Escucha
tu canto la noche enamorada
sabiendo
que la muerte acecha y ama,
sucumbiendo
ante tu encanto . . .
El
Caburé - Ruben Dario Callejas
Chouette caboure - Strix pumila
Temminck,C.
J.-1838-Nouveau Recueil de Planches Coloriées d’ Oiseaux. 5 vol. Paris. F. G.
Levrault
|
El caburé. Ave mágica. Lechuza mínima. En cuyas plumas mucha
gente pone sus esperanzas por una mejor suerte en el juego, en los negocios o
en el amor. Así apareció en nuestra cultura.
A principios del siglo XVII Holanda estableció una colonia en el
nordeste del Brasil, con centro en Recife. El conde John Maurice, príncipe de
Nassau-Siegen, es designado gobernador y se traslada a América con un séquito
de científicos y artistas con el propósito de realizar un inventario de la
nueva colonia para satisfacción de los banqueros que invertían en realizar
estas costosas expediciones para obtener las mayores utilidades posibles.
Uno de los integrantes de esa corte era el naturalista Georg
Marcgraf o Marcgrave, quien así como lo hizo con muchas otras especies de la
fauna neotropical, también introdujo al caburé en el conocimiento de la ciencia
europea. El fue quien registró el nombre local de “caburé brasiliensibus”, o
sea “caburé para los brasileños”. Caburé
viene del tupí caa, selva, y boré o poré, habitante. Marcgraf lo describió y además nos da estos datos
sobre su comportamiento en cautiverio: “Fácilmente domesticado. Puede girar el
cuello completamente, de modo que muestra el pico justo en la mitad del
dorso. Juega con la gente como un mono.
Hace variadas gracias con su cara y crepita con el pico (. . ). Vive de carne cruda.” No incluyó en
sus manuscritos un dibujo del caburé, pero un contemporáneo suyo, el pintor
Albert Eckhout, sí lo hizo. Integrante del grupo que acompañaba al príncipe de
Nassau, realizó más de 400 bocetos y pinturas al óleo entre las cuales se
encuentra la de nuestra ave que presentamos aquí.
En su descripción Marcgraf decía: “Además puede erguir unas
plumas a los lados de la cabeza simulando cuernitos u orejitas”. Pero ocurre que el caburé no tiene “orejas” de plumas como otras aves de la
misma familia, por ejemplo el alilicucu común (Otus choliba). Puede haberse confundido con esta última o
bien Marcgraf se estaba refiriendo a las plumas laterales de los discos
faciales, que sobresalen cundo el ave alisa las plumas de la corona. Este error lo mantuvieron los autores posteriores que no conocían la especie más que por
especímenes de museo. Así Latham la llamó Brazilian
eared Owl ( = búho orejudo de Brasil) y Buffon lo consideró casi una
variedad del autillo europeo (Otus scops).
En realidad el nombre del ave que nos ocupa sería caburé-i (= caburé chico), mientras que caburé a secas se aplicaría
a las estrígidas algo mayores como el mencionado alilicucu.
Esta información llegó a los zoólogos como Willughby, Ray,
Klein, Brisson, y finalmente Gmelin, colaborador de Linneo, que lo ingresó en
la nomenclatura científica como Strix
brasiliana.
Tenemos que llegar a Azara para encontrar el relato de otro
naturalista que haya conocido el ave en su zona de origen: “Dos pollos, que yo
mantuve con insectos y pedacitos de carne desde muy pequeños, llegándome a conocer y a llamar.” Luego
aprendieron a comer solos y “se olvidaron de mis beneficios: se enfurecieron al
verme (. . .) me recibieron panza arriba
con las uñas, gritando mucho al acercarme”. Por su andar a saltitos deduce que
solo vive en el bosque y que “jamás baxa al suelo”.
