Mbiyá coeyú
Piá rori jhá
Eyóna egueyí
Nde Yasí resá
Toda la
Natura
se mueve
gozosa
cuando tú
apareces,
estrellita
hermosa
Narciso R. Colmán (Rosicran) - 1937
Yasiyateré Grande (Dromococcyx phasianellus)
Dibujo de Matthias Schmidt (Spix, 1824-1825)
Son las 7 de la mañana.
Amanece en la selva. Camino los senderos cerca de la cabaña donde me alojo, en
la Reserva San Sebastián de la Selva, Misiones, Argentina. Escucho unos
silbidos repetidos que me parecen familiares en sus dos primeras sílabas: «seee síiii». Parece el canto del Crespín
(Tapera naevia), ese escurridizo cuco
americano que durante las siestas del monte deja escuchar su monótona y
repetida voz. Pero no, este canto que oigo termina con un «fiirirííí». Es el Yasiyateré Chico
que, como su pariente el Crespín, inunda las mañanas y los crepúsculos con su
continuo cantar.
A 1200 km al norte de allí,
y hace 200 años, un joven naturalista austríaco recorría el camino de Goias a
Cuyabá para explorar el Matto Grosso brasileño. Un viaje difícil donde
coincidía con mineros de oro y otros aventureros. El naturalista se encontraba realizando la
quinta de diez expediciones efectuadas durante su larga estadía de 18 años en
Brasil. Tras algunos inconvenientes burocráticos y la enfermedad de su
compañero, que lo retuvieron en San Pablo durante un tiempo, logró la
autorización para viajar, atravesando el estado de Goiás, a Mato
Grosso, una región muy poco explorada por los naturalistas de entonces.
En octubre de 1823, los
expedicionarios llegaron al río Araguaia, límite entre los estados de Goiás y
Mato Grosso, donde debió haber encontrado lugares propicios para colectar aves.
Se detuvo allí, en la actual localidad de Registro do Araguaia, alrededor de un
mes, pero debido a la escasez de comida y el consiguiente malestar de sus
arrieros, retomó pronto el viaje a Cuiabá. Las fuentes del rio Araguaia y su
valle superior marcan también el límite entre dos grandes biomas: la Amazonia,
con sus selvas, y el Cerrado, un paisaje de suelos arenosos y
vegetación de arbustos y árboles bajos, de escasas ramas retorcidas y
duras hojas, intercalados con pastizal alto. Los bosques marginales del río constituyen
un hábitat ideal para el Yasiyateré, que se desplaza por el sotobosque de cañas
y arbustos muy cerca del suelo donde encuentra su alimento.
En aquellos años del siglo
XIX la caza y recolección de especímenes era la única forma de registrar la
presencia de especies en una región y determinar si eran nuevas para la
ciencia. Imagino que nuestro naturalista habrá escuchado un canto desconocido y
repetido, y disparó hacia la mata de arbustos donde sólo había observado una
sombra fugaz. En la búsqueda posterior encontró que había derribado una
llamativa ave, de copete castaño, dorso pardo, y cola ancha y escalonada con
los extremos de las timoneras de color blanco. Se trataba de un ejemplar macho
de un cucúlido desconocido. Las alargadas plumas supracaudales con puntos
blancos le habrán recordado a las del pavo real, cubiertas de vistosos “ojos”,
por lo que le dio el nombre de Coccyzus
pavoninus. Tal vez los indígenas le informaron su nombre guaraní, Yasíyateré,
evidentemente onomatopéyico. Algunos
derivan este nombre del tupí
jasy: luna; y jateré: que fue,
fragmento, es decir “el que fue luna”. Y
tal nombre se daba a un personaje mitológico de pequeño tamaño y tez blanca
como la luna, y que por su presencia esquiva se ha asimilado con el ave.
El joven al que nos
referimos, llamado Johann Natterer, conocido como el “príncipe de los
colectores”, fue uno de los más capacitados naturalistas europeos que transitó
por Sudamérica en el siglo XIX.
LOS YASIYATERÉS
En esta introducción estuvimos
hablando del Yasiyateré Chico (Dromococcy
pavoninus) pero existe otro, el Yasiyateré Grande (Dromococcyx phasianellus), muy raro en Argentina y muy parecido a
su congénere aunque con mayor tamaño, cola más ancha, parte inferior beige (no
ocre) y algunas manchas a los lados del cuello. El canto tiene una estructura
similar pero es más lento y con sílabas más alargadas
Esta especie fue descubierta
en Tonantins, en el Alto Río Amazonas de Brasil, por otro integrante de la misma expedición austríaca
con la que había llegado al Brasil Natterer, se trataba del naturalista alemán
Johann Baptist von Spix,. De costumbres parecidas, para el saber
popular ambas se confunden en una, porque además parecen reemplazarse una a la
otra en su distribución.
