“Cuando
el martín pescador vuela bajo la incidencia de los rayos del sol, es un extraño
meteoro, todo el cual rebrilla, centellea, enviando chispas como si el hermoso
pájaro se encendiera en el espacio, repitiendo, en una visión ilusoria, la
mentira del fabuloso Fénix”.
Eurico Santos (1938)
Ceryle torquata
Lámina de John Gerrard Keulemans - (Sharpe, 1868-71)
Las historias de
corsarios siempre tienen su atractivo por sus dosis de coraje, ilegalidad,
romanticismo y violencia. Extrañamente, el martín
pescador, protagonista de nuestra nota, se vincula a un hábil corsario
francés. Pacificados los mares del mundo tras la Guerra de los Nueve Años que
enfrentó a las principales potencias de Europa a fines del siglo XVII, los
comerciantes de Saint Malo (Francia) se lanzaron a la búsqueda de oportunidades
en el Nuevo Continente. Especialmente se interesaron en la costa sudamericana
del Pacífico, con la mira puesta en las minas de oro y plata del Perú. La
entonces recientemente constituida Compagnie de la Mer du Sud (Compañía del Mar del Sur) despachó una pequeña
expedición de cuatro buques con la misión de relevar el Estrecho de Magallanes
y las mencionadas costas. Como jefe de la expedición, eligieron a un
conciudadano y conocido corsario de la época, el capitán Jacques Gouin de
Beauchêne, quien al mando de diversos buques había
participado en la captura de numerosos navíos enemigos de Francia. En esta
ocasión le tocó capitanear al «Phelypeaux», y como ingeniero de a bordo lo
acompañaba Jacques Duplessis, novato en aventuras marinas, quien estaba a cargo
de registrar en un diario toda la información posible que sirviera a las
futuras expediciones comerciales. No sólo se contentó con anotar datos de la
navegación, geografía, flora, fauna, y habitantes originarios, sino que además
produjo acuarelas muy bellamente coloreadas sobre estos motivos. En una de
ellas dibujó de una manera magistral a nuestro martín pescador grande.
Martín pescador grande – Dibujo de Jacques Duplessis (1701) Manuscrito SH 223. Service Historique de la Marine, Vincènnes, France |
La expedición había partido de Francia a fines de 1698 y, tras cruzar el Atlántico y tocar las costas de Brasil y de la Patagonia argentina, se internó en el estrecho de Magallanes. En el sector occidental del mismo, en la primavera de 1699, según el relato de otro tripulante, el señor de Villefort (de Brosses, 1756), recalaron en la Bahía Isabel o Elizabeth: “Hacia la punta este de la bahía Elizabeth hay un fondo bajo, de dos brazas y media, cubierto de grandes hierbas. Pero el pasaje es bueno entre esta bahía y la tierra, la permanencia es buena, y el abrigo seguro dentro de la bahía, aunque la corriente sea fuerte en el estrecho. Los salvajes de la tierra de Fuego, hombres y mujeres vinieron aquí muchas veces a visitarnos”. La bahía tiene playa de arena con un riachuelo que desagua en ella (Chacon y Pery, 1874). En ese ambiente, la necesidad de alimentos frescos les hizo cazar un martín pescador grande y según relata en su diario Duplessis (1701): “Esta ave está dibujada a tamaño natural, se parece a nuestro arrendajo de Francia [Garrulus glandarius] tanto por la proporción como por el pico, las plumas y las patas. La matamos cerca de la bahía Elizabeth, en el estrecho de Magallanes, donde no son comunes. Son gordas y de muy buen gusto”.
Más de un siglo antes de estos hechos Francisco Hernández de Toledo (1651) recogía en México información sobre la misma especie que denominó Achalalactli o “Devoradora de peces”, la “que otros llaman Michalalactli, es un ave del tamaño de la paloma, y de forma similar; pico agudo y negro, de tres dedos de largo, grueso y proporcional al cuerpo, la cabeza adornada con una cresta de color azul tendiendo a negro y larga, vientre cubierto con plumas blancas y un collar en el cuello se caracteriza por un color blanco brillante. Las alas internamente blancas, pero en las partes posteriores se ven oscuras y distintas manchas blancas; arriba azul verdadero, por así decirlo, y el resto del cuerpo en sus partes extremas salpicado con manchas blancas y negras, por todos lados. La cola en parte negra, y en parte es de color azul oscuro, pero también variada en su superficie con manchas blancas, las piernas son rojas, los pies divididos en dedos, con agudas uñas negras, ojos negros, el iris, sin embargo, de un blanco brillante. Es un ave extraña en la región de los mexicanos, y se halla en las fuentes y arroyos, se alimenta de pececillos y otros animalitos acuáticos; por otra parte, es comestible, con el sabor y valor nutritivo de las aves de las marismas”.
