"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


sábado, 2 de agosto de 2014

EMILIA SNETHLAGE, EXPLORADORA DEL AMAZONAS

“Para mi felicidad, mi vista está tan acostumbrada y aguzada y conozco a las aves tan bien, que ya sé casi en el mismo instante qué es lo que se posa delante de mi.”


                                                                                                          Emilia Snethlage




SELVA ENTRE DOS RIOS




Sanjad, N. Snethlage, R. M.; Junghans, M.; Oren, D. C. -2013 - Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi. Ciências Humanas  8 (1):195-221


Hacia principios del siglo XX existía una importante región en el estado de Pará, Brasil, aún poco explorada por la civilización occidental. Dicha región se extiende entre los ríos Tapajoz y Xingu, y más precisamente entre los ríos Iriri (afluente de la margen izquierda del Xingu) y el Jamauchim (afluente de la margen derecha del Tapajoz).

Allí se dirigió nuestra intrépida protagonista, Emilia Snethlage, con el proposito de explorarla ya obtener materiales para el Museo Parananse Emilio Goeldi donde trabajaba.


Mapa de la región explorada.
Snethlage, E. – 1912 - A travessia entre o Xingú e o Tapajoz. Boletim do Museu Goeldi 7:49-92.


Con el apoyo de la firma comercial Souza e Braga y del coronel Raymundo Brazil y otros propietarios de los seringales (explotaciones de caucho) del Tapajoz medio y del bajo Jamauchim, Emilia intentó primeramente el acceso por estos ríos, partiendo el 11 de octubre de 1908 y llegando hasta Tucunaré, ultima región habitada del Jamauchim. Más allá se le hizo imposible avanzar debido a una serie de cascadas y saltos muy importantes, apenas pasando la boca del Arury.


MUSEO EMILIO GOELDI

Frente del Museo
  http://brasil.urbansketchers.org/


Desde su fundación en 1866 el Museo Emilio Goeldi es reconocido mundialmente, como un importante centro de estudios amazónicos. Se originó en la Asociación Filomática, fundada bajo el auspicio del zoólogo suizo Louis Agassiz, quien realizó una expedición por  Brasil en los años 1865/1866. Esta Asociación  pasó a ser el Museo Paraense, gracias al trabajo de un equipo de científicos dirigidos por  Domingos Soares Penna.

El 31 de diciembre de 1900, por decreto del gobernador del estado de Pará, recibió el nombre de Museo Paraense Emílio Goeldi, “en atención a los relevantes servicios prestados por el Dr. Emilio Augusto Goeldi, Director del Museo Paraense, en la organización de este importante establecimiento”.

Plano del Museo hacia fines del siglo XIX.
     Boletim do Museu Paraense de Historia Natural e Ethnographia. II – 1897-1898.Pará.


Además de los especímenes conservados de fauna y flora, el ámbito del museo es un jardín zoo-botánico con especies nativas del Amazonas  y un lago con victoria-regias. Tiene una biblioteca especializada y una gran cantidad de material arqueológico y etnológico de las etnias amazónicas.






Emilia no se dejó vencer por este inconveniente y muy pronto estaba intentado acceder a esa región desde el río Xingú. A principios de junio de 1909 llegó en el vapor Brito a Victoria, puerta de entrada a los territorios del Xingú. Un mes más tarde partió de Forte Ambé en un igarité o canoa grande que tras cinco días de navegación la llevó hasta la primer cascada del río Iriri. Quedó sorprendida por el  espectáculo de la vegetación que rodeaba los saltos. Todas las rocas estaban cubiertas de verdaderos colchones de podostemáceas. También eran notables los palmares de babassú (Attalea speciosa) una palmera de gran importancia económica.


Attalea speciosa Mart.[Orbignya phalerata Mart.]   
Orbigny, A.D. d’, Voyage dans l’Amérique Méridionale, vol. 7(3): t. 13 (1847)


Al día siguiente llegaron a Santa Júlia, la colonia más antigua del  Iriri. De allí partieron para la boca del Curuá, para lo cual tuvieron que pasar por dos cascadas “fuertes” que obstruyen el curso medio del Iriri.  El 30 de julio arribaron a  Sao Francisco, donde por primera vez en casi un mes pudo dormir en una casa.  Luego continuaron hasta la boca del río Curuá. Aquí encontró a las tribus de los chipayas y los curuahés, que habían sido mencionadas por viajeros anteriores como el príncipe Adalberto de Prusia, Henri Coudreau y Karl von den Steinen, aunque ninguno de ellos tuvo contacto directo con estos indígenas.

Los chipaya vivían en el alto Curuá y el alto Iriri, retirados de la civilización, aunque algunos trabajaban como tripulantes del servicio  de canoas. Los curuahés que conoció le parecieron mansos y tímidos ya que vivían bajo el patriarcado de Manoelsinho, un chipaya que habitaba en los límites de la civilización. Pudo registrar los idiomas de ambas tribus, que diferían entre sí, aunque sin embargo sus vestidos, armas y ornamentos eran similares.Estos indígenas cazaban con flechas de caña con punta de madera blanca o hueso y base de plumas de mutum o muitú (Crax fasciolata). Además tenían otras flechas de punta muy fuerte y ganchuda que usaban para la guerra y cuya cola estaba hecha con rectrices de harpía o gavião real (Harpyia harpyja).

El 9 de agosto comienzan a remontar el Curuá, río de un centenar de metros de ancho, plagado de rápidos y cascadas y rodeado de selvas muy desarrolladas llenas de árboles de seringueira (Hevea brasiliensis L. ) y también de caucho (Hevea benthamiana Müll. Arg.).  Las numerosas playas de las márgenes y de las islas les proporcionaron abundante cantidad de huevos de tortuga tracajá (Podocnemis unifilis). En esos lugares eran comunes las huellas de la onça pintada, minem o yaguareté, de los cuales habían sido muertos siete ejemplares en los últimos dos años. Los indígenas gustaban de tener muchos animales domesticados que llevaban incluso en las canoas: macacos pregos o coatás (posiblemente Ateles belzebuth), araras, papagayos y periquitos de varias especies.


