"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


lunes, 12 de octubre de 2020

EL MARTÍN PESCADOR GRANDE (Megaceryle torquata) Y UNA HISTORIA DE CORSARIOS

“Cuando el martín pescador vuela bajo la incidencia de los rayos del sol, es un extraño meteoro, todo el cual rebrilla, centellea, enviando chispas como si el hermoso pájaro se encendiera en el espacio, repitiendo, en una visión ilusoria, la mentira del fabuloso Fénix”.

Eurico Santos (1938)

 

Ceryle torquata 

Lámina de John Gerrard Keulemans - (Sharpe, 1868-71)




Las historias de corsarios siempre tienen su atractivo por sus dosis de coraje, ilegalidad, romanticismo y violencia. Extrañamente, el martín pescador, protagonista de nuestra nota, se vincula a un hábil corsario francés. Pacificados los mares del mundo tras la Guerra de los Nueve Años que enfrentó a las principales potencias de Europa a fines del siglo XVII, los comerciantes de Saint Malo (Francia) se lanzaron a la búsqueda de oportunidades en el Nuevo Continente. Especialmente se interesaron en la costa sudamericana del Pacífico, con la mira puesta en las minas de oro y plata del Perú. La entonces recientemente constituida Compagnie de la Mer du Sud (Compañía del Mar del Sur) despachó una pequeña expedición de cuatro buques con la misión de relevar el Estrecho de Magallanes y las mencionadas costas. Como jefe de la expedición, eligieron a un conciudadano y conocido corsario de la época, el capitán Jacques Gouin de Beauchêne, quien al mando de diversos buques había participado en la captura de numerosos navíos enemigos de Francia. En esta ocasión le tocó capitanear al «Phelypeaux», y como ingeniero de a bordo lo acompañaba Jacques Duplessis, novato en aventuras marinas, quien estaba a cargo de registrar en un diario toda la información posible que sirviera a las futuras expediciones comerciales. No sólo se contentó con anotar datos de la navegación, geografía, flora, fauna, y habitantes originarios, sino que además produjo acuarelas muy bellamente coloreadas sobre estos motivos. En una de ellas dibujó de una manera magistral a nuestro martín pescador grande.

 

 


Martín pescador grande – Dibujo de Jacques Duplessis (1701)

Manuscrito SH 223. Service Historique de la Marine, Vincènnes, France

https://www.watercolourworld.org/painting/ringed-kingfisher-megaceryle-torquata-tww0043b0

La expedición había partido de Francia a fines de 1698 y, tras cruzar el Atlántico y tocar las costas de Brasil y de la Patagonia argentina, se internó en el estrecho de Magallanes.  En el sector occidental del mismo, en la primavera de 1699, según el relato de otro tripulante, el señor de Villefort (de Brosses, 1756), recalaron en la Bahía Isabel o Elizabeth: “Hacia la punta este de la bahía Elizabeth hay un fondo bajo, de dos brazas y media, cubierto de grandes hierbas. Pero el pasaje es bueno entre esta bahía y la tierra, la permanencia es buena, y el abrigo seguro dentro de la bahía, aunque la corriente sea fuerte en el estrecho. Los salvajes de la tierra de Fuego, hombres y mujeres vinieron aquí muchas veces a visitarnos”. La bahía tiene playa de arena con un riachuelo que desagua en ella (Chacon y Pery, 1874). En ese ambiente, la necesidad de alimentos frescos les hizo cazar un martín pescador grande y según relata en su diario Duplessis (1701): “Esta ave está dibujada a tamaño natural, se parece a nuestro arrendajo de Francia  [Garrulus glandarius]  tanto por la proporción como por el pico, las plumas y las patas. La matamos cerca de la bahía Elizabeth, en el estrecho de Magallanes, donde no son comunes. Son gordas y de muy buen gusto”.



Escena fueguina con tripulantes de la «Phelypeaux» e indígenas
fueguinos


Dibujo de Jacques Duplessis (1701)

  Manuscript SH 223. Service Historique de la Marine, Vincènnes, France. http://woodsrunnersdiary.blogspot.com/2012/12/duplessis-1690-1725-1700ad-painting.html



Más de un siglo antes de estos hechos Francisco Hernández de Toledo (1651) recogía en México información sobre la misma especie que denominó Achalalactli o “Devoradora de peces”, la “que otros llaman Michalalactli, es un ave del tamaño de la paloma, y de forma similar; pico agudo y negro, de tres dedos de largo, grueso y proporcional al cuerpo, la cabeza adornada con una cresta de color azul tendiendo a negro y larga, vientre cubierto con plumas blancas y un collar en el cuello se caracteriza por un color blanco brillante. Las alas internamente blancas, pero en las partes posteriores se ven oscuras y distintas manchas blancas; arriba azul verdadero, por así decirlo, y el resto del cuerpo en sus partes extremas salpicado con manchas blancas y negras, por todos lados. La cola en parte negra, y en parte es de color azul oscuro, pero también variada en su superficie con manchas blancas, las piernas son rojas, los pies divididos en dedos, con agudas uñas negras, ojos negros, el iris, sin embargo, de un blanco brillante. Es un ave extraña en la región de los mexicanos, y se halla en las fuentes y arroyos, se alimenta de pececillos y otros animalitos acuáticos; por otra parte, es comestible, con el sabor y valor nutritivo de las aves de las marismas”.

 

En base a esta descripción y, especialmente a la presencia de la cresta y el collar blanco, Brisson (1760) denominó a la especie Ispida mexicana cristata o Martin-pêcheur huppé de Méxique (Martín pescador con copete de México). Y Linné (1766) le dio el nombre científico Alcedo torquata  según su sistema binomial, donde torquata significa “con collar” y Alcedo es el nombre genérico latino donde el sabio sueco ubicó a los martín pescadores, nombre que proviene del griego halcyon que, como veremos en una próxima nota, tiene una interesante historia. 


 


Martin-pêcheur huppé de Méxique


Dibujo de Francois-Nicolas Martinet (Daubenton,  1765-1783?) 



Buffon (1770–1785) que abrevió el nombre mexicano a Alatli señalaba que “esta ave es viajera; llega en cierta época de año a las provincias septentrionales de México, a donde aparentemente viene de regiones más cálidas, ya que se lo ve en las Antillas, y nos ha sido enviado de la Martinica”. En Brasil Wied (1832) obtuvo más información: “Nos encontramos con estas aves con mayor frecuencia en las orillas del hermoso e interesante Parahiba, donde un buen número de ellas fueron encontradas en un pequeño sector y cazadas sin gran dificultad; por otro lado, en otros ríos no vimos a estas aves en absoluto, y a veces no disparábamos a ninguna de ellas durante mucho tiempo.  Son aves hermosas y grandes, y tienen la forma de vida y el comportamiento de nuestros martín pescadores alemanes. Se posan en una rama por encima de la orilla y mueven la cola y, a veces, incluso cuando están nerviosos, levantan las plumas de la coronilla. Comen pescado, cuyos restos se encuentran en el estómago; rápidamente se zambullen detrás de ellos.  Nunca he encontrado lagartos en sus estómagos, pero es posible que un pájaro tan fuerte y voraz a veces los ataque. Solo encontré el nido de nuestra ave una sola vez. Estaba a más de mil pasos de la orilla del río Aldeia Velha, en una alta pared de una barranca de arcilla, donde vimos a los pájaros volar alto y rápido con peces en el pico. Cuando los vi meterse en la tierra, subimos la ladera del cerro, y allí encontramos un agujero circular y profundo perforado en la capa de arcilla, o arenisca, en el que metimos largas varas, y pronto sentimos que los pichones se aferraban a ellas mordiéndolas, y los sacamos un cierto trecho, pero no los pudimos extraer completamente a la luz . . . Los brasileños me dijeron que estas aves ponen dos huevos blancos. Por lo general, anidan, como nuestros martines pescadores europeos y el resto de los parientes del género, en un hoyo de un barranco liso, redondo, de cinco a seis y más pies de profundidad, directamente sobre el agua. Los pichones son muy voraces, por lo que inmediatamente mordieron las varas con voces codiciosas”.


