Investigación, traducciones y redacción: Alex Mouchard
Al
mirar por la ventana verás pasar a una,
deteniéndose
para comer el verde y exquisito césped,
Su
vellón, con prestancia, se siente suave y fino,
no
puedes menos que admirarlas todo el tiempo,
no
estoy solo, hay una alpaca en casa.
Alpaca adiction -
Darren Balboni
Lama
alpaca. Dibujo de Edward Griffith. (Cuvier, 1827-1835) |
Muchas personas ignorábamos que
las alpacas, esos simpáticos parientes del camellos, tan típicos de las alturas
de los Andes Sudamericanos se crían en Australia donde constituyen una importante
riqueza pecuaria. Australia tiene un stock de alpacas de alrededor de 400.000
ejemplares, el segundo después de Perú con más de 4 millones. Las actuales
alpacas australianas derivan de animales traídos a partir de 1980 desde Chile.
Pero unos 120 años antes hubo un pintoresco intento de introducirlas en
Australia y ese es el núcleo de nuestra historia.
¿CÓMO LLEGARON LAS ALPACAS AL REMOTO CONTINENTE OCEÁNICO?
La historia empieza con un
aventurero nacido en Londres, Charles Ledger, quien hacia 1836 se instaló
en Lima, Perú, donde trabajaba en la oficina de un comerciante británico. Se
hizo experto en el negocio de las lanas, especialmente de alpaca, y en 1842
inició su propia empresa exportando cobre, corteza de quina, lana de alpaca y
pieles de vicuña.
Retrato
de Richard Ledger (Ledger, 1895) |
Ya en 1803 el gobernador de
Nueva Gales del Sur, Phillip Gidley King, había propuesto introducir llanas y
alpacas en Australia, pero los diversos intentos fracasaron. Mucho después,
agentes consulares británicos en Perú consultaron a Ledger sobre la posibilidad
de concretar ese proyecto. Ledger les informó que se trataba de contrabandear
alpacas de Perú a Australia, ya que había una prohibición legal para
exportarlas, ante lo cual los ingleses desistieron.
Pero, advirtiendo que la ley prohibía
llevar los animales a menos de 40 leguas de la costa para evitar su embarque, y
nada decía de su arreo por vía terrestre a otros países, Ledger diseñó su plan:
llevar a las alpacas caminando desde Perú a Chile, atravesando Bolivia y Argentina. Viaje al que
dimos en llamar “LA MARCHA DE LAS ALPACAS”. Se radicó en Tacna, al sur de Perú,
donde se casó y tuvo varios hijos. Hacia 1847 criaba ovejas y vacunos y al año
siguiente también comenzó a criar alpacas alquilando una estancia en Chuluncayani,
cerca de la frontera con Bolivia. Aunque con gran oposición de los indígenas,
tres años después había logrado formar un rebaño de 600 animales, mientras
contrabandeaba corteza de quina y aprendía sobre las alpacas (Ledger, 1861; Gramiccia,
1988).
Alpaca
en las ruinas de Tiwanaku. Dibujo de M. de Sainson (d'Orbigny & Benoît Eyriès, 1842). |
En 1852 Ledger se contactó con
un comerciante de Tacna para avanzar con su idea. Dejando indicaciones a sus
peones para iniciar el viaje a fin de ese año cuando hubiera buen pasto, se
embarcó en Valparaíso a Sidney (Australia) para evaluar la factibilidad del
proyecto. A 20 millas de esa ciudad, en
las Blue Mountains, encontró un lugar adecuado para criar alpacas.
Con el apoyo de los de los empresarios Thomas Sutcliffe Mort
y Thomas Holt, cerró un tratado con el
gobernador de Nueva Gales del Sur, Charles FitzRoy, por el que recibiría unas 4000 ha de tierra a
cambio de introducir 100 alpacas en el país, en un período de cinco años. Además,
algunos productores privados le prometieron pagarle hasta 80 libras esterlinas
por animal (Poucel, 1858)
De vuelta en Chile, el 17 de
septiembre de 1853 Ledger partió desde
Copiapó con la compañía de su capataz Pedro Cabrera, un viajero canadiense,
Samuel W. de Blois, un guía y un peón con 12 mulas y dos caballos para buscar a
las 400 alpacas que tenía disponibles en Perú. Además consiguió comprar otras
350 en Andamarca (Perú) y en Vilcapugio y en Crangas (Bolivia).