En base a esta
descripción y, especialmente a la presencia de la cresta y el collar blanco,
Brisson (1760) denominó a la especie Ispida
mexicana cristata o Martin-pêcheur
huppé de Méxique (Martín pescador con copete de México). Y Linné (1766) le
dio el nombre científico Alcedo torquata según su sistema binomial, donde torquata significa “con collar” y Alcedo es el nombre genérico latino donde
el sabio sueco ubicó a los martín pescadores, nombre que proviene del griego halcyon que, como veremos en una próxima
nota, tiene una interesante historia.
Martin-pêcheur huppé de Méxique Dibujo de Francois-Nicolas Martinet (Daubenton, 1765-1783?) |
Buffon (1770–1785) que abrevió el nombre mexicano a Alatli señalaba que “esta ave es viajera; llega en cierta época de año a las provincias septentrionales de México, a donde aparentemente viene de regiones más cálidas, ya que se lo ve en las Antillas, y nos ha sido enviado de la Martinica”. En Brasil Wied (1832) obtuvo más información: “Nos encontramos con estas aves con mayor frecuencia en las orillas del hermoso e interesante Parahiba, donde un buen número de ellas fueron encontradas en un pequeño sector y cazadas sin gran dificultad; por otro lado, en otros ríos no vimos a estas aves en absoluto, y a veces no disparábamos a ninguna de ellas durante mucho tiempo. Son aves hermosas y grandes, y tienen la forma de vida y el comportamiento de nuestros martín pescadores alemanes. Se posan en una rama por encima de la orilla y mueven la cola y, a veces, incluso cuando están nerviosos, levantan las plumas de la coronilla. Comen pescado, cuyos restos se encuentran en el estómago; rápidamente se zambullen detrás de ellos. Nunca he encontrado lagartos en sus estómagos, pero es posible que un pájaro tan fuerte y voraz a veces los ataque. Solo encontré el nido de nuestra ave una sola vez. Estaba a más de mil pasos de la orilla del río Aldeia Velha, en una alta pared de una barranca de arcilla, donde vimos a los pájaros volar alto y rápido con peces en el pico. Cuando los vi meterse en la tierra, subimos la ladera del cerro, y allí encontramos un agujero circular y profundo perforado en la capa de arcilla, o arenisca, en el que metimos largas varas, y pronto sentimos que los pichones se aferraban a ellas mordiéndolas, y los sacamos un cierto trecho, pero no los pudimos extraer completamente a la luz . . . Los brasileños me dijeron que estas aves ponen dos huevos blancos. Por lo general, anidan, como nuestros martines pescadores europeos y el resto de los parientes del género, en un hoyo de un barranco liso, redondo, de cinco a seis y más pies de profundidad, directamente sobre el agua. Los pichones son muy voraces, por lo que inmediatamente mordieron las varas con voces codiciosas”.
En Paraguay, Félix de
Azara (1802) enunció las principales características comunes a las especies de
martín pescadores que allí habitan:
“Van solos y rara vez a
pares: se posan con preferencia en ramas secas o de pocas hojas inmediatas al
agua, y mejor si se avanzan sobre ella. Desde allí atisban los pescadillos, y
se dexan caer como cuerpos abandonados cabeza abaxo, levantándose al punto con
el chasco o con la presa, que tragan entera volando o sobre algún árbol. No se
suelen equivocar en la profundidad a que pueden verificar su lance, y jamás
persiguen al pescado que evitó el primer golpe. Las especies mayores y medianas
se dexan caer de mayor altura hasta de veinte varas, y se detienen con freqüencia en el ayre un rato; batiendo las
alas sin mudar de sitio, esperando que la presa se ponga a tiro, y la están
mirando con fixeza, conservando el cuerpo inmóvil, y su parte posterior
inclinada para abaxo, manifestando en esto, no sólo el vigor de sus alas, sino
también que las baten en otro sentido
que el común de los páxaros, y según dixe de los Picaflores”.
