"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


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sábado, 16 de marzo de 2013

El HALCON APLOMADO (Falco femoralis) Y EL HIJO DEL HALCONERO: JOHN NATTERER





Halcón que se atreve
con garza guerrera,
peligros espera.


Halcón que se vuela
con garza a porfía
cazarla quería
y no la recela.
Mas quien no se vela
de garza guerrera,
peligros espera.

La caza de amor
es de altanería:
trabajos de día,
de noche dolor.
Halcón cazador
con garza tan fiera,
peligros espera.




Gil Vicente, siglo XV.




Foto de Alex Mouchard





Caminando por las playas de Claromecó, hacia el este,  se llega a unos pequeños acantilados irregulares de tosca que se prolongan dentro del mar en los conocidos “saltos” que los pescadores aprovechan para lanzar sus líneas. En ese ambiente de sol, arena y mar me tocó presenciar este pequeño drama.

Una buena cantidad de  golondrinas, entre ellas la doméstica, la negra y la tijerita, evolucionaban por los aires recorriendo la costa en uno y otro sentido. Enlazando estos trayectos planeaban en amplias curvas a gran velocidad, siguiendo un poco la dirección del viento. Las gaviotas de capucho café y cocinera se concentraban allí en determinados sitios de la playa donde encontraban alimento en la resaca marina y fueron  testigos silenciosos de este suceso.

De pronto, desde las toscas,  se proyectó  una flecha emplumada, en vuelo directo, bajo y certero. El halcón aplomado había hecho su aparición en el escenario y así como llegó, se fue, llevando en sus garras su premio: el cuerpo ya sin vida de una torcaza.

El halcón voló hasta lo alto del acantilado, y allí comenzó a desplumar y desgarrar a su presa con movimientos nerviosos, arrancando carne de la pechuga y tragando apresuradamente los trozos.


El halcón aplomado tuvo su primera descripción científica identificable en la obra del holandés Coenraad Jacob Temminck, que describió un ejemplar de origen desconocido que se hallaba  en el Museo de Historia Natural de Leiden, Holanda. La lámina que acompaña su descripción muestra un ejemplar con las partes superiores amarronadas, mucho negro abajo, y con el bajo vientre y las patas bien rojizos, lo que le hizo darle el nombre de “femoralis”  aunque en rigor el hueso que sustenta esa parte de la pata que los ornitólogos llaman “muslo” es la tibia-tarso y no el fémur.


Temminck, C. J. – 1838- Nouveau Recueil de Planches Coloriées d’ Oiseaux. Paris. F. G. Levrault.


Más tarde Temminck tuvo noticia a través de Auguste de Saint-Hilaire de unos ejemplares enviados desde Brasil por Johann Natterer al Museo de Viena. Se dio cuenta que su descripción anterior se refería a un juvenil y que, por un exceso de confianza, lo había atribuido erróneamente a un adulto ya que mostraba características que el siempre había visto en adultos de otras rapaces, como la falta de color rufo en el borde de las plumas del dorso y  el no tener manchas oscuras en la parte ventral.  Reconoció también que Azara  ya había descripto a la misma rapaz como “Alconcillo aplomado”.  

Azara decía que aunque no era un ave abundante se solían ver parejas en todos estos países (se refería a Paraguay y Argentina, donde él actuó, y quizás Brasil). Comentaba que le gustaba “acompañar a los viageros y cazadores que andan por el campo, voltejeando para perseguir y pillar los paxaritos y inambús que levantan”.  También describió a un  “Alconcillo obscuro azulejo”, sin advertir que era el juvenil del “Alconcillo aplomado”. Su asistente, el cura Noseda, había visto parejas del "obscuro azulejo" dentro de un bosque, y las supuso adultas, induciéndolo al error.  Sobre la descripción de Azara  Vieillot creó la especie Falco fuscocaerulescens (nombre latino que significa ‘azulado oscuro’) pero esta denominación pasó a  sinonimia de Falco femoralis.

