"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


domingo, 13 de junio de 2021

LOS LOBOS MARINOS DE LAS COSTAS ARGENTINAS


 


 Agradecemos a nuestro colaborador Gabriel Rodríguez por la siguiente nota donde nos cuenta la historia de los lobos marinos de Argentina. En nuestra próxima nota aportaremos los relatos de marinos, corsarios, exploradores y espías sobre estos animales.

 

 

Es muy galana costa y va corriendo una loma llana de campiña sobre la mar (…) Legua y media de la mar se acaba un ramo de cordillera que baja de la tierra adentro; muestra grandes peñascos y en lo alto campiñas y en la costa, en algunas partes, descubre pedazos de peñascos donde bate el agua, y en aquellos peñascos hay gran cantidad de lobos marinos.”

 

Juan de Garay en el actual Cabo Corrientes (Buenos Aires). Carta al Real Consejo de Indias, Santa Fe, 20 de abril de 1582.

 

 

León marino - Phoca jubata (Schreber, 1778)


 



HISTORIA ABORIGEN DE LOS LOBOS MARINOS

 

El territorio del extremo sur de Sudamérica, especialmente el archipiélago de Tierra del Fuego que comprende la isla Grande del mismo nombre y muchas otras islas de distinto tamaño y forma, a la llegada del europeo estaba ocupado principalmente por tres por grupos aborígenes. En la parte sur de Tierra del Fuego e islas magallánicas vivían los yámanas y alacalufes,  ubicados más hacia lo que es el actual territorio chileno, y en las zonas no costeras estaban los onas.  

Esta trama de canales, conocidos actualmente como “canales fueguinos”, es una pintoresca región con costas montañosas que pasan la mayor parte del año nevadas, y fue habitada por los intrépidos aborígenes que mencionamos y que recorrían los bravíos mares en canoas muy bien construidas. Para alimentarse recolectaban peces y mariscos principalmente,  y además cazaban mamíferos marinos. La tarea de obtener alimento estaba repartida entre ambos sexos. La caza del lobo marino era labor de los varones cuando se practicaba en tierra, pero la mayoría de las veces ocurría en el agua y en esa forma era tarea compartida: la mujer aproximaba a remo la canoa, mientras el hombre acechaba en la proa y arrojaba el arpón contra la presa.

Canals Frau describe la construcción de las canoas diciendo: “Se servían de unos botes muy particulares que fabricaba con trozos de corteza de haya unidos entre sí por medio de tiras de barbas de ballenas o de fibras vegetales, y calafateando luego los intersticios que quedan”. Debemos decir que el árbol conocido comúnmente como “haya” es europeo, pero es el nombre que por similitud los viajeros daban a las especies del género Nothofagus como la lenga y el ñire, y la mención que en otro párrafo hace dicho autor sobre el “avestruz”, no  se trata del ave africana, bastante más grande y de distinto colorido que nuestro parecido ñandú, al que probablemente se refiera el autor.

Decíamos que los aborígenes depredaban sobre mamíferos marinos y efectivamente lo hacían sobre ballenas (cetáceos) excepcionalmente cuando se acercaban a la costa, fócidos (focas verdaderas) y otáridos (lobos marinos). Las focas llegan sólo ocasionalmente cerca de estos lugares y sí  hay presencia del lobo marino de doble pelambre o de dos pelos (Arctophoca australis) y del  lobo marino de un pelo (Otaria flavescens). Esta última especie es la que da motivo a este trabajo y es conspicua en las islas del archipiélago fueguino y en toda la costa atlántica del actual territorio argentino, es decir la Patagonia y costas de la provincia de Buenos Aires. Los indígenas utilizaron  a los lobos marinos como materia prima para fabricar utensilios con sus pieles y las vísceras. Alberto de Agostini (1883-1960), intrépido explorador salesiano de la Patagonia, ofrece un relato a principios de siglo XX sobre la relación entre indígenas fueguinos y lobos marinos y en su  libro” Treinta años en Tierra del Fuego” señala: “el uso de pieles y tendones de lobos como única vestimenta de los  alacalufes.  Las pieles también se usaban para confeccionar brazaletes y otros adornos. La grasa la usaban para untarse el cuerpo. Con los cueros, yámanas y alacalufes confeccionaban cuerdas, vestidos, toldos para la vivienda, velas para las canoas, las canoas mismas y mortajas para los rituales fúnebres. Las cuerdas servían para escalar en búsqueda de huevos. Con el esófago, los intestinos y la vejiga del animal, preparaban recipientes para conservar aceite, alimentos  o proteger de la humedad piedras para encender fuego”.


Lobo marino de un pelo macho. Foto Alex Mouchard


Los lobos marinos cazados por los yámanas pertenecían a dos especies: "lobos marinos de dos pelos" o “focas peleteras” (Arctophoca australis) y "lobos marinos de un pelo" o "leones marinos" (Otaria flavescens); estos últimos tienen el doble del tamaño de los primeros y es la especie de las que nos ocupamos en esta nota.

Para la cacería de los  lobos marinos los indígenas utilizaban lanzas que arrojaban en grupos o con arpones de punta de hueso atados a una cuerda que afirmaban a una roca, o que sostenían ellos si el animal era pequeño. Otra técnica de caza consistía en inmovilizar al animal con una red y, luego, matarlo a golpes. Al animal muerto se le sacaba la piel y la grasa subcutánea. Se separaba la grasa y se estaqueaba el cuero con un bastidor de palos de madera para secarlo al sol o a las brasas.

Los yámanas fueron conocidos como “nómades del mar”. Sobre sus canoas de corteza de árbol, los hombres se dedicaban a las actividades de caza de animales como lobos marinos, nutrias y ballenas, para la cual utilizaban arpones. Las mujeres recolectaban frutos, semillas, hongos, huevos de aves y mariscos. Su vestimenta consistía en cueros de lobo marino y untaban su cuerpo con la grasa de este animal para protegerse del frio. Las mujeres usaban collares de huesos o caracoles y pulseras de cuero.

Los pueblos aborígenes no constituyeron una amenaza para los lobos debido a que las poblaciones indígenas eran de baja densidad, no permanecían mucho tiempo en una misma área y no se especializaban en la matanza de una sola especie animal. Una historia diferente es la que relaciona a estos animales con el colonizador europeo.