“El «yasy-yateré»,
a juzgar por el silbo clásico que le ha merecido su nombre onomatopéyico, tan
frecuente y conocido en el norte de Misiones, es ave común del sotobosque
sombrío. Con las primeras sombras del crepúsculo comienza su canto con efectos
de ventriloquÍa, pues nunca es posible localizar el lugar, exacto de donde
proviene. De madrugada, antes de aclarar, repite sus notas melancólicas, que
dan impresión de lejanía. Entre silbo y silbo hacen una pausa de unos quince
segundos y lo repiten hasta más de media hora. Los dos primeras notas son
exactamente iguales al canto del Tapera
naevia (chochi). Por excepción salen de los matorrales oscuros. En
presencia de extraños levantan y abren la cola con movimientos convulsivos,
erizando el copete; luego se escurren casi sin aletear por entre la maraña.” (Giai, 1951)
“Los
indígenas paraguayos la llaman «zonzí»; su voz, que consta de una serie de
silbos (. -, - .. ), es conocida a través de las historias criollas como la del
fantasma «yasy-yateré» que castiga al que la imita.” (Neunteufel, 1951)
“En
ciertas estaciones del año, y no en todos los años, se oye cantar «yasih-yatere»
toda la noche, cambiando de sitio continuamente, como si la voz caminase nmcho,
pero ésta aunque exactamente idéntica a la que se oye de día, es más débil y no
sonora; yo la perseguí, muchas veces de noche, sin poder descubrir de donde venía;
ya me parecía que estaba lejos, ya parecía bajo mis pies, ya por un lado ú
otro, en fin, a pesar de la claridad de la luna, jamás pude ver nada. Todo esto
hacía dudar de que fuera mi ave y en caso de serlo, había que admitir que
camina mucho de noche; eso de no poder apreciar la distancia, viene de su
extraña voz, muy débil, pero que se oye de lejos.” (Bertoni, 1901)
“De aquí
viene la leyenda de los guaraní; ellos habrán observado estas particularidades,
que les parecerían misteriosas, y como querían una explicación, habrán
inventado las numerosas fábulas que cuentan del Djasih-djateré. Los indios
Ihvihinrokái (de orígen tupí) no creen en las fábulas del Djasih-djateré; dicen
que el que canta de día es un Tshotshí (Diplopterus
naevius) [el crespín, Tapera naevia],
confundiéndolo con el mío, y el que canta de noche dicen que es el Tshiví guasü
(Felis pardalis) [el ocelote Leopardus pardalis].” (Bertoni, 1901)
“Los
indios guaraní, que no saben que el tal ser misterioso no es otra cosa que un
ave, ó un mamífero que se presenta sin otra intención que la de robarles sus
gallinas, lo temen mucho y no se atreven
ni a imitar su canto durante la noche, contando de él infinidad de fábulas, que
casi siempre son funestas para las familias.” (Bertoni, 1901)
En Brasil se lo conoce como
Peixe-frito («pescado frito«), nombre que también se aplica a la Peitica, Sací
o Crespín (Tapera naevia), ya que las
dos sílabas de su canto, según interpreta la gente, dirían esas palabras, como
si fuera un vendedor de pescado, que incansablemente ofrece su mercadería.
“El «Peixe-frito»
es, al igual que el «Sací», un malandrín, ya que no suele preocuparse por
construir el nido, ni incubar los huevos; prefiere abusar de la paciencia y
simpleza de los demás pájaros, que no entienden el engaño y cuidan con todo
cariño a sus hijastros, mientras el señor «Peixe-frito» se cuida pensando,
quizás, que no hizo poco.” (Von Ihering, 1940).