En Paraguay, Félix de Azara (1802) enunció las principales características comunes a las especies de martín pescadores que allí habitan:

 

“Van solos y rara vez a pares: se posan con preferencia en ramas secas o de pocas hojas inmediatas al agua, y mejor si se avanzan sobre ella. Desde allí atisban los pescadillos, y se dexan caer como cuerpos abandonados cabeza abaxo, levantándose al punto con el chasco o con la presa, que tragan entera volando o sobre algún árbol. No se suelen equivocar en la profundidad a que pueden verificar su lance, y jamás persiguen al pescado que evitó el primer golpe. Las especies mayores y medianas se dexan caer de mayor altura hasta de veinte varas, y se detienen con  freqüencia en el ayre un rato; batiendo las alas sin mudar de sitio, esperando que la presa se ponga a tiro, y la están mirando con fixeza, conservando el cuerpo inmóvil, y su parte posterior inclinada para abaxo, manifestando en esto, no sólo el vigor de sus alas, sino también que las baten  en otro sentido que el común de los páxaros, y según dixe de los Picaflores”.

 

Martim pescador (Ceryle torquata

(Goeldi, 1900-1906)


“Se posan al acecho en busca de lances, en los arbustos o en las ramas de los árboles que crecen junto al río, elevándose sobre el agua, y tan pronto como ven un pez pequeño, caen a la velocidad del rayo en el agua, la que a menudo salpica alto. Agarran a los peces con su gran pico, luego vuelan con la presa a la rama más cercana para devorarlos allí. Pero, como a veces son demasiado grandes para el ancho de su garganta, a menudo se los ve atormentándose con todo su esfuerzo para tragarlos. Durante nuestros viajes por el río, a menudo conducíamos a los pájaros durante horas frente a nosotros en la orilla. Sólo vuelan por trechos con sus fuertes gritos y luego se vuelven a sentar en los arbustos directamente en la orilla, solo para volar de nuevo con sus gritos rasposos tan pronto como los alcanzamos nuevamente, hasta que finalmente parecieron cansados de este ajetreo y cruzaron el río, o volaron sobre nosotros. Como nuestra urraca, siempre mueven su colita hacia arriba y hacia abajo cuando se posan”  (Schomburgk, 1922-1923, en Guyana Británica).

 

En el norte peruano junto al río Tumbes este martín pescador recibe el nombre de matraca "bien aplicado, porque su voz se parece mucho al ruido de ese instrumento. Tiene sus posaderos predilectos que visita todos los días a ciertas horas a los que se aproxima desde una altura considerable, produciendo esa voz.  A veces posado en una rama se remueve haciendo temblar su cola erguida, lo que le da una pose ridícula" (Konstanty Jelski, en Taczanowski, 1886).

 

Estos movimientos de la cola también los verificó el norteamericano Friedman (1927), en Bovril (Entre Ríos, Argentina): “Una cosa curiosa de esta especie es que siempre mueve la cola verticalmente tres veces antes de volar. Invariablemente, cuando me acercaba a uno, movía la cola una vez, luego, cuando me acercaba más, lo hacía por segunda vez y, finalmente, justo antes de volar, lo hacía por tercera vez. Noté esto en un gran número de individuos y nunca supe que variara”.

 

Jan Stolzmann lo halló en el valle del Marañón (Perú) "donde no es numeroso; tiene el nombre de pato anzuelero. Se cree que esta ave al pasar sobre el agua golpea las alas dejando caer sus excrementos, atrae a los peces, y se lanza súbitamente a capturar su presa"  (Taczanowski, 1886). Este comportamiento también fue referido en Brasil por Oscar Monte  (citado en Santos, 1938): "Interesante es la artimaña que emplea esta ave, para atraer a los peces. Un día estuve durante mucho tiempo disfrutando de su muy ingenioso sistema. Posada sobre un cable de telégrafo, que pasaba sobre una laguna, el ave se zambullía de vez en cuando y traía un pequeño pez en su pico. Para atraer al pez, el Martín pescador hacía cierta necesidad, que, cayendo al agua, pronto era motivo de reunión de peces, que entonces eran pescados. Y esto por varias veces”.



Alcedo stellata
 
Lámina de Christian Leopold Müller (Meyen, 1834)



 

“Esta ave es bastante común en Chile: frecuenta siempre los ríos y se ve continuamente parada sobre las ramas secas, y con especialidad sobre las más avanzadas, esperando con la mayor paciencia e inmóvil que pasen algunos peces para embestirlos con la rapidez del rayo; rara vez come [directamente] la presa, y la traga al salir del agua; pero si es demasiado grande, se para sobre un árbol cercano para despedazarla y devorarla a picotazos; como de carácter triste y melancólico, se encuentra siempre sola, y cuando vuela se la oye pronunciar el grito penetrante de keti, keti repetido por largo tiempo; este es también el nombre que la dan los araucanos y los campesinos. La hembra hace su nido en los agujeros de las riberas, y pone tres o cuatro huevos blanquizos” (Gay, 1847).

 

Sobre su técnica de pesca también relató Emilio Wagner (en Ménégaux, 1925) lo siguiente en Santiago del Estero (Argentina): “Siempre ocupado pescando a lo largo del Río Salado o en las grandes lagunas boscosas. Su vuelo es muy rápido y su llamada es exactamente la de una matraca. A menudo se lo ve que permanece inmóvil en el aire, batiendo sus alas como un picaflor; luego cae pesadamente al agua e inmediatamente sale con un pez en el pico. Nos sorprende ver el tamaño del pez que se puede tragar. Las plumas no se le mojan muy fácilmente. Loes cazadores del país afirman que anida en los barrancos del Rio Salado aprovechando las madrigueras de las nutrias o de las ratas de agua”.

 

 

Mis encuentros con esta ave casi siempre han sido en la margen de algún río que ella recorría en vuelo, pasando de largo rápidamente y emitiendo a veces su matraqueo. "Una gran extensión de territorio puede ser cubierta por cada individuo, ya que parecen tener rutas regulares a lo largo de las riberas de lagos y ríos, con perchas de observación a intervalos de unos pocos centenares de metros" (Dickey & van Rossem, 1938).

 

"Durante los viajes en canoa por el río Belice y el río Dulce las aves de esta especie rara vez se dejaban de ver, volando delante del bote y posándose de vez en cuando para empezar de nuevo a medida que nos aproximábamos, hasta que al final, siendo alejados de sus lugares habituales, se lanzaban de vuelta en la dirección opuesta" (Salvin & Godman, 1888-1904).

 

Richmond (1893) fue testigo en Nicaragua de lo que podría interpretarse como un despliegue de apareamiento. “Una mañana una pareja de estas aves realizó una curiosa performance. Primero llamaron la atención por su fuerte matraqueo, que se mantuvo casi constantemente mientras daban vueltas y giraban sobre el agua, ocasionalmente cayendo en ella, no zambulléndose sino hundiéndose por un momento bajo la superficie. Esta maniobra duró algunos minutos, tras los cuales ambas aves volaron río arriba profiriendo su nota habitual . . . Dos o tres individuos tenían por habito pasar la noche en algún punto del arroyo por detrás de la plantación I.P. [International Planting Company, Río Escondido, Zelaya] y volvían al anochecer. Los registré durante varios meses y me sorprendió la regularidad de su llegada y el recorrido tomado por cada uno en su viaje al dormidero . . . Una de las aves invariablemente pasaba cerca del rincón de los dormitorios de los trabajadores, aunque a considerable altura, y la otra cerca de un roble de sabana [Tabebuia rosea] a cierta distancia. La tercera ave era sólo un visitante ocasional”.