Hatcher, J. B. y W. B. Scott (Ed.) - 1904-27 -  Reports of the Princeton University Expeditions
to Patagonia. Stuttgart.




LOS NOMBRES DEL HALCÓN

La bravura de los halcones queda demostrado por que su nombre aymará de “mamani”, era usado como apellido por los integrantes de la nobleza inca que habitaron en Tacna (Perú) y Arica (Chile) y que eran esencialmente  guerreros y estrategas militares del Inca.

--Para los guaraníes, en cambio, es  “kiri kiri guasú”, un nombre evidentemente onomatopéyico referido a su voz.

--Los mapuches le decía “akori”.

--Los indios macusi y arekuna de Guyana lo llaman “sakuta”.

--En la provincia de Buenos Aires, Juan Daguerre registró el nombre de “halcón azulado”.

--Federico Albert indica su nombre chileno : “El Perdiguero se denomina así porque le gustan mucho las perdices”.


Los sucesivos autores del siglo XIX destacaron lo aguerrido y activo de este halcón, con la sola excepción quizás de William Henry Hudson, quien, siendo un gran conocedor de las aves, señaló que comparado con el halcón peregrino tiene “un pobre espíritu” y “a menudo  lo he observado persiguiendo un pájaro, y cuando parecía estar por capturarlo, abandonaba la persecución y se alejaba sigilosamente sin gloria”.  Hudson lo consideraba un ave patagónica que inverna en las pampas y en el centro de Argentina, y entonces la veía solitaria, acercándose a las casas de campo donde se posaba en los postes para asechar a sus presas:  “Nunca ataca temeraria y abiertamente a una presa a menos que sea pequeña y  prefiere posarse en un lugar alto, desde donde puede lanzarse y tomarla por sorpresa”.



 Holland le restituyó algo de la gloria que Hudson le había quitado: “Parece considerar a Tinnunculus cinnamominus [el halconcito colorado, Falco sparverius cinnamominus] un enemigo especial. A menudo vi a éste perseguido de los sitios de descanso del primero [el halcón aplomado] cuando se acercaba demasiado. La persecución es muy vigorosa, el halconcito con giros bruscos se desembarazaba fácilmente de su perseguidor”.


Juan B. Daguerre lo observó en Rosas, Buenos Aires , opinando que es una “rapaz de audacia y poder increíble . . . es el terror de la paloma doméstica, a la que caza en vuelo cuando no puede tomarla de sorpresa”.


Para Henry Durnford era el halcón más veloz que se podía ver en la Patagonia donde lo encontró en invierno, en Chubut. Bien al sur, en Tierra del Fuego, a Richard Crawshay  le “ interesaba más que ninguna otra ave rapaz. Es la rapaz más salvaje, veloz y activa de la isla. Es esencialmente un ave de las zonas agrestes, y no frecuenta los poblados.”

Studer, J. – 1903- The Birds of North America – The Natural Science Association of America – NY


Sir Robert Hermann Schomburgk, narra que en Guyana “la percha preferida de este bello halcón son los árboles de Curatella [americana,“curata" o  "parica"], también los arbustos desde donde se lanza en un planeo que lo hace volver al mismo lugar” . Para John Joseph Quelch, otro importante naturalista y etnógrafo, que trabajó en esa región a fines del siglo XIX, “es un pájaro robusto y feroz, y debido a su cola y alas largas se caracteriza por un vuelo rápido y aún planeado”




I know a falcon swift and peerless
As e'er was cradled In the pine;

No bird had ever eye so fearless,

Or wing so strong as this of mine.

 The Falcon

 James Russell Lowell


          [Sé de un halcón veloz y sin par,
     Fue acunado como siempre en un pino,
Ningun otro tiene una mirada tan fiera
O un volar tan poderoso como el del mío.]

