“Para mi felicidad, mi vista
está tan acostumbrada y aguzada y conozco a las aves tan bien, que ya sé casi
en el mismo instante qué es lo que se posa delante de mi.”
Emilia Snethlage
SELVA ENTRE DOS RIOS
Sanjad, N. Snethlage, R. M.; Junghans, M.; Oren, D. C. -2013 - Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi. Ciências Humanas 8 (1):195-221 |
Hacia principios del siglo XX existía una
importante región en el estado de Pará, Brasil, aún poco explorada por la
civilización occidental. Dicha región se extiende entre los ríos Tapajoz y
Xingu, y más precisamente entre los ríos Iriri (afluente de la margen izquierda
del Xingu) y el Jamauchim (afluente de la margen derecha del Tapajoz).
Allí se dirigió nuestra intrépida
protagonista, Emilia Snethlage, con el proposito de explorarla ya obtener
materiales para el Museo Parananse Emilio Goeldi donde trabajaba.
Mapa de la región explorada.
Snethlage, E. – 1912 - A travessia entre o
Xingú e o Tapajoz. Boletim do
Museu Goeldi 7:49-92.
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Con el apoyo de la firma comercial Souza e
Braga y del coronel Raymundo Brazil y otros propietarios de los seringales
(explotaciones de caucho) del Tapajoz medio y del bajo Jamauchim, Emilia
intentó primeramente el acceso por estos ríos, partiendo el 11 de octubre de
1908 y llegando hasta Tucunaré, ultima región habitada del Jamauchim. Más allá
se le hizo imposible avanzar debido a una serie de cascadas y saltos muy
importantes, apenas pasando la boca del Arury.
Emilia no se dejó vencer por este
inconveniente y muy pronto estaba intentado acceder a esa región desde el río
Xingú. A principios de junio de 1909 llegó en el vapor Brito a Victoria, puerta
de entrada a los territorios del Xingú. Un mes más tarde partió de Forte Ambé
en un igarité o canoa grande que tras cinco días de navegación la llevó hasta
la primer cascada del río Iriri. Quedó sorprendida por el espectáculo de la vegetación que rodeaba los
saltos. Todas las rocas estaban cubiertas de verdaderos colchones de podostemáceas.
También eran notables los palmares de babassú (Attalea speciosa) una palmera de gran importancia económica.
Attalea speciosa Mart.[Orbignya phalerata Mart.] Orbigny, A.D. d’, Voyage dans l’Amérique Méridionale, vol. 7(3): t. 13 (1847) |
Al día siguiente llegaron a Santa Júlia, la
colonia más antigua del Iriri. De allí
partieron para la boca del Curuá, para lo cual tuvieron que pasar por dos
cascadas “fuertes” que obstruyen el curso medio del Iriri. El 30 de julio arribaron a Sao Francisco, donde por primera vez en casi
un mes pudo dormir en una casa. Luego continuaron
hasta la boca del río Curuá. Aquí encontró a las tribus de los chipayas y los
curuahés, que habían sido mencionadas por viajeros anteriores como el príncipe
Adalberto de Prusia, Henri Coudreau y Karl von den Steinen, aunque ninguno de
ellos tuvo contacto directo con estos indígenas.
Los chipaya vivían en el alto Curuá y el
alto Iriri, retirados de la civilización, aunque algunos trabajaban como
tripulantes del servicio de canoas. Los
curuahés que conoció le parecieron mansos y tímidos ya que vivían bajo el
patriarcado de Manoelsinho, un chipaya que habitaba en los límites de la
civilización. Pudo registrar los idiomas de ambas tribus, que diferían entre
sí, aunque sin embargo sus vestidos, armas y ornamentos eran similares.Estos
indígenas cazaban con flechas de caña con punta de madera blanca o hueso y base
de plumas de mutum o muitú (Crax
fasciolata). Además tenían otras flechas de punta muy fuerte y ganchuda que
usaban para la guerra y cuya cola estaba hecha con rectrices de harpía o gavião
real (Harpyia harpyja).
El 9 de agosto comienzan a remontar el
Curuá, río de un centenar de metros de ancho, plagado de rápidos y cascadas y
rodeado de selvas muy desarrolladas llenas de árboles de seringueira (Hevea brasiliensis L. ) y también de
caucho (Hevea benthamiana Müll.
Arg.). Las numerosas playas de las
márgenes y de las islas les proporcionaron abundante cantidad de huevos de
tortuga tracajá (Podocnemis unifilis).
