"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


lunes, 17 de junio de 2024

LA MARCHA DE LAS ALPACAS (Vicugna pacos)

 Investigación, traducciones y redacción: Alex Mouchard




Al mirar por la ventana verás pasar a una,

deteniéndose para comer el verde y exquisito césped,

Su vellón, con prestancia, se siente suave y fino,

no puedes menos que admirarlas todo el tiempo,

no estoy solo, hay una alpaca en casa.

Alpaca adiction - Darren Balboni

 

 

Lama alpaca. Dibujo de Edward Griffith. 
(Cuvier, 1827-1835)



Muchas personas ignorábamos que las alpacas, esos simpáticos parientes del camellos, tan típicos de las alturas de los Andes Sudamericanos se crían en Australia donde constituyen una importante riqueza pecuaria. Australia tiene un stock de alpacas de alrededor de 400.000 ejemplares, el segundo después de Perú con más de 4 millones. Las actuales alpacas australianas derivan de animales traídos a partir de 1980 desde Chile. Pero unos 120 años antes hubo un pintoresco intento de introducirlas en Australia y ese es el núcleo de nuestra historia.

 

¿CÓMO LLEGARON LAS ALPACAS AL REMOTO CONTINENTE OCEÁNICO?

La historia empieza con un aventurero  nacido en Londres, Charles Ledger, quien hacia 1836 se instaló en Lima, Perú, donde trabajaba en la oficina de un comerciante británico. Se hizo experto en el negocio de las lanas, especialmente de alpaca, y en 1842 inició su propia empresa exportando cobre, corteza de quina, lana de alpaca y pieles de vicuña.


Retrato de Richard Ledger  
(Ledger, 1895)



Ya en 1803 el gobernador de Nueva Gales del Sur, Phillip Gidley King, había propuesto introducir llanas y alpacas en Australia, pero los diversos intentos fracasaron. Mucho después, agentes consulares británicos en Perú consultaron a Ledger sobre la posibilidad de concretar ese proyecto. Ledger les informó que se trataba de contrabandear alpacas de Perú a Australia, ya que había una prohibición legal para exportarlas, ante lo cual los ingleses desistieron.

Pero, advirtiendo que la ley prohibía llevar los animales a menos de 40 leguas de la costa para evitar su embarque, y nada decía de su arreo por vía terrestre a otros países, Ledger diseñó su plan: llevar a las alpacas caminando desde Perú a Chile,  atravesando Bolivia y Argentina. Viaje al que dimos en llamar “LA MARCHA DE LAS ALPACAS”. Se radicó en Tacna, al sur de Perú, donde se casó y tuvo varios hijos. Hacia 1847 criaba ovejas y vacunos y al año siguiente también comenzó a criar alpacas alquilando una estancia en Chuluncayani, cerca de la frontera con Bolivia. Aunque con gran oposición de los indígenas, tres años después había logrado formar un rebaño de 600 animales, mientras contrabandeaba corteza de quina y aprendía sobre las alpacas (Ledger, 1861; Gramiccia, 1988).


Alpaca en las ruinas de Tiwanaku.
Dibujo de M. de Sainson (d'Orbigny & Benoît Eyriès, 1842).  



En 1852 Ledger se contactó con un comerciante de Tacna para avanzar con su idea. Dejando indicaciones a sus peones para iniciar el viaje a fin de ese año cuando hubiera buen pasto, se embarcó en Valparaíso a Sidney (Australia) para evaluar la factibilidad del proyecto.  A 20 millas de esa ciudad, en las Blue Mountains, encontró un lugar adecuado para criar alpacas.

Con el apoyo de los  de los empresarios Thomas Sutcliffe Mort y  Thomas Holt, cerró un tratado con el gobernador de Nueva Gales del Sur, Charles FitzRoy,  por el que recibiría unas 4000 ha de tierra a cambio de introducir 100 alpacas en el país, en un período de cinco años. Además, algunos productores privados le prometieron pagarle hasta 80 libras esterlinas por animal (Poucel, 1858)

De vuelta en Chile, el 17 de septiembre de 1853  Ledger partió desde Copiapó con la compañía de su capataz Pedro Cabrera, un viajero canadiense, Samuel W. de Blois, un guía y un peón con 12 mulas y dos caballos para buscar a las 400 alpacas que tenía disponibles en Perú. Además consiguió comprar otras 350 en Andamarca (Perú) y en Vilcapugio y en Crangas (Bolivia).

En el duro viaje cruzando la Cordillera por pasos a 3600 msnm sufrieron terribles vientos y  tormentas de nieve, perdieron un caballo y dos mulas, y contemplaron la tétrica visión de otro grupo de animales y personas muertos en el intento. Tras diez días de viaje llegaron a Sanguil (¿Saujil, Catamarca?) y entraron en Salta, treinta días después de la partida. Desde allí envió a Cabrera a buscar los animales que ya habían llegado a la frontera de Bolivia con Argentina (Ledger, 1861).

 

La natural rebeldía de las alpacas.
Dibujo de Santiago Savage (Jones, 1953)




 

ALPACAS EN VIAJE

Además de las cartas que Ledger envió a su hermano (Ledger, 1861), el relato nos llegó a través del viajero inglés Thomas Woodbine Hinchliff, quien cuando se encontraba navegando de viaje hacia Buenos Aires, conoció entre los pasajeros del buque a un anciano, comerciante en lanas, que conocía bien a Ledger y los detalles de su viaje  (Hinchliff, 1863).

La marcha de las alpacas se inició cerca del lago Titicaca con un gran rebaño de unos 1000 animales. Gracias a su conocimiento del quichua y del país, Ledger y Cabrera, habían estudiado cuidadosamente un itinerario que mantendría a los animales lejos de los caminos transitados donde las autoridades podían confiscarlos, a la vez que proporcionaba lugares adecuados para que descansaran y se alimentaran del ichu o rama pasto (Cinnagrostum vicunarum), el pasto de los altiplanos. Dividieron el rebaño en tres arreos siguiendo caminos diferentes. De esta forma atravesaron el territorio boliviano, con algunos encontronazos con el ejército,  y una pérdida de 500 animales en una tormenta de nieve que duró nueve días (Shimada, 1985).


