"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


domingo, 23 de junio de 2019

EL CHINGOLO (Zonotrichia capensis) EN LAS CULTURAS







“El chingolo, asiduo visitante de todos los lugares y de todos los momentos, tan pronto penetra en lo más espeso del follaje de los árboles como sale escapando entre los pies del pajonakl hirsuto. Es el frecuentador de la casa; está donde cae el afrecho de maíz que pisa el mortero, se trepa sobre la mesa del patio cuan do divisa crane o migas de pan. Su canto breve y claro pareciera inspirado en el hablar de los paisanos. Es un toque de alerta al ejército de los pájaros y se lo escucha hasta en el silencio de la noche”

Gerardo Pisarello.  Che retá  (Ediciones Colmegna, 1946)



Fringilla matutina
Kittlitz, F. H. Kupfertafeln zur Naturgeschichte der Vögel. Frankfurt am Main :Johann David Sauerländer,1832-1833.




Ya en 1891 decía Eduardo Holmberg: “Casi ya no se ven chingolos en Buenos Aires. Desterrados por el intruso gorrión, por una parte y perseguidos a muerte para adornar la polenta, por otra, sus cuerpecillos desplumados se venden a millares en los mercados”. Pero hacia 1976 Luis Mario Lozzia nos daba cierta esperanza porque el chingolo “no ha desaparecido, por fortuna, de la ciudad y quizás se percibiera más habitualmente su cercanía si en lugar de buscarlo con los ojos se aguzara el oído allí donde cabe la sospecha de su presencia; entonces un silbo suave y un fluyente gorjeo líquido dirán que no ha querido dejarnos”.

En el año 1928 el diario La Razón, de Buenos Aires, organizó una votación entre escolares para designar al ave nacional, la cual ganó el hornero por amplia mayoría. El chingolo, que obtuvo el 5º puesto, recibió estos conceptos del niño Oscar Gloviar: “Voto por el modesto chingolo, pajarito tradicional que no hay argentino que no lo conozca ni que no haya oído su humilde canto, si bien es cierto que no tiene un plumaje seductor tiene la virtud de parecerse al gaucho, porque el gorrión, ave importada, lo va exterminando de nuestro suelo, como el progreso a nuestros últimos gauchos”. Como inútil venganza del chingolo, el gorrión va desapareciendo de las grandes ciudades, incluso en su nativa Europa.

En la región rioplatense se considera al chingolo ave de buen agüero y anunciadora de visita cuando recorre el patio piando. Su canto nocturno pronostica buen tiempo. En el noroeste argentino cuando una bandada de chingolos se acerca a una vivienda habrá tormenta, y si canta de noche, anuncia viento. En Bolivia, su silbido anuncia el fracaso de cualquier emprendimiento.  En Chiloé (Chile) cuando se para en la puerta también anuncia visita y si canta, la llegada de una carta auspiciosa. Si anda atrás de una mujer es para que se case con un aborigen. Si llega a gritar cerca de la casa anuncia lluvia; pero si lo hace a medianoche, trae buen tiempo. Incertidumbre plasmada en el dicho brasilero: “Cantó o chingolo: chuva o vento … o pará bon tempo”.

Para los criollos si a un viajero nocturno le canta el chincol, trae desgracia, pero se contrarresta el peligro rezando una oportuna  oración.

En Santiago del Estero creen que cuando va a nacer un niño el chingolo canta “me ha de hondear y me ha de matar” y si va a nacer una niña el canto dice “ha de moler y me ha de dar de comer”.

También para los qom y los nivaclé es ave de mal agüero, vinculada con el diablo, sobre todo por su canto nocturno que indica que hay un maleficio en curso, que habrá de producir enfermedad. Por eso la ahuyentan de la cercanía de las casas. Incluso anuncia la llegada del enemigo. Los chicos lo cazan pero no lo consumen porque tiene “muy hedionda la carnecita”  y se lo dan a los gatos, aunque sí consumen los huevos.


 
Chingolo
Dibujo de Salvador Magno



DICHOS SOBRE EL CHINGOLO


“Entra sin golpear como el chingolo” o “¡Entra solo como el Chingolo!” se le dice al que llega a comer sin ser invitado.

Daniel Granada dice respecto del caburé “que su víctima predilecta es el chingolo, que parece el más tímido y cauteloso, y de ahí la frase proverbial en el campo: ‘por desconfiado, mata al chingolo el caburé' ”. Se refiere a que la excesiva cautela tampoco es buena.

“Disparar de Chincol a Jote” se usa para el que se enamora de una mujer poco agraciada.

“Chincolear”, es caminar a saltitos como lo hace el Chincol. Quizás por eso se le llama Chincol a un preparado de aguardiente con agua.

Se dice de una persona flaca que tiene “canillas de incancho” y en Chile: “Tiene menos sebo que pata de chincol”. También se le dice chingolo a una persona petisa, por la pequeñez del ave.

"Não estou para criar filhos dos outros igual ao tico-tico"  es una expresión brasileña (Minas Geraes) que se basa en la frecuencia con la que el chingolo o tico-tico cría pichones del virabosta o renegrido (Molothrus bonariensis).

“Chincolito, él cuando enamora, agacha la cabeza y para la cola” (Chile)

En el lunfardo rioplatense es sinónimo de “tonto”, como lo explica Felipe H. Fernández (Yacaré) en su poesía  “Qué merza”:


Cuando calo un vichenso, le bato gil, pipiolo,
turro, otario, pangrullo, gilimursi o batata;
vichenchino, gilurdo, codeguín, papanata,
marmota, zanagoria, salamín o chingolo.


"Zorzal o chingolo, el peón cuelga su copla en los atardeceres”, dice Atahualpa Yupanqui, haciendo notar el contraste entre un cantor bien dotado y otro de voz más sencilla, pero ambos con la vocación del canto.


 
Zonotrichia canicapilla

Sclater, Ph. L. Ibis 1877


CUENTOS Y RELATOS

Un cuento criollo dice que el chingolo era un guitarrero que al oir a un forastero que cantaba como él, le rompió la guitarra, y lo mató en el duelo subsiguiente. Puesto preso, logra escapar pero conservando los atributos de esa condición: el gorro a rayas y los grillos en los pies que lo hacen andar a saltitos.

En otro cuento popular catamarqueño un hombre grandote echa abajo una capilla a golpes burlándose de los feligreses, por lo que fue encarcelado. Dios, enfurecido, lo transformó en chingolo, con el mismo fin  que en el caso anterior. Otra versión de este relato,  recopilada por Roberto Lehmann-Nitsche, muestra al chingolo enamorado de la monjita, que lo rechaza. Furioso entra a la iglesia gritando y asusta a los demás aves, pero el pijuí le clava un cuchillo en la garganta, y el pecho colorado (el comisario) lo pone preso y lo engrilla. Esto explica lo rojizo del cuello y su andar a saltitos.