Adolfo Neunteufel comprobó
que el Yasíyateré chico desova en los nidos de varios pájaros de pequeño tamaño
como la mosqueta cabeza canela (Poecilotriccus plumbeiceps), la mosqueta de
anteojos (Hemitriccus diops), la
mosqueta enana (Myiornis auricularis)
y la choca amarilla (Dysithamnus mentalis). (Neunteufel, 1951). Es inconcebible pensar
como una mosqueta de sólo 6 gramos de peso puede alimentar al pichón de un ave
que cuando adulta pesa 48 gramos, es decir 8 veces más, y cömo la hembra del
parásito puede poner su huevo en un nido que es una bolsa suspendida con una
entrada lateral de dificil acceso. (Sick, 1962)
Pichón
de Yasiyateré Chico siendo alimentado
por la pequeña Mosqueta Cabeza Canela
(Sick, 1962)
LA LEYENDA DEL YASY-YATERÉ
En distintas partes del
mundo, curiosamente, las aves de la familia Cuculidae, empezando por el cuco
europeo (Cuculus canorus) han
impregnado las culturas con multitud de cuentos y leyendas. Quizás por su
transitar furtivo entre las ramas, sus curiosos cantos y el comportamiento de
muchas especies que son parásitos de cría dejando sus huevos para que aves de
otras especies los incuben y críen los pichones.
Tal vez abonadas por el
comportamiento sigiloso y el silbido ilocalizable se han desarrollado una
cantidad de leyendas que se refieren a un ser fantástico e invisible o visible
para muy pocos, donde se mezclan atributos de las dos especies de yasíyaterés y
del Crespín, que en el ámbito criollo argentino tiene también un profuso
folklore. Pero hay otros candidatos que en
Brasil llevan el nombre «sací» como el Tingazú (Piaya cayana), varios paseriformes y hasta una lechuza.
“Existe
en Misiones la firme creencia de que existe un pequeño pajarillo que emite un
agudísimo silbido imitando su propio nombre. Quienes lo han visto aseguran que
tiene diversos colores, amarillo, rojo muy vivo. Una característica singular ha
rodeado a este pájaro de supersticioso temor. Si alguien grita imitándolo, no termina
de hacerlo cundo el mismo ya está silbando y revoloteando a su alrededor. Se
dice que para liberarse del silbido, y de la persecución en las horas de la
siesta, hay que rezar tres padrenuestros y tres avemarías.” (Zamboni & Biazzi, 1983)
Dice Ambrosetti (1917): “A
pesar de todos mis esfuerzos y averiguaciones no he podido ni siquiera dar con
su descripción; unos dicen que es del tamaño de una paloma y de plumaje
parecido al de las gallinas guineas; otros, en cambio, me han asegurado que es
pequeño y de color oscuro, etc., de modo que reina aún entre aquella gente una
gran confusión respecto de él.”
El historiador brasileño
Luís da Câmara Cascudo ha hecho un pormenorizado análisis de estas
leyendas a las que atribuye un origen ciertamente ornitológico.
En principio nos aclara que
ningún antiguo cronista del Brasil menciona al personaje llamado Sací o Sací
Pereré (una inocultable onomayopeya del canto del ave), y cuyo mito se ha
extendido por todo Brasil y los países vecinos. Alguna etimología deriva el
nombre Sací de ang = alma, y cy = madre, porque el Tingazú era sagrado entre
los goyatacas o tapuias (indígenas no tupíes, de lengua Gê), porque recibía las
almas de los muertos.
En Paraguay es donde más se
relaciona al personaje con el Yasiyateré Grande, mientras que en Argentina se
lo asimila al Crespín. Probablemente
desde Paraguay la leyenda de este personaje se propagó hacia el norte
transformándose de un enano rubio con sombrero, en un negrito cubierto con una
capucha roja y finalmente, ya en el Amazonas, en una vieja o viejo hechiceros.
En el sur, en Paraguay y
Argentina (Misiones, Corrientes) se muestra como un niño de unos dos a siete
años, o bien un hombrecito o enano, muy bonito, de cabellos dorados y ondulados,
ojos azules o amarillos, barba, sin orejas, que emite un feo olor. Anda desnudo
o con una capa amarilla y un sombrero de paja.
Es una criatura de la selva que vive en lo más espeso de los tacuarales,
dentro del hueco de un árbol y sale durante las siestas del verano o en las
noches de luna llena. Al caminar sólo imprime la huella de su pie izquierdo. Posee una varita o bastón de oro que tiene el poder de
hacerlo invisible y dejar inertes a sus enemigos. Es, como el ave Yasiyateré, “el
que se oye pero no se ve". La empuñadura de su bastón tiene un silbato con
el que imita el canto de dicha ave, en
la cual también puede transformarse. Otros creen escucharle un grito o un
silbido ensordecedor. Se alimenta de fruta, huevos y miel que extrae con una
pequeña hacha.