 

Megaceryle torquata

(Reichenbach, 1836, T. CCCXI)




La adaptabilidad del martín pescador grande a los diferentes ambientes queda de manifiesto en su extensa distribución geográfica y así, en las costas del  extremo sur de Chile “frecuenta casi exclusivamente las bahías retiradas y los canales del mar  que cruzan la costa; y vive de organismos marinos. Abrí el estómago de uno y lo encontré lleno de restos de crustáceos y un trozo de un pez pequeño” (Darwin, 1838)

 

El imponente pico del martín pescador es un arma tanto para pescar como para la defensa tal como lo experimentó Barrows (1883) “Uno herido en el ala que cayó al agua y fue recogido descuidadamente mientras pasaba el bote, cerró su poderoso pico en mis dedos y dejó que le rompiera la mandíbula inferior antes de soltarme”. En la misma tierra entrerriana, en los arroyos Grande y Sauce, en Santa Elena,  así opinaba Aplin (1894): “Generalmente es un ave desconfiada y cautelosa, alarmándose fácilmente y volando a una distancia considerable; cuando el río es pequeño y los montes no son continuos, se eleva alto en el aire al pasar de una laguna a otra; otras veces vuela bajo en medio del río. Pero una o dos veces lo he visto posado a plena vista a corta distancia. El vuelo es fuerte y sostenido, con bastantes batidas intermitentes de las alas. Este modo de vuelo es común a las tres especies de Ceryle que conocí, y estas aves vuelan más lentamente que nuestro martín pescador inglés; pero C.[hloroceryle] amazona bate sus alas más rápido que la especie que nos ocupa, y C.[hloroceryle] americana aún más rápido. La actitud de las aves cuando están posadas en una rama y algo alarmadas es similar en las tres especies. El cuerpo se sostiene en un ángulo de 45°, o tal vez un poco más erguido, la cabeza formando algo más que un ángulo recto con el cuerpo; la cola horizontal, la cresta erguida, las alas están un poco caídas y la cola es nerviosamente sacudida al mismo tiempo. En reposo o al estar pendientes de los peces, se posan muy parecido a nuestra ave; pero la cola larga les da una apariencia diferente. La voz de alarma es un fuerte grito áspero y estrepitoso”.

 

Para terminar nuestro viaje por las tierras del martín pescador grande justamente donde lo comenzamos, volvemos el extremo sur, donde para Richard Coppinger (1899) es la más hermosa ave de la región del estrecho de Magallanes: “Es común verlo posado en algunas ramas secas que sobresalen del agua, donde permanece acurrucado en actitud de dormir, con la cabeza vuelta hacia el costado, pero con la mirada fija todo el tiempo en el agua que hay debajo, hasta que divisa un pez, entonces cae como una piedra, cortando el agua con un chapoteo corto y agudo, y un momento después emerge con un impulso ascendente, que lo saca del agua y le permite volar de inmediato sin ninguna sacudida o aleteo previos. Es un ave sumamente confiada e intrépida, y cuando se posa en su lugar de observación, a menudo permitirá que uno se acerque en un bote al alcance de la mano. Las matas de musgo que cuelgan hacia abajo sobre los acantilados del mar son sus lugares habituales de anidación, y allí excava un túnel a través del musgo blando y el suelo de turba, y a una distancia de más de dos pies de la abertura, hace su nido".

 

En nuestra próxima nota trataremos los aspectos culturales de esta notable ave.

 

                                         Alex Mouchard


Martin-pêcheur huppé de Méxique 

Dibujo de Francois-Nicolas Martinet (Brisson, 1760)



 

 

ALGUNOS NOMBRES DEL MARTIN PESCADOR GRANDE

 

El nombre matraca parece generalizado en los países de Sudamérica de habla española (P. ej. : Perú, Argentina) y en Brasil, y hace referencia a su grito. Igualmente martín pescador, con la forma martim pescador en portugués, y también pescador a secas (Salta, Argentina; Chile).

 

Este nombre es muy antiguo y sería originariamente francés y más tarde pasó al español y al portugués. El primero en escribirlo así fue el naturalista francés Pierre Belon  que en 1553 escribió sobre las aves de Grecia: “Alción, al que nosotros los franceses llamamos martinet pescheur”. Poco después en 1573 ya se escribía en Francia martin-pêcheur.  Se le daba el nombre de martinet pescheur, que se registra desde el siglo XIV, para diferenciarlo del martinet a secas que es el vencejo (Apus), aunque también se aplicaba a la garza bruja (Nycticorax). Se llamaba así al vencejo porque comenzaba su migración el 11 de noviembre, día de San Martín de Tours en el santoral cristiano. Pero Salerne (1767) afirma que en Normandía al martín pescador se le decía oiseau de Saint Martin (ave de San Martín)  “porque les gustaba poner nombres de santos a los animales”. Y agrega que los marineros del Loire lo llamaban virevent (molinillo de viento) porque creían que se daba vuelta con el viento como ese ingenio, ya que según la imaginación popular una de estas aves colgadas de su pico dentro de una habitación giraba siempre su pecho al viento.

 

En Argentina y Venezuela también se usa martín ávila.

En el creole de Guayana Francesa deriva en marten-péchò. También gad-layvye y martin-crabier (martín cangrejero), porque come cangrejos en los manglares. En Guadalupe: cloche, cracra y pie. En karipuna (Amapá, Brasil; Guayana), mato-pexo.

En Brasil (Minas Geraes y litoral atlántico): martim cachá, que deriva seguramente de caracaxá, un instrumento parecido a un sonajero. Por deformación dio martim cachaça. También se usa directamente caracaxá y cracaxá.

Otros nombres brasileños del ave son martim grande, martim-pescador-grande, martim-pescador-matraca, pica peixe, papa peixe, flecha-peixe,  y rei-pescador. Este último parece tener influencia del inglés kingfisher (rey pescador).

En Perú se le llama también camaronero y en la zona amazónica (rio Marañón), pato anzuelero.

En Chile y zonas vecinas de Argentina se le da el curioso nombre de pensamiento.

En La Rioja (Argentina), carpintero del agua.

 

La ornitonimia aborigen es muy rica y en su mayor parte onomatopéyica:

 

Achuar (Ecuador): charákat

Warrau (Venezuela, Guyana): hapitataka

Caribe (Venezuela, Guayanas): sakasaka

Yekuana (Venezuela, alto Orinoco): sakasakari

Aukan (Surinam): ambaki

Wayana (Surinam): atula

Arawak (Guyana): sakasakâli

Macushi (Guyana; Roraima, Brasil): sackaiaka

Wayampi (Amapá y Pará, Brasil): yawasi

Palikúr (Amapá, Brasil): tapalá

Tupí-Guaraní: jaguacatiguaçu, yaguá-kaití-guasú, jaguatiguaçu (Río Verde, Goiás); javatî guasú, jaguacatyguassu (Rio de Janeiro a Maranhão); uarirama, ariramba grande (Amazonas)

Umutina (Mato Grosso, Brasil): katama

Nivaklé (Chaco Boreal, Argentina y Paraguay): tsjot'a

Chorote (río Pilcomayo): pe'tiojwatiok

Qom (Chaco central): sallicnaxanaq, nacnaxanaq, sacnaxanaq, saicnaxanaq, 'haikinaga'naq

Wichi: kajtet

Mapundungún: chalwafe üñüm, quetequeté, kitekite, kekereke, kerekere, queto, quete,  queschecan, kedküchan, quechuquin

Yagán: chéketej, chakatej, ségetex

 

 

 



¯Aplin,  O. V. 1894. On the Birds of Uruguay. Ibis 6 (6ª ser.), London.

¯Azara, F. de. (1802). Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. España. 1992.

¯Barrows,  W. B. – 1883 – Birds of the Lower Uruguay – Bulletin of the Nuttall Ornithological Club – v.8 - Cambridge

¯Brisson, Mathurin-Jacques. 1760.  Ornithologie, ou, Méthode contenant la division des oiseaux en ordres, sections, genres, especes & leurs variétés: a laquelle on a joint une description exacte de chaque espece, avec les citations des auteurs qui en ont traité, les noms quils leur ont donnés, ceux que leur ont donnés les différentes nations, & les noms vulgaires. Parisiis: Ad Ripam Augustinorum, apud Cl. Joannem-Baptistam Bauche.

¯Buffon, G.L.L. conde de.  1770–1785. Histoire naturelle des oiseaux. 9 vol. Imprimerie Royale. Paris.

¯Chacon y Pery, Francisco. 1874. Derrotero del Estrecho de Magallanes y de los canales que conducen al Golfo de Peñas segun los ultimos trabajos del capitan de la Marina Real Inglesa Richard C. Mayne. Madrid: Dirección de Hidrografía.

¯Coppinger, Richard William. 1899. Four Years in Patagonian, Polynesian, and Mascarene Waters (1878-82). London, S. Sonnenschein and Company, 256 páginas.