Finalmente el 28 de agosto partió con un grupo de indígenas curuahés, cuatro hombres y tres mujeres,  hacia el alto Jamauchim. El viaje comenzó por una zona de morros de 200m de altura que luego se transformaron en una verdadera sierra con picos de hasta 400m.


           Indios chipaya y curuahé, en la margen del río Curuá.
Snethlage, E. – 1912 - A travessia entre o Xingú e o Tapajoz. [1910].Boletim do Museu Goeldi 7:49-92.


La alimentación se basaba en lo que encontraban en el camino. Frutas, especialmente de isari o yatobá (Hymenaea), a veces castanha-do-pará (Bertholletia excelsa) y  palmito de açaí (Euterpe oleracea), que  crecía en los valles, bulbos subterráneos de hothin-á (marantácea), de sabor parecido a la batata. Otra raiz, que preparaban como gachas con miel, se llamaba hamai-pin, tenía aspecto de bulbo irregular, cáscara negra y pulpa blanca muy suculenta. También obtenían miel de abejas Melipona, de la que había dos especies abá,  pequeña, amarilla e inofensiva, que hacía sus nidos en huecos de troncos gruesos. Y la  ató, peluda y negruzca, con un nido cónico enorme en la copa de árboles altos como el monguba (Pachira aquatica Aubl.). Ambas producen una miel excelente, dulce y aromática, que los indios bebían mezclada con agua. Era frecuente que los indígenas tumbaran árboles grandes, por medio de sus primitivas herramientas, para procurarse panales o huevos y pichones de aves como el mocorro o tuyuyú (Mycteria americana).


Entre los mamíferos eran abundantes los monos como el cuxiú de nariz blanca (Chiropotes albinasus) y el coatá o mono araña de frente blanca (Ateles marginatus). Los primeros eran muy tranquilos y se paseaban por las ramas bajas sin cuidarse de las flechas. Los coatá, que andaban en grupos de 6 a 10, huían en forma explosiva con gritos rabiosos, sacudiendo las ramas y amenazando colgados de sus colas. Los guaribas o monos aulladores (Alouatta  guariba)   frecuentaban  las orillas del  Jamauchim; tambien vio macacos de prego o monos capuchinos (Cebus apella fatuellus)y los macacos de cheiro o mono ardilla (Saimiri sciureus), en grupos muy numerosos. Los Cebus parecían no tener  miedo a los hombres pero se retiran lentamente y una vez a cierta distancia huian entre las copas ruidosamente. Otra especie muy confiada y bonita era la pequeña uapussa o boca de agua (Callicebus sp.) de barriga color rojizo  que vivían aislados o en grupitos de 2-3 individuos. Los taitetú o pecaríes (Tayassu pecari) proporcionaban una buena comida cuando podían cazarlos.

Entre las aves menciona al jacamin o trompetero de alas oscuras (Psophia viridis) y el mutum pinima (Crax fasciolata), e innumerables especies de pájaros. Entre los reptiles las tortugas jaboty o jabuti (Chelonoidis denticulata) y algún yacaré pequeño.

Finalmente el 5 de septiembre llegaron al río Jamauchim. Aquí pudieron pescar lo suficiente como para mantenerse el resto del viaje: curimatá (Prochilodus scropha), bacú o pacú de vientre rojo (Piaractus brachypomus), tucunaré (Cichla)y trahira (Macrodon trahira).

En esta parte del viaje Emilia sufrió la incertidumbre del rumbo a seguir, aunque descendían el Jamauchin, porque sus acompañantes indígenas desconocían la región, y además se les estaba terminando la provisión de fariña. A pesar de haber encontrado rastros de los seringueiros a fines de septiembre, tardaron varios días más en llegar a zonas pobladas.

Allí tras proveerlos de abundante fariña despidió a sus fieles compañeros de viaje que la habían guiado durante un mes, voluntariamente, sin exigir paga alguna. Sin duda, reflexiona Emilia, podrían haberla abandonado en más de una ocasión acuciados por el hambre y el temor a las tribus de carajas, dejándola abandonada a una muerte segura. Aprendió a estimar a los indios curuahés como gente esencialmente buena, de carácter infantil y amable, dóciles, no carentes de inteligencia, y dignos de una mejor suerte. Ya que muchas tribus ya en esa época habían sido salvajemente aniquiladas “por una civilización no siempre superior desde el punto de vista moral a sus costumbres primitivas”.

El 4 de octubre pasó por los “portones”, grandes cascadas, tras las cuales el río se hace manso, llegando a Santa Helena y el 15 de octubre, a Sao Joaquim, en la boca del Jamauchim y luego a Sao Luiz,donde pudo abordar el vapor que bajaba por el Tapajoz hasta Santarem.

Para dar una idea de lo difícil que habrá sido el viaje de Emilia señalemos que además de las inclemencias del tiempo, debió soportar ataques de malaria, la falta de agua y alimentos, las nubes de mosquito y mbarigüíes y la presencia de los yaguaretés y los ofidios. Su viaje, además de proporcionar una gran cantidad de información y especímenes para el Museo, permitió demostrar que entre ambos ríos no había comunicación fluvial como se suponía ya que se interpone entre ellos, una verdadera sierra, quizás las más alta de la Amazonia.


EMILIA


                                         
                                                 EMILIA SNETHLAGE
                                                Museu Paraense Emílio Goeldi
                                                         http://chc.cienciahoje.uol.com.br/


Henriette Mathilde María Elisabeth Emilie Snethlage (1868– 1929), naturalista y ornitóloga, nació en Kraatz,  Brandenburgo, Alemania.

Con apenas siete años disfrutaba la lectura de Entdeckungsreisen in Feld und Flur [Jornadas de descubrimientos en campos y campiñas], de Hermann Wagner y, acompañada de su hermano comenzó a hacer un herbario de su región llegando a tener un gran conocimiento de la flora nativa pese a su corta edad. Asimismo empezó a realizar observaciones sobre las aves, que con el tiempo serían sus favoritas.