En un relato de los selknam de Tierra del Fuego, un muchacho pequeño pero valiente, Chelp, lucha con otro fuerte y robusto, Shi’ika. Éste lo agarra del cuello y le tironea el pelo que quedó formando copete, Chelp le golpea la nariz que empieza a sangrar y Shi’ika se transforma en loica con su pecho manchado de sangre y aquél en chingolo, con su copete despeinado. Hay otras versiones donde la loica era una bonita pulpera, y el chuschín celoso del cardenal pide un peine aludiendo al copete despeinado de éste, que le replica: “¿Y por casa como andamos?”. A continuación pelean, recibiendo el cardenal una herida que le tiñe la cabeza de rojo, y el chingolo termina preso y engrillado, como en los cuentos anteriores.

En Corrientes se cuenta que el cachilo se burla de su padre que es llevado preso y engrillado, y en castigo queda transformado en un pajarito que camina saltando. En la costa del Iberá se explica el origen del nombre Chesi para el chingolo. Un hijo sale a comprar remedios para su madre enferma, pero se detiene a comer fruta en un duraznero. La madre muere y el dios Tupá lo castiga transformándolo en pájaro que canta sin parar  “che si , che si” (mi madre, mi madre) , especialmente en noviembre para los días de los santos y de los muertos.


En otras ocasiones el chingolo se mete en el relato bíblico del diluvio reemplazando al cuervo enviado por Noé para ver si las aguas ya habían bajado. Y como él se entretiene sin cumplir su misión.

Según una leyenda uruguaya en cierta ocasión, cuando un grupo de paisanos se trasladaba en carreta para fundar un nuevo pueblo, el diablo Añá enfurecido les envió una inundación. Sólo el carretero se salvó agarrándose a la rama de un ombú. El diablo entonces lo transformó en un humilde pajarito, que sigue allá en las ramas del ombú silbándole a los bueyes que ya no tiene, y burlándose de Añá.





En un  cuento de Santiago del Estero al chingolo o Icako se le congelaron las patitas, atrapadas en un trozo de escarcha. Pidió ayuda al sol, a una nube, al viento, etc., pero todos se excusan hasta que un humano le quita la escarcha, aunque desde entonces ya no puede mover bien las patas y anda a los saltos.

En el Chaco el chingolo es una niña desobediente que tiene a maltraer a su madre, pero un día ya no la encuentra y sale de la casa llorando transformada en pajarito.

En Chiloé (Chile) el canto del chincol parece decir “¿Has visto a mi tío Agustín?” o “Abis visto mi tío-tío-tin“,  lo que originó un relato donde los pájaros estaban jugando al palín o chueca y uno de ellos se lastimó. El chincol salió a buscara su tío médico,  a la voz de: “¿Has visto a mi tío Agustín? ¿con zapato y calcetín?". Y desde entonces sigue preguntando por él continuamente.

En los cuentos criollos el chingolo u chuschín, que aparece como el “tío Agustín”, alerta a los otros animales, como la paloma, sobre las astucias del zorro. El zorro logra capturarlo en su boca pero algunas de las víctimas de sus engaños lo hacen hablar o cantar y el chingolo se escapa.

En un cuento cuyano, un cóndor y un chuschín se desafían paraa ver quién tiene más aguante con la bebida. Empiezan a tomar vino pero el chingolo tiraba al piso cada sorbo, sin que el cóndor lo notara. Éste por el dolor de cabeza de la borrachera se ata un pañuelo como vincha. Al darse cuenta del truco del chingolo se le echa encima para pelearlo, pero el pajarito le pica la nariz y lo hace sangrar. El cóndor es  así derrotado y el pañuelo se le desliza por el cuello hasta donde hoy lleva una blanca golilla.

Existe en Chile un juego infantil llamado Chincol. Dos participantes se ponen en cuclillas frente a frente y dialogan así: “—Comadre Rana. —¿Qué quiere, comadre? —Un vasito de agua. —¿Para quién? —Para su compadre.—¿Cuándo llegó? —Anoche. —¿Qué le trajo? —Un corte de vestido. —¿De qué color? —Verde Limón.—¿Qué le dijo? —Que bailáramos el Chincol”. Y luego, saltando en cuclillas cantan:  Chincol, Chincol, zapato de charol; pícale Chincol, zapato de charol...”


También en Brasil (Colombo, Paraná), según un relato recogido por Ulisses Passarelli, el tico-tico engaña al gavilán que lo quiere cazar, durmiendo desconfiado, con un ojo abierto ratificándolo con este dicho: “É... gavião, quando o amigo não é certo, um olho fechado outro aberto...” [Eh … gavilán cunado el amigo no es leal, un ojo cerrado y otro abierto “]

Natalicio Talavera,  del Departamento de Guairá (Paraguay), cuenta que un chingolo escucha a los campesinos que van a desbrozar y sembrar un terreno donde tenía su nido. Afligido le pide ayuda al dios Ñandejára  quien sucesivamente envía lluvias y enfermedades a los pobladores, para dar tiempo a que se críen los pichones y puedan volar del nido antes de la siembra. El chingolo agradecido canta repitiendo “¡Bendito sea, bendito sea Dios!”.






MITOS Y LEYENDAS

Los wichis refieren en su mito de creación que en un pincipio el monte era muy abundante pero se incendió y no quedó nada. Entonces aparecio Icancho, que se salvó del incendio escondiéndose y esperando a que se apagara el fuego. Sobre la tierra arrasada vio el brote de un arbolito chiquito,  empezó a picotear hasta que creció el retoño. El pájaro permaneció cerca, tocando su tambor junto al sopxuayúk o palo zapallo y con esta magia creció el árbol. A su sombra se cobijaron las demás aves que se salvaron, y el monte se recuperó. Cuando el árbol se hizo muy grande, vino un hombre anciano que bajo su copa empezó a hacer vasijas, dentro de las cuales puso carbones encendidos y las tapó. Pasado un tiempo el anciano empezó a deatapar las vasijas y de las salió la gente  que habitó la tierra. Al icancho lo describen como un pájaro rojo con manchas negruzcas, que hace un nido de palitos.

En la mitología del héroe creador de los aoniken o tehuelche, Elal, el chingolo o Kiken es convocado por Terr-Werr, la tuco-tuco, abuela de Elal, que lo había escondido de la furia asesina del gigante Nóshtex. Lo enví a buscar ayuda entre las aves. Kiken va a buscar primero al cisne y luego a los demás animales para sacar a Elal de la isla Kóoch. Hoy Kiken es amigo de todos, vive en todo sitio y es el primero en cantar al amanecer.