¿Por
aquí pasó el duende? Huella de un pequeño pie izquierdo en el Sendero Macuco (Parque Nacional Iguazú) Foto: Alex Mouchard |
Roba niños (no niñas), juega
con ellos y les ofrece miel y frutas. Finalmente los deja enredados en los isipós
o lianas, incapaces de recordar su experiencia. Pero si les da un beso en la
boca o les lame la frente, quedan locos, idiotas o sordomudos, aunque por
fortuna son síntomas transitorios, especialmente si se vuelve a bautizar a los niños. También se
acerca a los campamentos para robar fuego, ya que no sabe cómo encenderlo, y se
esconde en los hornos de barro.
El personaje en cuestión no
causa ningún daño importante, es más bien travieso y algo malicioso, pero
parece mayormente inofensivo, aunque algunos afirman que puede ahogar a los
niños en el río. Y otros afirman que con
su silbido confunde a los viajeros y los extravía para llevárselos a su hermano
Aó-Aó que es caníbal.
En Misiones, “según
cuentan, no es un pájaro el que silba de ese modo, sino un enano rubio, bonito,
que anda por el mundo cubierto con un sombrero de paja, y llevando un bastón de
oro en la mano. Su oficio es el de robar los niños de pecho que lleva al monte,
los lame, juega con ellos, y luego los abandona allí, envueltos en isipós
(enredaderas). Las madres, desesperadas al notar su falta, salen a buscarlos,
y, guiadas por sus gritos, generalmente los encuentran en el suelo; pero desde
ese día, todos los años, en el
aniversario del rapto del Yasy-Yateré, las criaturas sufren de ataques
epilépticos.”
(Ambrosetti, 1917)
Este enano raptor, explica Ambrosetti,
tenía la costumbre, como algunos indios, de raptar niños y mujeres, produciendo
un gran desasiego entre éstas. “Hallándome en un galpón de yerbateros, situado
cerca del arroyo Itaquirí, en el interior de la jurisdicción de los yerbales de
Tacurú-Pucú, de mañana, al levantarme, supe que las mujeres de aquel lugar no
habían podido dormir la noche anterior, pues habían oído silbar al
Yasy-Yateré.”
Pero “no
sólo roba a las criaturas sino también a las muchachas bonitas, las que son a
su vez abandonadas, y el hijo que nace de esta unión, con el tiempo será
Yasy-Yateré … Si algún mortal puede arrancar al Yasy-Yateré su bastón de oro,
adquiere por este solo hecho sus cualidades de Tenorio afortunado.” (Ambrosetti, 1917)
“El
hombre que consiga apoderarse del bastón del Djasih-djateré, será invencible
siempre que lo lleve en la mano, al paso que el Djasih-djateré pierde todo su
poder; pero es cosa difícil apoderarse del bastón, porque tocarlo sería como
tocar una máquina eléctrica, es necesario que el dueño lo abandone, para poder
cogerlo. Hay sin embargo un medio de quitarle el bastón, y esto es
proporcionándole bebidas alcohólicas, en ademán de hacerse su amigo; de esta
manera se consigue hacerle tomar hasta que quede ebrio y abandone el bastón
pata dormir. Cuentan de un hombre, que consiguió apoderarse del maravilloso
bastón, que, a pesar de su poder sin límites, en ninguna parte podía estar
tranquilo, porque el Djasih-djateré le seguía por todas partes, llorando y
pidiendo de rodillas que se lo devolviese, pero que el tal hombre no accedió
por temor á la venganza ó por no perder su poder. Sin embargo el mejor partido
es devolvérselo amistosamente y hacerle jurar fidelidad, porque, tarde ó
temprano, siempre consigue recuperar su bastón y por consiguiente su poder,
siendo terrible la venganza.” (Bertoni, 1901)
“Otro modo de engañarlo es tirándole
las cuarenta barajas. Como le gusta mucho jugar, levanta las cartas y se olvida
del bastón. Al mazo de barajas hay que quitarle las sotas.” (Bossi, 1995)
Para evitar que haga daño se
le puede dejar en las picadas por donde transita, choclo o tabaco para mascar, y con esto se consigue
su valiosa amistad.
“Pero
si por desgracia su amigo se olvida una sola noche de proporcionarle el regalo
habitual, se enfurece y se hace enemigo implacable, siendo temible e inevitable
la venganza.” (Bertoni, 1901)
Una vivienda ideal para el duende. Ivirá Pitá (Peltophorum dubium)
de gran tamaño con el tronco ahuecado.