¯Darwin, C. R. ed. 1838. Birds. The zoology of the voyage of H.M.S. Beagle by John Gould. London: Smith Elder and Co.

¯Daubenton, Edme-Louis. 1765-1783? Planches enluminées d'histoire naturelle. Paris.

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¯Duplessis, J. 1701. Relation journalière d'un voyage fait en 1698, 1699, 1700 et 1701, par M. de Beauchesne, capitaine de vaisseau, aux isles du Cap Vert, coste du Brésil, coste déserte de l'Amérique méridionalle, destroit de Magellan, costes du Chily et du Pérou, aux isles Galapes, destroit du Maire, isles de Sebalds de Vards, isles des Essorts. Manuscript SH 223. Service Historique de la Marine, Vincènnes, France.

¯Friedmann, H. 1927. Notes on some Argentina birds. Bull. Mus. Comp. Zool. 68(4).

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¯Sharpe, Richard Bowdler. 1868-71. A monograph of the Alcedinidae, or, family of kingfishers. London :Published by the author.

¯Taczanowski, Ladislas. 1886. Ornitologie du Pérou. Tome Troisième. Typographie Oberthur, á Rennes.

¯Wied, Maximilian, Prinzen zu. 1832. Beiträge zur Naturgeschichte von Brasilien. IV Band. Weimar: Im Verlage des Landes-Industrie-Comptoirs.

lunes, 24 de agosto de 2020

EL ANÓ O GARRAPATERO CHICO (Crotophaga ani): EL AVE DE LOS CRUCIGRAMAS



 

“Anoche a la medianoche

Chillaba el garrapatero

Porque no querían bailar

Las hijas del carpintero”

 

Copla popular colombiana

 



The Lesser ani (Latham, J. 1781)



Todo aficionado a resolver crucigramas recordará sin duda esta definición para una palabra de tres letras: “ave trepadora sudamericana”, la sencilla respuesta es aní,  una palabra cortita, ideal para rellenar esos pequeños espacios periféricos de estos pasatiempos. Seguramente el aní o anó llegó a los crucigramas a través de la cultura europea. Su historia se remonta a mediados del siglo XVII, en un tranquilo pueblito de pescadores de la costa noreste de Irlanda, llamado Killyleagh. Fundado por los antiguos normandos,  se encuentra a orillas de Strangford Lough, una especie de amplio fiordo rodeado de verdes colinas. En sus pedregosas costas, un chico llamado Hans concretaba sus aventuras infantiles coleccionando huevos de aves marinas y plantas, iniciando lo que con el tiempo sería una fabulosa colección de historia natural, base del actual British Museum of Natural History.

 

“Desde mi juventud tuve mucho placer con el estudio de las plantas, y otras partes de la naturaleza, y he visto la mayoría de esa clase de curiosidades, que se encuentran en los campos, o en los jardines o en los gabinetes de curiosidades de esas cosas” (Sloane, 1707).

 

Hans Sloane perdió a su padre siendo muy niño, pero gracias a que aquél trabajaba para James Hamilton, conde de Clanbrassil, tuvo acceso a una temprana educación en la escuela fundada por éste y a la frondosa biblioteca del castillo de Killyleagh. Su permanente interés por las ciencias naturales lo llevó a Londres adonde estudió materia médica (botánica aplicada a la medicina), farmacia y cirugía. Cuatro años después viajó a  París y a Montpellier para seguir estudiando, y finalmente a la Universidad de Orange, donde se recibió de médico en 1683. De vuelta en Londres, Hans, hábil para conectarse con gente influyente, consiguió ser elegido miembro de la Royal Society, con la ayuda de  John Ray y Robert Boyle, a quienes les proveía de especímenes. Por estas influencias y a pesar de su poca experiencia, fue designado en 1687 médico de Christopher Monck, primer gobernador inglés de la isla de Jamaica. A bordo de la fragata “Assistance” y tras un viaje donde fue castigado por “un muy largo y tedioso malestar marino”, Hans arribó a la paradisíaca isla cuya naturaleza lo encandiló. “En cuanto a los colores, es seguro que son muy difíciles de describir: hay tantas variedades de ellos que requieren nuevos nombres para expresarlos.”   Estuvo en Jamaica tan sólo 15 meses, ya que tuvo que regresar tras la prematura muerte de Monck, pero con la ayuda de esclavos africanos, el tiempo le alcanzó para coleccionar unas 800 especies de plantas y hacer interesantes observaciones sobre la naturaleza de la isla, las que plasmó en su libro A Voyage to the Islands Madera, Barbados, Nieves, S. Christophers and Jamaica, provisto de numerosas ilustraciones atribuidas al reverendo jamaiquino Garret Moore, “uno de los mejores dibujantes que pude encontrar allí”. Sus bocetos fueron luego perfeccionados por el pintor holandés Edvard Kikcius para la publicación.


Crotophaga ani  (Cuvier, 1837)

 


Estando en la isla y deseoso de conocer la parte norte de la misma, se proveyó de un buen caballo y un croquis de los caminos que atravesaba el centro montañoso del país. Siguiendo el curso del río Cobre, se internó en la isla y al salir del bosque hacia la sabana central sin duda debe haber observado al ave que nos ocupa.

 

 

EL ANÓ

 


The great black bird. (Sloane, 1707)




Con un sesgo esclavista, describió Sloane (1707) al que llamó Great Black-bird, es decir gran pájaro negro o gran mirlo: “Frecuenta los bosques en los bordes de las sabanas, y es muy común, haciendo un fuerte ruido al ver gente, alarma a todas las aves de la vecindad, por lo que son muy perjudiciales para los cazadores, pero por otro lado cuando los negros huyen de sus trabajos, y son perseguidos en el bosque para ser devueltos al  servicio, estas aves que se alarman contra ellos como contra otros hombres, harán  ruido indicando a los perseguidores por dónde deben tomar para seguir a sus negros, que de otro modo podrían vivir para siempre en el placer y el ocio, en los remotos bosques interiores”. Años después Mark Catesby (1727), protegido de Sloane, agregaba estos datos: “Sir Hans Sloane nos informa, que subsiste de escarabajos y saltamontes. También se alimenta de frutas y granos. Aparece en bandadas, y son bochincheros y muy ruidosos. Son numerosos en Jamaica, Hispaniola, etc.”

 

The Razor-billed Black-bird of Jamaica (Catesby, 1729-1747)



Bastante antes de Sloane otros naturalistas habían registrado a esta misma especie. Así por ejemplo, un siglo antes, Francisco Hernández de Toledo (1651) había tenido conocimiento de un ave que llamaban cacalotototl en la Nueva España (actual México). “Es similar a nuestro estornino, todo el cuerpo es negro tirando al azul, con pico oscuro, la cola larga, y el iris de un amarillo rojizo. Se sabe que su carne es inútil, no es dulce su canto, y vive en las regiones templadas y cálidas”. Dato que confirmaba Sánchez Labrador (1767): “En México llaman urraca a un ave que tiene una giba en el pico, y da un grito algo lúgubre, y es del tamaño de un tordo, de los mayores. Me inclino a que esta ave mejicana es la que en el Paraguay tiene el nombre de anno”.  Seis mil kilómetros al sudeste de Jamaica, en Pernambuco (Recife, Brasil),  y cincuenta años antes que Sloane, Georg Marcgrave (Marcgrave & Piso, 1648) se encontraba con un ave del tamaño del tordo europeo al que los brasileños llamaban ani: “Grita en voz alta, con una nota, más alta en el medio. Son frecuentes en todas las selvas, verdaderamente inútiles como alimento.” Precisamente fue este nombre el que Linneo adoptó para denominar a la especie: Crotophaga ani. Según Batista Caetano de Almeida, anu o ani significa “el que vive en sociedad” y para Antonio de Macedo Soares es “pariente negro” (anã = pariente + un = negro).

