Yvyra reitýrô
rejuka guyra
rembohypa ykua
remuña tapiti
remondo guasú
Yvyra reitýrô
nderekovesâ
remombykyve.
Cuando cortas un árbol,
matas a un pájaro,
secas un manantial,
ahuyentas al conejo,
alejas al venado.
Cuando cortas un árbol
tu vida se hace más corta
Hace unos años me alojaba con mi esposa en
una hostería de Calamuchita (Córdoba). En el patio de la misma había un asador y en el remate del mismo se observaba un relieve
interesante. Mostraba un yacaré capturando un ciervo de los pantanos. Ignoro
cuál fue la inspiración del desconocido artista para crear ese motivo en medio
de las sierras cordobesas, pero probablemente fuera originario del litoral,
donde estas dos especies pueden aún verse. Esta observación me motivó a
investigar de qué forma apareció el ciervo de los pantanos en nuestras
culturas.
Cervus paludosus Jardine, W. Naturalist's Library, Mammals, vol XXI-XXII, 1855 |
EL CIERVO DE LOS PANTANOS Y LOS EUROPEOS
Una de las primeras referencias a este
ciervo es la del padre Fernão Cardim, que llegó a Brasil en 1584 y escribió:
“Venado. — En la lengua brasilica se llama sugoaçú:
hay algunos muy grandes, como hermosos caballos; tienen una gran cornamenta y
algunos tienen diez y doce puntas; éstos son raros, (…) éstos se llaman Suaçuapara, son estimados por los carios,
y de las puntas y nervios hacen puntas de flechas, y unas bolas de arrojar que
usan para derribar animales y hombres”.
Sugoaçu, o suciçú, era el nombre tupí para el
venado y se compone de çoó carne,
animal de caza, y guaçú o açú, grande, porque era uno de los
mayores animales de caza. El nombre específico de suaçuapára, donde apara
quiere decir curvo, retorcido, puede traducirse entonces como “venado con
cornamenta”, en portugués “veado galheiro”.
Georg Marcgraf (1648) hace una muy breve
descripción del Çuguaçú-apará: “Es
como una cabra con cuernos. Un poco mayor que el anterior [Çuguaçú-eté], con colores similares. Tiene los cuernos con tres
ramas como dedos, a saber la rama inferior, siempre larga, y el ápice bífido.
El eje o bastón es grueso como el pulgar humano y de 8-9 dedos renanos de
largo”.
El jesuita Florián Paucke (1752) da
interesantes noticias sobre estos animales: “Los ciervos que los mocovíes
llaman Epelve se hallan en abundancia
en máxima cantidad junto a los ríos, grandes lagunas con cañaverales e islas [y
los que] viven cerca del Paraná o en sus islas también vienen a la tierra
firme. No son tan grandes como los de Europa, tampoco de ese color sino que
tienen pelos rojos como de zorros.
“La carne es blanca y de buen sabor; los
cuernos son también grandes, pero no tanto como en algunos ciervos de Alemania.
Su corrida no parece ser tan rápida como la de un caballo, pero ello no
obstante a causa de los grandes saltos que pegan, un caballo debe esforzarse
para alcanzarlos y si esto no ocurre pronto, él pasa por medio de una hondonada
pantanosa a través de la cual el caballo no le puede seguir.
“Es muy peligroso acercárseles al cazarlos,
especialmente a los machos, pues ellos corren osados contra el jinete, hieren o
el caballo o el jinete. Sé de muchos caballos y también de indios a los que han
dejado maltrechos, por cuyo motivo los indios se sirven de sus lazos
arrojadizos y cuando están de quince a dieciséis pasos tras el ciervo, espolean
fuertemente el caballo y tiran el lazo en derredor de los cuernos del ciervo.
Una vez que él está enlazado, el jinete debe ser hábil y no demorar mucho en
echarlo de espaldas bien sea [para] romperle el espinazo o que otro le
desjarrete rápidamente los tendones de las patas traseras y para que ya no
pueda correr.
