"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


lunes, 24 de agosto de 2020

EL ANÓ O GARRAPATERO CHICO (Crotophaga ani): EL AVE DE LOS CRUCIGRAMAS



 

“Anoche a la medianoche

Chillaba el garrapatero

Porque no querían bailar

Las hijas del carpintero”

 

Copla popular colombiana

 



The Lesser ani (Latham, J. 1781)



Todo aficionado a resolver crucigramas recordará sin duda esta definición para una palabra de tres letras: “ave trepadora sudamericana”, la sencilla respuesta es aní,  una palabra cortita, ideal para rellenar esos pequeños espacios periféricos de estos pasatiempos. Seguramente el aní o anó llegó a los crucigramas a través de la cultura europea. Su historia se remonta a mediados del siglo XVII, en un tranquilo pueblito de pescadores de la costa noreste de Irlanda, llamado Killyleagh. Fundado por los antiguos normandos,  se encuentra a orillas de Strangford Lough, una especie de amplio fiordo rodeado de verdes colinas. En sus pedregosas costas, un chico llamado Hans concretaba sus aventuras infantiles coleccionando huevos de aves marinas y plantas, iniciando lo que con el tiempo sería una fabulosa colección de historia natural, base del actual British Museum of Natural History.

 

“Desde mi juventud tuve mucho placer con el estudio de las plantas, y otras partes de la naturaleza, y he visto la mayoría de esa clase de curiosidades, que se encuentran en los campos, o en los jardines o en los gabinetes de curiosidades de esas cosas” (Sloane, 1707).

 

Hans Sloane perdió a su padre siendo muy niño, pero gracias a que aquél trabajaba para James Hamilton, conde de Clanbrassil, tuvo acceso a una temprana educación en la escuela fundada por éste y a la frondosa biblioteca del castillo de Killyleagh. Su permanente interés por las ciencias naturales lo llevó a Londres adonde estudió materia médica (botánica aplicada a la medicina), farmacia y cirugía. Cuatro años después viajó a  París y a Montpellier para seguir estudiando, y finalmente a la Universidad de Orange, donde se recibió de médico en 1683. De vuelta en Londres, Hans, hábil para conectarse con gente influyente, consiguió ser elegido miembro de la Royal Society, con la ayuda de  John Ray y Robert Boyle, a quienes les proveía de especímenes. Por estas influencias y a pesar de su poca experiencia, fue designado en 1687 médico de Christopher Monck, primer gobernador inglés de la isla de Jamaica. A bordo de la fragata “Assistance” y tras un viaje donde fue castigado por “un muy largo y tedioso malestar marino”, Hans arribó a la paradisíaca isla cuya naturaleza lo encandiló. “En cuanto a los colores, es seguro que son muy difíciles de describir: hay tantas variedades de ellos que requieren nuevos nombres para expresarlos.”   Estuvo en Jamaica tan sólo 15 meses, ya que tuvo que regresar tras la prematura muerte de Monck, pero con la ayuda de esclavos africanos, el tiempo le alcanzó para coleccionar unas 800 especies de plantas y hacer interesantes observaciones sobre la naturaleza de la isla, las que plasmó en su libro A Voyage to the Islands Madera, Barbados, Nieves, S. Christophers and Jamaica, provisto de numerosas ilustraciones atribuidas al reverendo jamaiquino Garret Moore, “uno de los mejores dibujantes que pude encontrar allí”. Sus bocetos fueron luego perfeccionados por el pintor holandés Edvard Kikcius para la publicación.


Crotophaga ani  (Cuvier, 1837)

 


Estando en la isla y deseoso de conocer la parte norte de la misma, se proveyó de un buen caballo y un croquis de los caminos que atravesaba el centro montañoso del país. Siguiendo el curso del río Cobre, se internó en la isla y al salir del bosque hacia la sabana central sin duda debe haber observado al ave que nos ocupa.

 

 

EL ANÓ

 


The great black bird. (Sloane, 1707)




Con un sesgo esclavista, describió Sloane (1707) al que llamó Great Black-bird, es decir gran pájaro negro o gran mirlo: “Frecuenta los bosques en los bordes de las sabanas, y es muy común, haciendo un fuerte ruido al ver gente, alarma a todas las aves de la vecindad, por lo que son muy perjudiciales para los cazadores, pero por otro lado cuando los negros huyen de sus trabajos, y son perseguidos en el bosque para ser devueltos al  servicio, estas aves que se alarman contra ellos como contra otros hombres, harán  ruido indicando a los perseguidores por dónde deben tomar para seguir a sus negros, que de otro modo podrían vivir para siempre en el placer y el ocio, en los remotos bosques interiores”. Años después Mark Catesby (1727), protegido de Sloane, agregaba estos datos: “Sir Hans Sloane nos informa, que subsiste de escarabajos y saltamontes. También se alimenta de frutas y granos. Aparece en bandadas, y son bochincheros y muy ruidosos. Son numerosos en Jamaica, Hispaniola, etc.”

 

The Razor-billed Black-bird of Jamaica (Catesby, 1729-1747)



Bastante antes de Sloane otros naturalistas habían registrado a esta misma especie. Así por ejemplo, un siglo antes, Francisco Hernández de Toledo (1651) había tenido conocimiento de un ave que llamaban cacalotototl en la Nueva España (actual México). “Es similar a nuestro estornino, todo el cuerpo es negro tirando al azul, con pico oscuro, la cola larga, y el iris de un amarillo rojizo. Se sabe que su carne es inútil, no es dulce su canto, y vive en las regiones templadas y cálidas”. Dato que confirmaba Sánchez Labrador (1767): “En México llaman urraca a un ave que tiene una giba en el pico, y da un grito algo lúgubre, y es del tamaño de un tordo, de los mayores. Me inclino a que esta ave mejicana es la que en el Paraguay tiene el nombre de anno”.  Seis mil kilómetros al sudeste de Jamaica, en Pernambuco (Recife, Brasil),  y cincuenta años antes que Sloane, Georg Marcgrave (Marcgrave & Piso, 1648) se encontraba con un ave del tamaño del tordo europeo al que los brasileños llamaban ani: “Grita en voz alta, con una nota, más alta en el medio. Son frecuentes en todas las selvas, verdaderamente inútiles como alimento.” Precisamente fue este nombre el que Linneo adoptó para denominar a la especie: Crotophaga ani. Según Batista Caetano de Almeida, anu o ani significa “el que vive en sociedad” y para Antonio de Macedo Soares es “pariente negro” (anã = pariente + un = negro).

 

Para la misma época de Marcgrave, el fraile domínico Jean-Baptiste Du Tertre (1654) decía que “hay también en la [isla] Guadalupe, una muy gran cantidad de pequeñas aves negras, muy parecidas a los mirlos [Turdus merula], los habitantes los llaman bout de petun [puntita de tabaco], porque creen (así como los tontos oyen hablar a las campanas, y ven en las nubes lo que quieren) que esta ave lo dice en su canto, bout de petun. Tiene la voz ruidosa, cuando canta extiende las alas, abre la cola y danza siguiendo la cadencia de su canto. Caza pequeños lagartos y los come; vive también de casabe [mandioca] que viene a robar hasta dentro de las casas”. Sin negar el origen onomatopéyico del extraño nombre, se nos ocurre que quizás el aspecto del estrafalario pico les parecía como si les saliera de la boca una punta de cigarro, lo que nosotros llamaríamos “un pucho”, que estuvieran fumando.

 

Ya bien entrado el siglo XVIII volvemos a Jamaica donde el Dr. Patrick Browne  (1789) relataba sobre el mirlo de las sabanas (The Savanna Blackbird):  “Viven mayormente de garrapatas y otros bichitos; y frecuentemente se los puede ver saltando entre las vacas y bueyes en los campos; más aún, a menudo se los observa volar sobre sus lomos, a menos que se echen para ellos, lo que, si están muy afectados por las garrapatas, generalmente hacen cuando ven a estas aves cerca;  pero si el ganado está poco atento, saltan una o dos veces delante de ellos, mirándolos muy directamente a la cara cada vez que pasan, como si supieran que ser visitas es el requisito para ser autorizadas. Son aves ruidosas y una de las especies más comunes en todas las praderas de Jamaica; su vuelo es bajo y corto”.  Browne plasmó la alimentación favorita del anó en el nombre genérico que le dió y que luego utilizó Linné: Crotophaga, que proviene del griego kroton: garrapata, y phagos: glotón.