Alpaca y llamas.
Dibujo de Friedrich Wilhelm Karl Kuhnert (Menegaux, 1903)



Al llegar a la frontera con Argentina, sabiendo que seguramente los detendrían, hicieron amistad con el guarda de aduanas, lo emborracharon y una vez que cayó dormido, pudieron pasar con el rebaño. Entraron a Jujuy (en 1854 estaban en Angosto de las Burras a 3700 msnm) y luego, en agosto de 1855 se juntaron dos de las tropas en San Antonio de los Cobres (Salta). El tercer grupo retenido en San Pablo (Bolivia) recién pudo reunírseles en febrero de 1856. Desde Salta ingresaron a los Valles Calchaquíes donde fueron muy bien atendidos por los pobladores aunque sufrieron la pérdida de más de doscientos animales por tomar agua infestada con saguaipé (Fasciola hepatica), o según otras fuentes, por haber comido unca, planta tóxica que no hemos podido identificar.  Otros animales fueron muriendo en el camino por falta de agua y alimento adecuado (Poucel, 1858).


El rebaño posiblemente en Laguna Blanca (Catamarca). Santiago Savage, hijo de Manuel Inca Mamani, empleado y amigo de  Charles Ledger, realizó varios dibujos como éste durante la marcha de las alpacas. (Jones, 1953). 



Para evitar las enfermedades e ir habituando a las alpacas a los diferentes tipos de vegetación que iban encontrando, en octubre de 1856 subieron a Laguna Blanca (Catamarca), donde Ledger inició cruzas (waris, o más propiamente mistis) de machos de alpaca con llamas hembras  para mejorar el rendimiento y recuperar la cantidad de animales.  Construyeron una casa de piedra y corrales para acostumbrar a los animales a comer alfalfa seca y salvado. Allí adquirieron también una docena de vicuñas (Poucel, 1858).

Entre tanto, ante la defección de sus socios, Ledger tuvo que realizar un nuevo viaje a Chile logrando finalmente el apoyo de la firma Waddington, Templeman & Co para financiar el negocio.



The Alpaca - Lama pacos.
Dibujo de Joseph Wolf (Wolf & Sclater, 1861-1867)



El cruce de la Cordillera hacia Chile fue épico. Se sucedieron las desgracias: se perdieron 93 animales más, algunas mulas murieron congeladas, dos de sus pastores fallecieron al caer a precipicios y el mismo Ledger fue tomado por espía siendo arrestado en dos oportunidades. La travesía del desierto de Atacama llevó 22 días sin agua, al calor del verano, sin que las alpacas sufrieran mayores daños (Ledger 1860; Shimada, 1985).

Finalmente, en julio de 1858, tras cinco años de viaje, las alpacas llegaron a Punta Negra (Chile), a 10 km de Copiapó, desde donde los pobladores hicieron procesiones durante varios días para ir a conocer los heroicos animales. En el puerto chileno de Caldera fueron embarcados en el buque Salvador 322 camélidos junto con sus doce pastores andinos y un cargamento de forraje (Ledger, 1860).


El rebaño durante una estadía de descanso. Dibujo de Santiago Savage. 

Mitchell Library, State Library of NSW (MLMSS 630/1)





Cuatro meses después, en noviembre de 1858, desembarcaron en Sidney 276 camélidos incluyendo alpacas, llamas,  cruzas de ambas con sus crías y unas pocas vicuñas. Los “singularmente preciosos animales un poco como una doble cruza entre camello, avestruz, oveja y burro”,  despertaron la atención del público australiano. Pero, a poco de llegar, comenzaron a morir animales, que habían sufrido además del largo viaje terrestre los mareos propios de la larga navegación (Jones, 1953).

En total el proyecto había insumido nueve años.

 

ALPACAS EN AUSTRALIA

Los peligros, las variadas y molestas vicisitudes que el Sr. Ledger y su valioso rebaño han soportado llegan a lo inverosímil. Con ellos ha vagado a través de Perú, Bolivia y la República Argentina, por más de treinta y tres mil kilómetros, a lomo de mulas, y ocasionalmente a pie «a  través del frio del invierno y el tórrido calor del verano» (Shakespeare), por montañas y valles, a través de pantanos, a través de desiertos y durante una peregrinación de casi cinco años, este perseverante individuo ha mantenido con firmeza su único objetivo: escoltar con seguridad este pequeño rebaño hasta nuestra colonia." Exagerando en el kilometraje y  con acentuado racismo, un diario australiano no dejaba de señalar que Ledger, “hombre investido de una pequeña y limitada autoridad, frente a las celosas y degeneradas razas españolas de América del Sur había tenido una fuerte oposición a su proyecto. (Bell's Life in Sydney and Sporting Reviewer, 4/dic/1858)

Los camélidos fueron alojados temporariamente en The Domain, un parque en el centro de la ciudad, donde atrajeron la curiosidad de los habitantes. Más tarde fueron trasladados a la hacienda Sophienburgh, de Holt, en Liverpool. La primera esquila, realizada por los peones peruanos,  tuvo lugar en Liverpool, a finales de 1859, con un interesante rinde, y fue un acontecimiento social de gala al que asistieron personajes de moda, ricos y famosos. El producto fue adquirido por el empresario Titus Salt (ver nuestra próxima entrada del blog) (Jones, 1953).  Dado que el gobierno no aceptó su introducción en las montañas,   Ledger trasladó los camélidos a Arthursleigh, en Maneroo, en un arreo de dos meses, continuando con  su interminable viaje, siempre bajo el cuidado de Pedro Cabrera.


Las alpacas y llamas de Ledger en Sophienburg, en la propiedad del Sr. Atkinson, en Nueva Gales del Sur, hacia 1859.  

National Library of Australia (nla.obj-136096736)


Al comienzo, mediante  cruzamientos de machos de alpaca con hembras de llama, el rebaño empezó a crecer: en 1861 ya contaba con 417 ejemplares. Ledger logró venderlo al gobierno de Nueva Gales del Sur  por £15,000, mucho menos de lo que había calculado, y ese dinero se le fue en pagar a los comerciantes chilenos que habían financiado la aventura. Pero logró un contrato por un pequeño salario como “Superintendente de Alpacas”, aunque perdió el puesto al ser acusado de no rendir un dinero que la Sociedad de Aclimatación de Victoria le había adelantado para traer otro rebaño a ese estado.  Ledger escribió  “¡Basado en la fe en las promesas hechas en este país y en Perú, asumí todos los riesgos, tuve éxito y estoy arruinado!"

