"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


viernes, 10 de enero de 2020

EL BAILARÍN AZUL (Chiroxiphia caudata) Y TADEUSZ CHROSTOWSKI, PADRE DE LA ORNITOLOGÍA PARANAENSE



“Lejos de la patria - en Foz de Iguazú, rodeado de hierbas azules, duerme tranquilo en su tumba, disfrutando el hechizo de la selva, la canción eterna de los bosques…”

Poema de Wojciech Breowicz (1938), dedicado a la memoria de Tadeusz Chrostowski






Long-tailed Manakin, dibujo de Willliam Swainson (1841)



En la segunda década del siglo XX, como muchos otros nobles europeos, los integrantes de la familia polaca Branicki se dedicaban a dilapidar sus fortunas en los círculos de la Belle Époque parisina, abandonando la vocación mecénica de sus antepasados. El museo zoológico financiado por la familia, Muzeum Zoologiczne Branickich, y dirigido por Jan Sztolcman, se encontró en dificultades para encarar nuevas expediciones de búsqueda de material para sus colecciones.  Uno de sus colaboradores voluntarios era el naturalista Tadeusz Chrostowski quien, habiéndole sido negado el apoyo financiero del gobierno ruso, se encontraba buscando fondos en Varsovia para su segundo viaje a Brasil, al estado de Paraná, sede de una importante colonización polaca, tras haber vuelto de un promisorio primer viaje a ese lugar. Dados los menguados recursos del Museo, Chrostowski buscó y consiguió ayuda de Carl Eduard Hellmayr, curador de ornitología del Museo de Zoología de Munich (Alemania), quien lo alentó a estudiar la avifauna del planalto meridional brasileño. A cambio  de su aporte, Tadeusz debía cederle los ejemplares duplicados que pudiera colectar (Straube & Urben, 2002).


A mediados de 1913  Chrostoswski desembarcaba en Santos, dirigiéndose por tren a San Pablo, donde visitó el Museo Paulista y a su director, Hermann von Ihering. Poco después se encontraba en Curitiba desde donde atravesando una zona de campos abiertos con manchones de bosques de araucarias, próximos a las nacientes del río Iguazú, alcanzó Río Negro en el límite con el estado de Santa Catarina. Siguiendo en ferrocarril llegó a Tres Barras. Se instaló en la cercana colonia Antônio Olinto, sobre el río Negro. El lugar estaba rodeado de áreas inundables y, más al sur, por espesas selvas, de las que hoy apenas quedan 4300 ha reforestadas y protegidas en la Floresta Nacional de Três Barras. Pasó allí varios meses estudiando la interesante avifauna y colectando ejemplares (Straube, 2016).


Selva virgen – Chrostowski (1922)



A fines de 1914 se trasladó a la cercana Terra Vermelha, en la desembocadura del río Negro en el Iguazú. Allí establecieron campamento con sus acompañantes, junto a unos esteros y cañaverales, donde desarrollaron las tareas de campo, acosados sin piedad por los mosquitos. En las noches, “toda la vegetación alrededor de mi tienda vistióse con una luz plateada de luna, como un manto fantasmal. Las oscuras profundidades del bosque se convirtieron en espacios misteriosos; las voces que de allí venían, parecían expresar la desesperación y discordia a las que estaban condenadas. Este poderoso e impactante momento en la selva brasileña me causó sentimientos de ansiedad y miedo”. Chrostowski no se limitaba a coleccionar aves y preparar pieles, sino que, precursor de la ornitología de campo, dejó valiosas observaciones sobre el comportamiento de las aves en su medio ambiente, doblemente valiosas ya que el paisaje no tardaría en desaparecer bajo el avance implacable de los cultivos y poblaciones.

Así en medio de la frondosa mata, pudo observar y relatarnos las evoluciones del bailarín azul: “Al observar los movimientos contenidos y lentos de los monos aulladores, escuché al otro lado algo que sonaba como una canción animada. Era una voz que había escuchado muchas veces en los grandes bosques, y sabía que se trataba de una especie de tangará azul, con la pluma central de la cola alargada (Chiroxiphia caudata). Sin embargo, estas aves son muy cuidadosas durante sus ceremonias y nunca era posible atraparlas por sorpresa: el más mínimo ruido o el quiebre de una ramita en el suelo provocaba inmediatamente un alerta por parte del líder, lo que hacía que el grupo se dispersara hacia todas partes, dando una voz repetida con un tono lloroso. Esta vez, sin embargo, sucedió lo contrario: entre los arbustos vi sobre un gran tronco caído un gran grupo de estas aves. Tales músicos se posaban débilmente aferrados a la corteza del tronco y bailaban entre varias parejas de pájaros, moviéndose rítmicamente con el canto. El baile consistía en subidas y bajadas rítmicas de los bailarines. De vez en cuando se escuchaba la voz del director seguida de una pausa, luego nuevamente la señal empezaba a sonar. Los movimientos de las aves eran tan atractivos, elegantes, suaves y ágiles, y todos tan armoniosos que durante mucho tiempo permanecí inmóvil para no perder esta visión tan inusual, incluso en Brasil. Entonces recordé las palabras de un mestizo sobre que podría volverme muy rico si lograra reunir algunas de estas aves para organizar un show de música y juegos para actuar en todo el mundo” (Straube, 2016).


The Long-tailed Manakin, dibujo de Frederick Polydore Nodder (Shaw, 1793) 



EL BAILARIN AZUL

El zoólogo George Shaw era encargado del sector de historia natural del Museo Británico. Para compensar su magro salario editaba una publicación popular con dibujos y textos sobre animales. Allí publicó un dibujo y una breve descripción de un pajarito al que calificó como “el más brillante de su tribu” y del que sólo sabía que se encontraba “en las partes más cálidas de Sudamérica”. Así ingresó en el año 1793 el bailarín azul en el amplio templo de la ciencia.

Pero casi doscientos años antes, el baile del tangará (como se le dice en Brasil) llamó la atención del jesuita Fernão Cardim (1625) quien revelaba lo siguiente “no canta, pero tiene algo maravilloso y es  que tiene ataques de gota coral [epilepsia], y por esta razón los indios no lo comen por no contraer la enfermedad; tiene una especie de baile gracioso, a saber,  uno de ellos se hace el muerto, y los otros lo rodean, saltando y haciendo un extraño canto de  gritos que se escucha de muy lejos, y cuando termina esta fiesta, gritería y bailes, el que estaba como muerto se levanta, da un gran silbido y grita, y luego todos se van, y se acabó la fiesta,  y están tan concentrados en ella cuando la hacen, que cuando son vistos y los acechan, no huyen”.

El nombre de tangará, viene del tupí-guaraní atá, andar, y cara dar vueltas, es decir el que anda a los saltos, o baila a los saltos, saltador. También le llaman en Brasil dançador y en Argentina, bailarín.


Pipra caudata – hembra y macho.  Thunberg (1817-1818) 


Félix de Azara (1802) lo ubicó entre los Pico de punzón con el nombre Cola de Pala, si bien confiesa “Yo no sé a qué familia pueda pertenecer”. En Paraguay era escaso “en lo interior de los bosques (…) donde le he encontrado con su amada, pareciéndome poco arisco, y no inquieto”.

Poco después el príncipe de Wied (1830) lo observaba cerca de Bahía. “Un pájaro hermoso y rápido, que es un poco tímido, y solo vive en los grandes bosques. En los bosques primitivos altos y oscuros de los indios Camacan en el área de la aldea de Jiboya, en el sertón de la provincia de Bahía, a menudo encontraba a estos pajaritos en pequeños grupos, en otras áreas estaban emparejados. El silbido corto y fuerte de este pájaro, a la manera de la mayoría de los manakins, es muy reconocible una vez que has aprendido a distinguirlo. En pequeños grupos, estas aves se mueven rápido a través de los altos árboles del bosque, a menudo sólo en la parte más baja de los arbustos, y si el ave está sola, a menudo se esconde rápidamente del cazador rastrero. El Dr. Von Spix (…) Encontró esta hermosa especie en los bosques del río Solimoens, por lo que está muy extendida en gran parte de América del Sur”.


Pipra caudata – Dibujo de Matthias Schmidt (Spix, 1824-1825)


“Este dançador azul vive en la selva con tanto mayor placer cuanto más enredada e impenetrable. Los lugares a los que la voz popular le adjunta el adjetivo de “sucios” son su residencia predilecta. (…) Muchas veces  he observado una media docena en un  pequeño círculo de selva. No es particularmente arisco, ni particularmente confiado. La observación de su forma de vivir cuesta un poco de trabajo, y no se consigue fácilmente sin arañarse las manos ni rasgarse la ropa”.