Martim pescador (Ceryle torquata)
(Goeldi, 1900-1906)
En el norte peruano
junto al río Tumbes este martín pescador recibe el nombre de matraca "bien aplicado, porque su
voz se parece mucho al ruido de ese instrumento. Tiene sus posaderos
predilectos que visita todos los días a ciertas horas a los que se aproxima
desde una altura considerable, produciendo esa voz. A veces posado en una rama se remueve
haciendo temblar su cola erguida, lo que le da una pose ridícula"
(Konstanty Jelski, en Taczanowski, 1886).
Estos movimientos de la
cola también los verificó el norteamericano Friedman (1927), en Bovril (Entre
Ríos, Argentina): “Una cosa curiosa de esta especie es que siempre mueve la
cola verticalmente tres veces antes de volar. Invariablemente, cuando me
acercaba a uno, movía la cola una vez, luego, cuando me acercaba más, lo hacía
por segunda vez y, finalmente, justo antes de volar, lo hacía por tercera vez.
Noté esto en un gran número de individuos y nunca supe que variara”.
Jan Stolzmann lo halló
en el valle del Marañón (Perú) "donde no es numeroso; tiene el nombre de pato
anzuelero. Se cree que esta ave al pasar sobre el agua golpea las alas dejando
caer sus excrementos, atrae a los peces, y se lanza súbitamente a capturar su
presa" (Taczanowski, 1886). Este
comportamiento también fue referido en Brasil por Oscar Monte (citado en Santos, 1938): "Interesante
es la artimaña que emplea esta ave, para atraer a los peces. Un día estuve
durante mucho tiempo disfrutando de su muy ingenioso sistema. Posada sobre un
cable de telégrafo, que pasaba sobre una laguna, el ave se zambullía de vez en
cuando y traía un pequeño pez en su pico. Para atraer al pez, el Martín
pescador hacía cierta necesidad, que, cayendo al agua, pronto era motivo de
reunión de peces, que entonces eran pescados. Y esto por varias veces”.
Alcedo stellata Lámina de Christian Leopold Müller (Meyen, 1834) |
“Esta ave es bastante
común en Chile: frecuenta siempre los ríos y se ve continuamente parada sobre
las ramas secas, y con especialidad sobre las más avanzadas, esperando con la
mayor paciencia e inmóvil que pasen algunos peces para embestirlos con la
rapidez del rayo; rara vez come [directamente] la presa, y la traga al salir
del agua; pero si es demasiado grande, se para sobre un árbol cercano para
despedazarla y devorarla a picotazos; como de carácter triste y melancólico, se
encuentra siempre sola, y cuando vuela se la oye pronunciar el grito penetrante
de keti, keti repetido por largo tiempo; este es también el nombre que la
dan los araucanos y los campesinos. La hembra hace su nido en los agujeros de
las riberas, y pone tres o cuatro huevos blanquizos” (Gay, 1847).
Sobre su técnica de
pesca también relató Emilio Wagner (en Ménégaux, 1925) lo siguiente en Santiago
del Estero (Argentina): “Siempre ocupado pescando a lo largo del Río Salado o
en las grandes lagunas boscosas. Su vuelo es muy rápido y su llamada es
exactamente la de una matraca. A menudo se lo ve que permanece inmóvil en el
aire, batiendo sus alas como un picaflor; luego cae pesadamente al agua e inmediatamente
sale con un pez en el pico. Nos sorprende ver el tamaño del pez que se puede
tragar. Las plumas no se le mojan muy fácilmente. Loes cazadores del país
afirman que anida en los barrancos del Rio Salado aprovechando las madrigueras
de las nutrias o de las ratas de agua”.
Mis encuentros con esta
ave casi siempre han sido en la margen de algún río que ella recorría en vuelo,
pasando de largo rápidamente y emitiendo a veces su matraqueo. "Una gran
extensión de territorio puede ser cubierta por cada individuo, ya que parecen
tener rutas regulares a lo largo de las riberas de lagos y ríos, con perchas de
observación a intervalos de unos pocos centenares de metros" (Dickey &
van Rossem, 1938).
"Durante los
viajes en canoa por el río Belice y el río Dulce las aves de esta especie rara
vez se dejaban de ver, volando delante del bote y posándose de vez en cuando
para empezar de nuevo a medida que nos aproximábamos, hasta que al final,
siendo alejados de sus lugares habituales, se lanzaban de vuelta en la dirección
opuesta" (Salvin & Godman, 1888-1904).