Foto: Alex Mouchard
Si rapta una niña, “luego la lleva al bosque y la introduce en el agujero que le sirve de habitación; allí la alimenta durante algunas semanas con miel de abeja y después de satisfechos sus deseos, la devuelve á su familia, pero completamente enloquecida, por efectos de ciertos polvos, que el Djasih-djateré introduce en la miel que le da para alimento durante el cautiverio.” (Bertoni, 1901)
LA
PASIÓN DEL YASÍ-YATERÉ (fragmento) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . “En el
momento de la siesta, le ofrecieron a Anahí una hamaca, pero ella prefirió
recorrer el campo; le dijeron que era la peor hora, que lo de las víboras,
que lo del Yasí-Yateré, que lo del calor; pero no hubo excusas que la
atajaran...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cuento de Norberto Eugenio Petryk |
Vigencia de la leyenda en esta nota periodística del diario misionero “El Territorio” (https://cdn.elterritorio.com.ar/nota.aspx?c=5322044337104616) |
“El
yasí yateré es el guardián de la selva, símbolo de lo útil y bello que debe ser
preservado de toda destrucción insensata. Le temen por eso especialmente los
hacheros, los cosechadores de yerba mate y quienes depredan el monte de cualquier
otra forma.”
(Colombres, 2001)
“Genio
guardián de las florestas, dicen que en el incendio del verano nordestino
atraviesa la selva acompañado por una nube dorada de abejas que forman su
cortejo. Él simbolizaría la Belleza y su representación lo confirma, pues le
atribuyen singular encanto («luz de luna en los ojos, largo cabello rubio
ensortijado, extraña sugestión en la sonrisa, irresistibles propiedades para
conquistar mozas a las que rapta y ama, dejándoles un hijo que heredera su
condición de Yasí-Yateré»).” (Alba, 1965)
“La
tradición agrega que el hechizo mediante el cual se transforma a voluntad en
cigarra, en cigüeña, en pavita del monte o en apuesto galán si así conviene a
sus maniobras para seducir cuantas doncellas quiere, es debido a los poderes
mágicos de cierta hierba que se denomina «caaruvichá» y que él sólo consigue”. (Alba, 1965)
En la mitología guaraní Yasí
Yateré («fragmento de luna» o «el que
fue luna»), es el cuarto hijo de Taù (espíritu del mal) y de Keraná (diosa
del sueño) y es promotor de la fecundidad. Este personaje podría originarse en
el Jakarendy de los aché-guayakíes (etnia
guaranizada de Paraguay) que es también un enano blanco, que lleva arco y
flechas hechas de tallos de helechos, y extravía a los viajantes (Cadogan, 1955;
Colombres, 2001).
Los indígenas mbyá-guaraníes,
que llegaron a Misiones, a mediados del
siglo XIX, sabían de los yakaundíes, pequeños y morenos, que vivían de la caza
y de la miel, imitando el canto del yasiyateré y siendo capaces de ocultarse
bajo tierra. Una más de muchas otras referencias similares sobre etnias de
pigmeos en Sudamérica.
Sin embargo, la falta de
referencias antiguas sobre este monstruito hacen suponer a algunos autores un mito
europeo que llegó a estas tierras con los colonizadores. En Europa existe
infinidad de estos seres en las leyendas: kodoldes, curilos, elfos,
trolls, lemures, lutinos. Plinio relató
sobre el Ciopodo un ser muy veloz con un solo pie, aunque tan grande que le
servía a modo de sombrilla para cubrirse del sol y dormir la siesta. Y esto es
interesante porque en el norte de su distribución se atribuye al Sací el tener
un solo pie, al igual que el Ketronamun de los mapuches.
Yasy Yateré. Óleo sobre lienzo de Dario Ojeda.
Museo Provincial de Bellas Artes "Dr. Juan R.
Vidal". Corrientes (https://museovidal.wixsite.com/corrientes/mitologia-guarani)
En Brasil, especialmente en
los estados de Rio Grande do Sul y Paraná, la aparición de las leyendas del yasi yateré
hacia el siglo XVIII, en coincidencia con las migraciones tupí-guaraníes desde
el sur, concluye da Camara Cascudo, revelan que el mito es sureño y que fue agregando
atributos de seres mitológicos nativos,
europeos y africanos, tales como la monopodia, la capucha roja, la mano
perforada y pesada, el pedir fuego para fumar, la negritud, etc. Y en ese viaje
mítico fue incorporando hazañas a su prontuario y se fue mezclando con otros
seres fantásticos. Pues la mitología brasileña indica que Jaci (la Luna), madre de la selva, tiene como
divinidades subalternas al Saci-cererê, al Mboitatá, al Urutaú y al Curupira
(Couto de Magalhães, 1876). El personaje adquiere una multitud de nombres
además del citado: Matim-pererê, Matim-taperê, Matí-saperê, Matinta-pereira,
etc.
