"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


viernes, 13 de diciembre de 2019

LA CIGÜEÑA TUYANGO (Ciconia maguari) Y ERNEST GIBSON, EL OTRO HUDSON


  


“… allí la blanca cigüeña,
el pescuezo corvo alzando, 
en su largo pico enseña
el tronco de algún reptil …”

Esteban Echeverria – La cautiva, 1837.



Ernest Gibson fue un preciso observador de aves que desarrolló su actividad en el Cabo San Antonio, la punta de ese gran mordisco que tiene en su “panza” la provincia de Buenos Aires. Es el extremo sur del enorme estuario del río de la Plata, punto de aguas y vientos encontrados, y por lo mismo dotado de una gran biodiversidad. Allí la familia Gibson poseía la estancia “Los Yngleses” donde vivió Ernest desde niño. En ese lugar observó unas 174 especies de aves, pero sus detallados reportes muchas veces comienzan reconociendo que no tiene demasiado que aportar a lo informado por su admirado William Henry Hudson, el pionero de la observación de aves en Argentina. Hudson había enviado muchas de sus observaciones al ornitólogo Phillip Lutley Sclater del Museo Británico, quien las fue publicando en los Proceedings of the Zoological Society y en The Ibis. La cigüeña tuyango (Ciconia maguari), es una de las pocas especies en que, contra lo habitual,  Hudson cita a Gibson, quien aporta originales detalles.



Ciconia jaburu
Dibujo de Matthias Schmidt (Spix, 1824-1825)




LA HISTORIA DE LA CIGÜEÑA AMERICANA

Las primeras noticias sobre esta ave provienen de Brasil, de parte de Georg Marcgrave (1648), quien exploró el nordeste de ese país en las proximidades de la actual Recife. Y así decía al describir el ave que los habitantes llamaban maguari : “Ave de forma y tamaño como la cigüeña, y además también en cuanto al color (…) Tiene los ojos pequeños, blanco plateados, la pupila negra y la piel alrededor de ellos rojo cinabrio, así como también la parte de abajo junto al afilado pico, es decir, entre el pico y la garganta: y como acostumbran las iguanas, dependiendo del enojo, alcanza hasta debajo de la garganta (…) Castañetea el pico, como nuestra cigüeña. Su carne es comestible.” Ese sonido producido con el pico, según Isidoro de Sevilla (Etymologyarum, 12,7:16–17), dio origen a su nombre en la Antigua Roma, porque “la cigüeña recibe ese nombre debido al graznido que emite, que no proviene de su voz, sino del choque de su pico.”

Los zoólogos del siglo XVIII se valieron de esta descripción de Marcgrave para otorgarle un nombre científico: Ciconia maguari, que aún lleva hoy en día, y, para diferenciarla de la del Viejo Mundo, le dieron el nombre común de cigüeña americana. Ignorantes de otros datos, siguieron copiando a Marcgraf, ignorancia que Buffon reconocía y criticó con su inimitable pluma: “No sabemos si esta ave viaja como la cigüeña, de la cual parece ser el representante en el Nuevo Mundo; la ley del clima parece ignorarla, e incluso a todas las demás aves de esos países, donde las estaciones siempre iguales, y la tierra siempre fértil, las retienen sin necesidad ni ningún deseo de cambiar de clima. Ignoramos los otros hábitos naturales de esta ave, y casi todos los hechos relacionados con la historia natural de las vastas regiones del Nuevo Mundo; pero no deberíamos quejarnos o incluso sorprendernos cuando sabemos que Europa no envió durante mucho tiempo a estos nuevos climas, nada más que ojos cerrados a las bellezas de la Naturaleza, y corazones aún menos abiertos a los sentimientos que ella inspira.”

Quizás por eso, otros, como Martín Dobrizhoffer (1784), hasta olvidaron su nombre: “A menudo me ví movido a risa por otra ave acuática, la cual, cuando estira su cuello, excede en altura a un hombre alto, y a un cordero en el tamaño de su cuerpo. Esta ave es enteramente blanca, y tiene patas muy largas. Permanece muchas horas inmóvil, como si meditara, en el agua; pero confieso que he olvidado su nombre.”

Hubo que esperar a nuevas oleadas de naturalistas viajeros para recibir más novedades de tan singular ave. Johann Baptist von Spix (1824), que recorrió la región del Amazonas, decía: “Habita en los prados o lugares palustres de la isla San Juan, Río de Janeiro y de todo Brasil, llamada por los habitantes jaburú; macho no diferente a la hembra.” Como vemos aquí comienza una confusión nomenclatural con el jabirú (Jabiru mycteria), al que Marcgraf había llamado Jabiru guasu, por su notable tamaño, la mayor de las cigüeñas americanas (ver en este blog la nota EL JABIRU (Jabiru mycteria): UN GALÁN SIN SUERTE https://historiaszoologicas.blogspot.com/2011/11/el-galan-sin-suerte.html).

Félix de Azara (1802) la encontró desde el Paraguay hasta el río de la Plata y observó que los españoles le llamaban cigüeña creyendo que era la misma de Europa. Por su parte, él registró el nombre guaraní de baguarí o mbagüarí, y también tuyuyú-guazú, para distinguirla del tuyuyú a secas (Mycteria americana). Azara anotó algunos comportamientos: “Aunque busca la vida en lugares húmedos, ríos y lagos, interna poco en las aguas, y también frequenta los campos secos (…) No es desconfiada ni arisca; va comúnmente sola, o con otra, aunque por enero vi cincuenta y quatro juntos en una laguna (…) A veces se eleva mucho volando a rededor, como si quisiera descubrir largas distancias. Me aseguran que se posa en árboles, aunque siempre la he visto en el suelo. Hacia fin del año cría dos pollos (…) Alguna vez los han criado en las casas, donde se han hecho familiares; y aunque ya voladores iban al campo y a las lagunas, no dexaban de volver a la hora señalada por la ración de carne. Dice que hace el nido en árbol con muchos palos.”

Maximilian Alexander Philip, príncipe de Wied-Neuwied (1832), halló las tres especies: maguari, jabirú y tuyuyú en los pastizales de Minas Geraes. “Todas estas aves son grandes y tienen plumas blancas por lo que los brasileños las confunden unas con otras, y como generalmente no se las mata, ni siquiera los cazadores experimentados saben cómo distinguirlas con precisión.”

“La cigüeña brasileña no es infrecuente en la mayoría de las áreas que visité, donde se encuentran lagos, pantanos húmedos y prados inundados (…) Suele asociarse con las aves relacionadas,  el [Jabiru] Mycteria y confundido con la especie que se describirá a continuación [Mycteria americana]; porque a los tres a menudo se les llaman Jabiru. En Belmonte, por ejemplo, nuestro pájaro lleva el último nombre, pero la gran garza gris [Ardea cocoi] se llama allí, Mauari,  y Azara describe nuestra cigüeña bajo el nombre de Baguari.”

