“Icaño, tierra adoptiva
de sabios inmigrantes
Emilio y Duncan Wagner
dejan sus huellas allá por Mistol Paso”.
Rita Silvina Díaz, Mi viejo Pueblo de Icaño
Hacia fines de la década de 1920, el paleontólogo Carlos Rusconi se encontraba estudiando unos materiales que le habían remitido los hermanos Émile y Duncan Wagner. Encontró entre ellos restos óseos, que consideró fósiles, pertenecientes a una nueva variedad de pecarí o chancho silvestre que describió con el nombre de Platygonus (Parachoerus) carlesi wagneri. Los mismos habían sido hallados junto a urnas y artefactos prehispánicos en los túmulos descubiertos por dichos hermanos en Llajta Mauca, cerca de Melero, en la zona chaqueña de Santiago del Estero. El mismo autor la elevó posteriormente a rango específico con el nombre Platygonus (Parachoerus) wagneri. Como bien advirtió Alejandro Bordas los restos no eran de un animal fósil del pleistoceno sino de un animal actual (holoceno) si bien probablemente no contemporáneo, quizás extinguido antes de la conquista.
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CHANCHO QUIMILERO por Tini Depoiné |
Pasaron 42 años y en 1972, el paleontólogo norteamericano Ralph M. Wetzel, que se encontraba haciendo estudios de fauna en el Chaco Paraguayo, descubrió que el pecarí considerado extinto estaba vivito y coleando en el “infierno verde”, y pertenecía a la misma especie que el “fósil” de Rusconi, aunque decidió transferirla al género Catagonus, que Ameghino había creado para pecaríes extinguidos de la pampa húmeda.
En realidad hay evidencias de que el animal ya era bien conocido por los pobladores de la región chaqueña tanto paraguaya como argentina y boliviana. Se habla de algún ejemplar taxidermizado por un cazador de la provincia de Santa Fe en 1972 y en Wikipedia se menciona otro obtenido en 1971 por el cazador tucumano Ramón Benito Vidal Borrellas y cuyas fotografías fueron estudiadas en el Instituto Miguel Lillo. Además Elio Massoia y Alejandro Urrutia pudieron estudiar dos cráneos que había colectado Yepes en Dragones, en el Chaco Salteño, en 1936 y que habían pasado desapercibidos para los científicos. Juan Carlos Chebez menciona también la descripción de las tres especies de pecaríes por el jesuita Florián Paucke en su obra “Hacia allá,(fuimos) amenos y alegres, para acá (volvimos) amargados y entristecidos-Estadía con los indios mocovíes 1749-1767”. Tambien cita al Dr. Esteban Maradona que lo describe como un chancho solitario o poco sociable que sólo sale tímidamente del monte cerrado para beber en las aguadas y comer los frutos de la cactácea quimil (Opuntia quimilo). De allí que recibe los nombres de pecarí o chancho quimilero, aunque consume varias otras especies de cactus y bromelias.
Hoy en día se trata de una especie clasificada como “en peligro” por la IUCN, debido a la destrucción de su hábitat y a la caza de que es objeto. Según los estudios hechos por Andrew Taber en 1993 en el Chaco Paraguayo su situación allí es muy preocupante, quedando poblaciones aisladas y pequeñas en Argentina y Bolivia.
Se supone que este pecarí quedó confinado probablemente desde el pleistoceno a un reducto de bosque xerófilo de algarrobo-quebracho y palosanto con sotobosque denso y espinoso, el “infierno verde” como lo calificó el escritor Marín Cañas. Este chancho tiene adaptaciones notables para ese tipo de hábitat: el gran desarrollo de la cavidad y senos nasales le sirven para filtrar el polvo y localizar su alimento, las patas alargadas y el largo y duro pelaje le permiten desplazarse por el matorral espinoso con facilidad. En Paraguay los indígenas y campesinos conocen desde hace mucho sobre su existencia y comportamiento, y lo cazan para consumir su carne, denominándolo taguá o paguá. También le dicen curé-taguá y curé-burro (= chancho burro) u orejudo, por el largo de sus orejas. En Bolivia lo llaman solitario, por hallárselo a menudo solo, o a lo sumo en pequeñas piaras, como señalaba Maradona.
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TAGUÁ por Jordi del Bosc |
¿QUIENES ERAN LOS HERMANOS WAGNER?