Richmond (1893) fue
testigo en Nicaragua de lo que podría interpretarse como un despliegue de
apareamiento. “Una mañana una pareja de estas aves realizó una curiosa
performance. Primero llamaron la atención por su fuerte matraqueo, que se
mantuvo casi constantemente mientras daban vueltas y giraban sobre el agua,
ocasionalmente cayendo en ella, no zambulléndose sino hundiéndose por un
momento bajo la superficie. Esta maniobra duró algunos minutos, tras los cuales
ambas aves volaron río arriba profiriendo su nota habitual . . . Dos o tres
individuos tenían por habito pasar la noche en algún punto del arroyo por
detrás de la plantación I.P. [International Planting Company, Río Escondido,
Zelaya] y volvían al anochecer. Los registré durante varios meses y me sorprendió
la regularidad de su llegada y el recorrido tomado por cada uno en su viaje al
dormidero . . . Una de las aves invariablemente pasaba cerca del rincón de los
dormitorios de los trabajadores, aunque a considerable altura, y la otra cerca
de un roble de sabana [Tabebuia rosea]
a cierta distancia. La tercera ave era sólo un visitante ocasional”.
Megaceryle torquata (Reichenbach, 1836, T. CCCXI) |
La adaptabilidad del martín pescador grande a los diferentes
ambientes queda de manifiesto en su extensa distribución geográfica y así, en
las costas del extremo sur de Chile
“frecuenta casi exclusivamente las bahías retiradas y los canales del mar que cruzan la costa; y vive de organismos
marinos. Abrí el estómago de uno y lo encontré lleno de restos de crustáceos y
un trozo de un pez pequeño” (Darwin, 1838)
El imponente pico del martín pescador es un arma tanto para
pescar como para la defensa tal como lo experimentó Barrows (1883) “Uno herido
en el ala que cayó al agua y fue recogido descuidadamente mientras pasaba el
bote, cerró su poderoso pico en mis dedos y dejó que le rompiera la mandíbula
inferior antes de soltarme”. En la misma tierra entrerriana, en los arroyos
Grande y Sauce, en Santa Elena, así
opinaba Aplin (1894): “Generalmente es un ave desconfiada y cautelosa,
alarmándose fácilmente y volando a una distancia considerable; cuando el río es
pequeño y los montes no son continuos, se eleva alto en el aire al pasar de una
laguna a otra; otras veces vuela bajo en medio del río. Pero una o dos veces lo
he visto posado a plena vista a corta distancia. El vuelo es fuerte y
sostenido, con bastantes batidas intermitentes de las alas. Este modo de vuelo
es común a las tres especies de Ceryle
que conocí, y estas aves vuelan más lentamente que nuestro martín pescador
inglés; pero C.[hloroceryle] amazona
bate sus alas más rápido que la especie que nos ocupa, y C.[hloroceryle] americana aún más rápido. La actitud de las aves
cuando están posadas en una rama y algo alarmadas es similar en las tres
especies. El cuerpo se sostiene en un ángulo de 45°, o tal vez un poco más
erguido, la cabeza formando algo más que un ángulo recto con el cuerpo; la cola
horizontal, la cresta erguida, las alas están un poco caídas y la cola es
nerviosamente sacudida al mismo tiempo. En reposo o al estar pendientes de los
peces, se posan muy parecido a nuestra ave; pero la cola larga les da una
apariencia diferente. La voz de alarma es un fuerte grito áspero y
estrepitoso”.
Para terminar nuestro
viaje por las tierras del martín pescador
grande justamente donde lo comenzamos, volvemos el extremo sur, donde para
Richard Coppinger (1899) es la más hermosa ave de la región del estrecho de
Magallanes: “Es común verlo posado en algunas ramas secas que sobresalen del
agua, donde permanece acurrucado en actitud de dormir, con la cabeza vuelta
hacia el costado, pero con la mirada fija todo el tiempo en el agua que hay
debajo, hasta que divisa un pez, entonces cae como una piedra, cortando el agua
con un chapoteo corto y agudo, y un momento después emerge con un impulso
ascendente, que lo saca del agua y le permite volar de inmediato sin ninguna sacudida
o aleteo previos. Es un ave sumamente confiada e intrépida, y cuando se posa en
su lugar de observación, a menudo permitirá que uno se acerque en un bote al
alcance de la mano. Las matas de musgo que cuelgan hacia abajo sobre los
acantilados del mar son sus lugares habituales de anidación, y allí excava un
túnel a través del musgo blando y el suelo de turba, y a una distancia de más
de dos pies de la abertura, hace su nido".