 

 

 

NAVEGANDO CON LOBOS

 

“Para ir a lanzar sus redes al mar, estos pescadores [de Valparaíso y Concon] se sirven de balsas en lugar de botes, que son globos llenos de aire hechso con la piel de Lobos marinos, tan bien cosidas, que ni un peso considerable es capaz de hacerlas soltarse, porque se hacen unas en Perú que soportan hasta unos 500 kg. La forma de coserlas es especial, perforan las dos pieles juntas con un punzón, o una espina de Pejegallo, y por cada orificio pasan un trozo de madera o una espina de pescado, sobre las cuales, de una a otra, hacen cruzar por arriba y por abajo, unas tripas mojadas, para cerrar completamente el pasaje de aire. Se atan dos de estos balones juntos por medio de algunas maderas que se hacen pasar sobre ellos, de manera que adelante quedan más próximos que atrás, y con una paleta o un remo de dos palas, un hombre se ubica allí arriba y si el viento le sirve, pone una pequeña vela de tela de algodón. Finalmente para reemplazar el aire que pueda escaparse, tiene delante de él dos tripas por las que puede inflar los balones cuando haga falta.”

 



 

Frézier, Amédée François. 1716. Relation du Voyage de la Mer du Sud aux Côtes du Chily et du Perou, fai pendant les années 1712, 1713 & 1714. Paris: Jean-Geoffroy Nyon, Etienne Ganeau & Jacque Quillau.

 

 

 

 

 

 

 

HISTORIA DE EXPLOTACIÓN EUROPEA DE LOS LOBOS MARINOS

 

En el transcurso de los siglos XVIII y XIX  las costas del Atlántico Sur comenzaron a recibir, con frecuencia muy asidua, distintos buques de procedencia mayormente británica y estadounidense. Uno de los objetivos principales fue la caza totalmente desmedida y brutal (a golpes de garrote) de lobos marinos de las dos especies que mencionamos en párrafos precedentes, obteniendo así su piel y la grasa de su epidermis con la que elaboraban aceite.

En las economías en expansión de Europa y Norteamérica de los siglos XVIII y XIX, se había establecido una gran demanda de aceites, cueros y pieles. Por este motivo el cuero y la grasa de estos animales  fueron valiosos trofeos que despertaron la codicia de estos personajes, denominados “loberos”, que no cesaron en la masacre hasta que las poblaciones costeras de lobos marinos fueron disminuyendo gradual y radicalmente.



Ocasionalmente los lobos marinos se adentran en el río de la Plata.

Este cráneo fue hallado en Punta Indio y muestra el típico desgaste anular en caninos e incisivos. Foto gentileza de Roberto Rodríguez.

          

En 1960 se estimó que la población total de lobos marinos de un pelo en la Argentina alcanzaba a 144.500 ejemplares; y como referencia mencionamos que sólo en la Península de Valdés entre 1917  y 1953 se mataron más de 260.000 individuos. Y, en toda la Argentina, en ese mismo lapso de tiempo, se cazaron cerca de 500.000 ejemplares (Campagna y Cappozzo, 1986). La Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM) dice: citando a Godoy (1963) que  mayormente la caza y comercialización industrializada operó entre 1920-1950 en todas las provincias costeras, y en Malvinas entre 1935-1966 (Baylis et al. 2015a). Se cazaron 493.000 animales en la región, con la mayor presión sobre los apostaderos de Península Valdés (40%) y Tierra del Fuego (30%).

Alberto De Agostini, en su libro ya citado, relataba detalles sobre las cacerías de lobos y sobre sus autores:  “Los loberos ofrecen sus servicios sin sueldo, y reciben en cambio víveres, municiones y un tanto por ciento sobre las pieles que logran. La goleta lobera, provista de víveres para varios meses … recorre todas las loberías que se extienden  desde el cabo de Pilar hasta la Isla de los Estados. Llegada junto a estas loberías, desprende la goleta de sus flancos las balleneras, chalupas de dos proas … y en ellas toman sitio los loberos, bien provistos de víveres y municiones. Una vez desembarcados, se arrastran sigilosamente alrededor de las focas, a sotavento para no asustarlas  y para cortarles la retirada. Cuando las focas notan la presencia del hombre, ya no tienen tiempo para huir, pues una descarga simultánea de wínchester tiende en el suelo muertas a las más audaces, mientras las otras retroceden asustadas. En ese momento empieza la verdadera carnicería de aquellos pobres animales. Mientras uno o dos de los mejores tiradores se quedaban en la playa para matar a los que, por acaso, intentan huir y arrojarse al mar, los otros armados con bastones, se meten entre ellos y cada golpe bien dado sobre la cabeza produce una víctima. El desuello se hace inmediatamente después, operación que los loberos hacen con habilidad y rapidez sorprendentes…” Luego afirma: “Su número ha disminuido notablemente por la asidua y clandestina caza que le daban los loberos, los cuales no reparan en estaciones  y destruyen la raza matando indiferentemente a hembras o machos, a grandes y chicos, también en la época de cría, y no obstante las severísimas leyes de veda de los gobiernos argentinos y chilenos…”



Leon marino. Grabado de Jean Louis Charles Pauquet. (Buffon, 1799)


 

En  relación al no cumplimiento de las leyes que menciona de Agostini podemos imaginar que en un territorio costero e isleño inmenso, invadido por una significativa cantidad de embarcaciones de distinto tipo, es una utopía  absoluta pretender que se cumplan las leyes al ser imposible el control.

También influyó en la llegada de cantidades de loberos durante el siglo XVIII, tanto las expediciones navales de las potencias europeas como las de los Estados Unidos de Norteamérica que con su reciente independencia, buscaban nuevas tierras y riqueza. Entre las tripulaciones compuestas por científicos, cartógrafos, marinos,  aventureros y naturalistas se  “camuflaban” los loberos. Algunas expediciones que se  destacaron  fueron las de los ingleses George Anson (1740), John Byron (1764), que se destacó con su libro que tituló “The Narrative of the Honourable John Byron”, James Weddell que viajó  en tres oportunidades a nuestros mares y escribió “Un Viaje Hacia el Polo Sur: realizado en los Años 1822-1824”,  y  James  Cook (en 1768 y 1772); la del francés Louis Antoine de Bougainville (1766), de cuyas publicaciones se derivaron valiosas observaciones sobre los lobos marinos; y las de los norteamericanos Charles Barnard (1836), Edmund Fanning (1838) y Benjamin Morrell (1832). También influyó que, en el comercio internacional, al promediar el siglo XVIII, se produjo la apertura del puerto de Cantón en China (Dulles, 1930; Greenberg, 1951). Como se mencionó precedentemente en muchas de estas aventuras marítimas viajaron hombres que se abocaron a la ciencia a través de la observación de la naturaleza que los rodeaba, y de los grupos humanos que veían en sus amarres en los puertos, y muchos de ellos narraron sus experiencias dejando a veces obras de valor que aportaron conocimiento a las ciencias naturales, etnografía y a la historia.



