"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


domingo, 25 de septiembre de 2016

EL CHUCAO (Scelorchilus rubecula): OSCURA FLECHA DE LA SELVA

“¡Oh!”  Dijo el chucao llamándome
Cuando yo buscaba remedios;
De repente no recordé más nada
Por eso he quedado triste
Por no saber si viviré
Por eso, pues, estoy afligida.

Painemal Wietra – Canción mágica mapuche

A orillas del lago Menéndez, en el bellísimo Parque Nacional Los Alerces (Chubut, Argentina), se encuentra el pequeño Puerto Chucao. No es necesario preguntar por el motivo del nombre, ya que,  a poco llegar, un simpático pajarito, de llamativo pecho rojizo, se acerca caminando  hasta nuestros pies mientras nos mira con curiosidad ladeando la cabeza.  Es el chucao, antiguo habitante de estos milenarios bosques.

La historia de esta curiosa avecita, se mezcla con la de un marino, naturalista y artista, descendiente de la nobleza prusiana, Friedrich Heinrich von Kittlitz,  con quien concretó una fatal (para el ave) cita en tierra chilena, pero que la hizo conocida para el resto del mundo.

El chucao según Kittlitz
Kittlitz, F. H. von -1830-1831- Ueber einige Vogel von Chili.  Mémoires présentés à l'Académie impériale des Sciences de St. Petersbourg par divers Savans et dans ses assemblées. 1


BREVE ENCUENTRO

En 1826 von Kittlitz  se había sumado como naturalista a la expedición rusa del buque Senjawin, dirigida por el capitán Fyodor Petrovich Litke.  Su principal tarea era la de coleccionar aves para el Museo de la Academia de las Ciencias de Rusia.

Aunque el principal destino del viaje era explorar la zona del mar de Bering y la península de Kamchatka, en su trayecto el buque hizo una breve escala en la bahía de Concepción, Chile.

Así relata el propio Litke la llegada a las tierras del chucao, el 15 marzo de 1827.

“Pronto aparecieron ante nosotros las dos colinas del cabo  Bío Bío, conocidas como ‘Los pezones’,  cuya forma,  suficientemente bien descripta por su nombre, sirve como punto de referencia a la entrada de la bahía de Concepción”. 

Al día siguiente,  “Los señores naturalistas, deseosos de abandonar el barco después de una larga e infructuosa, para ellos, navegación no perdieron tiempo para descender a tierra, donde pasaron la noche”.

“Los naturalistas recorrieron todo el lugar y regresaron contentos por la naturaleza del país, y con tan ricas colecciones, que era imposible colocar todo en el bote, y tuvieron que abandonar una parte en tierra durante la noche”.

Por su parte Kittlitz relata: “Nuestra estancia en la bahía de Concepción fue demasiado corta como para poder dar una idea, aunque fuera imperfecta, de la rica fauna de éstos parajes; uno se asombra al ver la  cantidad y variedad de aves marinas que abundan en todos lados; hay probablemente varias grandes especies de petreles, que cubren las rocas a la entrada de la bahía; estas rocas aparecen generalmente todas blancas con sus excrementos”.

“Más lejos, en la misma bahía, destacamos dos especies de Carbo [cormoranes, Phalacrocorax], y, yo creo, una nueva especie de Lestris  [Catharacta skua] y un gran número de gaviotas; Pero sobre todo una gran cantidad de Rhynchops nigra [rayadores]; una muy  gran especie de foca se mostró aquí y allá, pero nunca fuera del agua, excepto cuando se zambullían; entonces distinguíamos la larga prolongación de su labio superior en forma de trompa, lo que nos hizo pensar que podría ser la  Phoca proboscidea de Péron [el elefante marino, Mirounga leonina]”.

“El 16 y 17 de marzo visitamos el pueblo de Tomé; el país, cubierto de arbustos, estaba animado por un gran número de aves; fue en la costa misma, donde conté cinco especies de gaviotas; entre las cuatro especies que obtuve, citaré (al menos por lo que tengo razones para creer) a Larus franklinii (Richards) [Leucophaeus pipixcan] que hasta ahora solo se había visto en América del Norte”.

Chucao en Puerto Chucao
                Foto de Alex Mouchard


“Cerca de las casas vimos el gorrión de Chile, Fringilla diuca (Molina) [Diuca diuca] y bonitos estorninos de pecho rojo, Sturnus militaris (Linn.) [Sturnella loyca], que, de todas las aves de este país, es la que más destaca a la vista; finalmente el bonito colibrí,  Trochilus sephanioïdes (Lesson) [el picaflor rubí, Sephanoides sephaniodes], con un bello color dorado por encima de la cabeza, el cual se encuentra en grandes cantidades; y es la única especie del género que pude ver aquí. Se dice que la Psittacara  patagonica (Lesson) [el loro barranquero, Cyanoliseus patagonus] es aquí muy común en estado silvestre; no puedo  asegurar haberla encontrado así, pero la vimos en jaula en casi todas las casas; este loro anda siempre en el suelo, a la manera de Pezoporus formosus [el perico terrestre oriental de Australia, Pezoporus wallicus ] ; mantuvimos a bordo durante un tiempo a dos aves de esta especie, y entonces pudimos asegurarnos de las diferencias en su forma de vida, con respecto a la de otros loros”.

Casa rural en Valparaíso, Chile.
Dibujo de Kittlitz.


“En el corto espacio de un día y medio que pasamos en tierra, maté y preparé 20 especies de aves; Desde luego, habría obtenido más si hubiera visitado las riberas de algún río o lago; más tarde encontré la mayor parte de estas aves en Valparaíso, excepto, sin embargo, las siguientes que parecen esencialmente pertenecer al sur: la Muscicapa pyrope (nueva especie) m. [el diucón, Xolmis pyrope], el Synnalaxis Tupinieri (Lesson) [el rayadito, Aphrastura spinicauda], que vive en la misma forma en que nuestros paros [Parus],  el Troglodytes paradoxus m. (más tarde, Malacorhynchus  Chilensis, Kittl., Menetr.) [el churrín grande Eugralla paradoxa], el Pteroptochus rubecula m. (nuevo género y especie) [nuestro protagonista, el chucao], Alcedo torquata (Linn.) (var. Chilensis) [el martín pescador grande, Ceryle torquata], Ardea nycticorax (Linn.) [la garza bruja Nycticocrax nycticorax], Larus franklinii (Rich.) [Leucophaeus pipixcan]  y Larus dominicanus (Lichtenstein) [la gaviota cocinera]. De estas 20 especies, sólo había  encontrado dos en Brasil: un Troglodytes y Fringilla matutina (Licht.) (gorrión de México) (Buff) [el chingolo, Zonotrichia capensis] , pájaro que parece muy extendido”.


OTROS VIAJEROS ENCUENTRAN AL CHUCAO

Un ilustre naturalista viajero de aquellas épocas, Charles Darwin, nos dejó valiosa información sobre este pájaro: “En Chiloé, donde es común, es llamado por los habitantes indígenas cheucau. Frecuenta los lugares más tristes y retirados dentro de los bosques húmedos. A veces, aunque el grito del cheucau es oído de cerca, uno pone atención para tratar de verlo pero en vano;  otras veces, si uno se queda inmóvil, el pajarito de pecho rojo se aproxima hasta un pie de distancia, con la mayor confianza. Entonces salta, ocupado, entre la masa enredada de cañas y ramas podridas, con su colita levantada como un gallo. Abrí la molleja de varios ejemplares; era muy muscular, y contenía semillas duras, brotes de plantas, ocasionalmente algunos insectos, y fibras vegetales mezcladas con piedritas. El cheucau produce un miedo supersticioso a los chilotes, debido a sus gritos variados y extraños. Hay tres clases bien diferentes: —uno es llamado chiduco, y es un auspicio de buena suerte; otro, hui-treu, es extremadamente desfavorable; y el tercero, lo he olvidado. Estos nombre se le dan por imitación de sus gritos, y los nativos están para algunas cosas, absolutamente dominados por ellos”.

