“Lejos de la patria - en Foz de Iguazú,
rodeado de hierbas azules, duerme tranquilo en su tumba, disfrutando el hechizo
de la selva, la canción eterna de los bosques…”
Poema de Wojciech Breowicz (1938), dedicado a la
memoria de Tadeusz Chrostowski
Long-tailed Manakin, dibujo de Willliam Swainson (1841)
|
En la
segunda década del siglo XX, como muchos otros nobles europeos, los integrantes
de la familia polaca Branicki se dedicaban a dilapidar sus fortunas en los
círculos de la Belle Époque parisina, abandonando la vocación mecénica de sus
antepasados. El museo zoológico financiado por la familia, Muzeum Zoologiczne
Branickich, y dirigido por Jan Sztolcman, se encontró en dificultades para
encarar nuevas expediciones de búsqueda de material para sus colecciones. Uno de sus colaboradores voluntarios era el
naturalista Tadeusz Chrostowski quien, habiéndole sido negado el apoyo
financiero del gobierno ruso, se encontraba buscando fondos en Varsovia para su
segundo viaje a Brasil, al estado de Paraná, sede de una importante
colonización polaca, tras haber vuelto de un promisorio primer viaje a ese
lugar. Dados los menguados recursos del Museo, Chrostowski buscó y consiguió
ayuda de Carl Eduard Hellmayr, curador de ornitología del Museo de
Zoología de Munich (Alemania), quien lo alentó a estudiar la avifauna del
planalto meridional brasileño. A cambio
de su aporte, Tadeusz debía cederle los ejemplares duplicados que
pudiera colectar (Straube & Urben, 2002).
A mediados de 1913
Chrostoswski desembarcaba en Santos, dirigiéndose por tren a San Pablo,
donde visitó el Museo Paulista y a su director, Hermann von Ihering. Poco
después se encontraba en Curitiba desde donde atravesando una zona de campos
abiertos con manchones de bosques de araucarias, próximos a las nacientes del
río Iguazú, alcanzó Río Negro en el límite con el estado de Santa Catarina.
Siguiendo en ferrocarril llegó a Tres Barras. Se instaló en la cercana colonia
Antônio Olinto, sobre el río Negro. El lugar estaba rodeado de áreas inundables
y, más al sur, por espesas selvas, de las que hoy apenas quedan 4300 ha
reforestadas y protegidas en la Floresta Nacional de Três Barras. Pasó
allí varios meses estudiando la interesante avifauna y colectando ejemplares
(Straube, 2016).
Selva virgen – Chrostowski (1922)
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A fines de 1914 se trasladó a la cercana Terra Vermelha, en la
desembocadura del río Negro en el Iguazú. Allí establecieron campamento con sus
acompañantes, junto a unos esteros y cañaverales, donde desarrollaron las
tareas de campo, acosados sin piedad por los mosquitos. En las noches, “toda la
vegetación alrededor de mi tienda vistióse con una luz plateada de luna, como
un manto fantasmal. Las oscuras profundidades del bosque se convirtieron en
espacios misteriosos; las voces que de allí venían, parecían expresar la
desesperación y discordia a las que estaban condenadas. Este poderoso e
impactante momento en la selva brasileña me causó sentimientos de ansiedad y
miedo”. Chrostowski no se limitaba a coleccionar aves y preparar pieles, sino que,
precursor de la ornitología de campo, dejó valiosas observaciones sobre el
comportamiento de las aves en su medio ambiente, doblemente valiosas ya que el
paisaje no tardaría en desaparecer bajo el avance implacable de los cultivos y
poblaciones.
Así en medio de la frondosa mata, pudo observar y relatarnos las
evoluciones del bailarín azul: “Al observar los movimientos contenidos y lentos
de los monos aulladores, escuché al otro lado algo que sonaba como una canción
animada. Era una voz que había escuchado muchas veces en los grandes bosques, y
sabía que se trataba de una especie de tangará azul, con la pluma central de la
cola alargada (Chiroxiphia caudata).