  


Alcide D’Orbigny lo pudo observar en Buenos Aires, Corrientes y en Bolivia, cerca de Chuquisaca a casi 3000m de altura. Lo registró especialmente en zonas bastante secas recubiertas de arbustos y árboles pequeños dispersos, como los llamados espinillares y algarrobales, palmares de yatay y caranday. Allí viven dispersos en parejas porque “son muy egoístas . . . A la mañana se despiertan al amanecer y comienza sus recorridas. Se los ve volar con rapidez entre los árboles dispersos, a menudo a ras del suelo, buscando sorprender a su presa, que capturan en vuelo con sus garras, y que transportan bastante lejos para comerla, en un  lugar que les parece seguro; luego se posan en el punto culminante de una palmera o de cualquier árbol aislado; allá se quedan a veces horas enteras para avistar nuevas presas, o para descansar, posados no muy lejos uno de otro.” Más adelante el viajero francés los trata de “insolentes” por esa costumbre que había señalado Azara de acompañar a los viajeros sin mostrar temor. También dice que “lo hemos visto pasar furtivamente por los sitios incendiados . . .ellos pueden  con su velocidad satisfacer su voracidad sobre el infortunado animal que busca escapar de las llamas. Son peleadores y siempre muestran mucha bravura; a veces combaten entre ellos, más frecuentemente en la estación de los amores, por la posesión de la hembra; entonces se persiguen horas enteras, mientras la hembra se queda pasiva; sin embargo también la vimos tomar partido por uno u otro contendiente, y en tal caso la lucha, siendo desigual, termina enseguida. No pueden estar en paz con las otras aves: atacan a los caracarás, y los persiguen en vuelo largo tiempo; y éstos, siendo bastante mayores, temen su cercanía”.

Hatcher, J. B. y W. B. Scott (Ed.) - 1904-27 -  Reports of the Princeton University Expeditions
to Patagonia. Stuttgart.


Según D’Orbigny es un ave que, aún herida, se defiende bravamente con sus uñas, panza arriba. “Parece que los pájaros pequeños tratan de asustarlos porque si vuelan los persiguen gritando; los más persistentes son las tijeretas, pero a menudo los astutos halcones capturan a alguno de sus perseguidores”.  Además de capturar sus presas en vuelo rasante “más a menudo aún se elevan de golpe a 30-40 pies de altura batiendo las alas sin cambiar de lugar y mirando siempre a tierra como hacen nuestros cernícalos de Europa [Falco tinnunculus]”. Desde esa posición se lanzan sobre la presa que casi siempre logran atrapar gracias a su vista penetrante. Señala que en Perú lo llaman “cernícalo”, a raíz de este comportamiento.

El naturalista Thomas Bridges aporta lo siguiente: “Esta es la especie de halcón que en Chile usan para cazar perdices. Se domestica fácilmente. Los he visto atrapados en una red para el propósito de cetreria y en 15 días seguir a su amo y cazar perdices levantadas por los perros”. Y Federico Albert dice también para Chile que : “Es un ave muy perjudicial i conviene matarlo donde se lo encuentre, porque despedaza mas aves que las que es capaz de consumir, por satisfacer su gusto de destrucción”.

Aún hoy en día se lo utiliza para cetrería y existe una Asociación Halcón Aplomado de Veracruz, México, que difunde sus actividades utilizando esta rapaz.




EL COLECCIONISTA INCANSABLE


Como hemos visto fue gracias a los ejemplares enviados por Johann Natterer a Viena que Temminck pudo precisar la nueva especie como Falco femoralis, es decir nuestro halcón aplomado. Natterer podriamos decir que fue un “laburante” de las ciencias naturales, y estaba muy bien preparado para ello.   Había nacido en 1787 en Laxenburg, Austria, muy cerca de Viena. Allí en una de las residencias de verano de los emperadores Habsburgo, su padre Joseph era  halconero del emperador. Y podemos imaginarnos al pequeño Johann y a su hermano Joseph recorriendo los campos junto a su padre, ayudándolo a juntar aves e insectos para su colección particular.


JOHANN NATTERER
Von Ihering, H. - 1902 -  – Rev. Museu Paulista 5.