El chucao según d'Orbigny
Orbigny, Alcide d'  - 1835-1847 - Voyage dans l'Amérique méridionale exécuté pendant les années 1826, 1827, 1828, 1829, 1830, 1831, 1832 et 1833.Pitois-Levrault (Paris)


D’Orbigny, que presenta esta linda lámina, confiesa no haberlo visto vivo, pero  dice que le fue enviado un ejemplar desde Valdivia, donde parece que era común.
Justamente hacia 1889 Harry Berkeley James, en medio de un proyecto de relevamiento de la ornitofauna chilena, envió a Ambrose Lane a Valdivia, donde lo sorprendió la guerra civil de 1891 y tuvo que regresar. Sin embargo logró conocer allí al chucao en la desembocadura del río Calle-calle, sobre el río Bueno y en Puerto Varas, a orillas de la laguna de Llanquihue. En esa época, la región estaba cubierta por una densa selva, la selva valdiviana, que llegaba hasta la costa marina, desarrollándose sobre un terreno montuoso, atravesado por arroyos (quebradas) cegados por un denso sotobosque.

“Estos pájaros” –escribía Lane- “habitan el espeso sotobosque de la selva, y generalmente se encuentran en la vecindad de un arroyo. Desaparecen de la vista y reaparecen, cuando no notan ser observados, pero al percibir a alguien más cerca, o notar cualquier movimiento súbito, son tan veloces para retirarse que parecen desvanecerse en la nada. Sus movimientos solo se comparan al vuelo de una flecha o un misil similar – es decir, cuando se lanzan a través de un claro o se retiran de la vista. De otro modo saltan o corren por un sendero abierto, y se acercan bastante bajo la cobertura de los arbustos”.

“Nunca vi propiamente volar a una de estas aves; confían enteramente en sus patas para tratar de escapar. Su canto es muy fuerte en relación al tamaño del ave; es emitido casi en el mismo volumen que el gluglutear del pavo. El macho emite una nota algo parecido al cacarear del gallo; es lanzada a intervalos mientras hace su camino entre los laberintos del sotobosque, y es respondido por notas similares desde la distancia. También he notado que cuando se desplazan por un arroyo invariablemente, van por el fondo, corriente abajo. Como regla, nunca dejan el suelo, aunque ocasionalmente pueden posar por segundos en una rama, pero nunca lo observé saltando sobre los arbustos como hacen otras especies de la selva. La hembra tiene una nota como la del macho, pero mucho más débil. También producen un grito muy melancólico, que es una especie de llamada cuando están en pareja”.

“Pasé un montón de tiempo en Arauco tratando de conseguir estos pájaros, y casi me rindo desesperado, hasta que fui más al sur, donde los encontré mucho más abundantes y bastante numerosos en la selva; a tal punto, en algunos lugares, que esperando en un lugar adecuado, venían decididamente a mi alcance, como atraídos por la curiosidad; pero si ponía el arma al hombro o hacía cualquier movimiento repentino, no importa cuán leve fuera, se desvanecían como si se los tragara la tierra, y era inútil tratar de obtener otro avistaje de ellos”.

“Son los celebrados chucaos de los indios, que creen tanto en ellos, que si en un viaje los oyen gritar a la izquierda, se vuelven antes de enfrentar la desventura que los espera, mientras que si el sonido viene por la derecha siguen adelante, confiados en su buen éxito”.

Hay que señalar que en Argentina, recién fue hallado por primera vez a principios del siglo XX por Julio Koslowsky en el valle del lago Blanco, Chubut.



AGORERO DE VIAJES

Por su habilidad para aparecer y desparecer de la vista velozmente, es lógico que el chucao haya sido considerado por los aborígenes como un ave mágica. Como lo señalaban Lane y Darwin, según el tono y la dirección del canto se dan interpretaciones opuestas al mismo. Así si el macho canta un melódico chiduko, chudek, chirríu o chusi, indica buena suerte, pero si se le escucha un canto áspero, que emitiría la hembra, algo parecido al del pavo, algo así como witreu, huithreu, huithrothroy, es seguro que el viaje será adverso.  En este caso se dice que al viajero “le grita mal el pájaro” y para evitar la desgracia debe insultar al ave, ponerse la ropa al revés y girar en círculo tres veces.

Del mismo modo si el canto viene de la derecha (o por delante)  indica buena fortuna, y lo contrario si viene de la izquierda (o de atrás). Sin embargo, esto parece ser un mito europeo de acuerdo como puede leerse al comienzo del Cantar del Mío Cid cuando éste es desterrado de Castilla: “A la exida de Bivar ovieron la corneja diestra, e entrando a Burgos ovieronla siniestra”


Y lo confirma  Ángel Parra  en su poema “Chucao”:

“Pájaro agorero, chiquito y tosta'o,
cantas escondido, chucao, chucao.
Gritas por la izquierda o por la derecha
y das alegría, o si no, tristeza”.

Su habilidad para esconderse en el bosque le permite ayudar a los pobladores a encontrar a los animales extraviados, y cuando grita sin parar, hay que buscar refugio, porque anuncia tormentas y lluvias con la certeza de un barómetro. Parece que antiguamente, en Chiloé, los matrimonios se consumaban cuando el novio raptaba a la novia y la llevaba al bosque, de donde sólo regresaban cuando el chucao los bendecía con su canto.

Francisco Vidal Gormaz relata durante su exploración del estuario de Reloncaví:  “El bosque no es tampoco más abundante en esta clase de seres; es raro oir resonar en él otra voz que la del triste chucao, cuyo plumaje gris rojizo se confunde con el color de los troncos que constantemente habita; es considerado por los chilotes como agorero en el anuncio del tiempo i de sucesos futuros”.  Y en Yate “reinaba un silencio profundo; solo de cuando en cuando venía a distraernos el chucao, pajarillo gris con plumas rojas en el pecho, que salia a mirarnos curiosamente; éramos los primeros hombres tal vez que íbamos a perturbar el sosiego de su morada”.

El mismo autor señala que en Chiloé  “los madereros le suponían nueve cantos diversos (…) Algunos de sus cantos producen efectos desagradables en el tablero, que los ‘manifiesta’ por medio de imprecisiones súbitas i simultáneas a los ecos del Chucao. Otros son de júbilo, por predecirles felicidad, buen viaje, buen tiempo, etc.; en fin, otros son de indiferencia. No obstante, sus nueve tonos son escuchados por el viajero y el frecuente cantor produce impresiones diversas según el acento que ejercita”.

“Algunos creen que el Chucao tiene tales fuerzas que puede detener a un robusto maderero en medio de la montaña i hasta conducir la carga del viajero; por lo que es común oír decir a aquellas jentes, elojiando la agudeza i poderío de la pequeña avecita: ‘Bien haya el poder que Dios le ha dado’;  ‘EI Chucao canto bien, no hay cuidado, adelante’; ‘Que mal canto el hij..., Tendremos mal viaje o mal tiempo’ “.


"Chucao" de Mariana Vadell



Y para terminar esta reseña nos quedamos con el poético retrato que hizo Pablo Neruda del ave en su ambiente de selva valdiviana:

Ay qué grito en las soledades! 
Voy por los bosques, anchas hojas, 
gotas de lluvias o cantáridas 
y se hunden mis pies en el suelo 
como en una esponja mojada: 
es fría la sombra que cruzo, 
frío el silencio y transparente: 
no pasa nadie por aquí 
por este lado de la tierra, 
por estas páginas del agua: 
no hay pasajeros perdidos 
ni caballos, la selva sola, 
la emanación de la montaña: 
su cabellera triturada: 
sus infinitos ojos verdes 
y el chucao lanza su lanza, 
su largo grito desbordante: 
él rompe con su grito de agua 
en que sólo cayeron hojas 
y las raíces ocuparon 
como invasores este reino. 