“Los ciervos cruzan una laguna o zanja
pantanosa con mucha facilidad y ligereza para que ningún caballo les pueda
seguir y hay peligro que éste se hunda en ellas. Por esto cuando son
perseguidos, buscan pronto alguna laguna o zanja semejante y se salvan a la
otra banda. La cantidad de éstos es muy grande y se los encuentra en todas
partes junto a las lagunas de carrizo [totoras] y cañas, como lo he
experimentado en un viaje a la ciudad de Santa Fe”.
Félix de Azara lo describió a fines del
siglo XVIII y le dio el nombre de guazú
pucú. “Significa Cierbo largo, y le dan este nombre los Guaranís”. Relata
que en el mes de octubre junto con su amigo Pedro Blas Noseda y unos cuantos
jinetes y perros cazaron en un gran estero, tres machos con dos hembras
preñadas. Pudo estudiar los fetos y comprobó que a diferencia del ciervo
europeo el pelaje era similar al de los padres es decir sin las manchas
circulares de los “bambis”. Sobre las cuernas anota minuciosamente: “Uno de los
machos tenía las cuernas forradas, de 4 pulgadas, y se conocía que la punta se
dividía en dos”. De allí surge el nombre
específico que le dio Johann Illiger: dichotomus,
del griego dichos, doblemente, y tomos, cortado, dividido. Por otro lado Blastocerus, el nombre genérico creado por Carl Sundevall,
significa “cuernos como brotes”, del griego blastos,
brote, y keras, cuernos, y hace
referencia a la ramificación de los cuernos que “son también bifurcados, pero
con la garceta y la punta del tallo bifurcadas a su vez, de manera que resultan
cuatro puntas...” (Cabrera y Yepes, 1960).
Azara refiere que con las cuernas topa como los toros “pero no repiten
las cornadas, sino que continúan apretando y metiendo más las puntas”.
Curiosa cornamenta de ciervo de los pantanos
|
En su obra Mammalogie (1822), Anselme
Desmarest aclaró algo de su ecología: “Busca los lugares húmedos y pantanosos,
donde crecen los bijaos (Heliconia bihai)
o barallous”, por lo cual le aplicó el nombre de Cervus paludosus (paludum =
pantano). Y el señor de La Borde, médico del rey en Cayena, lo llamó “biche de
barallou” (= bicho del pantano). Sin embargo es poco probable que el biche de
barallou sea en realidad el guazú pucú de Azara, ya que Cayena sería una
localidad muy liminal para esta especie si es que alguna vez llegó allí. Quizás
se tratara del ciervo de las tierras bajas o ciervo de las sabanas (Odocoileus gymnotis). Los afroamericanos
de Surinam le llamaban bagdew o gadgew y los portugueses veado galheiro o veado dos
mangues (= venado de los mangles).
Entre 1815 y 1817, Maximilian, príncipe
de Wied-Neuwied, dirigió una expedición científica en la zona de Río de
Janeiro, Brasil. Si bien no pudo ver ciervos de los pantanos se preocupó por
tratar de establecer su identidad. En efecto, el padre Manuel Aires de
Casal (Corografía Brasilica, T. I.
pag 71, 1817) establecía: “Hay cinco castas de venados: galheiros, que son
grandes; suçuaparas; do mato; catingueiros, y campeiros”. Pero, dice Wied, está equivocado “porque
tanto los mineiros como otros residentes del interior del Brasil me han
asegurado que los dos [primeros] nombres se usarían en diferentes regiones para
la misma especie de animal. En la Lingoa Geral todas las especies de ciervos se
denominan en general, çuçuacu o çuguacú o también ceuaçú, pero además tenían para cada uno de ellos una designación
especial, por lo que el animal, cuya especie fue llamado çuçuapara, en la de los
portugueses se designaba como veado
galheiro o sea, ciervo de cuernos con puntas”. Su única duda “es que Azara
mantiene muy estrictamente como residencia de su gran ciervo la zona de bañados
pantanosos (esteros)”, y por lo tanto no incluía dentro de la especie a los
ciervos de las tierras altas.