Cóndor y chingolo


El cóndor en su poderoso vuelo remontó a la cima de la montaña, se asentó en ella, torció su horrible pescuezo desplumado y recorriendo todo el horizonte con una orgullosa ojeada, exclamó:

-¡Yo, buitre, soy el centro del orbe!

Un gavilán, amodorrado en la punta de un poste del telégrafo en plena Pampa, contemplaba entre los párpados a medio cerrar el horizonte lejano que por todas partes a igual distancia lo envolvía, y despertándose, también exclamó: ¡Yo, gavilán, soy el centro del orbe!
Pero también el carancho, asentado en la cima de un sauce, viendo el horizonte amplio de la llanura extenderse por igual trecho a todos lados, gritó: ¡El centro del orbe soy yo, carancho!

El chimango, mientras tanto, dejó durante un rato de rascarse los piojos para cerciorarse desde lo alto de un poste del corral, de que, sin la menor duda el centro del orbe era él, pues no había más que fijarse en el horizonte para comprobar el hecho. Y tanto se convenció de que así era, que se lo dijo al chingolo.

Pero el chingolo, que no tiene ni una pluma de zonzo, no se la quiso tragar sin ver; voló para arriba, hasta lo más alto que le fue posible, y cuando volvió a bajar, le gritó al chimango: ¡Mentira, el centro del orbe soy yo, bien lo acabo de ver!
Y no hay pájaro en este mundo, por chico que sea, que no crea ser el eje de alguna cosa.

Godofredo Daireaux - Fábulas argentinas  (Editorial Continente, 2008)







POESÍAS, COPLAS Y CANCIONES

El Chingolo

Sobre la cabeza oscura
el bien peinado copete
pone un gracioso bonete
que realza su figura.
Blanca golilla asegura
rodeando el cuello robusto,
claro chaleco y muy justo,
un ponchito gris canela
-se le imagina la espuela-
y un tranquito que da gusto.

Sencillo y feliz habita
siempre en un cardo, su amigo,
en donde pone el abrigo
su bien mullida casita;
y sobre una flor marchita
vibra su acento dolido,
y así, del cardo elegido
pone arriba su canción,
y debajo, al corazón
lo deja, en forma de nido.

Suele a las casas llegar
-por amistad y provecho-
donde se lo ve en acecho
con su trote singular.
En el patio familiar
hurga las sobras de un plato,
pica un pollo, enfrenta un pato,
o esquiva con un revuelo
el cascote de un pilluelo
o la embestida de un gato.

Eres el alma del campo
-de nuestro campo querido-,
su corazón es tu nido
y su voz más fiel, tu canto;
llora el rocío en tu llanto
cuando abre fría la aurora,
la tarde muriente llora
y solloza en tu garganta,
y hasta el plenilunio canta
en tu canción seductora.

Chingolo cómo expresar
toda la inmensa ternura
que me inspira tu figura
de pájaro popular…
Cómo podría olvidar
tus ingenuas melodías,
allá, en mis primeros días,
si a tu nombre se levanta
toda mi niñez… y canta
como tu mismo lo harías.

Tu nombre dice fragancia
de trébol, cardo y gramilla,
y aguarda tu voz sencilla
todo el sabor de la infancia;
por eso es que, a la distancia,
chingolo, alguna vez cuando
como un “adiós” dulce y blando
llega hasta mi tu canción,
la recoge el corazón…
y la guarda suspirando.

Juan Burghi


Chincol

Chincol
Me despertaste ayer, amigo,
y salí para conocerte:
el universo olía a trébol,
a estrella abierta en el rocío:
¿quién eres y porqué cantabas
tan íntimamente sonoro,
tan inutilmente preciso?
¿Por qué sabía el surtidor
con la exactitud de tu trino,
el reloj de una gota de agua,
tu pequeño violín fragante
preguntándole a los ciruelos,
al manantial indiferente,
al color de las lagartijas,
preguntando preguntas puras
que nadie puede contestar?
Apenas te vi, pasajero,
músico mínimo, tenor
de la frescura, propietario
de la pureza matutina,
yo comprendí que devolvías
con tu pequeña flauta de agua
tantas cosas que habían muerto:
tantos pétalos enterrados
bajo las torres del humo,
en el gas, en el pavimento,
y que con tu acción de cristal
nos restituyes al rocío.

Pablo Neruda. Arte de pájaros




El chingolo

Cuando el campo está más solo
y la casa, en paz, abierta,
aparece por la puerta,
muy sí señor, el chingolo.

Viene en busca de una miga
o una paja de la escoba,
que, ciertamente, no roba,
porque la gente es su amiga.

Salta, confiado, al umbral
y solicita permiso,
con un gritito conciso,
como pizca de cristal.

El sol, con larga escobada,
lo desfloca en áureo estambre,
y en un transparente alambre
trueca su pata delgada.

Otro salto, y ya está adentro,
y en el haz de sol avanza
pues no excluye su confianza
la idea de un mal encuentro.

Su ropita pastoril
la agracia un lindo copete.
(Si el cardenal es cadete,
él es conscripto gentil.)

Capa gris con caperuza;
camisa y corbata blancas;
chaleco café que en francas
negligencias se descruza.

Aunque trasluce su forro,
bien le siente aquel modelo,
y un vivo de terciopelo
le orilla de negro el gorro.

Pálida espina de sol
pule su pico de cuerno,
y le brilla, ufano y tierno,
el ojillo de charol.

En la ladera de cuarzo
del camino que se ahonda,
bajo una mata redonda
anida de agosto a marzo.

Su cesto de cerda y paja
coloca al lado del Norte,
a fin de que así soporte
viento y lluvia con ventaja.

Y despistando al gandul
con artificios sencillos,
pone sus tres huevecillos
crispidos en fondo azul.

En la honda siesta de llama,
o en el crepúsculo frío,
su Curí... curí qui quío...
alegra la áspera rama.

Y todavía a deshora,
cuando las noches son bellas,
al amor de las estrellas
sueña cantando la aurora.

Bajo la estación más cruel
que las campiñas abruma,
de su bolita de pluma
brota un trino humilde y fiel.



Ya no abandona el contorno
de la casa solariega
donde como un chico juega
sobre el mortero y el horno.

Y como es tan poco esquivo,
en la misma troje acampa,
o el afrecho de la trampa
va a escarbar intempestivo.

O en el pajizo capuz
del adormilado alero,
se disfraza de jilguero
con el oro de la luz.