Oso marino del Océano Sur, de Forster (Jardine, 1839)


 

Como podemos imaginar las expediciones justamente tenían como objetivo explorar nuevas tierras y mares y con ese propósito recorrieron las islas Malvinas  y la mayoría de las islas que hoy mencionamos como islas “del Atlántico Sur”, pertenecientes a la Argentina. El primer barco del que se conocen datos precisos sobre la presencia de loberos en las islas Malvinas es el “States” de Boston, que en 1775 cargó 13.000 pieles de lobos marinos que fueron finalmente vendidas en Cantón, China. Aclaramos que hay autores que dicen que ya hacia 1769 estaban actuando en las islas Malvinas gran cantidad de loberos. También estuvieron en 1790  dos barcos al mando de los capitanes Noodward  y Greene, cumpliendo actividades de caza. En 1801, 31 barcos, la mayoría de ellos norteamericanos e ingleses, operaban en las islas Georgias del Sur, alcanzando un acopio de 112.000 pieles. Weddell (1825) calculó que no menos de 120.0000 pieles debieron haber sido extraídas solo de las Georgias del Sur durante los 50 años de caza de lobos marinos.

En 1819, el capitán Smith descubrió las Islas Shetland del Sur —asiento de poblaciones de lobos finos antárticos (Arctophoca gazella) - y con ellas el campo de lobeo más importante del s. XIX  donde  en la  estación primavera-verano de 1820-1821, con al menos 47 barcos entre norteamericanos e ingleses, se alcanzó la  captura 250.000 animales. En la estación siguiente más de 44 barcos se llevaron 340.000 pieles (Neddell, 1825, en Bonner, 1982).

Webster (citado en Bonner, 1968), describe en 1829 la escasez absoluta de animales en las Shetland. Por otra parte se estima que la población del norte de Patagonia (región comprendida entre la desembocadura del Río Negro, 41°02’S, y la desembocadura del Río Chubut, 43°20’S) estaba reducida a menos del 10% de su tamaño original en la década de 1960 cuando se dejó de explotar (Crespo y Pedraza, 1991; Koen-Alonso y Yodzis, 2005; Grandi et al., 2012). Actualmente la población del norte de Patagonia se estima entre 60.500 y 83.500 lobos marinos, y se estaría recuperando a una tasa relativamente alta, cercana al 6 % anual (Dans et al., 2004; Grandi, 2010).

Respecto del estado actual de las poblaciones del  lobo marino de un pelo (Otaria flavescens) según Romero et al. (2019) “La abundancia del lobo marino común es alta y las tendencias poblacionales son positivas en todas las regiones donde habita en Argentina”. Estos autores estiman una población total de más de 200.000 individuos y la clasifican como de Preocupación Menor (LC), según los criterios de la UICN. Su conservación se ve afectada por actividades antrópicas como la pesca que provoca mortalidad incidental y competencia por los recursos alimenticios. Por otro lado constituyen un importante recurso turístico en distintos puntos de la costa patagónica.


 

 
Arctophoca australis - San Clemente del Tuyú (Buenos Aires)
Foto Alex Mouchard


 

El Lobo marino de dos pelos (Arctophoca australis) cuenta en Argentina con una población de 125.000 individuos con tendencia poblacional positivas, por lo cual se lo clasifica como Preocupación Menor (LC; UICN). Los apostaderos son escasos (islas de Chubut, Tierra del Fuego, Isla de los Estados e Islas Malvinas) y eso representa un riesgo ante epidemias y actividades antrópicas. Existe un riesgo derivado de posibles derrames de petróleo de buques e instalaciones costeras, así como de la actividad pesquera. Asimismo la ingestión de plástico y los enredos con sunchos y líneas de pesca constituyen otro peligro más (Vales et al., 2019).

 

 

 

 

LA EXPLOTACIÓN

 

“Las costas del mar en Chubut han sido en otro tiempo renombradas por las grandes pescas de focas que allí han tenido lugar y en las que se han sacrificado millares de esos animales, tanto que hoy sólo se encuentran en el Sur de Buenos Aires pequeñas Roquerías, como llaman los pescadores a los puntos donde se reúnen los lobos marinos. Estas Roquerías no son siempre habitadas; sino que las focas, con intervalos de uno a dos años y en grandes tropas, cuyo número llega hoy a dos mil, invaden las rocas, al pie de algún promontorio, elevado casi a pique, sobre el Oceáno. En el mar nunca las he visto reunidas en número considerable: sólo cinco o seis muestran sus negros hocicos para respirar y se hunden con su lastre de piedras, que llevan consigo para triturar los alimentos, cuando notan que la curiosidad o el instinto destructor del hombre puede ponerlas en peligro. En el agua es dificultoso apresarlas, pues luego de heridas desaparecen en las proximidades, pero en la costa sucede lo contrario. La caza, aunque no está exenta de peligros, es casi siempre segura, cuando se ha tenido buen cuidado de burlar la vigilancia de los venerables y feroces machos melenudos de la tropa, encargados de hacer de centinelas mientras las hembras buscan su alimento y cuidan con cariño, casi humano, sus hijuelos o duermen tranquilas sobre las rocas, a donde con gran dificultad han trepado (…) La Otaria jubata o león marino (…) es la que ha proporcionado aceite a las fábricas que en la costa patagónica se establecieron en otro tiempo y de las que hoy sólo quedan ladrillos refractarios y enormes tachos de hierro, entre los médanos.”

 

Moreno, Francisco P. 1879. Viaje a la Patagonia Austral. Buenos Aires: La Nación. Tomo primero.

 

 

 

LOS LOBOS MARINOS

 

Pocos relatos referidos a las matanzas de estos mamíferos marinos nos proporcionan datos que permitan suponer  la especie a la que se refieren. Pero es lógico que en los primeros relatos no se mencionaran especies dado que recién en 1776 Schreber describe a Phoca jubata (= Otaria  flavescens) y en 1782 Zimmermann a Phoca australis (= Arctophoca australis) y ya bastante antes de esas fechas se había iniciado la caza.  En una primera etapa los viajeros observaron las grandes colonias y registraron su ubicación narrando lo visto  a su regreso a Europa, lo cual generó una segunda oleada de viajeros ya cazadores

En la costa atlántica de la Argentina y en el archipiélago de Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur están presentes, principalmente, las siguientes especies: el lobo marino de dos pelos sudamericano (Arctophoca (= Arctocephalus) australis),  el lobo  de un pelo sudamericano (Otaria flavescens), el lobo  marino de dos pelos antártico (Arctophoca (= Arctocephalus) gazella) habitante las islas al sur de la Convergencia Antártica y el lobo marino de dos pelos subantártico (Arctophoca (= Arctocephalus) tropicalis), que vive mayormente en las islas al norte de la Convergencia Antártica de los océanos Atlántico, Pacífico e Indico, no obstante es común ver ejemplares errantes en las Georgias del Sur. Todas estas especies en algún momento puede aproximarse a las costas patagónicas, pero las más conspicuas son las dos primeras y sobre ellas recayó mayoritariamente la gran masacre.