Tras un período de trabajo como institutriz en Inglaterra, Irlanda y Alemania, cuando tenía 31 años, y gracias a una pequeña herencia pudo cumplir su sueño de estudiar historia natural en la Universidad de Berlín, y luego en Jena y Freiburg im Breisgau donde se doctoró en filosofía natural en 1904, con un trabajo sobre entomología. Tuvo como profesores preferidos al zoólogo August Weissman y al paleontólogo Johann  Steinmann. Trabajó en el Museo de Historia Natural de Berlín como asistente del ornitólogo Anton Reichenow, quien la recomendó a Emílio Goeldi  para el Museo Paraense de Historia Natural y Etnografía de Belém. Allí llegó en 1905 y se encargó de reordenar la colección ornitológica con el asesoramiento de especialistas como Hans von Berlepsch, Carl Hellmayr y Ernst Hartert, y del mastozoólogo Olfield Thomas.

Para complementar esta actividad se vio precisada a hacer numerosos viajes de colecta de aves hasta Acre y a otras remotas regiones amazónicas. El más importante fue la travesía que reseñamos realizada entre los ríos Xingu e Tapajoz, en 1909. Era la primera vez que una persona blanca recorría ese trayecto y aún más extraño es que se trataba de una mujer, por eso los que no la conocían creían que el protagonista de ese viaje había sido en realidad un hombre. Para evitar el equívoco Emilia mantenía una apariencia bien femenina, llevaba el pelo largo, a pesar de reconocer que el pelo corto le sería mucho más cómodo para sus viajes, y sólo en éstos usaba pantalones.

Emilia contaba con la ayuda de un asistente de apenas 15 años de quien dice: “El pequeño Oscar dispara muy bien, es muy aplicado, solícito, honesto, una personita realmente simpática, con quien estoy plenamente satisfecha.” Ella misma era muy buena tiradora y preparaba de forma excelente las aves que obtenía. Más de 10.000 ejemplares de aves y mamíferos acondicionados por sus manos enriquecen los museos brasileños, alemanes y norte-americanos.

Emilia con sus ayudantes y su escopeta de caza
http://revistapesquisa.fapesp.br/es/2011/10/01/entre-las-aves-de-la-selva/



Mostraba además una gran energía en estas salidas de campo cargando durante varios kilómetros su mochila llena de rocas, o  como ocurrió, cierta vez llevando un ejemplar de tamanduá durante casi una jornada entera. En una oportunidad una piraña le mordió el dedo mayor de su mano derecha, el cual apenas quedó sujeto por un poco de carne, y finalmente ella misma tuvo que amputárselo, al no haber nadie que se animara a hacerlo.

Su rutina en el campo, generalmente en sitios aislados, consistía en levantarse al amanecer, bañarse en un arroyo o una cascada, tomar su café y salir con la escopeta y la mochila a la selva. Generalmente iba sola para poder observar la fauna con más tranquilidad y registrar su comportamiento. Permanecía varias horas, sentada en un tronco, fumando su cigarro para alejar a los mosquitos.  A eso de las dos o tres de la tarde, regresaba al campamento, volvía bañarse para librarse de garrapatas, ácaros y otras plagas. Hacía un breve almuerzo y luego anotaba sus datos en un cuaderno y preparaba los animales obtenidos. A la noche seguía con sus anotaciones, la lectura de la bibliografía para aclarar algún tema, la charla con los pobladores, algún juego de solitario y sus oraciones.


Con la mascota del Museo con su cuidador.
http://www.agencia.fiocruz.br/


De 1914 a 1922 la “senhorinha doutora” fue directora del Museo Paraense Emilio Goeldi y los resultados de su trabajo se vieron plasmados en el Catálogo das Aves Amazônicas (1914) y en más de 40 artículos publicados en el Journal für Ornithologie y en el Ornithologische Monatsberichte.  Pero debido a la entrada de Brasil en la primer guerra mundial y a la crisis económica de la posguerra, el Museo Paraense entró en declinación. Emilia fue alejada durante un tiempo de la dirección por ser ciudadana de un país enemigo y más tarde fue acusada de repartir los alimentos destinados a los animales, entre los empleados más necesitados. Por ello fue exonerada de su cargo y tuvo que aceptar el trabajo de naturalista viajera que le ofreciera el Museo Nacional de Rio de Janeiro en 1922.

Durante su exoneración del Museo, Emilia se refugió en la misión franciscana de Sao Antonio do Prata, donde  pese a ser protestante era muy bien recibida por las monjas y aprovechaba para seguir observando la naturaleza.
Snethlage, E. 1917 - Nature and Man in Eastern Pará, Brasil. The Geographical Review (New York), 4(1): 41-50



Siguió allí estudiando la avifauna brasileña, siempre viajando, por Minas Gerais,  Maranhão,  Ceará,  Espírito Santo, Santa Catarina, Paraná, São Paulo, Bahía,  Paraná, Rio Grande do Sul, Argentina e Uruguay. También recorrió largamente el río Araguaia, afluente del Tocantins.

En el Museo Nacional de Rio de Janeiro, en 1926
(Fotos: Arquivo Guilherme De La Penha/MPEG)
http://www.agencia.fiocruz.br/


Emilia, incansable, a los 61 años, decidió recorrer el rio Madeira para estudiar la avifauna de la frontera con Colombia y Ecuador, pero sufrió un ataque al corazón y falleció en Porto Velho, donde se encuentra su sepultura.

Sepultura de Emilia en Rondonia.
Sanjad, N. Snethlage, R. M.; Junghans, M.; Oren, D. C. -2013 - Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi. Ciências Humanas  8 (1):195-22


Emilia Snethlage fue la ornitóloga que más contribuyó al conocimiento de la avifauna de Brasil desde la época de Johann Natterer, quien trabajó en Brasil entre 1817 y 1835. Describió cerca de sesenta especies y subespecies de aves.  En 1926 fue incorporada  a la Academia Brasilera de Ciencias. El gran ornitólogo Helmut Sick le dedicó su libro Ornitologia brasileira (1985) y en 2002 le fue dedicada la cotorra de Madeira Pyrrhura snethlageae.