O con valeroso alarde
su postrer gorjeo empina
sobre la espléndida ruina
del palacio de la tarde.

En el primer desperezo
primaveral, con qué gracia
su flor anuncia a la acacia,
pinta su guinda el cerezo.

Y, amable chisgarabís
que a la doncella acongoja,
pía detrás de cada hoja
como diciendo: Luis, Luis...

Ya de afrecho se atiborra,
rondando a la molendera,
con lo que, de esta manera,
le ayuda a hacer mazamorra.

Ya entre los pollos pulula,
ya escudriña los cacharros,
y es vecino de los carros
donde hace pan la mula.

En el silencio y la paz
de una estudiosa mañana,
se asoma a la escuela aldeana
como anunciando solaz.

Curí..., curí... Y desde el seto
que trenza su verde cinta,
trae, en fragancias de quinta,
la tentación del asueto.

O en el patio de la escuela,
su saltito impertinente,
parece que eternamente
va jugando a la rayuela.

Y ahí donde ustedes lo ven,
cortés, mas nunca vasallo,
erizado como un gallo
traba su riña también.

Chingolito de mi vida,
que fuiste mi compañero
en el tiempo placentero
de la inocencia florida.

Quién me diera sin retardo,
volver a aquella delicia,
como en la estación propicia
le vuelve la flor al cardo.

Yo sufro mucho de amor,
y cuando estoy triste y solo,
quisiera oír al chingolo
para calmar mi dolor.

Leopoldo Lugones



                                                                                 


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Tico Tico No Fubá

Um Tico-Tico só
O Tico-Tico lá
Está comendo
Todo, todo, meu fubá
Olha, seu Nicolau
Que o fubá se vai
Pego no meu pica-pau
E um tiro sai
Então eu tenho pena
Do susto que levou
E uma cuia
Cheia de fubá eu dou
E alegre já voando e piando
Meu fubá, meu fubá
Saltando de lá para cá
. . . . . . . . . . . . . . . .
Houve um dia porém
Que ele não voltou
O seu gostoso fubá
O vento levou
Triste fiquei quase chorei
Mas então vi
Logo depois não era um
E sim já dois
Quero contar baixinho
A vida dos dois
Tiveram ninhos
E filhinhos depois
Todos agora…

Canción de Zequinha de Abreu




Tico-tico veio de Minas,
calçadinho de botina,
sabiá respondeu,
sai daqui, canela fina.

Tico-tico veio de Minas,
calçadinho de espora,
com a calcinha remendada
e a bundinha de fora.

Copla popular  (São João del-Rei, Minas Gerais, Brasil)







Tiene chingolo, amigo, tu plumaje
La sencillez del rancho campesino
Y el yuyo fiel que al borde del camino,
Tu nido abriga y guarda tu linaje.

Más que importa lo humilde de tu traje
Si en la efímera chispa de tu trino
Caben toda la historia y el destino
De una tierra, su gente y su paisaje.

¿Qué sería del tala serio y duro
Si le faltaran tu penacho oscuro
Y tu golilla de color herrumbre,

Y no tuviera, cada tardecita,
La ingenuidad de tu amorosa cuita
Para aniñar tu hirsuta reciedumbre!

                                        Serafín J. García




            Tímido y solo,
            Noche aún, el chingolo
      -Agreste bardo –
Como en sueños, y acaso desde un cardo,
Da su cantito rústico el primero.

Juan Burghi. Pájaros en la aurora (fragmento)





Defensa del chingolo

¿Que las tímidas alas del chingolo
No han de alcanzar la cumbre del Parnaso?
¿Los remos de las águilas tan sólo
Pueden llegar donde ascendió Pegaso?

¿Su aleteo no es grato para Apolo?
y el pajarillo debe siempre, acaso,
Compartir del “mal poeta” el mismo polo,
Para evitar a Ud. algún fracaso?

¿No hay en su canto sin igual pureza?
¿Cinco notas no encierran poesía?
¿La sencillez no tiene su belleza?

¡Confesadme que fué mal elegidol
¿No ha de volar? ... ¡Si hasta la luna envía
Un soneto el chingolo en su silbido!

Georgina Duclout de Kittl. Rimas y Paisajes





En una noche de luna
me acosté muy tempranito,
¿te digo con quien soñe?
con un lindo chincolito.
que chincolito más lindo:
la colita la meneaba
y el moñito lo paraba.
Disculpen, señores míos,
que este sueño no pudo
ser más largo
porque luego desperté.


Poesía infantil (https://www.blogger.com/profile/10360821704165866021)









La chueca de los pajaritos

Hoy día les voy a contar
la historia del Chincolito
por el placer de cantar
historias de pajaritos.

Se sabe que un día de antaño
las aves jugaban Chueca
¿y no ha quedado patuleca
la Tenca con mucho daño?
El Loro le dió un regaño,
el Jote se la jotió,
Y el único que atinó
a ayudarle sin demora
fue el Chincol que rememora
que su tío era doctor.

"¿Donde está mi tío Agustín?"
Pregunta cantando urgido
buscando presto el nido
de su tío en el jardín.
Es todo un bailarín
cuando va pidiendo ayuda.
No tiene ninguna duda,
su tío puede ayudar,
a la Tenca va a sanar
de esa lesión tan aguda.

Pero en ese caminar
buscando a su pariente
se vió en un incidente
que siempre lo fue a marcar:
Con la Loica fue a pelear
y sacaron las cuchillas,
la apuñaló en la costilla
por el costado derecho,
De rojo quedó su pecho
y él con daño en las canillas.

Volvieron presto al partido
A denunciar lo pasado,
Y con cantos entonados
llegaron hasta testigos.
Loica dijo a sus amigos
Fuerte "Con cuchillo fue",
mientras grita  "juraré"
un señor de poto gordo
al que muchos llaman Tordo
por lo flaco de sus piés.

La Torcaza que es creyente
A "Jesús, jesús" rogaba,
Y el partido terminaba
con los ánimos calientes.
El pequén muy indulgente
entablilló al chincolito
y pidió a los pajaritos
nunca más jugar palín...
Y como todo tiene un fin
Los echó de un solo grito!

Décimas inspirada en los cuentos de Orestes Plath (blog The Tipical Chilean. http://kjesed.blogspot.com/2014/09/la-chueca-de-los-pajaritos.html?m=1)





En el medio de la mar suspiraba un Chincolito
y en el suspiro decía: "Échele chicha al cachito".

Copla popular.





Canto del chingolo

Pobre chingolito,
— vidalitay —
lo tomé del suelo,
no podía volar
— vidalitay —
porque estaba enfermo.