Harén de lobos marinos (Lydekker & Sclater, 1894)


No tenemos intención de referirnos a cuestiones taxonómicas (con muchas controversias hasta hace poco tiempo), pero básicamente debemos decir que al grupo de animales mencionados integran el grupo de los carnívoros y se los denomina Pinnípedos o de la superfamila Pinnipedia, que se divide en tres familias. Una de ellas es la Otaridae, a la que pertenecen las especies mencionadas que, entre otros caracteres, se diferencian de las otras dos familias por tener  visible sus pabellones auditivos u orejas.

Dedicaremos especial atención al denominado “lobo marino de un pelo sudamericano” (Otaria flavescens)  por ser muy abundante en las costas de la Argentina.

Charles Darwin y Alfred Russell Wallace desarrollaron la Teoría de la Evolución a mediados del Siglo XIX. El mecanismo por el cual la evolución ocurre fue denominado por Darwin “Selección Natural”. La Teoría de la Evolución tiene por fin conocer la historia de vida de una especie, los mecanismos de su evolución y los procesos de adaptación. La historia de la evolución de los pinnípedos comenzó hace aproximadamente 25 millones de años, durante la época del Oligoceno tardío. Para entender esto podríamos imaginar a un mamífero terrestre que se alimentaba en el mar y que tenía algunas adaptaciones que le permitían utilizar el medio marino. No debemos olvidar que esas adaptaciones aparecieron por azar a través del proceso evolutivo y que se fijaron mediante selección natural, ya que por ser ventajosas no llevaron a la muerte a los ejemplares que las tenían, sino que permitieron su supervivencia y reproducción, y fueron transmitidas mediante el ADN a sus descendientes (Cappozzo, 2004). Este animal marino costero era de tamaño mediano –superior a una nutria actual- y podía explotar un nuevo ambiente inexplorado por sus congéneres, obteniendo beneficios tales como abundante alimento. El nombre científico del antecesor de los pinnípedos es Enaliarctos mealsi y corresponde a un fósil pinnipediomorfo (de la superfamilia Pinnipedia, a la que hoy pertenecen los lobos marinos). En la evolución de focas, morsas y lobos marinos existen discrepancias con relación a si provienen todos de un único antecesor (origen monofilético) o de dos antecesores distintos, pero los detalles a favor o en contra de una de estas posturas queda para biólogos moleculares y paleontólogos.

 

Otaria molossina de Lesson. Dibujo de James Stewart. (Jardine, 1839)



 

La adaptación  fue realmente sorprendente.  Partamos del aspecto de verdadera mole que tienen estos animales donde los machos  pesan  hasta  350 kilos y su largo máximo puede llegar a 2,60 metros (Bastida y Rodríguez, 2009), mientras que las hembras pueden pesar como máximo unos 150 kilos y el largo ronda 2,20 metros en los ejemplares de mayor tamaño. Si, además de su fisonomía de un muy pesado animal viéramos la torpeza para deambular, quedaríamos boquiabiertos al verlo zambullirse como si se tratara  de un pez que una vez en el agua mueve con toda soltura su cuerpo ondulante y cuyos miembros anteriores son dos  remos perfectos aunque casi inútiles fuera del agua. He observado su natación en el puerto de Mar del Plata, cuando se subían a los ya emblemáticos barcos de pesca color anaranjado intenso, y luego se lanzaban al agua y durante muy poco tiempo los veía nadar con una silueta plenamente fusiforme, cambiando bajo el agua su color pardo por  negruzco al estar su pelambre de una sola capa de pelos, totalmente mojada. No menos sorprendente resultaba ver su ascenso que, como si una catapulta los impulsara, hacía asomar su cuerpo enteramente fuera del agua; mediante hábiles y rápidos movimientos utilizaban sus “manos”, absolutamente atrofiadas como tales, y en segundos estaban otra vez sobre la barcaza. He pasado muchos minutos, y en distintas ocasiones,  observando esto que no parecía real: eran 350 kilos que mediante un movimiento del cuerpo se elevaban varios metros.

Fuera del agua, su dificultad para trasladarse es bastante grande, dado que carece de extremidades preparadas para ello; no obstante con gran esfuerzo puede realizar una “carrerita”. Sin dudarlo, esta carencia de facilidad de traslado sobre la tierra contribuyó mucho a que fueran muertos a golpes de garrote en sus cabezas.


 

Lobos marinos de un pelo. Península Valdés (Chubut). Foto Alex Mouchard.




Veamos al ilustre Carl Linneo (1806) como calificaba a este grupo de mamíferos marinos: “Es una tribu sucia, extraña y pendenciera, fácilmente domesticable, y polígama; la carne es suculenta y tierna; la grasa y la piel son útiles; viven y nadan bajo el agua, y se arrastran con dificultad por tierra pues tienen las patas anteriores recogidas y las posteriores unidas; se alimentan de peces y productos marinos y engullen piedras para evitar el hambre, distendiendo así el estómago”

Su cuerpo alargado es poco notable al estar apoyado sobre la arena, pero luce en los machos  una vistosa y tupida melena que cubre todo el cuello y finaliza en la cara. Es bien visible su hocico romo y ancho. La hembra, de menor tamaño, por carecer  de melena, parece aún más pequeña.



Lobería en Península Valdés (Chubut).  Foto Alex Mouchard


 

Respecto a la reproducción, que tiene lugar en los apostaderos de las costas de mar o en islotes cercanos,  existe una serie de secuencias que se cumplen estrictamente y para los machos este tiempo puede considerarse algo peligroso por la competencia que se produce entre los ellos, dado que siempre hay un círculo de “solteros”  que están al acecho de obtener alguna hembra.