 

L'ani des savanes. Dibujo de H. Peuquet (Cuvier, 1829-1832)



“Son quizás las aves más comunes de Jamaica. Confianzudos e insolentes, aunque muy cautelosos, toleran una considerable observación de sus costumbres, pero un acercamiento a poca distancia pone a toda la bandada a volar en un instante, con un grito peculiar, que a los negros les gusta expresar con las palabras, going-awa-a-y  [“nos vamos”], pero que también puede describirse, según la imaginación del oyente, como how-d’ye o anï” (Gosse, 1847).  Además de una variedad de insectos (orugas, polillas, saltamontes y escarabajos) en gran cantidad Gosse también registró el consumo de bayas de la planta snake-white (¿Colubrina arborescens?) y en el mes de julio de las del  fiddle-wood (Cytharexylon sp.). “Los insectos posados son la comida principal; para obtenerlos, brincan en pastizales y a menudo se los ve saltando, o corriendo ansiosamente por su presa; en tales ocasiones la larga cola, continuando con su movimiento mientras el cuerpo se detiene, es proyectada hacia delante de forma extraña, a veces casi volteando al ave cabeza abajo. Probablemente para proteger los ojos de los tallos de hierbas y de las hojas de los pastos en estos saltos de cabeza, las sobresalientes cejas están provistas de una fila de cortos pero rígidos pelos; pero yo ignoraba para que propósito les sirve la alta y delgada hoja de cuchillo del pico hasta que el señor [Richard] Hill me informó, observando que «le permite al ave abrir la tierra suelta, y buscar su alimento de insectos; también le facilita el acceso a los parásitos metidos en el largo pelo de los animales. Estoy seguro -agrega- que si se examinara un montón de bosta después de que los Crotophaga han estado buscando larvas de insectos, se lo verá surcado como si un diminuto arado hubiera pasado por él»”. Además Gosse los vio personalmente comer artrópodos del lomo de las vacas y hasta incluso colgándose de la cola de un caballo, así como capturar insectos en el aire y pequeños lagartos.  Como a sus primos los pirinchos (Guira guira)  “les gusta posarse al sol de la mañana en un árbol bajo con las alas extendidas; quedándose allí completamente quietos durante un tiempo considerable. Al calor del pleno día, en julio y agosto, muchos pueden verse en las llanuras bajas, posados en las cercas y setos de madera con los picos bien abiertos, como faltos de aire; entonces olvidan su locuacidad y desconfianza habitual”.

 

L’Ani des Savanes 
Dibujo de François Nicolas Martinet (Daubenton, 1765-1783)


Buffon (1770-1785) resumía lo aportado los primeros autores agregando seguramente lo informado por su colaborador Charles-Nicolas-Sigisbert Sonnini de Manoncourt quien estuvo en Cayena (Guayana Francesa) hacia 1772. “Tienen una naturaleza tan social que habitan y ponen muchos juntos en el mismo nido; construyen este nido con ramitas secas sin tapizarlo, pero lo hacen extremadamente grande, a menudo de un pie de diámetro; incluso se afirma que proporcionan la capacidad según el número de puestas que quieren admitir; las hembras incuban en sociedad; a menudo hemos visto cinco o seis en el mismo nido: este instinto, cuyo efecto sería muy útil para estas aves en climas fríos, parece al menos superfluo en los países [de América] del sur, donde no se debe temer que el calor del nido no se mantenga; por lo tanto, proviene solo del impulso de su naturaleza social”. Y Louis Pierre Vieillot (1834) anotaba un conocido comportamiento de estos pirinchos negros: “Una actitud común de esta especie, es la de encoger el cuello y apretar la cabeza contra el cuerpo, lo que le da un aire sufrido y friolento; es así que a menudo los vi cuando están posados, sobre todo en Santo Domingo. No son temerosos ni ariscos, jamás huyen demasiado lejos, se los atrapa fácilmente, y se pretende, que capturándolos jóvenes, se les puede enseñar a hablar. Frecuentan en grandes cantidades las sabanas, siempre en lugares descubiertos, algo sombreados, y nunca en los grandes bosques”.


L’Ani des Savannes - Dibujo de Paul Louis Oudart (Vieillot, 1834)



Don Félix de Azara (1802) lo vio “en el Paraguay, donde le llaman Annó por excelencia, y porque su voz fuerte y desagradable suena a algunos annó, y a mi oooí, o aaaí. Constituye su nido plano de palitos y vejuquillos flexibles, poniéndole colchón de hojas como las del naranjo . . . a veces se encuentra en él hasta 20 y 30 huevos … El color es un blanco muy bruñido, que se quita fácilmente raspando con un cuchillo, y aparece un verde azul bellísimo. Los muchachos suelen entretenerse figurando en ellos dibuxos”. A diferencia de lo señalado por otros autores aclara que “no habita las sábanas o campos limpios y francos, sino las selvas o donde hay campos y matorrales.”

 

La nidificación del Anó produjo cierta controversia porque si bien la mayoría de los autores consideraban que hace nidos comunales donde se asocian varias parejas o varias hembras para poner, incubar y criar, otros creían que esa conducta correspondía solo al anó grande. Por ejemplo Schomburgk (1922-1923) comentaba que en la Guayana Británica los colonos los llamaban old witches (brujas viejas) y agrega: “Como les gusta estar cerca del ganado muerto para buscar insectos, gusanos y larvas, esto probablemente ha dado lugar a la suposición errónea de que también se alimentaban de carroña. Aquéllos y los frutos de Psidium pyriferum [el guayabo Psidium guajava], así como las vainas del Cayanus indicus [el tur o frijol de palo Cajanus cajan], son su único alimento, por lo que no son para nada bienvenidos cerca de los campos de este último. La peculiaridad de que varias hembras se unen durante la temporada de puesta y cría, y construyen un nido comunitario, cuyo tamaño depende del número de madres asociadas, ponen sus huevos allí conjuntamente y también eclosionan simultáneamente, no tiene lugar en Crotophaga ani, ya que siempre encontramos sólo de 5 a 7 huevos de color blanco verdoso en cada nido. Esta peculiaridad, como descubrí más tarde, es exclusiva del Crotophaga major”.  La observación sobre el consumo de carroña justifica el nombre caraqueño de zamurito, es decir pequeño jote. Aunque Browne (1789) aclaraba que “Han sido vistos en el cadáver muerto de una oveja, pero es incierto si es atraído por la carne o por las larvas de insectos”.  Con respecto al nido, Burmeister coincidía con Schomburgk: “Me han traído su nido dos veces, y uno de ellos mi hijo mismo lo vio en su sitio.  Lo hace en un arbusto bajo, un poco por encima de la altura de un hombre y está formado por partes largas y suaves de plantas, pero forrado por dentro con un relleno. Los huevos tienen el mismo tamaño que los de la paloma torcaz (Columba oenas), son blancos como la tiza, muy mate y un poco manchados. Si se raspa la capa calcárea, que es gruesa como cartulina de mapa, se ve verde azulado claro . . . Según Azara, a los Anu les gusta socializar en nidos grandes y unidos, e incluso criar o alimentar a los jóvenes en la comunidad, todas las hembras para todos. Nunca he oído hablar de tales cosas en Brasil, y mucho menos he conocido nidos tan comunitarios. El nido que traje contenía 5 huevos, en el otro había otros tantos”.

 

Le Bout-de-petun. Dibujo de François Nicolas Martinet (Brisson, 1760



Ya hemos visto que las cualidades vocales del anó no son precisamente destacadas. Al respecto d’Orbigny (1839) señalaba: “El Crotophaga ani tiene dos tipos de cantos: uno agrio, fuertemente pronunciado, que podemos expresar como ou-i-o, de donde le viene el nombre de judío que le dan en Cuba; el otro, que no es más que un gorjeo desagradable, al que los criollos de Cayena han comparado con el ruido del agua hirviendo en una marmita de barro; de allí la denominación de Bouillier de canaris [hervidor de marmita]  (de canari, el nombre de las marmitas de barro)”.  