 

Para la misma época de Marcgrave, el fraile domínico Jean-Baptiste Du Tertre (1654) decía que “hay también en la [isla] Guadalupe, una muy gran cantidad de pequeñas aves negras, muy parecidas a los mirlos [Turdus merula], los habitantes los llaman bout de petun [puntita de tabaco], porque creen (así como los tontos oyen hablar a las campanas, y ven en las nubes lo que quieren) que esta ave lo dice en su canto, bout de petun. Tiene la voz ruidosa, cuando canta extiende las alas, abre la cola y danza siguiendo la cadencia de su canto. Caza pequeños lagartos y los come; vive también de casabe [mandioca] que viene a robar hasta dentro de las casas”. Sin negar el origen onomatopéyico del extraño nombre, se nos ocurre que quizás el aspecto del estrafalario pico les parecía como si les saliera de la boca una punta de cigarro, lo que nosotros llamaríamos “un pucho”, que estuvieran fumando.

 

Ya bien entrado el siglo XVIII volvemos a Jamaica donde el Dr. Patrick Browne  (1789) relataba sobre el mirlo de las sabanas (The Savanna Blackbird):  “Viven mayormente de garrapatas y otros bichitos; y frecuentemente se los puede ver saltando entre las vacas y bueyes en los campos; más aún, a menudo se los observa volar sobre sus lomos, a menos que se echen para ellos, lo que, si están muy afectados por las garrapatas, generalmente hacen cuando ven a estas aves cerca;  pero si el ganado está poco atento, saltan una o dos veces delante de ellos, mirándolos muy directamente a la cara cada vez que pasan, como si supieran que ser visitas es el requisito para ser autorizadas. Son aves ruidosas y una de las especies más comunes en todas las praderas de Jamaica; su vuelo es bajo y corto”.  Browne plasmó la alimentación favorita del anó en el nombre genérico que le dió y que luego utilizó Linné: Crotophaga, que proviene del griego kroton: garrapata, y phagos: glotón.

 

L'ani des savanes. Dibujo de H. Peuquet (Cuvier, 1829-1832)



“Son quizás las aves más comunes de Jamaica. Confianzudos e insolentes, aunque muy cautelosos, toleran una considerable observación de sus costumbres, pero un acercamiento a poca distancia pone a toda la bandada a volar en un instante, con un grito peculiar, que a los negros les gusta expresar con las palabras, going-awa-a-y  [“nos vamos”], pero que también puede describirse, según la imaginación del oyente, como how-d’ye o anï” (Gosse, 1847).  Además de una variedad de insectos (orugas, polillas, saltamontes y escarabajos) en gran cantidad Gosse también registró el consumo de bayas de la planta snake-white (¿Colubrina arborescens?) y en el mes de julio de las del  fiddle-wood (Cytharexylon sp.). “Los insectos posados son la comida principal; para obtenerlos, brincan en pastizales y a menudo se los ve saltando, o corriendo ansiosamente por su presa; en tales ocasiones la larga cola, continuando con su movimiento mientras el cuerpo se detiene, es proyectada hacia delante de forma extraña, a veces casi volteando al ave cabeza abajo. Probablemente para proteger los ojos de los tallos de hierbas y de las hojas de los pastos en estos saltos de cabeza, las sobresalientes cejas están provistas de una fila de cortos pero rígidos pelos; pero yo ignoraba para que propósito les sirve la alta y delgada hoja de cuchillo del pico hasta que el señor [Richard] Hill me informó, observando que «le permite al ave abrir la tierra suelta, y buscar su alimento de insectos; también le facilita el acceso a los parásitos metidos en el largo pelo de los animales. Estoy seguro -agrega- que si se examinara un montón de bosta después de que los Crotophaga han estado buscando larvas de insectos, se lo verá surcado como si un diminuto arado hubiera pasado por él»”. Además Gosse los vio personalmente comer artrópodos del lomo de las vacas y hasta incluso colgándose de la cola de un caballo, así como capturar insectos en el aire y pequeños lagartos.  Como a sus primos los pirinchos (Guira guira)  “les gusta posarse al sol de la mañana en un árbol bajo con las alas extendidas; quedándose allí completamente quietos durante un tiempo considerable. Al calor del pleno día, en julio y agosto, muchos pueden verse en las llanuras bajas, posados en las cercas y setos de madera con los picos bien abiertos, como faltos de aire; entonces olvidan su locuacidad y desconfianza habitual”.

 

L’Ani des Savanes 
Dibujo de François Nicolas Martinet (Daubenton, 1765-1783)


Buffon (1770-1785) resumía lo aportado los primeros autores agregando seguramente lo informado por su colaborador Charles-Nicolas-Sigisbert Sonnini de Manoncourt quien estuvo en Cayena (Guayana Francesa) hacia 1772. “Tienen una naturaleza tan social que habitan y ponen muchos juntos en el mismo nido; construyen este nido con ramitas secas sin tapizarlo, pero lo hacen extremadamente grande, a menudo de un pie de diámetro; incluso se afirma que proporcionan la capacidad según el número de puestas que quieren admitir; las hembras incuban en sociedad; a menudo hemos visto cinco o seis en el mismo nido: este instinto, cuyo efecto sería muy útil para estas aves en climas fríos, parece al menos superfluo en los países [de América] del sur, donde no se debe temer que el calor del nido no se mantenga; por lo tanto, proviene solo del impulso de su naturaleza social”. Y Louis Pierre Vieillot (1834) anotaba un conocido comportamiento de estos pirinchos negros: “Una actitud común de esta especie, es la de encoger el cuello y apretar la cabeza contra el cuerpo, lo que le da un aire sufrido y friolento; es así que a menudo los vi cuando están posados, sobre todo en Santo Domingo. No son temerosos ni ariscos, jamás huyen demasiado lejos, se los atrapa fácilmente, y se pretende, que capturándolos jóvenes, se les puede enseñar a hablar. Frecuentan en grandes cantidades las sabanas, siempre en lugares descubiertos, algo sombreados, y nunca en los grandes bosques”.


L’Ani des Savannes - Dibujo de Paul Louis Oudart (Vieillot, 1834)



Don Félix de Azara (1802) lo vio “en el Paraguay, donde le llaman Annó por excelencia, y porque su voz fuerte y desagradable suena a algunos annó, y a mi oooí, o aaaí. Constituye su nido plano de palitos y vejuquillos flexibles, poniéndole colchón de hojas como las del naranjo . . . a veces se encuentra en él hasta 20 y 30 huevos … El color es un blanco muy bruñido, que se quita fácilmente raspando con un cuchillo, y aparece un verde azul bellísimo. Los muchachos suelen entretenerse figurando en ellos dibuxos”. A diferencia de lo señalado por otros autores aclara que “no habita las sábanas o campos limpios y francos, sino las selvas o donde hay campos y matorrales.”

 

La nidificación del Anó produjo cierta controversia porque si bien la mayoría de los autores consideraban que hace nidos comunales donde se asocian varias parejas o varias hembras para poner, incubar y criar, otros creían que esa conducta correspondía solo al anó grande. Por ejemplo Schomburgk (1922-1923) comentaba que en la Guayana Británica los colonos los llamaban old witches (brujas viejas) y agrega: “Como les gusta estar cerca del ganado muerto para buscar insectos, gusanos y larvas, esto probablemente ha dado lugar a la suposición errónea de que también se alimentaban de carroña. Aquéllos y los frutos de Psidium pyriferum [el guayabo Psidium guajava], así como las vainas del Cayanus indicus [el tur o frijol de palo Cajanus cajan], son su único alimento, por lo que no son para nada bienvenidos cerca de los campos de este último. La peculiaridad de que varias hembras se unen durante la temporada de puesta y cría, y construyen un nido comunitario, cuyo tamaño depende del número de madres asociadas, ponen sus huevos allí conjuntamente y también eclosionan simultáneamente, no tiene lugar en Crotophaga ani, ya que siempre encontramos sólo de 5 a 7 huevos de color blanco verdoso en cada nido. Esta peculiaridad, como descubrí más tarde, es exclusiva del Crotophaga major”.  La observación sobre el consumo de carroña justifica el nombre caraqueño de zamurito, es decir pequeño jote. Aunque Browne (1789) aclaraba que “Han sido vistos en el cadáver muerto de una oveja, pero es incierto si es atraído por la carne o por las larvas de insectos”.  Con respecto al nido, Burmeister coincidía con Schomburgk: “Me han traído su nido dos veces, y uno de ellos mi hijo mismo lo vio en su sitio.  Lo hace en un arbusto bajo, un poco por encima de la altura de un hombre y está formado por partes largas y suaves de plantas, pero forrado por dentro con un relleno. Los huevos tienen el mismo tamaño que los de la paloma torcaz (Columba oenas), son blancos como la tiza, muy mate y un poco manchados. Si se raspa la capa calcárea, que es gruesa como cartulina de mapa, se ve verde azulado claro . . . Según Azara, a los Anu les gusta socializar en nidos grandes y unidos, e incluso criar o alimentar a los jóvenes en la comunidad, todas las hembras para todos. Nunca he oído hablar de tales cosas en Brasil, y mucho menos he conocido nidos tan comunitarios. El nido que traje contenía 5 huevos, en el otro había otros tantos”.