Sin embargo, estas aves son muy cuidadosas durante sus ceremonias y nunca era
posible atraparlas por sorpresa: el más mínimo ruido o el quiebre de una ramita
en el suelo provocaba inmediatamente un alerta por parte del líder, lo que
hacía que el grupo se dispersara hacia todas partes, dando una voz repetida con
un tono lloroso. Esta vez, sin embargo, sucedió lo contrario: entre los
arbustos vi sobre un gran tronco caído un gran grupo de estas aves. Tales
músicos se posaban débilmente aferrados a la corteza del tronco y bailaban
entre varias parejas de pájaros, moviéndose rítmicamente con el canto. El baile
consistía en subidas y bajadas rítmicas de los bailarines. De vez en cuando se
escuchaba la voz del director seguida de una pausa, luego nuevamente la señal
empezaba a sonar. Los movimientos de las aves eran tan atractivos, elegantes,
suaves y ágiles, y todos tan armoniosos que durante mucho tiempo permanecí
inmóvil para no perder esta visión tan inusual, incluso en Brasil. Entonces
recordé las palabras de un mestizo sobre que podría volverme muy rico si
lograra reunir algunas de estas aves para organizar un show de música y juegos
para actuar en todo el mundo” (Straube, 2016).
The Long-tailed Manakin, dibujo de Frederick Polydore
Nodder (Shaw, 1793)
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EL BAILARIN AZUL
El zoólogo George Shaw era encargado del sector de historia
natural del Museo Británico. Para compensar su magro salario editaba una
publicación popular con dibujos y textos sobre animales. Allí publicó un dibujo
y una breve descripción de un pajarito al que calificó como “el más brillante
de su tribu” y del que sólo sabía que se encontraba “en las partes más cálidas
de Sudamérica”. Así ingresó en el año 1793 el bailarín azul en el amplio templo
de la ciencia.
Pero casi doscientos años antes, el baile del tangará (como se
le dice en Brasil) llamó la atención del jesuita Fernão Cardim (1625) quien
revelaba lo siguiente “no canta, pero tiene algo maravilloso y es que tiene ataques de gota coral [epilepsia],
y por esta razón los indios no lo comen por no contraer la enfermedad; tiene
una especie de baile gracioso, a saber,
uno de ellos se hace el muerto, y los otros lo rodean, saltando y
haciendo un extraño canto de gritos que
se escucha de muy lejos, y cuando termina esta fiesta, gritería y bailes, el
que estaba como muerto se levanta, da un gran silbido y grita, y luego todos se
van, y se acabó la fiesta, y están tan
concentrados en ella cuando la hacen, que cuando son vistos y los acechan, no
huyen”.
El nombre de tangará, viene del tupí-guaraní atá, andar, y cara dar vueltas, es decir el que anda a los saltos, o baila a los
saltos, saltador. También le llaman en Brasil dançador y en Argentina, bailarín.
Pipra caudata – hembra y macho.
Thunberg (1817-1818)
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Félix de Azara (1802) lo ubicó entre los Pico de punzón con el
nombre Cola de Pala, si bien confiesa “Yo no sé a qué familia pueda
pertenecer”. En Paraguay era escaso “en lo interior de los bosques (…) donde le
he encontrado con su amada, pareciéndome poco arisco, y no inquieto”.