Ocurre así: a mediados de diciembre las colonias comienzan a ser ocupadas por los machos que son los primeros en arribar. Van tomando posiciones como para que a la llegada de las hembras, unos días después, logren conseguir su compañera de reproducción. Al llegar las madres, dan a luz en los dos o tres primeros días, y la cópula se produce nuevamente entre el 5° y 7° día, ocurriendo siempre algún revuelo ya que los machos quieren mantener su dominio sobre las hembra de su harén, y éstas practican la poliandria de forma de asegurarse la preñez. Recordemos que siempre se forma un grupo de machos solitarios que pugnan por aparearse. Todo el proceso reproductivo finaliza cerca de fines de febrero, o sea unos 50 a 60 días después. La organización social queda definida por grupos de cría con poliginia moderada, grupos de machos territoriales solitarios que tratan de retener a las hembras y grupos marginales que mantienen su interacción con los grupos de cría. El criadero o colonia tiene esos grupos satélites de machos jóvenes y adultos que no consiguen hembra. Estos conjuntos periféricos no penetran al área de cría, en cuyo centro se encuentran los grupos reproductores de hembras y machos.

 

Gabriel Omar Rodríguez

 

 

Nombres comunes de Otaria flavescens según SAREM  (https://cma.sarem.org.ar/es/especie-nativa/otaria-flavescens):

 

Lobo marino de un pelo

León marino sudamericano

León marino de América del Sur

Lobo marino sudamericano

Lobo marino común

 

 

En portugués:

 

Leão-marinho-do-sul

Leão-marinho-da-patagônia

 

 

En inglés:

 

South American Sea Lion

Southern Sea Lion

 

 

 

 

 BIBLIOGRAFÍA


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domingo, 30 de mayo de 2021

EL JACAPA O FUEGUERO OSCURO (Ramphocelus carbo) Y LAS TRAVESURAS DE PAULINE

 

“El toche canta en los mangos

Y la mirla en los guayabos,

Y tu me miras de lado

Como miran los venados”

 

Copla popular colombiana

 

Dibujo de  Pauline de Courcelles (Desmarest, 1805)

 

Hojeábamos asombrados con mis compañeras de biblioteca la magnífica obra de Anselme Gaétan Desmarest “Histoire naturelle des Tangaras, des Manakins et des Todiers”, un volumen de impresionante tamaño folio (50x35 cm) con grandes láminas coloreadas a mano. Es a todas luces una verdadera obra de arte de la literatura sobre historia natural. La belleza de estas aves se ve fielmente retratada en las láminas a color y me pregunté quién sería la hábil dibujante que firmaba las láminas como Pauline Decourcelles. La obra fue “publicada en 12 fascículos, siendo 1805 la fecha del primero. Las láminas, de Mme. de Courcelles (a quien más tarde Temminck conoció muy bien como madame Knip), son muy finas; el texto de Desmarest no es especialmente digno de mención. El trabajo, sin embargo, es clásico" (Coues, 1879). Madame Pauline de Courcelles (o Decourcelles) no solamente dibujó y pintó las láminas sino que, con gran dedicación, las retocó personalmente en cada ejemplar. Fue ésta la primera monografía sobre aves editada en Francia.

Me llamó especialmente la atención la lámina que representa al Ramphocèle Bec d’Argent, pájaro que actualmente se conoce como Ramphocelus carbo, porque hace unos años había tenido oportunidad de verlo en la zona amazónica de Ecuador. Si bien no es de los fruteros más coloridos,  sus intensos tonos negro y carmín con una pátina aterciopelada le dan un bello aspecto sobre el que se destaca el “espejito” blanco de la base del pico. La lámina en cuestión, como indica el título, es una de las “figuras impresas en color, según los dibujos de Mademoiselle  Pauline de Courcelles, alumna de Barraband.”  Este dato me llevó a investigar quien era la tal Pauline, responsable de tan bello trabajo. Y el resultado, como se verá, fue por demás curioso e interesante. Pero antes demos la palabra a los naturalistas que nos cuentan algo sobre el ave.

 

 

EL JACAPA

 

El jacapa, fueguero oscuro, toche o  pico de plata (así llamado por el mencionado “espejito”) fue descripto por George Marcgrave hacia 1640 en Brasil con el nombre de Jacapu. Hoy en día en la región amazónica de Brasil se lo conoce como jacapa. Un nombre al parecer tomado de los aborígenes tembés, que le llamaban jakapim. Sin embargo Pelzeln (1870) creía que el naturalista germano se estaba refiriendo en realidad a otro frutero, el tiê-caburé (Compsothraupis loricata). 

 

Así lo describió (Marcgrave & Piso, 1648):

“Ave del tamaño de una alondra, cola amplia, alas más cortas, patas cortas y negras, uñas agudas en los cuatro dedos; pico algo curvo y negro, de medio dedo de largo [9 mm]. Todo el cuerpo vestido de plumas negras resplandecientes; desde abajo la garganta, sin embargo, esas negruras están mezcladas con manchas del color del cinabrio.”

 

The red-breasted blackbird
Dibujo de George Edwards (1760)

 

Un siglo después, desde las Guayanas, Charles Sonini de Manoncourt, colaborador de Buffon, trajo a éste algunas informaciones sobre la conducta de estos pájaros (Buffon, 1770-1785): “El Pico de Plata es el más común de todos los tangarás en la isla de Cayena  y en Guyana (...)  Se alimenta de frutos pequeños, también pica plátanos, guayabas y otros frutos grandes y tiernos cuando están maduros y no come insectos. Estas aves frecuentan los lugares descubiertos y no huyen de las inmediaciones de las viviendas; los vemos incluso en los jardines; esto no impide que sean bastante comunes en lugares deshabitados e incluso en claros de bosques, porque en los más espesos, cuando los vientos han derribado varios árboles, y el sol puede iluminar a estos caídos y limpiar el suelo, no dejan de encontrarse los Picos de  Plata que, sin embargo, no van en bandadas, sino siempre en parejas.”

“Su nido es un cilindro algo curvado que amarran entre las ramas horizontalmente, la abertura en la parte inferior, de modo que no importa por donde venga la lluvia, no pueda ingresar; este nido mide más 16 cm de largo y 12 cm de ancho; está hecho de paja y hojas secas de heliconia, y el fondo del nido está bien revestido internamente con trozos más grandes de las mismas hojas. Es en los árboles bajos donde el pájaro fija este nido; la hembra pone dos huevos elípticos, blancos y cubiertos en el extremo mayor con pequeñas manchas de color rojo claro que se pierden al acercarse al otro extremo.”

Sin embargo el nido que describe no parece ser del jacapa ya que éste hace un nido abierto en forma de copa y los huevos son de fondo celeste o verdoso.