GUAZUPUCU DEER Lichtenstein, Hinrich - 1827-1834 - Darstellung neuer oder wenig bekannter Säugethiere in Abbildungen und Beschreibungen. Berlin :C.G. Lüderitz |
Pero las mejores observaciones sobre el
ciervo de los pantanos provienen de Johann Rudolph Rengger (1818, ver
recuadro):
“No hay en este ciervo variaciones reales de
color. Sólo se ven a veces individuos que están teñidos por todo el cuerpo en
un tono un poco más claro, o incluso un poco más oscuro de lo habitual: la
gente del campo llama a los primeros ‘blanquiscos’, blancuzcos, y a los
segundos ‘quemados’, tostados.
“Varios cazadores me aseguraron que incluso
hay en esta especie de ciervos individuos albinos, que por cierto ya Azara
había mencionado”. Se trataba de un ejemplar capturado en San Ignacio: “un
macho adulto y albino, o enteramente blanco”. Para los indígenas este ciervo blanco era Mahau, un espíritu selvático que se sobresaltaba al menor ruido lanzado miradas furtivas.
Sigue Rengger:
“El guazú pucú vive en Paraguay solamente
en la región pantanosa pero, cuando hay grandes inundaciones, también se reúnen
en los bosques y campos más altos, aunque lo más cerca posible de lugares con
agua, que utiliza incluso para su descanso.
“Sin
embargo, en todas partes se mantiene al descubierto en las zonas pantanosas,
las que no faltan en un país tan rico en aguas.
“Durante la mayor parte del año vive en
grupos pequeños, de tres a cinco individuos, Muy a menudo se ve un viejo ciervo
con dos ciervas y además acompañados de un número limitado de animales más
jóvenes. Cuando a los machos les crecen las nuevas astas, van solos.
“También se aísla de sus compañeros la
hembra cuando el momento del nacimiento está cercano; luego de varias semanas
aparece en compañía de sus crías.
“Después de la puesta del sol, durante la
noche, y temprano en la mañana el guazú pucú procura su comida; durante el día
se esconde en la hierba alta o el pajonal. Se alimenta de varias especies de
gramíneas y de plantas suculentas del pantano; también a veces se le ve visitar
la arcilla salada y lamer de la misma”.
“En sus andanzas es muy cuidadoso, por lo
que rara vez se le puede acercar a
distancia de tiro. Su olfato y su oído, son ambos muy buenos, y le permiten, ya
a buena distancia, descubrir a sus enemigos, ante lo cual se retira
inmediatamente al interior de los pantanos. Su actitud y movimientos, tienen un
gran parecido con los del ciervo rojo, sólo que su carrera no es tan rápida
como en éste; un grupo de cazadores bien montados lo puede atrapar pronto en
tierra firme, en pero en zonas pantanosas ni el hombre ni su otro enemigo, el
jaguar, le dan alcance. Es un nadador admirable y cruza con seguridad los ríos
más anchos”.
Florián Paucke señalaba que en el río
Paraná “de pronto veíamos una cantidad de ciervos que cruzaban desde una isla a
la otra”.
Con respecto a su reproducción informa
Rengger: “La hembra da a luz sólo una vez al año y sólo un cachorro por vez,
el cual después de cuatro a cinco días
ya sigue a la madre. El período de gestación es, como me aseguraron algunos
cazadores, de unos ocho a nueve meses. No todas las hembras dan a luz en una
misma temporada, ya que, como he mencionado anteriormente, se encuentran tanto
en la primavera como en otoño crías de esta especie de ciervos.
“En el estómago de este ciervo no es raro
encontrar bolas de pelo y concreciones terrosas, que tienen su origen en comer suelo arcilloso salado. También he notado en
varios casos pequeñas úlceras, donde se asienta la larva de un insecto, que
parece pertenecer al género del estro [Oestrus].