Émile o Emilio Roger Wagner nació en 1868 en Ormiston, Escocia, de padre francés y madre polaca. Cursó el colegio en Fribourg, Suiza y en la Academia Militar en Saint Cyr, Francia egresando como oficial de Dragones. Sul hermano mayor, Duncan Ladislao, había nacido en París en 1864 donde se graduó como Perito en Química Industrial. Emilio era un apasionado de las ciencias naturales, especialmente de la entomología, esta vocación provenía de su abuelo materno, el conde Jan Mickiewicz (hijo del poeta polaco Adam Mickiewicz), el cual frecuentaba a Goethe -otro apasionado de las ciencias naturales- en Weimar, y a los botánicos del Jardin du Roi, en París. Jan había instalado en Varsovia grandes invernaderos donde cultivaba palmeras, orquídeas y otras plantas tropicales sudamericanas, para las que hacía traer tierra vegetal desde Cuba. El abuelo paterno, Charles R. Wagner, alsaciano, era escultor, esmaltador, orfebre, y coleccionista de antigüedades romanas, griegas y egipcias, las que despertaron la vocación de sus nietos por la arqueología. Este origen francés llevaba a Émile a negar todo parentesco con el compositor Richard Wagner, manifestando aversión a los alemanes que muchas veces habían incursionado por su patria.
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Emilio y Duncan Wagner en el Museo Arcaico, circa 1936. Colección Haydeé Wagner de Costa (R.)
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Hacia fines del siglo XIX, ambos hermanos arribaron a la Argentina con su padre, que venía en misión diplomática. En 1889 recorren Santa Fe, Tucumán, y Santiago del Estero, buscando principalmente material entomológico. Después realizaron varios viajes por Misiones (Argentina), el sur y centro de Brasil y la región del Alto Paraná. En 1898 regresan a Santiago del Estero, donde Emilio decide radicarse. Adquiere una gran propiedad rural en Mistol Paso, cerca de Icaño, departamento Avellaneda, donde construyó su casa e inició una explotación agropecuaria. Duncan, por su parte, fundó el ingenio Tacuarendí en el Chaco y luego se radicó en Brasil, trabajando como empresario de usinas de energía eléctrica, ingenios azucareros y organizando colonias agrícolas.
En 1902 Emilio es nombrado enviado especial del Museo de Historia Natural de París para la Argentina, Brasil y Paraguay. Fue entonces que inició sus primeras excavaciones arqueológicas en los túmulos del río Salado, en los departamentos Avellaneda, Ibarra y Robles. Allí obtuvo fragmentos de antiguas vasijas y otros enseres, de altísima calidad estética, que lo llevaron a compararlos con las producciones del neolítico griego, atribuyéndolos a una civilización que llamó chaco-santiagueña. Envió muestras al Museo de Paris, donde lo alentaron a seguir investigando, aunque sin darle apoyo monetario, sólo apenas otro cargo honorario.
Al comenzar la Primera Guerra Mundial, Emilio partió a Francia para alistarse como oficial voluntario. Confió sus bienes a su amigo, Napoleón Taboada, abogado de Santiago del Estero, pero, al regresar, comprobó que su ganado había sido llevado a una estancia de los Taboada, en Pinto. Al parecer un alemán llamado Otto Wulff reclamaba el pago de alquileres atrasados de un médico amigo de Emilio, a quien éste había salido de garante. Taboada, en vez de llegar a un acuerdo, litigó contra Wulff y ganó el juicio, pero en prenda de sus honorarios se quedó con la propiedad y la hacienda. Permitió, sin embargo, que Emilio siguiera habitando la casa, y entonces éste empezó a producir alfalfa y miel, abrió canales de riego y mejoró las instalaciones, aunque nunca pudo recuperar la propiedad para su patrimonio.
Emilio se casó con la joven santiagueña Eladia González, hija de un hachero icañense, con la que tuvo en 1923 una hija, Adela, que falleció de pequeña. Su segunda hija, Haydee, lo sobrevivió y luchó por rescatar su memoria. Ella aprendió quichua y desarrolló el “Método Wagner” para la educación de niños pequeños.
En 1924, con un modesto sueldo, el Gobierno de la Provincia designó a Emilio como director del Museo Arcaico, fundado en 1917 en base a la colección donada por el Dr. Alejandro Gancedo, que fueron enriquecidas por las colecciones arqueológicas y entomológicas del propio Emilio. Sin embargo el apoyo estatal era escaso, y sólo a través del hallazgo casual de una ocarina y algunas piezas de alfarería por un leñador del lugar, se despertó el interés de un corresponsal del diario El Liberal de Santiago del Estero. A raíz de ese reportaje el gobernador Domingo Medina, les otorgó en 1927, un subsidio de mil pesos para realizar trabajos en el terreno. Se estableció un campamento en Llanta Mauca, donde se realizaron excavaciones durante varios años, obteniendo numerosos materiales, entre ellos los restos del chancho quimilero que fue conocido así por la ciencia.
La guerra también afectó los emprendimientos de Duncan, quien, en 1927, regresó a Santiago del Estero, convocado por su hermano para trabajar como vicedirector del Museo de Arqueología. Duncan, que poseía una gran cultura general, era un pintor y dibujante eximio, gran lector, apasionado por los estudios prehistóricos. Fue el redactor de las notas y conferencias que brindaban, y realizó los croquis y dibujos de las piezas recolectadas.