 

Marone Tanager (Ramphiopis atro-coccineus)
Dibujo de William Swainson (1841) 

 

El frutero negro lleva el apropiado nombre específico carbo (= carbón) que le otorgó Peter Simon Pallas, un conocido zoólogo del siglo XVIII. Veamos cómo llegó el ave a manos del mismo. A mediados de dicho siglo proliferaban en Europa los gabinetes de curiosidades, precursores de los actuales museos de historia natural. En La Haya (Holanda), Adriaan Vroeg era un importante coleccionista que poseía una rica colección de aves taxidermizadas que decidió poner a la venta en 1764. Para confeccionar el catálogo correspondiente era necesario identificar las especies con exactitud para lo cual recurrió a un colega, Arnout Vosmaer, que como él trabajaba en el gabinete de historia natural “Stadholder Willem V”. Vosmaer disponía de la obra de Linneo pero, encontrando dificultad con algunos nombres, recurrió a Pallas, quien completó la identificación y nominó las especies que no figuraban en el Systema Naturae de Linneo. Entre ellas estaba una pareja de ejemplares de nuestro fueguero, provenientes de Sudamérica, a los que denominó Lanius carbo. Dos años después Linneo ajusto la clasificación ya que el ave no pertenecía evidentemente a la familia de los alcaudones (Laniidae), que son paseriformes eminentemente carnívoros,  sino a la de los fruteros (Thraupidae) que en esa época se agrupaban bajo el género Tanagra, así su nombre quedó como Tanagra atra (= negra). Pero el nombre carbo regresó debido a la regla de prioridad y, en la obra mencionada, Desmarest (1805) creó el género  Ramphocelus, nombre que en griego significa pico manchado (ramphos= pico, kelis= mancha) y se refiere al “espejito” del que dice el autor: “Esta placa está recubierta de una película delgada que le da un aspecto plateado bastante brillante, sobre todo en el ave viva”.

 

Bec d’Argent o Tangará pourpré de Cayenne
Dibujo de François Nicolas Martinet (Daubenton, 1765-1783)

 

 

Por su parte, Buffon (1770-1785) explicaba así el origen del nombre pico de plata: “Nuestros colonos de Cayena le dieron a esta ave el nombre de bec d’argent [= pico de plata],  que adoptamos, porque expresa un carácter específico bien marcado, y que consiste en que las bases redondeadas de la mandíbula inferior del pico se extienden hasta debajo de los ojos, y forman a cada lado una placa gruesa que, cuando el pájaro está vivo, parece ser de la más brillante plata.”

 

En la Guayana Británica, Schomburgk (1840-1844) registraba otros nombres autóctonos: “Lo encontré con mayor frecuencia en la costa en bosques dispersos y en plantaciones, donde es una de las aves más comunes. Siempre se ve en parejas. Los macusis lo llaman Ipitikaha, y los warraus, Porokeda.”

 


Pipira de papo vermelho (Ramphocelus jacapa)
Dibujo de Emilio Augusto Goeldi (1900-1906).

 

 

En Pará (Brasil) es “común en todos los jardines y lugares abiertos cubiertos de Solanum (como los cruces de caminos) alrededor de Pará. Se alimenta de semillas y bayas; se reproduce, creo, alrededor de junio y julio, de acuerdo con las aves juveniles observadas. Su nombre nativo es Pipilli, de su voz. Es la más común de todas nuestras aves, y la mayoría de las veces cae víctima de la escopeta, siendo disparada por error por otras especies.” (Layard, 1873). Otro nombre local en esa zona es pipira según registró Goeldi (1897). María Snethlage (1907) coincide en que era el ave más común en Pará y sus alrededores. “Estos pájaros parecen criar con frecuencia. Al menos he observado a adultos mayores con sus crías a intervalos cortos durante mi estadía aquí de casi un año. Encontré un nido solo una vez en la hoja de una palmera moriche joven a un metro sobre el suelo. Posteriormente fue abandonado por los pájaros.”

El viajero del Amazonas, William Bates (1873), lo veía frecuentar los frutales y otros árboles de los jardines, los machos con su bello color púrpura y negro aterciopelado. Lo consideraba casi tan común como los gorriones lo eran Europa. “Son igualmente animados, inquietos, audaces y cautelosos; sus notas son muy similares, chirriantes e inarmónicas, y parece que les gusta casi tanto la vecindad del hombre. Sin embargo, no construyen sus nidos en casas.”

Otro viajero amazónico comparó su conducta con la del petirrojo europeo: “posado en los naranjos debajo de las ventanas, y revoloteando constantemente entre las ramas, emitiendo sus pocas notas, que, aunque agradables, difícilmente puedan llamarse una canción (…) Su nido está cuidadosamente construido con hojas y zarcillos de enredaderas, y los huevos suelen ser de tres y cuatro, de un color azul claro y muy marcados en el extremo más grande con manchas marrones.” (Edwards, 1861)

 

Ramphocelus jacapa 

Dibujo de Jean Théodore Descourtilz (1854-1856) 

 

 

Descourtilz (1854-1856) señalaba que en el estado de Goyaz también es muy frecuente verlo: “Vive allí en parejas, que no se separan, y a las que se unen las crías cuando son jóvenes. La pequeña familia vive, así reunida, hasta después de la primera o incluso la segunda muda. Este pájaro es desconfiado y siempre está en movimiento; salta de rama en rama, y ​​en todo momento emite una especie de llamada, un canto ronco y desagradable.

 

En Perú habla de ella el naturalista polaco Jan Stolzman: “Pájaro vivaz y animado como las otras especies del género. Se encuentra principalmente en los lugares descubiertos, así como en las plantaciones y en la orilla de los ríos, sin penetrar jamás en lo profundo de la selva. Generalmente se la ve en parejas o pequeñas bandadas compuestas de algunos individuos. Anida en la estación de las lluvias, después de enero y hasta marzo. Los habitantes del país lo denominan guanchaco, nombre aplicado en Cutervo al Trupialis militaris [Leistes militaris].” (Taczanowski, 1884-1886)

 

En Ecuador los jíbaros le daban el nombre de chauga. “Las hembras de esta especie eran bastante numerosas en Archidona y los machos sólo en el Coca, río abajo. Frecuenta árboles frutales en los claros de los indígenas. Los machos jóvenes se pueden distinguir de las hembras por ser más rojos y por tener un poco de blanco en la punta de las plumas de la cola. Estaban en plena muda en el Coca en mayo.” (Goodfellow, 1901)

 





Le jacapa
Dibujo de Jean Gabriel Prêtre (Cuvier, 1816-1830). Bibliothèque Nationale de France 



 

EL ENGAÑO

 

Tras la publicación de Desmarest, Pauline se dedicó a dibujar palomas a partir de los ejemplares taxidermizados en el Museo de Historia Natural  y no está claro si ella buscó un especialista para escribir los textos o si fue el zoólogo neerlandés Coenraad Jacob Temminck quien buscó una dibujante. Lo cierto es que ambos se enfrascaron en un proyecto consistente en publicar las descripciones y láminas de palomas y gallináceas, en tres volúmenes, siendo los textos de Temminck y las láminas, de Pauline. El primer volumen sobre las palomas constaría de quince fascículos y estaría dedicado a Louis Napoleón, rey de Holanda.  La publicación comenzó en 1810 y avanzó hasta el fascículo 13. A partir de entonces Pauline realizó un truco mediante el cual quedó como principal autora de la obra. He aquí el relato del propio Temminck (1815):

