"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


lunes, 3 de junio de 2019

EL CHINGOLO (Zonotrichia capensis) Y DÁMASO ANTONIO LARRAÑAGA


Detrás de un monte lejano se hunde el sol, desfallecido,
 y lo despide un chingolo con su nostálgico trino.

La Tardecita - Serafín J. García


Chingolo. 
Dibujo probablemente de Dámaso Larrañaga 
Duarte M et al. Dámaso Antonio Larrañaga.  Naturaleza ilustrada. Montevideo. 2016 



En los primeros años del siglo XIX, Dámaso Antonio Larrañaga, escribía sobre el Chingolo (Zonotrichia capensis), al que llamó Fringilla civica, lo siguiente: “Es ave tan común que se encuentra por todas partes en donde habita el hombre y le hubiera puesto domestica en lugar de civica, si no estuviera ya este nombre apropiado al gorrión de Europa. Creo que se diferencia bastante para que no se pueda hacer de él una especie separada, y aun creo que sea nueva no obstante que encuentro mucha dificultad en persuadirme no sea conocido por los naturalistas un pájaro tan común a menos que no lo crean diferente del de Europa, Fringilla domestica [Passer domesticus]”.

A continuación señala las diferencias que tiene con el gorrión europeo y comenta: “El nido en los mechinales [agujeros en los muros], en los árboles, también en el suelo, formado de cardos. Unos cinco huevos blancos, jaspeados de rosa seca. Tiene mi. prop. [¿mismas proporciones?] del europeo, pero no es tan perjudicial”. Al parecer los chingolos eran enemigos de la huerta del presbítero porque en su Diario de la Chácara (1819) dice: “Los chingolos me arruinaron dos colecitas que habían brotado únicamente de las parisienes”.

Da como referencia a Félix de Azara que afirmaba que debido a sus alas débiles y breves “vuelan con menos ligereza, y se dilatan poco, contentándose con pasar de un matorral a otro, viviendo en ellos, prefiriendo los espesos y grandes, atravesándolos y baxando al suelo. Verdad es que salen con freqüencia a la inmediación despejada; pero no se alejan, ni suben a los árboles grandes, ni secos, ni se dexan ver en las cumbres, ni se internan en bosques ni campos”.

Pese a este hábitat restringido al chingolo se lo puede encontrar desde los bosques patagónicos a la aridez de la puna o desde los talares bonaerenses a las húmedas selvas misioneras. Merecería con toda justicia el título de Ave Nacional que ostenta el hornero.

Respecto a sus nombres Azara  informaba que “algunos llaman Gorrión al presente, porque es común y familiar en los pueblos y fuera de ellos y a veces entra en los quartos. En Buenos Ayres y Montevideo le denominan Chingolo y Chingolito, y los guaranís Chesihasí, porque lo canta todo el año con mucha claridad (…) A esto se reduce su voz, aunque al obscurecer la noche suele cantar mejor de otro modo con alguna variedad desde su dormitorio, que siempre es un árbol copudo (…) Al romper el día es de los primeros que saludan la aurora. Nunca va en sociedad, sino con su amada idéntica”.

Buffon ya había descripto esta especie con el nombre de Bonjour-commandeur [Buenos días Comandante]: “se le llama así en la isla de Cayena a una especie de bruant [escribano - emberízido] que tiene la costumbre de cantar al apuntar el día, y que los colonos  tienen al alcance del oído, porque vive alrededor de las casas (…) tienen la voz aguda de nuestros gorriones de Francia; están más a menudo en el suelo, como los escribanos, y casi siempre de a dos”. Agregaba que este escribano de Cayena “se parece perfectamente al del cabo de Buena Esperanza (…) que el Sr. de Sonini considera como la misma ave con dos nombres diferentes, de lo que sigue necesariamente que una de las dos denominaciones es defectuosa, si este escribano es natural de la isla de Cayena, es más que probable que no se encuentre en el cabo de Buena Esperanza, a menos que haya sido llevado por los barcos”.



Bruant du Cap de Bonne Espérance 
Dibujo de François Nicolas Martinet.  
Daubenton, EL -1765-1783?- Planches enluminées d'histoire naturelle. Paris?



Y aquí nos da Buffon la pista del porqué de ese inoportuno nombre específico que Philipp Statius Müller le había dado. La llamó Caapsche Finch [Pinzón del Cabo],  Fringilla capensis, basándose en el nombre de la lámina nº 386, figura 2, de las Planches enluminées que acompañaban la obra de Buffon, sin leer en el texto la aclaración de Sonini que citamos. Por la regla de prioridad de la nomenclatura científica el nombre no se puede cambiar y nuestro chingolito quedará con un nombre que sugiere un exótico origen africano.

En 1831 William Swainson creó el subgénero Zonotrichia dentro de Fringilla para el Gorrión de corona blanca (Zonotrichia leucophrys). Este nombre significa “fajas de  cabellos”, aludiendo a las rayas en la cabeza que tiene esa especie norteamericana  y también el chingolo (del latín zona: faja, y del griego thrix, trichos: cabello y por extensión, pluma). Charles Bonaparte enseguida lo elevó a género y el mismo Swainson lo usó por primera vez para el chingolo, en su subespecie brasileña que Johann von Spix había descubierto en los alrededores de Rio de Janeiro.


Tanagra ruficollis
Dibujo de Matthias Schmidt (Spix, JB von, Avium species novae. 1824-1825)  



Charles Darwin encontró al chingolo en las riberas del Plata, Bahía Blanca, Puerto Deseado, Valparaíso y en la Cordillera de los Andes a 2400 msnm.: “Generalmente prefiere lugares habitados, pero no alcanzó el grado de domesticación del gorrión inglés. No anda en bandadas, aunque frecuentemente pueden verse varios comiendo juntos”. En Montevideo encontró un nido parasitado por el Renegrido (Molothrus bonariensis), porque el chingolo es uno de los hospedadores más comunes de ese parásito de cría. Así lo relataba Von Ihering: “Y el pobre tico-tico, sin hacer objeción, consagra todo su cariño a estos huevos ajenos y, más tarde, al salir los hijitos, les da los mismos cuidados que a sus propios hijos. Teniendo que crecer más, este hijo intruso también precisa comer más y el paciente tico-tico le da doble ración, algunas veces descuidando a los hijos legítimos, que no consiguen erguirse tanto en el nido, para disputar los bocados. Es grato ver, más tarde, a la madre dando los primeros paseos con los hijitos; si entre ellos uno es mucho más grandote y de otro aspecto, ése es el hijo del Renegrido”.