Y acá surge de nuevo el tema de los cuernos, dice Azara: “Nunca
advertí que los tuviesen, ni los he notado en multitud de adultos”, pero un día
al sacar sus pollos al sol se ofuscaron por tanta luz y “sentando la pluma de
la cabeza, que siempre está bastante erizada, quedaron muy visibles los
cuernitos”. Con esto parece reivindicar a Marcgraf, sin embargo más adelante
dice que “más de 50 que he visto y criado eran todos mochos” y justifica que
Buffon los haya ubicado entre los “cornudos” basado en que el naturalista
alemán, como él mismo, pudo haberlos
visto en una situación en que se hacían visibles los “cuernitos”.
Chouette Rousserolle Strix ferruginea-
-
Temminck,C. J.-1838-Nouveau Recueil
de Planches Coloriéesd’ Oiseaux. 5 vol. Paris. F. G. Levrault
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Para Azara “no hay páxaro más vigoroso a proporción del volumen,
ni más feroz e indomesticable”. Para él Marcgraf había malinterpretado “que los
gestos grotescos eran jugarretas con su dueño, quando son en él y en toda la
familia insignia de aversión”. Y dice que todos en Paraguay le aseguraron que
eran capaces de “introducirse baxo del ala de todos los páxaros, sin excepturar
los Yacúes y Caracarás, y de pegárseles y comerles el costado hasta
matarlos.” Así muchos afirmaban que el
caburé había logrado matar dichas aves e incluso a los pavos domésticos a
pesar de ser de un tamaño mucho mayor. Entonces Azara hizo la prueba de
encerrar a uno, particularmente fiero y hambriento, con un Yacú y una gallina, pero
la rapaz no los atacó. Arnaldo Bertoni, refiriéndose a lo señalado por Azara,
dice: “Hay una creencia muy antigua, aún muy arraigada, que dice que el
Kavuré-í tiene la habilidad de introducirse bajo del ala de los Djakú y otras
aves grandes y que, comiéndoles el costado, las hace morir. Yo nunca he visto
tal cosa, pero no lo extrañaría en ave tan fuerte y atrevida; además he visto
algo parecido: un día, habiendo oído gritar una gallina grande, acudimos y
hemos visto á un Kavuré-í sobre ella, que le arrancaba las plumas en ademán de
matarla; de muy mala gana abandonó la víctima. Con esto no se extrañará que
ataque á los Djakú; pero aquello de degollar á los Venados para chuparles la
sangre, debe ser una fábula.”
Otro naturalista que conoció al caburé en su ambiente fue el francés
Alcides D’Orbigny que lo vió en Bolivia (Chiquitos y Moxos) y hasta en la
Patagonia, aunque aquí seguramente se trataba del caburé grande (Glaucidium nanum). “Durante el día se lo
encuentra siempre dormido (...) se deja
balancear a merced de los vientos, durmiendo así sin despertarse con el ruido;
porque a menudo, casi tocándolo, mantiene la misma inmovilidad, lo que hay que
atribuir a la pesadez de su sueño o a la dificultad que muestra para abrir los ojos y soportar los rayos del sol a pleno
día.”
Cuando el crepúsculo está avanzado sale a volar siguiendo el
borde del bosque y “cazando insectos y pequeños roedores, solamente. Vuela así
toda la noche, a menudo haciendo escuchar un canto lúgubre, aunque débil”.
D'Orbigny registró los nombres locales que le daban los cayuvava de Moxos: vadzi; los chiquitos: aküch y los morotocos o zamucos: sédzéguè.
Otro naturalista viajero, el príncipe de Wied, encontró al caburé
cerca de Bahía (Brasil) “dentro del bosque, y deja escuchar su voz incluso de
día . . . Los brasileños lo conocen como Caburé do sertam [sertão].” En su
estómago sólo encontró insectos.
EL REY DE LOS PAJAROS
A la distancia sólo se escucha en las espesuras
el áspero un-bút—un-bút del caburé, —ese verdugo
de las selvas— convocando á los pajaritos para
satisfacer sus instintos carniceros.
Recuerdos de la Tierra - Martiniano Leguizamón
Con literaria pluma Holmberg describe el alboroto que produce
entre las aves del bosque la presencia del caburé y, de paso, instala otra
polémica: ¿caza o no caza pajaritos que atrae con su mirada?