Y en la Sierra dos Orgãos, donde era común, Goeldi (1894) asistió a sus bailes:  “Yo mismo he asistido más de una vez a los conciertos de Chiroxiphia caudata, principalmente en agosto y generalmente en las primeras horas de la mañana, tan pronto como el sol ha calentado la selva. Uno o más de los machos gritan desde diferentes puntos, que suena como un tiú en tono breve y diríase que es la señal de llamada.  Ante esta llamada  se observa que varios participantes se encuentran en algún lugar del matorral, en un punto que abarca pocos centímetros. Se acercan cada vez más y finalmente se posan en una o más ramas bajas de uno o más arbustos. Un individuo, que preferiblemente sube a una rama que está medio caída oblicuamente, inicia el baile con un tratra muy distintivo, con el cual vuela de una rama a otra describiendo un corto giro. Todavía no está posado, cuando un segundo le ocupa el lugar, volando igualmente con un tratra y se posa nuevamente en la vecindad. La misma maniobra la repiten en serie todos los individuos reunidos, y el concierto dura un cuarto de hora, media hora, sin interrupción.

Al final, uno de los individuos da un agudo silbido, liberado con una aspereza extraordinaria, y todo queda en calma. El concierto ha terminado. Sin embargo, es repetido, aún varias veces, en varios lugares del bosque al mismo tiempo, por diferentes grupos. Hasta donde pude comprobarlo, me pareció que solo los machos participaban de él.”


Pipra longicauda - (Kittlitz, 1832-1833)


Esta habilidad para la danza le ganó además el nombre de pájaro fandango, por lo nativos de Sao Paulo (Hamilton, 1871). En Taquara Do Mundo Novo (Rio Grande do Sul), Hermann von Ihering (Berlepsch & Ihering, 1885), también fue testigo de estos bailes: “El «Danzador» o pájaro bailarín. Este nombre sugiere los bailes extraños, aparentemente poco conocidos de estas aves. Son los machos, generalmente tres o cuatro, los que realizan sus bailes en primavera frente a la hembra, posada y observando en silencio. Para esto usan ramas delgadas, horizontales o inclinadas, sobre las cuales saltan hacia arriba y hacia abajo. Desafortunadamente, vi el hermoso espectáculo solo una vez y no lo suficiente, ya que pronto nos vieron. Según muchos conocidos, se supone que uno de los animales hace la música para bailar y luego golpea las alas con un silbido fuerte y agudo para dar la señal de detener el juego. También deben usar regularmente el mismo espacio para esto durante mucho tiempo (…) Muchos brasileños pobres que se ganan la vida cazando y cuereando en el bosque me aseguraron que sólo querían tener una compañía de danza así con la que podían organizar unos buenos bailes en cautiverio y luego viajar con ellos”. Como vimos antes, este comentario fue tomado por Chrostowski.

Arnaldo de Winkelried Bertoni (1901), hizo observaciones sobre su alimentación en Paraguay (Alto Paraná): “Su principal alimento es frutitas silvestres que come en grandes cantidades. Si se observa algún arbolito de frutas apetecidas, se le ve llegar a comer muchas rápidamente, como si estuviere apurado, y retirarse para volver después de diez o doce minutos; esto creo lo hace para mezclar insectos en su alimento. Es algo inquieto y desconfiado, y su voz clara y fuerte dice tshuví-tshuví, repitiéndola con largos intervalos”.

Pipra caudata – Dibujo de Jean Théodore Descourtilz (1854-1856)


En pleno Corcovado (Rio de Janeiro) Jean-Théodore Descourtilz (1854-1856) apuntaba lo siguiente: “Este pájaro vive en parejas durante la mayor parte del año; a los dos individuos se unen  los jóvenes durante los meses posteriores a su nacimiento; así aumentada, la familia reunida emprende sus pequeñas excursiones, pero nunca se aleja del lugar donde estaba su cuna. Alcanzando muy raramente la parte superior de los árboles grandes, este Manakin prefiere posarse en ramas bajas en medio de matorrales, incluso en lugares húmedos, donde penetra una luz débil, debido al grosor de las ramas cercanas, aunque pocos árboles bastan  para dar sombra. Continuamente en movimiento, saltando en cadencia, este hábito hizo que los nativos le dieran el nombre de Dansarinho, al igual que al Manakin tijé [Chiroxiphia pareola]. La voz explosiva y el canto gutural que acompañan este ejercicio no constituyen su canción ordinaria, que es una serie de llamadas, más o menos precipitadas, que traducen perfectamente las sílabas goy-où, goy-où. Es común a ambos sexos, y lo escuchamos especialmente cuando el aire está tórrido, y el clima prepara tormenta. Muy cauteloso, el Manakin de cola larga que desea alcanzar una rama alta se precipita desde lejos, llega de repente y se queda unos minutos para observar los objetos que lo rodean; tranquilizado de su miedo a los peligros, picotea y canta. Su alimento consiste en pequeñas bayas; entre éstas se encuentran, sobre todo, las Melastomáceas, algunas Mirtáceas y los frutos de una Lorantácea, una parásita cuyas ramas, fijadas en la corteza de una rama ajena, vegeta a sus expensas, y siempre se inclinan hacia tierra”.


Tadeusz Chrostowski (1878-1923) 
https://pt.wikipedia.org/wiki/Tadeusz_Chrostowski#/media/Ficheiro:Chrostowski.jpg



LA VIDA AVENTURERA DE TADEUSZ

Tadeusz Chrostowski nació en 1878 en Kamionka (Polonia), en la región de Mazovia, en ese momento bajo el dominio ruso. Una zona de montes bajos, ríos y arroyos afluentes del Vístula, y bosques de abedules, sauces, alisos y hayas, donde desde niño tenía abundante naturaleza a su alcance, la cual lo atraía notablemente, especialmente las aves. Estudió en la Universidad de Moscú pero, como otros jóvenes polacos, integraba grupos liberales que conspiraban contra el zar, por lo cual fue encarcelado y deportado a Siberia, al bajo río Obi, durante tres años. Vuelto a Cracovia, se inscribió en la carrera de Farmacia, pero un año después se desató la guerra ruso-japonesa, y fue enviado como oficial a Manchuria, tras lo cual prosiguió estudiando ciencias naturales (Palmer, 1925; Dabbene, 1926; Straube & Urben, 2002).


Casa del autor en la colonia Vera Guarani - Chrostowski (1922)


Para no volver a someterse a los rusos, en 1907 comenzó a preparar una expedición a Brasil, siguiendo el ejemplo de su compatriota Konstanty Jelski quien había recorrido la Guayana Francesa y el Perú, entre 1866 y 1875. Decidió instalarse en 1910 en la colonia Vera Guarani (Paraná, Brasil), dedicándose a la apicultura. Los momentos libres los aprovechaba para excursionar por el río Iguazú medio, colectando ejemplares. Ya decidido a dedicarse plenamente a las ciencias naturales, al año siguiente volvió a Polonia donde publicó un trabajo sobre las aves de Paraná, “Kolekcya ornitológiczna ptaków paranskich” (Colección ornitológica de aves paranaenses).  Como ya vimos al comienzo de esta nota, en 1813 realizó su segundo viaje a Paraná, aunque la inminencia de la primera guerra mundial, lo obligó a volver pronto  a su patria vía Suecia, ocasión en que lo descubrió el ejército zarista que lo incorporó inmediatamente a sus filas. Aprovechando el estallido de la revolución bolchevique en 1917, desertó y se escondió en San Petersburgo, con una falsa identidad. Se contactó con Valentin Bianchi, del Museo Zoológico de la Academia de Ciencias de Petrogrado, donde entre privaciones y sospechas de espionaje, pudo estudiar las aves neotropicales, especialmente los ejemplares traídos por Friedrich von Kittlitz, de su viaje de circunnavegación (1826-1829), y la colección de  Emile Ménétriès, obtenida en Brasil. El trabajo resultante fue “Sur les types d'oiseaux néotropicaux du Musée Zoologique de l'Academie des Sciences de Pétrograde” (1921). En Polonia, ya libre del dominio ruso, se creó en 1919 el Museo Nacional de Historia Natural de Varsovia, en base al Gabinete Zoológico y a la colección de los Branicki. Allí Tadeusz fue designado curador de aves neotropicales, una colección de 342 ejemplares obtenidos por Jelski, Jan Sztolcman, Jan Kalinowski y Jozéf Siemiradzki. Con ello publicó “On some rare or little known species of South American birds” (1921) y con sus notas de campo editó el libro “Parana: wspomnienia z pdrózy w roku 1914” (1922, Paraná: recuerdos de viaje del año 1914) (Palmer, 1925; Straube & Urben, 2002).