En esos lugares eran comunes las huellas de la onça pintada, minem o yaguareté,
de los cuales habían sido muertos siete ejemplares en los últimos dos años. Los
indígenas gustaban de tener muchos animales domesticados que llevaban incluso
en las canoas: macacos pregos o coatás (posiblemente Ateles belzebuth), araras, papagayos y periquitos de varias
especies.
Finalmente el 28 de agosto partió con un
grupo de indígenas curuahés, cuatro hombres y tres mujeres, hacia el alto Jamauchim. El viaje comenzó por
una zona de morros de 200m de altura que luego se transformaron en una verdadera
sierra con picos de hasta 400m.
Indios chipaya y curuahé, en la margen del río Curuá.
Snethlage, E. – 1912 - A travessia entre o
Xingú e o Tapajoz. [1910].Boletim do
Museu Goeldi 7:49-92.
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La alimentación se basaba en lo que
encontraban en el camino. Frutas, especialmente de isari o yatobá (Hymenaea), a veces castanha-do-pará (Bertholletia excelsa) y palmito de açaí (Euterpe oleracea), que
crecía en los valles, bulbos subterráneos de hothin-á (marantácea), de
sabor parecido a la batata. Otra raiz, que preparaban como gachas con miel, se
llamaba hamai-pin, tenía aspecto de bulbo irregular, cáscara negra y pulpa
blanca muy suculenta. También obtenían miel de abejas Melipona, de la que había dos especies abá, pequeña, amarilla e
inofensiva, que hacía sus nidos en huecos de troncos gruesos. Y la ató,
peluda y negruzca, con un nido cónico enorme en la copa de árboles altos como
el monguba (Pachira aquatica Aubl.).
Ambas producen una miel excelente, dulce y aromática, que los indios bebían
mezclada con agua. Era frecuente que los indígenas tumbaran árboles grandes,
por medio de sus primitivas herramientas, para procurarse panales o huevos y
pichones de aves como el mocorro o tuyuyú (Mycteria
americana).
Entre los mamíferos eran abundantes los
monos como el cuxiú de nariz blanca (Chiropotes
albinasus) y el coatá o mono araña de frente blanca (Ateles marginatus). Los primeros eran muy tranquilos y se paseaban
por las ramas bajas sin cuidarse de las flechas. Los coatá, que andaban en
grupos de 6 a 10, huían en forma explosiva con gritos rabiosos, sacudiendo las
ramas y amenazando colgados de sus colas. Los guaribas o monos aulladores (Alouatta guariba) frecuentaban
las orillas del Jamauchim; tambien vio macacos de prego o
monos capuchinos (Cebus apella fatuellus)y
los macacos de cheiro o mono ardilla (Saimiri
sciureus), en grupos muy numerosos. Los Cebus parecían no tener miedo a los hombres pero se retiran
lentamente y una vez a cierta distancia huian entre las copas ruidosamente.
Otra especie muy confiada y bonita era la pequeña uapussa o boca de agua (Callicebus sp.) de barriga color
rojizo que vivían aislados o en grupitos
de 2-3 individuos. Los taitetú o pecaríes (Tayassu
pecari) proporcionaban una buena comida cuando podían cazarlos.
Entre las aves menciona al jacamin o
trompetero de alas oscuras (Psophia
viridis) y el mutum pinima (Crax
fasciolata), e innumerables especies de pájaros. Entre los reptiles las
tortugas jaboty o jabuti (Chelonoidis
denticulata) y algún yacaré pequeño.
Finalmente el 5 de septiembre llegaron al
río Jamauchim. Aquí pudieron pescar lo suficiente como para mantenerse el resto
del viaje: curimatá (Prochilodus scropha),
bacú o pacú de vientre rojo (Piaractus
brachypomus), tucunaré (Cichla)y
trahira (Macrodon trahira).
En esta parte del viaje Emilia sufrió la
incertidumbre del rumbo a seguir, aunque descendían el Jamauchin, porque sus
acompañantes indígenas desconocían la región, y además se les estaba terminando
la provisión de fariña. A pesar de haber encontrado rastros de los seringueiros
a fines de septiembre, tardaron varios días más en llegar a zonas pobladas.
Allí tras proveerlos de abundante fariña
despidió a sus fieles compañeros de viaje que la habían guiado durante un mes,
voluntariamente, sin exigir paga alguna. Sin duda, reflexiona Emilia, podrían
haberla abandonado en más de una ocasión acuciados por el hambre y el temor a
las tribus de carajas, dejándola abandonada a una muerte segura. Aprendió a
estimar a los indios curuahés como gente esencialmente buena, de carácter
infantil y amable, dóciles, no carentes de inteligencia, y dignos de una mejor
suerte. Ya que muchas tribus ya en esa época habían sido salvajemente
aniquiladas “por una civilización no siempre superior desde el punto de vista
moral a sus costumbres primitivas”.