 

Le Bout-de-petun. Dibujo de François Nicolas Martinet (Brisson, 1760



Ya hemos visto que las cualidades vocales del anó no son precisamente destacadas. Al respecto d’Orbigny (1839) señalaba: “El Crotophaga ani tiene dos tipos de cantos: uno agrio, fuertemente pronunciado, que podemos expresar como ou-i-o, de donde le viene el nombre de judío que le dan en Cuba; el otro, que no es más que un gorjeo desagradable, al que los criollos de Cayena han comparado con el ruido del agua hirviendo en una marmita de barro; de allí la denominación de Bouillier de canaris [hervidor de marmita]  (de canari, el nombre de las marmitas de barro)”.  

 

Y con respecto a las relaciones del anó con otras especies, tenemos la observación de que  “en Río de Janeiro, en el área de Cabo Frio, pero aún más en las llanuras de los Goaytacases en Parahiba, estas aves son extremadamente comunes, puedes verlas en grandes cantidades en las fazendas, entre el ganado que pasta en el suelo, en los árboles vecinos, incluso en el lomo del ganado en compañía del caracara blanco (Falco degener [= Milvago chimachima])… En el suelo se asocian con el virabosta violeta y el negro (Icterus violaceus y unicolor [= Molothrus bonariensis y Curaeus curaeus, respectivamente)” (Neuwied, 1832). “Comparte, como se mencionó anteriormente, con Tinnunculus sparverius [Falco sparverius, el halconcito colorado] y Butorides virescens [la garcita verde], el privilegio de ser el objeto favorito de los ataques de Chicheree (Tyrannus dominicensis, Bp.); y es difícil decir si este pájaro o el último mencionado ofrece la mayor diversión. Si hay una brisa fresca, un vuelo tras un Crotophaga es quizás lo mejor; porque, con su cola larga y alas cortas, se deja llevar sin poder hacer nada. Pierde su entereza e intenta, tal vez, volar contra el viento, cuando «dejarse llevar» sería por mucho la mejor elección; allí baja entonces el tiránico, y, tras uno o dos amagues, lo golpea de tal manera que lo envía como sea a cualquier refugio que encuentre, ya sea un seto espinoso de aspecto desagradable o un lecho más suave de pasto de Guinea. Como consecuencia de estos encuentros, el plumaje del Ani, y especialmente su cola, sufre mucho; de hecho, apenas se puede encontrar un espécimen que tenga su apéndice final en buen estado” (Newton, 1859).

 

La familiaridad del garrapatero con el humano fue señalada por Neuwied así como por Humboldt que observaba: “A menudo los hemos visto posados en el lomo de las vacas para buscar tábanos y otros insectos. Como muchas aves de esos lugares despoblados, temen tan poco la cercanía humana, que los niños los atrapan frecuentemente con la mano. En los valles de Aragua, donde son muy frecuentes, los hemos visto posados en nuestras hamacas mientras no las utilizábamos durante el día” (Humboldt & Bonpland, 1814-1820).

 

 

MITOS Y CREENCIAS SOBRE EL ANÓ

 


The Savannah Blackbird (Wood, J.G. et al, 1885)

Llamativos por su aspecto, sus voces y su comportamiento, los garrapateros, han llamado fuertemente la atención de las diversas culturas americanas.

 

“Hay una noción absurda que prevalece en la sila [Saint Corix, Islas Vírgenes], de que estas aves son diferentes del resto de la creación, y que el nombre "Black Witch" [bruja negra] tiene algo que ver con su supuesta inmortalidad; pero es más probable que originalmente tuviera la intención de expresar la nota de llamada ordinaria del pájaro, que, como dice acertadamente el Sr. Hill (Gosse, B. Jam. p. 289), suena como la palabra que-yuch" (Newton, 1859).

 

Sobre todo es considerada un ave anunciadora o agorera. Ante la llegada de intrusos lanza fuertes gritos por lo que en Cuba se lo tiene por guardián de los campos. Pero en otras regiones, como en Santander (Colombia) y en la Amazonia peruana, su canto es más temible: escuchado por tres veces seguidas al atardecer y sobre todo de noche obliga al oyente a hacer un acto de contrición y a orar, porque el ave anuncia la muerte de algún familiar o conocido.

 

“Cuando la cosecha es buena y el clima es cálido, a menudo hace sus súplicas frenéticas, monótonas fiú-fiú-fiú, que terminan por aburrir. Quizás por ese tono un tanto lúgubre y la negrura del plumaje, a la gente supersticiosa, que en cada rincón oscuro ve duendes y misterios, no le gustan los anós” (Santos,  1938)

 

Para los nivaklés del Chaco cuando el pirincho negro canta tristemente poco antes de la noche o durante ella, pronostica enfermedad y muerte. En Santa Teresinha, en el nordeste de Brasil, si el anu-preto canta cerca de la casa de un enfermo anuncia su próximo fallecimiento (Galvagne Loss et al., 2013).  “Tengan cuidado con el amigo Anum. Es negro, cínico, imperturbable, pero muy buen amigo de la Muerte, que le confía los secretos de sus elecciones. Revoloteando continuamente cerca de los enrejados y porches donde tomamos la siesta, está pronosticando infelicidad. Anuncia invierno y sequía. Si está posado solo en un árbol que tiene sombra y vegetación, tendremos lluvia. Para que esto suceda es necesario que el anum permanezca tres o siete días “encarcelado”. Quien le saca huevos al anum trae el duelo a su familia. En el sur de Brasil, el anum tiene otras especialidades. Comer hígado de anum, pensando en una chica, la apasionará. Pasar el pico del anum por el rastro de la mujer deseada da el mismo resultado. El anum prescrito para esta macumba es el anum blanco, guira -guira [nuestro pirincho], apodado en el sur quiriru” (Cascudo, 2012). Sobre su papel de anunciador de las lluvias, Zeca, de la comunidad de Bom Sucesso (Paraíba, Brasil) informaba: “El anó negro es el profeta del agricultor” (Araujo et al., 2005)

 

             

Pássaro carão cantou

Anum chorou também

A chuva vem cair

No meu sertão

. . . . . .

 Pássaro carão, canción de Luiz Gonzaga y Zé Marcolino, 1959

 

 

También en el folklore paraguayo de origen guaraní y mbyá, el anó es un anunciador de desgracias, un mbora’ú (mal agüero),  cuando llora de noche, y, al acercarse el Día de Difuntos (2 de noviembre), es su obligación llorar sin parar. Añeko'õi, he'i ano: estoy fastidiado, molesto, dice el Ano en su llanto (Cadogan, 1998).


Ani (Baird, 1860)
 


Se cree que el anó deposita sus huevos en el nido del pirincho pìririta (Guira guira) y por eso aparece asociado a este otro cucúlido en los compuestos o cantos populares paraguayos, como en la

 

 

                                         BALADA DE LOS PÁJAROS

 

Escuchadme los señores

y también las señoritas,

permitidme que os cuente

del Anó y la Piririta.

 

Dicen que se casaron

y que hicieron un banquete;

hermoso fue el baile

y mucha gente acudió.

 

Comenzaron a bailar

las señoras y señoritas,

Aka'e era el guitarrero,

Picamaderos, violinista.

 

Estando en pleno baile

se acercan Alonso y Chochi,

y enseguida pidieron:

"Toquen un chopi"

 

Aka'e le dijo:

"Estoy debiendo una cuadrilla:

cumplida mi promesa

enseguida tocaré lo que pide”.

 

Le dijo Alonsito:

"Harás lo que a mí me guste:

tocarás un chopi,

valga lo que valiere".