Con mi mano grande
— vidalitay —
con mi mano ruda,
le hice una caricia
— vidalitay —
por sobre las plumas.

No teniendo jaula
— vidalitay —
en donde ponerlo,
lo eché en la guitarra
— vidalitay —
y se quedó quieto.

Bitibío - bío
— vidalitay —
a la media noche,
bitibío - bío
— vidalitay —
lo oímos cantar.

Pero al otro día
— vidalitay —
lo encontramos muerto;
pobre chingolito
— vidalitay —
¡ay, vidalitay!

Y hoy mi guitarra
— vidalitay —
tiene nueva voz;
la del chingolito
— vidalitay —
que en ella murió.


Fernán Silva Valdés. Antología poética,  Poemas Nativos.


Este mismo poeta hace intervenir al chingolo en su “Canto a Juana de Ibarbourou”:

Chingolo, chingolito: en la primavera,
—Luego de besarte con tu compañera—,
Vuela hasta la casa de la juventud
A juntar con el pico, para construir tu nido,
Hebras del cabello lacio y renegrido
De Juana de Ibarbourou.









Ya no cantas chingolo (Chingolito)

Hubo en la pampa una vez
un pajarito cantor
que sobre un yuyo parao
entonaba una canción
tan triste que parecía
el llorar de un corazón.
A ese pájaro bagual
lo espantó el ferrocarril
y su canción sin igual
no se podrá más oír.
¡Pobre pajarito gaucho,
dónde habrá ido a morir!

¡Ya no cantas chingolo!...
¿Dónde fuiste a parar?
En algún lao, muy solo,
tu canción llorarás...
Guitarrita del campo,
pájaro payador,
te llevaste contigo
toda la tradición.

Como el ave, el payador,
sentado junto al ombú
también antes su canción
elevaba hacia el azul
donde brillaBa de noche
la divina Cruz del Sur.
Ahora se calló el cantar
y el ave y el payador
fueron lejos a ocultar
su voz llena de emoción,
pues ya invadieron la pampa
el jazz, el gringo y el Ford.

¡Ya no cantas Chingolo!...
¿Dónde fuiste a parar?
En algún lao, muy solo,
despacito llorás...
Guitarrita del campo,
voz de la soledad,
desde que tú te fuiste
no sabemos cantar.

Tango (1928) - Música: Antonio Scatasso - Letra: Edmundo Bianchi

Aquí en la versión de Ángel Vargas con la orquesta de Armando Lacava:

https://www.youtube.com/watch?v=jE05Z0hHD9I








Referencias: Ver nuestra entrada anterior:



lunes, 3 de junio de 2019

EL CHINGOLO (Zonotrichia capensis) Y DÁMASO ANTONIO LARRAÑAGA


Detrás de un monte lejano se hunde el sol, desfallecido,
 y lo despide un chingolo con su nostálgico trino.

La Tardecita - Serafín J. García


Chingolo. 
Dibujo probablemente de Dámaso Larrañaga 
Duarte M et al. Dámaso Antonio Larrañaga.  Naturaleza ilustrada. Montevideo. 2016 



En los primeros años del siglo XIX, Dámaso Antonio Larrañaga, escribía sobre el Chingolo (Zonotrichia capensis), al que llamó Fringilla civica, lo siguiente: “Es ave tan común que se encuentra por todas partes en donde habita el hombre y le hubiera puesto domestica en lugar de civica, si no estuviera ya este nombre apropiado al gorrión de Europa. Creo que se diferencia bastante para que no se pueda hacer de él una especie separada, y aun creo que sea nueva no obstante que encuentro mucha dificultad en persuadirme no sea conocido por los naturalistas un pájaro tan común a menos que no lo crean diferente del de Europa, Fringilla domestica [Passer domesticus]”.

A continuación señala las diferencias que tiene con el gorrión europeo y comenta: “El nido en los mechinales [agujeros en los muros], en los árboles, también en el suelo, formado de cardos. Unos cinco huevos blancos, jaspeados de rosa seca. Tiene mi. prop. [¿mismas proporciones?] del europeo, pero no es tan perjudicial”. Al parecer los chingolos eran enemigos de la huerta del presbítero porque en su Diario de la Chácara (1819) dice: “Los chingolos me arruinaron dos colecitas que habían brotado únicamente de las parisienes”.

Da como referencia a Félix de Azara que afirmaba que debido a sus alas débiles y breves “vuelan con menos ligereza, y se dilatan poco, contentándose con pasar de un matorral a otro, viviendo en ellos, prefiriendo los espesos y grandes, atravesándolos y baxando al suelo. Verdad es que salen con freqüencia a la inmediación despejada; pero no se alejan, ni suben a los árboles grandes, ni secos, ni se dexan ver en las cumbres, ni se internan en bosques ni campos”.

Pese a este hábitat restringido al chingolo se lo puede encontrar desde los bosques patagónicos a la aridez de la puna o desde los talares bonaerenses a las húmedas selvas misioneras. Merecería con toda justicia el título de Ave Nacional que ostenta el hornero.

Respecto a sus nombres Azara  informaba que “algunos llaman Gorrión al presente, porque es común y familiar en los pueblos y fuera de ellos y a veces entra en los quartos. En Buenos Ayres y Montevideo le denominan Chingolo y Chingolito, y los guaranís Chesihasí, porque lo canta todo el año con mucha claridad (…) A esto se reduce su voz, aunque al obscurecer la noche suele cantar mejor de otro modo con alguna variedad desde su dormitorio, que siempre es un árbol copudo (…) Al romper el día es de los primeros que saludan la aurora. Nunca va en sociedad, sino con su amada idéntica”.

Buffon ya había descripto esta especie con el nombre de Bonjour-commandeur [Buenos días Comandante]: “se le llama así en la isla de Cayena a una especie de bruant [escribano - emberízido] que tiene la costumbre de cantar al apuntar el día, y que los colonos  tienen al alcance del oído, porque vive alrededor de las casas (…) tienen la voz aguda de nuestros gorriones de Francia; están más a menudo en el suelo, como los escribanos, y casi siempre de a dos”. Agregaba que este escribano de Cayena “se parece perfectamente al del cabo de Buena Esperanza (…) que el Sr. de Sonini considera como la misma ave con dos nombres diferentes, de lo que sigue necesariamente que una de las dos denominaciones es defectuosa, si este escribano es natural de la isla de Cayena, es más que probable que no se encuentre en el cabo de Buena Esperanza, a menos que haya sido llevado por los barcos”.



Bruant du Cap de Bonne Espérance 
Dibujo de François Nicolas Martinet.  
Daubenton, EL -1765-1783?- Planches enluminées d'histoire naturelle. Paris?