Pero el chingolo se empeñaba en engañar a los naturalistas. John Kirk Townsend, que coleccionaba aves en Estados Unidos a mediados del siglo XIX, enviaba habitualmente sus ejemplares a John James Audubon  para que los clasificara, designara y dibujara. Entre estos ejemplares le mandó un chingolo que Audubon describió como ave norteamericana. “Un único espécimen de este precioso pajarito, aparentemente un macho adulto, me ha sido enviado por el Dr. Townsend, quien lo obtuvo en Alta California. Suponiendo que no está descripto, lo he denominado en honor a mi excelente y muy estimado amigo, el Dr. [Samuel George] Morton de Filadelfia, secretario correspondiente de la Academia de Ciencias Naturales de esa ciudad”.  En efecto, lo llamó Fringilla Mortonii incluyéndolo en una de sus famosas láminas. El ave en realidad provenía de Valparaíso, donde Townsend había estado colectando en mayo de 1835, y al mezclarse con los ejemplares norteamericanos de sus colecciones, Audubon lo creyó de este origen.


Morton’s Finch
Dibujo de John James Audubon (The Birds of America. 7 vol. New York. 1840)



A su llegada al Río de la Plata, en octubre de 1826, el naturalista Alcide d’Orbigny, fue recibido por varias aves en el mismo buque en que viajaba: “Muchos pájaros de tierra vinieron a descansar al cordaje. Nos procuramos un cuco, güira cantagara de Buffon, una tijereta de larga cola y un gorrión”, que en realidad era un chingolo.

Claude Gay consideraba al chincol “muy común en Chile, y existe en toda la América meridional, desde el Brasil (…) hasta el noreste de la Patagonia (…) Su grito es i-tío, chiu, chiu, trrrri”.  Philip Gosse los vio en Mendoza donde eran muy comunes incluso hasta en las alturas [de Puente] del Inca (2700 msnm). “He oído cantar a estos pajaritos durante las claras noches de luna. El canto consiste en una serie de pequeñas series desconexas de notas, para nada desagradables (…) Muy rara vez los vi lejos de las viviendas, pero eran siempre abundantes en los cultivos o cerca de las casas o los campamentos”. Incluso se llevó algunos al Jardín Zoológico de Londres donde se adaptaron bien.

En el Uruguay Oliver Aplin observó las diversas ubicaciones del nido del chingolo en “agujeros en paredes (vi uno a mitad de un aljibe), en los cilindros de hojalata que se ponen alrededor de los árboles jóvenes para protegerlos de las hormigas, en arbustos, etc. Dos estaban en la tierra en un cultivo reciente (…) entre pasto seco (…) Un nido fue construido entre las vueltas de un lazo enrollado colgado en un galpón”.


Y en el Ajó, Ernest Gibson relata un curioso “ataque de una inmensa polilla marrón (Erebia odora [Ascalapha odorata]), de casi 18 cm de envergadura, sobre una de estas aves. Ocurrió de día, de modo que la polilla debe haber confundido al ave con uno de su propia especie pero, de cualquier modo, ahí estaba, golpeando al “gorrión” vigorosamente con sus alas, mientras este último saltaba hacia atrás, evidentemente indeciso entre el miedo a un agresor tan grande y atrevido, y el desprecio hacia los débiles golpes de los que era receptor. Al final, fui tras la polilla con una red de mariposas, puse fin a la pelea (…) un combate muy homérico”.

Roland F. Hussey  pasó seis meses trabajando en el Observatorio Astronómico de La Plata  en 1914 y  opinó que “por gran parte del país el Chingolo es el ave favorita y es uno de los primeros pájaros que ve el ojo del extranjero, y sus preciosos costumbres y canto lo mantienen constantemente a la vista”. Porque a los europeos el chingolo les recordaba su conocido gorrión doméstico, como lo marcaba William Henry Hudson: “Como se reproduce en los campos, en el suelo, nunca puede ser tan familiar con el humano, pero en apariencia es como una copia refinada del corpulento gorrión inglés (…) con la distinción añadida de una cresta, que baja y eleva en todos los ángulos para expresar los diversos sentimientos que afectan a su pequeña mente ocupada”.


Parece que el chingolo caía simpático a todos. El ornitólogo Alexander Wetmore decía: “En su adaptabilidad a las diversas zonas faunísticas, su abundancia y su aceptación confiada del humano, y de los cambios que él ha forjado en la faz de la tierra, estos pinzones de voz dulce se han ganado un lugar en la estima de los paisanos, que pocos pájaros han recibido, en tierras donde se considera cualquier cosa que tenga plumas con interés principalmente como fuente potencial de comida. Aunque se encuentra generalmente en bandadas pequeñas o, a veces, solo en pequeñas áreas  abiertas de arbustales o matorrales, en las pampas, donde tal cubierta es escasa, frecuentan zonas de malezas o incluso pastos bajos o cualquier otro de los escasos refugios disponibles. En los pueblos, donde se encuentran dispersos por jardines y plazas, e incluso entran en los pequeños patios donde los arbustos pueden ofrecerle refugio, sus rasgos amistosos cuando vienen en busca de migajas, y sus canciones tranquilas los hacen queridos para el corazón de todos”. Y recordaba cómo el canto del chingolo lo acompañaba en sus excursiones ornitológicas por la provincia de Buenos Aires.