Alta tristeza errante, canto, 
campana de las soledades, 
obscura flecha del chucao, 
único trino sobrehumano 
en la humedad enmarañada 
del Golfo de Reloncaví.



LA PLANTA DEL CHUCAO

Los mapuches reconocen a la planta llamada coralito  (Nertera granadensis) como ruca-chucao, es decir pecho de chucao, o quelliquen-chucao:  chucao rojo, debido al color de sus frutos. Se trata de una especie  rastrera  siempre verde, de muy escaso desarrollo, apenas 4-8 cm, que pertenece a la familia de las  rubiáceas.

Coralito
Dibujo de  W.H. Fitch - Curtis’s Botanical Magazine, t. 5748-5812, vol. 95 [ser. 3, vol. 25]: t. 5799 (1869) 




TOPONIMIAS
Chucahué = lugar del chucao, de  chucaw y  we = lugar. Río corto de la isla Guar (Llanquihue) que se vacía en el estero del mismo nombre.
Chucalén = de chucaw y len = ser, haber. Pequeño pueblo al SO del golfo de Quetalmahue en la bahía de Ancud, Archipiélago de Chiloé.





FRIEDRICH WILHELM HEINRICH VON KITTLITZ

ORNITÓLOGO Y EXPLORADOR DE KAMCHATKA


Los viajes de verano en la región superior de Kamchatka.
Dibujo de Kittlitz quien, según un mensaje personal a su familia,  es la persona a la derecha de la imagen.


          Friedrich Wilhelm Heinrich Freiherr von Kittlitz y Ottendorf  nació en 1799  en Wroclaw (Polonia) y desde pequeño mostró gran interés en la pintura así como por las aves a las que dibujaba muy hábilmente y con gran realismo. Al terminar el colegio,  ingresó en el batallón de infantería que comandaba su padre. Se arrepintió más tarde de esta elección que hizo más por tradición que por verdadero interés, ya que su pasión seguían siendo las aves, y lo era de tal forma que llenó el campamento militar en Mainz con las aves que cazaba y cuidaba. Así pudo estudiar la avifauna del país realizando numerosos dibujos y listas de las aves.  Este logro lo indujo a querer investigar la avifauna de zonas lejanas,  como la Siberia oriental y Kamchatka, hasta entonces poco exploradas por los científicos.  En esta etapa publicó en revistas ornitológicas y empezó a preparar una "Historia natural de las aves", que por razones de costo sólo llegó a tres entregas.

          A los 19 años, gracias a los contactos de sus familiares en los círculos políticos rusos, deja el ejército y consigue ingresar a  la Academia Imperial Rusa de Ciencias como naturalista, y más adelante logra ser nombrado ornitólogo de la expedición de circunnavegación rusa que, bajo la dirección del almirante Fedor Petrovich Litke, habría de efectuarse entre los años 1826 y 1829. También fue aceptado como miembro de la Sociedad de Ciencias Naturales Senckenberg, que mantenía un hospital, biblioteca, un museo de historia natural, laboratorio químico y un departamento de anatomía.

          A la espera de la partida, Kittlitz   se dedicó a conocer San Petersburgo, estudiar la lengua rusa y contactarse con  importantes científicos, como el barón Adam Johann von Krusenstern, navegante e hidrógrafo, y el naturalista Johann Friedrich von Eschscholtz, quien había participado de la expedición de Otto von Kotzebue, coleecionando en Brasil, Chile, California, el mar de Bering y Kamchatka.

          Finalmente, en agosto de 1826, parte a bordo del "Senjawin"  desde el puerto de San Petersburgo. La expedición constaba de dos corbetas fabricadas especialmente para este viaje: la "Senjawin" y la "Moller".  También participaba  el médico y botánico Dr. Karl Heinrich Mertens y el dibujante y mineralogista Alexander Postel .  El entusiasmo inicial de Kittlitz pronto se vió menguado por un mareo pronunciado,  que ya no habría de dejarlo durante toda la expedición.

          El recorrido incluyó Tenerife (Islas Canarias), Río de Janeiro, el cabo de Hornos, Valparaíso, el océano Pacífico, la bahía de Sitka (Alaska) y  las Aleutianas. En septiembre de 1827 desembarcó en Petropavlovsk (Kamchatka) donde, separándose del resto de los integrantes,  inició su exploración terrestre  a través de la península. En las primeras salidas ornitológicas  observó que en la región  había  "un misterioso silencio de muerte"  que contrastaba con  la diversidad de aves de Europa y su llamativa polifonía. Como posible causa Kittlitz menciona el número inimaginablemente grande de mosquitos "sedientos de sangre", de los cuales los pichones no podían defenderse. Poco a poco el naturalista va descubriendo la notable avifauna del lugar. Así el avistaje de la famosa águila o pigargo gigante (Haliaeetus pelagicus) hace que decida quedarse más tiempo de lo previsto en Kamchatka.  Pero la tristeza y melancolía del clima y el paisaje, y la soledad al separarse de sus compañeros afectaron su mente y el resultado de su trabajo, que fue más pobre de lo deseado.

          También llegó a la isla Starichkov donde anidan en cuevas los frailecillos (Fratercula arctica)  y, con ayuda de los pobladores, pudo  capturar una buen cantidad y recolectar sus huevos.   Kittlitz  lamentó que esa caza despiadada de frailecillos afectaba principalmente a las hembras con cría, ya que los machos se encontraban en esa época el mar buscando comida.

          Posteriormente recorrió los  bosques de coníferas de Kamchatka central. Siendo verano podía viajar a pie, a caballo o en canoa con sus ocasionales acompañantes. Avanzando hacia la costa occidental de la península, cada vez más es aquejado  de agotamiento,  se desanima al encontrar menor variedad de fauna y enfrentar un clima cada vez más tormentoso y frío. Entonces decide reembarcarse en el "Senjawin"  sin realizar el proyectado viaje a las islas  Kuriles para estudiar la colonia de focas (Phoca vitulina).  El viaje de vuelta se hizo por las Filipinas, Santa Elena y las Azores, desembarcando en junio de 1829 en Le Havre para viajar por tierra a San Petersburgo.

          Las tareas que consumieron sus fuerzas durante esta exploración son impresionantes.  Observó, y describió las aves, tratando de encontrar sus nidos y huevos.  Según Litke: “Era el barón Kittlitz quien se ocupaba de esta parte; él mismo trabajaba en la preparación de las pieles, y de dibujar las aves que no habían sido descriptas suficientemente, o que eran desconocidas por completo”.  También obtuvo pieles de mamíferos; realizó dibujos de peces, herborizó y clasificó plantas, registrando los sitios donde crecían, los nombres locales y los usos que le daban los pobladores.  Así obtuvo una descripción general de la flora de Kamchatka con las principales  especies y comunidades de plantas.

          Kittlitz regresó de su expedición con una rica colección de 750 pieles de aves, pertenecientes a 300 especies diferentes, muchas de las cuales se describían por primera vez. Además objetos etnográficos recogidos por los tres naturalistas y carpetas de dibujos, de los cuales 700 eran de Postel, 200 de Kittlitz y unos 300 de Mertens, La mayor parte de estos especímenes fue depositada en el Museo de la Academia de Ciencias de San Petersburgo.  Además 77 ejemplares de mamíferos y 44 de aves fueron donados al Museo Senckenberg. Con esteos materiales publicó numerosos trabajos ornitológicos en las Memorias de la Academia Imperial de Ciencias de Rusia, y también en la revista del Museo Senckenbergiano, describiendo nuevas especies de aves y peces.