Tapa del libro “Parana” (Chrostowski, 1922)




En 1918 se incorporó al ejército polaco como teniente de infantería y por su acción en combate se le otorgó la Orden Polaca a la Virtud Militar. Conseguida la independencia de Polonia, logró el apoyo del gobierno para un tercer viaje a Paraná. En diciembre de 1921 partió junto a Tadeusz Jaczewski (Universidad de Varsovia)  y el preparador del museo, Stanislaw Borécki. Por tren llegaron a Mallet (Paraná), y desde allí, alternando el automóvil con caballos, burros y canoas, recorrieron casi 1500 km a lo largo de los ríos Ivaí e Iguazú. Chrostowski no dejó de agradecer a sus colaboradores locales,  João Napoleão dos Cantos, Eugênio Afonso de Oliveira y Tomás Dias Batista, gracias a cuyo coraje y habilidad con las canoas se pudo concretar el viaje y obtener miles de ejemplares de 260 especies de aves enviadas al Museo de Varsovia.  En marzo de 1923, los expedicionarios llegaron Puerto Bertoni para conocer al médico y naturalista Moisés Bertoni, aunque éste, con su proyecto ya en decadencia,  sólo hizo una referencia pasajera de este encuentro. Más tarde los exploradores, afectados de malaria, se vieron obligados a detenerse en Pinheirinhos (cerca de Foz do Iguaçu). A Tadeusz, la enfermedad se le complicó con una neumonía y con el desgaste propio de semejante viaje. Pese a los cuidados, la ayuda médica llegó tarde y falleció el 4 de abril de 1923. Fue enterrado junto al camino de Guarapuava a Foz do Iguaçu. Tal sitio se encuentra hoy en día dentro del Parque Nacional do Iguaçu. En 1934, la colectividad polaca brasileña le levantó allí un monumento de piedra con una cruz de cedro y una placa de bronce. Lamentablemente la tumba fue posteriormente saqueada y se encuentra hoy en estado de abandono (Piechnik & Przemislaw, 2016; Revista Mosaicos, 2018).

La actividad de Chrostowski no se limitó solamente a la obtención y preparación de ejemplares para los museos, sino que, como dijimos,  hizo detalladas observaciones del comportamiento de las aves iniciando la ornitología de campo en Paraná, donde la comunidad científica lo reconoce como patrono de esa actividad en el estado.  Su compañero de viaje, Tadeusz Jaczewski, recordaba que Chrostowski se destacaba por su energía, su tenacidad y su compañerismo, ayudando a levantar la moral del grupo en los peores momentos.  Y agregaba que conocía las aves “principalmente como observador de sus modos de vida, sus costumbres,  y las comprendía. Ese mundo alado consistía el  disfrute de su propia vida".

Camino a Curitiba. Obsérvese el ejemplar de pino Paraná (Araucaria angustifolia) 
Chrostowski (1922)





A DANÇA DO TANGARÁ
Álvaro Moreyra

Naquela noite danada
em que a formiga rogou
a praga contra a cigarra:
— Cantava, não é?  Cantou?
Pois, então, agora dance! –
naquela noite danada
aconteceu que de um galho,
vizinho do bangalô
onde a formiga morava,
um passarinho escutou
essas palavras malvadas.
Mas, malvadas não achou.
Ao contrário da cigarra,
o passarinho gostou.
Gostou tanto, que em seguida,
dançou, dançou, dançou.
Nunca mais quis outra vida.
Dançou sozinho, primeiro.
Depois, com par.  Afinal,
bateu na testa e acabou
formando uma companhia
de bailado brasileiro,
bem nosso, bem nacional.
Artistas disciplinados.
Formam roda nos caminhos
e repetem sempre igual,
na cadência que a embalança,
ida e volta, volta e ida,
a dança do tangará,
mais alegre do que a dança
que agente dança na vida
que se chama esperança,
ida e volta, volta e ida…

[La danza del tangará - Esa maldita noche en que la hormiga pidió una plaga contra la cigarra: “¿No era que cantabas? -¿Cantaste? - Pues bien, ahora baila!  Esa maldita noche sucedió que desde una rama, próxima al bungaló donde vivía la hormiga, un pajarito escuchó esas palabras malvadas. Pero no las creyó malvadas. A diferencia de la cigarra,  al pájaro le gustaron. Le gustaron tanto que entonces bailó, bailó, bailó. Nunca más quiso otra vida. Primero bailó sólo. Luego en pareja. Al final se golpeó la frente y acabó formando una compañía de baile brasileño, bien nuestro, bien nacional. Artistas disciplinados forman rondas en los caminos y siempre repiten lo mismo, en la cadencia que la envuelve, ida y vuelta, ida y vuelta, la danza del tangará, más alegre  que los bailes que la gente baila en la vida, que se llama esperanza.  Ida y vuelta, ida y vuelta ...]



EL TANGARA EN LA CULTURA

El tangará impactó con fuerza en la cultura brasileña, especialmente por su curiosa danza colectiva que se asimila a las habilidades de baile de diversos personajes.  Por un lado, como en los versos de Moreyra, inspira a imitarla originando grupos folclóricos como  Bando de Tangarás, que actuó hacia 1930.  Por otro lado da sustento a los bailes de diversas etnias.  Así, según informa Alberto Medina (Bareiro Saguier, 2004), de Paso Yobai (Paraguay) los mbya, imitando la conducta del creador Tupa, realizaban unos pasos de danza, acercándose los grupos de bailarines y entrecruzándose. A este baile que ejecutaban en el lugar sagrado u opy, llamaron “tangará”, y lo ejecutaban en honor a los karai o señores importante de su tribu.  En la canción “Tangará, el Bailarín Azul”, de Nerina Bader y Karoso Zuetta, se relata este evento:

“Tangará, guyrá ovy jerojy, Tangará Jerojy, wyrá ovy jerojy takuá Oñomongarái ieié, iaiá Tangará, opyguá jerojy kumbijá mbojaity nde ravé mbaraká mirí ogueroñeé iaiá, ieié”.

[Tangará, ave azul, tangará del Chamán, reunión del tacuaral, danza en el opy, oración ritual ieié, iaiá. Tangará, danzarás cerca del tacuaral. Rondarás, Tangará en reunión ritual. Bailarín azul, ieié, iaiú. Tangará del chamán en la ronda ritual el ravé sonará, maracas al son cantan tu oración: iaiá ieié.]


También el tangará aparece en cuentos y leyendas. El poeta de Rio Grande do Norte, Valdeilson Ribeiro, relata esta leyenda que da origen al nombre de una ciudad de ese estado, donde no existe el bailarín azul, así que quizás se refiera al similar tangará-príncipe (Chiroxiphia pareola):


E a dança dos pássaros deslumbrantes
Ecoava a mais linda melodia
Com dois pássaros na mesma sinfonia
Uma dança em campos verdejantes
Duas aves dois atos intrigantes
Com o canto tão belo... norte a sul
No compasso da música e o céu azul
Seduzindo o pássaro Tangará
Um cantando e o outro dançar
Tangará casou com Uirapuru


[Y la danza del pájaro deslumbrante, se hizo eco de la melodía más bella, con dos pájaros en la misma sinfonía. Un baile en campos verdes, dos pájaros, dos actos intrigantes, con el canto tan hermoso... de norte a sur, en el compás de la música y el cielo azul. Seduciendo el pájaro Tangará, uno cantando y el otro bailando, Tangará se casó con Uirapuru.]

Ofir Leite, folclorista paranaense, rescató un cuento que se conserva en Guaraqueçaba (Paraná) y que refiere que Chico Santos tuvo varios hijos, trabajadores capaces, pero locos por el baile: vivían bailando, incluso interrumpiendo su tarea. Cierta vez, en Semana Santa, cometieron el sacrilegio de bailar, y por ello Dios los hizo enfermar de viruela y se murieron. Y al morir tomaron el aspecto del tangará, y cantaban y bailaban todos los días dando giros y volteretas, hasta que Dios se apiadó de ellos y los llevó al cielo (Câmara Cascudo, 1976).

Y hasta se habla de un estilo tangará en la poesía a partir del poemario Tangara Tangara   de Ramón Silva caracterizado por los “versos cortos, sin estrofa ni rima, pero con un ritmo sonoro y uniforme“ (Trinidad Sanabria, 1991)





EL CURIOSO NOMBRE MANAKIN

En inglés al Bailarín azul se lo denomina Swallow-tailed Manakin, es decir Manakin cola de golondrina. Brisson (1760) explica que Manakin es el nombre que han dado los holandeses a algunas especies de este género.

Posiblemente la voz venga del holandés manneken o , diminutivo de man, hombre, y por extensión, cosa pequeña y preciosa. En el s. XVII designaba unas figurillas que servían de modelo a los artistas, y hacia 1830 se introdujo en el mundo la moda francesa como mannequin, castellanizado en maniquí.




Alex Mouchard




Azara, F. de –1992 [1802]- Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. España.

Bareiro Saguier, R. -2004- Literatura guaraní del Paraguay. Asunción :Editorial Servilibro.


Berlepsch Hv & Hermann von Ihering -1885- Die Vögel Der Umgegend Von Taquara Do Mundo Novo, Prov. Rio Grande Do Sul. Zeitschrift für die gesammte Ornithologie 2:138-139.