En el duro viaje cruzando la
Cordillera por pasos a 3600 msnm sufrieron terribles vientos y tormentas de nieve, perdieron un caballo y dos
mulas, y contemplaron la tétrica visión de otro grupo de animales y personas
muertos en el intento. Tras diez días de viaje llegaron a Sanguil (¿Saujil,
Catamarca?) y entraron en Salta, treinta días después de la partida. Desde allí
envió a Cabrera a buscar los animales que ya habían llegado a la frontera de
Bolivia con Argentina (Ledger, 1861).
La
natural rebeldía de las alpacas. Dibujo de Santiago Savage (Jones, 1953) |
ALPACAS EN VIAJE
Además de las cartas que Ledger
envió a su hermano (Ledger, 1861), el relato nos llegó a través del viajero
inglés Thomas Woodbine Hinchliff, quien cuando se encontraba navegando de viaje
hacia Buenos Aires, conoció entre los pasajeros del buque a un anciano, comerciante
en lanas, que conocía bien a Ledger y los detalles de su viaje (Hinchliff, 1863).
La marcha de las alpacas se
inició cerca del lago Titicaca con un gran rebaño de unos 1000 animales. Gracias
a su conocimiento del quichua y del país, Ledger y Cabrera, habían estudiado
cuidadosamente un itinerario que mantendría a los animales lejos de los caminos
transitados donde las autoridades podían confiscarlos, a la vez que
proporcionaba lugares adecuados para que descansaran y se alimentaran del ichu o
rama pasto (Cinnagrostum vicunarum), el
pasto de los altiplanos. Dividieron el rebaño en tres arreos siguiendo caminos
diferentes. De esta forma atravesaron el territorio boliviano, con algunos
encontronazos con el ejército, y una
pérdida de 500 animales en una tormenta de nieve que duró nueve días (Shimada,
1985).
Alpaca
y llamas. Dibujo de Friedrich Wilhelm Karl Kuhnert (Menegaux, 1903) |
Al llegar a la frontera con
Argentina, sabiendo que seguramente los detendrían, hicieron amistad con el
guarda de aduanas, lo emborracharon y una vez que cayó dormido, pudieron pasar
con el rebaño. Entraron a Jujuy (en 1854 estaban en Angosto de las Burras a
3700 msnm) y luego, en agosto de 1855 se juntaron dos de las tropas en San
Antonio de los Cobres (Salta). El tercer grupo retenido en San Pablo (Bolivia)
recién pudo reunírseles en febrero de 1856. Desde Salta ingresaron a los Valles
Calchaquíes donde fueron muy bien atendidos por los pobladores aunque sufrieron
la pérdida de más de doscientos animales por tomar agua infestada con saguaipé
(Fasciola hepatica), o según otras fuentes, por haber comido unca, planta tóxica
que no hemos podido identificar. Otros animales
fueron muriendo en el camino por falta de agua y alimento adecuado (Poucel,
1858).
Para evitar las enfermedades e ir
habituando a las alpacas a los diferentes tipos de vegetación que iban
encontrando, en octubre de 1856 subieron a Laguna Blanca (Catamarca), donde
Ledger inició cruzas (waris, o más propiamente mistis) de machos de alpaca con
llamas hembras para mejorar el
rendimiento y recuperar la cantidad de animales. Construyeron una casa de piedra y corrales
para acostumbrar a los animales a comer alfalfa seca y salvado. Allí adquirieron
también una docena de vicuñas (Poucel, 1858).
Entre tanto, ante la defección
de sus socios, Ledger tuvo que realizar un nuevo viaje a Chile logrando
finalmente el apoyo de la firma Waddington, Templeman & Co para financiar
el negocio.
The
Alpaca - Lama pacos. Dibujo de Joseph Wolf (Wolf & Sclater, 1861-1867) |
El cruce de la Cordillera hacia
Chile fue épico. Se sucedieron las desgracias: se perdieron 93 animales más, algunas
mulas murieron congeladas, dos de sus pastores fallecieron al caer a
precipicios y el mismo Ledger fue tomado por espía siendo arrestado en dos
oportunidades. La travesía del desierto de Atacama llevó 22 días sin agua, al
calor del verano, sin que las alpacas sufrieran mayores daños (Ledger 1860; Shimada,
1985).