A pesar de los intentos de aclimatación, la crianza lamentablemente falló debido a problemas de manejo, a factores climáticos y a la burocracia. Muchos animales murieron durante la sequía de 1862-3, y otros debido a una enfermedad de la piel. En 1864 el rebaño fue dividido en 51 lotes y puesto a remate. Solo tres lotes fueron comprados por el granjero Thomas Lee en Bathurst. Una nueva subasta se hizo en 1866 con mal resultado. Finalmente, el resto de los animales fue obsequiado a granjeros de Nueva Gales del Sur y Queensland, otros a zoológicos,  o entregados como mascotas al manicomio de Gladesville y al diputado Sir Henry Parkes (Jones, 1953).   


Llamas en Australia (Cowie, Helen. 2022) 

https://www.historytoday.com/author/helen-cowie




Las alpacas se extinguieron pronto y algunas llamas vivieron hasta 1880. El gobierno perdió interés en las alpacas inclinándose por la importación de carneros Merino (Shimada, 1985).  A Ledger no le dieron más dinero ni tampoco tierras y en 1864 abandonó el proyecto regresando a Perú, pero no se dio por vencido. Para seguir con su vocación de contrabandista de productos biológicos, Ledger, tuvo éxito en sacar del Perú semillas de quina (Cinchona sp.) que permitieron realizar cultivos fuera de Perú para obtener quinina, remedio clásico para el tratamiento de la malaria. Esta acción le valió una pensión del gobierno holandés.

Estuvo también en Estados Unidos durante la guerra civil, vivió un tiempo en Argentina y en Palermo (Montevideo, Uruguay), y en 1878 había reunido nuevamente un hato de 250-300 alpacas destinadas a Australia, que  finalmente tuvo que ofrecer a la Société d’Acclimatation de Paris. A pesar del interés que mostró el secretario de la Institución, Albert Geoffroy Saint-Hilaire, la operación parece no haberse concretado (Raveret-Wattel, 1878).

En 1883  regresó a Sydney y se estableció como granjero. Falleció en 1905, a causa de una antigua lesión que le provocó una mula,  dejando un patrimonio de apenas 2 libras esterlinas.  Su tumba fue hallada en el cementerio de Sidney por el malariólogo italiano  Gabriele Gramiccia, quien le hizo colocar una lápida con el epitafio: “Le dio quinina al mundo” (Andrews, 1974; Gramiccia, 1988).

El destino peregrino de la llamas y alpacas se repitió en otros épicos arreos y cada uno de ellos daría para una nueva historia, como por ejemplo el envío de estos animales a Francia, a la emperatriz Joséphine de Beauharnais, atravesando en este caso Chile y Argentina, desde Valparaíso a Buenos Aires Bonavia, 1996).  O el arreo de un rebaño de llamas a través de más de 6000 km desde Chile a Nueva York (Ledger, 1861)

 

En nuestra próxima entrada “UNA HISTORIA DE LA ALPACA (Vicugna pacos)”

 

 

 

LA GRAN LLAMA DE YORKSHIRE

 

“La alpaca es la lana, similar a un pelo largo, de un animal mitad camello mitad oveja, que se encuentra en grandes cantidades en Perú. Es de la familia de la llama y prospera sólo en las mesetas elevadas del interior de América del Sur, donde deambula en plena libertad, siendo gregaria, pero nunca se la mantiene en rebaños. Se las ha probado en las tierras bajas, más cercanas a la costa marítima de su mismo país, pero, ya sea por el calor excesivo o por la extrema humedad de esas ubicaciones, fue siempre sin éxito. La existencia de esta lana, así como de los tejidos fabricados con ella, se conoce desde hace mucho tiempo. Se dice que [Francisco] Pizarro trajo muestras de la lana en bruto y artículos tejidos con ella a España a su regreso de sus conquistas americanas. En más de una ocasión se ha intentado naturalizar la llama en este país [Inglaterra], pero hasta ahora sin éxito. El difunto conde de Derby poseía algunas, y actualmente están en manos del señor [Titus] Salt y prometen multiplicarse.”

 

Charles Dickens (1853)

 

 


Andrews, B. G.  1974. Ledger, Charles (1818–1905)', Australian Dictionary of Biography. Volume 5, Melbourne University Press.

Balboni, Darren. 2007. Alpaca adiction. Otway Orchard. http://www.otwayorchard.net/1poems.htm

Bell's Life in Sydney and Sporting Reviewer.  sáb 4 dic 1858, page 3. 

Bonavia, Duccio. 1996. Los Camélidos Sudamericanos. Una introducción a su estudio. Institut Français d'Études Andines. Lima.

Bulletin de la Société d'acclimatation ser.3:t.5 (1878).

Cowie, Helen. 2022. The Great Alpaca Heist. History Today 72 (10).

Cuvier, Georges. 1827-1835. The animal kingdom : arranged in conformity with its organization. London: Printed for G.B. Whittaker. 

Dickens, Charles. 1853. The Great Yorkshire Llama. Household Words. A Weekly Journal. Volume VI. London.

d'Orbigny, Alcide & Benoît Eyriès, Jean-Baptiste. 1842. Viaje pintoresco a las dos Américas, Asia y África : resúmen jeneral de todos los viajes y descubrimientos de Colón, Magallanes, Las Casas, Gomara ... Barcelona : Imprenta y libreria de Juan Oliveres.

Flores Ochoa, Jorge A.  1975.  Pastores de Alpacas. Allpanchis 8: 5-27.

Gramiccia, Gabriele . 1988. The life of Charles Ledger (1818–1905): alpacas and quinine,. Basingstoke and London, Macmillan Press.

Hinchliff, Thomas Woodbine. 1863. South American Sketches; or a Visit to Rio Janeiro, the Organ Mountains, La Plata, and the Paranà. London : Longman, Green, Longman, Roberts & Green.

http://bioweb.uwlax.edu/bio203/s2012/sanderfo_ange/index.htm

http://www.yackaridge.com/history.html#:~:text=The%20first%20shipment%20of%20alpacas,Sir%20Titus%20Salt%20of%20England.

https://web.archive.org/web/20171110225410/http:/www.gatewayalpacas.com/alpacas/history-of-alpacas/conopas.htm

https://www.biodiversitylibrary.org/

https://www.vicam.org.ar/llamasalpacas.htm

Jones, Phyllis Mander. 1953. A Sketch Book found in Australia. Pan American Union, Washington.

Ledger, Charles. 1860. Sur un tropeau d'alpacas  introduite en Australie.  Bulletin de la Société impériale zoologique d'acclimatation 7:458-461.

Ledger, Charles. 1895. The Ledgeriana Pioneer. Chemist & Druggist, Vol. 47, no. 4 , 27 July 1895, page 118

Ledger, George. 1861. The alpaca : its introduction into Australia, and the probabilities of its acclimatisation there. Melbourne: Mason & Firth.