En el valle de Los Reartes (Córdoba), Alberto Castellanos “solía observar con cariño la docilidad de estos pájaros. No sólo no se les molestaba, sino que se les daba de comer todos los días por la mañana. Confiados  andaban saltando por los patios, galerías y hasta se entraban a las piezas, intentando salirse  por los vidrios de las ventanas, si de improviso se les ganaba la puerta. A veces se aturdían a cabezazos y los podíamos cazar, dándoles otra vez la libertad. Solían ser los comensales infaltables a las aventadas del maíz pisado en aquellos viejos morteros que tan sólo el recuerdo los conserva. Esperaban que se retirasen las gallinas o cuando quedaban pocas iban a comer el afrecho. Como esta costumbre es una de las más características, le han individualizado en el nombre vulgar con el apodo de chingolo afrechero, aunque se le designa con el último para abreviar”.  Y el mismo autor lo escuchó en Tierra del Fuego: “Su canto sencillo; resultaba de una dulzura arrobadora en medio de aquel silencio que se infiltraba como la humedad, hasta los huesos, en aquella soledad aniquiladora y bajo un  cielo gris, opaco, nebuloso…”


El chingolo cantor, “flautilla animada” como lo llamaba Eduardo Holmberg, acompañó a Henry Durnford (1878) en sus expediciones con los colonos galeses por el solitario valle del río Chubut: “Tiene un bonito  y corto trino, que canta por la tarde y durante la noche, cuando la luna brilla; y, a menudo, mientras estaba acostado despierto bajo mis jergones y mi manta de guanaco, este “gorrión” se mantenía cantando a pocos metros de mi cabeza”. Y Jorge Casares en Estanzuela (San Luis): “Cuando espaciado por un silencio, y luego repetido, se oye a la hora del crepúsculo, resuena con sedante, apacible cadencia; si alguna vez estalla en medio de la noche, cobra singular repercusión y se le atribuye virtud de pronóstico: anuncia viento, afirmaban los paisanos de mis lares”.


Sobre su canto decía el Dr. Franco da Rocha: “Para los aficionados a las interpretaciones fantasiosas, lo que él canta por la mañana y por la tarde es lo siguiente: "mi vida es así ... así … así”,  y, a veces, a plena noche, también se le oye cantar. El tico-tico es de una confianza ilimitada, ingenua; no sospechosa jamás de la perfidia humana, aunque viva siempre junto al hombre. Cuando se arma una trampa, cerca de la casa o cualquier otra trampa, es infaliblemente el primero que cae preso”.


Carlos Selva Andrade observó en una quinta cercana a Ramos Mejía (Buenos Aires) la siguiente extraña conducta de los chingolos: “Cuando callaba la grey alada y empezaban a insinuarse las sombras, un espectáculo nuevo se desarrollaba ante mis ojos. Tenía que esforzarme para ver la pista de tierra, lisa y sin hierbas, que se extendía al pie de los ligustros, porque, entonces, los chingolos, con un vuelo que describía una semi-espiral, se descolgaban de los arbustos y se reunían por bandadas en el suelo. Y allí los veía, entre dos luces, corretear, más bien deslizarse con las alas extendidas y movimientos nerviosos, enhiesto el copete como si los dominara una gran excitación. Una luz débil, rojiza, iluminaba la escena que se prolongaba un tiempo, en silencio, como si fuera un rito. Los pajaritos iban y venían hasta que una nota cristalina, emitida por uno de ellos, los hacía detenerse; permanecían un instante en suspenso y luego se sumergían, todos de golpe, en la noche del follaje (…) Muchas veces me han llamado la atención sus gorjeos nocturnos, modulados con la más clara voz. La gente en Misiones me solía decir que los tico-ticos anuncian los cambios de viento. No podría certificarlo con observaciones precisas pero puedo decir que varias veces, en la alta noche, después de oír el canto del chingolo, escuchaba a lo lejos el chirriar de la veleta ubicada sobre el secadero de yerba. ¿Casualidades? ¿Premoniciones?”.


Alex Mouchard

En nuestra próxima entrada trataremos la frondosa relación del chingolo con las culturas humanas.





Miniatura anónima pintada en 1817, probablemente en Río de Janeiro, según Rafael Algorta Camusso (El padre Dámaso Antonio Larrañaga. Apuntes para su bíografía. Montevideo. 1922), uno de los únicos dos retratos del presbítero. 



EL PRESBÍTERO

      Dámaso Antonio Larrañaga nació en Montevideo en 1771.  Estudio allí con los padres Franciscanos, en el Colegio San Carlos de Buenos Aires  y en la Universidad de Córdoba. Se ordenó como sacerdote en Río de Janeiro, y regresó a Montevideo en 1799. Tras su participación en los sucesos revolucionarios es designado sub-director de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, por Saturnino Segurola. En esa función obtiene de Bartolomé Doroteo Muñoz, objetos de historia natural de la Banda Oriental para el museo creado por Rivadavia en 1812. Pero su actividad de coleccionista había comenzado desde muy joven, cuando pedía que le enviaran nidos, pájaros, flores y plantas raras. Y en sus cartas a Muñoz mostraba también interés por los encubertados o armadillos y las vizcachas. En 1815 realiza el viaje al cuartel general de Artigas en Paysandú, lo que le dio motivo para redactar un Diario de viaje de Montevideo a Paysandú (1815) con observaciones de flora y la fauna. Cerca de Haedo avistó un carpintero blanco y varias calandrias. En el puerto de Paysandú le compró a un inglés leñatero una jaula con diez urracas. De regreso se detienen en Soriano donde conoce un indio chaná que le brinda información para redactar una gramática de esa lengua.

En 1816 creó la Biblioteca Pública de Montevideo, a la cual donó  todos sus libros, salvo los que utilizaba con mayor frecuencia. En 1837, fue nombrado co-fundador del Museo de Historia Natural de Montevideo. Además se le designó primer rector de la Universidad de la República, pero falleció en 1848 antes de la apertura de dicha casa de estudios.

Ya a fines del siglo XVIII, Larrañaga incursionaba en la botánica, la mineralogía y la paleontología, descubriendo los restos (un fémur y parte de la cola) de un gran armadillo fósil en 1814. Siguiendo a Linné y a de Jussieu, clasificó unas 646 especies de plantas, entre ellas muchas de interés médico.  Escribió un tratado sobre los mamíferos de la Banda Oriental y un tratado de zoología donde incluyó 504 especies, entre ellas 216 especies de insectos autóctonos.