Poco después el príncipe de Wied (1830) lo observaba cerca de
Bahía. “Un pájaro hermoso y rápido, que es un poco tímido, y solo vive en los
grandes bosques. En los bosques primitivos altos y oscuros de los indios Camacan
en el área de la aldea de Jiboya, en el sertón de la provincia de Bahía, a
menudo encontraba a estos pajaritos en pequeños grupos, en otras áreas estaban
emparejados. El silbido corto y fuerte de este pájaro, a la manera de la
mayoría de los manakins, es muy reconocible una vez que has aprendido a
distinguirlo. En pequeños grupos, estas aves se mueven rápido a través de los
altos árboles del bosque, a menudo sólo en la parte más baja de los arbustos, y
si el ave está sola, a menudo se esconde rápidamente del cazador rastrero. El
Dr. Von Spix (…) Encontró esta hermosa especie en los bosques del río
Solimoens, por lo que está muy extendida en gran parte de América del Sur”.
Pipra
caudata – Dibujo de Matthias Schmidt (Spix, 1824-1825)
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“Este dançador azul vive en la selva con tanto mayor placer cuanto
más enredada e impenetrable. Los lugares a los que la voz popular le adjunta el
adjetivo de “sucios” son su residencia predilecta. (…) Muchas veces he observado una media docena en un pequeño círculo de selva. No es
particularmente arisco, ni particularmente confiado. La observación de su forma
de vivir cuesta un poco de trabajo, y no se consigue fácilmente sin arañarse
las manos ni rasgarse la ropa”.
Y en la Sierra dos Orgãos, donde era común, Goeldi (1894)
asistió a sus bailes: “Yo mismo he
asistido más de una vez a los conciertos de Chiroxiphia caudata, principalmente
en agosto y generalmente en las primeras horas de la mañana, tan pronto como el
sol ha calentado la selva. Uno o más de los machos gritan desde diferentes
puntos, que suena como un tiú en tono breve y diríase que es la señal de
llamada. Ante esta llamada se observa que varios participantes se
encuentran en algún lugar del matorral, en un punto que abarca pocos centímetros.
Se acercan cada vez más y finalmente se posan en una o más ramas bajas de uno o
más arbustos. Un individuo, que preferiblemente sube a una rama que está medio
caída oblicuamente, inicia el baile con un tratra muy distintivo, con el cual
vuela de una rama a otra describiendo un corto giro. Todavía no está posado,
cuando un segundo le ocupa el lugar, volando igualmente con un tratra y se posa
nuevamente en la vecindad. La misma maniobra la repiten en serie todos los
individuos reunidos, y el concierto dura un cuarto de hora, media hora, sin
interrupción.
Al final, uno de los individuos da un agudo silbido, liberado
con una aspereza extraordinaria, y todo queda en calma. El concierto ha
terminado. Sin embargo, es repetido, aún varias veces, en varios lugares del
bosque al mismo tiempo, por diferentes grupos. Hasta donde pude comprobarlo, me
pareció que solo los machos participaban de él.”
Pipra longicauda - (Kittlitz, 1832-1833) |
Esta habilidad para la danza le ganó además el nombre de pájaro
fandango, por lo nativos de Sao Paulo (Hamilton, 1871). En Taquara Do Mundo
Novo (Rio Grande do Sul), Hermann von Ihering (Berlepsch & Ihering, 1885),
también fue testigo de estos bailes: “El «Danzador» o pájaro bailarín. Este
nombre sugiere los bailes extraños, aparentemente poco conocidos de estas aves.
Son los machos, generalmente tres o cuatro, los que realizan sus bailes en
primavera frente a la hembra, posada y observando en silencio. Para esto usan
ramas delgadas, horizontales o inclinadas, sobre las cuales saltan hacia arriba
y hacia abajo. Desafortunadamente, vi el hermoso espectáculo solo una vez y no
lo suficiente, ya que pronto nos vieron. Según muchos conocidos, se supone que
uno de los animales hace la música para bailar y luego golpea las alas con un
silbido fuerte y agudo para dar la señal de detener el juego. También deben
usar regularmente el mismo espacio para esto durante mucho tiempo (…) Muchos
brasileños pobres que se ganan la vida cazando y cuereando en el bosque me
aseguraron que sólo querían tener una compañía de danza así con la que podían
organizar unos buenos bailes en cautiverio y luego viajar con ellos”. Como
vimos antes, este comentario fue tomado por Chrostowski.