“El Dr. Parlet [médico inglés residente en
Paraguay] tuvo durante dos años un macho de guazú pucú que había obtenido cuando
era cervatillo. Este animal era muy dócil, conocía a toda la gente de la casa,
los seguía por todas partes, obedecía a sus llamadas, jugaba con ellos y lamía
sus manos y caras. Con los perros domésticos y los caballos, vivía no sólo
pacíficamente, sino que a veces jugaba con ellos topándolos con la cabeza. Con
las personas y perros extraños parecía tímido y huía de ellos. Se alimentaba
con vegetales crudos y cocidos y se lo veía en la cocina buscando especialmente
la sal. En tiempo bueno pasaba la noche en un vallado con un bosquecillo de
naranjas amargas, que estaba detrás de la casa; sin embargo, si había tiempo
lluvioso, permanecía bajo techo. Durante las horas del mediodía se
acostaba en un lugar tranquilo y rumiaba los alimentos
ingeridos. El Dr. Parlet nunca le escuchó emitir sonidos.
“La
carne sólo la comen los indios; pero preparada adecuadamente, tiene un sabor
agradable”. Coincide con esto Paucke:
“Los indios comen con mucho gusto la carne de ciervo y con mayor placer aun el
tuétano de los huesos”.
Sobre la caza de este ciervo nos cuenta
Rengger: “El guazú pucú, se caza con éxito sólo en el tiempo en que las aguas
están crecidas, porque se ve obligado a retirarse de la inundación hacia las
zonas con terrenos más altos y secos. Se busca entonces la manera de cortarle
el paso hacia el agua y se lo persigue en los campos más altos, donde los
cazadores montados enseguida capturan a este ciervo mediante las boleadoras,
bolas, o las sogas, lazos. También es necesario tener cuidado con los ciervos,
atrapados de esta forma, porque al querer interceptarlos o matarlos, acercándoseles con cautela, se
defienden a sí mismos con gran coraje mediante las astas y las patas delanteras cuyas pezuñas terminan
en punta y tienen afilado el borde exterior”.
GUAZUPUCU DEER
Griffith, Edward - 1827-1835 - The animal kingdom: arranged in
conformity with its organization. London: G.B. Whittaker.
|
Edward Griffith en la edición inglesa de la
obra de Cuvier, menciona un ejemplar cautivo en Londres, que supone traído de
Pernambuco, y que sería el que sirvió de modelo para el dibujo que reproducimos
aquí. Sin embargo, parece que este ciervo fue tardíamente conocido por los
europeos. Hacia 1898 no había sido exhibido nunca en el Jardín Zoológico de
Londres, pero en el de Berlín sí había un ejemplar vivo hacia 1896. Hacia la
misma época había uno embalsamado y dos jóvenes vivos (cuya foto adjuntamos) en
el parque de ciervos de Woburn Abbey, la residencia de los duques de Bedford,
Inglaterra. Este parque se mantiene hoy en día, siendo con sus 1200 ha uno de los
mayores parques conservacionistas de Europa, aunque no cuenta con esta especie
entre sus efectivos
(http://www.woburnabbey.co.uk/deer-park/discover/deer-species/).
|
El ciervo de los pantanos no pudo resistir
el avance de la creciente población sobre las zonas que habitaba. Así sus
efectivos se vieron fuertemente disminuidos, quedando recluido sólo en los
lugares más apartados, y con peligro de extinción en muchos de esos sitios. Un
destino que Marcos Sastre ya denunciaba: “A pesar de la persecución tenaz que
sufre de los hombres este tímido y apacible animal, no deja de visitar la
morada de su letal enemigo durante las horas seguras de la noche como si
quisiese dejarnos estampados en sus huellas el reproche de rehusarle habitar
bajo de nuestro amparo”.
EL CIERVO DE LOS PANTANOS Y LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
Es a través de los misioneros, mayormente
jesuitas, que nos han llegado las noticias de como se relacionaban las culturas
aborígenes con este ciervo. Para los pueblos del litoral argentino y de Paraguay
representaba un importante recurso alimenticio por su carne, y medicinal,
especialmente por sus cuernos. Además su cuero tenía una serie de aplicaciones
prácticas.
Era muy necesario adquirir desde joven
habilidad para cazar ciervos y la mayoría de los héroes míticos se destacaban
en esa habilidad. Los mbyás para tener éxito en su captura extraían los ojos
del primer venado que cazaban y luego
los teñían con carbón para que en lo sucesivo ellos no pudieran ver a su
perseguidor.
La carne del ciervo era tabú, entre los
tapirares, para las mujeres embarazadas, sus esposos, los bebés y sus padres.