          Kittlitz llevó también un minucioso diario, que muchos años más tarde, en 1858,  sirvió  para publicar sus " Memorias de un viaje a la América rusa, a Micronesia y Kamchatka”, en dos volúmenes.   Su plan original, que era  ilustrar la obra con una gran cantidad de grabados, se frustró debido a los altos costos y al tiempo que se requería. La aparición tardía de este libro se debía en parte a la mala salud del autor y también a que las pruebas no lograban la calidad que pretendía. Las descripciones tienen gran detalle y precisión, con un estilo muy coloquial mucho más atractivo que la ceremoniosa prosa que se utilizaba entonces. La obra contiene información sobre la fauna y la flora, incluyendo las listas de las aves observadas y recibió el más alto reconocimiento entre los círculos profesionales de la época, especialmente de parte de Alexander von Humboldt y Jacob Schleiden. En la obra se reproducen sus relatos sobre Kamchatka ilustrados sus bocetos de paisajes ("puntos de vista de la vegetación") y sus acuarelas, que  se publicaban aquí por primera vez. En un tiempo en que los viajes implicaban enormes esfuerzos, riesgos, y costos  y la fotografía todavía no estaba disponible, el valor de estos dibujos, tan detallados, era incalculable.  El mismo quiso realizar las placas de cobre para sus láminas, para lo cual aprendió a grabar  en cobre. Es posible que aún haya en San Petersburgo otros dibujos suyos no publicados, pero se desconoce su paradero. Sin embargo, como las imágenes no están firmadas, no hay seguridad sobre su autoría.  Algunos de esos dibujos integran una de sus obras más conocidas: “24 vistas de vegetación de costas e islas del Pacífico” (1844).



          En 1844 Kittlitz se casó con la viuda Julia Schulz, con la que tuvo  una hija y dos hijos.  Durante sus últimos años, se dedicó a la estética y a los estudios filosóficos. Su última obra publicada (1873) contiene su credo filosófico, en el que considera a la filosofía como la rama de la ciencia que estudia lo que no puede ser percibido por los sentidos.  Publicó “Fundamentos psicológicos de una nueva filosofía del arte "(1863) y "Conclusiones del alma humana con el alma del mundo "(1873).

         En soledad, habiendo perdido a su esposa y su hija, el gran naturalista falleció de neumonía a los 75 años.




Alex Mouchard

REFERENCIAS

Augusta, Félix José de – 1910 – Lecturas araucanas. Valdivia.

Cárdenas Álvarez, Renato -2005-   El Libro de la Mitología de Chiloé. Santiago : Editorial Poetas Antiimperialistas de América.   

Darwin, CR ed. -1838- The zoology of the voyage of H.M.S. Beagle. Birds by John Gould. London: Smith Elder and Co.


Housse, Rafael -1945- Las aves de Chile. Ediciones de la Univ. de Chile. Santiago.

http://www.biodiversitylibrary.org/

Kittlitz, F. H. von -1830-1831- Ueber einige Vogel von Chili, beobachtet im Marz und Anfang April 1827.  Mémoires présentés à l'Académie impériale des Sciences de St. Petersbourg par divers Savans et dans ses assemblées. 1: 174.

Lane, A. A. –1897– Field-Notes on the Birds of Chili – Ibis, pg8.

Litke, Fedor Petrovich 1836. Voyage autour du Monde fait par ordre de Sa Majeste l’ Empereur Nicolas Ier. sur la Corvette Le Seniavine, pendant des annees 1826, 1827, 1828 & 1829, Sous le Commandement de Frederic Lutke. Partie Historique. Atlas. Lithographie d’apres les dessins originaux d’ Alexandre Postels, Professeur Adjoint de l’ Universite Imperiale de St. Petersbourg, et du baron Kittlitz. 3 Bde, Atlas. Paris: Didot.

Moya, Ismael  -1958–  Aves mágicas. La Plata.

Strecker, Lisa – 2011 - Friedrich Heinrich Freiherr von Kittlitz: ein deutscher Adeliger Erforscht im Dienste der Kaiserlich Russischen Akademie der Wissenschaften di e Halbinsel Kamchatka. En Friedrich Heinrich von Kittlitz - Denkwürdigkeiten einer Reise nach dem russischen Amerika, nach Mikronesien und durch Kamtschatka.  Verlag der Kulturstiftung Sibirien - SEC Publications

Vidal Gormaz, Francisco -1871- Esploración de la costa de Llanquihue i archipiélago de Chiloé. Santiago de Chile.






jueves, 7 de julio de 2016

EL GUAZÚ PUCÚ O CIERVO DE LOS PANTANOS (Blastocerus dichotomus): COMPAÑERO DE SOLEDADES



Yvyra reitýrô
rejuka guyra
rembohypa ykua
remuña tapiti
remondo guasú
Yvyra reitýrô
nderekovesâ
remombykyve.


Cuando cortas un árbol,
matas a un pájaro,
secas un manantial,
ahuyentas al conejo,
alejas al venado.
Cuando cortas un árbol
tu vida se hace más corta

Yvyra (Árbol), poema guaraní.



Foto Alex Mouchard



Hace unos años me alojaba con mi esposa en una hostería de Calamuchita (Córdoba). En el patio de la misma había un asador y en el remate del mismo se observaba un relieve interesante. Mostraba un yacaré capturando un ciervo de los pantanos. Ignoro cuál fue la inspiración del desconocido artista para crear ese motivo en medio de las sierras cordobesas, pero probablemente fuera originario del litoral, donde estas dos especies pueden aún verse. Esta observación me motivó a investigar de qué forma apareció el ciervo de los pantanos en nuestras culturas.


Cervus paludosus
Jardine, W.  Naturalist's Library, Mammals, vol XXI-XXII, 1855


EL CIERVO DE LOS PANTANOS Y LOS EUROPEOS

Una de las primeras referencias a este ciervo es la del padre Fernão Cardim, que llegó a Brasil en 1584 y escribió: “Venado. — En la lengua brasilica se llama sugoaçú: hay algunos muy grandes, como hermosos caballos; tienen una gran cornamenta y algunos tienen diez y doce puntas; éstos son raros, (…) éstos se llaman Suaçuapara, son estimados por los carios, y de las puntas y nervios hacen puntas de flechas, y unas bolas de arrojar que usan para derribar animales y hombres”.
Sugoaçu, o suciçú, era el nombre tupí para el venado y se compone de çoó carne, animal de caza, y guaçú o açú, grande, porque era uno de los mayores animales de caza. El nombre específico de suaçuapára, donde apara quiere decir curvo, retorcido, puede traducirse entonces como “venado con cornamenta”, en portugués “veado galheiro”.

Georg Marcgraf (1648) hace una muy breve descripción del Çuguaçú-apará: “Es como una cabra con cuernos. Un poco mayor que el anterior [Çuguaçú-eté], con colores similares. Tiene los cuernos con tres ramas como dedos, a saber la rama inferior, siempre larga, y el ápice bífido. El eje o bastón es grueso como el pulgar humano y de 8-9 dedos renanos de largo”.
 
El jesuita Florián Paucke (1752) da interesantes noticias sobre estos animales: “Los ciervos que los mocovíes llaman Epelve se hallan en abundancia en máxima cantidad junto a los ríos, grandes lagunas con cañaverales e islas [y los que] viven cerca del Paraná o en sus islas también vienen a la tierra firme. No son tan grandes como los de Europa, tampoco de ese color sino que tienen pelos rojos como de zorros.

“La carne es blanca y de buen sabor; los cuernos son también grandes, pero no tanto como en algunos ciervos de Alemania. Su corrida no parece ser tan rápida como la de un caballo, pero ello no obstante a causa de los grandes saltos que pegan, un caballo debe esforzarse para alcanzarlos y si esto no ocurre pronto, él pasa por medio de una hondonada pantanosa a través de la cual el caballo no le puede seguir.