Menegaux, A. 1903.Les Mammifères. En Perrier, Edmond. La Vie des Animaux Ilustrée. Paris : Librairie J.B. Baillière et Fils.

Podgorny, Irina. 1963. La Llama Australiana. Hilario. Artes Letras Oficios. https://hilariobooks.com/blog-article.php?slug_es=la-llama-australiana.

Poucel, Benjamin. 1858. Sur un projet d'introduction et d'acclimatation du lama, de l'alpaca et de la vigogne dans l'Australie.  Bulletin de la Société impériale zoologique d'acclimatation 5:177-184. Paris, Société impériale zoologique d'acclimatation.

Poucel, Benjamin. 1860. Sur les lamas, alpacas et vigognes transportés en Australie par M. Ledger.  Bulletin de la Société impériale zoologique d'acclimatation 7:255-262. Paris, Société impériale zoologique d'acclimatation.

Raveret-Wattel, Casimir. 1878. Séance Générale du 29 mars 1878. Bulletin de la Société d'acclimatation, ser.3:t.5.

Sansgter, William. 1871. Umbrellas and their history. London: Cassell, Petter & Galpin.

Shimada, Melody & Shimada, Izumi. 1985. Prehistoric Llama Breeding and Herding on the North Coast of Peru. American Antiquity 50 (1): 3-26.

The Sydney Morning Herald (NSW : 1842 - 1954). THE ALPACAS.  sáb 12 nov 1859,  Page 8.

Wolf, Joseph & Sclater, Philip Lutley. 1861-1867. Zoological sketches. London, Henry Graves.

 



jueves, 14 de marzo de 2024

EL VENCEJO DE COLLAR (Streptoprocne zonaris) Y LAS FANTÁSTICAS GOWRIES

 


 

Este huésped del verano,

el pequeño vencejo que vive en los templos,

testimonia aquí,

junto a su amada mansión,

que el aliento del cielo huele dulcemente:

No hay cornisa, friso, contrafuerte, o atalaya,

donde esta ave no haya hecho su lecho colgante

y su cuna procreadora.

He observado que donde más crían y frecuentan,

el aire es delicado.

 

Macbeth, Acto I, Escena VI

William Shakespeare

 


Ringed Gowrie Acanthylis collaris

Dibujo de Philip Henry Gosse (Gosse, 1847)



Hace muchos años, a mediados de enero, caminaba por un cerro cercano al pueblo de Tanti (Córdoba, Argentina) cuando en un momento escuché un fuerte sonido sibilante a la vez que vi pasar dos vencejos muy cerca mío en vuelo rasante  a gran velocidad y en picada. Enseguida observé una bandada de varias decenas de ellos que planeaban con extraordinaria velocidad desplegando sus estrechas alas en forma de hoz y emitiendo un fuerte chirrido. Al día siguiente hubo tormenta. Se trataba de Vencejos de collar (Streptoprocne zonaris). Pude averiguar que dichas aves anidaban a pocos kilómetros de allí en un sitio llamado El Mallín, donde hay un arroyo cuyo lecho está ocupado por grandes piedras que dejan entre sí cavidades, donde pernoctan y anidan los vencejos. Me dirigí hacia allí,  pero las aves sólo se movilizaban durante el crepúsculo y no pude quedarme a observarlas.

 

 

EL GOWRIE DE COLLAR

Investigando sobre el Vencejo de collar averigüé que tiene una distribución bien amplia que va desde el este de México, por toda Centroamérica y Sudamérica (exceptuando la región amazónica) hasta el centro de Argentina. También habita en las Antillas.


Philip Henry Gosse

Acuarela sobre marfil de William Gosse, 1839
(National Portrait Gallery, 2024)




Precisamente el inglés Philip Henry Gosse lo observó en Jamaica, "una de las más bellas  islas de los trópicos", donde los dieciocho meses de su estancia estuvieron casi exclusivamente dedicados a la Historia Natural  de la isla(Gosse, 1851). Gosse fue un dotado naturalista, escritor y devoto religioso inglés (ver recuadro) que llegó a Jamaica en 1844, a los 34 años de edad. En Kingston pasó un tiempo “consultando el valioso manuscrito y los dibujos del fallecido Dr. Robinson, sobre botánica y zoología de la isla”, en la biblioteca de la Jamaica Society. El Dr. Anthony Robinson, cirujano y botánico, destacaba en dicho manuscrito las adaptaciones de estos vencejos para sostenerse en superficies verticales: huesos supernumerarios en las patas, y los mástiles desnudos y rígidos de las timoneras, como los de los pájaros carpinteros (Cockerell, 1894; Gosse, 1847). Un amigo suyo, Robert Long, poseía un vencejo de collar cautivo. El ave "había caído desde un árbol debido a algún accidente, y fue recogida por un hombre negro, antes de que pudiera recuperarse”.  Al colocarlo sobre el suelo "se  arrastró sobre sus patas flexionadas, apoyándose sobre los mencionados huesos, pero no fue capaz de incorporarse sobre sus pies .... Cuando por cualquier accidente esta ave cae al suelo, se arrastra o repta hasta alguna roca o arbusto, donde flexionando la cola y abriendo las alas, eleva el cuerpo, y al mismo tiempo echa sus patas hacia adelante, y se agarra de la roca, etc. con sus uñas, y trepando hasta una altura adecuada, se lanza hacia atrás y recupera su vuelo" (Gosse, 1847).



Paisaje de Content, Jamaica,
donde Gosse avistó al Vencejo de collar
Dibujo de Philip Henry Gosse (Gosse, 1851)



El 1º de marzo de 1845, Gosse se dirigió al extremo oeste de la isla, a la finca cafetera de unos amigos denominada «Content»,  donde se alojó en una "pequeña cabaña, situada de manera singular y romántica sobre una masa de roca desnuda en la empinada ladera de la montaña" (Gosse 1851).  Al mes de encontrarse en el lugar, "al acercarse la noche, tras una pequeña lluvia, había golondrinas de tres especies volando velozmente alrededor de la montaña...entre ellas había una especie negra muy grande, con un collar blanco, ... de vuelo prodigiosamente rápido. En vano traté de dispararle". El ave se salvó de los disparos y de la voracidad de Gosse que, con su insaciable curiosidad, no dudaba en probar también la carne de las aves que estudiaba. Durante esos días, siempre en relación con las lluvias a la mañana o al atardecer, volvió a hacer varios avistajes del vencejo. Incluso, temprano una mañana, su colaborador Sam "entre las primeras gruesas gotas de una fuerte tormenta, vio tres volando tan bajo que casi rozaban el suelo; dos persiguiendo en un intrincado recorrido a un tercero, de los cuales provenía, en todo momento, un singular sonido vibratorio, que Sam imitó con la palabra «churr»" (Gosse, 1847).