También lo era entre los ayores ya que creían que traía enfermedades. Entre los
ayoweos sólo los viejos podían comer la cabeza y tomar la sangre de ciervo,
pero le estaba prohibido a los guerreros jóvenes, ya que, por considerarse al
ciervo femenino, creían que su carne traía lasitud y feminización a los
hombres.
El jesuita Martín Dobrizhoffer (1749)
señalaba: “Los ciervos vagaban con frecuencia por las márgenes de los grandes
ríos”. Nos habla de sus enemigos, especialmente la boas (l)ampalagua que
“acechan a los ciervos, ocultas entre las frondas cercanas al camino por donde
éstos acostumbran a pasar. Cuando se les acerca un ciervo, lo atraen con la
fuerza de su aliento, como si fuera la fuerza de un imán; ya que el ciervo es
incapaz de evadir la ávida boca de la serpiente (carecen de este poder sobre el
hombre). Envuelven al animal hasta matarlo, y entonces lo lamen repetidas
veces, preparándolo con la saliva, a fin de tragarlo con mayor facilidad, sin
sentir la aspereza de los pelos. Poco a poco lo van tragando, desde los pies
hasta la cabeza, y como no pueden tragar a causa de la cornamenta, la dejan en
la boca hasta que ésta se pudre. A veces, cuando se desplazan, deben hacerlo
con la boca abierta, vengándose de esta forma el cérvido.”
De allí que los portugueses llamaban a esta
boa y al curiyú “cobra de venado” o “serpiente de las ciervas”.
En efecto,
el curiyú “cuando se siente hambriento se sube a los árboles y se pone en la atalaya,
tendiendo por todas partes la vista para divisar la presa; y cuando en
proporcionada distancia descubre el venado, el corzo o el hombre, con increíble
ligereza se desprende del árbol, y se arroja sobre ellos” (Guevara).
Por su parte, Pedro Lozano (1733) asegura
que “hay culebrones tan grandes, que llaman ampalabas,
tan disformes en grandeza, que tendidas por tierra, parecen grandes troncos de
árboles. Su aliento tiene tal veneno, que para los venados y ciervos cuando
corren más presurosos, y se los traga enteros”.
Un inesperado enemigo del ciervo, según el mismo
Lozano, es el quirquincho “que en tiempos de lluvias se tiende en el suelo boca
arriba y recoje bastante agua por la parte que no tiene conchas. Pasada la
lluvia permanece en aquella postura, aunque sea un día entero, esperando a que
algún venadillo sediento venga a beber; luego que siente ha aplicado la boca,
cierra con presteza las conchas cogiendo entre ellas boca y narices, con que le
ataja el aliento, el venado se revuelca por una y otra parte con las ansias de
la muerte, pero el quirquincho está siempre aferrado de su hocico sin soltar la
presa, hasta que por falta de respiración muere el incauto venado y se sustenta
el quirquincho de sus carnes”.
La enemistad manifiesta entre el ciervo y
las serpientes ya se conocía en las antiguas culturas europeas. Según Plinio “Los
ciervos están en guerra con las serpientes. Buscan sus escondrijos, y la sacan
mediante las inspiraciones de sus narices, pese a la resistencia que la
serpiente opone. Por eso, el olor hecho a basta de quemar un cuerno de ciervo
es una cosa extraordinaria para alejar las serpientes”. Dobrizhoffer, por su parte, recomienda estos remedios clásicos:
“Dioscórides prefiere que la parte afectada por la acción del veneno, se frote
con las entrañas de ciervo o con estiércol de vaca. Galeno aplica cuerno de
ciervo calcinado y reducido a cenizas, mezclado con vinagre. Vegetio recomienda
estiércol fresco de ciervo, mezclado con miel ática, vino y orín humano, para
luego aplicarlo a la herida”. Era el famoso spiritum
cornu cervi que al parecer también era efectivos contra el veneno del
sapo.