 

"La obra que ofrezco al público en el formato actual, estaba destinada a aparecer en formato folio acompañada de láminas de colores. El primer volumen de esta edición en gran formato, que contiene la Monographie des Pigeons, apareció en París en el año 1808 y se completó en 1811; encomendé la dirección a la señorita Pauline de Courcelles, actualmente señora Knip, pintora de historia natural, muy hábil, y todas cuyas obras en este género atestiguan su  distinguido talento. Esta dama fue encargada de supervisar el grabado de las planchas; los dibujos habían sido realizados por ella a partir de las especies de palomas que se encontraban en el Museo de París, en número de cuarenta y siete individuos, así como cuarenta dibujos que copió de los que yo había hecho hacer ante mis ojos a Monsieur [Jean Gabriel] Prêtre,  quien, con este propósito, había venido a pasar unos meses en Holanda."

"El primer número apareció en 1808 acompañado del título que lleva esta edición; la señora Knip, entonces señorita  de Courcelles, fue nominada allí, por derecho, por la parte que tenía en el proyecto, y en los siguientes términos: "Con figuras pintadas en color por la señorita Pauline de Courcelles, grabadas, impresas  y retocadas bajo su dirección."

 

 

El título era “Histoire Naturelle des Pigeons” y la página titular indicaba que el autor era Temminck, dándole el crédito de las láminas a Pauline, quien supervisó la edición en Paris dado que, mientras se preparaba la publicación, Temminck residía en Holanda. Sin embargo, en el décimo tercer fascículo (1811)  “Madame Knipp realizó un acto de delicadeza verdaderamente femenina, mediante el cual le robó a Temminck” (Coues, 1879).

 

“La obra no estaba aún terminada aún, cuando la señora Knip, abusando de mi indulgencia y desagradecida ante el desinterés que yo había mostrado a su favor, consideró bueno cambiar el título, sustituyéndolo por uno nuevo donde se designaba autora; suprimió 40 páginas impresas del texto, que podrían haber servido de prueba contra el presunto autor, e hizo correr la misma suerte al índice latino, que formaba 16 páginas impresas a dos columnas.” (Temminck,1815)

 

Pauline se atribuyó la autoría de la obra, seguramente descontenta por no haber sido presentada como co-autora de la misma,  invirtiendo así los términos del título original y alterando incluso, a manera de burla, la grafía del nombre de Temminck que figura como Themminck. Como señalaba éste, al encuadernarse la obra Pauline ordenó además reemplazar el “Discours sur le Pigeons” (Discurso sobre las Palomas) original del zoólogo holandés por una versión abreviada, además suprimió  la Introducción y el índice, a fin de disimular los cambios.

 

“Esta obra así mutilada fue obsequiada a S.M. la Emperatriz y Reina Marie Louise, y le sirvió para obtener recompensas que la ambición de la señora Knip había codiciado durante mucho tiempo. Sin embargo, para dejarme ignorante, a una distancia de cien leguas, de todos los detalles de esta arbitraria acción, la señora Knip tuvo la previsión de enviarme sólo copias completas, con el título del año 1808 y a las que no se había eliminado nada del texto ni del índice." (Temminck,1815)

 

La recompensa obtenida de la emperatriz, además del título de “Primera Pintora de Historia Natural de S.M. la Emperatriz y Reina Maríe Louise”,  incluyó la suma de 5760 francos, aparentemente por la compra de diez copias de la obra, y un departamento y atelier en la rue de Sorbonne.

 

Edificio donde vivió Pauline hacia 1808
en la Rue Censier St. Victor Nº2 (1) 

 



Sigue Temminck:

"Según nuestras condiciones, me reservé como autor, sólo ocho copias de la obra: estas y otras cuatro que serán reconocidas por el título, que lleva la fecha del año 1808 y el índice latino que las completa,  son las únicas aprobadas por mí."

"Un viaje que hice en ese momento a París para publicar allí los dos volúmenes de la historia natural de las gallináceas, que estaban destinados a continuar al de las palomas, me hizo descubrir los artificios de esta dama. Todos los medios utilizados para apelar contra un acto tan arbitrario fueron ineficaces, y mi voz no pudo alzarse contra la intriga apoyada por poderosos protectores; los periodistas se negaron a poner mis quejas en sus hojas; incluso la respuesta al artículo que la nueva autora había publicado en esos periódicos, me fue prohibida."

 

Pauline reconoció finalmente el hecho, pero siendo muy amiga de la emperatriz Marie Louise de Austria, esposa de Napoleón Bonaparte, el holandés no se atrevió a acusarla de piratería. Más tarde las láminas originales fueron compradas por el rey Luis XVIII para la Biblioteca del Louvre, pero seguramente se quemaron en el incendio que sufrió el museo en 1871. En 1807 antes de su publicación habían sido presentadas para su aprobación, no se sabe si por pedido de Temminck,  a Bernard de Lacépède y a Georges  Cuvier quien opinó que “el arte de hacer estas planchas se ha hecho tan perfecto, que es difícil creer que pueda jamás ir más lejos, en cuanto a la veracidad y magnificencia.”

 

Caloenas nicobarica. La paloma de Nicobar. 

Una muestra de la maestría del pincel de Pauline

(Knip, 1838-1843)

 

 

La obra que, como vimos, iba a incluir a las palomas y gallináceas en tres volúmenes con dibujos de Pauline y de Prêtre, quedó interrumpida a causa de este conflicto. Recién entre 1813 y 1815 Temminck publicó finalmente una versión completa en tres tomos aunque ya sin las láminas de Pauline. Al final del tercer tomo Temminck no se privó de agregar una nota denunciando el accionar de la pintora, de la que tomamos los párrafos de más arriba.

Por su parte Pauline publicó un segundo tomo de “Les Pigeons” con textos de Florent Prévost, naturalista del Museo de Historia Natural de Paris. Recién en esta obra vemos las láminas firmadas como “Pauline De Courcelles Fem Knip”, ya que en las ediciones anteriores las láminas llevan firma. La acción de la pintora produjo incluso problemas con la taxonomía, dado que se describían nuevas especies indudablemente atribuidas a Temminck, y fue necesario determinar la forma de citarlas dada las diferentes versiones de la obra que han quedado en los diferentes museos.