Larrañaga introdujo en nuestra región las ostras y la morera (y otras 15 especies de árboles), criando gusanos de seda de los que obtuvo una cantidad de capullos suficientes para fabricar algunos objetos de seda, incluyendo unas medias con las que fue sepultado.  Escribió un tratado de botánica (1820-1824), y las Fábulas Americanas (1826). Sus manuscritos (Diario de Historia Natural y Diario de la Chácara) se publicaron entre 1922 y 1930, en tres volúmenes de textos y dos atlas de mapas y láminas de animales y plantas, algunas hechas por él mismo.  Según Guillermo Furlong es probable que las mejores láminas fueran obra de Bartolomé Muñoz que era muy hábil dibujante. En Montevideo, Dámaso poseía una chacra sobre el Arroyo Miguelete, donde realizó muchas observaciones plasmadas en el segundo de los manuscritos mencionados.

Fue socio corresponsal de la Sociedad de Historia Natural de París. Además se relacionó con Aimé Bonpland, Augusto de Saint Hilaire y Félix de Azara. En homenaje a éste creó el género Azarina, para las corzuelas, que quedó en la sinonimia de Mazama  Rafinesque, 1817.

Dámaso Antonio Larrañaga
Diario del viaje de Montevideo a Paysandú. Instituto Nacional del Libro. Montevideo. 1994.








LOS INNUMERABLES NOMBRES DEL CHINGOLO

Su nombre más común, deriva del chincol que se usa en Chile, y éste del quichua chinkollo o ch’ekko’llo, su muy antiguo nombre en el Perú.

México: Gorrión Chingolo.
Guatemala: Coronadito, pirrís, gorrión chingolo, comemaíz. 
El Salvador: Chingolo copetón.
Nicaragua: Chíngolo.
Costa Rica: Comemaíz, pirrís. 
Panamá: Gorrión ruficollarejo.
Haití (Creole): Zwazo-kann chingolo.
República Dominicana: Cigua de Constanza, cigüita de Constanza.
Colombia: Copetón, pichitanca, comemaíz, pinche, copetón, gorrión, afrechero.
Venezuela: Correporsuelo, choíta, copetón.
Ecuador: Gorrión, chingolo, gorrión criollo.
Perú: Chingolo, copetón, pichisanka, pfichitanka, tanka, pichuchanca, pichuncho, pichinchurro, pichurro, pichirro, pichiusa, chaquia, gorrión peruano, planchín (norte).
Quichua: Pichinku, pichinchu, pichiwchuru, pawqar qori, pichiw chanka.
Aymara: Phichitanka.
Bolivia: Chinchol, pfichitanka, huaichu, hortelano, tres pesos, gorrión.
Brasil: Tico-tico, tico-tico do campo. En Sergipe: Jesus meu Deus. En el norte: María judía, maria-é-dia.
Paraguay (Guairá): Paraguay: San Francisco. En el Guairá: Bendito-sea-Dios, Bendito-sea, Ñandejára Preso (“el preso de Dios”, ver leyendas).
Guaraní: Chesyhasy (“mi madre está enferma”, ver leyendas), chesihasí, chesijasí, chesehají, chesehasí, chesy asy, chesi, manimbé (“cáscara de mandioca”, por el color pardo), icacú, iyatira.
Indios Lengua (Paraguay): K?sn?ei.
Chorote (Pilcomayo): Itionimpe.
Nivaklé (Pilcomayo): Tonivaiche ajo'?lo.
Chile: Chincol, chincolito. Y en Chiloé: Patriota, chincol, copete, bonete, pachoco.
Argentina:
Jujuy: Papachiuchis.
Salta: Icancho, se usa despectivamente para aludir a una muchacha fea.
Tucumán, Jujuy, Santiago del Estero: Icancho, iquincho, vichí, vichú.
Qom (Formosa): pael’che, pael’che la’te, qui!asan, qui!asam, quiyasan, quiyasam, quiasan.
Wichí: Takyotson, taqyatsa.
Misiones: Chuschiú
Corrientes, Chaco: Cachilo.
Santiago del Estero: Afrecherito, icacko-tacanero, icacu, icaco, incancho, cancho.
Entre Ríos: Cachilito, chingolo.
Río de la Plata, Córdoba, La Pampa: Chingolo, chingolito.
Catamarca: Icancho (voz cacana), icanchu, chuschín.
La Rioja: Chuschín, chuscú, afrechero, chengo, chingo, chingolito.
San Juan: Chischín, chuschín.
San Luis: Afrechero (se le da este nombre porque suelen andar alrededor del mortero, para comer el afrecho que cae al suelo al aventar el maíz). Cachilo, chingolo, chingolito, chuschín. En Concarán: engrillaito.
Ranquel: Chinko.
Mendoza, Chile: chincol chincolito.
Mapundungun: Churchu, churchur, pülen, meñkutoki (meñki: copete).
Puelche (gününa küne): Tsilga
Aonikenk: Eluln.
Selknam: Tchamoukh.
Otros nombres criollos: Choludo, bitiche, cabeza atada, chisca, joyerito.


Toponimia:

Monte Chingolo: localidad del partido de Lanús (provincia de Buenos Aires, Argentina). Históricamente la zona se conocía como Monte del Chingolo.

El Chingolito: localidad del Departamento Ger Aike, Provincia de Santa Cruz, Argentina.

Icaño: localidad del departamento Avellaneda, provincia de Santiago del Estero, Argentina. El nombre se derivaría de la abundancia de chingolos o icanchos en la región.

Chincolco (= aguas del chincol): localidad de la provincia de Petorca, Chile.

Chincoihue (= lugar de chincoles): esteros en la Región de los Lagos, Chile.







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martes, 23 de abril de 2019

EL ASOMBROSO PATO ZAMBULLIDOR CHICO (Oxyura vittata) Y EL SABIO RODULFO PHILIPPI


Investigación y redacción: Alex Mouchard


 

"¿Qué es lo que hace Philippi? Caza moscas, las observa a través de una gruesa lente, y las dibuja en un papel. Así de extraño resulta el modo en que algunos se ganan el pan de cada día". 
Rodulfo Philippi - Carta a Guillermo Frick 7/12/1858


Erismatura ferruginea
Dibujo de David Mitchell en Gray GR -1849- The genera of birds. London :Longman, Brown, Green, and Longmans.