“El bosque, entretanto, se puebla de agudos y penetrantes chillidos.
Diríase que una víctima agoniza en medio de la tortura, y que un sacrificio
lento, consumado por garras sin piedad, mancha de sangre las pálidas Ipomeas de la noche, húmedas aún con las
últimas gotas de rocío. El Rey de los Pajaritos, el temido Caburé, despierta la
alarma en el seno de los bosques. Acude presurosa la grey alada (...) Prosigue
en tanto el Caburé. No le inquieta el rumor de los vapores lanzados al aire con
estruendoso y frecuente latido; no le
acallan los huéspedes de la arboleda congregados al oírle; no le asusta la voz
del silbato; no le intimida el estallido de la pólvora.”
“Los pajarillos, cada vez más inquietos, no interrumpen sus
vaivenes. Algo anormal tiene que suceder. No grita el rey por gritar; y cuando
llama á los versátiles súbditos, será sin duda porque padece el reino.”
“(...) «¡Tiene hambre! » —dicen los cazadores — «y, cuando
acuden los pájaros á su llamado, elige el que más le agrada, le echa la garra y
se lo come.» (...) Singular afirmación la de los cazadores. He muerto, en
repetidas ocasiones, el Glaucidíum ferox
y jamás le he hallado despojos que acrediten su extraordinario poder y nunca
visto dominio. El inmortal Azara no lo vio tampoco, y la noticia corre, se
disfraza de fábula, se infiltra en el credo de todos los viajeros que consignan
sin comprobar y lo repiten todos los lectores que tragan sin digerir.”
“Menester es contemplar siquiera una vez la extraordinaria animación
del bosque cuando grita el Caburé. De todas partes acuden los pajaritos. Pero
¡rasgo soberanamente animal! ninguno olvida su principal apuro, y no obstante bailarse
en asamblea; á pesar de un movimiento que, á nuestros ojos, tiene todo el
aspecto dé la alarma; maguer que se quejan con aire doliente, todos comen,
todos quieren comer y «con tan fausto motivo» el Benteveo devora una Crísopa
que pasa; los Picaflores se agitan tragando cuantos Quirónomos y Mosquitos
pueden; y los Pescadores aunque al parecer inquietos, se lanzan sobre la
plateada mojarrita que dio una costalada
demasiado cerca de su vigilante verdugo.”
Daniel Granada dice “que su víctima predilecta es el chingolo,
que parece el más tímido y cauteloso, y de ahí la frase proverbial en el campo:
‘por desconfiado, mata al chingolo el caburé'.”
White lo encontró en Cosquín, Córdoba (Argentina) y refirió lo
siguiente: "Produce gran diversión en el naturalista observar las
costumbres de este lindo y pequeño búho, el cual, posado en perfecta
inmovilidad sobre una rama, lanza un grito de sirena para atraer pajaritos en
grandes cantidades. Se los observa agrupándose a su alrededor, todo el tiempo
aleteando con gran excitación, como encantados por algún tipo de fascinación.
Tras esperar un poco el búho repentinamente se lanza sobre la más cercana de
sus víctimas”. Hudson, comentando a White, dice lo siguiente sobre el caburé
grande (Glaucidium nanum): “Yo también
observé pajaritos acosándolo [mobbing,
en el original], cuando se posaba en un lugar visible durante el día, ya que
siempre acosan a las pequeñas rapaces, pero no fui tan afortunado de escuchar
el “grito de sirena” con el cual el ave de Córdoba fascinaba a sus víctimas.
Uno ha oído antes este relato del "grito de sirena", sobre otras
especies, porque es un mito muy común. Parece extraño que a un búho se le
acomode ahora el viejo y musical ‘sombrero’; y el Sr. White yerra cuando dice
que esta costumbre de nuestra ave ‘produce mucha diversión al
naturalista’."
