"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


sábado, 24 de diciembre de 2011

EL ESPUMOSO CHAJÁ – Chauna torquata


Me encontraba como digo,
en aquella soledá,
entre tanta escuridá,
echando al viento mis quejas,
cuando el grito del chajá
me hizo parar las orejas.

José Hernández – El gaucho Martin Fierro

        La descripción científica del chajá la realizó Lorenz Oken en 1816 basado en el "Chajá" de Azara. Éste indicaba que el nombre es onomatopéyico pues lo “canta muy alta, agria y claramente con bastante frecuencia, no solo de día, sino también de noche si oye ruido, diciendo un sexo Chajá y el otro Chajalí, por lo común alternando”.  Relató con precisión que había visto “algunos criados en las casas campestres, tan mansos como las gallinas, y me aseguraron que comían pedacillos de carne cruda; pero yo les vi picar y comer hierbas ... Sus armas y adornos [se refiere a su diadema o copete y a los espolones del ala], unidos a su porte desdeñoso, y a su corpulencia y altísima y formidable voz, aparentan un poderoso y magnífico guerrero”. Sin embargo según Hudson: “A pesar de las formidable armas que posee ... son de temperamento muy pacífico. Nunca pude detectar ni el menor asomo de pelea entre ellos; pero es difícil creer que no peleen alguna vez, ya que las armas ofensivas a menudo se correlacionan con una disposición para usarlas. Sin embargo, cuando cautivos, se los puede inducir a pelear; y he sabido que los gauchos son aficionados a presenciar sus combates”.


        Vieillot  copió la descripción de Azara pero además agregó las observaciones del viajero, médico y naturalista holandés Nikolaus Joseph von Jacquin que recorrió la zona caribeña de Sudamérica a mediados del siglo XVIII y que conoció a una especie muy próxima, el chicagüire (Chauna chavarria). “Si se lo tiene en cautiverio, se familiariza con el hombre, y, investido por así decirlo de su confianza, se transforma en un animal doméstico fiel, activo e inteligente, un guardián vigilante e incorruptible”. Parecería ser, entonces, que el chajá fuera una versión criolla de los gansos del Capitolio. Al respecto dice Venturi que en el Chaco es el centinela avanzado de las tolderías de los indios; pero también según el poeta Hilario Ascasubi, en Santos Vega, “cuando los indios avanzan/son los chajáes que lanzan/volando ¡Chajá! ¡Chajá!”, avisando a los criollos del inminente malón.





El chicagüire
Temminck – Nouv. Rec. Pl. Col. 37:219, 1823.


        En el gallinero, el chajá, es un amigo y protector de las gallinas y pollitos, permaneciendo en medio de ellos, cuida de que no se pierdan, los sigue en sus recorridos y los conduce de noche al corral. Y si algún ave de presa osa aparecer por allí se lanza hacia ella dándoles rudos golpes con sus alas abiertas y poniéndola en fuga. Por esta virtud es que John Latham le puso el nombre de "Faithful Jacana”, o sea “Jacana Fiel”, siguiendo el error de Linneo que la creía emparentada con las jacanas y la ubicó en el mismo género que estas (Parra).


        Durnford que los conoció en Baradero, provincia de Buenos Aires, relataba cómo a pesar de que es un ave que aparenta ser robusta y poco grácil a menudo se eleva en el cielo hasta parecer sólo un punto, y pudo ver a menudo 2 o 3 chajás volando en círculos como águilas durante media hora. Afirma que puede hacer esto gracias a la considerable cantidad de aire retenido en pequeñas celdas debajo de la piel especialmente en el pecho y vientre (“mucho viento entre cuero y carne” – dice Azara). Justamente el nombre genérico Chauna viene del griego “khauné” que significa “esponjosa”.

        “¡Que chiquitos dende arriba/ nos debe ver el chajá!” decía el poeta Julio Migno en Yerbagüena. Ernesto Gibson recuerda la siguiente anécdota: Encontrándose en la Exposición Rural de Buenos Aires con dos amigos, uno de ellos identificó como chajáes a unas aves que volaban muy alto. Ante lo cual el otro amigo retrucó bromeando que seguramente había estado bebiendo mucho, festejando los premios obtenidos por sus animales en la feria ganadera, ya que confundía unas pequeñas golondrinas con chajáes. Apenas dicho esto se escucharon los inconfundibles gritos del chajá. Requerido Gibson para dar una explicación sobre la presencia de esas aves en una ciudad tan populosa, éste recordó que en el zoológico, ubicado frente a la Sociedad Rural, solía haber chajáes en libertad, pero nunca se imaginó que pudieran llegar a volar tan alto y regresar sin perderse. Esta conducta del chajá de elevarse en el cielo originó una serie de mitos entre los qom y wichis donde algún personaje se pega plumas de chajá con cera sobre los brazos y logra volar tan alto que el calor del sol despega las plumas  derrite la cera y terminan cayendo a tierra como un Ícaro sudamericano.