En sus expediciones también hizo observaciones sobre los pueblos indígenas como los chipaya y los curuahé o kuruaya, casi completamente desconocidos. Sus colecciones etnográficas, además de Brasil, se encuentran en el Museo de Etnología de Berlín.

Emilia nunca se casó ni tuvo hijos, sólo vivió para la ciencia y lo hizo con gran sobriedad, pero con alegría como cuando escribía sobre las aves y los indígenas. Fue una gran amante de la naturaleza con la cual llenaba las horas de su vida: “Una nueva diversión para mí – una de las mayores que conozco – es quedarme observando las grandes araras, de las que hay un gran número. No existe nada más lindo que quedarse mirando esos bichos maravillosos con sus colores rojos y azules relucientes en las copas verdes, donde suben y bajan por las ramas con movimientos lentos y, de vez en cuando, sueltan un grito áspero. Como no pensar entonces en las horas en que  acostumbraba a quedarme soñando delante de los cuadros de araras de Brehm, ya en ese tiempo deleitándome con fantasía en las escenas que  tenía esperanza de ver algún día en vivo. Mas, ¿qué es un cuadro frente a la realidad?”.



Alex Mouchard

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REFERENCIAS

Cunha, Oswaldo R. -1989- Talento e atitude: estudos biográficos do Museu Emílio Goeldi. Belém: Museu Paraense Emílio Goeldi.

en.wikipedia.org

http://brasil.urbansketchers.org/

Junghans, Miriam -2008- Emilia Snethlage (1868–1929): uma naturalista alemã na Amazônia- História, Ciências, Saúde 15, supl.:243-255. Manguinhos, Rio de Janeiro

Lutz, Bertha. -1958-. “Emilie Snethlage (1868-1929)”. En: Museu Nacional /Universidade do Brasil. Relatório annual, 1957. Río de Janeiro, pp. 39-43.

Sanjad, Nelson; Snethlage, Rotger Michael; Junghans, Miriam; Oren, David Conway. -2013 - Emília Snethlage (1868-1929): um inédito relato  de viagem ao rio Tocantins e o obituário de Emil-Heinrich. Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi. Ciências Humanas  8 (1):195-221.

Snethlage, E. 1917 - Nature and Man in Eastern Pará, Brasil. The Geographical Review (New York), 4(1): 41-50

Snethlage, E. – 1912 - A travessia entre o Xingú e o Tapajoz. [1910].Boletim do Museu Goeldi 7:49-92.

www.odontovidapara.com.br/


martes, 1 de julio de 2014

MARA, LA FALSA LIEBRE DE LA PATAGONIA – Dolichotis patagonum


Investigación y redacción Alex Mouchard


The Illustrated London News 1899


Con su aspecto, mezcla de liebre y pequeño venado, la mara llamó la atención de los primeros exploradores de la Patagonia.

  John Wood, marino inglés que participó del viaje del contralmirante John Narborough al Atlántico Sur, las encontró hacia 1670 en Sandy Bay, al sur de Puerto Deseado (Santa Cruz, Argentina). Las llamaron “liebres” e incluso bautizaron Hare (= liebre) a una pequeña isla por la gran cantidad de maras que encontraron allí: “Matamos nueve de ellas en un sólo día, nos parecieron mucho mayores que nuestras liebres inglesas, algunas de ellas pesaban 20 libras cada una. Cuando se las perseguía se metían en agujeros en la tierra, como nuestros conejos.”

  El propio Narborough relataba haber visto “5 ó 6 liebres de las cuales el galgo mató una; tienen la conformación de las liebres inglesas, y [son] mucho mayores, y en lugar de cola tienen un pequeño muñón de aproximadamente una pulgada, sin pelo; tienen madrigueras en la tierra como los conejos”.

  Casi cien años después, otro marino inglés, John Byron, contaba que en Puerto Deseado, vieron unas “liebres de un tamaño prodigioso también aparecen en este sitio; porque pesan, estando vivas, casi 20 libras, y una vez cuereadas son tan grandes como un zorro. Se las ve principalmente en los valles (...) Vi muchas liebres. Le disparé a una que pesaba más de 26 libras. En verdad, que si hubiera tenido un buen lebrel le hubiera dado a comer  liebre a la tripulación dos veces por semana. Las liebres tienen aquí la carne blanca y de un gusto muy agradable”.

 


«Abunda este terreno de liebres que son a semejanza de unos pequeños

corzos de muy buena carne para comer”

 

                                                                              Antonio de Viedma (1783)



  

    Para estos exploradores no había dudas de que se trataba de liebres, aunque algo diferentes a las europeas. Pocos años después, en 1781, el zoólogo Thomas Pennant advirtió que estaban más relacionadas con los cabiai o agutíes, del género Cavia de Linneo, y por eso le dió el nombre de Patagonian Cavy, separándolas de los conejos y liebres verdaderos (Orden Lagomorfos).  Gracias a un ejemplar existente en el Museo Leveriano de Londres, Pennant hizo una descripción más detallada, y además parece que supo o dedujo sus hábitos alimenticios ya que la incluyó entre los cuadrúpedos herbívoros.  También aportó uno de los primeros dibujos de la mara con un aspecto muy conejil.


Patagonian Cavy –
Dibujo a partir de un ejemplar traído por Narborough y depositado en el Museo Leveriano.
-Pennant, Thomas – 1781 - History of quadrupeds. 



  Es curioso que, a pesar de que la mara no está señalada para Chile, el jesuita Juan Ignacio Molina (1782), a la vez que citaba las observaciones de Byron ,parece referirse a ella cuando menciona que la liebre, a la que le da la errónea nomenclatura de Lepus timidus, se  hallaba en grandes cantidades en las provincias de Coquimbo, Puchacay, y Huilquilemu, tres localidades del país bastante distantes entre sí.  En esa época la liebre europea aún  no había sido introducida en Chile así que no sabemos a que animal se refería Molina.