En una remota revista en alemán el Dr. Rudolph Amandus Philippi, en ese entonces director del Museo Nacional de Historia Natural de Chile, escribió en 1860 lo siguiente “No puedo encontrar   en los libros aquí disponibles a ninguno de los dos patos que se prepararon este invierno”. En uno de esos patos “La forma y las proporciones del cuerpo son bastante similares a E.[rismatura] ferruginea Eyton en Gay Vol. I. p. 458, pato que en esta área se llama Pato Tripoca”. En efecto el Pato Zambullidor Chico es una copia en menor tamaño del Pato Zambullidor Grande (Oxyura  [= Erismatura] ferruginea), del que se distingue además por su pico no tan ancho. Esto es así en los machos con plumaje reproductivo, pero el ejemplar descripto por Philippi era un macho juvenil, que es similar a la hembra de la especie.  Por ello Philippi pudo distinguirlo bien de su congénere y le puso el nombre específico vittata (en latín, 'vendada', de vitta: venda, cinta) porque “Una franja de delicado gris blanquecino se extiende horizontalmente desde la mitad de la altura del pico superior, justo debajo del ojo, hacia la nuca, pero no se une con la del lado opuesto”.

Hasta este hallazgo de Philippi, como señalan Steullet y Deautier, “es muy posible que algunas de las citaciones incluidas en la sinonimia de E. ferruginea puedan pertenecer a E. vittata y viceversa”. Porque se confundían ambas especies, especialmente en el campo. Incluso Philippi y su colega Christian L. Landbeck enviaron ejemplares al ornitólogo de la Zoological Society, Philip L. Sclater, quien opinó “parece ser solo el juvenil de esta especie [Erismatura ferruginea]”, opinión que Philippi aceptó como cierta, viniendo de tal eminencia.

Una de esas citas parece ser la de Thomas Bridges, un naturalista inglés que colectó en Chile, quien en 1843, en las lagunas de Quintero (Valparaíso). La escritora y naturalista inglesa María Graham destacaba la belleza de este lugar “de parajes con exuberante vegetación y lagunas en las que habitan diversas especies acuáticas."  Bridges señalaba: “Es un ave muy difícil de obtener, siendo muy asustadiza y zambulléndose cuando uno se aproxima al alcance de un disparo.”  Claude Gay lo encontró en los lagos del centro de Chile “la llaman Pimpillo, nombre que dan a otras varias especies”.

El nombre genérico Erismatura, significa en griego “cola de bastón” (erismatos: bastón, y oura: cola) refiriéndose a la rigidez de la cola cuando el ave la lleva erguida, lo que le ha valido a este grupo el nombre inglés de stiff-tailed ducks, o sea “patos de cola rígida”. Más tarde fue incluido en el género Oxyura nombre que Charles Bonaparte creó para el  Pato Tepalcate (Oxyura jamaicensis) de Norteamérica, y que significa “cola aguda” (oxys: aguda, y oura: cola).

Philippi no aclaró en qué localidad fue obtenido su ejemplar (supuestamente dentro de Chile), tampoco hace referencia al comportamiento del ave ni a la característica tan notable a la que hacemos referencia en un recuadro aparte.

En la zona de Ajó (provincia de Buenos Aires), Claude Grant señalaba que no era muy común observarlo y que “frecuenta el agua abierta rodeada de juncos. Al asustarse se zambulle a la manera de un macá, y nunca lo he observado volar. Cuando nada, la cola es mantenida erguida y el cuerpo muy bajo en el agua, que casi cubre sus hombros”.  Ernest Gibson (1920), en la misma zona, opinaba que “no es tanto raro como elusivo (…) Frecuentemente  me he encontrado con una pareja de estos patos, ya sea cuando ruidosamente me abría camino a caballo a través de los juncos, o bien desplazándome tranquilamente en canoa por un canal abierto y entrando en una laguna abierta en medio de los más recónditos y solitarios bañados. Atentos, sombríos, silenciosos y  asustadizos, observan unos segundos, luego parecen asentarse en el agua de una forma casi imperceptible, y finalmente se desvanecen bajo la superficie y se refugian entre los juncos. Su zambullida ante el fogonazo de un arma es generalmente exitosa; y, en una palabra, su comportamiento es extremadamente evasivo”.

“Esta ave es muy propensa a zambullirse, y desaparece bajo el agua inmediatamente que ve al cazador,  recién reapareciendo en la superficie a cierta distancia. Debido a lo corto de sus alas, su poder de vuelo es muy limitado, de modo que adopta la salida de zambullirse para escapar a sus enemigos” (Burmeister, 1872).

Auguste Menegaux agregaba estas observaciones hechas por Emilio Wagner en el Chaco: “Este palmípedo se denomina en el país Hierro Pala porque su pico recuerda, al decir de los paisanos, un hierro de pala (…) Estos patos se encuentran en pequeños grupos de 12 a 20 individuos, en los campos de maíz que los paisanos inundan tras la cosecha, o en lagunas con algo de vegetación. Se reconocen desde lejos porque llevan la cola bien parada, erguida y fuera del agua. Nadan aplastándose lo más posible contra la superficie del agua, cosa que por su forma generalmente plana se les hace más fácil. Se sumergen al menor peligro con maravillosa rapidez y no vuelan a menos que se vean acosados muy de cerca. Su vuelo es bien veloz, cosa que a primera vista no haría creer la pequeñez de sus alas. Aman las lagunas solitarias y profundas donde nada viene a perturbarlos y donde pueden zambullir con facilidad al menor peligro. Su carne es tierna, aunque particularmente grasosa”.

Alexander Wetmore los observó en General Roca (Río Negro) haciendo este despliegue: “uno salía nadando para mover la cabeza con vigor hacia arriba y abajo dos o tres veces”.

Roberto Dabbene comentaba que “no se junta con las otras especies de patos. Se deja acercar fácilmente, pero al verse descubierto se zambulle rápidamente. Se alimenta especialmente de pequeños crustáceos, moluscos e insectos”.