Finalmente, en julio de 1858,
tras cinco años de viaje, las alpacas llegaron a Punta Negra (Chile), a 10 km
de Copiapó, desde donde los pobladores hicieron procesiones durante varios días
para ir a conocer los heroicos animales. En el puerto chileno de Caldera fueron
embarcados en el buque Salvador 322 camélidos junto con sus doce pastores
andinos y un cargamento de forraje (Ledger, 1860).
El rebaño durante una estadía de descanso. Dibujo de Santiago Savage.
Mitchell Library, State Library of NSW (MLMSS 630/1) |
Cuatro meses después, en
noviembre de 1858, desembarcaron en Sidney 276 camélidos incluyendo alpacas,
llamas, cruzas de ambas con sus crías y unas
pocas vicuñas. Los “singularmente preciosos animales un poco como una doble
cruza entre camello, avestruz, oveja y burro”,
despertaron la atención del público australiano. Pero, a poco de llegar,
comenzaron a morir animales, que habían sufrido además del largo viaje terrestre
los mareos propios de la larga navegación (Jones, 1953).
En total el proyecto había
insumido nueve años.
ALPACAS EN AUSTRALIA
“Los
peligros, las variadas y molestas vicisitudes que el Sr. Ledger y su valioso
rebaño han soportado llegan a lo inverosímil. Con ellos ha vagado a través de
Perú, Bolivia y la República Argentina, por más de treinta y tres mil
kilómetros, a lomo de mulas, y ocasionalmente a pie «a través del frio del invierno y el tórrido
calor del verano» (Shakespeare), por montañas y valles, a través de pantanos, a
través de desiertos y durante una peregrinación de casi cinco años, este
perseverante individuo ha mantenido con firmeza su único objetivo: escoltar con
seguridad este pequeño rebaño hasta nuestra colonia." Exagerando en
el kilometraje y con acentuado racismo, un
diario australiano no dejaba de señalar que Ledger, “hombre investido de una pequeña y limitada
autoridad, frente a las celosas y degeneradas razas españolas de América del
Sur” había tenido una fuerte
oposición a su proyecto. (Bell's Life in Sydney and Sporting Reviewer,
4/dic/1858)
Los camélidos fueron alojados temporariamente
en The Domain, un parque en el centro de la ciudad, donde atrajeron la
curiosidad de los habitantes. Más tarde fueron trasladados a la hacienda Sophienburgh,
de Holt, en Liverpool. La primera esquila, realizada por los peones peruanos, tuvo lugar en Liverpool, a finales de 1859, con
un interesante rinde, y fue un acontecimiento social de gala al que asistieron personajes
de moda, ricos y famosos. El producto fue adquirido por el empresario Titus
Salt (ver nuestra próxima entrada del blog) (Jones, 1953). Dado que el gobierno no aceptó su introducción
en las montañas, Ledger trasladó los camélidos a Arthursleigh,
en Maneroo, en un arreo de dos meses, continuando con su interminable viaje, siempre bajo el cuidado
de Pedro Cabrera.
Las alpacas y llamas de Ledger en Sophienburg, en la propiedad del Sr. Atkinson, en Nueva Gales del Sur, hacia 1859.
National
Library of Australia (nla.obj-136096736)
Al comienzo, mediante cruzamientos de machos de alpaca con hembras
de llama, el rebaño empezó a crecer: en 1861 ya contaba con 417 ejemplares. Ledger
logró venderlo al gobierno de Nueva Gales del Sur por £15,000, mucho menos de lo que había
calculado, y ese dinero se le fue en pagar a los comerciantes chilenos que
habían financiado la aventura. Pero logró un contrato por un pequeño salario como
“Superintendente de Alpacas”, aunque perdió el puesto al ser acusado de no
rendir un dinero que la Sociedad de Aclimatación de Victoria le había
adelantado para traer otro rebaño a ese estado. Ledger escribió “¡Basado en la fe en las promesas hechas en
este país y en Perú, asumí todos los riesgos, tuve éxito y estoy arruinado!"