La palabra inglesa “mobbing” se usa en etología para designar a
un patrón bien definido de comportamiento en que aves pequeñas (especialmente
paseriformes) atacan diversas rapaces acompañándose de vocalizaciones fuertes
agudas y fáciles de localizar, de modo que se congregan muchas aves en poco
tiempo y logran molestar al predador de tal manera que huye y, en raras
ocasiones, hasta puede resultar muerto. Este comportamiento explica el poder de
“atracción del caburé” que en realidad sería un fenómeno meramente pasivo.
Sin embargo, Javier Villafañe adhiere al mito y relata que en
San Ignacio, Misiones, encerraron un caburé en una jaula junto con un pijuí
ceniciento (Synallaxis cinerascens),
el cual se arrinconó espantado en un extremo de la jaula. Primero el caburé se
posó tranquilo en un palo, pero al esconderse los observadores, se lanzó de
golpe sobre el pijuí “y lo comió en un instante”. En libertad “va siempre solo
porque no quiere tener testigos de las fechorías que comete a diario. (...)
Elige la víctima, la hipnotiza, y, cuando logra el dominio completo de su presa
se lanza sobre ella y le devora los sesos. Es muy difícil que se le escapen un
ratón, una víbora; es tan certero el primer picotazo que los adormece y termina
con ellos en un abrir y cerrar de ojos”.
Un episodio similar se narra en el cuento “La Jaula” de Mujica
Láinez donde un joven va a vengar una afrenta hecha a su hermana por un temible
anciano. Acechando al viejo, observa como éste entrega un pajarillo a un caburé
que tenía enjaulado, quien lo mata de inmediato: “El caburé se yergue, fascinante, dominador,
lo derriba, de un aletazo y le hunde el pico duro como una espuela, en el
pecho. Le arranca las entrañas, le destroza el cráneo”. Ese acto llena de tal espanto al joven que
huye sin concretar su venganza.
Quizás sea más lógico pensar en un oportunismo del caburé durante
el “mobbing” de que es objeto, tal como lo pinta Marcos Sastre: “El caburé se
mantiene impasible e inmóvil, manifestando el mayor desprecio a la turba de
cobardes que lo cercan por todas partes y lo asordan con su algazara. El no
tiene apetito porque ha hecho una espléndida cena; pero, como se le vienen a la manos tan buenas presas y la ocasión
hace al ladrón, echa sus garras a la que más le place, y allí mismo
tranquilamente, en presencia de los parientes y amigos de la víctima, se la
trinca y se la come, sin que ninguno le estorbe.”
Lo mismo corrobora Andrés Giai, el gran naturalista y conocedor
de nuestra fauna: “Se abalanza sobre el pájaro más próximo, asegurándolo
firmemente con sus garras, sin detenerse a considerar si la víctima es más o
menos fuerte que él. Suele aventurarse con presas de tamaño dos veces mayor que
el suyo, y como no puede reducirlas de inmediato se deja caer al suelo con
ellas, sin largarlas, y allí las mantiene hasta que las heridas producidas por
las aceradas uñas determinan su muerte”.
Pero, Bertoni no parece haber observado tal cosa: “Entre tanto
el Kavuré-í no se mueve y abriendo desmesuradamente sus ojos, jira la cabeza en
todo sentido, observando con su extraña mirada á todas las avecillas, como escogiendo
su presa; pero no sucede esto, al menos nunca lo he visto cazar en estos casos,
á pesar de que le sería sumamente fácil y de que me consta que alimenta a sus
hijos con ratones y pajarillos, casi exclusivamente. Algunas veces desaparece
con la velocidad del rayo, dejando estupefactos á sus admiradores; otras veces
se muda á otro árbol, dejándolos atrás poco á poco; y otras veces no se mueve
de su sitio hasta que los pajarillos aburridos le abandonan.”
“Cuando le rodean parece impaciente, menea la cola y gira la cabeza
con ligereza ; cuando está así suele desaparecer como un relámpago, llevándose
quizá algún pajarillo sin que yo pudiera darme cuenta de ello, porque no será
para otra cosa que hace todo esto. Los mismos pájaros no dejan de rodearle
siempre que le vean, como si fueran atraídos por los efectos del magnetismo
animal.”