“Por lo general, la cigüeña brasileña es un ave tímida y difícil de acercar que semeja nuestra cigüeña negra europea en su forma de vida, ya que anida en los árboles, no en los edificios. Uno ve a estas aves caminando en parejas en los pantanos, donde buscan ranas, lagartijas, serpientes y pequeños animales similares, cuyos restos encontré en sus estómagos. Nunca he escuchado una voz de estos pájaros. Tiene el vuelo de nuestra cigüeña europea, con cuello largo y extendido.”



Euxenura maguari
Goeldi, EA. Álbum de Aves Amazonicas. Alves & Cie. Rio de Janeiro, 1900-1906.


Según lo informado por Wied, el nombre maguari ya inmortalizado por Johann Gmelin en el nombre científico, quedó impropio para esta ave ya que fue tomado por error por Marcgrave del que los nativos daban a la garza mora (Ardea cocoi). Por eso Emilio Goeldi (1894) decía: “Lamento profundamente la confusión que parece resultar de la identidad del nombre específico maguari, actualmente aceptado en la ciencia como un nombre común en boga en todo el norte de Brasil para Ardea cocoi, ya que 'Maguary' es la designación utilizada por la gente para esta gran garza y no para la cigüeña con la que tratamos. ¿Podría haber mayor descalabro que una discordancia tan fundamental entre la nomenclatura científica y popular?” Y, en desacuerdo con las reglas de nomenclatura científica donde reina la parsimonia y los nombres son sólo una convención, propone un nuevo nombre científico para la cigüeña: Ciconia brasiliense, el cual por supuesto no fue aceptado.

Con respecto a la dieta de nuestra zancuda, el naturalista Johann Natterer le encontró “en el buche 21 ranas, una araña y varios escarabajos de agua, el estómago lleno de restos de insectos acuáticos” (Pelzeln & Natterer, 1871). Al respecto Thomas Bridges (1843) hizo esta observación en Chile: “Esta noble ave se ve a menudo en las marismas de la provincia de Colchagua, y se alimenta de una especie de langosta, llamada por los nativos Cangrejo, que abunda en las marismas y los prados húmedos. La vivienda del Cangrejo puede reconocerse por los extraordinarios cilindros que crea con el lodo sacado de sus cuevas; a veces se elevan un pie por encima de la superficie del suelo, pareciendo otras tantas columnas pequeñas. El Pillu mientras acecha entre ellos atrapa al Cangrejo cuando en la parte superior deposita su carga traída desde el fondo de la cueva. Una vez tomé del buche de una de esas aves tres ratones enteros, sin duda atrapados por ella entre la hierba en los pantanos.”

Por su parte, Hudson (Sclater & Hudson, 1888) refería lo siguiente: “La cigüeña Maguari es un ave muy conocida en las pampas, se reproduce en las marismas y también vadea por su comida en las aguas poco profundas; pero no es tan acuática en sus hábitos como el Jabirú, y después que termina la temporada de reproducción, se la ve en todas partes en las llanuras secas. Aquí estas aves se aprovechan de ratones, serpientes y sapos, pero también visitan con frecuencia los campos cultivados en busca de alimento. Cuando los ratones o las ranas son excepcionalmente abundantes en las pampas, las cigüeñas a menudo aparecen en grandes cantidades, y en esos momentos los he visto congregarse por cientos junto al agua por la noche; pero durante el día se dispersan por el área de alimentación, donde se las ve acechando, concentradas en su presa, con majestuosos pasos como una grulla. Para levantarse dan tres saltos largos antes de lanzarse al aire, y como todos los voladores pesados hacen un ruido fuerte con sus alas. Nunca se ve que se posen en los árboles, como el Jabirú, y son absolutamente mudas, a menos que el ruido que hacen con el pico cuando están enojadas  pueda llamarse idioma.”



Ernest Gibson  
http://lahistoriatienesentido.blogspot.com/. La vida social. Los Yngleses. Silvia Beatriz del Palacio


Finalmente le damos la palabra a Gibson (1880):

“Muy común, y no limitada exclusivamente a los bañados. Se la encuentra en las llanuras, en las achuras [en el matadero], o al acecho en busca de serpientes, ranas, lagartijas, ratas y ratones, langostas y pájaros, huevos, cualquier cosa y todo, en resumen. Excepto en la temporada de apareamiento, es solitaria en sus hábitos. Sobre la forma en que planea, particularmente en verano, ya he escrito que probablemente he visto un ejemplar cada vez, elevándose en círculos en espiral.”

“El joven grazna y castañetea las dos mandíbulas, pero el adulto es bastante mudo. Ellos (los jóvenes) son bastante negros al nacer y solo adquieren el plumaje adulto después de un lapso de seis u ocho meses. Uno, que tomé el 5 de octubre, era del tamaño de una gallina doméstica, con plumón y, con la excepción de la cola blanca, completamente negra. Pronto se volvió muy manso, y solía deambular por las instalaciones, en busca de comida, u observando cualquier actividad que estuviera sucediendo. La comida era tragada entera; y la forma en que tragaba una o dos libras de carne cruda habría horrorizado a un ama de llaves inglesa.”

“Las serpientes eran agarradas por la nuca y pasadas transversalmente por el pico mediante una sucesión de pellizcos rápidos y poderosos, repitiendo la operación dos o tres veces antes de estar convencido de que la vida se les había extinguido totalmente. Solía ??hacer lo mismo con palos secos (para no olvidar la técnica, supongo), mientras que en una ocasión se tragó un pedazo de cuero de vaca duro, de un pie de largo, y en consecuencia no pudo doblar el cuello durante veinte cuatro horas, hasta que el cuero efectivamente se ablandó.”

“La historia también cuenta que "Byles, el abogado” (como lo llamaban), confundió la cola de uno de los corderos con una serpiente, y en verdad se lo metió en la garganta, ¡pero fue "sorprendido” por el cuerpo del cordero al que venía unida! Byles inspiraba un total respeto a todos los perros y gatos, pero por lo general era muy tranquilo. Sin embargo, uno de nuestros hombres le había jugado una mala pasada; y el resultado fue que Byles "iba por él" sin piedad en todas las ocasiones posibles, sus largas patas atravesando el suelo como las de un avestruz, mientras producía un ruido demoníaco con su pico. Era divertido ver a su víctima esquivarlo en todas partes o, a veces, desesperado, hacerle frente con un palo; pero Byles evadía cada golpe saltando ocho pies en el aire, bajando al otro lado de su enemigo y repitiendo allí su danza guerrera; mientras amenazaba (aunque estas amenazas nunca se cumplieron) con producir acciones personalizadas y punzantes con su formidable pico. Poco después de su captura las plumas comenzaron a aparecerle (…) y más tarde se perdió en sus pantanos nativos.”

Más tarde, en 1919, completaba sus apuntes:

“La cigüeña o Maguari constituye siempre una característica llamativa del paisaje pampeano, ya sea acechando meditativamente en las llanuras o planeando hacia lo alto del cielo. De gran tamaño, con un plumaje en blanco y negro intenso, y lores y patas escarlatas, es un ave muy atractiva y familiar. Inofensiva, y un gran flagelo para todos los bichos y serpientes, rara vez se le molesta, y a menudo se la ve cerca de los edificios y puestos de la estancia (particularmente en el "matadero"), o incluso en las cercanías de los pueblos.”