Los cuernos del guazú pucú tenían propiedades curativas ya que gracias a ellos Dobrizhoffer logró curar al hechicero Periekaikín que sufría pleuritis. “Unos polvos calcinados de cuerno de ciervo con agua de cebada le llevaron a él la salud y a mí la fama de médico entre sus compañeros abipones”. Tambnién tenían efectos afrodisíacos y ayudaban a producir los partos. Paucke usaba el polvo de cuernos calcinados “con buen efecto contra la hemoptisis y disentería”. Y con ellos elaboraba la famosa piedra serpentina o de cobar, que curaba las mordeduras de víbora y de perro rabioso, y que usó con éxito para curar abscesos en los aborígenes.
Los cuernos del guazú pucú tenían propiedades curativas ya que gracias a ellos Dobrizhoffer logró curar al hechicero Periekaikín que sufría pleuritis. “Unos polvos calcinados de cuerno de ciervo con agua de cebada le llevaron a él la salud y a mí la fama de médico entre sus compañeros abipones”. Tambnién tenían efectos afrodisíacos y ayudaban a producir los partos. Paucke usaba el polvo de cuernos calcinados “con buen efecto contra la hemoptisis y disentería”. Y con ellos elaboraba la famosa piedra serpentina o de cobar, que curaba las mordeduras de víbora y de perro rabioso, y que usó con éxito para curar abscesos en los aborígenes.
También Paucke preparaba el siguiente
ungüento: “tomé sebo de tigre, leopardo, avestruz, carnero y ciervo, mezclé con
él cardenillo destilado”, el que usaba como eficaz cicatrizante de heridas. Los guaraníes untaban y friccionaban con
tuétano de huesos de venado las piernas de los niños que recién daban sus
primeros pasos, para que caminaran pronto y bien, porque según la teoría de las
signaturas de un animal que camina y corre también como el ciervo se podían
extraer remedios que otorgaban la misma virtud. Por lo mismo se colocaban pulseras y tobilleras de pezuñas de ciervo para tener la mano veloz y los pies ágiles.
Secuencia sobre el guazú-pukú Dibujos de Clara Mouchard |
Volviendo a las serpientes dice
Dobrizhoffer: “Conocí a algunos españoles que rodeaban su cuerpo con un pedazo
de piel de ciervo, porque consideraban que gracias a ella nunca serían dañados
con mordeduras de víboras”. Quizás por ello es que se utilizaba el cuero de
ciervo para hacer sobrepuestos para el apero criollo. Incluso relata Ángel
Carranza que aún a fines del s XIX los indios qom del Chaco a fin de precaverse
de las visitas nocturnas de la serpiente de cascabel usaban como cama el cuero
del diorné (venado). Los indígenas amazónicos usaban un collar de costillas de serpiente jiboia (Constrictor constrictor) que ayudaba en la caza de ciervos.
“La piel del guazú pucú, después de haberla
curtido y ablandado sobándola con las manos, se utiliza generalmente para
sobrepuestos para los caballos; en algunas casas, también se usan estas pieles,
que se sienten bastante frescas para poner sobre ellas en el verano a los enfermos
y a los niños” (Rengger).
Entre los mocovíes, según relata Florián
Paucke, “toda su vestimenta consiste en una piel de ciervo, venado o tigre las
que no son labradas sino que únicamente mediante el continuo raspar y restregar
con conchas son tornadas blandas y flexibles”. Sin embargo la obtención de los
cueros no estaba exenta de ciertas molestias: “Los indios desechan generalmente
el cuero de ciervo, lo dejan estar donde mataron al ciervo, pues ellos temen la
sabandija achatada [garrapata, llamada por ellos apelá] que los ciervos tienen en cantidad en su cuero y la que en
seguida se pega al ser humano, sorbe la sangre e hinca el mordiscón tan fuerte
para dentro de la piel que no es posible despegarlos”. Pero el industrioso
jesuita “no dejaba abandonar los cueros” y armó un taller para curtirlos. Los
extendía bien tirantes en marcos de madera, los raspaba de ambos lados
sacándole el pelo y la carne adherida. Luego los hacía lavar con lejía varias
veces para desengrasarlos bien y los volvía a estirar y raspar hasta que
quedaban suaves y flexibles “cual un paño”. De esta forma llegó a procesar 93
cueros que pensaba vender en Asunción pero al llegar la orden real de expulsión
de los jesuitas. “¿Qué iba a hacer yo entonces? Como estos cueros labrados eran
el sudor de mis indios y para que no fueren abandonados a cualquier español
relajado, los repartí entre los indios como también a los caciques más
importantes y a los que habían trabajado de la manera más diligente”.