“El
Saci, según las creencias del salvaje, es un mestizo, que no evacúa ni orina y
vive junto a una vieja horrible. Por los senderos del bosque, por las picadas, camina
la vieja bruja, cantando una enigmática canción. Una canción “que canta a ritmo con el ave, ya conocida nuestra. Hay, pues,
entre el ave y el diabólico mestizo, íntimas
y estrechas relaciones, si es que el
endemoniado no es más que una de sus muchas transformaciones.” (Santos, 1938)
El diablillo goza molestando
a los viajeros, asustándolos o haciéndolos extraviar. Se les aparece como un
ser de un solo pie, un muchacho con capucha roja, a veces cabalgando en un
cerdo bravío, o como un viejo negro que pide fuego.
Como dicen los versos
populares:
Es el alma
de un mestizo
Haciendo
bromas en el sertón
Montando el
pecarí más salvaje
Cruzando
valles y ríos
Con la pipa en la mano.
. . . . . .
. . . . . . . . . . . .
Al pobre
viajero
embruja y
ataca a mitad de camino;
Y pide humo
y fuego, y sin demora
le enséña,
el Caipora*,
su pequeña
pipa negra.
Servido en
lo que pide,
al fin de
cuentas justas,
se sale con
la suya corriendo...
De lo
contrario, si no está satisfecho,
hace
cosquillas a la gente
y les hace
reír hasta morir.
(*) Caipora:
Otro nombre del pequeño ser mítico de la selva.
“. . .
una especie de ser fantástico, representado por un hombre negro, que, con un
gorro rojo en la cabeza, … frecuenta los pantanos de noche. Si pasa un
caballero por la vecindad, Saci le hace toda clase de travesuras, con el fin,
en realidad muy inocente, de divertirse a costa de los demás. Tira de la cola
del caballo para que deje de caminar; se sube a la espalda del jinete, y
practica otras travesuras, hasta que el jinete, al reconocerlo, lo espanta y en
este caso Saci sale corriendo con una gran carcajada. Las hazañas que se cuentan
de este ser imaginario son inimaginables; y sin embargo, hay que decirlo en
homenaje a la verdad, hay mucha gente que les da crédito. También se le llama
Saci-cereré y Saci-peré, y éste es unípedo.” (Beaurepaire-Rohan, 1889)
Finalmente las relaciones del Sací con los cucúlidos se
extenderían al Anó (Crotophaga ani)
quien sería el “dueño” del Sací y podría también tomar su aspecto. Por eso
quien mate al Anó pasaría a dominar los poderes del Sací (Santos, 1938; Contreras,
1998/99):
Matinta
Pereira:
El Anó ya
se murió,
¡Quien te
gobierna soy yo!
EL YASY YATERE
Un rubiecito pequeño se ve Chamamé, letra y música de Alcibíades Alarcón |
EL YASY-YATERÉ (YACIYATEÉ) La gente del
sur dice que el yaciyateré es un pajarraco desgarbado que canta de noche. Yo
no lo he visto, pero lo he oído mil veces. El cantito es muy fino y
melancólico. Repetido y obsediante, como el que más. Pero en el norte, el
yaciyateré‚ es otra cosa. … Alguien
ladró de pronto —o, mejor, aulló; porque los perros de monte sólo aúllan—, y
tropezamos con un rancho. En el rancho habría, no muy visibles a la llama del
fogón, un peón, su mujer y tres chiquilines. Además, una arpillera tendida como
hamaca, dentro de la cual una criatura se moría con un ataque cerebral. —¿Qué tiene?
—preguntamos. —Es un daño
—respondieron los padres, después de volver un instante la cabeza a la
arpillera. Estaban
sentados, indiferentes. Los chicos, en cambio, eran todo ojos hacia afuera.
