peregrinae (Amberes).
9- Brisson, Mathurin Jacques- 1760-1763- Ornithologie.
10- Latham, John -1822--A general history of birds
11- Sanchez Labrador, Jose -1767- Peces y aves del Paraguay Natural Ilustrado. Fabril Editora, Bs As, 1968.
12- Geoffroy St. Hilaire, Étienne-1741. Tractatus de Materia Medica.
13- Azara, F. de. (1802). Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata.
Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. España. 1992.
14- Goeldi, Emilio Augusto-1894- Aves do Brasil.
15- Wied-Neuwied ,Alexander Philipp Maximilian von -1825-1833-Beiträge zur Naturgeschichte von Brasilien.
16- Ihering, H. von –1898- As aves do estado de S. Paulo. Revista do Museu Paulista, vol. III
17- Sclater, PL & Hudson, WH -1888-– Argentine Ornithology
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