Al pie de las  montañas de St. Andrews, otro de sus amigos, Richard Hill, tras una lluvia vespertina,  se vio en medio de un centenar de vencejos de collar volando con fáciles y veloces deslizamientos "justo sobre las cañas de azúcar y la sabanas, a no más altura que apenas encima de nuestro caballo cuando cruzaban y volvían a cruzar el camino ... Continuaron recorriendo los campos, hasta que la luz del sol abandonó el llano ... La lluvia había traído toda la vida insectil a la húmeda superficie de la tierra, y estas aves estaban siguiendo sus densos enjambres hasta la sabana húmeda. " Además le refirió que un conocido los había seguido "hasta las cavernas en las montañas, en las cuales aseguraba que anidaban de a centenares" (Gosse, 1847).

En Portland, en el este de Jamaica, el naturalista e historiador Andrew Gregory Johnston señalaba que este vencejo abundaba allí: "Bandadas de 100 o 200 vuelan y gritan sobre nosotros antes de la lluvia”. El tal Johnston obtuvo un ejemplar para Gosse acompañado de un dibujo mostrando la especial disposición de sus pies, adaptados como vimos a agarrarse de las rocas en posición vertical.

Gosse llamó a esta ave singular «Ringed Gowrie» (Gowrie anillado o  de collar) porque "los pequeños hijos de Mr. Johnston, conociendo la historia de Peter Wilkins, se han acostumbrado a llamar a estas aves Gowrie; debido al ruido vertiginoso que hacen con sus alas; un ruido que se oye aun cuando se deslizan, muy arriba en el cielo" (Gosse, 1847).

El mismo sonido que yo había escuchado aquella mañana en Tanti.

 

Cypselus collaris

Dibujo de Jean Gabriel Prêtre, a partir de un ejemplar regalado
a Coenraad Temminck por el príncipe de Wied-Neuwied,
quien opinó que la forma no estaba reproducida del todo
correctamente, ni tampoco la iridiscencia del plumaje (Temminck, 1838)



 

¿Y POR QUÉ GOWRIE?

En 1751 Robert Paltock, un ignoto y empobrecido abogado inglés, a fin de hacerse de algún dinero,  escribió la novela «The Life and Adventures of Peter Wilkins, a Cornish Man» (La vida y aventuras de Peter Wilkins, un hombre de Cornualles). La publicó en forma anónima consignando sólo sus iniciales. En ese libro, que tuvo gran éxito en el siglo XIX, relataba que volviendo de un  viaje (ficticio) por los mares del Sur, a través del Cabo de Hornos, una noche vieron acercarse al barco una  nube negra. El capitán, sin saber de qué se trataba, ordenó dispararle un cañonazo. A continuación se escuchó un fuerte golpe en el agua e instantes después, gritos pidiendo auxilio. Pudieron ver a un hombre viejo debatiéndose en el mar. Subido a bordo  el autor tuvo que hacerse cargo de él, ya que el capitán quería bajarlo en el primer puerto. A cambio, el viejo, que dijo llamarse Robert Wilkins, le relató su fantástica historia de vida, la cual Paltock decidió escribir y publicar. El tal Wilkins era un huérfano que, habiendo sido estafado por su padrastro, debió buscar trabajo en un buque para ganarse el sustento . Tras un naufragio y varias aventuras en la costa de África, incluyendo episodios de antropofagia y esclavitud,  Peter fue a parar a una isla rocosa donde a través de una caverna llegó un lugar paradisíaco, Graundevolet, donde utilizando elementos del buque naufragado logró sobrevivir a la manera de Robinson Crusoe, construyéndose una vivienda.

Un día escuchó un ruido en el techo y al salir para ver el motivo, encontró una mujer cubierta de una especie de capa sedosa. Tras recuperarse del golpe la mujer, que hablaba un idioma extraño, se quedó a vivir con él.  Despues de varios meses de convivir lograron aprender los respectivos idiomas y así Peter se enteró que la mujer, llamada Youwarkee, pertenecía a un pueblo o raza de hombres (glumms) y mujeres (gowries) con aspecto humano, pero que tenían en su espalda una membrana sostenida por delgadas costillas (a la manera de las alas de los murciélagos) que les permitía volar, y que Peter había confundido con una capa de seda. La misma Youwarkee describía su vuelo de una forma que hace acordar al de los vencejos: “Todo el problema del vuelo consiste en ascender desde el suelo llano; pero una vez que estás [sostenido] por tu membrana a la altura adecuada, todo lo demás es un juego, una mera nimiedad” ( Paltock, 1884).


Gawrey con su membrana extendida para volar

Dibujo de Louis-Philippe Boitard (Paltock, 1884)




 

 

 

Al otro día, una flota de altas cruces atraviesa el éter.

Son los peregrinos del aire, los pilotos de los ríos aéreos.

Con un movimiento de alas, casi rozan la tierra, 

dagas hábiles para alejar sus lances de sí.

Rápido aleteo, un vuelo hacia arriba, lejos del peligroso      

 contacto,

porque la tierra les está prohibida, el agua les está prohibida,

Todo aire y fuego, pequeños búhos ascetas, superan las 

 tormentas,

Se abalanzan a los pilares de las alturas, a las fuentes del

 calor.

 

Swifts (Vencejos)

Anne Stevenson (2005)

 

 

 A continuación la novela desarrolla una larga saga de aventuras que incluye el casamiento de Peter con Youwarkee, el nacimiento de varios hijos dotados de membrana voladora, guerras entre distintos reyes de este pueblo y su conversión religiosa. Finalmente, tras  la muerte de su esposa gowry, y siendo ya viejo, Peter decide regresar a su Inglaterra natal, lo que intenta volando en un asiento sostenido por varios glumms. Es entonces se produce su encuentro con el barco donde viajaba Paltock. Así, el sufrido Peter Wilkins logró llegar a Inglaterra donde murió a los pocos días.