 

Y con respecto a las relaciones del anó con otras especies, tenemos la observación de que  “en Río de Janeiro, en el área de Cabo Frio, pero aún más en las llanuras de los Goaytacases en Parahiba, estas aves son extremadamente comunes, puedes verlas en grandes cantidades en las fazendas, entre el ganado que pasta en el suelo, en los árboles vecinos, incluso en el lomo del ganado en compañía del caracara blanco (Falco degener [= Milvago chimachima])… En el suelo se asocian con el virabosta violeta y el negro (Icterus violaceus y unicolor [= Molothrus bonariensis y Curaeus curaeus, respectivamente)” (Neuwied, 1832). “Comparte, como se mencionó anteriormente, con Tinnunculus sparverius [Falco sparverius, el halconcito colorado] y Butorides virescens [la garcita verde], el privilegio de ser el objeto favorito de los ataques de Chicheree (Tyrannus dominicensis, Bp.); y es difícil decir si este pájaro o el último mencionado ofrece la mayor diversión. Si hay una brisa fresca, un vuelo tras un Crotophaga es quizás lo mejor; porque, con su cola larga y alas cortas, se deja llevar sin poder hacer nada. Pierde su entereza e intenta, tal vez, volar contra el viento, cuando «dejarse llevar» sería por mucho la mejor elección; allí baja entonces el tiránico, y, tras uno o dos amagues, lo golpea de tal manera que lo envía como sea a cualquier refugio que encuentre, ya sea un seto espinoso de aspecto desagradable o un lecho más suave de pasto de Guinea. Como consecuencia de estos encuentros, el plumaje del Ani, y especialmente su cola, sufre mucho; de hecho, apenas se puede encontrar un espécimen que tenga su apéndice final en buen estado” (Newton, 1859).

 

La familiaridad del garrapatero con el humano fue señalada por Neuwied así como por Humboldt que observaba: “A menudo los hemos visto posados en el lomo de las vacas para buscar tábanos y otros insectos. Como muchas aves de esos lugares despoblados, temen tan poco la cercanía humana, que los niños los atrapan frecuentemente con la mano. En los valles de Aragua, donde son muy frecuentes, los hemos visto posados en nuestras hamacas mientras no las utilizábamos durante el día” (Humboldt & Bonpland, 1814-1820).

 

 

MITOS Y CREENCIAS SOBRE EL ANÓ

 


The Savannah Blackbird (Wood, J.G. et al, 1885)

Llamativos por su aspecto, sus voces y su comportamiento, los garrapateros, han llamado fuertemente la atención de las diversas culturas americanas.

 

“Hay una noción absurda que prevalece en la sila [Saint Corix, Islas Vírgenes], de que estas aves son diferentes del resto de la creación, y que el nombre "Black Witch" [bruja negra] tiene algo que ver con su supuesta inmortalidad; pero es más probable que originalmente tuviera la intención de expresar la nota de llamada ordinaria del pájaro, que, como dice acertadamente el Sr. Hill (Gosse, B. Jam. p. 289), suena como la palabra que-yuch" (Newton, 1859).

 

Sobre todo es considerada un ave anunciadora o agorera. Ante la llegada de intrusos lanza fuertes gritos por lo que en Cuba se lo tiene por guardián de los campos. Pero en otras regiones, como en Santander (Colombia) y en la Amazonia peruana, su canto es más temible: escuchado por tres veces seguidas al atardecer y sobre todo de noche obliga al oyente a hacer un acto de contrición y a orar, porque el ave anuncia la muerte de algún familiar o conocido.

 

“Cuando la cosecha es buena y el clima es cálido, a menudo hace sus súplicas frenéticas, monótonas fiú-fiú-fiú, que terminan por aburrir. Quizás por ese tono un tanto lúgubre y la negrura del plumaje, a la gente supersticiosa, que en cada rincón oscuro ve duendes y misterios, no le gustan los anós” (Santos,  1938)

 

Para los nivaklés del Chaco cuando el pirincho negro canta tristemente poco antes de la noche o durante ella, pronostica enfermedad y muerte. En Santa Teresinha, en el nordeste de Brasil, si el anu-preto canta cerca de la casa de un enfermo anuncia su próximo fallecimiento (Galvagne Loss et al., 2013).  “Tengan cuidado con el amigo Anum. Es negro, cínico, imperturbable, pero muy buen amigo de la Muerte, que le confía los secretos de sus elecciones. Revoloteando continuamente cerca de los enrejados y porches donde tomamos la siesta, está pronosticando infelicidad. Anuncia invierno y sequía. Si está posado solo en un árbol que tiene sombra y vegetación, tendremos lluvia. Para que esto suceda es necesario que el anum permanezca tres o siete días “encarcelado”. Quien le saca huevos al anum trae el duelo a su familia. En el sur de Brasil, el anum tiene otras especialidades. Comer hígado de anum, pensando en una chica, la apasionará. Pasar el pico del anum por el rastro de la mujer deseada da el mismo resultado. El anum prescrito para esta macumba es el anum blanco, guira -guira [nuestro pirincho], apodado en el sur quiriru” (Cascudo, 2012). Sobre su papel de anunciador de las lluvias, Zeca, de la comunidad de Bom Sucesso (Paraíba, Brasil) informaba: “El anó negro es el profeta del agricultor” (Araujo et al., 2005)

 

             

Pássaro carão cantou

Anum chorou também

A chuva vem cair

No meu sertão

. . . . . .

 Pássaro carão, canción de Luiz Gonzaga y Zé Marcolino, 1959

 

 

También en el folklore paraguayo de origen guaraní y mbyá, el anó es un anunciador de desgracias, un mbora’ú (mal agüero),  cuando llora de noche, y, al acercarse el Día de Difuntos (2 de noviembre), es su obligación llorar sin parar. Añeko'õi, he'i ano: estoy fastidiado, molesto, dice el Ano en su llanto (Cadogan, 1998).


Ani (Baird, 1860)
 


Se cree que el anó deposita sus huevos en el nido del pirincho pìririta (Guira guira) y por eso aparece asociado a este otro cucúlido en los compuestos o cantos populares paraguayos, como en la

 

 

                                         BALADA DE LOS PÁJAROS

 

Escuchadme los señores

y también las señoritas,

permitidme que os cuente

del Anó y la Piririta.

 

Dicen que se casaron

y que hicieron un banquete;

hermoso fue el baile

y mucha gente acudió.

 

Comenzaron a bailar

las señoras y señoritas,

Aka'e era el guitarrero,

Picamaderos, violinista.

 

Estando en pleno baile

se acercan Alonso y Chochi,

y enseguida pidieron:

"Toquen un chopi"

 

Aka'e le dijo:

"Estoy debiendo una cuadrilla:

cumplida mi promesa

enseguida tocaré lo que pide”.

 

Le dijo Alonsito:

"Harás lo que a mí me guste:

tocarás un chopi,

valga lo que valiere".

 

Se levanta ya Aka'e,

la guitarra en la mano:

"Te he dicho ya, amigo,

que no vamos a tocar chopi".

 

Alonsito le dijo:

"Te mostraré si soy hombre".

Le pegó un balazo a Aka'e

y ya terminó el baile.

 

Ya viene la autoridad

para descubrir el ruido;

Alonsito desafiante

con revólver y cuchillo.

 

El sargento Garza Blanca

con su oficial Tuyuyú

habían ya llegado

y seguía el bochinche.

 

Ya ordena el sargento:

"Sujétate, Alonsito;

con tu compañero Chochi

entregadme vuestras armas.

 

Alonsito le repuso: .

"Mis armas no las entrego

y además, a ese sinvergüenza

de violinista lo voy a matar".

 

Comenzó de nuevo la camorra;

hubo muchos lesionados;

al sargento lo apuñalaron;

al oficial le rompieron la cabeza,

 

acudieron más autoridades:

el Señor Jefe, el Señor Juez;

el Señor Jefe Carancho,

el Señor Juez Becasina.