La Canción del Caburé de
Los Musiqueros Entrerrianos describe bien todas estas costumbres del ave:
En la isla hay un bichito
que es muy diablo ya lo sé
se comía a los pajaritos
lo llaman el caburé
aunque todos lo conocen
todos le han de desconfiar
pero nadie se resiste
con su mágico cantar
Cau cau, cau cau
pregona en un arbolito
y vienen a hacer la ronda
un montón de pajaritos
cau cau, cau cau
embruja con su cantito
y al primero que se arrime
el seso le comerá.
En el pago se preguntan
que misterio ha de tener
que aunque todos lo conocen
todos vuelven a caer
tiene una cara muy buena
con la que te hace confiar
te muestra la cara falsa
cuando te va a hacer sonar
Cau cau, cau cau
dicen que hay que condenarlo
para mi que no es de el la culpa
sino del que va a escucharlo
cau cau, cau cau
no es cosa de hacer locura
y es fácil de combatir
con un poco de cultura.
Ahora que me hice pueblero
veo que el cuento se parece
igualito que en la isla
aquí hay muchos cabureces
mucho bla, bla, compañero
y todo el mundo alrededor
mostrando la cara falsa
pues la autentica es peor
cau cau, cau cau
pregonan desde un banquito
y vienen a hacerle la ronda
un montón de pajaritos
cau cau, cau cau
embrujan con su cantito
y al primero que se arrime
el seso le comerá.
Es notable que se mencione aquí que el ave “muestra la cara
falsa”. La explicación ya la había dado el naturalista y herpetólogo Julio
Koslowsky quien compró un caburé vivo a los indios guatós, de Matto Grosso,
Brasil, y observó que como otros “representantes del género Glaucidium poseen
un dibujo singular en la parte posterior de la cabeza (...) que cuando el
plumaje se halla erizado, representa una cara de lechuza.” Se preguntaba si
este dibujo serviría para amenazar a
posible predadores o bien para confundir a los pajaritos que molestan al
caburé, los que quizás se acercarían a molestarlo por el lado opuesto a su
falsa cara, creyéndola verdadera, y encontrándose así con el mortífero pico. De
paso, esta supuesta propositividad de la segunda cara del caburé motiva a
Koslowsky para desarrollar una breve crítica a la teoría de la evolución de
Darwin, que recién empezaba a afirmarse en nuestro ámbito científico.
EL DE LOS OJOS BRILLANTES
En 1826 Friedrich Boie creó el género Glaucidium para separar de las demás lechuzas a estas especies de
pequeño tamaño como el mochuelo chico o mochuelo alpino
europeo (Glaucidium passerinum).
Son búhos pigmeos, los más pequeños de la familia, de unos 16 cm de largo, carecen
de penachos auriculares, tienen alas y cola cortas, disco facial imperfecto,
pico corto y ancho, tarsos emplumados, y uñas largas, curvas y muy agudas.
Boie, que era hijo de un poeta, introdujo en la nomenclatura científica muchos
nombres de la mitología griega. Glaucidium sería la forma latinizada de glaukidion (= lechucita), diminutivo de glaux, nombre que le daban los griegos a
la lechuza porque significa “que brilla intensamente”, como los ojos de esas
aves cuando reflejan las luces nocturnas.
La diosa griega Pallas Atenea estaba relacionada con las
lechuzas. Se la llamaba Glaucopis (=
la de los ojos brillantes). Se decía que, como dichas aves, podía ver en la
oscuridad para conducir las almas de los guerreros al territorio de los muertos.
Si bien más tarde los griegos la ascendieron a diosa de la sabiduría, la guerra
y los tejidos, inicialmente era una diosa cruel a la que se inmolaban los
cautivos en la guerra, una diosa rapaz de las tinieblas, cuyo símbolo visible
era una lechuza, y más precisamente el mochuelo (Athene noctua), ave que sigue frecuentando la Acrópolis de Atenas.
ALEX MOUCHARD
ALEX MOUCHARD
REFERENCIAS
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– Supersticiones y Leyendas - La Cultura
Argentina. Buenos Aires.