Y aquí nos da Buffon la pista del porqué de ese inoportuno nombre específico que Philipp Statius Müller le había dado. La llamó Caapsche Finch [Pinzón del Cabo],  Fringilla capensis, basándose en el nombre de la lámina nº 386, figura 2, de las Planches enluminées que acompañaban la obra de Buffon, sin leer en el texto la aclaración de Sonini que citamos. Por la regla de prioridad de la nomenclatura científica el nombre no se puede cambiar y nuestro chingolito quedará con un nombre que sugiere un exótico origen africano.

En 1831 William Swainson creó el subgénero Zonotrichia dentro de Fringilla para el Gorrión de corona blanca (Zonotrichia leucophrys). Este nombre significa “fajas de  cabellos”, aludiendo a las rayas en la cabeza que tiene esa especie norteamericana  y también el chingolo (del latín zona: faja, y del griego thrix, trichos: cabello y por extensión, pluma). Charles Bonaparte enseguida lo elevó a género y el mismo Swainson lo usó por primera vez para el chingolo, en su subespecie brasileña que Johann von Spix había descubierto en los alrededores de Rio de Janeiro.


Tanagra ruficollis
Dibujo de Matthias Schmidt (Spix, JB von, Avium species novae. 1824-1825)  



Charles Darwin encontró al chingolo en las riberas del Plata, Bahía Blanca, Puerto Deseado, Valparaíso y en la Cordillera de los Andes a 2400 msnm.: “Generalmente prefiere lugares habitados, pero no alcanzó el grado de domesticación del gorrión inglés. No anda en bandadas, aunque frecuentemente pueden verse varios comiendo juntos”. En Montevideo encontró un nido parasitado por el Renegrido (Molothrus bonariensis), porque el chingolo es uno de los hospedadores más comunes de ese parásito de cría. Así lo relataba Von Ihering: “Y el pobre tico-tico, sin hacer objeción, consagra todo su cariño a estos huevos ajenos y, más tarde, al salir los hijitos, les da los mismos cuidados que a sus propios hijos. Teniendo que crecer más, este hijo intruso también precisa comer más y el paciente tico-tico le da doble ración, algunas veces descuidando a los hijos legítimos, que no consiguen erguirse tanto en el nido, para disputar los bocados. Es grato ver, más tarde, a la madre dando los primeros paseos con los hijitos; si entre ellos uno es mucho más grandote y de otro aspecto, ése es el hijo del Renegrido”.


Pero el chingolo se empeñaba en engañar a los naturalistas. John Kirk Townsend, que coleccionaba aves en Estados Unidos a mediados del siglo XIX, enviaba habitualmente sus ejemplares a John James Audubon  para que los clasificara, designara y dibujara. Entre estos ejemplares le mandó un chingolo que Audubon describió como ave norteamericana. “Un único espécimen de este precioso pajarito, aparentemente un macho adulto, me ha sido enviado por el Dr. Townsend, quien lo obtuvo en Alta California. Suponiendo que no está descripto, lo he denominado en honor a mi excelente y muy estimado amigo, el Dr. [Samuel George] Morton de Filadelfia, secretario correspondiente de la Academia de Ciencias Naturales de esa ciudad”.  En efecto, lo llamó Fringilla Mortonii incluyéndolo en una de sus famosas láminas. El ave en realidad provenía de Valparaíso, donde Townsend había estado colectando en mayo de 1835, y al mezclarse con los ejemplares norteamericanos de sus colecciones, Audubon lo creyó de este origen.


Morton’s Finch
Dibujo de John James Audubon (The Birds of America. 7 vol. New York. 1840)



A su llegada al Río de la Plata, en octubre de 1826, el naturalista Alcide d’Orbigny, fue recibido por varias aves en el mismo buque en que viajaba: “Muchos pájaros de tierra vinieron a descansar al cordaje. Nos procuramos un cuco, güira cantagara de Buffon, una tijereta de larga cola y un gorrión”, que en realidad era un chingolo.

Claude Gay consideraba al chincol “muy común en Chile, y existe en toda la América meridional, desde el Brasil (…) hasta el noreste de la Patagonia (…) Su grito es i-tío, chiu, chiu, trrrri”.  Philip Gosse los vio en Mendoza donde eran muy comunes incluso hasta en las alturas [de Puente] del Inca (2700 msnm). “He oído cantar a estos pajaritos durante las claras noches de luna. El canto consiste en una serie de pequeñas series desconexas de notas, para nada desagradables (…) Muy rara vez los vi lejos de las viviendas, pero eran siempre abundantes en los cultivos o cerca de las casas o los campamentos”. Incluso se llevó algunos al Jardín Zoológico de Londres donde se adaptaron bien.

En el Uruguay Oliver Aplin observó las diversas ubicaciones del nido del chingolo en “agujeros en paredes (vi uno a mitad de un aljibe), en los cilindros de hojalata que se ponen alrededor de los árboles jóvenes para protegerlos de las hormigas, en arbustos, etc. Dos estaban en la tierra en un cultivo reciente (…) entre pasto seco (…) Un nido fue construido entre las vueltas de un lazo enrollado colgado en un galpón”.


Y en el Ajó, Ernest Gibson relata un curioso “ataque de una inmensa polilla marrón (Erebia odora [Ascalapha odorata]), de casi 18 cm de envergadura, sobre una de estas aves. Ocurrió de día, de modo que la polilla debe haber confundido al ave con uno de su propia especie pero, de cualquier modo, ahí estaba, golpeando al “gorrión” vigorosamente con sus alas, mientras este último saltaba hacia atrás, evidentemente indeciso entre el miedo a un agresor tan grande y atrevido, y el desprecio hacia los débiles golpes de los que era receptor. Al final, fui tras la polilla con una red de mariposas, puse fin a la pelea (…) un combate muy homérico”.

Roland F. Hussey  pasó seis meses trabajando en el Observatorio Astronómico de La Plata  en 1914 y  opinó que “por gran parte del país el Chingolo es el ave favorita y es uno de los primeros pájaros que ve el ojo del extranjero, y sus preciosos costumbres y canto lo mantienen constantemente a la vista”. Porque a los europeos el chingolo les recordaba su conocido gorrión doméstico, como lo marcaba William Henry Hudson: “Como se reproduce en los campos, en el suelo, nunca puede ser tan familiar con el humano, pero en apariencia es como una copia refinada del corpulento gorrión inglés (…) con la distinción añadida de una cresta, que baja y eleva en todos los ángulos para expresar los diversos sentimientos que afectan a su pequeña mente ocupada”.