En Chubut, Henry Durnford, lo vio en lagunas adyacentes a los ríos Sengelen y Sengel y observó un extraño comportamiento: “Cuando se enoja por la presencia de un intruso en su territorio, infla el plumaje del pecho al máximo; y bajando dentro de él su pico con considerable fuerza, produce un curioso ruido a tambor, que he oído a una distancia de 45 metros. Al mismo tiempo se levanta y extiende la cola, y, nadando en círculos para mostrarse terrorífico, aparece como una ridícula figura desafiante”.  Quizás por eso le llaman también Pato Toro. Y en Mendoza le dicen Pato Bola, quizás por su aspecto rechoncho.


EL TAMAÑO SÍ IMPORTA

A pesar de que en las aves no existe un órgano homólogo al pene de los mamíferos, en algunos grupos como los patos existe una estructura copulatoria derivada de la pared de la cloaca que posee surcos que ayudan a conducir el esperma a la cloaca de la hembra. Especialmente, los patos zambullidores y buceadores, poseen un pene bien desarrollado quizás debido a su conducta de copular en el agua. Pero el pato zambullidor chico posee un pene de 22 cm de longitud,  ¡la mitad del largo de su cuerpo! El mismo está revestido de espinas rígidas en su base y con aspecto de pincel hacia el extremo.  Los investigadores creen que dicha estructura ha evolucionado debido a que hay una gran competencia entre los machos por acceder a las hembras. Esta hipótesis se ve abonada por el gran tamaño relativo de los testículos, los elaborados despliegues grupales de los machos y su sistema de apareamiento promiscuo. Se especula que la base espinosa del órgano se fijaría a la cloaca de la hembra mientras el extremo pincelado haría una limpieza de su interior, arrastrando el semen de los machos competidores, para luego depositar el propio.

Es curioso que un rasgo tan notable no haya sido notado por Philippi ni por los ornitólogos posteriores, siendo descubierto recién 140 años después de la descripción original.


 
Philippi, hacia 1840
              (Kabat, 2017)

PHILIPPI

¿Pero quién era este sabio alemán, descubridor del esquivo y asombroso pato?

Rudolf Amandus (Rodulfo Amando) Philippi Krumwiede nació en 1808 en Charlottenburg, actualmente un barrio de Berlín. Cuando tenía 9 años de edad fue enviado con su hermano Bernard a vivir a la casa de un tío en Brandenburgo para evitarles el escándalo provocado por su padre, quien tuvo un hijo con una sirvienta. Este suceso implicó su posterior internación en el instituto de Johann Pestalozzi en Yverdon-les-Bains (Suiza). Allí se estimulaba la experiencia directa de los alumnos más que la memorización, por ello Rodulfo comenzó a interesarse por la naturaleza, realizando varias excursiones a las montañas del Jura, y se entrenó en la confección de herbarios y dibujos de plantas y animales a la acuarela.   Siguió sus estudios en el Königliche Gymnasium zum Grauen Kloster, de Brandenburgo, e ingresó más tarde a la Fiedrich-Wilhelms-Universität de Berlín, doctorándose en medicina con un trabajo sobre los ortópteros de la región. Allí tuvo como profesor de geografía física nada menos que a Alexander von Humboldt. Paralelamente perfeccionó su capacidad para el dibujo en la Academia Real.

Debido a la enfermedad respiratoria que lo aquejaba, viajó a Italia, aprovechando para hacer estudios geológicos y zoológicos (moluscos y braquiópodos), especialmente durante un viaje a Sicilia acompañando a Friedrich Hoffman y a Escher von der Lind. Regresó a Alemania, donde trabajó como profesor de geografía e historia natural en la Höhere Gewerb-Schule, de Cassel. En 1836 se casó con su prima Fredericka Luisa Karolina Krumwiede, y con ella emprendió un segundo viaje a Italia. Según confesó: “Mi salario era muy modesto, pero habiéndome casado con una prima que tenía una pequeña fortuna, podía vivir y consagrar mi tiempo libre al estudio de los moluscos”.  Philippi obtuvo una medalla real de oro por su trabajo sobre los moluscos de Sicilia. También cofundó y dirigió la Sociedad de Historia Natural en Cassel, la que hoy lleva su nombre. Partidario de la revolución liberal de marzo de 1848, cuando ésta fue reprimida por el gobierno se vio obligado a exiliarse como tantos otros, entre ellos el músico Richard Wagner y el zoólogo Hermann Burmeister.

Su hermano Bernhard, explorador y naturalista, había realizado viajes a Chile y Perú como investigador del Museo de Berlín. En 1841 se radicó en Chile donde fomentaba la colonización alemana  como agente del gobierno chileno.  Entonces convenció a Rodulfo para que emigrara también a Chile. Éste así lo hizo y en 1851 se radicó en Valdivia,  contratado como profesor por el Liceo Alemán. Al año siguiente Bernhard, designado gobernador de Magallanes, fue asesinado cerca de Punta Arenas, como venganza por una matanza previa de indígenas realizada por un militar chileno amotinado.

Rodulfo tuvo que hacerse cargo de la hacienda San Juan de Bellavista, que habían comprado junto con su hermano en La Unión, a orillas del río Bueno.  La misma estaba en estado deplorable.  Pensó volver a Alemania, pero la Universidad de Chile lo designó en 1853 profesor de botánica y zoología, y también se le confió la dirección del Museo Nacional de Historia Natural, en Santiago.  Al mejorar algo su situación, pudo traer a su familia, compuesta por Fredericka y cuatro niños,  junto con sus libros y colecciones, que desgraciadamente se quemaron en 1863 en el incendio de su hacienda. Debido a la penuria económica la familia se estableció en la estancia San Juan, permaneciendo Rodulfo en Santiago y visitándolos durante las vacaciones anuales.