“Es muy peligroso acercárseles al cazarlos, especialmente a los machos, pues ellos corren osados contra el jinete, hieren o el caballo o el jinete. Sé de muchos caballos y también de indios a los que han dejado maltrechos, por cuyo motivo los indios se sirven de sus lazos arrojadizos y cuando están de quince a dieciséis pasos tras el ciervo, espolean fuertemente el caballo y tiran el lazo en derredor de los cuernos del ciervo. Una vez que él está enlazado, el jinete debe ser hábil y no demorar mucho en echarlo de espaldas bien sea [para] romperle el espinazo o que otro le desjarrete rápidamente los tendones de las patas traseras y para que ya no pueda correr.

“Los ciervos cruzan una laguna o zanja pantanosa con mucha facilidad y ligereza para que ningún caballo les pueda seguir y hay peligro que éste se hunda en ellas. Por esto cuando son perseguidos, buscan pronto alguna laguna o zanja semejante y se salvan a la otra banda. La cantidad de éstos es muy grande y se los encuentra en todas partes junto a las lagunas de carrizo [totoras] y cañas, como lo he experimentado en un viaje a la ciudad de Santa Fe”.

Félix de Azara lo describió a fines del siglo XVIII y le dio el nombre de guazú pucú. “Significa Cierbo largo, y le dan este nombre los Guaranís”. Relata que en el mes de octubre junto con su amigo Pedro Blas Noseda y unos cuantos jinetes y perros cazaron en un gran estero, tres machos con dos hembras preñadas. Pudo estudiar los fetos y comprobó que a diferencia del ciervo europeo el pelaje era similar al de los padres es decir sin las manchas circulares de los “bambis”. Sobre las cuernas anota minuciosamente: “Uno de los machos tenía las cuernas forradas, de 4 pulgadas, y se conocía que la punta se dividía en dos”.  De allí surge el nombre específico que le dio Johann Illiger: dichotomus, del griego dichos,  doblemente, y tomos, cortado, dividido. Por otro lado Blastocerus, el nombre genérico creado por Carl Sundevall, significa “cuernos como brotes”, del griego blastos, brote, y keras, cuernos, y hace referencia a la ramificación de los cuernos que “son también bifurcados, pero con la garceta y la punta del tallo bifurcadas a su vez, de manera que resultan cuatro puntas...” (Cabrera y Yepes, 1960).  Azara refiere que con las cuernas topa como los toros “pero no repiten las cornadas, sino que continúan apretando y metiendo más las puntas”.


Curiosa cornamenta de ciervo de los pantanos
Lydekker, R. - 1913-1916 - Catalogue of the ungulate mammals in the British Museum (Natural History). London


En su obra Mammalogie (1822),  Anselme Desmarest aclaró algo de su ecología: “Busca los lugares húmedos y pantanosos, donde crecen los bijaos (Heliconia bihai) o barallous”, por lo cual le aplicó el nombre de Cervus paludosus (paludum = pantano). Y el señor de La Borde, médico del rey en Cayena, lo llamó “biche de barallou” (= bicho del pantano). Sin embargo es poco probable que el biche de barallou sea en realidad el guazú pucú de Azara, ya que Cayena sería una localidad muy liminal para esta especie si es que alguna vez llegó allí. Quizás se tratara del ciervo de las tierras bajas o ciervo de las sabanas (Odocoileus gymnotis). Los afroamericanos de Surinam le llamaban bagdew o gadgew  y los portugueses veado galheiro o veado dos mangues (= venado de los mangles).

Entre 1815 y 1817, Maximilian, príncipe de Wied-Neuwied, dirigió una expedición científica en la zona de Río de Janeiro, Brasil. Si bien no pudo ver ciervos de los pantanos se preocupó por tratar de establecer su identidad. En efecto, el padre Manuel Aires de Casal (Corografía Brasilica, T. I. pag 71, 1817) establecía: “Hay cinco castas de venados: galheiros, que son grandes; suçuaparas; do mato; catingueiros, y campeiros”.  Pero, dice Wied, está equivocado “porque tanto los mineiros como otros residentes del interior del Brasil me han asegurado que los dos [primeros] nombres se usarían en diferentes regiones para la misma especie de animal. En la Lingoa Geral todas las especies de ciervos se denominan en general, çuçuacu o çuguacú o también ceuaçú, pero además tenían para cada uno de ellos una designación especial, por lo que el animal, cuya especie fue llamado çuçuapara,  en la de los portugueses se designaba como veado galheiro o sea, ciervo de cuernos con puntas”. Su única duda “es que Azara mantiene muy estrictamente como residencia de su gran ciervo la zona de bañados pantanosos (esteros)”, y por lo tanto no incluía dentro de la especie a los ciervos de las tierras altas.

GUAZUPUCU DEER
Lichtenstein, Hinrich - 1827-1834 - Darstellung neuer oder wenig bekannter Säugethiere in Abbildungen und Beschreibungen. Berlin :C.G. Lüderitz


Pero las mejores observaciones sobre el ciervo de los pantanos provienen de Johann Rudolph Rengger (1818, ver recuadro):

“No hay en este ciervo variaciones reales de color. Sólo se ven a veces individuos que están teñidos por todo el cuerpo en un tono un poco más claro, o incluso un poco más oscuro de lo habitual: la gente del campo llama a los primeros ‘blanquiscos’, blancuzcos, y a los segundos ‘quemados’, tostados.

“Varios cazadores me aseguraron que incluso hay en esta especie de ciervos individuos albinos, que por cierto ya Azara había mencionado”. Se trataba de un ejemplar capturado en San Ignacio: “un macho adulto y albino, o enteramente blanco”. Para los indígenas este ciervo blanco era Mahau,  un espíritu selvático que se sobresaltaba al menor ruido lanzado miradas furtivas.

Sigue Rengger:
“El guazú pucú vive en Paraguay solamente en la región pantanosa pero, cuando hay grandes inundaciones, también se reúnen en los bosques y campos más altos, aunque lo más cerca posible de lugares con agua, que utiliza incluso para su descanso.

 “Sin embargo, en todas partes se mantiene al descubierto en las zonas pantanosas, las que no faltan en un país tan rico en aguas.

“Durante la mayor parte del año vive en grupos pequeños, de tres a cinco individuos, Muy a menudo se ve un viejo ciervo con dos ciervas y además acompañados de un número limitado de animales más jóvenes. Cuando a los machos les crecen las nuevas astas, van solos.

“También se aísla de sus compañeros la hembra cuando el momento del nacimiento está cercano; luego de varias semanas aparece en compañía de sus crías.

“Después de la puesta del sol, durante la noche, y temprano en la mañana el guazú pucú procura su comida; durante el día se esconde en la hierba alta o el pajonal. Se alimenta de varias especies de gramíneas y de plantas suculentas del pantano; también a veces se le ve visitar la arcilla salada y lamer de la misma”.

“En sus andanzas es muy cuidadoso, por lo que rara vez  se le puede acercar a distancia de tiro. Su olfato y su oído, son ambos muy buenos, y le permiten, ya a buena distancia, descubrir a sus enemigos, ante lo cual se retira inmediatamente al interior de los pantanos. Su actitud y movimientos, tienen un gran parecido con los del ciervo rojo, sólo que su carrera no es tan rápida como en éste; un grupo de cazadores bien montados lo puede atrapar pronto en tierra firme, en pero en zonas pantanosas ni el hombre ni su otro enemigo, el jaguar, le dan alcance. Es un nadador admirable y cruza con seguridad los ríos más anchos”.