La colección, que ya tenía una dimensión considerable fue luego adquirida por el káiser Francisco I, para el Gabinete Imperial de Historia Natural, quedando el padre de Johann como su curador. En esa posición enseñó a sus hijos, Joseph y Johan, los secretos de la caza y taxidermia y los introdujo como voluntarios en el incipiente museo (actualmente Museo de Historia Natural  de Viena ).

En 1806,  Karl von Schreibers, se hizo cargo de la dirección del Gabinete y encomendó a Johann una serie de viajes por Austria, Hungría, los Balcanes e Italia a fin de obtener material.

En 1816 fue nombrado asistente del Gabinete Imperial de Objetos de la Naturaleza, hasta que tuvo la oportunidad de su vida. Se organizó una expedición científica para acompañar a la princesa Leopoldina, hija del emperador Francisco II, y prometida del príncipe heredero de Brasil, Don Pedro de Alcántara. Se pensó en Natterer como jefe de la expedición, pero finalmente el cargo recayó en el profesor de la Universidad de Praga  Johann Christian Mikan, lo que provocó posteriores roces entre ambos.

Además integraban el grupo Johann Emanuel Pohl, botánico y minerólogo, el jardinero imperial Heinrich Wilhelm Schott, el cazador imperial Dominik Sochor, y los artistas Thomas Ender y Johann Buchberger. Por su parte, el gobierno de Baviera envió a dos capacitados naturalistas: Johann Baptist Spix y Karl Friedrich Philipp von Martius, y el gobierno de Toscana a Giuseppe Raddi.  Embarcaron en las naves “Dom Joao”,  “Austria” y “Augusta” (donde viajaba Natterer) y tras diversas peripecias, como tempestades y averías en los buques, llegaron a Rio de Janeiro en noviembre de 1817.

En Brasil se separaron en tres grupos, pero la mayoría de los integrantes regresó a Europa a los pocos meses debido a enfermedades, falta de adaptación y disputas entre ellos. De modo que hacia 1821 solo quedaban Natterer y Sochor, que continuaron sin apoyo moral o económico su labor, a menudo muy enfermos ya que el primero contrajo hepatitis y en 1825 Sochor murió de fiebre.  Entonces  Natterer quedó solo, lo cual le facilitó movilizarse con un menor costo, aunque tuvo que sacar un crédito para subsistir.

Los primeros cinco años se mantuvo en las cercanías de Rio de Janeiro y Sao Paulo, pero luego recorrió Minas Geraes, Goyaz, Matto Grosso, Paraná y el río Amazonas, con sus tributarios los ríos Negro y Branco, hasta la frontera de la actual Colombia, terminando el recorrido en Pará, desde donde volvió a Viena en 1835.

El botánico francés Auguste de Saint- Hilaire que se encontró con Natterer, en Ypanema, nos brinda este informe:

“Había formado aquí una inmensa colección de animales. Era imposible dejar de admirarla belleza de esos pájaros; no vi ni una sola pluma ajada o manchada de sangre. El Sr. Natterer era hijo del taxidermista del Museo de Viena; tenía más conocimientos y talento que un preparador común; dibujaba muy bien y describía admirablemente todos los objetos, que ingresaba en su colección. Era, con todo, un hombre frío y poco comunicativo, poco conversador, y parecía ocuparse únicamente de su trabajo.»