En 1866, el Instituto Nacional lo nombró profesor de historia natural, para lo cual publicó el texto "Elementos de Historia Natural", el cual fue muy criticado por los conservadores chilenos a pesar de que no mostraba una parcialidad manifiesta por la teoría de la evolución. En 1866 finalmente pudo llevar a su familia a Santiago, al barrio de Yungai, pero su esposa, afectada de disentería, falleció ese mismo año. Rodulfo y Karoline tuvieron diez hijos, de los que siete fallecieron siendo niños o jóvenes. Su segundo hijo, Carlos Eduardo, falleció en la guerra franco-alemana de 1870, y sólo dos hijos le sobrevivieron: Elisa y Federico. Afectado por estas pérdidas y por una enfermedad hemorroidal, Philippi, se jubiló de la docencia cuatro años después.

Familia Philippi
http://fundacionphilippi.cl/ra-philippi


Al frente del Museo, con una labor titánica, similar a la que realizó Burmeister en Buenos Aires, convirtió al modesto establecimiento que le confiaron en una gran institución científica que dirigió hasta su jubilación en 1897, siendo sucedido por  su hijo Federico. Durante su dirección logró el traslado del Museo  a su actual sede en el Palacio de la Exposición, en la Quinta Normal de Agricultura (1876), predio donde le fue construida una modesta vivienda.  Asimismo pudo concretar la creación de un jardín botánico y la edición de los Anales del Museo (1891).  Ya afectado de cierto deterioro mental y visual, contrajo una neumonía y falleció a los 96 años.

Philippi publicó más de 400 trabajos científicos, participó de unas cincuenta sociedades científicas de todo el mundo y mantuvo correspondencia con científicos destacados como Darwin, Humboldt y Florentino Ameghino. Describió 1.017 especies de plantas, 650 de animales (entre ellas 22 de aves) y 3 de hongos.  Rodulfo era enjuto de carnes, de rostro pálido, y aspecto débil y enfermizo. Su carácter era dulce, jovial y apacible, aunque según su hermano era “un frío racionalista, sin fantasía”.

Rodulfo Philippi
(Barros Arana, 1904)


LOS VIAJES

Gran lector desde su infancia de libros de viajes y aventuras, Philippi desmentía la imagen del naturalista de gabinete.  Con una pequeña mochila recorría a pie grandes distancias, herborizando y haciendo observaciones sobre la naturaleza.

A poco de llegar, en 1852, organizó una expedición al volcán Osorno al que pudo ascender hasta el nivel de las nieves perpetuas. En 1864 tuvo la oportunidad de realizar un viaje de estudio a la isla Más  a Tierra, del archipiélago Juan Fernández donde permaneció 4 días herborizando con el jardinero Antonio Ahrends, aunque perdieron parte de las colecciones debido a las lluvias. Allí descubrió la planta Lactoris fernandeziana, única especie de la familia Lactoridaceae, endémica de dicha isla encontrándose en peligro de extinción.

Otros viajes realizados por este sabio entre  1860 y 1888  fueron a Catemu, en el Valle del Aconcagua, a la Quebrada de San Ramón, al Volcán Chillán, a Cauquenes. Remontó el río Cipreses hasta su ventisquero, visitó la Provincia de Coquimbo, las localidades de Matanzas, Cáhuil, Arauco, Cautín, Tres Piedras, Tomé, Salto del Laja e Isla Quiriquina,  Curauma, Renaico, Algarrobo y Alfalfal en el Cajón del Maipo. También  hizo un reconocimiento de la Araucanía en 1887, de la Cordillera de Nahuelbuta, y de la Península de Arauco. A través de estos viajes el conocimiento que obtuvo de la biodiversidad chilena fue muy importante y mereció el reconocimiento expreso de Darwin.

Pero sin duda el viaje de mayor importancia de los que hizo fue el realizado en el verano de 1853-54 al desierto de Atacama, comendado por el gobierno con la intención de descubrir nuevos yacimientos de salitre y cobre. En el informe del viaje pide disculpas por la demora de seis años para editar el mismo, debido a que “me han faltado todos los recursos con que un naturalista puede contar en Europa”, especialmente los libros necesarios para identificar los ejemplares obtenidos.


Chañaral de las Ánimas
(Philippi, 1860)


Como compañeros llevó a ingeniero Guillermo Doll y a los cazadores Domingo Morales y Carlos Núñez, uno de los cuales “entendía también la preparación de los cueros de pájaros”.  En el bergantín Janequeo de la armada chilena llegaron a Coquimbo, y luego a Caldera, desde donde tomaron el tren a Copiapó, donde contrataron un baqueano. Primero los expedicionarios se dirigieron al norte a lo largo de la costa para poder recibir agua y víveres del Janequeo. En la “Hacienda de Paposo” comprobaron que el cóndor “hace mucho daño a la cría de ganado, matando a los animales recién nacidos”. Llegaron al Morro Moreno y desde aquí regresaron a Taltal.

Desde este pequeño puerto se internaron, evitando la costa a causa de la guerra peruano-boliviana, alcanzaron San Pedro de Atacama y regresaron a Copiapó. El viaje llevó unos tres meses.  Hay que tener en cuenta que carecía totalmente de mapas confiables con el detalle de caminos y aguadas, necesarios para atravesar el desierto. “Nadie podía decirme cómo se podría cruzar el desierto de oeste a este; dónde hallaría guías, mulas o caballos”.  Sin embargo su sentido común lo ayudó: “Finalmente compré en Valparaíso los víveres y útiles que juzgué necesarios para el viaje, y por una casualidad lo acerté tan bien, que al concluir la expedición en Trespuntas quedaron sólo víveres para dos o tres días, no habiendo faltado algo durante el viaje”. Pero no contaba con las gélidas noches del desierto y por eso, escasos de ropa, tuvieron que soportar la incomodidad del frío.

Avanzando por el desierto con dirección noreste  llegaron a Tilopozo, al sur de la gran salina de Atacama. Allí hizo un importante hallazgo: “A unos trescientos metros del pozo había seis flamencos de una especie nueva, que carece de pulgar, Phoenicopterus andinus Ph., y que vive únicamente en la alta cordillera, siendo pero, según parece, bastante común desde Copiapó hasta el Perú. Garcilaso de la Vega, hijo de uno de los conquistadores del Perú, menciona ya esta ave, y dice que se llama Parrihuana; en el desierto lleva el nombre abreviado de Parrina. Hace sus nidos en las lagunas más elevadas, y sus huevos se venden en diciembre en la plaza de Atacama. Es sin duda el flamenco de pechuga colorada, del cual habla el Señor Bolaert, en su descripción de la provincia de Tarapacá”.  Así descubría para la ciencia a la Parina Grande (Phoenicoparrus andinus).