“(...) Aunque es común en nuestro distrito, nunca he visto congregaciones de cientos, como dice Hudson, grupos entre media docena y treinta ejemplares han sido los más numerosos.”

“Estos, naturalmente, se congregan atraídos ocasionalmente por langostas, alevines o renacuajos, o por un número anormal de patos anidantes en el pastizal, cuando los huevos y los patitos, lamentablemente, pagan un alto precio. Ocasionalmente se las puede ver fraternizando, o en compañía de, el tuyuyú (Tantalus loculator Linn. [= Mycteria americana]), cuando ese irregular visitante  estival viene hasta nosotros.”

“Indudablemente, la cigüeña Maguari es también ladrona de huevos, y he sido testigo de su acoso a un nido de tero a pesar de la esforzada defensa de los propietarios.”




Maguari Stork 
Dibujo de Edward Lear
Gould, J. The birds of Europe. Vol IV. London,1837.





“Alguna vez había  visto a la cigüeña en la orilla de los esteros o pantanos, apoyada sobre una de sus larguísimas patas rojizas, y con la otra recogida hasta ocultarse casi  entre el nutrido plumaje, cuya resplandeciente albura hacía resaltar aún más la orla negra que festoneaba sus enormes alas. Así solía estarse largo tiempo, en una extraña actitud de meditación o de éxtasis, inmóvil como una estatua, despreocupada por completo de cuanto la rodeaba. Y cuando al fin decidiase a caminar lo hacía a zancadas torpes, deteniéndose de trecho en trecho para hundir el pico, larguísimo también, entre el légamo donde pululaban renacuajos, sapos, cangrejos, u otros animalillos que le servían de alimento.”

Serafín J. García (1966)



“Los círculos lentos de una cigüeña que vagaba perezosa bañando su plumaje en el aire límpido y oloroso, saturado con ese aliento de aromas de la selva que aún me parece sentir en el rostro...”

Martiniano Leguizamón (1896)



“Si alguna vez contemplé un cuadro verdaderamente maravilloso de aves, entre las cuales descollaba la Cigüeña, fue en Formosa, en las cercanías del Estero Patiño, en los lodazales producidos por una prolongada sequía allá por el año [19]12.” 

Julio S. Storni (1942)


En las cercanías de Gral. Lamadrid (Provincia de Buenos Aires), Estanislao Zeballos (1881), integrante de la expedición del general Julio Roca, encontró una laguna que “no tenía nombre y la denominé de la Cigüeña, porque este pájaro luchaba allí vigorosamente con una víbora de unos 80 centímetros. La cigüeña batía el vuelo cerca de la tierra en que la víbora culebreaba con la cabeza y dos pulgadas de su cuerpo alzados en actitud de ataque.” Finalmente el ave remontó vuelo y “a cien metros de altura dejó caer el reptil, que dando vueltas en el espacio, llegó al suelo y quedó si no muerto, en agonía. La cigüeña asentó el vuelo a su lado y la devoró sin duda.”








LOS ESCOCESES DEL AJÓ

Ernest Gibson pertenecía a una familia escocesa (Moncaut, 1977). Su abuelo, John Gibson, emigró de Glasgow a Buenos Aires en 1818, donde abrió una sucursal de la empresa textil de su padre, John Gibson & Sons, en la actual calle Alsina.  Los Gibson adquirieron varias estancias con la idea de producir lana para sus tejedurías. El encargado de las mismas fue el inglés Richard B. Newton, quien instalara el primer alambrado en Argentina y además fue socio fundador de la Sociedad Rural Argentina. Una de esas estancias fue El Carmen, en el Rincón del Ajó o Tuyú, que en 1824 adquirieron a un tal Sr. Hidalgo. Ajó y tuyú, los nombres que antiguos pobladores guaraníes dieron a la región, significan “limo” o “pisar fofo” (ajó) y “barro blando” (tuyú), y pintan muy bien la principal característica de las costas bajas de la bahía de Samborombón, cubiertas de juncos y cangrejales. Son los “rincones” que Gibson describe como “un laberinto de islas y penínsulas formadas por riachuelos de marea de mayor o menor importancia” donde los jinetes y caballos inexpertos pueden quedar atrapados en “un horrible y salvaje minuto” en el lodazal. “Es un asunto muy serio, en una oscura noche de invierno, cometer un error al regresar a casa tarde desde un puesto distante y, al equivocarse en uno de los pasos, perderse irremediablemente; he conocido uno o dos casos en los que el caballo y el jinete no lograron alcanzar un terreno más alto y finalmente sucumbieron al frío y al agotamiento”. Algo similar relató Ricardo Güiraldes en un episodio de “Don Segundo Sombra”. 



Casco de la estancia Los Yngleses hacia 1860
http://lahistoriatienesentido.blogspot.com/.
La vida social. Los Yngleses. Silvia Beatriz del Palacio


La propiedad, rebautizada como “Los Yngleses”, con una superficie inicial de 10.600 ha (más tarde se amplió a 27.500),  estaba ubicada en plena zona  fronteriza con las poblaciones indígenas, por lo que Newton se hizo cargo de ella, llevando un nutrido armamento. Comenzaron la cría de ovinos Lincoln, la raza que mejor se adaptó al lugar, llegando a tener unas 100.000 cabezas. Exportaban la lana directamente a Liverpool y Amberes desde el puerto sobre el arroyo Ajó, lugar donde más tarde se fundaría General Lavalle. El casco de la estancia, existente hoy en día, queda unos 6 km al sur de General Lavalle y “estaba rodeado por bien establecidas arboledas de eucaliptos además de  tala, ombú y coronillo, árboles más bajos nativos de la pampa” (Wetmore, 1926). La propiedad daba a la Bahía de Samborombón y estaba separada del Océano Atlántico por la vecina estancia Tuyú, de la familia Leloir, donde más tarde se fundaría la ciudad de San Clemente del Tuyú, y que incluía la Punta Rasa, el extremo del cabo San Antonio, interesante punto de congregación de aves playeras migratorias.



Mapa de la región de la estancia Los Yngleses (Gibson, 1918)


Ante la muerte de John hijo en 1828, el patriarca familiar ordenó liquidar la sociedad por lo que se vendieron todas las estancias menos "Los Yngleses", quizás por su ubicación en terrenos bajos e inundables. Thomas, uno de los cuatro hijos de John, llegó en 1838 a Buenos Aires, con su hermano Robert para hacerse cargo de la misma. Thomas tenía habilidad para la pintura y dejó varios cuadros muy coloridos sobre la vida en la pampa de ese entonces. Se casó en 1854 con Clementina Corbett, también de origen escocés, y tuvieron 9 hijos, de los cuales el mayor fue Ernest, nacido en 1855 en el país.



Escena rural donde aparecen Thomas Gibson (hombre de barba y sombrero sosteniendo el cartel) y su hijo Ernest (niño con capa negra) 
Ambrotipo atribuido a George Corbett.

http://uca.edu.ar/es/pabellon-de-bellas-artes/muestras/muestras-2019/130-ambrotipos-el-primer-asado-criollo%C2%A0el-primer-mate-junto-al-fogon


En 1862 Thomas se retiró y lo sucedió en el manejo de la estancia George Corbett, el hermano menor de Clementina, aficionado a la fotografía, quien realizó hacia 1860 unos ambrotipos que permiten visualizar la vida en las estancias a mediados del siglo XIX. 