Bertoni. A. de Winkelried -1901- Aves Nuevas del Paraguay.  Continuación a Azara. Asunción.

Breowicz, Wojciech -1938- Tadeusz Chrostowski, jefe de la Misión Zoológica de Polonia, murió el 4 de abril de 1923.  http://szebnie.archiwa.org/zasoby.php?id=24325

Brisson, Mathurin-Jacques -1760- Ornithologie, ou, Méthode contenant la division des oiseaux en ordres, sections, genres, especes & leurs variétés : a laquelle on a joint une description exacte de chaque espece, avec les citations des auteurs qui en ont traité, les noms quils leur ont donnés, ceux que leur ont donnés les différentes nations, & les noms vulgaires.
Parisiis :Ad Ripam Augustinorum, apud Cl. Joannem-Baptistam Bauche, 1760.

Cardim, Fernando -1925 [1625]-  Tratado da Terra e Gente do Brasil. Rio de Janeiro: J. Leite & Cia.
Câmara Cascudo, Luís da -2012- Geografia dos Mitos Brasileiros. 1ª edição digital. São Paulo :Global Editora.

Chrostowski, Tadeusz   -1922- Parana. Wspomnienia z podró?y w roku 1914. Pozna? -  Warszawa: Ksi?garnia?w Wojciecha. https://polona.pl/item/parana-wspomnienia-z-podrozy-w-roku-1914,MTMxODg3MA/7/#info:metadata


Conniff, R –2016– Cazadores de especies. Héroes, locos y la delirante búsqueda de la vida sobre la Tierra. México :FCE

Dabbene R -1926- Tadeusz Chrostowski. El Hornero  3(4):430-431.

Descourtilz  JT –[1854-1856] Histoire des oiseaux du Brésil, Remarquables par leur plumage, leur chant ou leurs habitudes. Rio de Janeiro :Thomas Reeves.

Goeldi, Emil August  -[1894] 1900- As aves do Brasil. Rio de Janeiro :Alves & c.

Hamilton JF -1871- Notes on Birds from the Province of Sao Paulo, Brazil. Ibis: p305.  

http://blogdorobsonfreitas.blogspot.com/2016/01/tangara-princesa-do-trairi-confira.html 
https://pt.wikipedia.org/wiki/Tadeusz_Chrostowski

https://www.youtube.com/watch?v=8Ij8ybdKKPE&feature=youtu.be&fbclid=IwAR18ojlgrOYN_OjRlHTjMSb8djr5EbOw6RtG6Jhvd5NrE89ez1FurRtbp-k

Jaczewski, Tadeusz -1924- Annales Zoologici Musei Polinici Historia Naturalis (v.3, n.3-4)

Kittlitz, F. H. v  -1832-1833- Kupfertafeln zur Naturgeschichte der Vögel. Frankfurt am Main :JD Sauerländer

Nunes, Cassiano & Mário da Silva Brito -1968- Poesia brasileira para a infância , Coleção Henriqueta, São Paulo :Saraiva.

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Piechnik, Lukasz & Przemislaw Kurek -2016- Ssaki Neotropikow. Odkryte przez polkisch naturalistow. Kraków :Instytut Botaniki im. W. Szafera Polskiej Akademii Nauk.

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Spix, Johann Baptist von -1824-1825-  Avium species novae, quas in itinere per Brasiliam annis MDCCCXVII-MDCCCXX. Monachii :Franc. Seraph. Hübschmanni.

Straube, Fernando Costa & Alberto Urben-Filho -2002- Tadeusz Chrostowski (1878-1923): biografia e perfil do patrono da ornitologia paranaense. Boletim do Instituto Histórico e Geográfico do Paraná, 52: 35-52.

Straube, Fernando C, Alberto Urben-Filho & Grzegorz Kopij -2003- Cartas comentadas de Tadeusz Chrostowski. Boletim do Instituto Histórico e Geográfico do Paraná, 54: 225-233.

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Swainson, William -1841- A selection of the birds of Brazil and Mexico : the drawings.  London :H.G. Bohn,

Thunberg, CP -1817-1818- Me?moires de l'Acade?mie impe?riale des sciences de St. Pe?tersbourg. 5e se?rie. T 8.

Wied, Maximilian Prinzen zu –1830- Beiträge zur Naturgeschichte von Brasilien. III Band. Weimar :Im Verlage des Landes-Industrie-Comptoirs.

viernes, 13 de diciembre de 2019

LA CIGÜEÑA TUYANGO (Ciconia maguari) Y ERNEST GIBSON, EL OTRO HUDSON


  


“… allí la blanca cigüeña,
el pescuezo corvo alzando, 
en su largo pico enseña
el tronco de algún reptil …”

Esteban Echeverria – La cautiva, 1837.



Ernest Gibson fue un preciso observador de aves que desarrolló su actividad en el Cabo San Antonio, la punta de ese gran mordisco que tiene en su “panza” la provincia de Buenos Aires. Es el extremo sur del enorme estuario del río de la Plata, punto de aguas y vientos encontrados, y por lo mismo dotado de una gran biodiversidad. Allí la familia Gibson poseía la estancia “Los Yngleses” donde vivió Ernest desde niño. En ese lugar observó unas 174 especies de aves, pero sus detallados reportes muchas veces comienzan reconociendo que no tiene demasiado que aportar a lo informado por su admirado William Henry Hudson, el pionero de la observación de aves en Argentina. Hudson había enviado muchas de sus observaciones al ornitólogo Phillip Lutley Sclater del Museo Británico, quien las fue publicando en los Proceedings of the Zoological Society y en The Ibis. La cigüeña tuyango (Ciconia maguari), es una de las pocas especies en que, contra lo habitual,  Hudson cita a Gibson, quien aporta originales detalles.



Ciconia jaburu
Dibujo de Matthias Schmidt (Spix, 1824-1825)




LA HISTORIA DE LA CIGÜEÑA AMERICANA

Las primeras noticias sobre esta ave provienen de Brasil, de parte de Georg Marcgrave (1648), quien exploró el nordeste de ese país en las proximidades de la actual Recife. Y así decía al describir el ave que los habitantes llamaban maguari : “Ave de forma y tamaño como la cigüeña, y además también en cuanto al color (…) Tiene los ojos pequeños, blanco plateados, la pupila negra y la piel alrededor de ellos rojo cinabrio, así como también la parte de abajo junto al afilado pico, es decir, entre el pico y la garganta: y como acostumbran las iguanas, dependiendo del enojo, alcanza hasta debajo de la garganta (…) Castañetea el pico, como nuestra cigüeña. Su carne es comestible.” Ese sonido producido con el pico, según Isidoro de Sevilla (Etymologyarum, 12,7:16–17), dio origen a su nombre en la Antigua Roma, porque “la cigüeña recibe ese nombre debido al graznido que emite, que no proviene de su voz, sino del choque de su pico.”

Los zoólogos del siglo XVIII se valieron de esta descripción de Marcgrave para otorgarle un nombre científico: Ciconia maguari, que aún lleva hoy en día, y, para diferenciarla de la del Viejo Mundo, le dieron el nombre común de cigüeña americana. Ignorantes de otros datos, siguieron copiando a Marcgraf, ignorancia que Buffon reconocía y criticó con su inimitable pluma: “No sabemos si esta ave viaja como la cigüeña, de la cual parece ser el representante en el Nuevo Mundo; la ley del clima parece ignorarla, e incluso a todas las demás aves de esos países, donde las estaciones siempre iguales, y la tierra siempre fértil, las retienen sin necesidad ni ningún deseo de cambiar de clima. Ignoramos los otros hábitos naturales de esta ave, y casi todos los hechos relacionados con la historia natural de las vastas regiones del Nuevo Mundo; pero no deberíamos quejarnos o incluso sorprendernos cuando sabemos que Europa no envió durante mucho tiempo a estos nuevos climas, nada más que ojos cerrados a las bellezas de la Naturaleza, y corazones aún menos abiertos a los sentimientos que ella inspira.”

Quizás por eso, otros, como Martín Dobrizhoffer (1784), hasta olvidaron su nombre: “A menudo me ví movido a risa por otra ave acuática, la cual, cuando estira su cuello, excede en altura a un hombre alto, y a un cordero en el tamaño de su cuerpo. Esta ave es enteramente blanca, y tiene patas muy largas. Permanece muchas horas inmóvil, como si meditara, en el agua; pero confieso que he olvidado su nombre.”

Hubo que esperar a nuevas oleadas de naturalistas viajeros para recibir más novedades de tan singular ave. Johann Baptist von Spix (1824), que recorrió la región del Amazonas, decía: “Habita en los prados o lugares palustres de la isla San Juan, Río de Janeiro y de todo Brasil, llamada por los habitantes jaburú; macho no diferente a la hembra.” Como vemos aquí comienza una confusión nomenclatural con el jabirú (Jabiru mycteria), al que Marcgraf había llamado Jabiru guasu, por su notable tamaño, la mayor de las cigüeñas americanas (ver en este blog la nota EL JABIRU (Jabiru mycteria): UN GALÁN SIN SUERTE https://historiaszoologicas.blogspot.com/2011/11/el-galan-sin-suerte.html).