 

Ya ordena el Señor Juez:

"¿Quién es el dueño de casa?:

Métanlo en el calabozo

y asegúrenlo bien en el cepo.

 

¡Qué ocurrencia la vuestra

realizar baile sin permiso!

¡El dueño de casa tiene la culpa!"

¡Resultó inocente Alonsito!

 

Tomado de López Austin (1965)

Alonso: el hornero: Acaé: la urraca azul. Chochi: el crespín. Chopi: el tordo y nombre de una antigua danza paraguaya.

 

Entre los qom o tobas de Formosa (Argentina), el pirincho negro “se muestra en montes bajos, espacios abiertos y en las inmediaciones de las viviendas. Es poco arisco, se aproxima al ámbito donde vive la gente. Emite un grito que les resulta desagradable a los tobas, que sumado a su coloración negra, contribuirían para que se le atribuya una connotación altamente negativa. El papel que le asignan los tobas es el de colaborar en el trabajo de las hechiceras” (Arenas y Porini, 2009).  Por eso recibe los apodos de viuda, ko'nagana'Gae la'lo (mascota de la hechicera) y qade'do (agorera). El ave está presente cuando la hechicera prepara su conjuro. El diablo entra en el cuerpo del anó que vuela de noche hasta las casas, gritando y anunciando una enfermedad incurable producida por el maleficio. Debido a ese carácter diabólico no la comen, pero si pueden matarla (Arenas y Porini, 2009). 

 

En Yarinacocha (Perú) los yaguas cuentan el mito del brujo Watachare, personificado en un gran sapo, que es agredido por invasores guerreros que violan a su mujer. En venganza el brujo se transforma en murciélago y cuando duermen les saca un ojo a cada uno. Luego Watachare, transformado en vaca-muchacho (anó), anuncia a los pobladores la llegada de los guerreros a sus casas. Ante la alarma desatada por el ave, los atacantes se transforman en pecaríes y otros animales, y se retiran a sus tierras (Powlison, 1993).  Como vemos en este mito la función del ave sigue siendo la de anunciadora de peligro.

 

Crotophaga ani  (Brehm, 1911)


Pero también interviene en los fenómenos celestiales. Los bakairíes del Matto Grosso (Parantinga, Brasil) explican los eclipses por la acción de un hechicero transformado en el ave anú que tapaba el sol con sus alas durante un tiempo (Steinen, 1894). Algo similar registró d’Orbigny (1839) entre los mataguayos del Chaco Central: “Los eclipses se deben, según ellos, a un gran pájaro que, con las alas abiertas, mata momentáneamente al astro eclipsado.” Los guajes del Amazonas colombiano los llaman “cocineros” y son los míticos tripulantes del sol, cuya caza es tabú. Los Imarimákana, los cuatro hermanos fundadores del universo, para protegerse del sol tomaron el aspecto de garrapateros y por eso andan en bandadas de no menos de cuatro cazando grillos junto al agua. Cuando ellos cantan, el danta (tapir) le contesta, y cuando éste se va a dormir silba llamando a los garrapateros (Arango, 1986). Parecería ser protector de la “gran bestia” ya que los cazadores la consideran de mal agüero, quizás porque le avisa de su presencia.

 

Por otra parte, en un relato de los machiguengas de la Amazonía peruana, el garrapatero o Morítoni, vive con sus muchos hermanos y su madre, Inaenka. Un pescador atrapa un gran pez y a pesar de los consejos de su tribu llama para que lo ayude a Inaenka que pasa en una canoa con sus hijos, y ella se ofrece a cocinar el pescado. Pero al llegar a la casa quema con agua hirviendo al pescador, porque ella mata y come hombres. Luego intenta matar al brujo de la tribu y a Potsótiki, pero éste logra engañarla y llevarla al fin de la tierra donde la abandona subiendo luego al cielo. Por eso los machiguenga no matan ni comen garrapateros por temor a llenarse de ampollas de agua hirviendo y morir. Este relato es interesante porque en esa región es endémica la  leishmaniasis cutáneo-andina o uta que produce úlceras y costras en la piel. (Barriales, 1979).

 

No siempre los garrapateros son aves de mal agüero. En São Miguel das Missões (Río Grande do Sul, Brasil) el anu preto es como un ángel, un psicopompo, que recoge al alma de los moribundos, les da un último paseo por la tierra y los acompaña a la presencia de Dios. Y lo hace con un canto alegre que conforta a los moribundos en sus últimos momentos y les anuncia la entrada al paraíso. Por eso lo llaman “portero de la sombra”. Por otro lado, con el pico del anu preto se prepara un notable filtro para el amor. La historia se cuenta en Lagoa da Prata  (Minas Gerais) y dice que hay que tomar el pico de un anó (en Paraguay se utilizaba el corazón o la carne carbonizados con igual fin), reducirlo a polvo y arrojarlo sobre la espalda de la mujer deseada, la cual se apasionará inmediatamente por el pretendiente. Era tal la fuerza de la creencia que muchas jóvenes se echaban polvo de carbón en su vestido para mostrar que algún muchacho las deseaba.

Ani de Mexique (en segundo plano) (Seba, 1734)
 


Andrés Contreras (1998) vincula al anó con el mito guaraní oriental del Sacy o  Matinta Pereira, originado en la zona amazónica, e impregnado con elementos aportados por los afrobrasileños y los portugueses. Sacy es un chico todo negro, con un gorro rojo, una sola pierna y una brasa encendida que atraviesa los agujeros de sus manos. El anó es el dueño del Sacy y quien mate al ave se apropiará del Sacy y de sus poderes, que no parecen ser tan temibles ya que se trata de una especie de duende travieso,  amigo de hacer molestas bromas.

 

“Matinta Pereira:

El Anó ya se murió,

¡Quién te gobierna soy yo!”

 

 

Pero, ¿cómo hacer un poema claro con cuatro garrapateros oscuros?
Los pinos quedan bien en los versos; el temblor de unas ramas insinuado en unos acentos; el cielo de leche, diciendo las palabras el cielo de leche, la montaña materna, la hora del día incipiente, y esta nube que faltaba. Pero ¿cómo hacer entrar en un poema cuatro garrapateros, negros del pico a la cola, con ese vuelo corto y sin gracia, que se alimentan de lo que se alimentan y ni siquiera cantan y se limitan a emitir un graznar desabrido de brujas o verjas viejas de vez en cuando?  ¿Cómo poner en unos versos respetables sin deslustrar la poesía, cuatro garrapateros?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Al fin acepté. Los cuatro garrapateros son mi porción. Esos pájaros negros que no cantan y vuelan sin gracia. Y por eso, jamás conseguí escribir ese poema memorable, redondo. Porque es imposible hacer poemas que valgan nada, un maravedí, un escrúpulo, cuando se está rodeado de garrapateros. No de aves del paraíso. O de querubines imprevistos en la copa de un pino.

Me queda una duda. Y si el pino estuvo orgulloso de sus oscuros huéspedes, y los guarda en la memoria de las ramas que aún tiemblan en mi recuerdo. Y a mí me falta la humildad necesaria para descubrir el milagro de la belleza del mundo, lo maravilloso cotidiano, en unos pájaros de apariencia deleznable, que comen garrapatas, y graznan sin gracia, y van por las copas de los pinos vestidos de párrocos antiguos de vuelo corto.

 

Eduardo Escobar - Cuatro garrapateros en un pino

 


Sir Hans Sloane. 

Retrato al óleo sobre tela atribuído a John Vanderbank. British Museum. https://www.britishmuseum.org/collection/object/PA_Painting-24


 

LA VIDA DE HANS DESPUES DEL ANÓ

 

Tras su encuentro con el garrapatero, la vida de Hans fue próspera. Se casó con la viuda Elizabeth Langley Rose, heredera de su primer marido, cuta fortuna había construido en Jamaica en base a extensas plantaciones de caña de azúcar y al sufrimiento y la muerte de centenares de esclavos africanos. Esta riqueza le permitió a Hans engrosar sus colecciones mediante la adquisición de especímenes de otros coleccionistas. De las plantas americanas, le interesaban especialmente el cacao y la quina. Como el primero le resultaba “nauseabundo” según se tomaba entonces, se le ocurrió prepararlo con leche y la bebida resultante le dio su momento de fama y se lo considera inventor de la misma, aunque quizás fue más que nada su promotor.