Arnaldo de Winkelried Bertoni (1901), hizo observaciones sobre
su alimentación en Paraguay (Alto Paraná): “Su principal alimento es frutitas
silvestres que come en grandes cantidades. Si se observa algún arbolito de
frutas apetecidas, se le ve llegar a comer muchas rápidamente, como si
estuviere apurado, y retirarse para volver después de diez o doce minutos; esto
creo lo hace para mezclar insectos en su alimento. Es algo inquieto y desconfiado,
y su voz clara y fuerte dice tshuví-tshuví, repitiéndola con largos
intervalos”.
Pipra
caudata – Dibujo de Jean Théodore Descourtilz (1854-1856)
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En pleno Corcovado (Rio de Janeiro) Jean-Théodore Descourtilz
(1854-1856) apuntaba lo siguiente: “Este pájaro vive en parejas durante la
mayor parte del año; a los dos individuos se unen los jóvenes durante los meses posteriores a
su nacimiento; así aumentada, la familia reunida emprende sus pequeñas
excursiones, pero nunca se aleja del lugar donde estaba su cuna. Alcanzando muy
raramente la parte superior de los árboles grandes, este Manakin prefiere
posarse en ramas bajas en medio de matorrales, incluso en lugares húmedos,
donde penetra una luz débil, debido al grosor de las ramas cercanas, aunque
pocos árboles bastan para dar sombra.
Continuamente en movimiento, saltando en cadencia, este hábito hizo que los
nativos le dieran el nombre de Dansarinho, al igual que al Manakin tijé [Chiroxiphia pareola]. La voz explosiva y
el canto gutural que acompañan este ejercicio no constituyen su canción
ordinaria, que es una serie de llamadas, más o menos precipitadas, que traducen
perfectamente las sílabas goy-où, goy-où. Es común a ambos sexos, y lo
escuchamos especialmente cuando el aire está tórrido, y el clima prepara
tormenta. Muy cauteloso, el Manakin de cola larga que desea alcanzar una rama
alta se precipita desde lejos, llega de repente y se queda unos minutos para
observar los objetos que lo rodean; tranquilizado de su miedo a los peligros,
picotea y canta. Su alimento consiste en pequeñas bayas; entre éstas se encuentran,
sobre todo, las Melastomáceas, algunas Mirtáceas y los frutos de una
Lorantácea, una parásita cuyas ramas, fijadas en la corteza de una rama ajena,
vegeta a sus expensas, y siempre se inclinan hacia tierra”.
Tadeusz Chrostowski (1878-1923)
https://pt.wikipedia.org/wiki/Tadeusz_Chrostowski#/media/Ficheiro:Chrostowski.jpg
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LA VIDA AVENTURERA DE TADEUSZ
Tadeusz Chrostowski nació en 1878 en
Kamionka (Polonia), en la región de Mazovia, en ese momento bajo el
dominio ruso. Una zona de montes bajos, ríos y arroyos afluentes del Vístula, y
bosques de abedules, sauces, alisos y hayas,
donde desde niño tenía abundante naturaleza a su alcance, la cual lo atraía
notablemente, especialmente las aves. Estudió en la Universidad de Moscú pero,
como otros jóvenes polacos, integraba grupos liberales que conspiraban contra
el zar, por lo cual fue encarcelado y deportado a Siberia, al bajo río Obi,
durante tres años. Vuelto a Cracovia, se inscribió en la carrera de Farmacia,
pero un año después se desató la guerra ruso-japonesa, y fue enviado como
oficial a Manchuria, tras lo cual prosiguió estudiando ciencias naturales (Palmer,
1925; Dabbene, 1926; Straube & Urben, 2002).