Hacia 1869 William Hudson visitó "Los Yngleses" donde permaneció unos días conversando sobre aves con Ernest y entablando una amistad que prosiguió por carta (Velázquez, 1963). Ernest se casó en 1889 con Alice Donalson en Londres y regresó al país con su esposa para hacerse cargo de la estancia en 1890, junto con su hermano Herbert. Tuvieron una hija, Lorna Gibson Donaldson. Es probable que Gibson, como muchos súbditos británicos, haya tenido que viajar a Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial, porque en una de sus ultimas notas (Gibson, 1818)  se lamentaba: “Probablemente, no tenga más oportunidades de continuar estas notas (…) los viajes hacia y desde el río de la Plata no son de índole festiva en este momento”. Además, en sus últimas visitas (1915 y 1916) comprobó que sus mejores caballos, desacostumbrados de transitar los cañadones, ya no tenían un buen andar. Entonces, Gibson hizo un convenio con el Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires para que un colector, Antonio Pozzi, recorriera la zona y siguiera con el estudio de su avifauna. Ernest regresó al menos una vez más a “Los Yngleses” donde  falleció el 26 de octubre de 1919.

En 1937, según relata José A. Pereyra, aún se conservaban en la estancia, en el salón de billar, los muebles donde Ernest guardaba su colección de huevos y mariposas, su dormitorio con la cama de columnas labradas que utilizó hasta su muerte, y un mirador de madera, hecho con la escalera de un barco naufragado, desde donde hizo observaciones el ornitólogo norteamericano Alexander Wetmore (1926) cuando visitó  el lugar en 1920:  “Como lugar de trabajo tuve el privilegio de ocupar un pequeño edificio erigido por el Sr. Gibson para estudio y museo”.




Casco de la estancia Los Yngleses hacia 1920 
Fotografía por Alexander Wetmore.
Smithsonian Institution Archives, Record Unit 7006, Box 170, Album: I "Brazil, Argentina, Paraguay - 1920". https://siarchives.si.edu/collections/siris_sic_6610



Ernest fue un ornitólogo aficionado pero “su trabajo siempre se ha caracterizado por su gran minuciosidad y amplitud de detalles” como lo señalaba el obituario que le dedicó la revista The Ibis (1920). El ornitólogo estadounidense Alexander Wetmore (1920) opinaba de él: “un ornitólogo bien conocido por sus cuidadosas y minuciosas observaciones sobre las aves de esta región”.  Alfredo Steullet y Enrique Deautier (1939) consideraban que Gibson se destacó como “escrupuloso y sagaz observador de las costumbres de las aves”. Los especímenes coleccionados por Gibson se encuentran en los museos de Buenos Aires, Londres, Edinburgo, Dresden, Dublín y Cambridge. Con la ayuda de los ornitólogos Osbert Salvin, William Ogilvie-Grant y Charles Chubb del Museo Británico de Historia Natural  pudo completar sus notas que fueron publicadas en dos etapas, en The Ibis (ver bibliografía), donde además escribió un artículo sobre las aves de Paysandú (Uruguay) y otro sobre la vaca ñata, raza o deformidad bovina que tanto interesaba a Darwin.

Pero, más allá de sus aportes a la ornitología, es evidente que Gibson, como su par Hudson,  era un naturalista nato, capaz de emocionarse con la vida abundante y diversa, en un soleado día, en medio de los cañadones del Ajó.

Así fue como él mismo lo relató:

“Nada era más fácil que explayarse un día cualquiera en el pantano de Cisneros, como lo hice yo hace dos años, con un viejo caballo manso debajo mío, un piso firme abajo, el agua inusualmente limpia y libre de malezas, y tan profunda que solo el asiento de la silla sobresalía en la superficie. Pasé tres horas en el corazón de este pantano, en un día tranquilo y soleado, flotando sin ruido por los estrechos canales abiertos entre los brillantes juncos verdes – viendo ahora un cisne nadar lentamente alejándose de su gran nido, donde yacen de tres a cinco grandes y bonitos huevos - deteniéndome nuevamente para hurgar el nido suspendido de esa curiosa comadreja acuática (Didelphys crassicaudata, Desmarest) [la comadreja colorada, Lutreolina crassicaudata] y observando al pequeño villano truculento saltar y nadar o zambullirse  resoplando fuertemente, luego girando mi caballo hacia donde la cabeza y el cuello de una alerta Cigüeña Maguari (Ciconia maguari), se elevan sobre los huncos, revelando que estaba parada sobre su nido , mientras que el pequeño Cyanotis azarae [Tachuris rubrigastra, tachurí siete colores] de muchos colores se deslizaba arriba y abajo por los verdes juncos muy cerca de mí, y cientos de sonidos y gritos diferentes hablaban de casi tantas especies distintas de aves acuáticas allí presentes, y me mantenían ocupado tratando de recordarlos de memoria.” (Gibson, 1880)



Ciconia Maguari
Dibujo de Paul Louis Oudart
Vieillot, LP. La galerie des oiseaux. Tome II. Paris :Carpentier-Méricourt,1834



LA MÍTICA CIGÜEÑA


En el origen del mundo qom se produjo un gran incendio que destruyó a todos los habitantes, salvo unos pocos que se refugiaron en un pozo. Tres días después un héroe-niño sale al exterior y al ver que el fuego se ha apagado hace salir a los demás pidiéndoles que se tapen los ojos. Algunos no lo hacen y en castigo son transformados en diversos animales, entre ellos la cigüeña, pasando a ser los “padres” o guardianes de los demás animales de su especie, aquellos espíritus del monte que evitan la caza desmedida de algunos animales. Un notable concepto ecológico de los pueblos originarios. La cigüeña  habitaba en el supra-mundo toba y, sólo descendía a tierra con las lluvias y las tormentas (Arenas, 2009).

En los mitos de los qom (Citro et al., 2016; Sánchez, 2006) también aparece el zorro sagaz, uaia?aqa’ lachigui, que se encuentra con waqap, la cigüeña, y le pide sus alas para poder cumplir su sueño de volar. Varias cigüeñas aceptan pero le advierten que no vuele muy alto porque las plumas no le van a durar mucho. Le colocan las alas y le indican como despegar. Como en el mito griego de Icaro, el zorro se entusiasma y, haciendo oídos sordos a los llamados de las cigüeñas, sigue ascendiendo hasta que pierde las plumas, cae y muere, aunque después resucita.  Los qom o toba (Arenas, 2009) han observado que la cigüeña “pone en el agua, ahí no le falta comida. Pone arriba del árbol, junta basurita (restos vegetales) y pone arriba el nido. Cuando hay pichoncito el va a buscar pescadito, cerquita, y les lleva a los pichones, les da de comer.”  Para ellos es una pieza de caza apreciada por su gran tamaño y porque su carne se considera blanda, y se aprovechaba casi todo el animal, incluyendo la grasa, patas y vísceras. Se la cazaba con flecha o trampas y más tarde con carabina, especialmente en verano y otoño, cuando están más gordas. Se la consumía hervida, en guiso o caldo, o asada. Los huevos y los pichones se consumían cocidos, y a veces los criaban como animales domésticos. La panza o estómago glandular se usaba como carnada, las alas para abanicos y las plumas para las flechas.