 

Gracias a sus vínculos con el famoso médico Thomas Sydenham y con la viuda de Monck, empezó a ejercer la medicina y se abrió camino hasta convertirse en médico real. Llegó a ser presidente del Royal College of Physicians y de la Royal Society. Sin embargo, sus logros en la medicina fueron modestos y se lo acusó de ser principalmente un comerciante de medicamentos, especialmente de quina, de la que trajo una abundante provisión de Jamaica. Por otro lado son de destacar sus actos de caridad como la donación de su salario al Christ’s Hospital y la atención gratuita de muchos enfermos pobres. Sloane colaboró para el desarrollo como naturalistas de Mark Catesby, Elizabeth Blackwell y George Edwards. Pero sobre todo fue muy importante su actividad como colector. Se dice que reunió más de 70.000 objetos. Estas “curiosidades” incluían 12.500 plantas, 9.000 invertebrados, 1.500 peces y 1.200 pájaros, además de objetos etnográficos, monedas, dibujos, y casi 50.000 manuscritos y libros. En su testamento entregó su valiosa colección por bastante menos de su valor al estado, y buena parte de ella constituyó el inicio del British Museum y de la British Library. Así con este póstumo servicio a la ciencia concluyó Hans su prolongada vida a los 92 años. Sin embargo, no pudo descansar en paz. Setenta años después de su muerte, el zoólogo William Leach, que despreciaba la taxidermia usada por Sloane, quemó unos cuantos de sus ejemplares en los jardines del Museo, ante el disgusto del rico vecindario por el olor nauseabundo de tales “cremaciones”.

 

ALEX MOUCHARD

 

 

 

“El paisaje del sertón vive de las voces de la seriema, el llanto de los anuns, la alegría del papa-sebos, el pico de los gavilanes, la clarinada de los tetéus y de las casaca-de-couro” (Zenaide, 1953)

 

Seriema: chuña; papa-sebos: calandria; tetéus: teros; casaca-de-couro: cacholote de caatinga.

 

 

L’ani des Brasiliens.  Dibujo de François Nicolas Martinet (Salerne, 1767)

 


VARIEDAD DE NOMBRES DEL ANÓ

 

México: Pijuy o pájaro garrapatero

Maya: Cau (pájaro negro). Al Ani de pico surcado (Crotophaga sulcirostris), le dicen chikbu'ul, porque bu'ul significa “poroto” y esta ave suele esconderse entre las plantas de porotos

Honduras: Tijuíl
Costa Rica: Tijo, tinco, zopilotillo

Bahamas: Rain Crow, blackbird.

Cuba y Puerto Rico: Garrapatero, judío
República Dominicana: Garrapatero, judío, pájaro comunero

Creole Francés (Haiti): Boustabak
Créole Francés (Antillas): Mel-kobo

Creole Francés (Guadalupe): Bilbitin, juif, merle
Trinidad: Blackbird, tickbird

Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Perú: Garrapatero

Colombia: Garrapatero, tristir (Santander), cocinera, chamón, anó, jirigüelo, cachimbo, guani, cuclillo, siyali (Guahíbo).

Yucuna-matapi (rio Miriti, Amazonas, Colombia): Lu'ui, luij, cocinerito

Venezuela (Caracas): Zamurito, garrapatero

Warrau (Venezuela, Guyana): Ouih

Caribe (Venezuela, Guayanas): Wine
Aukan (Surinam): Kaoufoo

Saramaccan (Surinam): Kööní
Sranan (Surinam): Kawfutuboi
Wayana (Surinam): Haklau, sowo

Guyana: Old witch (vieja bruja)

Arawak (Guyana): Cunuba, hoye

Macushi (Guyana; Roraima, Brasil): Oivowi

Wapishana (Guyana): Houwi

Cayenne, Haití y ex colonias francesas: Bout de petun, bout de tabac, oiseau diable

Cayenne (Guayana Francesa): Bouillier des canaris

Creole Francés (Guayana Francesa): Ganwit, ti-zozo-djab

Creole Francés Karipúna (Amapá, Brasil; Guayana): Iuí, zozo-djab

Wayampi (Amapá y Pará, Brasil): Anu

Palikúr (Amapá, Brasil): Yu

Brasil: Anu, anum, anur, anu-hay, anuaí, anu-í, anu-pequeño, anu preto, pelincho preto

Botocudo o krenak (Minas Gerais, Brasil): Puiñacha

Karajá (Mato Grosso, Pará y Tocantins, Brasil): Atô-atoi-o

Bakairí (Mato Grosso, Brasil): Amí

Perú (Amazonia): Vaca muchacho

Matsiguenga (Amazonia, Perú): Morítoni

Santa Cruz de la Sierra (Bolivia): Mauri

Chiquitano (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Olichoorich

Guarañoca (Chiquitos,  Santa Cruz, Bolivia): Caaviata

Otuke (Chiquitos,  Santa Cruz, Bolivia): Oo

Morotoca o ayoreo (Chiquitos,  Santa Cruz, Bolivia): Ocota

Saraveca (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Urujuju

Quitemoca (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Cañeco

Cuciquia (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Techorikich

Paunaka (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Huarayu

Paiconeca (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Aalane

Baure (Moxos, El Beni, Bolivia): Isino

Itonama (Moxos, El Beni, Bolivia): Nalahuit

Cayubaba (Moxos, El Beni, Bolivia): Utuï

Itene (Moxos, El Beni, Bolivia): Ovi

Pacahuara (Moxos, El Beni, Bolivia): Oilsoro

Movima (Moxos, El Beni, Bolivia): Polopolo

Kanichana (Moxos, El Beni, Bolivia): Nichuli

Paraguay: Anó chico, piririta negra, piririgua negra

Argentina (Chaco, Corrientes): Anó chico

Argentina (Entre Ríos): Urraca negra

Argentina (Jujuy): Chasca negra

Guaraní: Ano, ano-í, guäri

Nivaklé (Chaco Boreal, Argentina y Paraguay): Tanaxal

Qom (Formosa): Po'tanaGae, ko'nagana'Gae la'lo, putanre

Wichi: Ch’inho

Uruguay y Argentina (Santa Fé): Pirincho negro, pilincho negro

Chile: Matacaballos

 

TOPONIMIAS

Zanjón y Garrapatero: pueblo en  Oaxaca, México

Garrapatero: localidad en Pasto,  Nariño,  Colombia

Laguna Garrapatero: lago en La Guajira, Colombia

Cerro Garrapatero: cerro en Cauca, Colombia

Playa El Garrapatero: a 7 km del pueblito El Cascajo, Santa Cruz, isla Santa Cruz, Galápagos

Tijuil: localidad en Quiché, Guatemala

 

 

 

 

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martes, 9 de junio de 2020

EL TERO SERRANO O LIC LIC (Vanellus resplendens) Y EL SECUESTRO DEL EKEKO



“El Ekako, popularizado con el nombre alterado de Ekeko, era el dios de la prosperidad de los antiguos kollas… Al Ekako se rendía culto constantemente; se le invocaba a menudo y cuando alguna desgracia turbaba la alegría del hogar. Su imagen fabricada de oro, plata, estaño y aun de barro, se encontraba en todas las casas, en lugar preferente o colgado del cuello. Se le daba la forma de un hombrecito panzudo, con un casquete en la cabeza unas veces y, otras con un adorno de plumas terminadas en forma de abanicos … Algunos idolillos los hicieron sentados,con gorro triangular o cónico sobre la cabeza y vestido de una túnica hasta las rodillas, otros parados en la misma forma que los de Tiahuanacu, la cual persiste hasta hoy. Ambos tienen el aspecto risueño, de hombres satisfechos de la vida, gordos y bien comidos.” (Paredes, 1920)


Vanellus resplendens
Dibujo de David W. Mitchell (Gray, 1849)







Glarus era a principios del siglo XIX una tranquila villa pastoril del este de Suiza, en el valle del río Linth, rodeada por bellas montañas como el Wiggis y el Vorder Glärnisch. Semejante paisaje natural debe haber impresionado al pequeño niño llamado Johann Jacob von Tschudi quien nació allí en 1818.  Decimos esto porque años después, en Zurich, estudiando medicina, se despertó en él una gran vocación por las ciencias naturales. Allí tuvo como maestro al ornitólogo Heinrich Rudolf Schinz, a los naturalistas Lorenz Oken y Johann Lukas Schönlein y a los geólogos Oswald Hee y Arnold Escher von der Linth, quienes orientaron su carrera hacia la zoología y la paleontología. En Neuchâtel (Suiza) conoció al famoso zoólogo Louis Agassiz y consiguió que el Museo  de Historia Natural de esa ciudad le financiara un viaje a la costa oeste de Sudamérica a cambio de proveerle de ejemplares de flora y fauna. En Leiden (Holanda) se perfeccionó con el zoólogo Hermann Schlegel y en París con Hercule Strauss-Durkheim y Gabriel Bibron, obteniendo un doctorado en ciencias.