Al parecer estos extraordinarios seres voladores, héroes de los niños del siglo XIX, dieron motivo a los hijos de Mr. Johnston para llamar a los vencejos gowries, si bien los personajes de la novela se parecían más a murciélagos por la estructura de su membrana voladora y su intolerancia a la luz. Aunque Julio Koslowsky (1895) señalaba que en Chilecito (La Rioja) el vencejo de collar “también vuela durante la noche, gritando de tiempo en tiempo.”  El historiador de la conquista, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1535) coincide en este punto, sin embargo no está claro si estas aves, que conoció en la isla La Española, son nuestros vencejos o se trata de alguna otra especie:  “Hay en esta isla unas aves mayores que vencejos, las alas tienen y el vuelo de la mesma forma, vuelan con tanta velocidad con aquella manera de voltear, subiendo descendiendo , dando vueltas en el ayre. no salen ni se ven sino al tiempo que el sol se entra debaxo del horizonte, también algunas veces si el sol no paresce, por estar el cielo nubloso: poco antes que sea puesto también salen, assi como lo hacen los murciélagos, andan toda la noche; de quando en quando algunas veces chillan en cierta forma que se oyen desde lejos dellos”  (Fernández de Oviedo y Valdés, 1851).

 

Hirundo zonaris, el vencejo de collar

Dibujo de John Frederick Miller a partir de
ejemplares de colección (Miller & Shaw, 1796)



         AVES SIN PIES

El primero en describir el vencejo de collar fue en 1796  George Shaw, quien confundiéndolo con una golondrina lo ubicó en el género propio de ellas: Hirundo, con el epíteto específico zonaris, refiriéndose a su notable collar blanco (zona = faja, cinto, en latín). Pero este gran vencejo no es un pájaro (Orden Paseriformes), sino que es un ave del orden Apodiformes, creado para incluir a los vencejos y basado en el vencejo común euroafricano (Apus apus).  Apus es un nombre que le adjudicó al vencejo Pierre Belon (1555), tomándolo de Aristóteles que con el nombre apous (a= sin, pous= pie) caracterizó a un ave que “vuela siempre, y no tiene los pies adecuados para sostenerse en tierra”. Porque como decía Francis Willughby: “Debido a la longitud de sus alas y a lo corto de sus patas, si se posa o cae al suelo, no puede volver a levantarse, y puede ser atrapado fácilmente. Por eso siempre vuela” (Ray, 1678).


 Apus, vencejo.

Dibujo de Pierre Belon (Belon, 1555)



 “Se trata de un ave vulgarmente llamada vencejo , de cuerpo macizo, fuerte, relativamente pesado, con un plumaje corto, sólido y adherente; sus remeras son potentes, y extremadamente largas, de manera que sus alas resultan, en proporción al cuerpo, más extendidas que las de cualquiera otra ave” (Dinelli, 1928).

Maximilian de Wied-Neuwied (1830)  los encontró en Brasil, cerca de Río de Janeiro y en Minas Geraes, sobre el río San Francisco, “Allí probablemente anida en las paredes arcillosas de los terrenos y barrancos, pero en las zonas rocosas anida en paredes rocosas escarpadas e inaccesibles. Tiene un vuelo muy rápido y se cierne ya alto, ya bajo sobre el suelo". Hermann Burmeister (2008),  en Mendoza, lo vio “venir en bandadas de la cercana sierra y mantenerse durante horas enteras muy alto en el aire encima de la ciudad, volando sin cesar de un lado al otro”

“Vuelan en bandadas a la mañana temprano y al atardecer, casi rozando las laderas con pastizales de las montañas … en julio vimos cantidad de ellos sobre los bordes de las «quebradas» escarpadas al este de Quito, donde nos dijeron que anidaban”.  Al parecer se alimentaban de pequeñas polillas (Goodfellow, 1902)

Su aparición antes de las tormentas fue comprobada por Jean Gundlach, en Bayamo (Cuba). “Poco antes de la lluvia, una bandada llegó desde las cimas más altas de las montañas y voló en todas direcciones sobre el patio de la plantación, en la cima de una montaña, para atrapar a los insectos que volaban allí … Sin embargo, solo permanecían en un lugar durante muy poco tiempo cada vez, lo que puede deberse a que el viento empujaba a los insectos en vuelo a mayor distancia.” Las bandadas parecían tener algún tipo de organización. “Cuando estas bandadas aparecen en una zona y vuelan en todas direcciones, pero sin salir de un lugar determinado, se las ve elevarse cada vez más. De repente se escuchan algunos gritos, probablemente de los líderes, y ahora todos se dirigen directamente a un lugar vecino, pero más bajo, desde donde se levantan nuevamente, luego gritan de nuevo y ocupan un nuevo lugar.” (Gundlach, 1874.)

Algo similar observó Alberto Castellanos en el valle de Los Reartes (Córdoba): “Cuando el tiempo amenaza agua (en verano los he observado), recorren el espacio en bandadas numerosas, emitiendo su silbo característico, semejante al que produce un alambre al ser revoleado. De pronto, desde la altura que los hace poco perceptibles, rompen la uniformidad de la bandada y descienden veloces en todas direcciones hasta llegar a no más de 20 metros del suelo” (Castellanos, 1932). Luis Dinelli dice que el vencejo ”despliega su vuelo y todo el día entero queda suavemente apoyado sobre sus alas sin el menor cansancio; afronta la lluvia difusa, pero evita los aguaceros pesados rodeando las tormentas, lo que le es fácilmente permitido dada la velocidad que emplea” (Dinelli, 1928).



Streptoprocne zonaris, Vencejo de collar blanco.
Hembra inmadura y atrás macho adulto
Dibujo de Salvador Magno (Pergolani, 1944)



 

 

Su descanso es en el lugar más oscuro.

Nadie entra en un sitio tan estrecho como él.

 

Le martinet - René Char

 

 

 

Como dormidero los vencejos de collar prefieren los sitios rocosos y cercanos al agua. “Un dormidero de una bandada de estas ave estaba en las rocas sobre las que el [arroyo] Guacalate formaba una cascada cerca de Ciudad Vieja [Guatemala]. En una ocasión a una cantidad de estas ave que habían sido observadas volando sobre el valle descendieron repentinamente y desparecieron detrás de las cascada” (Godman & Salvin, 1879-1904).