Félix de Azara (1802) la encontró desde el Paraguay hasta el río de la Plata y observó que los españoles le llamaban cigüeña creyendo que era la misma de Europa. Por su parte, él registró el nombre guaraní de baguarí o mbagüarí, y también tuyuyú-guazú, para distinguirla del tuyuyú a secas (Mycteria americana). Azara anotó algunos comportamientos: “Aunque busca la vida en lugares húmedos, ríos y lagos, interna poco en las aguas, y también frequenta los campos secos (…) No es desconfiada ni arisca; va comúnmente sola, o con otra, aunque por enero vi cincuenta y quatro juntos en una laguna (…) A veces se eleva mucho volando a rededor, como si quisiera descubrir largas distancias. Me aseguran que se posa en árboles, aunque siempre la he visto en el suelo. Hacia fin del año cría dos pollos (…) Alguna vez los han criado en las casas, donde se han hecho familiares; y aunque ya voladores iban al campo y a las lagunas, no dexaban de volver a la hora señalada por la ración de carne. Dice que hace el nido en árbol con muchos palos.”

Maximilian Alexander Philip, príncipe de Wied-Neuwied (1832), halló las tres especies: maguari, jabirú y tuyuyú en los pastizales de Minas Geraes. “Todas estas aves son grandes y tienen plumas blancas por lo que los brasileños las confunden unas con otras, y como generalmente no se las mata, ni siquiera los cazadores experimentados saben cómo distinguirlas con precisión.”

“La cigüeña brasileña no es infrecuente en la mayoría de las áreas que visité, donde se encuentran lagos, pantanos húmedos y prados inundados (…) Suele asociarse con las aves relacionadas,  el [Jabiru] Mycteria y confundido con la especie que se describirá a continuación [Mycteria americana]; porque a los tres a menudo se les llaman Jabiru. En Belmonte, por ejemplo, nuestro pájaro lleva el último nombre, pero la gran garza gris [Ardea cocoi] se llama allí, Mauari,  y Azara describe nuestra cigüeña bajo el nombre de Baguari.”

“Por lo general, la cigüeña brasileña es un ave tímida y difícil de acercar que semeja nuestra cigüeña negra europea en su forma de vida, ya que anida en los árboles, no en los edificios. Uno ve a estas aves caminando en parejas en los pantanos, donde buscan ranas, lagartijas, serpientes y pequeños animales similares, cuyos restos encontré en sus estómagos. Nunca he escuchado una voz de estos pájaros. Tiene el vuelo de nuestra cigüeña europea, con cuello largo y extendido.”



Euxenura maguari
Goeldi, EA. Álbum de Aves Amazonicas. Alves & Cie. Rio de Janeiro, 1900-1906.


Según lo informado por Wied, el nombre maguari ya inmortalizado por Johann Gmelin en el nombre científico, quedó impropio para esta ave ya que fue tomado por error por Marcgrave del que los nativos daban a la garza mora (Ardea cocoi). Por eso Emilio Goeldi (1894) decía: “Lamento profundamente la confusión que parece resultar de la identidad del nombre específico maguari, actualmente aceptado en la ciencia como un nombre común en boga en todo el norte de Brasil para Ardea cocoi, ya que 'Maguary' es la designación utilizada por la gente para esta gran garza y no para la cigüeña con la que tratamos. ¿Podría haber mayor descalabro que una discordancia tan fundamental entre la nomenclatura científica y popular?” Y, en desacuerdo con las reglas de nomenclatura científica donde reina la parsimonia y los nombres son sólo una convención, propone un nuevo nombre científico para la cigüeña: Ciconia brasiliense, el cual por supuesto no fue aceptado.

Con respecto a la dieta de nuestra zancuda, el naturalista Johann Natterer le encontró “en el buche 21 ranas, una araña y varios escarabajos de agua, el estómago lleno de restos de insectos acuáticos” (Pelzeln & Natterer, 1871). Al respecto Thomas Bridges (1843) hizo esta observación en Chile: “Esta noble ave se ve a menudo en las marismas de la provincia de Colchagua, y se alimenta de una especie de langosta, llamada por los nativos Cangrejo, que abunda en las marismas y los prados húmedos. La vivienda del Cangrejo puede reconocerse por los extraordinarios cilindros que crea con el lodo sacado de sus cuevas; a veces se elevan un pie por encima de la superficie del suelo, pareciendo otras tantas columnas pequeñas. El Pillu mientras acecha entre ellos atrapa al Cangrejo cuando en la parte superior deposita su carga traída desde el fondo de la cueva. Una vez tomé del buche de una de esas aves tres ratones enteros, sin duda atrapados por ella entre la hierba en los pantanos.”

Por su parte, Hudson (Sclater & Hudson, 1888) refería lo siguiente: “La cigüeña Maguari es un ave muy conocida en las pampas, se reproduce en las marismas y también vadea por su comida en las aguas poco profundas; pero no es tan acuática en sus hábitos como el Jabirú, y después que termina la temporada de reproducción, se la ve en todas partes en las llanuras secas. Aquí estas aves se aprovechan de ratones, serpientes y sapos, pero también visitan con frecuencia los campos cultivados en busca de alimento. Cuando los ratones o las ranas son excepcionalmente abundantes en las pampas, las cigüeñas a menudo aparecen en grandes cantidades, y en esos momentos los he visto congregarse por cientos junto al agua por la noche; pero durante el día se dispersan por el área de alimentación, donde se las ve acechando, concentradas en su presa, con majestuosos pasos como una grulla. Para levantarse dan tres saltos largos antes de lanzarse al aire, y como todos los voladores pesados hacen un ruido fuerte con sus alas. Nunca se ve que se posen en los árboles, como el Jabirú, y son absolutamente mudas, a menos que el ruido que hacen con el pico cuando están enojadas  pueda llamarse idioma.”



Ernest Gibson  
http://lahistoriatienesentido.blogspot.com/. La vida social. Los Yngleses. Silvia Beatriz del Palacio


Finalmente le damos la palabra a Gibson (1880):

“Muy común, y no limitada exclusivamente a los bañados. Se la encuentra en las llanuras, en las achuras [en el matadero], o al acecho en busca de serpientes, ranas, lagartijas, ratas y ratones, langostas y pájaros, huevos, cualquier cosa y todo, en resumen. Excepto en la temporada de apareamiento, es solitaria en sus hábitos. Sobre la forma en que planea, particularmente en verano, ya he escrito que probablemente he visto un ejemplar cada vez, elevándose en círculos en espiral.”

“El joven grazna y castañetea las dos mandíbulas, pero el adulto es bastante mudo. Ellos (los jóvenes) son bastante negros al nacer y solo adquieren el plumaje adulto después de un lapso de seis u ocho meses. Uno, que tomé el 5 de octubre, era del tamaño de una gallina doméstica, con plumón y, con la excepción de la cola blanca, completamente negra. Pronto se volvió muy manso, y solía deambular por las instalaciones, en busca de comida, u observando cualquier actividad que estuviera sucediendo. La comida era tragada entera; y la forma en que tragaba una o dos libras de carne cruda habría horrorizado a un ama de llaves inglesa.”

“Las serpientes eran agarradas por la nuca y pasadas transversalmente por el pico mediante una sucesión de pellizcos rápidos y poderosos, repitiendo la operación dos o tres veces antes de estar convencido de que la vida se les había extinguido totalmente. Solía ??hacer lo mismo con palos secos (para no olvidar la técnica, supongo), mientras que en una ocasión se tragó un pedazo de cuero de vaca duro, de un pie de largo, y en consecuencia no pudo doblar el cuello durante veinte cuatro horas, hasta que el cuero efectivamente se ablandó.”

“La historia también cuenta que "Byles, el abogado” (como lo llamaban), confundió la cola de uno de los corderos con una serpiente, y en verdad se lo metió en la garganta, ¡pero fue "sorprendido” por el cuerpo del cordero al que venía unida! Byles inspiraba un total respeto a todos los perros y gatos, pero por lo general era muy tranquilo. Sin embargo, uno de nuestros hombres le había jugado una mala pasada; y el resultado fue que Byles "iba por él" sin piedad en todas las ocasiones posibles, sus largas patas atravesando el suelo como las de un avestruz, mientras producía un ruido demoníaco con su pico. Era divertido ver a su víctima esquivarlo en todas partes o, a veces, desesperado, hacerle frente con un palo; pero Byles evadía cada golpe saltando ocho pies en el aire, bajando al otro lado de su enemigo y repitiendo allí su danza guerrera; mientras amenazaba (aunque estas amenazas nunca se cumplieron) con producir acciones personalizadas y punzantes con su formidable pico. Poco después de su captura las plumas comenzaron a aparecerle (…) y más tarde se perdió en sus pantanos nativos.”