El 4 de octubre pasó por los “portones”,
grandes cascadas, tras las cuales el río se hace manso, llegando a Santa Helena
y el 15 de octubre, a Sao Joaquim, en la boca del Jamauchim y luego a Sao
Luiz,donde pudo abordar el vapor que bajaba por el Tapajoz hasta Santarem.
Para dar una idea de lo difícil que habrá
sido el viaje de Emilia señalemos que además de las inclemencias del tiempo,
debió soportar ataques de malaria, la falta de agua y alimentos, las nubes de
mosquito y mbarigüíes y la presencia de los yaguaretés y los ofidios. Su viaje,
además de proporcionar una gran cantidad de información y especímenes para el
Museo, permitió demostrar que entre ambos ríos no había comunicación fluvial
como se suponía ya que se interpone entre ellos, una verdadera sierra, quizás
las más alta de la Amazonia.
EMILIA
EMILIA SNETHLAGE
Museu Paraense Emílio Goeldi
http://chc.cienciahoje.uol.com.br/
Henriette Mathilde María Elisabeth Emilie
Snethlage (1868– 1929), naturalista y ornitóloga, nació en
Kraatz, Brandenburgo, Alemania.
Con apenas siete años disfrutaba la lectura
de Entdeckungsreisen in Feld und Flur
[Jornadas de descubrimientos en campos y campiñas], de Hermann Wagner y,
acompañada de su hermano comenzó a hacer un herbario de su región llegando a
tener un gran conocimiento de la flora nativa pese a su corta edad. Asimismo
empezó a realizar observaciones sobre las aves, que con el tiempo serían sus
favoritas.
Tras un período de trabajo como institutriz
en Inglaterra, Irlanda y Alemania, cuando tenía 31 años, y gracias a una
pequeña herencia pudo cumplir su sueño de estudiar historia natural en la
Universidad de Berlín, y luego en Jena y Freiburg im Breisgau donde se
doctoró en filosofía natural en 1904, con un trabajo sobre entomología.
Tuvo como profesores preferidos al zoólogo August Weissman y al paleontólogo
Johann Steinmann. Trabajó en
el Museo de Historia Natural de Berlín como asistente del ornitólogo
Anton Reichenow, quien la recomendó a Emílio Goeldi para el Museo
Paraense de Historia Natural y Etnografía de Belém. Allí llegó en 1905 y se
encargó de reordenar la colección ornitológica con el asesoramiento de
especialistas como Hans von Berlepsch, Carl Hellmayr y Ernst Hartert, y del mastozoólogo
Olfield Thomas.
Para complementar esta actividad se vio
precisada a hacer numerosos viajes de colecta de aves hasta Acre y a otras
remotas regiones amazónicas. El más importante fue la travesía que reseñamos
realizada entre los ríos Xingu e Tapajoz, en 1909. Era la primera vez que una
persona blanca recorría ese trayecto y aún más extraño es que se trataba de una
mujer, por eso los que no la conocían creían que el protagonista de ese viaje
había sido en realidad un hombre. Para evitar el equívoco Emilia mantenía una
apariencia bien femenina, llevaba el pelo largo, a pesar de reconocer que el
pelo corto le sería mucho más cómodo para sus viajes, y sólo en éstos usaba
pantalones.
Emilia contaba con la ayuda de un asistente
de apenas 15 años de quien dice: “El pequeño Oscar dispara muy bien, es muy
aplicado, solícito, honesto, una personita realmente simpática, con quien estoy
plenamente satisfecha.” Ella misma era muy buena tiradora y preparaba de forma
excelente las aves que obtenía. Más de 10.000 ejemplares de aves y mamíferos
acondicionados por sus manos enriquecen los museos brasileños, alemanes y
norte-americanos.
Emilia con sus ayudantes y su escopeta de caza http://revistapesquisa.fapesp.br/es/2011/10/01/entre-las-aves-de-la-selva/ |
Mostraba además una gran energía en estas
salidas de campo cargando durante varios kilómetros su mochila llena de rocas,
o como ocurrió, cierta vez llevando un
ejemplar de tamanduá durante casi una jornada entera. En una oportunidad una
piraña le mordió el dedo mayor de su mano derecha, el cual apenas quedó sujeto
por un poco de carne, y finalmente ella misma tuvo que amputárselo, al no haber
nadie que se animara a hacerlo.