Natterer instruyó como ayudante a un muchachito de raza negra, Luiz, que llegó a ser un excelente coleccionista y preparador. Luiz ayudó incluso a otro gran viajero, Alfred Russel Wallace, durante su viaje por el Amazonas según el mismo lo cuenta:

“Como en esta estación los insectos no eran muy abundantes, deseaba que algún cazador me matara aves, llegando a un arreglo con un negro llamado Luiz que tenía mucha experiencia. Había estado con el Dr. Natterer durante los diecisiete años que residió en Brasil, pues lo había comprado en Rio de Janeiro cuando era un muchacho; y cuando el doctor abandonó Pará, en 1835, le dio su libertad. Mientras estuvo con el Dr. Natterer, su única ocupación consistía en cazar y ayudarle a despellejar las aves y animales. Ahora tenía un poco de tierra y había ahorrado lo suficiente para comprar un par de esclavos, -un grado de previsión que raras veces alcanzan los indios, menos cuidadosos-. Es nativo del Congo, y muy alto y hermoso. Acepté darle un milrei (2 chelines 3 peniques) al día y la manutención. Me divertía mucho con los relatos de sus viajes con el doctor, como él llamaba siempre a Natterer. Decía que le trataba muy bien y le daba siempre un pequeño regalo cuando le traía un pájaro nuevo.  Luiz era un cazador excelente. Recorría el bosque de la mañana a la noche, cubriendo grandes distancias, y generalmente traía a su regreso algún hermoso pájaro. En poco tiempo me trajo varios cotingas cardenales, quetzales de pecho rojo, tucanes, cte. Conocía las zonas y hábitats de casi todas las aves, y podía imitar sus cantos para atraerlas”

En Brasil Johann se casó en Barcellos, Río Negro, con Maria do Rego, con la que tuvo tres hijos pero tanto ella como dos de los niños murieron a poco de viajar a Europa, sobreviviendo sólo Gertrudis, la hija mayor.

Al llegar a Viena fue nombrado como curador adjunto del Gabinete Imperial de Historia Natural y con el objeto de encarar una gran obra ornitológica viajó por varios países europeos, pero falleció en 1843 de congestión pulmonar sin llegar a realizarla.

La impresionante colección de Natterer fue alojada en el Gabinete Imperial de Viena, en un sector de una docena de habitaciones conocido como el Brasilianum.

Se cuentan en ella 12.293 pieles de aves correspondientes a 1.230 especies. La gran mayoría fue coleccionada por Natterer mismo y preparada adecuadamente con rótulos con nº, localidad, fecha y sexo. Simultáneamente redactó un catálogo manuscrito donde anotó los colores de las partes frescas (iris, pico, patas), la forma de la lengua, el contenido del estómago y del buche, notas anatómicas, medidas del ejemplar fresco, voces y distribución, con detalle preciso de la localidad de colección.
La colección incluye 32.825 ejemplares de insectos, 1.146 de mamíferos,  1.678 anfibios y reptiles,  1.024 moluscos, 242 paquetes de semillas, 430 muestras de minerales y 1.492 objetos etnográficos.
A su vuelta de Brasil Natterer publicó sólo dos trabajos: sobre un yacaré y sobre el pez pulmonado Lepidosiren paradoxa. Nunca llegó  publicar el relato de su viaje y sus manuscritos fueron destruídos en un incendio durante la revolución de 1848 en Viena.

La mayor parte de aves fue revisada por August von Pelzeln que publicó “Zur Ornithologie Brasiliens” (1871). Los mamíferos fueron estudiados por Wagner, pero ningún trabajo abarcativo se hizo sobre los insectos, moluscos, crustáceos y huevos de aves de la enorme colección.





Alex Mouchard 


REFERENCIAS

-Albert, F. – 1901 - Contribuciones al Estudio de las Aves Chilenas. Anales de la Universidad de Chile, Volumen 108, p. 194-237.

-Azara, F. de-(1802)- Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. 1992.

-Bridges, Th. -  1843 - Proceedings of the London Zoological Society p 109

-Cartron, J. E. -  2010 - Raptors of New Mexico

-Crawshay, R – 1907 – The Birds of Tierra del Fuego. London.

-Daguerre, J. B. – 1922 – El Hornero 2:266.

-d’Orbigny, Ch. D.  - 1835-1847- Voyage en Amérique méridionale. Pitois-Levrault, Paris.

-Durnford, H – 1877- Notes on the Birds of the Province of Buenos Aires. Ibis.