Casa del autor en la colonia Vera Guarani - Chrostowski
(1922)
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Para no volver a someterse a los rusos, en 1907 comenzó a
preparar una expedición a Brasil, siguiendo el ejemplo de su
compatriota Konstanty Jelski quien había recorrido la Guayana
Francesa y el Perú, entre 1866 y 1875. Decidió instalarse en 1910 en la
colonia Vera Guarani (Paraná, Brasil), dedicándose a la apicultura. Los
momentos libres los aprovechaba para excursionar por el río Iguazú medio,
colectando ejemplares. Ya decidido a dedicarse plenamente a las ciencias
naturales, al año siguiente volvió a Polonia donde publicó un trabajo sobre las
aves de Paraná, “Kolekcya ornitológiczna ptaków paranskich” (Colección
ornitológica de aves paranaenses). Como
ya vimos al comienzo de esta nota, en 1813 realizó su segundo viaje a Paraná,
aunque la inminencia de la primera guerra mundial, lo obligó a volver pronto a su patria vía Suecia, ocasión en que lo
descubrió el ejército zarista que lo incorporó inmediatamente a sus filas.
Aprovechando el estallido de la revolución bolchevique en 1917, desertó y se
escondió en San Petersburgo, con una falsa identidad. Se contactó con
Valentin Bianchi, del Museo Zoológico de la Academia de Ciencias de Petrogrado,
donde entre privaciones y sospechas de espionaje, pudo estudiar las aves
neotropicales, especialmente los ejemplares traídos por Friedrich von Kittlitz,
de su viaje de circunnavegación (1826-1829), y la colección de Emile Ménétriès, obtenida en Brasil. El
trabajo resultante fue “Sur les types d'oiseaux néotropicaux du Musée
Zoologique de l'Academie des Sciences de Pétrograde” (1921). En Polonia, ya
libre del dominio ruso, se creó en 1919 el Museo Nacional de Historia Natural
de Varsovia, en base al Gabinete Zoológico y a la colección de los Branicki. Allí
Tadeusz fue designado curador de aves neotropicales, una colección de 342
ejemplares obtenidos por Jelski, Jan Sztolcman, Jan Kalinowski
y Jozéf Siemiradzki. Con ello publicó “On some rare or little known
species of South American birds” (1921) y con sus notas de campo editó el
libro “Parana: wspomnienia z pdrózy w roku 1914” (1922, Paraná:
recuerdos de viaje del año 1914) (Palmer, 1925; Straube & Urben, 2002).
En 1918 se incorporó al ejército polaco como teniente de
infantería y por su acción en combate se le otorgó la Orden Polaca a la Virtud
Militar. Conseguida la independencia de Polonia, logró el apoyo del gobierno
para un tercer viaje a Paraná. En diciembre de 1921 partió junto a Tadeusz
Jaczewski (Universidad de Varsovia)
y el preparador del museo, Stanislaw Borécki. Por tren llegaron a Mallet
(Paraná), y desde allí, alternando el automóvil con caballos, burros y canoas,
recorrieron casi 1500 km a lo largo de los ríos Ivaí e Iguazú. Chrostowski no
dejó de agradecer a sus colaboradores locales,
João Napoleão dos Cantos, Eugênio Afonso de Oliveira y Tomás Dias
Batista, gracias a cuyo coraje y habilidad con las canoas se pudo concretar el
viaje y obtener miles de ejemplares de 260 especies de aves enviadas al Museo
de Varsovia. En marzo de 1923, los
expedicionarios llegaron Puerto Bertoni para conocer al médico y naturalista
Moisés Bertoni, aunque éste, con su proyecto ya en decadencia, sólo hizo una referencia pasajera de este
encuentro. Más tarde los exploradores, afectados de malaria, se vieron obligados
a detenerse en Pinheirinhos (cerca de Foz do Iguaçu). A Tadeusz, la enfermedad
se le complicó con una neumonía y con el desgaste propio de semejante viaje.