También las cigüeñas tuvieron que ver con la creación de Las Pléyades, ese bonito grupo de estrellas conocido también como “Las siete cabritas”.  Resulta que unos qom encontraron un niño perdido en el monte y lo adoptaron. El niño les enseñó a usar el fuego, a cazar y a curarse con plantas. Pero también era muy travieso y entre otras maldades le robó el huevo  a una cigüeña que lo empollaba. En castigo se reunieron todas las cigüeñas y llevaron al niño al cielo, donde junto con sus hermanos que fueron a buscarlo, se quedaron para siempre, formaron ese grupo de estrellas (Oliva, 2007)

Taqfwaj, el mítico héroe de los wichis, encontró cierta vez una cigüeña y quedó admirado de cómo podía sostenerse sobre una sola pata. El ave le dijo que para lograrlo debía cortarse una pierna, y luego, para recuperarla, tenía que saltar sobre cierto tipo de árbol. Taqfwaj hizo según lo indicado pero no logró recuperar su pierna y tuvo que recurrir a una gran araña que lo vendó con su tela y lo curó. En otro cuento, el Carancho, asistente del rey de los jotes, molestaba a unas jóvenes cigüeñas, quienes acudieron a sus padres. Éstos iniciaron una guerra con los jotes, en la que las cigüeñas vencieron, logrando encarcelar al rey de los jotes (Alvarsson, 2012).

Un joven vilela del Chaco gustaba mucho de cazar pajaritos y pasaba sus días en el monte, donde un día encontró unas piedritas de colores con las que se hizo un collar. Al otro día amaneció transformado en serpiente que comenzó a crecer, comiendo cuanto bicho había en el monte, y cuando éstos escasearon empezó a devorar gente. Las aves del lugar se organizaron para matar a la serpiente, primero fue el águila, pero fracasó, luego los tullangos o cigüeñas, dotados de fuertes lanzas (picos) pero la víbora los devoró, finalmente el caburé logró matar al ofidio (Lehmann-Nitsche, 1924-25).

Entre los mbya-guaraníes (Cadogan, 1948),  el tuyuyú, le pide al Loro sastre que le haga unos pantalones. El Loro los hace según la medida de sus patas, con lo cual quedan demasiado cortos, per se justifica ante el tuyuyú diciendo que los hizo así para que pueda vadear por los bañados. El tuyuyú suele aparecer en los relatos como oficial de policía, quizás por su figura y por permanecer largo tiempo en pie, inmóvil, como si estuviera de guardia. En una fábula tupí, el picaflor compite con el tuyuyú para ver quién de ellos podia volar mayor distancia. El pequeño tomó la delantera pero, agotado, cayó al río. Cuando llegó la cigüeña le pidió que lo salvara, lo que hizo permitiéndole agarrarse de sus largas patas.

En un mito yuracaé (río Mamoré, Brasil), Tiri, el creador, descubrió que el yaguareté había comido a una persona, la fiera se excusaba diciendo que el sujeto ya estaba muerto por la picadura de una víbora. Entonces Tiri ordenó  a Uacauan, la cigüeña, que matara a la víbora. Desde entonces las cigüeñas se comen a los ofidios. (Barbosa Rodrígues, 1890; Lehmann Nitsche, 1926).


Cigüeña
Dibujo de Florian Paucke (2010)


Comenta Florian Paucke (2000) que los mocovíes fabricaban la siguiente artesanía: “mataban cigüeñas, rasguñaban la piel según el grosor del ave por el centro alrededor del cuerpo, sacaban la parte posterior con piel y plumas en forma que con todas éstas quedaran también las plumas de la cola, se la colocaban en la cabeza de modo que la cola quedara erecta. ¡Quién no reiría cordialmente ante esta figura o Mercurio indio! Pero ellos se ponían tan serios y lo mismo caminaban en esa forma por la aldea como si tuvieran sobre la cabeza el sombrero de castor más fino y más bello”.

La presencia de la cigüeña en los cuentos y leyendas criollas tiene una evidente contaminación proveniente de Europa, producto de la larga relación de sus civilizaciones con la especie de ese continente. Así aparecen la conocida fábula del zorro y la cigüeña que proviene del griego Esopo, la antigua leyenda alemana sobre las cigüeñas que traen a los recién nacidos en su pico, y también la cigüeña como ejemplo de amor filial, tal como lo cuenta Miguel Hernández (1872):

“La cigüeña, cuando es vieja,
Pierde la vista, y procuran
Cuidarla en su edá madura
Todas sus hijas pequeñas:
Apriendan de las cigüeñas
Este ejemplo de ternura”



EL TUYANGO EN LA POESIA Y EL CANTO

“…Las palomas se lamen como si estuvieran en pleno campo; 
             habitan el vértice del segundo poder; 
         en ese campanario serán devoradas por un tuyango matrero y loco…”

Paco Urondo - No tengo lágrimas (Del otro lado, 1965)



(…) A primera vista creí que se trataba
de un papel o una bolsa de polietileno
en suspenso a una altura un poco mayor
que la de una casa de dos pisos.
Tras una nueva mirada me sorprendí:
aquello era una garza de las grandes
o quizás un tuyango;
volaba muy alto y el sol de junio
bruñía al azul como a una piedra (…)

Roberto Malatesta - La fuerza del asunto




El gabán pionío

Gabán no pare en montaña
ni hace su nido en el cerro.
Como nace en la sabana
le pregunta a los garceros.

Yo tuve un gabán pionío
en mi casa, prisionero,
pero se acordó del río
y se fue para el estero.

No te duermas, mi gabán
en mangles de Juanaparo,
no anides en Chamizal
porque hay mucho cunaguaro.

No te quedes en el Meta,
cuídate, mi gabancito.
Mira que la gente es mala
y le gusta el gabán frito.

Eduardo Hernández Guevara



El gabán pionío

Gabán, gabán, gabán pionío,
gabancito que vuela tan alto
por senderos, sabana y palmar
no anides en rama seca ni pongase en pastizal
que la rama se seca y al pasto lo han de quemar.
Mi gaban viene y se roba los delirios y los placeres,
la mirada de los hombres y el alma de las mujeres.
Mi gabán es un pionío sediento de amaneceres
porque se hace el medio pío cuando una mujer lo quiere
Y el gabán anda laguna hasta que el invierno se muere,
el verano se avecina en la flor del querebere,
y cuando se van las aguas mi gabán siempre prefiere
refugiarse en los esteros donde tiene sus quereres (…)

Canción de Alfredo Parra





Ay, gabancito volador
de los llanos guariqueños,
si es verdad que eres mi amigo
llega volando hasta el cielo
y me traes de las alturas
el mas brillante lucero
para dárselo en regalo
a la prenda que más quiero (…)

A María del Carmen - Francisco Márquez Magdaleno




LA CIGÜEÑA Y SUS NOMBRES

En relación a los nombres comunes de la cigüeña debe tenerse en cuenta la falta de precisión de algunos términos ya que los pobladores muchas veces confunden a las tres especies de cicónidos sudamericanos: el jabirú (Jabiru mycteria), el tuyuyú (Mycteria americana) y la cigüeña (Ciconia maguari).