-Holland, A. y P.L. Sclater. -l893- Field notes on the birds of Estancia Santa Elena Argentine Republic. lBlS : 483-488. London.

- http://www.biodiversitylibrary.org/

-Quelch, J.J. – 1888 -  Timebri. Journal of the Royal Agricultural and Commercial Society of British Guiana. New Series. 2:6:129

-Saint-Hilaire, A.- 1851 - Voyage dans l’intérieur du Brésil.  Paris.

-Schomburgk, R. H.  1848. Reise in British-Guiana.

-Temminck,C. J. – 1838- Nouveau Recueil de Planches Coloriées d’ Oiseaux. 5 vol. Paris. F. G. Levrault.

-Von Ihering, H. - 1902 -  Natterer e Langsdorf – Rev. Museu Paulista 5.

-Wallace, A. R. (1853). A Narrative of Travels on the Amazon and Rio Negro. Londres: Reeve and Company. pp. 541.

miércoles, 11 de enero de 2012

EL AGUILA CORONADA (Buteogallus coronatus) Y UN DESDICHADO SABIO FRANCÉS



“Tu descanso geométrico procura
menguar la transparencia de la espera,
como si usases garras de madera,
como si encaneciese tu negrura,
las amnistías de la primavera,
es propiamente un banderín que altera
la aciaga ordenación de tu postura.
Ejecutante sobrio del venado,
imparcial asesino del enjuto
tigrillo y del lagarto novelero,
tormenta quieta, príncipe surcado
de miel abrupta, de granizo y luto,
escudriño en el verbo y te pondero.”

Carlos Villagra Marsal-
Preñado reposo del taguató apyratí-Ciertos pájaros (*)

     Muchas veces se cree que los antiguos ornitólogos de gabinete eran especialistas que poco conocían de la naturaleza más allá de los ejemplares muertos de los museos, que acomodaban cuidadosamente en cajones y vitrinas. Pero ese no es el caso de Louis Jean Pierre Vieillot (1748- 1831), quizás el más reconocido ornitólogo francés de su época, que describió 387 especies de aves, incluyendo, lo que es de mucho interés para nosotros, muchas de las aves descriptas por Azara. A estas aves les dio por primera vez una nomenclatura científica binomial, según el sistema de Linneo, ya que el naturalista aragonés fue reacio a usar nombres en latín.

     Vieillot tuvo una vida si no de aventura, por lo menos bastante movida y pudo conocer la fauna americana en forma directa. Desde su juventud vivió en la colonia francesa de  Santo Domingo, actual Haití, donde se dedicó al comercio y además a la colección de ejemplares. Pero en 1791 al producirse los primeros alzamientos de esclavos dirigidos por su caudillo François Dominique Toussaint-Louverture,  Vieillot tuvo que exiliarse en los Estados Unidos, donde recolectó material para una ornitología de las aves de Norteamérica. Posteriormente regresó a Francia, sufriendo durante el viaje la pérdida de su mujer y de sus tres hijas, víctimas de la fiebre amarilla. En Francia se dedicó a estudiar las colecciones del Museo de Paris y redactó sus más conocidas obras sobre ornitología. Vieillot fue uno de los primero ornitólogos en describir las variaciones del plumaje de las aves y en incluir datos obtenidos directamente de la naturaleza. Sus últimos años transcurrieron en Rouen, en extrema pobreza, ciego y prácticamente haciendo  una vida de ermitaño.