En nuestra próxima nota
trataremos los aspectos culturales de esta notable ave.
Alex Mouchard
Martin-pêcheur huppé de Méxique
Dibujo de Francois-Nicolas Martinet (Brisson, 1760)
ALGUNOS
NOMBRES DEL MARTIN PESCADOR GRANDE
El
nombre matraca parece generalizado
en los países de Sudamérica de habla española (P. ej. : Perú, Argentina) y en
Brasil, y hace referencia a su grito. Igualmente martín pescador, con la forma martim pescador en portugués, y también pescador a secas (Salta, Argentina; Chile).
Este
nombre es muy antiguo y sería originariamente francés y más tarde pasó al
español y al portugués. El primero en escribirlo así fue el naturalista
francés Pierre Belon que en 1553
escribió sobre las aves de Grecia: “Alción, al que nosotros los franceses
llamamos martinet pescheur”. Poco
después en 1573 ya se escribía en Francia martin-pêcheur. Se le daba
el nombre de martinet pescheur,
que se registra desde el siglo XIV, para diferenciarlo del martinet a secas que es el vencejo (Apus), aunque también se aplicaba a la
garza bruja (Nycticorax). Se llamaba
así al vencejo porque comenzaba su migración el 11 de noviembre, día de San
Martín de Tours en el santoral cristiano. Pero Salerne (1767) afirma que en
Normandía al martín pescador se le decía oiseau
de Saint Martin (ave de San Martín)
“porque les gustaba poner nombres de santos a los animales”. Y agrega
que los marineros del Loire lo llamaban virevent
(molinillo de viento) porque creían que se daba vuelta con el viento como ese
ingenio, ya que según la imaginación popular una de estas aves colgadas de su
pico dentro de una habitación giraba siempre su pecho al viento.
En
Argentina y Venezuela también se usa martín ávila. En el
creole de Guayana Francesa deriva en marten-péchò. También gad-layvye y
martin-crabier (martín cangrejero), porque come cangrejos en los manglares.
En Guadalupe: cloche, cracra y pie. En karipuna (Amapá, Brasil;
Guayana), mato-pexo. En
Brasil (Minas Geraes y litoral atlántico): martim cachá, que deriva
seguramente de caracaxá, un instrumento parecido a un sonajero. Por
deformación dio martim cachaça. También se usa directamente caracaxá y
cracaxá. Otros
nombres brasileños del ave son martim grande, martim-pescador-grande,
martim-pescador-matraca, pica peixe, papa peixe, flecha-peixe, y rei-pescador. Este último parece tener
influencia del inglés kingfisher (rey pescador). En Perú
se le llama también camaronero y en la zona amazónica (rio Marañón), pato
anzuelero. En Chile
y zonas vecinas de Argentina se le da el curioso nombre de pensamiento. En La
Rioja (Argentina), carpintero del agua.
La
ornitonimia aborigen es muy rica y en su mayor parte onomatopéyica:
Achuar
(Ecuador): charákat Warrau
(Venezuela, Guyana): hapitataka Caribe
(Venezuela, Guayanas): sakasaka Yekuana
(Venezuela, alto Orinoco): sakasakari Aukan
(Surinam): ambaki Wayana
(Surinam): atula Arawak
(Guyana): sakasakâli Macushi
(Guyana; Roraima, Brasil): sackaiaka Wayampi
(Amapá y Pará, Brasil): yawasi Palikúr
(Amapá, Brasil): tapalá Tupí-Guaraní:
jaguacatiguaçu, yaguá-kaití-guasú, jaguatiguaçu (Río Verde, Goiás); javatî
guasú, jaguacatyguassu (Rio de Janeiro a Maranhão); uarirama, ariramba grande
(Amazonas) Umutina
(Mato Grosso, Brasil): katama Nivaklé
(Chaco Boreal, Argentina y Paraguay): tsjot'a Chorote
(río Pilcomayo): pe'tiojwatiok Qom
(Chaco central): sallicnaxanaq, nacnaxanaq, sacnaxanaq, saicnaxanaq,
'haikinaga'naq Wichi:
kajtet Mapundungún:
chalwafe üñüm, quetequeté, kitekite, kekereke, kerekere, queto, quete, queschecan, kedküchan, quechuquin Yagán:
chéketej, chakatej, ségetex
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