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La selva atlántica. Dibujo de Duncan Wagner. Emilio la denomiaba selva Mauriciana pues le recordaba a las selvas de la isla de Mauricio. |
Con gran esfuerzo el museo fue mejorando. Debido a los escasos recursos, se construyeron mesas y armarios con cajones de embalaje, para poder estudiar y guardar el material. Así se logró formar una destacada entidad que en 1948 ya reunía 75.000 piezas. Emilio decía: “He pagado mi deuda de gratitud a este país hospitalario con haber formado este museo.” Actualmente funciona como Museo de Ciencias Antropológicas y Naturales de Santiago del Estero “Emilio y Duncan Wagner”.
Las principales obras de Emilio Wagner son: La Civilización Chaco-Santiagueña (con su hermano Duncan); L´Allemagne et l´Amerique Latine; A Travers la Forest Brasilienne; La Revanche de la Kultur - La troisième Guerre Punique; y Arqueología comparada (con Olimpia L. Righetti, Buenos Aires, 1946).
Duncan que se había casado con una francesa de nombre Cecilia, falleció en 1937. Emilio murió en Santiago del Estero, siendo Director del Museo Arqueológico, el 21 de septiembre de 1949.
LA TESIS DE LOS WAGNER
En 1934 se publicó la tesis de los Wagner en la obra La Civilización Chaco-Santiagueña, con ilustraciones a color de Olimpia Righetti, su colaboradora y sucesora en la dirección del Museo.
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La civilización chaco-santiagueña, de Emile Wagner, Buenos Aires, Impresora argentina, 1934 |
Según este trabajo habrían existido en tiempos prehistóricos en Santiago del Estero y posiblemente en Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy, “pueblos de civilización muy adelantada, servidores de una deidad única y trinaría: hombre-ave-serpiente, representada en innumerables efigies estilizadas, pintadas sobre la cerámica o modeladas en medio relieve”. Esta deidad que ellos llamaron "deidad plañidera" aparece también grabada en las grutas de Para Yacu, en Sumampa. Aquellos pueblos, eran grandes constructores de túmulos, que se suelen hallar en la selva espinosa y tupida del Chaco, cubriendo centenares de hectáreas. Los hoyos que dejó la construcción de esos túmulos o “bordos”, son llamados por los criollos “represas” ya que en muchos casos servían para contener las crecientes de los ríos y recoger agua durante las grandes lluvias de verano. Por haber sido habitados durante mucho tiempo, las capas de restos de cocina, de carbón, de huesos fragmentados, de escamas de pescados y de cenizas, pueden tener hasta un metro y medio de espesor y aún más. Al revisar esos túmulos aparecen cerámicas, hachas de piedra, instrumentos de música hechos en hueso y arcilla, útiles de hilar y tejer, puntas de flechas y pipas que llaman la atención por la fineza y el cuidado de su fabricación. Hay también adornos de metal, estatuillas de la deidad triple y urnas funerarias. Según los Wagner este tipo de material se halla también en las ruinas de la histórica ciudad de Troya o Hissarlick , en el valle del Eufrates, en las islas Pitiusas (Baleares), y en Saint Sernín (neolítico de Francia), adónde habrían llegado estos antiguos habitantes a través de puentes intercontinentales. Consideraban que esta civilización había desaparecido mucho antes de la llegada de los españoles sin dejar descendientes en América.
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La civilización chaco-santiagueña, de Emile Wagner, Buenos Aires, Impresora argentina, 1934 |
La publicación de los Wagner tuvo mucha repercusión, especialmente en el extranjero, y les valió la Legión de Honor de Francia, en el grado de Caballeros, el Premio Prat (Medalla de Plata) de la Sociedad de Geografía Comercial de París y la Medalla Buffon del Museo de Historia Natural de París. Fueron llamados a dar conferencias en Europa, Brasil, Paraguay, Chile y en varias provincias argentinas.
En la Argentina, pese al apoyo público recibido en su momento de parte de personalidades como Francisco Pascasio Moreno, Juan Bautista Ambrosetti y Florentino Ameghino, la comunidad universitaria argentina no aceptó su tesis. Cuando en 1938, Francisco de Aparicio asumió la presidencia de la Sociedad Argentina de Antropología organizó un juicio inquisitorial que tuvo lugar el 26 de julio de 1939, con la participación de los más prestigiosos arqueólogos de la época, cuyo veredicto desvalorizó las conclusiones de los Wagner. Hoy se sabe que efectivamente las culturas chaco-santiagueñas, son mucho más recientes de lo que ellos habían supuesto, y que prosperaron entre los años 800 a 1600 DC, es decir en épocas históricas y contemporáneas incluso con la conquista española.
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REFERENCIAS
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Righetti, O. -1948 - Los Wagner desentrañaron el pasado de Santiago - Libro 50º aniversario del diario El Liberal
Rusconi, C. A. -1930- Las especies fósiles argentinas de pecaríes (Tayassuidae) y sus relaciones con las de Brasil y Norte America. An. Mus. Nac. Hist. Nat “Bernardino Rivadavia”, 36:121-241.
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