     Fue Vieillot  quien nominó para la ciencia a la especie que nos ocupa y a la cual, por considerarla muy próxima a la harpía, la designó  Harpyia coronata. El ave en cuestión era la que Azara había nombrado “Aguila Coronada”, debido a que a que “en lo alto del colodrillo nacen quatro plumas muy notables...verticales cuando quiere, y siempre algo levantadas.” El nombre que le daban los guaraníes, “Taguató hobí”, o sea “Aguilucho Azul”, parece menos apropiado ya que, según dice Azara,  “solo conviene al macho”.  Aparte de describirla minuciosamente, el naturalista español, aporta algún dato sobre la forma de vida de las que genéricamente llama águilas, incluyendo además de esta especie al águila mora (Geranoaetus melanoleucus)  y al aguilucho alas largas (Buteo albicaudatus). Refiere que su aspecto es tranquilo y fiero, pero de instinto tan estúpido que apenas conocen el peligro y se dejan matar con facilidad. Van muchas veces en pareja y cantan unos silbidos agudos y lamentables que se oyen de lejos. No bajan al suelo sino para cazar y se pasan horas posadas en los árboles mas altos del campo y de las orillas de los bosques. Para cazar se dejan caer desde su percha o bien se remontan batiendo lentamente las alas y se dejan caer a plomo con las alas plegadas y produciendo tal ruido que aterrorizan a la presa. Acuden a los campos quemados para atrapar víboras, pájaros, mamíferos y hasta insectos. Así capturan inambúes, gallinas, cuises, e incluso corderitos y crías de venado. Llevan a la presa a los árboles donde las comen, engullendo hasta huesos y plumas. Acuden a los cadáveres frescos donde los jotes le ceden lugar con respeto.


     El holandés Temminck, que tanto discutió con Vieillot sobre la nomenclatura de las aves,  copió los conceptos de Azara  sin agregar nada nuevo, salvo una bella lámina del ave adulta.



Temminck, K -1823 – Nouv. Rec. Pl. Col. 40, pl.   234.

     
     A comienzos del siglo XIX, cerca de Carmen de Patagones, el naturalista francés Alcides d’Orbigny logró cazar un ejemplar: “Maté un hermoso macho de águila coronada, única ave de presa que come al zorrino, cuya hediondez pone en fuga hasta el más hambriento de los carnívoros”. Hoy nos parecería un sacrilegio matar un ejemplar de esta hermosa águila, pero piensen que en aquella época era apenas conocida y la única forma de estudiarla era mandar ejemplares a los museos, donde estaban los medios y los expertos para hacerlo. William Hudson duda sobre esta observación de d’Orbigny, principalmente porque éste no aclara de dónde obtuvo la información. Hudson conoció al águila coronada en el mismo lugar, posando en los altos sauces de la ribera del río Negro, y observó que muchas águilas de distintas especies que cazó en la Patagonia  tenían el olor rancio del zorrino en el plumaje lo que revela que efectivamente lo atacan, pero eso no significa que logren cazarlo, porque de concretar el ataque recibirían seguramente la descarga pestífera y optarían por dejarlo. Creo que Hudson no tomó en cuenta que el olfato de la mayoría de las aves parece ser bastante pobre y seguramente no serían  afectadas de la misma forma que un mamífero. Sin embargo, agrega un buen argumento y es que si los ataques fueran tan efectivos el zorrino no sería tan abundante y confiado como lo era en esa época.  Von Ihering que la capturó en Rio Grande do Sul, o sea en un ambiente totalmente distinto,  coincide con d’Orbigny afirmando que caza zorrinos pese al olor que éstos despiden.



     El barón Nöel Frédéric Armand André de Lafresnaye, un aristócrata ornitólogo francés que clasificó la colección de d’Orbigny, señaló que esta especie fue colocada por los ornitólogos en diferentes géneros. En efecto Azara y Temminck la consideraron un águila, pero Cuvier y d’Orbigny la ubicaron junto a las águilas culebreras africanas en el género Circaetus, y Vieillot, como ya vimos, entre las harpías. Acertadamente dedujo que  eso ocurrió porque no encajaba bien en ninguno de esos géneros, y por eso le creó un género especial: Harpyhaliaetus.  La consideraba un ave de transición con las alas, la cola y las patas desnudas de las águilas, el copete y el color de las harpías, y los tarsos y dedos reticulados de los Circaetus. El nombre genérico también hace referencia a su proximidad con las águilas pescadoras del género Haliaetus. Hoy en día todas esas aves se ubican en diferentes subfamilias de la familia Accipitridae lo que indica que sus semejanzas posiblemente se deben más a analogías que a homologías. Salvin y Godman la consideraron también una transición entre las harpías y los buteos. Y citan su habilidad para cazar armadillos a los que levantan con sus garras y los dejan caer desde cierta altura para matarlos.