Maguari es el nombre tupí que anotó Marcgrave y que, como vimos, sería erróneo, refiriéndose más bien a la garza mora. De todas formas, como señalaba Wied es un nombre que se usa en desde Bahía hacia el norte. Se lo ha escrito también como mbaguari, baguari, biguari, magoari, maguari y mauari. Storni (1942) lo interpretó como “muchas que pasan en fila”, de mba: montón, gua: pasar, y ri: uno tras otro. Pero no parece ser esa una costumbre de esta ave de la que Azara (1992) dice “va comúnmente sola”, aunque menciona haber visto cincuenta y cuatro juntas en cierta laguna. También hay una observación de Hudson sobre el asunto. García (1913), por su parte, lo tradujo como mbegue: lento, y ri: estar: “el que anda lento”, lo cual parece más apropiado para esta ave.

Otros nombres que se le dan en Brasil son: cegonha, cauã y cauauã, en la boca del Amazonas; guara-vae, en la zona de Río Verde (Goiás); jabiru-moleque, jaburu-moleque, joão-grande, jabiru-tapucajá, y tabuiaiá en Brasil central y meridional, por ejemplo en Orissanga (Sao Paulo) y en el oeste del Pantanal (Mato Grosso do Sul).

En Colombia es la cigüeña llanera, y en Venezuela, el gabán pionío. Éste nombre parece referirse a la piel periocular roja del ave, que recuerda a las semillas rojas y negras del árbol mágico denominado pionío, peonía o wayruro (Ormosia coccinea).

En el norte de Sudamérica aparece la cigüeña en distintas lenguas nativas y criollas: yauru (arawak), apyrerèu (caribe), kumawali (aukan), bat (palikúr), tayaya (creole de Guayana), ghãgoje (creole karipúna) y tsaki (guahibo). En Sranan es eri, y por su componente inglés recibe también el nombre de redifutu (patas rojas).

En la zona del litoral argentino y en Paraguay se utiliza el nombre guaraní de tuyuyú, con el epíteto guazú (grande) para distinguirlo de Mycteria americana. Tuyuyú significa “que anda por el pantano”, de tuyú: pantano, barrial, lodazal; y : ir y venir, andar.

En la región chaqueña es el waqap de los qom, también escrito como huoqap, woqap, huoqa', huqap y huaqap;  así mismo  ñi, añi lesoxo’n. Tuyango, que se usa en Santa Fe y Entre Ríos, también sería de origen qom (tujango), aunque no lo hemos encontrado en los vocabularios de esa lengua.

Para los wichis de Formosa es wetnaj, lhokota o yulo.  Sería, con más precisión, el  yulo pata colorada, ya que el yulo a secas es el jabirú. El nombre lhokota o lhukutá se lo daban despectivamente los wichis del noroeste a los del centro de Formosa, porque, como la cigüeña, vivían del pescado, el cual recogían a la orilla del río Bermejo, cuando era descartado por los pescadores. Otros nombres usados en la región chaqueña eran patsaaj (wichi weenhayek),  pitsaj (chorote), siyojonoj (nivaklé), seyána (enxet, Chaco central paraguayo) y etuque litil (mocoví).

En La Pampa se registra killingui (ranquel). En Chile se usa el nombre pillo o pillu, y en Perú toyuyo, obviamente de origen guaraní.

Cigüeña es el nombre común en la región rioplatense (Buenos Aires y Uruguay), dado por los conquistadores españoles. Proviene del latin ciconia, y éste de los Cicones, un pueblo de Tracia, que veneraba a estas aves. Aunque otros lo derivan del galo de Bretaña, sikun.



Logotipo del Club Social y Deportivo Tuyango. Piedras Blancas, Entre Ríos 
http://deportivotuyango.blogspot.com/2009/05/primera-fecha-tuyango-volvio-con-una.html


Además de recibir nombres el tuyango los da. El Tuyuca es un arroyo dentro de la ciudad de Paraná, que debería escribirse Tuyucuá: “lugar donde habitan las cigüeñas”. (Rondan, 2007).  Además Los Tuyangos aparece como nombre de un club  de fútbol y de un grupo musical.







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viernes, 11 de octubre de 2019

EL PIJUÍ DE ANCASH (Synallaxis zimmeri) Y EL TRÁGICO FIN DE MARIA KOEPCKE






“María Koepcke es un ejemplo de entrega a la noble tarea de fomentar la conservación de la naturaleza. Su desaparición ha dejado un vacío que será muy difícil de llenar”.

Bárbara D'Achille, pionera del periodismo ambiental de Perú, asesinada por terroristas en 1989, al recibir el Premio Koepcke de Conservación al Periodismo Nacional, 1986.




DESCUBRIENDO NUEVAS ESPECIES



Pijuí de Ancash Synallaxis zimmeri – Dibujo de María Koepcke
        (Koepcke,1957)



En las laderas occidentales de la Cordillera Negra peruana se extiende una estepa serrana cubierta de arbustos, matorrales,  y en algunas zonas, de un bosque seco y ralo de arbolitos de Oreopanax. Allí, el 16 de agosto de 1956, cerca de Colcabamba (Huaraz), en la quebrada del río Casma, a 2800 msnm, una joven zoóloga y su esposo,  se encontraban estudiando los ambientes naturales de las sierras. Con buen ojo de ornitóloga entrenada, le llamó la atención un pequeño furnárido que no parecía raro en ese sitio. “Habitualmente se ve dos o tres ejemplares juntos vagando de un arbusto a otro, haciéndolo a menudo con otras especies de pájaros  (…) trepa y pasa con gran agilidad atravez de los arbustos y malezas muy densos e impenetrables, permaneciendo sin mover sólo por instantes”. Cada tanto levantaba la cola a la manera de los canasteros. La investigadora le escuchó dos voces: “un trino no muy fuerte y un cuec y cuequec, que se repite periódicamente durante algún tiempo”. El pajarito se hacía oír pero era difícil de ver “porque busca principalmente los arbustos y plantas muy ramificadas y densas”.

La joven, llamada María Koepcke, advirtió que la especie, que por sus características debía pertenecer al género de los pijuíes, Synallaxis, tenía una coloración diferente a todas las especies conocidas del mismo por lo cual la describió como nueva, con el nombre de Synallaxis zimmeri, el pijuí de Ancash. Con toda justicia, dedicó la especie al ornitólogo norteamericano John Todd Zimmer, entonces recientemente fallecido, “uno de los mejores conocedores de la avifauna peruana”. Zimmer había integrado en 1922 la expedición Marshall Field  al Perú,  organizada por el Field Museum of Natural History, de Chicago, y había realizado un exhaustivo estudio de la avifauna peruana durante 27 años en el American Museum of Natural History publicando 66 trabajos sobre el tema.

Lamentablemente este pijuí de distribución tan localizada (sólo en el departamento de Ancash) se encuentra en peligro de extinción debido a la intensa degradación de su hábitat, transformado en tierras de pastoreo y cultivo.