En ese momento, lejos, cantó el yaciyateré. Instantaneamente los muchachos se
taparon cara y cabeza con los brazos. —¡Ah! El
yaciyateré —pensamos—. Viene a buscar al chiquilín. Por lo menos lo dejará
loco. … Les hablamos
de paños de agua fría en la cabeza. No nos entendían, ni valía la pena, por
lo demás. ¿Qué iba a hacer eso contra el yaciyateré? Creo que mi
compañero había notado, como yo, la agitación del chico al acercarse el
pájaro. … De pronto, a
media cuadra escasa, el yaciyateré cantó. La criatura enferma respondió con
una carcajada. Bueno. El
chico volaba de fiebre porque tenía una meningitis y respondía con una
carcajada al llamado del yaciyateré. … Alguien,
que cantaba afuera, se iba acercando, y de esto no había duda. Un pájaro; muy
bien y nosotros lo sabíamos. Y a ese pájaro que venía a robar o enloquecer a
la criatura, la criatura misma respondía con una carcajada a cuarenta y dos
grados. Cuento de Horacio Quiroga (1921). |
EL YASY-YATERÉ De todas las fuerzas ignotas y oscuras que vagan inciertas por las espesuras, no hay otra más honda, más dulce y temible, que aquella que encarna el ente invisible, el ser proteiforme de mágico encanto, que llama y que atrae soltando su canto. Yasy-Yateré, la del nombre suave, que a veces adquiere la forma de un ave, es fuerza hechizante, fatal cual ninguna, que juntas generan la selva y la luna. La noche infinita la fronda y Yasy, dan vida a la hermosa mujer Porá-sy. Es ella quien llama cantando su queja, se muestra, se oculta, se ofrece y se aleja. De todas las fuerzas ignotas y oscuras que vagan inciertas por las espesuras, no hay otra más honda, más dulce y temible, que aquella que encarna el ente invisible, el ser proteiforme de mágico encanto, que llama y que atrae soltando su canto. Yasy-Yateré, la del nombre suave, que a veces adquiere la forma de un ave, es fuerza hechizante, fatal cual ninguna, que juntas generan la selva y la luna. La noche infinita la fronda y Yasy, dan vida a la hermosa mujer Porá-sy. Es ella quien llama cantando su queja, se muestra, se oculta, se ofrece y se aleja.
Poema de Franklin Ruveda (1992) |
Johann
Natterer y su firma
(Goeldi, 1896)
JOHANN NATTERER, EL
PRÍNCIPE DE LOS COLECTORES
Ver El HALCON
APLOMADO (Falco femoralis) Y EL HIJO DEL HALCONERO: JOHN NATTERER
El naturalista Johann
Baptist Von Natterer (1787-1843) tenía
un padre, Joseph, zoólogo, halconero y
preparador que conservaba una colección de historia natural en Laxenburg, muy cerca de Viena. Obviamente
con ese antecedente las habilidades de Johann se dearrollaron ampliamente en
cuanto a la captura y taxidermización de especímenes. En 1806 en base a la
colección de Natterer se creó el Gabinete Imperial de História Natural
(Kaiserlich-Königliches Naturalien-Cabinet) dirigido por el médico Karl Franz
Anton Ritter von Schreibers, quien designó a Joseph como supervisor, y a su
hijo Johann, como adjunto. Esta cercanía al gobierno imperial permitió a Johann
asistir a numerosas actividades científicas en la Universidad de Viena y en la
Academia Imperial, lo que acrecentó sus conocimientos.
Con sólo quince años de edad
participó de varias expediciones
naturalistas en Hungría, Áustria, Croacia, Turquia e Italia. En 1810, se
encontraba en la tarea de trasladar piezas del museo para protegerlas de la
voracidad de los ejércitos napoleónicos, cuando
conoció en Rumania a Ferdinand
Dominik Sochor, cazador y taxidermista muy capaz, quien sería su compañereo de
viaje en américa, donde murió victima de enfermedades tropicales
En 1817, Don João, príncipe regente de Portugal, radicado con su
corte en Brasil, casó a su hijo Pedro de Alcántara con la archiduquesa
Leopoldina, hija del emperador Franz II de Austria. Ëste aprovechó el viaje nupcial
de su hija a Brasil para enviar la Expedición Austríaca, integrada por prestigiosos
naturalistas como los mencionados Natterer, Sochor, los botánicos Johann
Christian Mikan y Giuseppe Raddi, los
naturalistas bávaros Johann Baptist Ritter von Spix y Carl Friedrich Phillip
von Martius, además de auxiliares y artistas de Ciencias naturales. Así con 30
años, llegó Johann al Brasil donde habría de obtener una de las más importantes
colecciones zoólogicas de la época. Para evitar su deterioro enviaba periódicamente
remesas de especímenes a Viena.
Johann realizó 10 viajes entre
1817 y 1835, que lo llevaron desde la selva atlántica de Rio de Janeiro hasta,
atravesando el cerrado del planalto brasileño, Matto Grosso y el oriente
boliviano, para llegar finalmente a los
ríos Amazonas y Negro. Tales itinerarios fueron diseñados por el ornitólogo
August von Pelzeln, del Museo Imperial de Viena, principal receptor de sus
envios. A partir de esos materiales colectados por Natterer, Pelzeln
posteriormente describió 343 especies nuevas de aves en la obra Zur
Ornithologie Brasiliens, publicada en 1835.