  Zoólogos posteriores como Kerr, Shaw y Brown siguieron repitiendo la descripción de Pennnat y las observaciones de Byron, y sólo recién con el aporte de Félix de Azara encontramos datos nuevos sobre la mara. Hacia 1796 Azara había sido encargado por el virrey Melo de Portugal para reconocer la frontera sur en lo que es hoy la provincia de Buenos Aires (Argentina), a los efectos de construir fortines para la defensa contra los indígenas pampa. En esa zona observó maras: “He visto y cogido muchas entre los 35 y 36 grados, y se extiende por toda la tierra patagona” Por eso la llamó Liebre Patagona pero señalando sus diferencias con la europea: “mayor y más fornida, no corre tanto y se cansa más presto”. Afirma que un jinete bien montado puede cazarla con el lazo o las boleadoras.



Cavia patachonica 
Shaw, G – General Zoology vol II PArt 1 tab 165 – 1800-1826.


 
    Sobre su voz dice: “Oí muchas veces de noche su voz elevada, incómoda y bastante aguda que dice oooi”. Agrega que los indios y los españoles consideran su carne “muy inferior a la del Peludo, Mulita, Pichii y Mataco, y de muy diverso gusto que la Liebre de Europa”. Persiguiéndolas “ninguna fió su salud a otra cosa que a las piernas no obstante haber por allí algunas vizcacheras”. Cazadas de pequeñas “se domestican mucho, salen de casa y vuelven, caminan a paso, y comen de todo”. Dos que le enviaron de Río Negro “eran muy mansejonas; pero como saliesen de casa me las mataron los Perros de la calle”. Finalmente cuenta que vio “muchas alfombras de sus pieles, que son muy buenas por la suavidad y buena vista”.



Dolichotis de Patagonia
Gervais, Paul -Histoire naturelle des mammifères Paris,L. Curmer,1854-55


  Hacia 1819, Anselme Gaëtan Desmarest, profesor de anatomía en la Escuela Veterinaria de Alfort,  recibió 4 pieles de mara provenientes de Buenos Aires a las que sin embargo llamó Liebre de Brasil.  Desmarest observó que estas pieles pertenecían a la misma especie descripta por los viajeros ingleses y por Azara y al igual que Pennant la clasificó próxima a los agutíes pero dentro de un género aparte que llamó Dolichotis, del griego ‘dolichos’, largas, y ‘otis’, orejas, pues en efecto sus orejas eran más largas que las de aquellos.  También propuso importar  la mara a Europa dado que “la bondad de su carne y el uso que se podría hacer de su piel y de su pelo, para la sombrerería de calidad, nos asegurarían obtener un excelente provecho”.  Pero al año siguiente, se arrepintió y las ubicó en el mismo género de los agutíes como Dasyprocta patachonica, usando el nombre común de Agouti des Patagons (= Agutí de los patagones). Desmarest quedó así como el  autor de la especie, aunque no pudo agregar más observaciones que lo dicho por Azara.

En 1832 Lesson optó por el nombre de Mara Magellanique, porque “Los Puelches [?] de las orillas del estrecho de Magallanes llaman al pequeño animal que nos ocupa mara”, introduciendo un error etnográfico: el nombre mara o marra es de origen mapudungun pero de ninguna manera los puelches habitaron al estrecho de Magallanes. Lesson reconoce el aporte de Azara y  lamenta que sólo había en el Museo de Historia Natural de París un solo ejemplar en mal estado del que se obtuvo el dibujo que reproducimos aquí.


Mara de Patagonie. Dibujo de Jean Gabriel Pretre.
Lesson, RP & Prêtre, JG. 1830-1832. Centurie zoologique. F.G. Levrault. 


  

  El naturalista francés Alcides d’Orbigny vio maras en las cercanías de la bahía San Blas, en el extremo sur de la provincia de Buenos Aires. También registró el nombre indígena de mara y, a pesar de ser muy buen cazador, cuenta que no pudo matar ninguna para obtener ejemplares de estudio: “eran demasiado salvajes para que uno pudiera acercarse a ellas, en medio de un campo casi descubierto.” Queriendo verlas mejor las corrió a caballo pero casi se mata pues el caballo hacía los mismos giros bruscos que ellas. Uno de los peones que lo acompañaba le mostró como cazarlas: “Hizo levantar una mara, detrás de la cual corrió al galope, hasta enlazarla; luego, sin poner pie en la tierra, la tomó por las orejas y me la entregó viva.”

  Supuso que no bebían o lo hacían con el rocío de la mañana,  ya que se encontraban en zonas completamente privadas de agua y “no podemos suponer que abandonen los alrededores de su madrigueras, para andar diez a doce leguas a buscar el agua más cercana.” Uno de los ejemplares cazados por el peón fue a parar al asador pero la comida debe haber sido algo desabrida porque el francés acotó  “si se la prepara bien, debe ser un excelente alimento”. Finalmente hizo una interesante observación de un tatú predando una cría de mara a la que llevaba a su cueva habiéndola desangrado de una sola mordida.



Patagonian cavy
Waterhouse, GR. 1848. A Natural History of the Mammalia. Vol 2. H. Baillière

  

    El próximo naturalista que llegó a estas tierras y llevó a Europa noticias de la mara fue Charles Darwin, quien la llamó cavy habiéndola observado en las proximidades del río Colorado, en el extremo norte de la Patagonia, donde nos dice que es el cuadrúpedo más abundante. “El Agutí es un verdadero amigo del desierto; es un rasgo común del paisaje ver dos o tres de ellos moviéndose rápido en línea recta, uno detrás del otro, a través de estas llanuras salvajes." Darwin se preguntaba por qué la mara ya no era abundante en Santa Cruz donde el capitán Wood la había visto tan numerosa. Contradiciendo a Azara dice: “Donde  vive la vizcacha y hace sus vizcacheras, el agutí las usa; pero donde la vizcacha no se halla, como en Bahía Blanca, el agutí cava él mismo.”