Más tarde, en 1919, completaba sus apuntes:

“La cigüeña o Maguari constituye siempre una característica llamativa del paisaje pampeano, ya sea acechando meditativamente en las llanuras o planeando hacia lo alto del cielo. De gran tamaño, con un plumaje en blanco y negro intenso, y lores y patas escarlatas, es un ave muy atractiva y familiar. Inofensiva, y un gran flagelo para todos los bichos y serpientes, rara vez se le molesta, y a menudo se la ve cerca de los edificios y puestos de la estancia (particularmente en el "matadero"), o incluso en las cercanías de los pueblos.”

“(...) Aunque es común en nuestro distrito, nunca he visto congregaciones de cientos, como dice Hudson, grupos entre media docena y treinta ejemplares han sido los más numerosos.”

“Estos, naturalmente, se congregan atraídos ocasionalmente por langostas, alevines o renacuajos, o por un número anormal de patos anidantes en el pastizal, cuando los huevos y los patitos, lamentablemente, pagan un alto precio. Ocasionalmente se las puede ver fraternizando, o en compañía de, el tuyuyú (Tantalus loculator Linn. [= Mycteria americana]), cuando ese irregular visitante  estival viene hasta nosotros.”

“Indudablemente, la cigüeña Maguari es también ladrona de huevos, y he sido testigo de su acoso a un nido de tero a pesar de la esforzada defensa de los propietarios.”




Maguari Stork 
Dibujo de Edward Lear
Gould, J. The birds of Europe. Vol IV. London,1837.





“Alguna vez había  visto a la cigüeña en la orilla de los esteros o pantanos, apoyada sobre una de sus larguísimas patas rojizas, y con la otra recogida hasta ocultarse casi  entre el nutrido plumaje, cuya resplandeciente albura hacía resaltar aún más la orla negra que festoneaba sus enormes alas. Así solía estarse largo tiempo, en una extraña actitud de meditación o de éxtasis, inmóvil como una estatua, despreocupada por completo de cuanto la rodeaba. Y cuando al fin decidiase a caminar lo hacía a zancadas torpes, deteniéndose de trecho en trecho para hundir el pico, larguísimo también, entre el légamo donde pululaban renacuajos, sapos, cangrejos, u otros animalillos que le servían de alimento.”

Serafín J. García (1966)



“Los círculos lentos de una cigüeña que vagaba perezosa bañando su plumaje en el aire límpido y oloroso, saturado con ese aliento de aromas de la selva que aún me parece sentir en el rostro...”

Martiniano Leguizamón (1896)



“Si alguna vez contemplé un cuadro verdaderamente maravilloso de aves, entre las cuales descollaba la Cigüeña, fue en Formosa, en las cercanías del Estero Patiño, en los lodazales producidos por una prolongada sequía allá por el año [19]12.” 

Julio S. Storni (1942)


En las cercanías de Gral. Lamadrid (Provincia de Buenos Aires), Estanislao Zeballos (1881), integrante de la expedición del general Julio Roca, encontró una laguna que “no tenía nombre y la denominé de la Cigüeña, porque este pájaro luchaba allí vigorosamente con una víbora de unos 80 centímetros. La cigüeña batía el vuelo cerca de la tierra en que la víbora culebreaba con la cabeza y dos pulgadas de su cuerpo alzados en actitud de ataque.” Finalmente el ave remontó vuelo y “a cien metros de altura dejó caer el reptil, que dando vueltas en el espacio, llegó al suelo y quedó si no muerto, en agonía. La cigüeña asentó el vuelo a su lado y la devoró sin duda.”








LOS ESCOCESES DEL AJÓ

Ernest Gibson pertenecía a una familia escocesa (Moncaut, 1977). Su abuelo, John Gibson, emigró de Glasgow a Buenos Aires en 1818, donde abrió una sucursal de la empresa textil de su padre, John Gibson & Sons, en la actual calle Alsina.  Los Gibson adquirieron varias estancias con la idea de producir lana para sus tejedurías. El encargado de las mismas fue el inglés Richard B. Newton, quien instalara el primer alambrado en Argentina y además fue socio fundador de la Sociedad Rural Argentina. Una de esas estancias fue El Carmen, en el Rincón del Ajó o Tuyú, que en 1824 adquirieron a un tal Sr. Hidalgo. Ajó y tuyú, los nombres que antiguos pobladores guaraníes dieron a la región, significan “limo” o “pisar fofo” (ajó) y “barro blando” (tuyú), y pintan muy bien la principal característica de las costas bajas de la bahía de Samborombón, cubiertas de juncos y cangrejales. Son los “rincones” que Gibson describe como “un laberinto de islas y penínsulas formadas por riachuelos de marea de mayor o menor importancia” donde los jinetes y caballos inexpertos pueden quedar atrapados en “un horrible y salvaje minuto” en el lodazal. “Es un asunto muy serio, en una oscura noche de invierno, cometer un error al regresar a casa tarde desde un puesto distante y, al equivocarse en uno de los pasos, perderse irremediablemente; he conocido uno o dos casos en los que el caballo y el jinete no lograron alcanzar un terreno más alto y finalmente sucumbieron al frío y al agotamiento”. Algo similar relató Ricardo Güiraldes en un episodio de “Don Segundo Sombra”. 



Casco de la estancia Los Yngleses hacia 1860
http://lahistoriatienesentido.blogspot.com/.
La vida social. Los Yngleses. Silvia Beatriz del Palacio


La propiedad, rebautizada como “Los Yngleses”, con una superficie inicial de 10.600 ha (más tarde se amplió a 27.500),  estaba ubicada en plena zona  fronteriza con las poblaciones indígenas, por lo que Newton se hizo cargo de ella, llevando un nutrido armamento. Comenzaron la cría de ovinos Lincoln, la raza que mejor se adaptó al lugar, llegando a tener unas 100.000 cabezas. Exportaban la lana directamente a Liverpool y Amberes desde el puerto sobre el arroyo Ajó, lugar donde más tarde se fundaría General Lavalle. El casco de la estancia, existente hoy en día, queda unos 6 km al sur de General Lavalle y “estaba rodeado por bien establecidas arboledas de eucaliptos además de  tala, ombú y coronillo, árboles más bajos nativos de la pampa” (Wetmore, 1926). La propiedad daba a la Bahía de Samborombón y estaba separada del Océano Atlántico por la vecina estancia Tuyú, de la familia Leloir, donde más tarde se fundaría la ciudad de San Clemente del Tuyú, y que incluía la Punta Rasa, el extremo del cabo San Antonio, interesante punto de congregación de aves playeras migratorias.



Mapa de la región de la estancia Los Yngleses (Gibson, 1918)


Ante la muerte de John hijo en 1828, el patriarca familiar ordenó liquidar la sociedad por lo que se vendieron todas las estancias menos "Los Yngleses", quizás por su ubicación en terrenos bajos e inundables. Thomas, uno de los cuatro hijos de John, llegó en 1838 a Buenos Aires, con su hermano Robert para hacerse cargo de la misma. Thomas tenía habilidad para la pintura y dejó varios cuadros muy coloridos sobre la vida en la pampa de ese entonces. Se casó en 1854 con Clementina Corbett, también de origen escocés, y tuvieron 9 hijos, de los cuales el mayor fue Ernest, nacido en 1855 en el país.



Escena rural donde aparecen Thomas Gibson (hombre de barba y sombrero sosteniendo el cartel) y su hijo Ernest (niño con capa negra) 
Ambrotipo atribuido a George Corbett.

http://uca.edu.ar/es/pabellon-de-bellas-artes/muestras/muestras-2019/130-ambrotipos-el-primer-asado-criollo%C2%A0el-primer-mate-junto-al-fogon


En 1862 Thomas se retiró y lo sucedió en el manejo de la estancia George Corbett, el hermano menor de Clementina, aficionado a la fotografía, quien realizó hacia 1860 unos ambrotipos que permiten visualizar la vida en las estancias a mediados del siglo XIX. 

Hacia 1869 William Hudson visitó "Los Yngleses" donde permaneció unos días conversando sobre aves con Ernest y entablando una amistad que prosiguió por carta (Velázquez, 1963). Ernest se casó en 1889 con Alice Donalson en Londres y regresó al país con su esposa para hacerse cargo de la estancia en 1890, junto con su hermano Herbert. Tuvieron una hija, Lorna Gibson Donaldson. Es probable que Gibson, como muchos súbditos británicos, haya tenido que viajar a Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial, porque en una de sus ultimas notas (Gibson, 1818)  se lamentaba: “Probablemente, no tenga más oportunidades de continuar estas notas (…) los viajes hacia y desde el río de la Plata no son de índole festiva en este momento”. Además, en sus últimas visitas (1915 y 1916) comprobó que sus mejores caballos, desacostumbrados de transitar los cañadones, ya no tenían un buen andar. Entonces, Gibson hizo un convenio con el Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires para que un colector, Antonio Pozzi, recorriera la zona y siguiera con el estudio de su avifauna. Ernest regresó al menos una vez más a “Los Yngleses” donde  falleció el 26 de octubre de 1919.