 

Se levanta ya Aka'e,

la guitarra en la mano:

"Te he dicho ya, amigo,

que no vamos a tocar chopi".

 

Alonsito le dijo:

"Te mostraré si soy hombre".

Le pegó un balazo a Aka'e

y ya terminó el baile.

 

Ya viene la autoridad

para descubrir el ruido;

Alonsito desafiante

con revólver y cuchillo.

 

El sargento Garza Blanca

con su oficial Tuyuyú

habían ya llegado

y seguía el bochinche.

 

Ya ordena el sargento:

"Sujétate, Alonsito;

con tu compañero Chochi

entregadme vuestras armas.

 

Alonsito le repuso: .

"Mis armas no las entrego

y además, a ese sinvergüenza

de violinista lo voy a matar".

 

Comenzó de nuevo la camorra;

hubo muchos lesionados;

al sargento lo apuñalaron;

al oficial le rompieron la cabeza,

 

acudieron más autoridades:

el Señor Jefe, el Señor Juez;

el Señor Jefe Carancho,

el Señor Juez Becasina.

 

Ya ordena el Señor Juez:

"¿Quién es el dueño de casa?:

Métanlo en el calabozo

y asegúrenlo bien en el cepo.

 

¡Qué ocurrencia la vuestra

realizar baile sin permiso!

¡El dueño de casa tiene la culpa!"

¡Resultó inocente Alonsito!

 

Tomado de López Austin (1965)

Alonso: el hornero: Acaé: la urraca azul. Chochi: el crespín. Chopi: el tordo y nombre de una antigua danza paraguaya.

 

Entre los qom o tobas de Formosa (Argentina), el pirincho negro “se muestra en montes bajos, espacios abiertos y en las inmediaciones de las viviendas. Es poco arisco, se aproxima al ámbito donde vive la gente. Emite un grito que les resulta desagradable a los tobas, que sumado a su coloración negra, contribuirían para que se le atribuya una connotación altamente negativa. El papel que le asignan los tobas es el de colaborar en el trabajo de las hechiceras” (Arenas y Porini, 2009).  Por eso recibe los apodos de viuda, ko'nagana'Gae la'lo (mascota de la hechicera) y qade'do (agorera). El ave está presente cuando la hechicera prepara su conjuro. El diablo entra en el cuerpo del anó que vuela de noche hasta las casas, gritando y anunciando una enfermedad incurable producida por el maleficio. Debido a ese carácter diabólico no la comen, pero si pueden matarla (Arenas y Porini, 2009). 

 

En Yarinacocha (Perú) los yaguas cuentan el mito del brujo Watachare, personificado en un gran sapo, que es agredido por invasores guerreros que violan a su mujer. En venganza el brujo se transforma en murciélago y cuando duermen les saca un ojo a cada uno. Luego Watachare, transformado en vaca-muchacho (anó), anuncia a los pobladores la llegada de los guerreros a sus casas. Ante la alarma desatada por el ave, los atacantes se transforman en pecaríes y otros animales, y se retiran a sus tierras (Powlison, 1993).  Como vemos en este mito la función del ave sigue siendo la de anunciadora de peligro.

 

Crotophaga ani  (Brehm, 1911)


Pero también interviene en los fenómenos celestiales. Los bakairíes del Matto Grosso (Parantinga, Brasil) explican los eclipses por la acción de un hechicero transformado en el ave anú que tapaba el sol con sus alas durante un tiempo (Steinen, 1894). Algo similar registró d’Orbigny (1839) entre los mataguayos del Chaco Central: “Los eclipses se deben, según ellos, a un gran pájaro que, con las alas abiertas, mata momentáneamente al astro eclipsado.” Los guajes del Amazonas colombiano los llaman “cocineros” y son los míticos tripulantes del sol, cuya caza es tabú. Los Imarimákana, los cuatro hermanos fundadores del universo, para protegerse del sol tomaron el aspecto de garrapateros y por eso andan en bandadas de no menos de cuatro cazando grillos junto al agua. Cuando ellos cantan, el danta (tapir) le contesta, y cuando éste se va a dormir silba llamando a los garrapateros (Arango, 1986). Parecería ser protector de la “gran bestia” ya que los cazadores la consideran de mal agüero, quizás porque le avisa de su presencia.

 

Por otra parte, en un relato de los machiguengas de la Amazonía peruana, el garrapatero o Morítoni, vive con sus muchos hermanos y su madre, Inaenka. Un pescador atrapa un gran pez y a pesar de los consejos de su tribu llama para que lo ayude a Inaenka que pasa en una canoa con sus hijos, y ella se ofrece a cocinar el pescado. Pero al llegar a la casa quema con agua hirviendo al pescador, porque ella mata y come hombres. Luego intenta matar al brujo de la tribu y a Potsótiki, pero éste logra engañarla y llevarla al fin de la tierra donde la abandona subiendo luego al cielo. Por eso los machiguenga no matan ni comen garrapateros por temor a llenarse de ampollas de agua hirviendo y morir. Este relato es interesante porque en esa región es endémica la  leishmaniasis cutáneo-andina o uta que produce úlceras y costras en la piel. (Barriales, 1979).

 

No siempre los garrapateros son aves de mal agüero. En São Miguel das Missões (Río Grande do Sul, Brasil) el anu preto es como un ángel, un psicopompo, que recoge al alma de los moribundos, les da un último paseo por la tierra y los acompaña a la presencia de Dios. Y lo hace con un canto alegre que conforta a los moribundos en sus últimos momentos y les anuncia la entrada al paraíso. Por eso lo llaman “portero de la sombra”. Por otro lado, con el pico del anu preto se prepara un notable filtro para el amor. La historia se cuenta en Lagoa da Prata  (Minas Gerais) y dice que hay que tomar el pico de un anó (en Paraguay se utilizaba el corazón o la carne carbonizados con igual fin), reducirlo a polvo y arrojarlo sobre la espalda de la mujer deseada, la cual se apasionará inmediatamente por el pretendiente. Era tal la fuerza de la creencia que muchas jóvenes se echaban polvo de carbón en su vestido para mostrar que algún muchacho las deseaba.

Ani de Mexique (en segundo plano) (Seba, 1734)
 


Andrés Contreras (1998) vincula al anó con el mito guaraní oriental del Sacy o  Matinta Pereira, originado en la zona amazónica, e impregnado con elementos aportados por los afrobrasileños y los portugueses. Sacy es un chico todo negro, con un gorro rojo, una sola pierna y una brasa encendida que atraviesa los agujeros de sus manos. El anó es el dueño del Sacy y quien mate al ave se apropiará del Sacy y de sus poderes, que no parecen ser tan temibles ya que se trata de una especie de duende travieso,  amigo de hacer molestas bromas.

 

“Matinta Pereira:

El Anó ya se murió,

¡Quién te gobierna soy yo!”

 

 

Pero, ¿cómo hacer un poema claro con cuatro garrapateros oscuros?
Los pinos quedan bien en los versos; el temblor de unas ramas insinuado en unos acentos; el cielo de leche, diciendo las palabras el cielo de leche, la montaña materna, la hora del día incipiente, y esta nube que faltaba. Pero ¿cómo hacer entrar en un poema cuatro garrapateros, negros del pico a la cola, con ese vuelo corto y sin gracia, que se alimentan de lo que se alimentan y ni siquiera cantan y se limitan a emitir un graznar desabrido de brujas o verjas viejas de vez en cuando?  ¿Cómo poner en unos versos respetables sin deslustrar la poesía, cuatro garrapateros?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Al fin acepté. Los cuatro garrapateros son mi porción. Esos pájaros negros que no cantan y vuelan sin gracia. Y por eso, jamás conseguí escribir ese poema memorable, redondo. Porque es imposible hacer poemas que valgan nada, un maravedí, un escrúpulo, cuando se está rodeado de garrapateros. No de aves del paraíso. O de querubines imprevistos en la copa de un pino.

Me queda una duda. Y si el pino estuvo orgulloso de sus oscuros huéspedes, y los guarda en la memoria de las ramas que aún tiemblan en mi recuerdo. Y a mí me falta la humildad necesaria para descubrir el milagro de la belleza del mundo, lo maravilloso cotidiano, en unos pájaros de apariencia deleznable, que comen garrapatas, y graznan sin gracia, y van por las copas de los pinos vestidos de párrocos antiguos de vuelo corto.