Otra utilidad de los cuernos era la
fabricación de armas, tanto ofensivas como defensivas: “Cuando aún desconocían
el hierro emplearon para combatir lanzas de madera a las que les habían fijado
en la punta cuernos de ciervo” (Dobrizhoffer). Los españoles de Santiago del
Estero solían incursionar hasta las costas del Paraná para cazar ciervos “cuyas
pieles eran adquiridas a buen precio por los españoles y resultaban muy útiles
para aplicarlas a las corazas militares”. Los mocovíes usaban las puntas de los
cuernos del ciervo para fabricar dardos asegurados en una vara. “Si ellos meten
ésta al contrario en la barriga, cae la vara pero la punta queda en el herido y
no hay remedio alguno de sacarla; el herido debe perecer forzosamente”
(Paucke).
Con las pezuñas los aborígenes fabricaban
distintos instrumentos musicales y amuletos. Por ejemplo Azara relata que los
payaguás se “cuelgan de las muñecas las pezuñas de ciervos para que suenen
dando unas contra otras”. Y los bororos usan “un báculo o caña en la mano de
cuya superior extremidad pende multitud de uñas de jabalíes y venados”
(Guevara). También hacían sonajeros con
calaveras rellenas con uñas de venado y flautas con los huesos de las patas.
Ciervo de los Pantanos en Laguna de Iberá - Corrientes - Argentina Foto Alex Mouchard |
En el mito guaraní la creación del
venado se inserta en el marco de la lucha entre el dios creador Kuarahy y el destructor Anag. El primero había clavado
un palo podrido en un sitio donde Anag se habia sentado a descansar. Cuando Anag regresó, creyó que el palo era el mismo Kuarahy, y empezó a golpearlo con un garrote. Cuando el palo cayó se transformó en guazú, el venado, pero ya muerto por los golpes. Entonces Kuarahy, soplándole sobre la cabeza, lo resucitó. Por eso los venados andan siempre flacos porque surgieron de un palo podrido.
Quizás por eso Ñamandú,
el dios principal, le concedió el guasú ka’a, la hierba del venado
o pegapega (Desmodium affine Schltdl.), porque es una hierba
forrajera muy tierna y sabrosa.
Guasú ka'a Fernández, JG y otros – 1988 – Leguminosas forrajeras del este de la provincia de Corrientes. Serie técnica 26. INTA. Mercedes, Corrientes. |
¿QUIEN ERA JOHANN RENGGER?
Johann Rudolph Rengger era originario de
Brugg (Suiza). Estudió en Laussana donde empezó a interesarse por las
ciencias naturales, especialmente gracias al tratado de Jean Pierre Huber
sobre las hormigas. Diplomado en Farmacia en la Universidad de Tübingen,
luego se encuentra en Paris con el Dr. Marcelin Longchamp, con quien
realiza un viaje a Paraguay.
A mediados de 1818 llegaron a Buenos
Aires, donde se hicieron amigos de Aimé Bonpland, el gran botánico
francés. Recorriendo los alrededores de la ciudad pudieron hacer colección de
aves y observación del paisaje. Un año después se embarcaron para remontar el
río Paraná con destino al Paraguay. Permanecieron un breve tiempo
en la ciudad de Corrientes, durante la guerra civil contra Artigas, y en
los alrededores Rengger recolectó algunos cientos de especies de coleópteros,
entre ellos una especie nueva.
También se familiarizaron con animales de
la fauna mayor: “En una isla del Paraná cazamos una variedad de venado,
cuando repentinamente dimos con un jaguar que estaba sentado sobre un árbol.