María Koepcke
(Niethammer, 1974)



LA HISTORIA DE MARÍA: DE ALEMANIA A PERÚ

En 1924 nacía en la ciudad de Leipzig (Alemania) María Emilie Anna von Mikulicz-Radecki. Su padre descendiente de nobles polacos era profesor de ginecología, y mantenía una buena posición aún durante el nazismo, lo que le permitió dar a su hija una excelente educación. María, acompañando a su padre a cazar, se interesaba en observar a los animales silvestres. Sus primero estudios los hizo en Königsberg y luego empezó a cursar Zoología en Strassburg. Además aprendió dibujo con el Dr. Hans Krieg, lo que le permitía representar con habilidad incluso aves en vuelo.  Krieg, simpatizante y promotor del nazismo, era director del Museo de Historia Natural de Munich y había hecho tres viajes de estudio al Gran Chaco (1922-1932). Quizás fue él que despertó el interés de María por Sudamérica.

En 1949 se doctoró en zoología en la Universidad Christian Albrechts de Kiel. Su tesis fue sobre coloración y patrones del plumaje de palomas silvestres y domésticas. En la Universidad conoció al estudiante de zoología Hans-Wilhelm Koepcke, quien una vez graduado se trasladó a Perú para trabajar en el Museo de Historia Natural "Javier Prado" en Lima. El muchacho la estimuló a seguir el mismo camino, de modo que al año de recibirse, María, se trasladó también a esa ciudad, donde enseguida se casaron, radicándose en Miraflores.

Acompañando a su esposo que ya trabajaba en el Servicio de Pesquería y Caza del Ministerio de Agricultura, María realizó las primeras salidas de campo a las playas de canto rodado y desierto costero, cercanos a El Callao, luego a Ventanilla y a la boca del Río Chancay. En un breve viaje a San Luis de Shuaro, sobre el río Paucartambo, y al río Perené, conocieron también los ambientes de selva de montaña. En la costa, visitaron durante 1950-1951 numerosas localidades, realizando un estudio detallado de los ambientes costeros y de las vertientes occidentales andinas. Incluyeron en sus viajes la zona norte del Perú, entre Puerto Pizarro y Bayóvar, y la zona sur, desde el puerto de Lomas hasta Tacna. María que había empezado a estudiar la avifauna  peruana reportó aquí por primera vez en Perú, al gorrión europeo.

Hans fue designado profesor de Ictiología, Hidrobiología y de Ecología Animal de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y encargado de la Sección de Ictiología del Museo de Historia Natural “Javier Prado”.  En 1953 María fue nombrada jefa de la sección de aves y mamíferos del mismo Museo y también asesoraba a la Dirección de Pesca y Caza del Ministerio de Agricultura.  Empezó entonces una importante investigación sobre sistemática y ecología de aves, de las cuales realizó excelentes dibujos. Trabajando sobre las comunidades de aves de la selva, la sierra y los humedales costeros, colaboraba además con su esposo, por ejemplo ilustrando la obra de éste, Die Lebensformen (Las formas de vida, 1971-1972).


Sello postal del Perú con dibujo de la Viuda (Trogon viridis) por María Koepcke
http://www.stampsperu.com/peru_aves.shtml   



En 1952 el matrimonio viajó a las haciendas  Casa Grande y Taulís, Cajamarca, administrada por el hermano de Hans, ubicadas en el valle del río Zaña a unos 2000 msnm. Acompañados del ornitólogo alemán Günther Niethammer pudieron recorrer el interesante bosque montano de la vertiente occidental. Ese mismo año, buscando el mismo tipo de ambiente en el valle del Rimac, descubrieron  el bosque de Zárate, a 3000 msnm, donde María descubrió una nueva especie: el cotinga de cara blanca (Zaratornis stresemanni).  A este lugar realizaron varios viajes hasta 1965, sugiriendo la creación de un área protegida que se concretó recién en 2010 con 546 ha. Poco después visitaron lago Parinacochas en la zona altoandina, al que también sugirieron proteger dado su abundante avifauna acuática.

En octubre de 1954 nació su única hija Juliane Margaret Beate Koepcke. Su suegra y su cuñada, venidas de Alemania, cuidaban a la pequeña hasta que pudo acompañar a sus padres en sus innumerables viajes, que continuaron durante esos años a lo largo de los desiertos y lomas de la costa peruana.  En marzo de 1955 volvieron a  San Luis de Shuaro para explorar la selva alta peruana, pero un camión enganchó un cable telefónico cuyo latigazo les dio un fuerte golpe a ambos esposos. María se desmayó y tuvo una hemorragia, tardando bastante en recuperarse y perdiendo el sentido del olfato.


María, Juliane y Hans Koepcke –
https://www.businessinsider.com/what-its-like-to-be-survivor-of-flight-2015-8



Dos años después se mudaron a una casa en Miraflores conocida  como “Casa Humboldt”, que funcionó como una estación biológica donde albergaron a numerosos biólogos extranjeros que investigaban la biota peruana, y que además de alojamiento podían intercambiar interesantes ideas con los propietarios.  María albergaba también allí una cantidad de aves que recogía heridas o desnutridas durante sus viajes y allí las recuperaba. Algunas permanecieron como mascotas, otras a su muerte fueron a integrar el Museo. Además de registrar sus características y su comportamiento, pudo describir con ellas una nueva subespecie de perdiz andina Nothoprocta pentlandii niethammeri.

Canastero de los cactos (Pseudasthenes cactorum) especie descripta por primera vez y dibujada por María Koepcke


Durante los años 1958-1960, comenzaron a estudiar la selva alta y la selva baja de la Amazonía peruana. Al final de este período María visitó la colección de aves del American Museum of Natural History, curada por Dean Amadon, y de  la Academy of Natural Sciences, de Philadelphia, bajo la dirección de Rodolphe Meyer de Schauensee. También se trasladó junto con la pequeña Juliane a Europa donde además de visitas familiares concurrió a diversos museos de historia natural para estudiar sus colecciones. En 1959 describió otra nueva especie, el canastero de los cactos (Pseudasthenes cactorum), del desierto costero. En 1962 los visitó el ornitólogo de Brasil Helmut Sick con quien recorrieron varios sitios cercanos a Lima. Con apenas 10 años, Juliane ya acompañaba a sus padres en muchos de estos viajes, munida de su mochila.


María Y Juliane en el bosque de Zárate

http://avesecologaymedioambiente.blogspot.com/2010/10/zona-reservada-bosque-de-zarate-una.html




EN LA SELVA

En 1968, cerraron la “Casa Humboldt” y se trasladaron a la región de Huánuco para establecerse en la selva alta, proyecto que venían elaborando hacía tiempo. Pese a esto continuaron vinculados al Museo, tanto en la docencia como en la investigación. Remontando el río Pachitea, una de las fuentes del Amazonas, Hans halló un paraje sobre  el afluente Llucllapichis, al que bautizó Panguana, nombre local del tataupá listado (Crypturellus undulatus) que había visto merodeando por el lugar. 


Panguana o tataupá listado (Crypturellus undulatus).
 Dibujo de María Koepcke.