Johann Jakob von Tschudi.
Acuarela de Ludwig Carl Schnorr von Carlsfeld. Museo del Estado de Glaris, Palacio de Freuler, Näfels.
https://www.briefedition.alfred-escher.ch/kontexte/personen/korrespondenten-und-erwahnte-personen/T/Tschudi%2520Johann%2520Jakob/#


Una mañana con densas nubes y nieve, en el invierno de 1838,  se embarcó Johann en Le Havre en el velero Edmond, que llevaba un cargamento de mercaderías suizas hacia Sudamérica. Tras pasar por Chiloé, Punta Arenas, Valparaíso y las islas de Juan Fernández, se dirigieron a El  Callao (Perú) donde el naturalista suizo desembarcó en agosto de ese año. Eran épocas políticamente complicadas, de anarquía,  ya que se había formado la Confederación Peruano-Boliviana resistida por Chile y los nacionalistas peruanos.

A su llegada, la fortaleza de El Callao estaba próxima a ser atacada por los chilenos. Con un salvoconducto que consiguió allí, Tschudi se dirigió a pie a Lima, en medio de las balas. Cerca de Bella Vista fue interceptado por tropas chilenas, pero tuvo la suerte de encontrar en ellas a un oficial chileno al que había conocido a su paso por  Santiago de Chile. Con su autorización pudo seguir viaje.  En Lima la situación no era mejor. Los extranjeros eran perseguidos por los nacionalistas. Tschudi debió embarcase a Chorrillos y permaneció allí hasta el fin del conflicto. Entonces pudo radicarse en Lima para ejercer la medicina, ingresando enseguida en el ambiente de las clases pudientes de la ciudad.



Conurus (= Pyrrhura) rupicola
Dibujo de J. C. Werner (Tschudi, 1844-46)




CAMINO A LA PUNA

Alentado por las cartas de Charles Darwin, quien había pasado por Perú en 1835, Tschudi decidió viajar para conocer la naturaleza peruana, el principal objetivo de su viaje. En 1939 visitó las serranías centrales en la zona de Jauja. Más tarde (1841) se dirigió a la costa: Paramonga, Chancay y Huacho, donde estudió la fauna marina durante 6 meses. Ese mismo año partió de Lima a caballo saliendo por la Portada de las Maravillas, remontando el río Rimac hacia la quebrada de Matucanas. Pasó por humildes pueblitos como Chaclayo y San Pedro Mama, donde le sorprendió ver bandadas del colorido  perico de gorro negro (Pyrrhura rupicola) anidando en las paredes rocosas. En Quibe encontró una enorme araña migala, cazadora de pájaros, a la que confundiéndola con un ratón le disparó, lamentándose por haber destruido tan interesante ejemplar. Siguiendo por el rio San Mateo, afluente del Rimac, llegó a San Juan de Matucanas a 2500 m de altura. El valle se iba angostando en un desfiladero donde encontró  que crecía el huacacachu (Datura sanguinea), planta de gran poder alucinógeno, utilizada por los chamanes. Así fue ascendiendo hasta San Mateo (3000 msnm) y Chicla (3900 msnm).  Este fue el último sitio donde observó cultivos. Tuvo que alojarse en un “horrible” tambo donde una vieja le cocinó un chupe tan desagradable que sólo pudo comerlo debido al hambre que tenía. Durmiendo sobre cueros de ovejas, la noche se le hizo interminable por los parásitos, los cuies (cuises) que retozaban sobre sus cobijas, el humo y los olores nauseabundos. Con los caballos afectados por el apunamiento o veta, llegó a la mina de Casapalca (4.000 msnm) y pasó por una serie de lagunas llamadas Huascacocha y Morococha. Ascendió al Paso de Antarangra o Pachachaca (4700 msnm), donde está la divisoria de aguas. Luego, descendiendo por La Oroya, alcanzó el lago de Junín, para arribar finalmente a su destino, Cerro de Pasco, importante localidad minera.



Vanellus resplendens
Dibujo firmado RSH. (Seebohm, 1888)




EL LICLIC

En esos humedales de la puna Tschudi “descubrió” al ave conocida por los nativos como  “licli”, e hizo esta extraña comparación: “Similar a la huachua en el color del plumaje, las patas y el pico, es el chorlito de brillo metálico, el licli (Charadrius resplendens, Tsch.)” (Tschudi, 1846). La huachua o guayata (Chloephaga melanoptera) es un anátido que vive en esas alturas, por lo tanto muy diferente de un chorlo y que sólo comparte con el liclic o tero andino su predominante color blanco.

Pero no fue él el primer europeo que habló sobre esta ave. Tschudi mismo (o quizás su revisor, Jean Cabanis)  reconoció que en un manuscrito de Alexander von Humboldt, el famoso viajero había relatado lo siguiente: “El Ligli vive en grandes cantidades en los pantanos de toda la provincia de Quito; se pueden ver en cantidades de 2 a 300 individuos; llegan allí con gran precisión el 5 de mayo y vuelan con tanta velocidad que se pueden ver en Riobamba, Quito y el valle de Ibarra el mismo día. Permanecen en la provincia hasta principios de octubre. En la Laguna de Coles, al norte del Páramo de Huatillo, de donde se origina el Río de Chambo, se observa un fenómeno muy peculiar; cuando estas aves vuelan sobre ella, veinte unidas con sus patas y picos forman como una pelota y caen al lago donde mueren. Los indios atrapan estas bolas en bolsas y se comen las aves. La causa de este fenómeno no es fácil de explicar porque no se desprenden del lago vapores perniciosos" (Tschudi, 1844-46).  Extraño fenómeno que sería interesante analizar, ya que de acuerdo con lo que dice Humboldt parecería ser algo habitual en el lugar, y al parecer se repite anualmente para los meses de septiembre y octubre, incluso con otras especies como el batitú (Bartramia longicauda). Los científicos no consiguen dar respuesta a esto, hablan del efecto de fuertes vientos sumados al agotamiento de las aves en migración, sin embargo los nativos, como veremos más adelante, ya tienen una respuesta para ello.