  Y agrega: “ (...) he visto muchas veces dos o tres de estos animales sentados sobre sus ancas junto a las bocas de sus cuevas, a las cuales entraban tranquilamente cuando yo pasaba a cierta distancia. Diariamente, en las cercanías de estos lugares,  los agutíes eran abundantes, pero a diferencia de la mayoría de los animales cavadores, vagaban, generalmente de a dos o tres juntos, a millas o leguas de su madriguera; y no sé si regresaban por la noche. El cavy se alimenta y anda de día; es desconfiado y observador; rara vez se acurruca a la manera de las liebres; no puede correr muy rápido, y por eso es atrapado frecuentemente por una pareja de perros, aún mestizos. Su forma de correr recuerda más a un conejo que a una liebre. El cavy generalmente produce dos crías, que nacen dentro de la cueva. La carne, una vez cocida, es muy blanca; sin embargo, es sosa y seca”.


Maras
Hudson, WH. 1893. Idle days in Patagonia.  Chapman & Hall, ltd. London


  El Dr. Charles Pickering, integrante de la expedición norteamericana del capitán Wilkes, vio en el verano de 1839 que la mara era muy común en el río Negro. “En una de mis excursiones asusté a un grupo de seis de estos animalitos, que huyeron corriendo a considerable velocidad, y para mi sorpresa, manteniéndose estrictamente en una sola fila. Me dijeron los nativos que así ocurría cuando se los veía en grupos, y con el propósito de mantenerse en el camino a sus madrigueras. Sin embargo se dice que este agutí generalmente está en parejas, aunque quizás no en la estación de nuestra visita. En otra ocasión encontré cuatro juntas, dos de las cuales se refugiaron en cuevas, mientras que las otras desaparecieron detrás de un risco. El aspecto del animal me recordó al de la liebre, aunque tiene un paso peculiar y algo llamativo. Las cuevas son grandes y frecuentemente tiene como compañero una especie de búho cavador [la lechucita de las vizcacheras – Athene cunicularia] (...) Una joven fue llevado vivo a bordo y tenía un grito silbado, no fuerte. Nunca intentó morder”.



Patagonian cavy
The Cambridge natural history. Harmer, S. F. - Shipley, A. E. London :Macmillan and Co. ;1895-1909.


  "Los tres reinos de la naturaleza" es una obra editada en Madrid en 1852 que traduce al español y actualiza la obra de Buffon, que no había podido identificar bien a la mara a la que confundió con liebres verdaderas del hemisferio norte. Pero en la obra que mencionamos aparece un detalle interesante sobre la especie: “Los indios les dan caza para comer su carne que es insípida: tratan siempre de matar primero á la hembra, pues están seguros de que el macho ni aún muerta la abandonará (...) el macho nunca abandona a la hembra aún en el caso de verse perseguido por perros”. Los biólogos actuales consideran que la monogamia de la mara se basa en la “división de tareas” correspondiendo al macho la vigilancia y defensa de la hembra ante los predadores, y a la hembra la alimentación y cuidado de la cría.



The patagonian cavy
Vogt, KC. 1887-88. The natural history of animals. London: Blackie & Son, Ltd.

  El zoólogo alemán Hermann Burmeister durante su viaje por Argentina vio maras en Mendoza, cuando viajaba desde la ciudad hacia el río Desaguadero. “Atravesaba el camino con rapidez y daba grandes saltos, como un gamo, y descansaba pronto sobre las patas traseras apoyadas hasta los talones, para quedar con las extremidades delanteras extendidas (...)  Se oculta debajo de las matas en nido abierto, y vive de hierbas de la pampa, sobre todo de gramíneas”.  Siempre la vio en pareja o de a tres, con la cría, “nunca he visto una solitaria” y nunca la vio ocultarse en las cuevas de vizcachas.

  Tuvo un ejemplar en cautiverio, un macho joven “que permanecía atado en mi habitación, haciéndose pronto muy manso; se dejaba tocar y pasar la mano por el lomo, sin demostrar temor. Si se le molestaba o pegaba, producía un tono silbante, como lo hacen los conejillos de la India, sonando así como uui.” Parece ser que no sólo comía pasto sino también verduras y frutas maduras o verdes como manzanas, peras y duraznos. Pero Burmeister, científico al fin, terminó sacrificándolo para estudiar su anatomía. Un artista que viajaba con él, Adolf Goering, contaba, en relación a este mismo animal cautivo, que “era una criatura muy amable, de buen carácter e inofensiva. Desde el primer día mostraba gran confianza en su amo, tomaba sin dudar la comida de sus manos, y soportaba que se lo tocara sin exhibir ninguna molestia. Era muy aficionado a las caricias, arqueaba su lomo, ponía la cabeza a un lado como si quisiera ver la mano amiga que lo acariciaba y lanzaba un agradecido pero indescriptible chillido o gruñido.”



Mara
The animals of the world : Brehm's Life of animals.1895


  Hacia 1869-1870 el viajero inglés George Musters recorrió la Patagonia con los aoni-kenk (tehuelches) y encontró maras en abundancia en el centro de la provincia de río Negro, en las cercanías de la actual Sierra Colorada. Las llamó liebres o cavies, y registró el nombre tehuelche paahi. “Estos animalitos viven en cuevas, pero generalmente están afuera comiendo o durmiendo sobre la hierba durante el día. Son sumamente rápidos por quizás durante una milla pero, como los zorros del país, pronto se cansan. Para cazarlos  primero cerrábamos las madrigueras con arbustos; pero las astutas bestezuelas a menudo se evadían deslizándose por una abertura no observada por quienes cerraban las cuevas. Se requería considerable habilidad para voltearlas con las boleadoras, porque, si eran atrapadas solo por las patas o el cuerpo se liberaban solas con rapidez, pero un golpe en la cabeza era mortal al instante. Son buenas para comer, aunque la carne es algo seca una vez asada. Con las pieles se hacen mantas, pero son de poco valor, ya que pronto se les cae el pelo.”