Igualmente utilizan dichos sitios para nidificar. En las montañas entre el lago Atitlán y Tecpam (Guatemala), a 2000 msnm,  “el sitio de nidificación era un acantilado de roca friable, perforada por cavidades en varias direcciones. Un túnel vertical, o tubo, de sección elíptica, con un diámetro mayor de unos 3.6 m, era evidentemente el hogar de esta colonia, ya que los veíamos entrando y saliendo por el extremo inferior del tubo, que estaba a unos 15 m del pie del acantilado superior, totalmente inaccesible. No había forma de determinar cuánto esta abertura se extendía hacia arriba en la roca. Parecía muy oscura, y evidentemente no continuaba hasta la superficie superior. Las aves generalmente volaban alto, pero temprano en la mañana ocasionalmente bajaban bastante.” (Dearborn, 1907).

Thomas Knight Salmon pudo comprobar en Concordia (Antioquía, Colombia) que el vencejo de collar “hace nido de barro y musgos en cuevas, o bajo un dintel rocoso, y pone dos huevos” (Sclater & Salvin, 1879). El naturalista Pablo Girard recogió sus nidos, adheridos a las paredes verticales de las barrancas, en los cerros de Tucumán. Tenían forma de cono invertido, construidos con musgos, tierra y piedritas. En su pequeña concavidad, sobre algunos fragmentos de ramitas y helechos, la hembra ponía un solo huevo blanco (Anónimo, 1918).

 

 

 

De la información sobre los vencejos que duermen por la noche mientras vuelan a gran altura,  me conmovió que coincidan los sueños y el vuelo.

 

Elías Canetti - El suplicio de las moscas (Canetti, 1992)

 

 

 


L'Hirondelle a plastron blanc - Hirundo albicollis

Dibujo de Paul Louis Oudart (Vieillot, 1834)


 

EL VENCEJO Y LA GENTE

La velocidad de los vencejos y su incapacidad para posarse en ramas o en el suelo no facilita su contacto con las culturas. Sin embargo, los jesuitas del siglo XVIII transmitieron algunas informaciones sobre ellos. José Guevara, tomando datos de su cofrade Pedro Lozano, decía: “Peregrino es el guacho, a quien dio el nombre su mismo canto, que articula esta voz: ¡guacho! Es del tamaño de las golondrinas, pero el color es pardo. El nido fábrica de barro en los montes espesos, y más ordinariamente en serranías ásperas y escarpadas” (Guevara,  1836). Pero el nombre de guacho parece provenir más bien de que pone un único huevo.

Según Guevara, el vencejo “no tiene cosa más estimab1e que su excremento, cuya virtud es más apreciable que el oro y todas las preciosidades del mundo. Sirve admirablemente para las quebraduras de huesos y en poco tiempo, sin costo y sin los excesivos dolores de la cirugía, suelda las roturas”.  Y cita el caso de un muchacho que cayó del caballo y se quebró una pierna. En sólo dos días de aplicarle un emplasto del famoso excremento amasado con miel de abejas, se curó y pudo volver a caminar. Aunque Guevara desconfiaba de esta cura milagrosa y pedía confirmar estas propiedades con “diligentes experimentos” (Cardoso, 1918).

Como hemos visto los vencejos suelen aparecer antes de las tormentas, por eso “los paisanos los conceptúan certeros profetizadores de las lluvias” (Castellanos, 1932).

En España, según Miguel de Unamuno (1958),  hay una superstición muy extendida sobre que los vencejos son inmortales, quizás por sus continuas apariciones y desapariciones, lo que plasmó en el conocido poema que incluimos en el siguiente recuadro:

 

 

 

Han vuelto los vencejos

(las cosas naturales vuelven siempre);

las hojas a los árboles,

a las cumbres las nieves.

 

Han vuelto los vencejos;

lo que no es arte vuelve;

vuelta constante es la Naturaleza

por cima de las leyes.

 

Han vuelto los vencejos;

¿ves cómo todo vuelve?

todo lo que ha brotado al sol desnudo,

de la inexhausta fuente;

todo lo que no fue de algún propósito

producto endeble.

 

Han vuelto los vencejos;

¡augusto ritmo, única ley perenne!

¡el año es una estrofa

del canto permanente!

Todo vuelve, no dudes, todo vuelve;

¡vuelve la vida,     

¡vuelve la muerte!

¡cuánto tiene raíces en la tierra

al fin y al cabo vuelve!

 

¡Han vuelto los vencejos,

y al pecho aquellas mismas ansias vuelven…!

Ahora comprenderás lo que en la vida

quiere decirnos: «¡siempre!»

Siempre, quiere decir la vuelta, el ritmo,

la canción de la mar en la rompiente;

si la ola se retira

ha de volver, pues es de lo que vuelve.

Vuelve todo lo que es naturaleza,

y tan sólo se pierde

lo que es remedo vano de los hombres:

sus artificios, invenciones, leyes…

 

Han vuelto los vencejos,

como ellos vuelven…, ¡siempre!:

con su alegre chillar el aire agitan

y el cielo, con su raudo ir y volverse,

al caer de la tarde

cobrar vida parece.

No se posan ni paran, incansables;

sus pies ¿pa’a qué los quieren?

les basta con las alas,

criaturas celestes.

Con ritmo de saeta, ritmo yámbico,

los versos vivos de su vuelo tejen,

chillando la alegría

de sentirse vivientes…

 

Han vuelto los vencejos;

los del año pasado, los de siempre;

los mismos de hace siglos,

los del año que viene,

los que vieron volar nuestros abuelos

encima de sus frentes,

y encima de las suyas nuestros nietos

verán también volar, negros y leves.

 

Han vuelto los vencejos;

criaturas del aire que no mueren

—¿quién muertos los ha visto?—

heraldos de la vida, amantes fieles

del largo día de la mies dorada;

 

¡han vuelto los de siempre!…

¡Vencejos inmortales,

alados hijos de natura fuerte

heraldos de cosechas y vendimias,

mensajeros celestes,

bienvenidos seáis a nuestro cielo,

vosotros… los de siempre!

 

 

 

Por otro lado la rapidez de su vuelo parece recordar lo rápido que se pasa la vida (Colodrero de Villalobos, 1656):

 

No ha nada que era moço, y ya soi viejo,

Parece que anteayer iba a la escuela,

Válgame Dios! y lo que el tiempo buela,

Sin duda que alas tiene de bencejo

 

 

LA AZAROSA VIDA DE PHILIP HENRY GOSSE

 

Nuestro personaje, Philip Henry Gosse (1810-1888), nació en Worcester, en el centro de Inglaterra. Su padre era grabador y pintor miniaturista, aunque fue su tía quien le enseñó a dibujar y a apreciar el mundo animal. Ella era la madre del zoólogo Thomas Bell, quien describiera los reptiles y crustáceos del viaje de Darwin.