Tschudi agrega que el ligli “vive solo en las regiones más altas de la Puna, entre 13 y 16,000 pies [3900-4800m] sobre el nivel del mar, siempre en grupos. Sus gritos son muy desagradables. Cuando te acercas a esta ave, vuela gritando y se posa unos pasos más allá en el suelo, corriendo lejos por delante del viajero. Los indios lo llaman «Frailesco» o «Ligli». La hembra pone tres huevos de color amarillo claro, casi completamente redondos”.´



Grabado en madera. Autor desconocido.
Deutsche Rundschau für Geographie und Statistik 12 (1890), S. 187. http://www.tripota.uni-trier.de/single_picture.php?signatur=385_1290


El zoólogo polaco Konstanty Jelski permaneció entre 1865 y 1874 en el Perú colectando ejemplares para el museo de Lima. En la misma zona que Tschudi, en los alrededores de Junín, encontró al tero andino (nombre que nos parece más apropiado que tero serrano) que era común “en la llanura húmeda, en la pradera seca y en las colinas pedregosas, en parejas aisladas o en tropas. Cuando aterrizan en el suelo, están acostumbrados a sostener las alas abiertas por un tiempo, luego las pliegan lentamente. La voz consta de dos sílabas repetidas varias veces seguidas; casi siempre gritan mientras vuelan y corren a gran velocidad”. Asimismo detalló las características que hacen de este tero pariente del avefría europea y diferente de los chorlos. Su sucesor en el museo, su compatriota  Jan Sztolcman, señaló que el tero “se encuentra al borde de pequeños lagos o charcos, muy a menudo también en páramos secos cubiertos de hierba. Me parece que se alimenta principalmente de lombrices de tierra, lo que observé en un individuo que crié por unos días; compitiendo a este respecto con el Colaptes [el carpintero andino (Colaptes rupicola)], que vive en las mismas localidades y que busca su alimento en el mismo páramo ... Un día, cuando lastimé una de estas avefrías en el ala, vendé la herida y plegué el ala. Primero la até de una pata, luego la dejé libre. Desde el primer día se puso a comer. Le gustaban especialmente las lombrices de tierra, pero como no tuve tiempo de buscarlas siempre le di cordero picado, que parece haberle sido funesto, porque murió después de una semana. Tras unos días estaba tan domesticado que yacía sobre mí cuando dormía. Le dimos el nombre de gliclich por la imitación de su voz. Sus principales enemigos son Falco femoralis [el halcón plomizo] y Urubitinga unicinctus [el gavilán mixto, Parabuteo unicinctus]” (Taczanowski, 1884-1886).

En 1875, Alezander Agassiz, hijo de Louis Agassiz y experto en minería, visitó el lago Titicaca en Bolivia, acompañado por Samuel Garman. Éste, zoólogo del Harvard Museum of Comparative Zoology, registró lo siguiente: "Centinella [sic], español; Leke-leke, indígena. Común en las llanuras y pampas. Molesta mucho al cazador alertando de su proximidad a los animales. Manteniéndose a una distancia segura,  continuamente profiere el grito peculiar del que deriva su nombre indígena" (Allen & Garman, 1876). Esto explica el desagrado de Tschudi, entusiasta cazador,  por el griterío de los teros.

Diez años más tarde, llegó a Titicaca el botánico norteamericano Henry Hurd Rusby y también vio al tero andino: “Usualmente se encuentran varios juntos, aunque difícilmente se pueda decir que en bandadas. No se confina a la cercanía de los lagos, sino que vaga ampliamente por colinas y llanos, al menos durante parte del día. Sus costumbres son  sorprendentemente similares a las de nuestro Killdeer [el tildío, Charadrius vociferus], y su grito es similar, pero mucho más fuerte, y de la misma forma es propenso a dar vueltas sobre la cabeza del intruso” (Allen, 1889)

Por el norte de Argentina, cerca de la localidad de Moreno, Jujuy, anduvo hacia 1901 el zoólogo sueco Axel Johann Einar Lönnberg. Allí observó que el tero andino “se alimenta de larvas e insectos, pero más especialmente de un pequeño crustáceo (Hylea laevis). Por lo general, de ocho a diez individuos se encuentran juntos en los prados húmedos” (Lönnberg, 1903) El crustáceo en cuestión sería un cangrejito o cucaracha de rio (Aegla sp.).



La illa del Ekeko sustraída por Tschudi.

Schweizer Radio und Fernsehen (SRF)

https://www.srf.ch/kultur/gesellschaft-religion/schweizer-forscher-zwischen-humboldt-und-humbug




EL SABIO ESTAFADOR

Tras este viaje a Perú, Tschudi regresó a Europa en 1843 radicándose en Viena. En 1857 realizó otro viaje a Sudamérica, pasando  por Brasil y Argentina, y entrando por tierra a Chile, por el desierto de Atacama, llegando a Santiago y Valparaíso. En 1858 llegó a La Paz y luego a Lima, desde donde regresó a Europa. En 1860 hizo su tercer y último viaje a América del Sur como ministro de Suiza en Brasil, donde recorrió el Amazonas y el estado de Minas Geraes. En 1863 regresó a Viena donde falleció en 1889. Sus intereses no sólo abarcaban la zoología sino también la arqueología y la etnografía.

En ocasión de su segundo viaje, Tschudi  llegó a Tiwanaku (Bolivia) para estudiar las ruinas. Allí se produjo el episodio que el mismo relató:

“Mientras tanto, Ponce de León, nuevamente acompañado por un grupo de indios, había traído un ídolo, del cual nos había hablado mucho durante la excursión a Tambo. Es una estatuilla muy interesante y bien hecha de 5” 3”’ de alto y 3” 10”’ de ancho [133 x 96 mm] y bien conservada; sólo un pequeño fragmento se ha roto en la nariz; es de una piedra verde oscura, en la cual una veta blanca se usó hábilmente para separar la cabeza del cuello. Los ojos son muy grandes y muy inclinados desde afuera hacia adentro y cóncavos. Para decorar las orejas, dos serpientes con cabezas anchas caen sobre las axilas. Dos serpientes similares desde el centro de la diadema se doblan hacia afuera sobre el cuello, se vuelven hacia adentro sobre una joroba en la espalda para volverse nuevamente hacia afuera con sus cuellos para que sus cabezas descansen sobre los hombros. Las serpientes están muy bien trabajadas, pero las otras decoraciones solo están talladas como líneas.”

“Este ídolo era muy apreciado por los indios tiahuanacos y era ampliamente conocido en la zona como el "Dios de los Ladrones" (el Santo de los Ladrones). Los indios le mostraban la misma veneración que a cualquier santo en la Iglesia. Su dueño encendía una vela de cera todos los viernes; si un robo ocurría en alguna parte, la víctima traía una vela y ofrendas adicionales, firmemente convencida de que se investigaría al ladrón con la ayuda del santo.”

“En broma le pregunté al dueño si no quería vender a este santo, pero él lo rechazó indignado. Mis dos compañeros de viaje entendieron la movida y, mientras dibujaba el ídolo, persuadieron a Ponce de León para que insistiera al propietario para que  me la cediera. Una botella de coñac hizo que estas personas fueran más dispuestas. Después de mucho hablar de una parte y otra, finalmente parecieron aceptar hacer negocio, y Ponce de León presentó una demanda muy desmedida. Simplemente la rechacé e hice una contraoferta, que a su vez fue considerada inaceptable. Sin parecer que continuara ocupándome del asunto, completé el dibujo. Mientras tanto el Sr.  Pempel había dado órdenes de mantener a los animales en espera y distribuyó el resto de la botella a los indios. Ahora tomaron la iniciativa completamente borrachos y cuando ya estábamos en la silla, el negocio se dió. Pagué rápidamente, puse el ídolo en mi alforja y entonces cabalgué con mis compañeros a un ritmo rápido detrás de los cargueros que nos llevaban mucho tiempo.”

“Los indios probablemente lamentaron el negocio en el acto, porque tan pronto como llegamos al campo abierto escuchamos un tumulto infernal detrás de nosotros y vimos a algunos indios corriendonos detrás, pero sus cabezas estaban pesadas y sus pies inseguros. No pudieron alcanzarnos, pero me preocupaba que, dada su tenacidad, pudieran hacernos una visita hostil, al menos en la noche siguiente. Sin embargo, no sucedió. ¡Quizás el negociador e intérprete, nuestro amigo D. Ponce de León, los haya tranquilizado, ya que la carta del Jefe político de La Paz estaba en términos muy medidos y Ponce de León era el suplente del corregidor! ¡Cómo habrán triunfado los ladrones de Tiahuanaco al enterarse del secuestro del curioso santo!”

Este Ponce de León actuaba como guía de Tschudi y fue su cómplice en este hecho, según lo cuenta el suizo: “En cuanto salimos de Tambo, llamé al Corregidor. Apareció pronto con su suplente, un chico hablador que hizo de portavoz y se jactó de su nombre de Don Luis Ponce de León y de ser descendiente del conquistador del mismo nombre, a pesar de ser de pura sangre india. Le mostré carta de recomendación del Jefe político; después de leerla y de recibir un gran vaso de coñac de mi compañero de viaje, su cortesía y su disposición a servir no conocían límites.”