Mara
La chasse illustrée c.1873


  Otro aventurero ingles Heskett Prichard, que había venido a la Patagonia con el imposible encargo de capturar un Mylodon vivo, encontró a la mara más a menudo en parches de barro seco y no más al sur del lago Colhué Huapi. Sus dos perros, Tom y Brian mataron en una ocasión una mara cuya carne consideró excelente, parecida a la de la liebre inglesa. “El agutí a menudo  obliga a los perros a una dura persecución, especialmente donde el terreno es quebrado, y en tales lugares frecuentemente logra escapar. Tras asustarse reaparece muy pronto, y cuando realmente emprende la huída raramente recorre más de 100 m antes de darse vuelta para ver si la persiguen. Este es el caso cuando la persigue un hombre sólo; cuando hay perros no hay tiempo que perder con ningún tipo de especulación.”



Patagonian cavy
Cassell's Natural History. Ed. P. Martin Duncan ...Vol 3
London - Cassell & Company, Ltd,1891-96.






MARAS EN EUROPA

  Los primeros ejemplares de mara enviados a los zoológicos de Londres y de Paris no lograron reproducirse y no sobrevivieron mucho tiempo.

  En 1870, según informaba Albert Geoffroy Sant-Hilaire, había muerto durante el invierno una pareja de maras en el Jardin d'Acclimatation del Bois de Boulgone (París).  Tres años después adquirieron cuatro más pero la reproducción de estos animales “dulces e inofensivos” fracasó. Saint-Hilaire remarcaba que “al paso, al trote o al galope las maras tienen más un aspecto de ciervo que de roedor. La manera en que se acuestan no es como la de las liebres y conejos.”

  Hubo también algún interés en España por la aclimatación de esta especie. Mariano de la Paz Graells, director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, recibió dos maras que le fueran enviadas por Marcos Jiménez de la Espada, zoólogo de la Comisión Científica Española del Pacífico. Escribe Graells: “A la vista de un animal tan dulce, tan acariciable, tan manso, de la talla de un Moschus [ciervo almizclero], y cuyo pelaje podrá ser utilizado por la peletería, no dudo en afirmar que su multiplicación será para nosotros una verdadera conquista.” Lamentablemente parece que los dos ejemplares eran machos y se frustró el proyecto.



Lièvre Patagon ou Mara
Cornély, Joseph -1885-  Bull. Soc. d'Accl., p. 553.


  Fue Cornély, un vizconde francés especialista en aclimatación de especies, quien, haciendo caso del consejo de Desmarest, se ocupó de adaptar la mara al mundo europeo. Primero tuvo dificultad en obtenerlas, incluso una que le enviaron por barco terminó en el plato y luego en el estómago de un rico pasajero. Cornély observó que la mara no vivía durante mucho tiempo en cautiverio, salvo que dispusiera de amplios espacios con pasto. Cuando consiguió una pareja, se le ocurrió dejarlas sueltas en su parque de Beaujardin, en Tours, y allí se acostumbraron a vivir y se amansaron a tal punto que se acercaban al que las llamaba, “tomaban el pan que se les ofrecía con la mano, y aún se subían sobre las rodillas de las personas sentadas”. Se adaptaron también a la presencia de los otros animales del parque pero cuando “un perro o una gacela se le acercaban por atrás, usaban un medio de defensa bien bizarro. Un pequeño chorro de orina lanzado a la cara del intruso. (...) No siendo el licor ni corrosivo ni de olor repugnante, no es un arma muy peligrosa”.

  Comprobó lo que señalábamos más arriba, el gran apego del macho por la hembra con la cual se comportaba con “una ternura ejemplar”. No las observó cavar más que leves depresiones en el suelo donde finalmente ocurrió el nacimiento de dos crías el primer año y tres al año siguiente. Luego recibió tres machos más, uno de ellos de talla enorme. “Cuando el padre de la familia lo vio de lejos, entrechocaba los dientes; se precipitó hacia el intruso con el mayor furor y lo puso en fuga”.



Mara
Nouveau dictionnaire encyclopédique universel illustré“, Jules Trousset. Paris. 1886-1891


  Por su parte, Pierre Amédée Pichot  criaba con éxito maras en su propiedad de  Sêvres y había visto que en cautiverio excavaban el suelo si era seco y suelto y también ocupaba albergues artificiales por lo que supuso que en su vida silvestre bien podría usar sin problemas las cuevas de otros animales como las vizcachas.

  Georges de Frézals un francés que vivió a fines del s. XIX en Mendoza tenía un macho domesticado, Juanito, y observó que nunca las maras en cautiverio habían intentado excavar madrigueras, quizás por disponer de bastante sombra y humedad en los corrales, lo que les hacía innecesario buscar refugio. Mientras que las que vivían en libertad en las proximidades del río Tunuyán, sí lo hacían para protegerse de los ardores del sol y disfrutar un poco del fresco. Lo mismo ocurría en Famatina (La Rioja) donde eran abundantes y se las cazaba a golpes de pala, según Claude Mabit.

  Remy Saint-Loup, autor de un interesante trabajo sobre la anatomía y el comportamiento de la especie, observó que “Cuando la pastura crece abundante, con una hierba densa y suculenta sobre tierras crasas y húmedas, los Dolichotis desaparecen como si rechazaran esta humedad del suelo o la calidad especial de las hierbas ricas” y por eso aconseja intentar su aclimatación en las regiones más secas de Francia. Según este autor en esa época había 6 criadores de maras en Francia y aparentemente ninguno en Inglaterra. La utilidad de estos roedores provenía de la elegancia de su forma y actitud que los hacía “extremadamente decorativos”, de su carne blanca como la del conejo y de su piel útil para la confección de guantes, ya que el pelo es caedizo y no servía para otros artículos.

  Sin embargo, las previsiones de estos criadores no se cumplieron pues finalmente la mara no parece haber sido objeto de la cría industrial, quedando sólo confinada a los zoológicos.


Mara en pelaje de invierno
Saint-Loup, Remy. -1895 - Revue des Sciences Naturelles Appliquées.  Paris. 