Florián Paucke señalaba que en el río Paraná “de pronto veíamos una cantidad de ciervos que cruzaban desde una isla a la otra”.

Con respecto a su reproducción informa Rengger: “La hembra da a luz sólo una vez al año y sólo un cachorro por vez, el  cual después de cuatro a cinco días ya sigue a la madre. El período de gestación es, como me aseguraron algunos cazadores, de unos ocho a nueve meses. No todas las hembras dan a luz en una misma temporada, ya que, como he mencionado anteriormente, se encuentran tanto en la primavera como en otoño crías de esta especie de  ciervos.

“En el estómago de este ciervo no es raro encontrar bolas de pelo y concreciones terrosas, que  tienen su origen en comer  suelo arcilloso salado. También he notado en varios casos pequeñas úlceras, donde se asienta la larva de un insecto, que parece pertenecer al género del estro [Oestrus].

“El Dr. Parlet [médico inglés residente en Paraguay] tuvo durante dos años un macho de guazú pucú que había obtenido cuando era cervatillo. Este animal era muy dócil, conocía a toda la gente de la casa, los seguía por todas partes, obedecía a sus llamadas, jugaba con ellos y lamía sus manos y caras. Con los perros domésticos y los caballos, vivía no sólo pacíficamente, sino que a veces jugaba con ellos topándolos con la cabeza. Con las personas y perros extraños parecía tímido y huía de ellos. Se alimentaba con vegetales crudos y cocidos y se lo veía en la cocina buscando especialmente la sal. En tiempo bueno pasaba la noche en un vallado con un bosquecillo de naranjas amargas, que estaba detrás de la casa; sin embargo, si había tiempo lluvioso, permanecía bajo techo. Durante las horas del mediodía se acostaba en un lugar tranquilo  y rumiaba los alimentos ingeridos. El Dr. Parlet nunca le escuchó emitir sonidos.

 “La carne sólo la comen los indios; pero preparada adecuadamente, tiene un sabor agradable”.  Coincide con esto Paucke: “Los indios comen con mucho gusto la carne de ciervo y con mayor placer aun el tuétano de los huesos”.

Sobre la caza de este ciervo nos cuenta Rengger: “El guazú pucú, se caza con éxito sólo en el tiempo en que las aguas están crecidas, porque se ve obligado a retirarse de la inundación hacia las zonas con terrenos más altos y secos. Se busca entonces la manera de cortarle el paso hacia el agua y se lo persigue en los campos más altos, donde los cazadores montados enseguida capturan a este ciervo mediante las boleadoras, bolas, o las sogas, lazos. También es necesario tener cuidado con los ciervos, atrapados de esta forma, porque al querer interceptarlos  o matarlos, acercándoseles con cautela, se defienden a sí mismos con gran coraje mediante las astas y  las patas delanteras cuyas pezuñas terminan en punta y tienen afilado el borde exterior”.



GUAZUPUCU DEER
Griffith, Edward - 1827-1835 - The animal kingdom: arranged in conformity with its organization. London: G.B. Whittaker.  



Edward Griffith en la edición inglesa de la obra de Cuvier, menciona un ejemplar cautivo en Londres, que supone traído de Pernambuco, y que sería el que sirvió de modelo para el dibujo que reproducimos aquí. Sin embargo, parece que este ciervo fue tardíamente conocido por los europeos. Hacia 1898 no había sido exhibido nunca en el Jardín Zoológico de Londres, pero en el de Berlín sí había un ejemplar vivo hacia 1896. Hacia la misma época había uno embalsamado y dos jóvenes vivos (cuya foto adjuntamos) en el parque de ciervos de Woburn Abbey, la residencia de los duques de Bedford, Inglaterra. Este parque se mantiene hoy en día, siendo con sus 1200 ha uno de los mayores parques conservacionistas de Europa, aunque no cuenta con esta especie entre sus efectivos (http://www.woburnabbey.co.uk/deer-park/discover/deer-species/).



Lydekker, R. - 1913-1916 - Catalogue of the ungulate mammals in the British Museum (Natural History). London



El ciervo de los pantanos no pudo resistir el avance de la creciente población sobre las zonas que habitaba. Así sus efectivos se vieron fuertemente disminuidos, quedando recluido sólo en los lugares más apartados, y con peligro de extinción en muchos de esos sitios. Un destino que Marcos Sastre ya denunciaba: “A pesar de la persecución tenaz que sufre de los hombres este tímido y apacible animal, no deja de visitar la morada de su letal enemigo durante las horas seguras de la noche como si quisiese dejarnos estampados en sus huellas el reproche de rehusarle habitar bajo de nuestro amparo”.


EL CIERVO DE LOS PANTANOS Y LOS PUEBLOS ORIGINARIOS

Es a través de los misioneros, mayormente jesuitas, que nos han llegado las noticias de como se relacionaban las culturas aborígenes con este ciervo. Para los pueblos del litoral argentino y de Paraguay representaba un importante recurso alimenticio por su carne, y medicinal, especialmente por sus cuernos. Además su cuero tenía una serie de aplicaciones prácticas.

Era muy necesario adquirir desde joven habilidad para cazar ciervos y la mayoría de los héroes míticos se destacaban en esa habilidad. Los mbyás para tener éxito en su captura extraían los ojos del primer venado que cazaban y luego  los teñían con carbón para que en lo sucesivo ellos no pudieran ver a su perseguidor.

La carne del ciervo era tabú, entre los tapirares, para las mujeres embarazadas, sus esposos, los bebés y sus padres. También lo era entre los ayores ya que creían que traía enfermedades. Entre los ayoweos sólo los viejos podían comer la cabeza y tomar la sangre de ciervo, pero le estaba prohibido a los guerreros jóvenes, ya que, por considerarse al ciervo femenino, creían que su carne traía lasitud y feminización a los hombres.

El jesuita Martín Dobrizhoffer (1749) señalaba: “Los ciervos vagaban con frecuencia por las márgenes de los grandes ríos”. Nos habla de sus enemigos, especialmente la boas (l)ampalagua que “acechan a los ciervos, ocultas entre las frondas cercanas al camino por donde éstos acostumbran a pasar. Cuando se les acerca un ciervo, lo atraen con la fuerza de su aliento, como si fuera la fuerza de un imán; ya que el ciervo es incapaz de evadir la ávida boca de la serpiente (carecen de este poder sobre el hombre). Envuelven al animal hasta matarlo, y entonces lo lamen repetidas veces, preparándolo con la saliva, a fin de tragarlo con mayor facilidad, sin sentir la aspereza de los pelos. Poco a poco lo van tragando, desde los pies hasta la cabeza, y como no pueden tragar a causa de la cornamenta, la dejan en la boca hasta que ésta se pudre. A veces, cuando se desplazan, deben hacerlo con la boca abierta, vengándose de esta forma el cérvido.” 

De allí que los portugueses llamaban a esta boa y al curiyú “cobra de venado” o “serpiente de las ciervas”.

En efecto,  el curiyú “cuando se siente hambriento se sube  a los árboles y se pone en la atalaya, tendiendo por todas partes la vista para divisar la presa; y cuando en proporcionada distancia descubre el venado, el corzo o el hombre, con increíble ligereza se desprende del árbol, y se arroja sobre ellos” (Guevara).

Por su parte, Pedro Lozano (1733) asegura que “hay culebrones tan grandes, que llaman ampalabas, tan disformes en grandeza, que tendidas por tierra, parecen grandes troncos de árboles. Su aliento tiene tal veneno, que para los venados y ciervos cuando corren más presurosos, y se los traga enteros”.