En 1937, según relata José A. Pereyra, aún se conservaban en la estancia, en el salón de billar, los muebles donde Ernest guardaba su colección de huevos y mariposas, su dormitorio con la cama de columnas labradas que utilizó hasta su muerte, y un mirador de madera, hecho con la escalera de un barco naufragado, desde donde hizo observaciones el ornitólogo norteamericano Alexander Wetmore (1926) cuando visitó  el lugar en 1920:  “Como lugar de trabajo tuve el privilegio de ocupar un pequeño edificio erigido por el Sr. Gibson para estudio y museo”.




Casco de la estancia Los Yngleses hacia 1920 
Fotografía por Alexander Wetmore.
Smithsonian Institution Archives, Record Unit 7006, Box 170, Album: I "Brazil, Argentina, Paraguay - 1920". https://siarchives.si.edu/collections/siris_sic_6610



Ernest fue un ornitólogo aficionado pero “su trabajo siempre se ha caracterizado por su gran minuciosidad y amplitud de detalles” como lo señalaba el obituario que le dedicó la revista The Ibis (1920). El ornitólogo estadounidense Alexander Wetmore (1920) opinaba de él: “un ornitólogo bien conocido por sus cuidadosas y minuciosas observaciones sobre las aves de esta región”.  Alfredo Steullet y Enrique Deautier (1939) consideraban que Gibson se destacó como “escrupuloso y sagaz observador de las costumbres de las aves”. Los especímenes coleccionados por Gibson se encuentran en los museos de Buenos Aires, Londres, Edinburgo, Dresden, Dublín y Cambridge. Con la ayuda de los ornitólogos Osbert Salvin, William Ogilvie-Grant y Charles Chubb del Museo Británico de Historia Natural  pudo completar sus notas que fueron publicadas en dos etapas, en The Ibis (ver bibliografía), donde además escribió un artículo sobre las aves de Paysandú (Uruguay) y otro sobre la vaca ñata, raza o deformidad bovina que tanto interesaba a Darwin.

Pero, más allá de sus aportes a la ornitología, es evidente que Gibson, como su par Hudson,  era un naturalista nato, capaz de emocionarse con la vida abundante y diversa, en un soleado día, en medio de los cañadones del Ajó.

Así fue como él mismo lo relató:

“Nada era más fácil que explayarse un día cualquiera en el pantano de Cisneros, como lo hice yo hace dos años, con un viejo caballo manso debajo mío, un piso firme abajo, el agua inusualmente limpia y libre de malezas, y tan profunda que solo el asiento de la silla sobresalía en la superficie. Pasé tres horas en el corazón de este pantano, en un día tranquilo y soleado, flotando sin ruido por los estrechos canales abiertos entre los brillantes juncos verdes – viendo ahora un cisne nadar lentamente alejándose de su gran nido, donde yacen de tres a cinco grandes y bonitos huevos - deteniéndome nuevamente para hurgar el nido suspendido de esa curiosa comadreja acuática (Didelphys crassicaudata, Desmarest) [la comadreja colorada, Lutreolina crassicaudata] y observando al pequeño villano truculento saltar y nadar o zambullirse  resoplando fuertemente, luego girando mi caballo hacia donde la cabeza y el cuello de una alerta Cigüeña Maguari (Ciconia maguari), se elevan sobre los huncos, revelando que estaba parada sobre su nido , mientras que el pequeño Cyanotis azarae [Tachuris rubrigastra, tachurí siete colores] de muchos colores se deslizaba arriba y abajo por los verdes juncos muy cerca de mí, y cientos de sonidos y gritos diferentes hablaban de casi tantas especies distintas de aves acuáticas allí presentes, y me mantenían ocupado tratando de recordarlos de memoria.” (Gibson, 1880)



Ciconia Maguari
Dibujo de Paul Louis Oudart
Vieillot, LP. La galerie des oiseaux. Tome II. Paris :Carpentier-Méricourt,1834



LA MÍTICA CIGÜEÑA


En el origen del mundo qom se produjo un gran incendio que destruyó a todos los habitantes, salvo unos pocos que se refugiaron en un pozo. Tres días después un héroe-niño sale al exterior y al ver que el fuego se ha apagado hace salir a los demás pidiéndoles que se tapen los ojos. Algunos no lo hacen y en castigo son transformados en diversos animales, entre ellos la cigüeña, pasando a ser los “padres” o guardianes de los demás animales de su especie, aquellos espíritus del monte que evitan la caza desmedida de algunos animales. Un notable concepto ecológico de los pueblos originarios. La cigüeña  habitaba en el supra-mundo toba y, sólo descendía a tierra con las lluvias y las tormentas (Arenas, 2009).

En los mitos de los qom (Citro et al., 2016; Sánchez, 2006) también aparece el zorro sagaz, uaia?aqa’ lachigui, que se encuentra con waqap, la cigüeña, y le pide sus alas para poder cumplir su sueño de volar. Varias cigüeñas aceptan pero le advierten que no vuele muy alto porque las plumas no le van a durar mucho. Le colocan las alas y le indican como despegar. Como en el mito griego de Icaro, el zorro se entusiasma y, haciendo oídos sordos a los llamados de las cigüeñas, sigue ascendiendo hasta que pierde las plumas, cae y muere, aunque después resucita.  Los qom o toba (Arenas, 2009) han observado que la cigüeña “pone en el agua, ahí no le falta comida. Pone arriba del árbol, junta basurita (restos vegetales) y pone arriba el nido. Cuando hay pichoncito el va a buscar pescadito, cerquita, y les lleva a los pichones, les da de comer.”  Para ellos es una pieza de caza apreciada por su gran tamaño y porque su carne se considera blanda, y se aprovechaba casi todo el animal, incluyendo la grasa, patas y vísceras. Se la cazaba con flecha o trampas y más tarde con carabina, especialmente en verano y otoño, cuando están más gordas. Se la consumía hervida, en guiso o caldo, o asada. Los huevos y los pichones se consumían cocidos, y a veces los criaban como animales domésticos. La panza o estómago glandular se usaba como carnada, las alas para abanicos y las plumas para las flechas.

También las cigüeñas tuvieron que ver con la creación de Las Pléyades, ese bonito grupo de estrellas conocido también como “Las siete cabritas”.  Resulta que unos qom encontraron un niño perdido en el monte y lo adoptaron. El niño les enseñó a usar el fuego, a cazar y a curarse con plantas. Pero también era muy travieso y entre otras maldades le robó el huevo  a una cigüeña que lo empollaba. En castigo se reunieron todas las cigüeñas y llevaron al niño al cielo, donde junto con sus hermanos que fueron a buscarlo, se quedaron para siempre, formaron ese grupo de estrellas (Oliva, 2007)

Taqfwaj, el mítico héroe de los wichis, encontró cierta vez una cigüeña y quedó admirado de cómo podía sostenerse sobre una sola pata. El ave le dijo que para lograrlo debía cortarse una pierna, y luego, para recuperarla, tenía que saltar sobre cierto tipo de árbol. Taqfwaj hizo según lo indicado pero no logró recuperar su pierna y tuvo que recurrir a una gran araña que lo vendó con su tela y lo curó. En otro cuento, el Carancho, asistente del rey de los jotes, molestaba a unas jóvenes cigüeñas, quienes acudieron a sus padres. Éstos iniciaron una guerra con los jotes, en la que las cigüeñas vencieron, logrando encarcelar al rey de los jotes (Alvarsson, 2012).

Un joven vilela del Chaco gustaba mucho de cazar pajaritos y pasaba sus días en el monte, donde un día encontró unas piedritas de colores con las que se hizo un collar. Al otro día amaneció transformado en serpiente que comenzó a crecer, comiendo cuanto bicho había en el monte, y cuando éstos escasearon empezó a devorar gente. Las aves del lugar se organizaron para matar a la serpiente, primero fue el águila, pero fracasó, luego los tullangos o cigüeñas, dotados de fuertes lanzas (picos) pero la víbora los devoró, finalmente el caburé logró matar al ofidio (Lehmann-Nitsche, 1924-25).