MARAS EN LAS CULTURAS AMERICANAS

  En los restos arqueológicos de antiguos asentamientos sudamericanos aparecen los huesos de este roedor lo que demuestra que desde hace muchos años se la usaba como alimento. Estos sitios se encuentran en la región pampeana, en la Patagonia y en la zona Chaco-santiagueña con una antigüedad que va desde 10.000 años  hasta 440 años atrás.

  Como hemos visto a través de los distintos relatos de los exploradores y naturalistas europeos, la mara fue un recurso para los pueblos originarios, especialmente para los tsonekas  o tehuelches de la Patagonia, para los que constituían una buena fuente de proteínas. Por tratarse de una pieza menor, su caza la realizaban las mujeres. Así mismo con su cuero se elaboraban mantas y alfombras que los indígenas vendían o canjeaban en Carmen de Patagones. Claraz (1865) dice que el cuero se usaba también como recipiente para agua.

  Generalmente se la cazaba en invierno cuando escaseaba la caza mayor, por eso quizás una de sus leyendas la vincula con esa estación del año. En efecto, cuando no existían las estaciones el héroe mítico Elal convocó a todos los animales para que establecieran la duración de cada época del año. Cada animal fundamentó sus preferencias: así los guanacos y los cauquenes necesitaban un verano largo para poder alimentar sus crías. Los cazadores, como el puma y el zorro, preferían el invierno para poder seguir en la nieve las huellas de sus presas. La perdiz propuso  tres lunas de frío, tres de calor y las otras seis lunas de transición entre el verano y el invierno. Entonces la Mara viendo que el problema era la  duración del invierno  propuso que durara tres lunas.

  Pero el Oóin (choike o ñandú petizo) se opuso pues quería que todo el año fuera invierno y al que no le gustara que se fuera al norte. La discusión se hizo dura entre la mara y el ñandú, que gritaba a más no poder, hasta que la primera enojada dio un manotazo en el suelo y se fue a su cueva. El choique la siguió y pisándole la cola, se la arrancó. Desde entonces la mara quedó sin cola y el ñandú quedó con voz ronca. Elal, finalmente dio la la razón a la mara y desde entonces el año se divide en cuatro estaciones de tres lunas cada una: shorken (verano), kápenken (otoño), sheiaik (invierno) y ariskáiken (primavera).

  Entre los mapùches de la región de Collon Curá (Neuquén, Argentina)  se realizaba una danza ritual de la mara, y era una de las cinco danzas que integraban la ceremonia del Nguillatún.



En la actualidad, por su distribución endémica para la Argentina, la mara simboliza en cierta forma a los mamíferos de la Argentina y posiblemente por ello fue elegida por la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM) para su logotipo.
  

 


 
    

REFERENCIAS

-Anónimo – 1767- A Voyage round the World in his Majesty’s Ship the Dolphin commanded by the honourable Commodore Byron. J. Newbery. London.

-Azara, F. de -1802- Apuntamientos para la historia natural de los quadrúpedos del Paragüay y Río de la Plata. Vol II. Imprenta de la Viuda de Ibarra, Madrid.

-Burmeister, G. -1861 -Reise durch die La Plata-Staaten.

-Cassin, John – 1858 - Mammalogy and ornithology. U. S. Eploring Expedition during the years 1838,1839,1840,1841,1842 under the command of Charles Wilkes, U.S.N. - J.B. Lippincott, Philadelphia.

-Chao, Eduardo, (Ed.) -1852- Los tres reinos de la naturaleza o museo pintoresco de historia natural [de Buffon]. Gaspar y Roig, Editores.  Madrid.

-Cornély, Joseph -1885- Note sur le Lièvre Patagon ou Mara. Bull. Soc. d'Accl., p. 553.

-Darwin, C. R. ed. 1838. The zoology of the voyage of H.M.S. Beagle. Smith Elder and Co. London.

-Darwin, Charles –[1860] - A Naturalist's Voyage Round the World. Journal of Researches into the Natural History and Geology of the countries visited during the voyage round the world of H.M.S. Beagle under the command of Captain Fitz Roy, R.N.  John Murray. 1913. London.

-Desmarest, A. G. – 1819 - Journal de Physique, de Chimie et d'Histoire Naturelle. Vol 88. Paris.

-d’Orbigny, Charles Dessalines -1835-1847- Voyage dans l'Amérique méridionale... exécuté pendant les années 1826, 1827, 1828, 1829, 1830, 1831, 1832 et 1833.  P. Bertrand.Paris.

-Echeverría Baleta , Mario –s/f-  Joiuen Tsoneka (Leyendas tehuelches).

-Lesson, R. P. - Prêtre, J. G. - 1830-1832- Centurie zoologique. F.G. Levrault. Bruxelles.

-Marani, Hernán A. - 2011- Anatomía económica de Mara (Dolichotis Patagonum) y su aplicación en la evaluación de restos zooarqueológicos recuperados en la costa Norpatagónica (Río Negro, Argentina). Magallania (Chile) 39(2):267-278

-Molina, Giovanni Ignazio – 1782 - Saggio sulla storia naturale del Chili . Bologna: Stamperia de S. Tommaso d' Aquino.

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-Prichard, H. Hesketh -1902 –Field-Notes upon some of the larger Mammals of Patagonia made between September 190 and June 1901 – Proc. Zool Soc. Vol 1. 

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-Viedma, Antonio de [1783] Descripción de la costa meridional del Sur, llamada vulgarmente Patagonia; relación de sus terrenos, producciones, frutos, aves y peces; indios que la habitan, su religión, costumbres, vestidos y trato; desde el puerto de Santa Elena en 44 grados hasta el de la Virgen en 52 y Boca del Estrecho de Magallanes en Angelis, Pedro de: Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia del Río de la Plata. Buenos Aires, 1839, t. VIIIB

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-Wood, J. – [1669] -A description of the Straits of Magellan by Captain John Wood, in HMS Sweepstakes, under command of Captain John Narbrough.

EL YAGUARETÉ O TIGRE DE AMÉRICA SEGÚN JOSEPH JOLIS

Traducción Alex Mouchard del texto extraído de  Jolis, Giuseppe.  Saggio sulla storia naturale della provincia del Gran Chaco e sulle pratic...