Un inesperado enemigo del ciervo, según el mismo Lozano, es el quirquincho “que en tiempos de lluvias se tiende en el suelo boca arriba y recoje bastante agua por la parte que no tiene conchas. Pasada la lluvia permanece en aquella postura, aunque sea un día entero, esperando a que algún venadillo sediento venga a beber; luego que siente ha aplicado la boca, cierra con presteza las conchas cogiendo entre ellas boca y narices, con que le ataja el aliento, el venado se revuelca por una y otra parte con las ansias de la muerte, pero el quirquincho está siempre aferrado de su hocico sin soltar la presa, hasta que por falta de respiración muere el incauto venado y se sustenta el quirquincho de sus carnes”.


La enemistad manifiesta entre el ciervo y las serpientes ya se conocía en las antiguas culturas europeas. Según Plinio “Los ciervos están en guerra con las serpientes. Buscan sus escondrijos, y la sacan mediante las inspiraciones de sus narices, pese a la resistencia que la serpiente opone. Por eso, el olor hecho a basta de quemar un cuerno de ciervo es una cosa extraordinaria para alejar las serpientes”.  Dobrizhoffer, por su parte,  recomienda estos remedios clásicos: “Dioscórides prefiere que la parte afectada por la acción del veneno, se frote con las entrañas de ciervo o con estiércol de vaca. Galeno aplica cuerno de ciervo calcinado y reducido a cenizas, mezclado con vinagre. Vegetio recomienda estiércol fresco de ciervo, mezclado con miel ática, vino y orín humano, para luego aplicarlo a la herida”. Era el famoso spiritum cornu cervi que al parecer también era efectivos contra el veneno del sapo.  

Los cuernos del guazú pucú tenían propiedades curativas ya que gracias  a ellos Dobrizhoffer logró curar al hechicero Periekaikín que sufría pleuritis. “Unos polvos calcinados de cuerno de ciervo con agua de cebada le llevaron a él la salud y a mí la fama de médico entre sus compañeros abipones”.  Tambnién tenían efectos afrodisíacos y ayudaban a producir los partos. Paucke usaba el polvo de cuernos calcinados “con buen efecto contra la hemoptisis y disentería”.  Y con ellos elaboraba la famosa piedra serpentina o de cobar, que curaba las mordeduras de víbora y de perro rabioso, y que usó con éxito para curar abscesos en los aborígenes. 

También Paucke preparaba el siguiente ungüento: “tomé sebo de tigre, leopardo, avestruz, carnero y ciervo, mezclé con él cardenillo destilado”, el que usaba como eficaz cicatrizante de heridas.  Los guaraníes untaban y friccionaban con tuétano de huesos de venado las piernas de los niños que recién daban sus primeros pasos, para que caminaran pronto y bien, porque según la teoría de las signaturas de un animal que camina y corre también como el ciervo se podían extraer remedios que otorgaban la misma virtud. Por lo mismo se colocaban pulseras y tobilleras de pezuñas de ciervo para tener la mano veloz y los pies ágiles.


Secuencia sobre el guazú-pukú
Dibujos de Clara Mouchard


Volviendo a las serpientes dice Dobrizhoffer: “Conocí a algunos españoles que rodeaban su cuerpo con un pedazo de piel de ciervo, porque consideraban que gracias a ella nunca serían dañados con mordeduras de víboras”. Quizás por ello es que se utilizaba el cuero de ciervo para hacer sobrepuestos para el apero criollo. Incluso relata Ángel Carranza que aún a fines del s XIX los indios qom del Chaco a fin de precaverse de las visitas nocturnas de la serpiente de cascabel usaban como cama el cuero del diorné (venado). Los indígenas amazónicos usaban un collar de costillas de serpiente jiboia (Constrictor constrictor) que ayudaba en la caza de ciervos.

“La piel del guazú pucú, después de haberla curtido y ablandado sobándola con las manos, se utiliza generalmente para sobrepuestos para los caballos; en algunas casas, también se usan estas pieles, que se sienten bastante frescas para poner sobre ellas en el verano a los enfermos y a los niños” (Rengger).

Entre los mocovíes, según relata Florián Paucke, “toda su vestimenta consiste en una piel de ciervo, venado o tigre las que no son labradas sino que únicamente mediante el continuo raspar y restregar con conchas son tornadas blandas y flexibles”. Sin embargo la obtención de los cueros no estaba exenta de ciertas molestias: “Los indios desechan generalmente el cuero de ciervo, lo dejan estar donde mataron al ciervo, pues ellos temen la sabandija achatada [garrapata, llamada por ellos apelá] que los ciervos tienen en cantidad en su cuero y la que en seguida se pega al ser humano, sorbe la sangre e hinca el mordiscón tan fuerte para dentro de la piel que no es posible despegarlos”. Pero el industrioso jesuita “no dejaba abandonar los cueros” y armó un taller para curtirlos. Los extendía bien tirantes en marcos de madera, los raspaba de ambos lados sacándole el pelo y la carne adherida. Luego los hacía lavar con lejía varias veces para desengrasarlos bien y los volvía a estirar y raspar hasta que quedaban suaves y flexibles “cual un paño”. De esta forma llegó a procesar 93 cueros que pensaba vender en Asunción pero al llegar la orden real de expulsión de los jesuitas. “¿Qué iba a hacer yo entonces? Como estos cueros labrados eran el sudor de mis indios y para que no fueren abandonados a cualquier español relajado, los repartí entre los indios como también a los caciques más importantes y a los que habían trabajado de la manera más diligente”.

Otra utilidad de los cuernos era la fabricación de armas, tanto ofensivas como defensivas: “Cuando aún desconocían el hierro emplearon para combatir lanzas de madera a las que les habían fijado en la punta cuernos de ciervo” (Dobrizhoffer). Los españoles de Santiago del Estero solían incursionar hasta las costas del Paraná para cazar ciervos “cuyas pieles eran adquiridas a buen precio por los españoles y resultaban muy útiles para aplicarlas a las corazas militares”. Los mocovíes usaban las puntas de los cuernos del ciervo para fabricar dardos asegurados en una vara. “Si ellos meten ésta al contrario en la barriga, cae la vara pero la punta queda en el herido y no hay remedio alguno de sacarla; el herido debe perecer forzosamente” (Paucke).

Con las pezuñas los aborígenes fabricaban distintos instrumentos musicales y amuletos. Por ejemplo Azara relata que los payaguás se “cuelgan de las muñecas las pezuñas de ciervos para que suenen dando unas contra otras”. Y los bororos usan “un báculo o caña en la mano de cuya superior extremidad pende multitud de uñas de jabalíes y venados” (Guevara).  También hacían sonajeros con calaveras rellenas con uñas de venado y flautas con los huesos de las patas.




Ciervo de los Pantanos en Laguna de Iberá - Corrientes - Argentina
Foto Alex Mouchard

En el mito guaraní  la creación del venado se inserta en el marco de la lucha entre el dios creador Kuarahy y el destructor Anag.  El primero había clavado un palo podrido en un sitio donde Anag se habia sentado a descansar. Cuando Anag regresó, creyó que el palo era el mismo Kuarahy, y empezó a golpearlo con un garrote.  Cuando el palo cayó se transformó en  guazú, el venado, pero ya muerto por los golpes. Entonces Kuarahy, soplándole sobre la cabeza,  lo resucitó. Por eso los venados andan siempre flacos porque surgieron de un palo podrido. Quizás por eso Ñamandú, el dios principal,  le concedió el guasú ka’a,  la hierba del venado o pegapega (Desmodium affine Schltdl.), porque es una hierba forrajera muy tierna y sabrosa. 

Guasú ka'a
Fernández, JG y otros – 1988 – Leguminosas forrajeras del este de la provincia de Corrientes. Serie técnica  26.
INTA. Mercedes, Corrientes.








¿QUIEN ERA JOHANN RENGGER?