Parece que el chingolo caía simpático a todos. El ornitólogo Alexander Wetmore decía: “En su adaptabilidad a las diversas zonas faunísticas, su abundancia y su aceptación confiada del humano, y de los cambios que él ha forjado en la faz de la tierra, estos pinzones de voz dulce se han ganado un lugar en la estima de los paisanos, que pocos pájaros han recibido, en tierras donde se considera cualquier cosa que tenga plumas con interés principalmente como fuente potencial de comida. Aunque se encuentra generalmente en bandadas pequeñas o, a veces, solo en pequeñas áreas  abiertas de arbustales o matorrales, en las pampas, donde tal cubierta es escasa, frecuentan zonas de malezas o incluso pastos bajos o cualquier otro de los escasos refugios disponibles. En los pueblos, donde se encuentran dispersos por jardines y plazas, e incluso entran en los pequeños patios donde los arbustos pueden ofrecerle refugio, sus rasgos amistosos cuando vienen en busca de migajas, y sus canciones tranquilas los hacen queridos para el corazón de todos”. Y recordaba cómo el canto del chingolo lo acompañaba en sus excursiones ornitológicas por la provincia de Buenos Aires.


En el valle de Los Reartes (Córdoba), Alberto Castellanos “solía observar con cariño la docilidad de estos pájaros. No sólo no se les molestaba, sino que se les daba de comer todos los días por la mañana. Confiados  andaban saltando por los patios, galerías y hasta se entraban a las piezas, intentando salirse  por los vidrios de las ventanas, si de improviso se les ganaba la puerta. A veces se aturdían a cabezazos y los podíamos cazar, dándoles otra vez la libertad. Solían ser los comensales infaltables a las aventadas del maíz pisado en aquellos viejos morteros que tan sólo el recuerdo los conserva. Esperaban que se retirasen las gallinas o cuando quedaban pocas iban a comer el afrecho. Como esta costumbre es una de las más características, le han individualizado en el nombre vulgar con el apodo de chingolo afrechero, aunque se le designa con el último para abreviar”.  Y el mismo autor lo escuchó en Tierra del Fuego: “Su canto sencillo; resultaba de una dulzura arrobadora en medio de aquel silencio que se infiltraba como la humedad, hasta los huesos, en aquella soledad aniquiladora y bajo un  cielo gris, opaco, nebuloso…”


El chingolo cantor, “flautilla animada” como lo llamaba Eduardo Holmberg, acompañó a Henry Durnford (1878) en sus expediciones con los colonos galeses por el solitario valle del río Chubut: “Tiene un bonito  y corto trino, que canta por la tarde y durante la noche, cuando la luna brilla; y, a menudo, mientras estaba acostado despierto bajo mis jergones y mi manta de guanaco, este “gorrión” se mantenía cantando a pocos metros de mi cabeza”. Y Jorge Casares en Estanzuela (San Luis): “Cuando espaciado por un silencio, y luego repetido, se oye a la hora del crepúsculo, resuena con sedante, apacible cadencia; si alguna vez estalla en medio de la noche, cobra singular repercusión y se le atribuye virtud de pronóstico: anuncia viento, afirmaban los paisanos de mis lares”.


Sobre su canto decía el Dr. Franco da Rocha: “Para los aficionados a las interpretaciones fantasiosas, lo que él canta por la mañana y por la tarde es lo siguiente: "mi vida es así ... así … así”,  y, a veces, a plena noche, también se le oye cantar. El tico-tico es de una confianza ilimitada, ingenua; no sospechosa jamás de la perfidia humana, aunque viva siempre junto al hombre. Cuando se arma una trampa, cerca de la casa o cualquier otra trampa, es infaliblemente el primero que cae preso”.


Carlos Selva Andrade observó en una quinta cercana a Ramos Mejía (Buenos Aires) la siguiente extraña conducta de los chingolos: “Cuando callaba la grey alada y empezaban a insinuarse las sombras, un espectáculo nuevo se desarrollaba ante mis ojos. Tenía que esforzarme para ver la pista de tierra, lisa y sin hierbas, que se extendía al pie de los ligustros, porque, entonces, los chingolos, con un vuelo que describía una semi-espiral, se descolgaban de los arbustos y se reunían por bandadas en el suelo. Y allí los veía, entre dos luces, corretear, más bien deslizarse con las alas extendidas y movimientos nerviosos, enhiesto el copete como si los dominara una gran excitación. Una luz débil, rojiza, iluminaba la escena que se prolongaba un tiempo, en silencio, como si fuera un rito. Los pajaritos iban y venían hasta que una nota cristalina, emitida por uno de ellos, los hacía detenerse; permanecían un instante en suspenso y luego se sumergían, todos de golpe, en la noche del follaje (…) Muchas veces me han llamado la atención sus gorjeos nocturnos, modulados con la más clara voz. La gente en Misiones me solía decir que los tico-ticos anuncian los cambios de viento. No podría certificarlo con observaciones precisas pero puedo decir que varias veces, en la alta noche, después de oír el canto del chingolo, escuchaba a lo lejos el chirriar de la veleta ubicada sobre el secadero de yerba. ¿Casualidades? ¿Premoniciones?”.


Alex Mouchard

En nuestra próxima entrada trataremos la frondosa relación del chingolo con las culturas humanas.





Miniatura anónima pintada en 1817, probablemente en Río de Janeiro, según Rafael Algorta Camusso (El padre Dámaso Antonio Larrañaga. Apuntes para su bíografía. Montevideo. 1922), uno de los únicos dos retratos del presbítero. 



EL PRESBÍTERO

      Dámaso Antonio Larrañaga nació en Montevideo en 1771.  Estudio allí con los padres Franciscanos, en el Colegio San Carlos de Buenos Aires  y en la Universidad de Córdoba. Se ordenó como sacerdote en Río de Janeiro, y regresó a Montevideo en 1799. Tras su participación en los sucesos revolucionarios es designado sub-director de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, por Saturnino Segurola. En esa función obtiene de Bartolomé Doroteo Muñoz, objetos de historia natural de la Banda Oriental para el museo creado por Rivadavia en 1812. Pero su actividad de coleccionista había comenzado desde muy joven, cuando pedía que le enviaran nidos, pájaros, flores y plantas raras. Y en sus cartas a Muñoz mostraba también interés por los encubertados o armadillos y las vizcachas. En 1815 realiza el viaje al cuartel general de Artigas en Paysandú, lo que le dio motivo para redactar un Diario de viaje de Montevideo a Paysandú (1815) con observaciones de flora y la fauna. Cerca de Haedo avistó un carpintero blanco y varias calandrias. En el puerto de Paysandú le compró a un inglés leñatero una jaula con diez urracas. De regreso se detienen en Soriano donde conoce un indio chaná que le brinda información para redactar una gramática de esa lengua.