Pese a los cuidados, la ayuda médica llegó tarde y falleció el 4 de abril de
1923. Fue enterrado junto al camino de Guarapuava a Foz do Iguaçu. Tal sitio se
encuentra hoy en día dentro del Parque Nacional do Iguaçu. En 1934, la
colectividad polaca brasileña le levantó allí un monumento de piedra con una
cruz de cedro y una placa de bronce. Lamentablemente la tumba fue posteriormente
saqueada y se encuentra hoy en estado de abandono (Piechnik & Przemislaw,
2016; Revista Mosaicos, 2018).
La actividad de Chrostowski no se limitó solamente a la
obtención y preparación de ejemplares para los museos, sino que, como dijimos, hizo detalladas observaciones del
comportamiento de las aves iniciando la ornitología de campo en Paraná, donde
la comunidad científica lo reconoce como patrono de esa actividad en el
estado. Su compañero de viaje, Tadeusz
Jaczewski, recordaba que Chrostowski se destacaba por su energía, su tenacidad
y su compañerismo, ayudando a levantar la moral del grupo en los peores
momentos. Y agregaba que conocía las
aves “principalmente como observador de sus modos de vida, sus costumbres, y las comprendía. Ese mundo alado consistía
el disfrute de su propia vida".
A DANÇA DO TANGARÁ
Álvaro Moreyra
Naquela noite danada
em que a formiga rogou
a praga contra a cigarra:
— Cantava, não é? Cantou?
Pois, então, agora dance! –
naquela noite danada
aconteceu que de um galho,
vizinho do bangalô
onde a formiga morava,
um passarinho escutou
essas palavras malvadas.
Mas, malvadas não achou.
Ao contrário da cigarra,
o passarinho gostou.
Gostou tanto, que em seguida,
dançou, dançou, dançou.
Nunca mais quis outra vida.
Dançou sozinho, primeiro.
Depois, com par. Afinal,
bateu na testa e acabou
formando uma companhia
de bailado brasileiro,
bem nosso, bem nacional.
Artistas disciplinados.
Formam roda nos caminhos
e repetem sempre igual,
na cadência que a embalança,
ida e volta, volta e ida,
a dança do tangará,
mais alegre do que a dança
que agente dança na vida
que se chama esperança,
ida e volta, volta e ida…
[La
danza del tangará - Esa maldita noche en que la hormiga pidió una plaga
contra la cigarra: “¿No era que cantabas? -¿Cantaste? - Pues bien, ahora
baila! Esa maldita noche sucedió que
desde una rama, próxima al bungaló donde vivía la hormiga, un pajarito
escuchó esas palabras malvadas. Pero no las creyó malvadas. A diferencia de
la cigarra, al pájaro le gustaron. Le
gustaron tanto que entonces bailó, bailó, bailó. Nunca más quiso otra vida.
Primero bailó sólo. Luego en pareja. Al final se golpeó la frente y acabó
formando una compañía de baile brasileño, bien nuestro, bien nacional.
Artistas disciplinados forman rondas en los caminos y siempre repiten lo
mismo, en la cadencia que la envuelve, ida y vuelta, ida y vuelta, la danza
del tangará, más alegre que los bailes
que la gente baila en la vida, que se llama esperanza. Ida y vuelta, ida y vuelta ...]
|
EL TANGARA EN LA CULTURA
El tangará impactó con fuerza en la cultura brasileña,
especialmente por su curiosa danza colectiva que se asimila a las habilidades
de baile de diversos personajes. Por un
lado, como en los versos de Moreyra, inspira a imitarla originando grupos
folclóricos como Bando de Tangarás, que
actuó hacia 1930. Por otro lado da sustento a los bailes de diversas
etnias. Así, según informa Alberto
Medina (Bareiro Saguier, 2004), de Paso Yobai (Paraguay) los mbya, imitando la
conducta del creador Tupa, realizaban unos pasos de danza, acercándose los
grupos de bailarines y entrecruzándose. A este baile que ejecutaban en el lugar
sagrado u opy, llamaron “tangará”, y lo ejecutaban en honor a los karai o
señores importante de su tribu. En la
canción “Tangará, el Bailarín Azul”, de Nerina Bader y Karoso Zuetta, se relata
este evento:
“Tangará, guyrá ovy jerojy, Tangará Jerojy, wyrá ovy jerojy
takuá Oñomongarái ieié, iaiá Tangará, opyguá jerojy kumbijá mbojaity nde ravé
mbaraká mirí ogueroñeé iaiá, ieié”.