(Koepcke HW & Koepcke M, 1963-71)


Se establecieron en ese lugar soñado bajo un gigantesco árbol de lupuna  (Ceiba pentandra), en una cabaña abandonada, con paredes de madera y techo de palma. Para ello debieron trasladar por el río todas sus pertenencias, equipos, libros y documentos. Carecían de luz eléctrica, la cocina era a leña, utilizaban una letrina y lavaban la ropa en el río. La comunicación fluvial era lenta y dificultosa. No obstante, su proyecto era permanecer 5 años estudiando la biota selvática para después trasladarse a Alemania donde Hans ocuparía una cátedra para la que había concursado. María realizaba los relevamientos de aves, grababa sus cantos y describía nuevos taxones. Durante esos años integraron dos expediciones con John Terborgh y John Weske a las montañas El Sira, en las nacientes del río Llucllapichis a 2400msnm. En este viaje se describieron nuevas especies de las que le fueron dedicadas el paujil del Sira (Pauxi koepckeae) y el ermitaño de Koepcke (Phaethornis koepckeae). En ese alejado lugar Terborgh recibió un disparo accidental en el pie y María atendió su herida evitando mayores consecuencias. Un estudiante que había ido por ayuda, se perdió en la selva pero se salvó siguiendo un cauce hasta llegar al Llucllapichis. Esta anécdota, como veremos, serviría a Juliane más adelante para salvar su vida.


La casa de Panguana en 1973 vista desde el río Yuyapichis.
(Niethammer, 1974)


TRÁGICO FIN Y MILAGRO

En 1970 Juliane se reincorporó al colegio Humboldt en Lima, para lo cual había sido preparada por sus padres.  Al año siguiente María se trasladó a Lima para regresar con su hija a Panguana ni bien terminara el ciclo escolar. Debido a las fiestas navideñas sólo consiguieron pasaje a Pucallpa para el 24 de diciembre en la aerolínea LANSA que Hans había desaconsejado utilizar por sus malos antecedentes. Abordaron el vuelo cerca del mediodía y tras casi una hora de viaje normal el avión se metió en un frente de tormenta. En medio de fuertes sacudidas recibió un rayo sobre el ala derecha y cayó en picada a tierra desde 3000 m de altura.

A la mañana siguiente de la caída, día de Navidad, Juliane se despertó en tierra sostenida por el cinturón a la butaca. A su lado el asiento de su madre estaba vacío y durante todo un día la buscó sin éxito. Pese a sus contusiones y heridas y a la falta de alimento, Juliane pudo seguir el curso del arroyo Quebrada Raya y luego guiándose por los gritos de los shanshos (Opisthocomus hoazin – ver la entrada https://historiaszoologicas.blogspot.com/2017/12/el-hoatzin-opisthocomus-hoazin-el-ave.html) llegó al río Shebonya, afluente del Pachitea. A orillas de aquel encontró finalmente una canoa y un sendero que conducía a una choza, donde más tarde aparecieron tres cazadores que le ayudaron a llegar a Tournavista, once días después del accidente. De allí la llevaron a Yarinacocha donde recibió atención médica, y pudo reencontrarse con su padre.


Juliane a los 17 años cuando sobrevivió al accidente
https://es.gizmodo.com/esta-mujer-sobrevivio-10-dias-en-la-selva-del-amazonas-1830711085



Juliane fue la única en sobrevivir de los 92 ocupantes del avión. Gracias a su colaboración los rescatistas llegaron luego hasta los restos del avión y de los pasajeros, a unos 50 km de Panguana. Por el estado del cadáver de María se cree que como otros pasajeros pudo haber sobrevivido algunos días aunque con serias heridas que le produjeron finalmente la muerte. Su cuerpo fue llevado a Lima donde lo velaron en el aeropuerto Jorge Chávez, y de allí a Alemania donde fue inhumado en el cementerio de  Aufkirchen, junto a su padre. 

Esta increíble historia fue plasmada en 1998 en el documental  Wings of Hope (Alas de Esperanza) por el director alemán Werner Herzog, quien debía haber abordado ese mismo vuelo pero lo perdió, salvando así su vida. Juliane estudió biología en Kiel y Munich y se doctoró con una tesis sobre mariposas diurnas y murciélagos de Panguana. Entretanto, Hans-Wilhelm Koepcke no pudo lograr que Panguana fuera protegida como reserva, quedando como un  sitio para estudios científicos de la Dirección Forestal, de Caza y Tierras.  Tras su muerte en 2000, Juliane  se hizo cargo de la estación biológica como parte de un convenio entre el  Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Zoologische Staatssammlung München, donde ella trabajaba. En 2011, finalmente, Panguana fue declarada Área de Conservación Privada por el Ministerio del Ambiente del Perú, ampliándose su superficie a 3500 ha.


María en Panguana
https://panguana.de/?lang=en



SU LEGADO

Pequeña de cuerpo pero con enorme energía, María realizó innumerables viajes con su esposo, aún a regiones de difícil acceso.  Describió tres especies y diez subespecies nuevas de aves, estudió la avifauna de los humedales del Perú, y los factores de especiación en aves del dosel forestal. Tuvo muchos discípulos investigadores y representó al Museo en varios congresos internacionales. En 1964 publicó Las aves del departamento de Lima, una guía ilustrada con dibujos propios, que alcanzó 27 ediciones y sirvió de inspiración para muy conocidas guías regionales como Aves Argentinas. Guía para el reconocimiento de la avifauna bonaerense, de Tito Narosky y Darío Yzurieta, precursora de la conocida Aves de Argentina y Uruguay. Guía de identificación.


Dibujos de María Koepcke para su libro “Las Aves del Departamento de Lima”


En total, sola o con su esposo, publicó 22 trabajos en alemán, inglés y español sobre las aves de Perú y 11  sobre fauna y ecología, entre ellos “Corte transversal de los Andes peruanos con especial referencia a las aves: costa, vertientes occidentales y región altoandina” (1954); “Aspectos de la distribución de las aves en el Perú” (1957), “Die Vögel des Waldes von Zárate (Westhang der Anden in Mittelperu)“ [Las aves del Bosque de Zárate (Vertiente occidental en el Perú central] (1958); “Birds of the western slope of the Andes of Peru” (1961), y con Hans, “Las Aves Silvestres de Importancia Económica del Perú” (1963-1971).

María era miembro de la American Ornithologists' Union (E.E.U.U.), la Asociación Ornitológica del Plata (Argentina),  el Comité Nacional de Protección a la Naturaleza (Perú) y la Deutsche Ornithologen Gesellschaft (Alemania), y colaboradora del Cornell Laboratory of Ornithology.

Junto con su esposo tuvo un papel muy importante en el desarrollo de los estudios biológicos en Perú por el volumen y calidad de sus trabajos y la influencia sobre numerosos colegas y discípulos.


Alex Mouchard



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EL VENCEJO DE COLLAR (Streptoprocne zonaris), EL PREDICADOR Y LAS FANTÁSTICAS GOWRIES

    Este huésped del verano, el pequeño vencejo que vive en los templos, testimonia aquí, junto a su amada mansión, que el aliento del cie...