En 1816 creó la Biblioteca Pública de Montevideo, a la cual donó  todos sus libros, salvo los que utilizaba con mayor frecuencia. En 1837, fue nombrado co-fundador del Museo de Historia Natural de Montevideo. Además se le designó primer rector de la Universidad de la República, pero falleció en 1848 antes de la apertura de dicha casa de estudios.

Ya a fines del siglo XVIII, Larrañaga incursionaba en la botánica, la mineralogía y la paleontología, descubriendo los restos (un fémur y parte de la cola) de un gran armadillo fósil en 1814. Siguiendo a Linné y a de Jussieu, clasificó unas 646 especies de plantas, entre ellas muchas de interés médico.  Escribió un tratado sobre los mamíferos de la Banda Oriental y un tratado de zoología donde incluyó 504 especies, entre ellas 216 especies de insectos autóctonos.

Larrañaga introdujo en nuestra región las ostras y la morera (y otras 15 especies de árboles), criando gusanos de seda de los que obtuvo una cantidad de capullos suficientes para fabricar algunos objetos de seda, incluyendo unas medias con las que fue sepultado.  Escribió un tratado de botánica (1820-1824), y las Fábulas Americanas (1826). Sus manuscritos (Diario de Historia Natural y Diario de la Chácara) se publicaron entre 1922 y 1930, en tres volúmenes de textos y dos atlas de mapas y láminas de animales y plantas, algunas hechas por él mismo.  Según Guillermo Furlong es probable que las mejores láminas fueran obra de Bartolomé Muñoz que era muy hábil dibujante. En Montevideo, Dámaso poseía una chacra sobre el Arroyo Miguelete, donde realizó muchas observaciones plasmadas en el segundo de los manuscritos mencionados.

Fue socio corresponsal de la Sociedad de Historia Natural de París. Además se relacionó con Aimé Bonpland, Augusto de Saint Hilaire y Félix de Azara. En homenaje a éste creó el género Azarina, para las corzuelas, que quedó en la sinonimia de Mazama  Rafinesque, 1817.

Dámaso Antonio Larrañaga
Diario del viaje de Montevideo a Paysandú. Instituto Nacional del Libro. Montevideo. 1994.








LOS INNUMERABLES NOMBRES DEL CHINGOLO

Su nombre más común, deriva del chincol que se usa en Chile, y éste del quichua chinkollo o ch’ekko’llo, su muy antiguo nombre en el Perú.

México: Gorrión Chingolo.
Guatemala: Coronadito, pirrís, gorrión chingolo, comemaíz. 
El Salvador: Chingolo copetón.
Nicaragua: Chíngolo.
Costa Rica: Comemaíz, pirrís. 
Panamá: Gorrión ruficollarejo.
Haití (Creole): Zwazo-kann chingolo.
República Dominicana: Cigua de Constanza, cigüita de Constanza.
Colombia: Copetón, pichitanca, comemaíz, pinche, copetón, gorrión, afrechero.
Venezuela: Correporsuelo, choíta, copetón.
Ecuador: Gorrión, chingolo, gorrión criollo.
Perú: Chingolo, copetón, pichisanka, pfichitanka, tanka, pichuchanca, pichuncho, pichinchurro, pichurro, pichirro, pichiusa, chaquia, gorrión peruano, planchín (norte).
Quichua: Pichinku, pichinchu, pichiwchuru, pawqar qori, pichiw chanka.
Aymara: Phichitanka.
Bolivia: Chinchol, pfichitanka, huaichu, hortelano, tres pesos, gorrión.
Brasil: Tico-tico, tico-tico do campo. En Sergipe: Jesus meu Deus. En el norte: María judía, maria-é-dia.
Paraguay (Guairá): Paraguay: San Francisco. En el Guairá: Bendito-sea-Dios, Bendito-sea, Ñandejára Preso (“el preso de Dios”, ver leyendas).
Guaraní: Chesyhasy (“mi madre está enferma”, ver leyendas), chesihasí, chesijasí, chesehají, chesehasí, chesy asy, chesi, manimbé (“cáscara de mandioca”, por el color pardo), icacú, iyatira.
Indios Lengua (Paraguay): K?sn?ei.
Chorote (Pilcomayo): Itionimpe.
Nivaklé (Pilcomayo): Tonivaiche ajo'?lo.
Chile: Chincol, chincolito. Y en Chiloé: Patriota, chincol, copete, bonete, pachoco.
Argentina:
Jujuy: Papachiuchis.
Salta: Icancho, se usa despectivamente para aludir a una muchacha fea.
Tucumán, Jujuy, Santiago del Estero: Icancho, iquincho, vichí, vichú.
Qom (Formosa): pael’che, pael’che la’te, qui!asan, qui!asam, quiyasan, quiyasam, quiasan.
Wichí: Takyotson, taqyatsa.
Misiones: Chuschiú
Corrientes, Chaco: Cachilo.
Santiago del Estero: Afrecherito, icacko-tacanero, icacu, icaco, incancho, cancho.
Entre Ríos: Cachilito, chingolo.
Río de la Plata, Córdoba, La Pampa: Chingolo, chingolito.
Catamarca: Icancho (voz cacana), icanchu, chuschín.
La Rioja: Chuschín, chuscú, afrechero, chengo, chingo, chingolito.
San Juan: Chischín, chuschín.
San Luis: Afrechero (se le da este nombre porque suelen andar alrededor del mortero, para comer el afrecho que cae al suelo al aventar el maíz). Cachilo, chingolo, chingolito, chuschín. En Concarán: engrillaito.
Ranquel: Chinko.
Mendoza, Chile: chincol chincolito.
Mapundungun: Churchu, churchur, pülen, meñkutoki (meñki: copete).
Puelche (gününa küne): Tsilga
Aonikenk: Eluln.
Selknam: Tchamoukh.
Otros nombres criollos: Choludo, bitiche, cabeza atada, chisca, joyerito.


Toponimia:

Monte Chingolo: localidad del partido de Lanús (provincia de Buenos Aires, Argentina). Históricamente la zona se conocía como Monte del Chingolo.

El Chingolito: localidad del Departamento Ger Aike, Provincia de Santa Cruz, Argentina.

Icaño: localidad del departamento Avellaneda, provincia de Santiago del Estero, Argentina. El nombre se derivaría de la abundancia de chingolos o icanchos en la región.

Chincolco (= aguas del chincol): localidad de la provincia de Petorca, Chile.

Chincoihue (= lugar de chincoles): esteros en la Región de los Lagos, Chile.







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