Entre los mbya-guaraníes (Cadogan, 1948),  el tuyuyú, le pide al Loro sastre que le haga unos pantalones. El Loro los hace según la medida de sus patas, con lo cual quedan demasiado cortos, per se justifica ante el tuyuyú diciendo que los hizo así para que pueda vadear por los bañados. El tuyuyú suele aparecer en los relatos como oficial de policía, quizás por su figura y por permanecer largo tiempo en pie, inmóvil, como si estuviera de guardia. En una fábula tupí, el picaflor compite con el tuyuyú para ver quién de ellos podia volar mayor distancia. El pequeño tomó la delantera pero, agotado, cayó al río. Cuando llegó la cigüeña le pidió que lo salvara, lo que hizo permitiéndole agarrarse de sus largas patas.

En un mito yuracaé (río Mamoré, Brasil), Tiri, el creador, descubrió que el yaguareté había comido a una persona, la fiera se excusaba diciendo que el sujeto ya estaba muerto por la picadura de una víbora. Entonces Tiri ordenó  a Uacauan, la cigüeña, que matara a la víbora. Desde entonces las cigüeñas se comen a los ofidios. (Barbosa Rodrígues, 1890; Lehmann Nitsche, 1926).


Cigüeña
Dibujo de Florian Paucke (2010)


Comenta Florian Paucke (2000) que los mocovíes fabricaban la siguiente artesanía: “mataban cigüeñas, rasguñaban la piel según el grosor del ave por el centro alrededor del cuerpo, sacaban la parte posterior con piel y plumas en forma que con todas éstas quedaran también las plumas de la cola, se la colocaban en la cabeza de modo que la cola quedara erecta. ¡Quién no reiría cordialmente ante esta figura o Mercurio indio! Pero ellos se ponían tan serios y lo mismo caminaban en esa forma por la aldea como si tuvieran sobre la cabeza el sombrero de castor más fino y más bello”.

La presencia de la cigüeña en los cuentos y leyendas criollas tiene una evidente contaminación proveniente de Europa, producto de la larga relación de sus civilizaciones con la especie de ese continente. Así aparecen la conocida fábula del zorro y la cigüeña que proviene del griego Esopo, la antigua leyenda alemana sobre las cigüeñas que traen a los recién nacidos en su pico, y también la cigüeña como ejemplo de amor filial, tal como lo cuenta Miguel Hernández (1872):

“La cigüeña, cuando es vieja,
Pierde la vista, y procuran
Cuidarla en su edá madura
Todas sus hijas pequeñas:
Apriendan de las cigüeñas
Este ejemplo de ternura”



EL TUYANGO EN LA POESIA Y EL CANTO

“…Las palomas se lamen como si estuvieran en pleno campo; 
             habitan el vértice del segundo poder; 
         en ese campanario serán devoradas por un tuyango matrero y loco…”

Paco Urondo - No tengo lágrimas (Del otro lado, 1965)



(…) A primera vista creí que se trataba
de un papel o una bolsa de polietileno
en suspenso a una altura un poco mayor
que la de una casa de dos pisos.
Tras una nueva mirada me sorprendí:
aquello era una garza de las grandes
o quizás un tuyango;
volaba muy alto y el sol de junio
bruñía al azul como a una piedra (…)

Roberto Malatesta - La fuerza del asunto




El gabán pionío

Gabán no pare en montaña
ni hace su nido en el cerro.
Como nace en la sabana
le pregunta a los garceros.

Yo tuve un gabán pionío
en mi casa, prisionero,
pero se acordó del río
y se fue para el estero.

No te duermas, mi gabán
en mangles de Juanaparo,
no anides en Chamizal
porque hay mucho cunaguaro.

No te quedes en el Meta,
cuídate, mi gabancito.
Mira que la gente es mala
y le gusta el gabán frito.

Eduardo Hernández Guevara



El gabán pionío

Gabán, gabán, gabán pionío,
gabancito que vuela tan alto
por senderos, sabana y palmar
no anides en rama seca ni pongase en pastizal
que la rama se seca y al pasto lo han de quemar.
Mi gaban viene y se roba los delirios y los placeres,
la mirada de los hombres y el alma de las mujeres.
Mi gabán es un pionío sediento de amaneceres
porque se hace el medio pío cuando una mujer lo quiere
Y el gabán anda laguna hasta que el invierno se muere,
el verano se avecina en la flor del querebere,
y cuando se van las aguas mi gabán siempre prefiere
refugiarse en los esteros donde tiene sus quereres (…)

Canción de Alfredo Parra





Ay, gabancito volador
de los llanos guariqueños,
si es verdad que eres mi amigo
llega volando hasta el cielo
y me traes de las alturas
el mas brillante lucero
para dárselo en regalo
a la prenda que más quiero (…)

A María del Carmen - Francisco Márquez Magdaleno




LA CIGÜEÑA Y SUS NOMBRES

En relación a los nombres comunes de la cigüeña debe tenerse en cuenta la falta de precisión de algunos términos ya que los pobladores muchas veces confunden a las tres especies de cicónidos sudamericanos: el jabirú (Jabiru mycteria), el tuyuyú (Mycteria americana) y la cigüeña (Ciconia maguari).

Maguari es el nombre tupí que anotó Marcgrave y que, como vimos, sería erróneo, refiriéndose más bien a la garza mora. De todas formas, como señalaba Wied es un nombre que se usa en desde Bahía hacia el norte. Se lo ha escrito también como mbaguari, baguari, biguari, magoari, maguari y mauari. Storni (1942) lo interpretó como “muchas que pasan en fila”, de mba: montón, gua: pasar, y ri: uno tras otro. Pero no parece ser esa una costumbre de esta ave de la que Azara (1992) dice “va comúnmente sola”, aunque menciona haber visto cincuenta y cuatro juntas en cierta laguna. También hay una observación de Hudson sobre el asunto. García (1913), por su parte, lo tradujo como mbegue: lento, y ri: estar: “el que anda lento”, lo cual parece más apropiado para esta ave.

Otros nombres que se le dan en Brasil son: cegonha, cauã y cauauã, en la boca del Amazonas; guara-vae, en la zona de Río Verde (Goiás); jabiru-moleque, jaburu-moleque, joão-grande, jabiru-tapucajá, y tabuiaiá en Brasil central y meridional, por ejemplo en Orissanga (Sao Paulo) y en el oeste del Pantanal (Mato Grosso do Sul).

En Colombia es la cigüeña llanera, y en Venezuela, el gabán pionío. Éste nombre parece referirse a la piel periocular roja del ave, que recuerda a las semillas rojas y negras del árbol mágico denominado pionío, peonía o wayruro (Ormosia coccinea).

En el norte de Sudamérica aparece la cigüeña en distintas lenguas nativas y criollas: yauru (arawak), apyrerèu (caribe), kumawali (aukan), bat (palikúr), tayaya (creole de Guayana), ghãgoje (creole karipúna) y tsaki (guahibo). En Sranan es eri, y por su componente inglés recibe también el nombre de redifutu (patas rojas).

En la zona del litoral argentino y en Paraguay se utiliza el nombre guaraní de tuyuyú, con el epíteto guazú (grande) para distinguirlo de Mycteria americana. Tuyuyú significa “que anda por el pantano”, de tuyú: pantano, barrial, lodazal; y : ir y venir, andar.

En la región chaqueña es el waqap de los qom, también escrito como huoqap, woqap, huoqa', huqap y huaqap;  así mismo  ñi, añi lesoxo’n. Tuyango, que se usa en Santa Fe y Entre Ríos, también sería de origen qom (tujango), aunque no lo hemos encontrado en los vocabularios de esa lengua.

Para los wichis de Formosa es wetnaj, lhokota o yulo.  Sería, con más precisión, el  yulo pata colorada, ya que el yulo a secas es el jabirú. El nombre lhokota o lhukutá se lo daban despectivamente los wichis del noroeste a los del centro de Formosa, porque, como la cigüeña, vivían del pescado, el cual recogían a la orilla del río Bermejo, cuando era descartado por los pescadores. Otros nombres usados en la región chaqueña eran patsaaj (wichi weenhayek),  pitsaj (chorote), siyojonoj (nivaklé), seyána (enxet, Chaco central paraguayo) y etuque litil (mocoví).

En La Pampa se registra killingui (ranquel). En Chile se usa el nombre pillo o pillu, y en Perú toyuyo, obviamente de origen guaraní.

Cigüeña es el nombre común en la región rioplatense (Buenos Aires y Uruguay), dado por los conquistadores españoles. Proviene del latin ciconia, y éste de los Cicones, un pueblo de Tracia, que veneraba a estas aves. Aunque otros lo derivan del galo de Bretaña, sikun.



Logotipo del Club Social y Deportivo Tuyango. Piedras Blancas, Entre Ríos 
http://deportivotuyango.blogspot.com/2009/05/primera-fecha-tuyango-volvio-con-una.html


Además de recibir nombres el tuyango los da. El Tuyuca es un arroyo dentro de la ciudad de Paraná, que debería escribirse Tuyucuá: “lugar donde habitan las cigüeñas”. (Rondan, 2007).  Además Los Tuyangos aparece como nombre de un club  de fútbol y de un grupo musical.







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