       El mismo Gibson conocía muy bien estas aves de su estancia en el Cabo San Antonio y así describió su canto “Antes de emitirlo, si está en el suelo, el ave echa hacia atrás ligeramente su cabeza y cuello; y en ese momento si uno está lo suficientemente cerca, puede apenas oír la inhalación de aire entrando en el pecho. La voz es de gran fuerza y volumen y se la puede oír desde un par de millas de distancia, si el día esta calmo”. Según Sánchez Labrador “su voz [es] alta y penetrante, como el de una trompeta de poca o ninguna armonía”, pero para otros como Hudson, extasiado por esa vocación cenital del ave, sonaba como una trompeta celestial.


        El ornitólogo norteamericano Alexander Wetmore nos cuenta que: “Las fuertes voces a menudo van seguidas de un curioso sonido retumbante audible solo a corta distancia que recuerda al producido al frotar y comprimir una vejiga seca e inflada. Es un sonido completamente interno al parecer producido por el aire pasando desde los sacos aéreos a las celdas subcutáneas”. Y además advierte: “Uno debe estar en guardia contra los formidables espolones alares cuando se captura un chajá herido. En una de esas ocasiones, cuando me inclinaba a levantar uno de ellos, un golpe dirigido a mi cara por poco no fue certero; el espolón pegó en el cuello de mi saco y casi me arroja de la montura”.


        Como ya lo había experimentado Carl von Martius, el chajá sirve de reloj biológico. En su casa de la isla del rio Camaquan, en Río Grande do Sul, refiere Rudolf von Ihering, la voz del tahá, como le dicen allí, les marcaba las horas de levantarse y acostarse. Al decir de los gauchos, según Hudson, el chajá cuenta las horas: su primer canto es cerca de las 21 h el segundo a  medianoche y el tercero antes del amanecer.


        Barrows, desde Concepción del Uruguay, aporta algún dato gastronómico: “Su carne es apenas inferior a la del pavo”. Pero como aclara Gibson, es poco consumida porque para los gauchos “tiene mucha espuma” refiriéndose a las celdillas de aire. El dicho campero es bien claro, aplicándose a aquellos que se enojan fácilmente pero no llegan a concretar sus amenazas: “Pura espuma como el chajá”. Volviendo a su valor gastronómico, recordamos la referencia que nos hizo un paisano de Sevigné, cerca de Dolores, zona donde se comía la pechuga de chajá, empanada como milanesa. También para Sánchez Labrador la carne era bastante buena si se la dejaba “manir”, es decir, adobar algunas horas.


        Varias leyendas de origen guaraní se refieren a la “peculiaridad enfisematosa” – al decir de Hudson - del chajá. En varias versiones hay una pareja de mujeres lavando ropa en el río y se acerca a pedirles agua algún ser divino de incógnito, ya sea Tupá (el dios supremo guaraní), la virgen María o Jesús. Las mujeres le dan agua con jabón y en castigo son transformadas en aves con espuma que se espantan gritando ¡Yahá! (“¡vamos!”).


        Goeldi registró el nombre que le daban en Cuyabá:   “Anhu[ma] pocca”. Von Martius ya había registrado el nombre de “poca” que con su significado de ruido súbito o explosión parece referirse a su canto en el medio de la quietud de la noche ("A intervalos nos aturdían con sus ruidosas explosiones" - dice D'Orbigny) . Sánchez Labrador lo denominó “yaa”, para los aimara es “kamichi”, “trohoki” en mapudungun, “taká” o “takac” en mocoví, “tahak” en qom, y “tapacaré” es el nombre que le dan en el pantanal boliviano.



