Traducción Alex Mouchard del texto extraído de Jolis, Giuseppe. Saggio sulla storia naturale della provincia del Gran Chaco e sulle pratiche, e su costumi dei Popoli che ne l’abitano, t. 1. Faenza: per Lodovico Genestri, 1789
Foto Alex Mouchard |
Y en primer lugar,
por lo que respecta a Pauw, me permito hacer uso de sus propias expresiones
injustamente utilizadas por él contra el abad Pernetty (Recherches, Tomo 3),
donde se expresa así: "Es natural (éstas son sus palabras traducidas del
francés) cuando uno quiere escribir sobre animales, comenzar por estudiar la zoogeografía, para aprender sobre los géneros y especies. Como D. Pernetty no
se dignó estudiar todo esto, no puede dar a los lectores nociones claras,
etc." Hasta aquí él.
Sería pues muy
necesario, digo, señor canónigo Pauw, que usted también se dignara estudiar
primero la zoogeografía americana, para aprender a conocer sus animales, para
poder distinguir sus géneros y especies; y por tanto ocúpese como filósofo en
investigaciones que no sean inútiles, como ciertamente lo son muchas de las suyas.
No ha investigado el verdadero significado de aquellas palabras que usa,
ni se dignó consultar a los entendidos en esas lenguas, habiendo caído
también en error en el nombre del Tigre Americano, llamándolo Jaguar, cuando no
es otra cosa que Jagua. Al consultarlos, habría aprendido que en el idioma en
el que se originó dicha palabra, la letra “r” que Ud. agregó no se usa comúnmente nada más que en la composición. El Yaguareté no es como cree usted, y el señor de
Buffon, una variedad o raza de tigre
americano distinta de la Jagua. Es ese animal mismo, es decir, el tigre bajo
esta palabra, que no expresa otra cosa que el verdadero Tigre. También se
escribe Guazú y non Guacú, como lo hace Ud.; Onza, no Onca; Yaguareté, no
Jaguarette. Al colocar a la Jagua entre las onzas, todo se vuelve confuso para Ud.
Un filósofo y naturalista debe saber que la Onza es un animal diferente de la Jagua o Yaguareté, y es llamada por los chiriguanos, y por los paraguayos Yaguatì, y por los del Brasil, Jaguapitima, de la cual tendré que hablar en otro lugar, y allí dar a conocer otra pifia ciertamente indigna de un naturalista, y de un filósofo, de Buffon y del dicho señor Pauw, por la cual confunde la Jagua con el Gato-tigre. Ya expuestos esos errores, no es de extrañar que los citados escritores nieguen a los verdaderos Tigres en América. Decir que están allí y afirmar haberlos visto muchas veces no es prueba suficiente para ellos; lo que se necesita, según Pauw, es un solo un naturalista capaz de distinguir entre la piel de un verdadero Tigre, la de una Pantera y la de la Onza. Verdaderamente un privilegio muy singular concedido por Pauw a quienes han estudiado esta ciencia, y que le es negado a cualquier otra persona. Pero yo diría que quienquiera que haya visto a las Onzas, las Panteras, los Tigres, los Tigres Verdaderos y los Tigres Reales, ¿acaso no podrá, señor canónigo, disfrutar de ese privilegio? Si el que afirma que hay verdaderos Tigres en América, como ciertamente yo lo afirmo, hubiera leído a los naturalistas que escriben sobre tales animales en el Viejo Mundo, ¿quisiera usted considerarlo y declararlo incapaz de conocerlos porque no es un naturalista? Confieso voluntaria e ingenuamente que no soy un naturalista; pero también debo confesar que he leído a los mejores y que he observado diligentemente a todos los animales del Viejo Mundo antes mencionados, de modo que no parezco demasiado arrogante al afirmar que hay verdaderos Tigres en América, donde están desde hace muchos años, y que en las Misiones del Chaco tienen la facilidad de verlos y comer bastantes de ellos .
Si Pauw no desea proporcionar ningún crédito a los misioneros de esos países, no debe negárselo a otros naturalistas y filósofos que los observaron y los describieron en sus escritos. Hay muchos de ellos, pero mencionaré sólo unos pocos para no traspasar los límites prescritos. El primero es el célebre Don Antonio Ulloa “Hay tigres bien peligrosos, que causan mucho mal, no sólo en los rebaños, sino también entre los hombres, cuando los detectan. La piel de estos animales es bien hermosa. Son bien grandes, y se ven algunos, que parecen por su talla, burros." Hasta aquí él. (Viaje histórico de América L. 1, c. 7).
Eso sí, el citado escritor parece dudar de si son
verdaderos Tigres; esto sólo se debe a la falta, como él dice, de esa velocidad
que les atribuyó Plinio, y que él comparó con el río Tigris, pero tal
falta, en lugar de destruir lo que él había inferido, lo confirma y lo prueba;
ya que tal velocidad, siendo falsa y atribuida por error por Plinio, los
naturalistas modernos se la niegan a los verdaderos Tigres.