August von Pelzeln [Annalen
des K.K. Naturhistorischen Hofmuseums. 1890. Volume 5.Wien: Alfred Hölder] |
Las condiciones del viaje fueron
realmente duras. Mayormente transitaban con Sochor por tierrra con una caravana
de caballos y mulas cargadas de frascos de vidrio, reactivos, equipos para
recolección, comida y ropa. Incluso Natterer destilaba él mismo los productos necesarios
para conservar los ejemplares obtenidos. La
importancia de la colección en cantidad y calidad es enorme. Solamente
de aves logró 12293 ejemplares, correspondientes a unas 1200 espécies,
acompañados de precisas y detallados rótulos y notas, aunque pese a su
habilidad como dibujante, no realizó ningún dibujo de las mismas.
Natterer regresó a Viena en
1836 con su esposa brasileña Maria do Rego y sus tres hijos. Sus especímenes
formaban casi un museo aparte dedicado a Brasil, pero dado el poco interés del
emperador Ferdinand (hermano de Leopoldina) en estos temas, Natterer fue
encargado de desmantelar dicho museo e integrarlo al Gabinete Imperial de
Historia Natural, base del actual Museo
de Historia Natural (Naturhistorisches Museum).
Natterer tenía intención de
estudiar las aves colectadas y producir una monografia sobre ellas, para lo
cual mantuvo contacto con los principales ornitólogos y museos de Europa. Sin embargo no se consideraba a si mismo como
buen escritor y no produjo más que dos artículos científicos y ningún relato
sobre su interesante viaje. A los pocos años se vió afectado por alguna
enfermedad tropical adquirida en Brasil y tras varias hemorragias bucales
falleció en 1843, dejando inconcluso su trabajo. Su esposa había fallecido en 1837 y sólo la hija
mayor, Gertrude, lo sobrevivió.
Pero la mala suerte
perseguía a Natterer y su obra. Cinco años después, en medio de las
revoluciones liberales de 1848, un proyéctil provocó el incendio del Gabinete
de Historia Natural donde se albergaban sus colecciones, las que quedaron parcialmemte
destruídas junto con la mayor parte de sus manuscritos. No obstante la
colección ornitológica se salvó y fue utilizada por numerosos ornitólogos
europeos para describir unas 200 especies nuevas para la ciencia. La revisión más
completa del material la llevó a cabo Pelzeln quien respetó la autoría de
Natterer en las especies nuevas, aunque
por no haber llegado éste a publicar formalmente su trabajo, se perdió la
prioridad y la validez de sus nombres.
Alex
Mouchard
EL YASÍ YATERÉ “Campeando” por los yerbales tomando un buen tereré me fui a cumplir una cita con el Yasí Yateré. Tibio duende montaraz de una mística quimera, dueño errante de los campos y la selva misionera. Tendido en un pajonal y con el rostro marchito, dele silbar y silbar, me encontré con un viejito. Yo soy aquel que buscas, me dijo, entre dos silbidos, soy pájaro y soy señor, toda la selva es mi nido. Soy el dueño de la siesta, soy el duende misionero, hago del canto una fiesta, cuido el monte con esmero. Quiero que duerman la siesta, quiero que sean muy buenos, los chicos de esta región, amiguitos misioneros. Quiero que sepan cuidar la tierra de que son dueños, mientras yo, dele silbar, he de velar por sus sueños. Cuando de hablar terminó se fue parando el viejito y poco a poco tomó la forma de un pajarito. Surcó volando los cielos y la selva retumbaba, su silbo se confundió con torrentes y cascadas. Todo niño misionero que se aventura en el monte siente de siesta un silbar que a veces le causa miedo... mas no se debe asustar, debe seguir su sendero, seguro lo ha de guiar nuestro duende misionero.
Luis Ángel Larraburu
(Escalada
Salvo, & Zamboni, 2003) |
EL
DUENDE DE LA SIESTA El duende de la siesta viene descalzo, cruzando los maizales, silbando bajo. Si no se duermen pronto ¡a que lo llamo! Tiene sombrero grande hecho de paja; los ojos son muy verdes, la cara blanca. Dicen que roba niños que no obedecen. Que si llega a tocarlos nunca más crecen. Es petiso y rechoncho Y muy travieso. (No griten a la siesta, quédense quietos...) Un bastoncito de oro lleva en la mano, el duende sombrerudo, pícaro enano. No sé si será cierto lo que se cuenta. Por las dudas, niñitos, duerman la siesta.
Rosita Escalada Salvo (2011) |
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