 

Es difícil a tantos años de distancia juzgar la conducta de Pauline. Si tenemos en cuenta la situación de la mujer en esa época, es quizás justificable que recurriera a ese ardid para hacer valer su trabajo. En esos años la labor de los artistas que trabajaban en estas obras muchas veces no era reconocida adecuadamente en los títulos ni en los prólogos, donde pocas veces eran nombrados, y con más razón tratándose de mujeres (ver nuestra entrada EL PATAGÓN (Ochethorhynchus phoenicurus) Y ELIZABETH COXEN, LA TALENTOSA ESPOSA DE JOHN GOULD). Además desconocemos si la idea de la publicación de “Las palomas” había sido originalmente de Pauline quien luego sumó Temminck para escribir los textos con lo cual parecería tener derecho a una co-autoría, o fue al revés. Finalmente, hacia 1842 parecería que las heridas se habían cicatrizado y ambos autores habían llegado a un acuerdo pues Temminck propuso una visita a París aportando aves de su colección para que ella las pintara y agregara a su obra con Prévost.

 

 

LA TRANQUILA VIDA DE PAULINE

 


Pauline de Courcelles Knip – Retrato a lápiz hecho por su esposo Josephus Knip.
El retrato original era de cuerpo entero y mostraba su cuerpo gestante
.
Se conserva en la Bibliothèque Nationale de France (Laruelle, 1885-1886)

 

Antoinette Pauline Jacqueline Rifer de Courcelles nació en Paris en 1781.  Tuvo una buena educación y además de sus clases de danzas y de música, comenzó a tomar lecciones con Jacques Barraband, un famoso pintor de temas de historia natural especialmente dedicado a dibujar aves tropicales, quien a pesar de utilizar como modelos animales taxidermizados lograba darles un aspecto vital y una gran exactitud en sus formas  y colores.  Barraband apreció el talento de Pauline y la animó a igualarlo en la pintura de aves.

En 1805, habiendo reunido 72 láminas de aves exóticas se asoció como vimos con el joven Desmarest con quien publicó la obra sobre los tangarás, manakins y todies. El resultado exitoso obtenido con dicha publicación le permitió mantenerse desde entonces a sí misma y a su madre, empobrecida por tres matrimonios complicados. Su fama como ilustradora se acrecentó al presentar sus acuarelas y dibujos a lápiz en los salones del Museo Napoleón de París en los años 1808, 1810, 1812 y 1814. En el de 1810 obtuvo la medalla de oro en el de 1810, con una composición muy alabada de una gallina con sus pollitos. Sin embargo la obra no se vendió y Pauline la regaló a un amigo, volviendo a sus pinturas científicas para ganarse la vida. Probablemente en esa oportunidad fue presentada a la segunda esposa de Napoleón, la emperatriz Marie Louise, a quien con el afán de promocionarse regaló, como dijimos, la obra sobre las palomas.


 

Gallina con pollitos 

Dibujo de Pauline de Courcelles (Laruelle, 1885-1886)

 

 

En el estudio de Barraband conoció a Joseph Augustus  Knip, un pintor neerlandés de flores y paisajes, discípulo del pintor de flores Gerard van Spaendonk. En 1808, gracias a la mediación de Barraband, el robusto Joseph y la menuda Pauline se casaron y ella tomó el nombre de Pauline Knip. El matrimonio fue desastroso, la delicada y tranquila Pauline se vio alterada por su brusco y ruidoso marido, que se despertaba al alba cuando ella dormía tras haber trabajado hasta tarde en la noche. Pauline quedó embarazada y durante un tiempo su marido le tuvo cierta consideración y hasta le hizo un retrato al lápiz, el único que tenemos de ella. Lamentablemente el niño murió pequeño, y para librarse de su marido le consiguió una pensión para viajar a pintar paisajes en Italia. Finalmente, en 1824, el matrimonio se divorció y ella pasó a firmar sus obras como 'Pauline De Courcelles esposa de Knip’.

Aunque algunas fuentes la hacen madre de la hija de Knip, Henriette, nacida en  Amsterdam en 1821, ya para esa época la pareja estaba separada de hecho, y la verdadera madre sería la amante de Knip, Cornelia van Leeuwen.  Henriette Knip recibió lecciones de su padre y más tarde adquirió fama como pintora de animales domésticos, principalmente perros y gatos.

 

Vaso decorado por Pauline de Courcelles con un ave africana 

Manufactura de Porcelana de Sèvres, 1822. 

Hillwood Estate Museum & Gardens, Washington. Fotografía de Edward Owen.  

https://www.facebook.com/HillwoodMuseum/photos/alexandre-brongniart-director-of-s%C3%A8vres-porcelain-manufactory-called-upon-madame/10157717303835847/

 

 

Pauline trabajaba sobre vitela y papel, con acuarela y gouache, pero realizó también diseños de aves sobre porcelanas para la famosa Manufacture Nationale de Sèvres, entre 1817 y 1826. Todas las piezas fueron adquiridas por la Casa Real, ya que solamente allí se podían pagar los precios exorbitantes que tenían. En algunos casos también dibujó las plantas de las que las aves se alimentaban.  Su obra cumbre allí fue un servicio de mesa conocido como “Aves de América del Sur”, el cual fue obsequiado por el rey Carlos X a su prima y esposa, María Teresa Carlota, hija de Luis XVI y María Antonieta. Extrañamente ^Pauline nunca tuvo la curiosidad de visitar Sêvres y recibía las piezas a decorar por correo y una vez terminadas las enviaba de vuelta a la fábrica. Incluso se dice que en su vida salió de Paris una sola vez para ir apenas hasta la vecina Versalles.

 

Platos de postre pertenecientes al juego “Servicio de aves de América del Sur”
pintado por Pauline de Courcelles.
Representa a la derecha un bailarín azul (Chiroxiphia caudata)
y a la izquierda una hembra de tangará (Euphonia sp.)


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Al parecer llevaba una vida muy tranquila y retraída, casi monacal. Trabajaba en sus dibujos de aves hasta 14 horas por día, incluso de noche a la luz de la lámpara. Ya anciana seguía retocando obras durante 7 a 8 horas diarias. Tenía algunas curiosas manías como envolver los timbres para no escucharlos sonar y cubrir los mangos de los cubiertos con terciopelo para que no se endurecieran sus delicados dedos por el contacto con el metal. Esa delicadeza hizo que en cierta oportunidad dejara caer al suelo una docena de platos que llevaba de regalo a su amigo íntimo el zoólogo Étienne Geoffroy Saint-Hilaire.

Pauline falleció en Paris a los 69 años.

 

Alex Mouchard

 





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