Phoenicopterus andinus
(Philippi, 1860)


Finalmente llegaron a San Pedro de Atacama a 2400 msnm donde fueron atacados por los insectos. “Conté en mi cama 41 vinchucas entre grandes y chicas”.  En visita a las minas de San Bartolo pasaron por el Camino de las Pintadas donde pudieron apreciar el arte rupestre. De Atacama regresaron a lomo de mula, siguiendo el Camino del Inca, en medio de privaciones debido a la falta de agua, comida y pasto. Sin embargo hicieron un desvío para acercarse al pie del gran volcán Llullaillaco, y retomando el camino, llegaron a Copiapó donde llegan el 25 de febrero.

El relato de viaje de Philippi detalla día a día la actividad de los expedicionarios. Principalmente informa sobre la geología, topografía y botánica tal como lo había solicitado el gobierno , interesado en hallar minas de salitre y cobre. Además hace aportes antropológicos y etnológicos. La fauna, escasa de por sí, es tratada más someramente. En la costa recogió algunos datos interesantes sobre el chungungo, chinchimen o gato de mar (Lutra felina): “Esta nutria vive casi exclusivamente en la mar y en toda la costa de Chile hasta el archipiélago de Chonos. Un hombre formal me contó una linda historia como el Chungungo cazaba el pescado. Me dijo que primero cazaba cangrejos de los que llaman Jaivas en Chile, que los hacía pedazos dejándolos nadar entre los escollos, detrás de los cuales se escondía para agarrar los peces que venían a cebarse de alimento aliciados por este ardid, historia digna de Plinio. Personas dignas de fe me han asegurado que devoraba su presa nadando en el lomo”.

Dibujo comparativo de la Parina Grande y el Flamenco Austral
(Philippi, 1860)


Con respecto a las aves confiesa que las pieles no estaban muy bien preparadas y fueron dejadas de lado para hacer otras tareas más urgentes, y “cuando las pedí para examinarlas una buena parte de ellas no se halló”.  Registró 33 especies y, con todo, logró incorporar dos especies nuevas para la ciencia: la Parina grande Phoenicoparrus andinus (Philippi Sr, RA, 1854) y la Remolinera castaña Cinclodes atacamensis  (Philippi Sr, RA, 1857).


Cinclodes atacamensis(Philippi, 1860)





EL PROFESOR ENGAÑADO

En 1909 Friedrich Heinrich Eunom Philippi Krumwiede, hijo de Rodulfo y en ese momento director del Museo Nacional de Historia Natural de Chile, describió una nueva especie de colilarga al que denominó Sylviorthorhynchus fasciolatus, dándole dicho nombre específico debido a la presencia de 12 o mas listas negras en la lámina externa de las primarias. Fasciolatus en latín significa “con pequeñas bandas”. Y aclaraba: “He vacilado si debía tomar esta ave por una variedad o individuo joven del S. Desmursi o por una especie nueva, pero la comparación con lo seis ejemplares del museo, entre los cuales hay uno joven, y que tiene un color general distinto y que no muestran nada de estas listas negras, me ha convencido que aqui se trata de una especie, que hasta hora había quedado desconocida a la ciencia”.

Hasta ese momento la única especie de colilargo conocida era Sylviorthorhynchus desmursi, descripto por Marc Athanase Parfait Œillet Des Murs en la obra de Claude Gay (1847) con este comentario seguramente aportado por Gay: “Esta avecilla, muy notable por la longitud y forma de las plumas de la cola, se encuentra en los bosques húmedos de la provincia de Valdivia y particularmente en las cercanias del Corral, etc. Es muy rara, y los habitantes la llaman Larguicola”.

Sylviorthorhynchus desmursi
      Dibujo de Alphonse Prévost
Gay C. Historia fisica y politica de Chile. Atlas  Tomo 2. Paris, 1854

El ejemplar descripto por Philippi integraba “una pequeña colección de aves, que el señor B. Hermann me mandó de Victoria (…) El ejemplar, que el señor Hemann tuvo la liberalidad de ceder al museo, era de Valdivia, según le habían dicho cuando lo compró; está bien conservado a excepción de la cola, que sólo muestra dos de las rectrices angostas tan características para este género, lo que creo originado por la persona que sacó el cuero y que no procedió con el cuidado necesario”.

Gigoux y Looser (1930) decían al respecto: “Este ejemplar, que nos llamó la atención por sus caracteristicas, lo encontramos bastante dudoso desde las primeras observaciones. Pero, aumentando las sospechas sobre su identidad y sometido a nuevo examen, resultó ser una superchería con la que fue sorprendido el Sr. F. Philippi. Pues no es más que un  chercán, Cistotorus platensis Lath., sin cola, al que se le ha pegado con goma, para reemplazar ésta, las dos plumas menores de la cola de un colilarga del sur, Sylviorthorhynchus desmursii Gay. Este engaño se comprueba por sí mismo, y no comprendemos como el Sr. F. Philippi pudo dejarse sorprender”.

Más allá del error de Philippi sólo se puede especular sobre el motivo del fraude. Podría haber ocurrido que el colector haya armado el ejemplar para poder vendérselo a Hermann.  Y como no sabemos quién era B. Hermann tampoco sabemos si éste tenía algún motivo para engañar a Philippi, induciéndolo a describir una nueva especie para la ciencia que no era tal. Philippi falleció al año siguiente de esta publicación de modo que probablemente nunca se enteró del error cometido.


Referencias:

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Gigoux EE y Looser g -1930- Los tipos de aves conservados en el Museo Nacional de Historia Natural de Santiago. Boletín del Museo Nacional de Chile 13.
Pilippi F -1909- Dos aves nuevas de Chile. Boletín del Museo Nacional de Chile 1(3).














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