Esta estatuilla o illa representa a Ekeko, una divinidad de la abundancia y la fecundidad, data de entre el siglo II AC y II DC y pertenece a la cultura Pukará del lago Titicaca. Es un objeto sagrado que en las festividades posteriores a la siembra representa aquello que se debe criar para obtener una buena cosecha. Quizás fuera hallada por los indígenas en la época de Tschudi quienes, irónicamente habida cuenta de lo que sucedió, lo tenían como un dios que los protegía de los ladrones. Al parecer hubo un pago aunque se supone que de muy poco dinero y hecho con mala fe, aprovechando el estado alcohólico de los propietarios. La illa quedó entre las pertenencias de Tschudi, y en 1929 Gilg von Tschudi, un nieto del científico,  la vendió al Museo de Historia de Berna. En 2012 la embajadora de Bolivia en Suiza, Elizabeth Salguero Carrillo, vio la pieza en el museo y averiguó su procedencia. El estado Boliviano reclamó entonces la estatuilla que le fue devuelta por el Museo en 2014, cumpliendo con el pedido del canciller David Choquehuanca: "Las cosas tienen que estar en su hogar”.


Una muestra más de la desaprensión europea de la época por las culturas originarias americanas cuyas manifestaciones eran consideradas  objetos de curiosidad o estudio, sin respetar la profunda significación que tenían y tienen para los pueblos que las produjeron.


La illa del Ekeko
            Dibujo de von Tschudi (1869)


                               

 

Ya publicada esta nota recibimos del arqueólogo boliviano Jédu Sagárnaga, a quien mucho agradecemos, su interesante artículo, fruto de una consultoría efectuada para el gobierno de su país sobre el tema, donde llega a la conclusión de que la illa pertenece a la cultura Pukara.

Sagárnaga, Jédu .2017. Acerca de una escultura boliviana recuperada en Suiza. Fuentes 11 (53): 7-23.

 


EL TERO SERRANO EN LAS CULTURAS

Pese a lo apartado y difícil del ambiente donde vive, el tero andino dejó huellas en las culturas de los páramos y punas de Sudamérica.

Fausto Sarmiento (2010, 2016) en su trabajo sobre el tero serrano como ícono del paisaje biocultural andino identifica las siguientes funciones que vinculan a esta especie con las culturas andinas de Ecuador.

-Centinela: los teros están siempre alertas, manteniéndose erguidos y atentos. Este comportamiento le ha valido el nombre de “wachidor”, un anglicismo derivado del verbo to watch, observar, vigilar.

-Pronosticador del tiempo: la ubicación de los nidos más o menos cercanos a los cuerpos de agua permiten saber si habrá sequía o tiempo lluvioso, respectivamente.

-Bravo guardián: la llegada de predadores y otros intrusos hace que profieran fuertes y aturdidores gritos, sobre volando al extraño que se acerca por tierra. Como hemos visto en los relatos anteriores el tero pone así en alerta a los demás animales por lo que es odiado por los cazadores.

-Cuidado parental: el tero es un celoso defensor de su nido y polluelos, la pareja se separa para confundir al predador y el canto se multiplica y de ahí la repetición en la ornitonimia: ligle-ligle.

-Ofrenda a los dioses: El fenómeno observado por Humboldt (ver arriba) se conoce también en lago Ozogoche (Chimborazo) y la mitología puruha lo interpreta como una ofrenda del espíritu de la montaña o Apusukuna a través del Urkusupay (hombre de las montañas) hacia el espíritu del agua, Katekil, que habita en ciertos lagos andinos. De esta forma a través de las brillantes plumas del ligli se le devuelven al lago los rayos del sol para mantener sus aguas calmas y quizás para iniciar la temporada de las lluvias. En Cotopaxi, las aves caídas son recogidas y con ellas se prepara en Cotopaxi un sankuchu o  sopa de ligli, especie de sopa con carne y papas, para calentarse en las noches frías. El suceso es motivo de fiestas populares que incluso atraen al turismo.

-Fuente de proteínas: cuando escasean otros alimentos se intenta la caza de esta especie sobre todo cuando se desplaza en bandadas durante la migración. Se las captura con largas mantas o  punchu, y en la cultura cañari, el cazador principal come el hígado de la presa para dominar todos los secretos del animal y convertirse en un cazador más efectivo de esa ave.

-Medicina: El caldo preparado con el ave despeja las vías respiratorias superiores y es vigorizante. Los ojos crudos y el untarse los párpados con las plumas iridiscentes curan las cataratas y otras afecciones oculares. Las patas sirven para frotar grasa de oso andino en las articulaciones enfermas. El ungüento elaborado con la grasa del ave protege contra el frío y la humedad. Entre los yachas (Otavalo) y los yanaconas (Colombia), las alas con los espolones se usan para activar la circulación en las extremidades. Algunos chamanes, como ocurre entre los yachak (Cotopaxi), realizan en sus curaciones ciertas maniobras que invocan en el afectado el espíritu del ave: alerta, atento a los extraños y defendiendo tenazmente lo suyo. Esos procedimientos incluyen oraciones y alaridos que recuerdan los gritos del tero.

-Amuletos: Las rojas patas traen buenos presagios y representan el buen tiempo del verano. El consumo de los huevos otorga cualidades de buenos padres y estimula la fertilidad. El pico trasmite la capacidad de vigilancia del ave.

-Cosmovisiones: La conducta del tero serrano de defender audazmente su territorio es una cualidad destacada para estos pueblos por su apego a la tierra. De esta forma se lo representa, señalando sitios sagrados, en pictogramas, dibujos en telas (fajas textiles de Chinchiru, Perú), petroglifos (Imbakucha, Ecuador) y tallas (menhires de Tafí del Valle, Argentina). Con sus huesos, picos, patas y plumas, intercalados con las rojas y negras semillas del wayra yuyu o huayruro (Ormosia coccinea), se adornan las fajas y los watu que protegen a los cazadores de las montañas, alejándoles la energía negativa que les acecha en esos inhóspitos lugares.



Tschudi en 1883
Fotografía por Stockmann & Knozer, Viena.
Source gallica.bnf.fr / Bibliothèque Nationale de France




LOS NOMBRES

Son variados los nombres populares del tero, mayormente onomatopéyicos, y reproducen sus gritos dobles.

Ecuador
Ligle, ligle-ligle, ligli, avisón (por avisar de la presencia de intrusos), awaitapungos (del inglés await, esperar y el quichua pungu, terreno abierto).
En Quito: Veranero, porque aparece durante la estación seca, es decir el verano.
En Cotopaxi: leuque–leuque.
En Chimborazo y Bolívar: chugchidor, del quichua chugchi, "cavar la tierra para buscar comida", porque consigue presas removiendo la tierra cuando se cosecha la papa, se limpian los cultivos de piedras y malezas, se aporca el maíz y los porotos, y cuando se lleva el ganado a las parcelas en barbecho.

Perú
En Chanchamayo: Liclish.
En Junín: Licli y frailesco.
En Huamachuco: Lic lic.
En la zona del río Kachimayu (región del Cusco): Lique o leque-leque (quichua) y lequecho (español).
En Pauza: Lique-Lique y leqsle.
En la provincia de San Marcos, región de Cajamarca (Perú) existe la cascada Lic Lic, de unos trescientos metros de altura, cuyas aguas caen al río Chilimayo. En sus proximidades hay una pequeña población del mismo nombre.
  
Bolivia
En el lago Titicaca: Leke-leke (indígena), centinela (español).

Chile
Queltehue frio, queltegüe puneño
En Tarapacá: Lequi-lequi y leuque-leuque.

Argentina
En Jujuy: Lico-lico, leuquencho, terencho.
En Tucumán: Lico-lico.

Otros nombres registrados para la zona andina: liqui liq, like lik, equeco, teru tero, terotero.





Alex Mouchard




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►Tschudi, Johann Jakob von. 1869. Reisen durch Südamerika, Vol. 5.  Leipzig. F.A. Brockhaus

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