A pesar de los intentos de aclimatación, la crianza lamentablemente falló debido a problemas de manejo, a factores climáticos y a la burocracia. Muchos animales murieron durante la sequía de 1862-3, y otros debido a una enfermedad de la piel. En 1864 el rebaño fue dividido en 51 lotes y puesto a remate. Solo tres lotes fueron comprados por el granjero Thomas Lee en Bathurst. Una nueva subasta se hizo en 1866 con mal resultado. Finalmente, el resto de los animales fue obsequiado a granjeros de Nueva Gales del Sur y Queensland, otros a zoológicos, o entregados como mascotas al manicomio de Gladesville y al diputado Sir Henry Parkes (Jones, 1953).
Llamas en Australia (Cowie, Helen. 2022)
https://www.historytoday.com/author/helen-cowie
Las
alpacas se extinguieron pronto y algunas llamas vivieron hasta 1880. El
gobierno perdió interés en las alpacas inclinándose por la importación de
carneros Merino (Shimada, 1985). A
Ledger no le dieron más dinero ni tampoco tierras y en 1864 abandonó el
proyecto regresando a Perú, pero no se dio por vencido. Para seguir con su
vocación de contrabandista de productos biológicos, Ledger, tuvo éxito en sacar
del Perú semillas de quina (Cinchona sp.) que permitieron realizar cultivos
fuera de Perú para obtener quinina, remedio clásico para el tratamiento de la
malaria. Esta acción le valió una pensión del gobierno holandés.
Estuvo también en Estados Unidos
durante la guerra civil, vivió un tiempo en Argentina y en Palermo (Montevideo,
Uruguay), y en 1878 había reunido nuevamente un hato de 250-300 alpacas
destinadas a Australia, que finalmente
tuvo que ofrecer a la Société d’Acclimatation de Paris. A pesar del interés que
mostró el secretario de la Institución, Albert Geoffroy Saint-Hilaire, la
operación parece no haberse concretado (Raveret-Wattel, 1878).
En 1883 regresó a Sydney y se estableció como
granjero. Falleció en 1905, a causa de una antigua lesión que le provocó una
mula, dejando un patrimonio de apenas 2
libras esterlinas. Su tumba fue hallada
en el cementerio de Sidney por el malariólogo italiano Gabriele Gramiccia, quien le hizo colocar una
lápida con el epitafio: “Le
dio quinina al mundo” (Andrews, 1974; Gramiccia, 1988).
El destino peregrino de la
llamas y alpacas se repitió en otros épicos arreos y cada uno de ellos daría para
una nueva historia, como por ejemplo el envío de estos animales a Francia, a la
emperatriz Joséphine de Beauharnais, atravesando en este caso Chile y Argentina,
desde Valparaíso a Buenos Aires Bonavia, 1996). O el arreo de un rebaño de llamas a través de
más de 6000 km desde Chile a Nueva York (Ledger, 1861)
En nuestra próxima entrada “UNA HISTORIA DE LA ALPACA
(Vicugna pacos)”
LA GRAN LLAMA DE YORKSHIRE “La
alpaca es la lana, similar a un pelo largo, de un animal mitad camello mitad
oveja, que se encuentra en grandes cantidades en Perú. Es de la familia de la
llama y prospera sólo en las mesetas elevadas del interior de América del
Sur, donde deambula en plena libertad, siendo gregaria, pero nunca se la
mantiene en rebaños. Se las ha probado en las tierras bajas, más cercanas a
la costa marítima de su mismo país, pero, ya sea por el calor excesivo o por
la extrema humedad de esas ubicaciones, fue siempre sin éxito. La existencia
de esta lana, así como de los tejidos fabricados con ella, se conoce desde
hace mucho tiempo. Se dice que [Francisco] Pizarro trajo muestras de la lana
en bruto y artículos tejidos con ella a España a su regreso de sus conquistas
americanas. En más de una ocasión se ha intentado naturalizar la llama en
este país [Inglaterra], pero hasta ahora sin éxito. El difunto conde de Derby
poseía algunas, y actualmente están en manos del señor [Titus] Salt y
prometen multiplicarse.” … Charles Dickens (1853) |
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