     En este tema, hay que considerar cómo eran los sistemas de clasificación de la época. Cuvier clasificaba a las rapaces diurnas en dos grupos: los buitres y las falcónidas. Y a estas últimas en nobles e innobles según su aptitud para ser utilizadas en cetrería, con lo cual vemos que se mezclaban en forma arbitraria criterios de clasificación completamente disimiles entre sí: biológicos y culturales.  Para este autor, el águila coronada vendría a estar ubicada en el grupo de las innobles y muy cerca de la Harpyia, la “Gran Harpía de América, que posee tal fuerza en su pico que es capaz de partir el cráneo de un hombre” (!).



 Kothe, K. – 1912-Ornithologische Monatsberichte 20:1.


     En 1871 llegó a Buenos Aires el inglés William Blackstone Lee alojándose  en el Hotel de la Paix donde en esa época solían residir los viajeros del exterior.  Su destino original era Entre Ríos pero debido al levantamiento del general Ricardo López Jordán contra Urquiza que terminó con el asesinato de éste, Lee aceptó la propuesta de dos caballeros que se alojaban en el mismo hotel, para dirigirse a su estancia en Fraile Muerto, cerca del actual Bell Ville en Córdoba. Allí se encontró con un paisaje lleno de aves, los campos plenos de ñandúes y ciervos de las pampas, pumas y algún que otro yaguareté.  En ese lugar tuvo la oportunidad de comprobar la impresionante bravura del águila coronada. Parece ser  que un águila hembra se hallaba comiendo del cadáver de una oveja cuando un  amigo de Lee le disparó sin llegar a matarla. Cuando se acercaron el ave se defendía con tanta ferocidad que tuvieron que golpearla con una rama para hacerla caer de espaldas y allí la aseguraron cruzándole la rama sobre el pecho y sosteniéndola con un pie de cada lado. Allí se sorprendieron por la fuerza  de su agarre y por el coraje con que, elevando la cresta levantada, golpeaba todo lo que estuviera a su alcance.

     Hudson también nos cuenta que en 1863 Edward Wallace Goodlake  llevó un ejemplar de esta águila de la Argentina al Jardín de la Zoological Society. Este ejemplar todavía seguía figurando en los registros de la sociedad en el año 1883, es decir habría alcanzado una longevidad de por lo menos 20 años.


 

 

Eduardo Haene (2020) en Bañados de los Pantanos (La Rioja),  un caserío  al sur del Salar de Pipanaco, registró para esta especie el nombre “águila simbuda ...  por las simbas o trenzas que parece desplegar detrás de la nuca".

 

Haene, E. 2020. El llamado del algarrobo. Aves argentinas 58:32.

 


Alex Mouchard

(*) Aunque esta poesía está dedicada al taguató apyratí, o sea el águila crestuda real, Spizaetus ornatus, la transcribo por hallarla aplicable también al águila coronada.

]

REFERENCIAS

-Azara, F de -(1802)- Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. España. 1992.
-Cuvier, G –1833– The animal Kingdom, N. York
-d’Orbigny, CD -(1835-1847)- Viaje por América Meridional – Emecé – Bs: Aires, 1999.
-Lafresnaye, NF -1842– Révue de Zoologie 5:173.
-Lee, WB –1872– Ibis p. 536
- Salvin,  O  & Godman,  FD -1897-1904- Biología Centrali-Americana –Aves.
-Sclater, PL & Hudson, WH –1888- Argentine Ornithology
-Temminck, K -1823– Nouv. Rec. Pl. Col. 40, pl.   234.
-von Ihering, H –1898- As aves do estado de S. Paulo. Revista do Museu Paulista, vol. III.

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