Johann Rudolph Rengger era originario de Brugg (Suiza). Estudió en Laussana donde empezó a interesarse por las ciencias naturales, especialmente gracias al tratado de Jean Pierre Huber sobre las hormigas. Diplomado en Farmacia en la Universidad de Tübingen, luego se encuentra en Paris con el Dr. Marcelin Longchamp, con quien realiza  un viaje a Paraguay.

A mediados de 1818 llegaron a Buenos Aires, donde se hicieron amigos de Aimé Bonpland, el gran botánico francés. Recorriendo los alrededores de la ciudad pudieron hacer colección de aves y observación del paisaje. Un año después se embarcaron para remontar el río Paraná con destino al Paraguay. Permanecieron un breve tiempo en la ciudad de Corrientes, durante la guerra civil contra Artigas, y en los alrededores Rengger recolectó algunos cientos de especies de coleópteros, entre ellos una especie nueva.

También se familiarizaron con animales de la fauna mayor: “En una isla del Paraná cazamos una variedad de venado, cuando repentinamente dimos con un jaguar que estaba sentado sobre un árbol. Yo no podía hacer nada mejor que apuntar, de modo que le disparé una bala y una perdigonada al cuerpo. El animal gravemente herido saltó del árbol sobre mí. Dejé caer la escopeta y extraje mi cuchillo, semejante al que aquí portan en el cinto casi todos los hombres. A tres pasos de mí, el jaguar se levantó y en el mismo momento el señor Longchamp le disparó una bala al pecho, de modo que cayó, agonizando, a mis pies. Desde entonces somos un poco más cuidadosos durante nuestras excursiones. Aquí hay hombres que buscan al jaguar solamente con un gran cuchillo y una piel de oveja alrededor del brazo izquierdo, y siempre lo matan”.

En julio de 1819 llegaron a Asunción, donde al igual más tarde Bonpland, fueron retenidos por el dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, quien les autorizó a ejercer como médicos y farmacéuticos. Pero sobre todo Rengger se dedicó a recopilar información sobre ciencias naturales, etnografía e historia. En sus observaciones fue crítico de Azara y a diferencia de éste pudo obtener información de primera mano delos indígenas, conviviendo con los caaiguás, guaraníes  “monteses”  de la margen occidental del Paraná que habían logrado evitar las incursiones de españoles y portugueses. Siempre bajo la estrecha vigilancia del gobierno, pudo realizar además algunos viajes de estudios por las zonas vecinas al río Paraguay.

Rengger tuvo grandes dificultades para preservar sus colecciones obtenidas durante estos viajes debido a la falta de insumos provocada por las restricciones comerciales impuestas por el dictador Francia. “Ya que no tenía ninguna oportunidad de enviar a Europa los objetos recolectados y carecía de los medios necesarios para su conservación, la mayor parte de ellos pronto se arruinó a causa de las polillas y los dermestos, de los cuales Paraguay está lleno”.

“Dejé de preparar pieles de mamíferos, aves y anfibios y de secar plantas; entre los insectos renové solamente los coleópteros, que eran los más fáciles de conservar, y por lo demás limité mi colección a esqueletos y a objetos que podía conservar en aguardiente. También poseía los esqueletos de la mayor parte de los mamíferos propios de Paraguay, de muchas aves y de algunos anfibios, como así también una no escasa cantidad de peces y anfibios en aguardiente”.

Al carecer de papel para el herbario, decidió dibujar las plantas del natural  y hacer una descripción minuciosa. A pocos meses de llegar ya había reunido 350 especies de plantas, varios centenares de insectos y 180 ejemplares de mamíferos y aves. 

“Al mismo tiempo no omitía esfuerzos ni costos para obtener animales vivos y criarlos en nuestra vivienda, a través de lo cual obtuve más de una nueva explicación sobre sus hábitos y su carácter, pero especialmente sobre los cambios que sufren con la edad”.

Finalmente, en 1826, recibieron la orden  de abandonar el país en el breve lapso de dos horas, por lo cual tuvo que dejar gran parte de sus colecciones. Rengger sólo pudo acomodar en las bodegas de un pequeño bergantín los esqueletos de los mamíferos más pequeños, los cráneos y las patas de los más grandes, como asimismo toda su colección de insectos. El viaje a Europa fue muy accidentado y con riesgo de perder incluso estos materiales. Una vez en Suiza se dedicó a preparar sus ejemplares y sus publicaciones sobre historia, etnografía y ciencias naturales.  De ellas nos interesa para esta nota especialmente la  Naturgeschichte der Säugethiere von Paraguay [Historia Natural de los Mamíferos del Paraguay] publicada en el año 1829. En ella describe todos los mamíferos que conoció en Paraguay, un total de 69 especies detallando su distribución, su morfología y algunos rasgos de su conducta. Esta obra recibió grandes elogios de Humboldt y fue utilizada como fuente por Cuvier.

Rengger falleció de pulmonía muy joven, a los 37 años de edad, quedando trunco su proyecto de realizar una obra sobre las aves de Paraguay que iba a publicar como apéndice a la Ornitología de Brasil, del príncipe de Wied.



ALEX MOUCHARD

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REFERENCIAS

Azara, F. de – 1802 - Apuntamientos para la historia natural de los quadrúpedos del Paragüay y Río de la Plata. Imprenta de la Viuda de Ibarra: Madrid.

Cabrera, Ángel y José Yepes - 1940 - Mamíferos Sud-americanos: vida, costumbres y descripción. Compañía Argentina de Editores: Buenos Aires, 370 páginas.
Cadogan, Leon - - La literatura de los guaraníes. Biblioteca Virtual del Paraguay

Cardim, Fernao – 1925 - Tratados da terra e gente do Brasil. J. Leite & Cia.: Río de Janeiro.

Dobrizhoffer, Martin S.J. – 1967 - Historia de los Abipones. Volumen I  - Universidad Nacional del Nordeste - Resistencia (Chaco).

Griffith, Edward - 1827-1835 - The animal kingdom: arranged in conformity with its organization. London: G.B. Whittaker.  

Guevara, José – 1886 - Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. Imprenta del Estado: Buenos Aires.

Höhne, Evelin – (Ed.)  - Recopilación de historias, leyendas y poemas. Educación y capacitación para el desarrollo sostenible del Chaco sudamericano.

-http://www.biodiversitylibrary.org/

Lozano, Pedro, S.J.  - 1941 -  Descripción corográfica del Gran Chaco Gualamba. Tucumán.

Paucke, Florián - 2010 - Hacia allá y para acá. - 1a ed. - Santa Fe: Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe.

Renard-Casevitz, France-Marie  - 1979 - Essai sur les cervidés de l'Amazonie et sur leur signification dans les cultures indiennes actuelles. Institut Français d’Études Andines, Lima.

Rengger, J.R. – 1830 – Naturgeschichte der Säugethiere von Paraguay. Basel.

Rengger, J.R. -2010 -  Viaje al Paraguay en los años 1818 a 1826, traducido al castellano, prologado y anotado por Alfredo Tomasini y José Braunstein, Tiempo de Historia, Asunción, 358 pp.

Ripley, George y Charles A. Dana - 1858-1863- The New American Cyclopædia. 16 vol.

Villar, Diego - 2011 - “Rengger, Johann Rudolph, Viaje al Paraguay en los años 1818 a 1826”, Journal de la société des américanistes, 97-2.

Sastre, Marcos- 1859 - El Tempe Argentino: o el delta de los rios Uruguai, Paraná, y Plata. Imprenta Argentina: Buenos Aires., 312 pps.

Wied, Maximilian, Prinzen zu – 1826 – Beiträge zur Naturgeschichte von Brasilien. Weimar

EL YAGUARETÉ O TIGRE DE AMÉRICA SEGÚN JOSEPH JOLIS

Traducción Alex Mouchard del texto extraído de  Jolis, Giuseppe.  Saggio sulla storia naturale della provincia del Gran Chaco e sulle pratic...