La niñez de Philip transcurrió en el puerto de Poole, donde se vio fascinado por la vida marina de los piletones de marea cercanos al puerto. Sin haber terminado la escuela secundaria, tuvo que emplearse en una firma pesquera, que lo transfirió a Carbonear (Terranova), donde aprovechó a estudiar la entomología local. 


Mariposas de Terranova

Dibujo de Philip Henry Gosse (Gosse, 1851)




A los 22 años, a raíz de una grave enfermedad de su hermana, tuvo una conversión religiosa y adhirió a la iglesia metodista. Luego estableció una granja en  Canadá,   experiencia que duró tres  años durante los cuales colectó insectos para el museo de Montreal. Más tarde se dirigió a Alabama para trabajar de tutor de los hijos de un juez, dueño de una plantación donde trabajaban esclavos africanos, lo que lo llevó a repudiar la esclavitud en sus escritos.


Philip Henry Gosse

(Alabama Humanities Alliance, 2024)




 En 1839 volvió a Inglaterra donde subsistía pobremente comiendo un arenque y un pan cada día, hasta que logró publicar su obra «Canadian Naturalist» donde Gosse bajo la forma de un diálogo padre/hijo exaltaba la biodiversidad del país a lo largo de los 12 meses del año, abriendo camino para los futuros ecologistas y conservacionistas. Mientras organizaba una escuela para jóvenes, estudiaba la vida microscópica de las lagunas y escribía sobre religión. Finalmente dejó la docencia para dedicarse a escribir y publicó numerosos libros unos cuarenta), transformándose en el mayor divulgador de ciencias naturales de la Inglaterra victoriana. 

En octubre de 1844 viajó a Jamaica donde trabajó como colector para Hugh Cuming, un comerciante en objetos de historia natural. Durante 18 meses se dedicó sobre todo a estudiar y colectar las aves de la isla con su ayudante, el joven negro Samuel Campbell. Al regresar a Inglaterra escribió «The birds of Jamaica» (1847),  «A Naturalist's Sojourn in Jamaica» (1851) y otras obras sobre historia natural, historia y arqueología. Se casó y tuvo un hijo, Edmund, cuyo nacimiento lo conmovió de igual forma que un ejemplar de golondrina dorada (Tachycineta euchrysea) de notable color verde metálico, que le habían enviado desde Jamaica.

De regreso a Inglaterra, pasó largos períodos en la costa marítima de Devon, donde estudió la forma de mantener animales marinos vivos, actividad que plasmó en su obra «The Aquarium» (1854) inventando la palabra y la técnica del acuarismo. Tras morir su esposa de cáncer, Gosse escribió «Omphalos: an Attempt to Untie the Geological Knot» (1857) (Ombligo: un intento de desatar el nudo geológico) donde expresaba su mayor preocupación: consensuar los extensos tiempos geológicos con la reducida edad de la Tierra según la Biblia. Como creacionista convencido,  postulaba que los fósiles y otras evidencias habían sido creados por Dios como tales al mismo tiempo que el resto de los seres vivos, lo cual engañó a los científicos, llevándolos a pensar que habían vivido hace millones de años. El libro fue un total fracaso, y el naturalista se dedicó a la predicación y a estudiar las anémonas marinas publicando «Actinologia Britannica» (1860), cuyos notables dibujos realizó.


Actinias o anémonas marinas

Dibujo de Philip Henry Gosse (Gosse, 1860)




Sin deprimirse, Gosse volvió a casarse y disfrutó de un buen pasar gracias a lo producido por sus libros. En sus últimos años, el inquieto naturalista, investigó las orquídeas, los rotíferos y los genitalia de las mariposas. Fascinado por la astronomía, una noche de invierno en que observaba el cielo con su telescopio, sufrió un fatal enfriamiento. Su hijo Edmund escribió su biografía y un libro sobre su relación con su padre («Father and Son», 1907) donde lo presentó como un padre severo y represivo, lo cual, sin embargo, no parece haber sido cierto.

El místico Gosse esperaba con fe que Cristo viniera a buscarlo en el momento de su partida. Quizás no haya ocurrido eso, pero tal vez su alma migró al cielo encarnada en algún inmortal vencejo, como lo sospechaba Unamuno (1958): "Todos los años, ya bien entrada la primavera, aparecen en un día dorado los alegres vencejos, hijos del aire, y alegran nuestro cielo con los raudos trenzados de su incansable volar y con los chillidos que la plenitud de la vida les arranca del pecho. Los vencejos, heraldos de cosechas, son la alegría de las tardes de verano. El vulgo los cree inmortales, asegurando que jamás se vio vencejo alguno muerto, no siendo que lo hubiese sido a mano airada. Y de hecho estos leves negros aviones —también se les conoce por este nombre, y por el de arrejáquele— que vemos volar sobre nuestras cabezas en las tardes de estío, son los mismos, exactamente los mismos, que vieron volar sobre sus cabezas nuestros abuelos y que sobre las suyas verán nuestros nietos. Sus cuerpos acaso —este acaso es de un gran valor dialéctico— sean otros que los de aquéllos, pero sus almas son las mismas, creédmelo. Tengo razones más que suficientes —razones que en otra coyuntura explicaré— para suponer una transmigración de las almas vencejiles de unos alados cuerpecitos en otros."

 

 

 

ALGUNOS NOMBRES DEL VENCEJO DE COLLAR

-Argentina, Uruguay, Cuba, República Dominicana: Vencejo de collar.

-Argentina (La Rioja, Tucumán): Golondrina collareja.

-Argentina (Córdoba): Aguacil.

-Guaraní: Mbyju'i-mbopi-guasu, Taperusu.

-Brasil: andorinha-coleira, andorinhão-de-coleira-branca, andorinhão-foguete, gaivota, taperaçu-de-coleira-branca, taperuçu.

-Colombia, Costa Rica, Nicaragua: Vencejo Collarejo.
-Venezuela: Vencejo Grande.
-Honduras, Perú, México, Paraguay, Uruguay: Vencejo collar blanco.
-Panama, México: Vencejo Cuelliblanco.
-Puerto Rico: Vencejo Acollarado.
-Guadalupe: Oiseau de la pluie (=ave de la lluvia).
-Haití (creole): Zwazo lapli kou blanch.

 

 





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UNA HISTORIA DE LA ALPACA (Vicugna pacos)

  Investigación y redacción Alex Mouchard     … Mis alpacas son el sustento mío. El sustento de mis coterráneos. Mis alpacas son...