 

Eduardo Escobar - Cuatro garrapateros en un pino

 


Sir Hans Sloane. 

Retrato al óleo sobre tela atribuído a John Vanderbank. British Museum. https://www.britishmuseum.org/collection/object/PA_Painting-24


 

LA VIDA DE HANS DESPUES DEL ANÓ

 

Tras su encuentro con el garrapatero, la vida de Hans fue próspera. Se casó con la viuda Elizabeth Langley Rose, heredera de su primer marido, cuta fortuna había construido en Jamaica en base a extensas plantaciones de caña de azúcar y al sufrimiento y la muerte de centenares de esclavos africanos. Esta riqueza le permitió a Hans engrosar sus colecciones mediante la adquisición de especímenes de otros coleccionistas. De las plantas americanas, le interesaban especialmente el cacao y la quina. Como el primero le resultaba “nauseabundo” según se tomaba entonces, se le ocurrió prepararlo con leche y la bebida resultante le dio su momento de fama y se lo considera inventor de la misma, aunque quizás fue más que nada su promotor.

 

Gracias a sus vínculos con el famoso médico Thomas Sydenham y con la viuda de Monck, empezó a ejercer la medicina y se abrió camino hasta convertirse en médico real. Llegó a ser presidente del Royal College of Physicians y de la Royal Society. Sin embargo, sus logros en la medicina fueron modestos y se lo acusó de ser principalmente un comerciante de medicamentos, especialmente de quina, de la que trajo una abundante provisión de Jamaica. Por otro lado son de destacar sus actos de caridad como la donación de su salario al Christ’s Hospital y la atención gratuita de muchos enfermos pobres. Sloane colaboró para el desarrollo como naturalistas de Mark Catesby, Elizabeth Blackwell y George Edwards. Pero sobre todo fue muy importante su actividad como colector. Se dice que reunió más de 70.000 objetos. Estas “curiosidades” incluían 12.500 plantas, 9.000 invertebrados, 1.500 peces y 1.200 pájaros, además de objetos etnográficos, monedas, dibujos, y casi 50.000 manuscritos y libros. En su testamento entregó su valiosa colección por bastante menos de su valor al estado, y buena parte de ella constituyó el inicio del British Museum y de la British Library. Así con este póstumo servicio a la ciencia concluyó Hans su prolongada vida a los 92 años. Sin embargo, no pudo descansar en paz. Setenta años después de su muerte, el zoólogo William Leach, que despreciaba la taxidermia usada por Sloane, quemó unos cuantos de sus ejemplares en los jardines del Museo, ante el disgusto del rico vecindario por el olor nauseabundo de tales “cremaciones”.

 

ALEX MOUCHARD

 

 

 

“El paisaje del sertón vive de las voces de la seriema, el llanto de los anuns, la alegría del papa-sebos, el pico de los gavilanes, la clarinada de los tetéus y de las casaca-de-couro” (Zenaide, 1953)

 

Seriema: chuña; papa-sebos: calandria; tetéus: teros; casaca-de-couro: cacholote de caatinga.

 

 

L’ani des Brasiliens.  Dibujo de François Nicolas Martinet (Salerne, 1767)

 


VARIEDAD DE NOMBRES DEL ANÓ

 

México: Pijuy o pájaro garrapatero

Maya: Cau (pájaro negro). Al Ani de pico surcado (Crotophaga sulcirostris), le dicen chikbu'ul, porque bu'ul significa “poroto” y esta ave suele esconderse entre las plantas de porotos

Honduras: Tijuíl
Costa Rica: Tijo, tinco, zopilotillo

Bahamas: Rain Crow, blackbird.

Cuba y Puerto Rico: Garrapatero, judío
República Dominicana: Garrapatero, judío, pájaro comunero

Creole Francés (Haiti): Boustabak
Créole Francés (Antillas): Mel-kobo

Creole Francés (Guadalupe): Bilbitin, juif, merle
Trinidad: Blackbird, tickbird

Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Perú: Garrapatero

Colombia: Garrapatero, tristir (Santander), cocinera, chamón, anó, jirigüelo, cachimbo, guani, cuclillo, siyali (Guahíbo).

Yucuna-matapi (rio Miriti, Amazonas, Colombia): Lu'ui, luij, cocinerito

Venezuela (Caracas): Zamurito, garrapatero

Warrau (Venezuela, Guyana): Ouih

Caribe (Venezuela, Guayanas): Wine
Aukan (Surinam): Kaoufoo

Saramaccan (Surinam): Kööní
Sranan (Surinam): Kawfutuboi
Wayana (Surinam): Haklau, sowo

Guyana: Old witch (vieja bruja)

Arawak (Guyana): Cunuba, hoye

Macushi (Guyana; Roraima, Brasil): Oivowi

Wapishana (Guyana): Houwi

Cayenne, Haití y ex colonias francesas: Bout de petun, bout de tabac, oiseau diable

Cayenne (Guayana Francesa): Bouillier des canaris

Creole Francés (Guayana Francesa): Ganwit, ti-zozo-djab

Creole Francés Karipúna (Amapá, Brasil; Guayana): Iuí, zozo-djab

Wayampi (Amapá y Pará, Brasil): Anu

Palikúr (Amapá, Brasil): Yu

Brasil: Anu, anum, anur, anu-hay, anuaí, anu-í, anu-pequeño, anu preto, pelincho preto

Botocudo o krenak (Minas Gerais, Brasil): Puiñacha

Karajá (Mato Grosso, Pará y Tocantins, Brasil): Atô-atoi-o

Bakairí (Mato Grosso, Brasil): Amí

Perú (Amazonia): Vaca muchacho

Matsiguenga (Amazonia, Perú): Morítoni

Santa Cruz de la Sierra (Bolivia): Mauri

Chiquitano (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Olichoorich

Guarañoca (Chiquitos,  Santa Cruz, Bolivia): Caaviata

Otuke (Chiquitos,  Santa Cruz, Bolivia): Oo

Morotoca o ayoreo (Chiquitos,  Santa Cruz, Bolivia): Ocota

Saraveca (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Urujuju

Quitemoca (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Cañeco

Cuciquia (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Techorikich

Paunaka (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Huarayu

Paiconeca (Chiquitos, Santa Cruz, Bolivia): Aalane

Baure (Moxos, El Beni, Bolivia): Isino

Itonama (Moxos, El Beni, Bolivia): Nalahuit

Cayubaba (Moxos, El Beni, Bolivia): Utuï

Itene (Moxos, El Beni, Bolivia): Ovi

Pacahuara (Moxos, El Beni, Bolivia): Oilsoro

Movima (Moxos, El Beni, Bolivia): Polopolo

Kanichana (Moxos, El Beni, Bolivia): Nichuli

Paraguay: Anó chico, piririta negra, piririgua negra

Argentina (Chaco, Corrientes): Anó chico

Argentina (Entre Ríos): Urraca negra

Argentina (Jujuy): Chasca negra

Guaraní: Ano, ano-í, guäri

Nivaklé (Chaco Boreal, Argentina y Paraguay): Tanaxal

Qom (Formosa): Po'tanaGae, ko'nagana'Gae la'lo, putanre

Wichi: Ch’inho

Uruguay y Argentina (Santa Fé): Pirincho negro, pilincho negro

Chile: Matacaballos

 

TOPONIMIAS

Zanjón y Garrapatero: pueblo en  Oaxaca, México

Garrapatero: localidad en Pasto,  Nariño,  Colombia

Laguna Garrapatero: lago en La Guajira, Colombia

Cerro Garrapatero: cerro en Cauca, Colombia

Playa El Garrapatero: a 7 km del pueblito El Cascajo, Santa Cruz, isla Santa Cruz, Galápagos

Tijuil: localidad en Quiché, Guatemala

 

 

 

 

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EL VENCEJO DE COLLAR (Streptoprocne zonaris), EL PREDICADOR Y LAS FANTÁSTICAS GOWRIES

    Este huésped del verano, el pequeño vencejo que vive en los templos, testimonia aquí, junto a su amada mansión, que el aliento del cie...