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Ciencia y Tecnología. 1992. Madrid.
-Bertoni, A. de Winkelried – 1901 – Aves nuevas del Paraguay
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-Buffon, G.L.L. conde de.
-1770 - 1785- Histoire naturelle des oiseaux. 9 vol. Imprimerie Royale. Paris
-Coluccio, F. 2005-Diccionario folklórico de la flora y la fauna
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De Kay, G. –1898-
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-del Pino, D. – 2005 – Clemente Onelli. El más criollo de los
tanos. Ediciones Turísticas. Bs. Aires.
-Garcia, Rodolpho – 1913 – Nomes de aves em lingua tupi – Rio de
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Codex. Bs Aires.
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-http://www.biodiversitylibrary.org/
-http://www.folkloretradiciones.com.ar/superstic_leyendas/sup_ley_49.htm
-Koslowsky, J. 1919 – El caburé Glaucidium nanum (King) – Raro caso de mimetismo – El Hornero 1:229 – A. O. P. Buenos Aires.
-Leguizamon, Martiniano -1896- Recuerdos de la Tierra. Félix La
Jouane Editor. Buenos Aires.
-Marcgraf, George & Willem Piso -1648- Historia Naturalis
Brasiliae... Franciscus Hackium. Lugdun.
-Mujica Lainez, M. – 1995 – Misteriosa Buenos Aires.
Sudamericana. Buenos Aires.
-Rodríguez, Adolfo Enrique - Lexicon de voces y locuciones
lunfardas, populares, jergales y extranjeras - Todo Tango.
-Sastre, M. El Tempe Argentino. Kapelusz. 1982. Bs. As.
-Terán, Buenaventura – 1998 - El ciclo de Tokjuaj: y otros
mitos de los wichí. Ediciones Del Sol, Buenos Aires.
- Tola, Florencia C. – 2010 - Les conceptions du corps et de la
personne dans un contexte amérindien: Indiens toba du Gran Chaco
sud-américain. Editions L'Harmattan, Paris.
-Vidal de Battini, B. E. – 1980- Cuentos y leyendas populares de
la Argentina. Tomo III. Ediciones Culturales Argentinas. Buenos Aires.
-Villafañe, Javier – 1993 – Historias de Pajaros. Emece. Buenos
Aires.
-Volberg, Enrique J. –2007-
Leyendas del Nordeste – El caburé-i. Ed. Dunken. Buenos
Aires.
-Wilson, E. O. –
2000- Sociobiology. Belknap Press.
Hermosa ave y un gran escrito, combinación perfecta!
ResponderBorrarEn el libro " Don Segundo Sombra" hay una historia de una bruja y un caburé. Se los recomiendo !!!
ResponderBorrarEn el libro " Don Segundo Sombra" hay una historia de una bruja y un caburé. Se los recomiendo !!!
ResponderBorrarGracias Luis. Fijate que en mi otra entrada sobre el caburé comienzo con una cita de la obra de Güiraldes: http://historiaszoologicas.blogspot.com.ar/2014/06/la-magia-del-cabure-glaucidium.html
ResponderBorrarAlex Mouchard
ResponderBorrarIlustrativo, bien informado y desarrollado el artículo sobre el caburé que has publicado,
Mi consulta se originó para reconocer las diferencias entre el caburé y la lechucita de las vizcacheras.Las dudas han sido satisfechas parcialmente. Como exceden al marco de este comentario , me agradaria tomar contacto contigo para aclararlo via email. Misionero,criado en Formosa , 20 años viviendo en fflorencia Varela en una quinta a escasos mil metros de donde naciera HUDSON, Y nurseri de un caburecito que la tormenta arrojo del hueco de un arbol. De esa forma conoci el pajaro mas notable de los muchos que conoci en mi vida. Mi mal pncolman@hotmail.com mi nombre PEDRO COLMAN, mi residencia Cordoba capital. Tratare de ubicarte a traves de google , Soy veterano y algo reacio a estas modernidades ciberrneticas. Abrazo Cordial
D