Vieillot, L. P. – 1834 – La Galérie des Oiseaux - Paris


        Hudson, excelente observador de nuestra fauna pampeana, dedicó al chajá nutridas páginas en El naturalista en el Plata y en Argentine Ornithology: “Después que los antiguos pastos gigantes de las pampas hubieran sido consumidos por el ganado,  y una vez que los dulces pastos europeos tomaron su lugar, los chajás se adaptaron de buen grado al nuevo alimento, prefiriendo los tréboles, y parecían tan terrestres en sus hábitos alimenticios como los cauquenes. Su alimento era abundante, y nunca fueron perseguidos por los nativos. Su carne es muy oscura, de fibras gruesas pero buena para comer, con un sabor que semeja al del pato silvestre, y hay una gran cantidad de carne en un ave con un cuerpo más grande que el de un cisne”.


        Aseguraba este autor que los chajáes se guardan fidelidad sexual y que la pareja permanece siempre unida, aún en medio de una gran bandada. Es difícil saber cómo pudo determinar esto, a menos que haya marcado las aves o las haya reconocido por alguna seña particular. Sin embargo los relatos populares también destacan esta fidelidad conyugal que según Carlos Villafuerte es de tal grado que “cuando uno muere, el otro no tarda en seguirlo”. En una leyenda guaraní la bella Taca y su prometido logran matar a un yaguareté que asolaba la aldea. En tal empresa son a su vez heridos y muertos por la fiera pero, transformados en aves, sobrevuelan su aldea vigilantes y protectoras. En otra leyenda, la de Curundú y Yací, el primero es condenado a muerte por no querer casarse con la hija del cacique, y es atado a un algarrobo para ser comido por los urubúes o  jotes. Yací su amada elige morir con él, por lo cual Curupí, el dios protector de los enamorados, los transforma en chajáes.

Alex Mouchard


 

 

“Queda callada la pampa

cuando se ausenta la luz.

El chajá y el avestruz

van buscando la espesura,

y se agranda en la llanura

la soledad del ombú.”

 

 

Atahualpa Yupanqui - El Payador Perseguido

 






-Azara, F. de-(1802)- Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. 1992.
-Barrows,  W. B. – 1883 – Birds of the Lower Uruguay – Bulletin of the Nuttall Ornithological Club – v.8 - Cambridge
-Contreras, A. O. –S/f –Rescatando las aves del paisaje guaraní – Asociación Hombre y Naturaleza – Paraguay.
-Durnford, H – 1877- Notes on the Birds of the Province of Buenos Aires. Ibis. London.
-Gibson, E -1920-Furthe Ornithological Notes from the Neighbourhood of Cape San Antonio, Province of Buenos Aires-Ibis. London.
-Goeldi, E. A.-1894-Aves do Brasil.
-Hudson, G. E. – 1984 – Un Naturalista en el Plata  - Libros de Hispanoamérica.
-Ihering, H. von –1898- As aves do estado de S. Paulo. Revista do Museu Paulista, vol. III
-Sanchez Labrador, Jose –(1767)- Peces y aves del Paraguay Natural Ilustrado.  Fabril Editora, Bs As, 1968
-Vieillot, L. P. – 1834 – La Galérie des Oiseaux - Paris
-Villafañe, Javier –1993-  Historias de Pájaros- Emecé Editores.
-Wetmore, A. – 1926 – Observations on the Birds of Argentina, Paraguay, Uruguay,  and Chile –Bulletin 133 – Smithsonian Institution – Washington.

5 comentarios:

  1. Me gustó. Linda revisión bibliografica. Y me aclaro algo. Conozco una persona, de un grupo indigena boliviano que lleva el nombre de este ave en su idioma. Recuerdo su voz increiblemente potente para llamar a la gente mientras estabamos perdidos en la selva...Chaguaú, le dicen.

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  2. Interesante entrada. Gracias por su blog.

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  3. Me encanto yo vivo en Chajari Entre Rios,Nombrada justamente por que la habitaban , Mi Madre de niña tuvo un chaja guacho (criado de pichon) y cuenta que este no dejaba entrar a nadie que no fuera de la familia , no solo gritaba, también encaraba decidido.
    yo tenia entendido que la terminación RI del nuestra ciudad proviene del guaraní, no estoy seguro de que sea así y de donde lo aprendí si en la escuela o la urbe.
    Asociando se que la y en guaraní puede traducirse como rio , y este lo tiene por hogar
    (Uruguay-rio de los pájaros).La proxima espero saberlo , saludos

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  4. Siempre los he visto cerca de lagunas o humedales. En una ocasión encontré un nido con varios huevos, de color claro y grandes, entre unos juncales, al borde de un bañado. Muy buen artículo y muchas gracias.

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