[Tangará, ave azul, tangará del Chamán, reunión del tacuaral,
danza en el opy, oración ritual ieié, iaiá. Tangará, danzarás cerca del
tacuaral. Rondarás, Tangará en reunión ritual. Bailarín azul, ieié, iaiú.
Tangará del chamán en la ronda ritual el ravé sonará, maracas al son cantan tu
oración: iaiá ieié.]
También el tangará aparece en cuentos y leyendas. El poeta de
Rio Grande do Norte, Valdeilson Ribeiro, relata esta leyenda que da origen al
nombre de una ciudad de ese estado, donde no existe el bailarín azul, así que
quizás se refiera al similar tangará-príncipe (Chiroxiphia pareola):
E a dança dos pássaros deslumbrantes
Ecoava a mais linda melodia
Com dois pássaros na mesma sinfonia
Uma dança em campos verdejantes
Duas aves dois atos intrigantes
Com o canto tão belo... norte a sul
No compasso da música e o céu azul
Seduzindo o pássaro Tangará
Um cantando e o outro dançar
Tangará casou com Uirapuru
[Y la danza del pájaro deslumbrante, se hizo eco de la melodía
más bella, con dos pájaros en la misma sinfonía. Un baile en campos verdes, dos
pájaros, dos actos intrigantes, con el canto tan hermoso... de norte a sur, en
el compás de la música y el cielo azul. Seduciendo el pájaro Tangará, uno cantando
y el otro bailando, Tangará se casó con Uirapuru.]
Ofir Leite, folclorista paranaense, rescató un cuento que se
conserva en Guaraqueçaba (Paraná) y que refiere que Chico Santos tuvo varios
hijos, trabajadores capaces, pero locos por el baile: vivían bailando, incluso
interrumpiendo su tarea. Cierta vez, en Semana Santa, cometieron el sacrilegio
de bailar, y por ello Dios los hizo enfermar de viruela y se murieron. Y al
morir tomaron el aspecto del tangará, y cantaban y bailaban todos los días dando
giros y volteretas, hasta que Dios se apiadó de ellos y los llevó al cielo
(Câmara Cascudo, 1976).
Y hasta se habla de un estilo tangará en la poesía a partir del
poemario Tangara Tangara de Ramón
Silva caracterizado por los “versos cortos, sin estrofa ni rima, pero con un
ritmo sonoro y uniforme“ (Trinidad Sanabria, 1991)
EL CURIOSO NOMBRE MANAKIN
En inglés al Bailarín azul se lo denomina
Swallow-tailed Manakin, es decir Manakin cola de golondrina. Brisson (1760)
explica que Manakin es el nombre que han dado los holandeses a algunas
especies de este género.
Posiblemente la voz venga del holandés manneken o , diminutivo de man,
hombre, y por extensión, cosa pequeña y preciosa. En el s. XVII designaba
unas figurillas que servían de modelo a los artistas, y hacia 1830 se
introdujo en el mundo la moda francesa como mannequin, castellanizado en maniquí.
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Azara,
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Brisson,
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on a joint une description exacte de chaque espece, avec les citations des
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donnés les différentes nations, & les noms vulgaires.
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Cascudo, Luís da -2012- Geografia dos Mitos Brasileiros. 1ª edição digital. São
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