Yo no podía hacer nada mejor que apuntar, de modo que le disparé una bala y
una perdigonada al cuerpo. El animal gravemente herido saltó del árbol sobre
mí. Dejé caer la escopeta y extraje mi cuchillo, semejante al que aquí portan
en el cinto casi todos los hombres. A tres pasos de mí, el jaguar se levantó
y en el mismo momento el señor Longchamp le disparó una bala al pecho, de
modo que cayó, agonizando, a mis pies. Desde entonces somos un poco más
cuidadosos durante nuestras excursiones. Aquí hay hombres que buscan al
jaguar solamente con un gran cuchillo y una piel de oveja alrededor del brazo
izquierdo, y siempre lo matan”.
En julio de 1819 llegaron
a Asunción, donde al igual más tarde Bonpland, fueron retenidos por el
dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, quien les autorizó a ejercer
como médicos y farmacéuticos. Pero sobre todo Rengger se dedicó a recopilar
información sobre ciencias naturales, etnografía e historia. En sus
observaciones fue crítico de Azara y a diferencia de éste pudo obtener
información de primera mano delos indígenas, conviviendo con los caaiguás, guaraníes
“monteses” de la margen occidental del Paraná que habían logrado
evitar las incursiones de españoles y portugueses. Siempre bajo la estrecha
vigilancia del gobierno, pudo realizar además algunos viajes de estudios por
las zonas vecinas al río Paraguay.
Rengger tuvo grandes dificultades para
preservar sus colecciones obtenidas durante estos viajes debido a la falta de
insumos provocada por las restricciones comerciales impuestas por el dictador
Francia. “Ya que no tenía ninguna oportunidad de enviar a Europa los objetos
recolectados y carecía de los medios necesarios para su conservación, la
mayor parte de ellos pronto se arruinó a causa de las polillas y los
dermestos, de los cuales Paraguay está lleno”.
“Dejé de preparar pieles de mamíferos,
aves y anfibios y de secar plantas; entre los insectos renové solamente los
coleópteros, que eran los más fáciles de conservar, y por lo demás limité mi
colección a esqueletos y a objetos que podía conservar en aguardiente.
También poseía los esqueletos de la mayor parte de los mamíferos propios de
Paraguay, de muchas aves y de algunos anfibios, como así también una no
escasa cantidad de peces y anfibios en aguardiente”.
Al carecer de papel para el herbario,
decidió dibujar las plantas del natural
y hacer una descripción minuciosa. A pocos meses de llegar ya había
reunido 350 especies de plantas, varios centenares de insectos y 180
ejemplares de mamíferos y aves.
“Al mismo tiempo no omitía esfuerzos ni
costos para obtener animales vivos y criarlos en nuestra vivienda, a través
de lo cual obtuve más de una nueva explicación sobre sus hábitos y su
carácter, pero especialmente sobre los cambios que sufren con la edad”.
Finalmente, en 1826, recibieron la orden de abandonar el país en el breve lapso de
dos horas, por lo cual tuvo que dejar gran parte de sus colecciones. Rengger
sólo pudo acomodar en las bodegas de un pequeño bergantín los esqueletos de
los mamíferos más pequeños, los cráneos y las patas de los más grandes, como
asimismo toda su colección de insectos. El viaje a Europa fue muy accidentado
y con riesgo de perder incluso estos materiales. Una vez en Suiza se dedicó a
preparar sus ejemplares y sus publicaciones sobre historia, etnografía y
ciencias naturales. De ellas nos
interesa para esta nota especialmente la
Naturgeschichte der Säugethiere
von Paraguay [Historia Natural de los Mamíferos del Paraguay] publicada en
el año 1829. En ella describe todos los mamíferos que conoció en Paraguay, un
total de 69 especies detallando su distribución, su morfología y algunos
rasgos de su conducta. Esta obra recibió grandes elogios de Humboldt y fue
utilizada como fuente por Cuvier.
Rengger falleció de pulmonía muy joven, a
los 37 años de edad, quedando trunco su proyecto de realizar una obra sobre
las aves de Paraguay que iba a publicar como apéndice a la Ornitología de
Brasil, del príncipe de Wied.
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ALEX MOUCHARD
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REFERENCIAS
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Beiträge zur Naturgeschichte von Brasilien. Weimar