La confusión de los dos escritores citados respecto al tamaño del tigre americano se aclara con la vista por Pernetty en Montevideo (Recherches T. 3. pág. 156). Ella tenía, según relata, sólo cuatro meses, y fue criada desde los primeros días a la entrada del Palacio del Gobernador, donde ciertamente no podría crecer tanto como lo hubiera hecho si la hubieran dejado libre en aquellos bosques. Medía no menos 73 cm de alto; donde la Jagua de Buffon (T. 19, página 9 y siguientes), teniendo dos años, tenía sólo 43,3 cm en la parte delantera del cuerpo, y 45, 3 cm en la parte trasera, y de largo de todo el cuerpo, es decir, medido desde el extremo del hocico hasta el comienzo de la cola, sólo 78,5 cm; de circunferencia del cuerpo en la parte delantera, más gruesa, 44 cm, y finalmente las uñas más largas tenían solo 1,6 cm. El dicho Jagua de Buffon, aunque embebido y empapado de alcohol de caña, pesaba sólo 8 kg (risum teneatis amici [sigan sonriendo, amigos]) , cuando hay gatos que pesan más de 10 kg. Una sola pata de tigre, pesada en América, alcanzó 1, 5 kg, de modo que las cuatro juntas habrían pesado 6 kg; 2 kg menos que todo el tigre de Buffon. Aquellos que han tenido la oportunidad de ver al verdadero Tigre en América, sin duda no podrán contener la risa ante un engaño tan solemne que es propio de un hombre que no tiene ningún conocimiento sobre esos animales.
Tras el testimonio claro y manifiesto de tan renombrados escritores, en parte testigos oculares, y muchos otros, que por brevedad dejo fuera, como [Pedro] Lozano, el naturalista [Willem] Pison, [Scipione] Maffei, [Antonio de] Herrera y autores portugueses, cuyos manuscritos conservo, después de tal afirmación universal y uniforme, en la que conceden los verdaderos Tigres a América, digo ¿tendrán el Sr. Pauw y Buffon el coraje y la valentía de negarlos abiertamente, basándose en las medidas tomadas y las observaciones hechas por el citado Buffon sobre un Gato-tigre americano, que él o sus sabios académicos creían falsamente que era el verdadero Tigre Americano?
Sin embargo, las de los tigres del Chaco, que también tienen su origen en el lomo, desaparecen antes de
llegar al vientre, y parecen mucho más anchas que las del Tigre Real, pero
menos negras, ya que en el medio del marrón puede verse algo del color leonado
del manto. Las zonas intermedias, sin manchas, son muy estrechas, y no tan
claras y vivaces en su color leonado como en otras zonas del cuello y de la
grupa, donde las bandas negras se hacen más raras.
Tampoco carecen
de los habituales bigotes, de más de 11 cm de largo y formados a cada lado por
diez pelos de color blanquecino en la punta y leonado en el resto. Por encima
de los párpados también hay pelos un poco más cortos, pero del mismo color que
los del bigote. Estos pelos, cuando está enfadado (momento en el que la piel de
la cabeza suele arrugarse) se unen y forman como dos pequeños cuernos, que se
mueven para todas partes. Los tigres de este tipo, aunque son más raros que la variedad
de piel atigrada mencionada anteriormente, son mucho más feroces y crueles que
todos los demás, y mucho más grandes incluso que la Tigresa Real que vi; sin
embargo, ésta era más alta de patas (según me pareció a mí) en 8-11 cm. Parecía
estar de un humor tranquilo y sereno, y mucho más que la Pantera que me
mostraron los mismos forasteros; de modo que para mi sorpresa la vi caminando
tranquilamente detrás del bastón que le presentaron; lo que nunca antes había
visto en las Onzas americanas enjauladas, y me da motivos para sospechar la
exageración en los relatos de los viajeros, según los cuales los Tigres Reales
de las Indias Orientales parecen ser tan feroces, y del tamaño de un caballo,
de un búfalo, y hasta de 4,90 m de largo (Buffon T.18, p.160) y cuando la de
tres años que yo vi, ni siquiera llegaba a 1,30 m en el largo total de su cuerpo; habiendo medido con
mi bastón la jaula donde estaba encerrada.
(1)-Corneille de
Pauw (1739 —1799), filósofo y geógrafo holandés, autor de Recherches
philosophiques sur les Américains (1771).
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(2)-William Robertson
(1721-1793), historiador escocés, autor de The History of America (1777).
Joseph Jolis
(1728-1790) fue un jesuita español que llegó al Río de la
Plata en 1753, y fue destinado a las reducciones del Chaco. Realizó extensas exploraciones en el
interior del Gran Chaco, haciendo siempre observaciones de historia natural,
con las que redactó la obra “Saggio sulla storia naturale della provincia del
Gran Chaco” (1789). |