Su rutina en el campo, generalmente en
sitios aislados, consistía en levantarse al amanecer, bañarse en un arroyo o
una cascada, tomar su café y salir con la escopeta y la mochila a la selva.
Generalmente iba sola para poder observar la fauna con más tranquilidad y
registrar su comportamiento. Permanecía varias horas, sentada en un tronco,
fumando su cigarro para alejar a los mosquitos.
A eso de las dos o tres de la tarde, regresaba al campamento, volvía bañarse
para librarse de garrapatas, ácaros y otras plagas. Hacía un breve almuerzo y
luego anotaba sus datos en un cuaderno y preparaba los animales obtenidos. A la
noche seguía con sus anotaciones, la lectura de la bibliografía para aclarar
algún tema, la charla con los pobladores, algún juego de solitario y sus
oraciones.
Con la mascota del Museo con su cuidador. http://www.agencia.fiocruz.br/ |
De 1914 a 1922 la “senhorinha doutora” fue
directora del Museo Paraense Emilio Goeldi y los resultados de su trabajo
se vieron plasmados en el Catálogo das
Aves Amazônicas (1914) y en más de 40 artículos publicados en el Journal für Ornithologie y en el Ornithologische Monatsberichte. Pero debido a la entrada de Brasil en la
primer guerra mundial y a la crisis económica de la posguerra, el Museo
Paraense entró en declinación. Emilia fue alejada durante un tiempo de la
dirección por ser ciudadana de un país enemigo y más tarde fue acusada de
repartir los alimentos destinados a los animales, entre los empleados más
necesitados. Por ello fue exonerada de su cargo y tuvo que aceptar el trabajo
de naturalista viajera que le ofreciera el Museo Nacional de Rio de Janeiro en
1922.
Durante su exoneración del Museo, Emilia se refugió en la misión franciscana de Sao Antonio do
Prata, donde pese a ser protestante era muy bien recibida por las monjas
y aprovechaba para seguir observando la naturaleza.
Snethlage, E. 1917 - Nature and Man in Eastern Pará,
Brasil. The Geographical Review (New York), 4(1): 41-50
|
Siguió allí estudiando la avifauna
brasileña, siempre viajando, por Minas Gerais, Maranhão,
Ceará, Espírito Santo, Santa Catarina, Paraná, São Paulo,
Bahía, Paraná, Rio Grande do Sul,
Argentina e Uruguay. También recorrió largamente el río Araguaia, afluente
del Tocantins.
En el Museo Nacional de Rio de Janeiro,
en 1926 (Fotos: Arquivo Guilherme De La Penha/MPEG) http://www.agencia.fiocruz.br/ |
Emilia, incansable, a los 61 años, decidió
recorrer el rio Madeira para estudiar la avifauna de la frontera con Colombia y
Ecuador, pero sufrió un ataque al corazón y falleció en Porto Velho, donde se
encuentra su sepultura.
Sepultura de Emilia en Rondonia. Sanjad, N. Snethlage, R. M.; Junghans, M.; Oren, D. C. -2013 - Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi. Ciências Humanas 8 (1):195-22 |
Emilia Snethlage fue la ornitóloga que más
contribuyó al conocimiento de la avifauna de Brasil desde la época de Johann
Natterer, quien trabajó en Brasil entre 1817 y 1835. Describió cerca de sesenta
especies y subespecies de aves. En 1926
fue incorporada a la Academia Brasilera
de Ciencias. El gran ornitólogo Helmut Sick le dedicó su libro Ornitologia brasileira (1985) y en 2002
le fue dedicada la cotorra de Madeira Pyrrhura snethlageae.
En sus expediciones también hizo
observaciones sobre los pueblos indígenas como los chipaya y los curuahé o
kuruaya, casi completamente desconocidos. Sus colecciones etnográficas, además
de Brasil, se encuentran en el Museo de Etnología de Berlín.
Emilia nunca se casó ni tuvo hijos, sólo
vivió para la ciencia y lo hizo con gran sobriedad, pero con alegría como
cuando escribía sobre las aves y los indígenas. Fue una gran amante de la
naturaleza con la cual llenaba las horas de su vida: “Una nueva diversión para
mí – una de las mayores que conozco – es quedarme observando las grandes
araras, de las que hay un gran número. No existe nada más lindo que quedarse
mirando esos bichos maravillosos con sus colores rojos y azules relucientes en
las copas verdes, donde suben y bajan por las ramas con movimientos lentos y,
de vez en cuando, sueltan un grito áspero. Como no pensar entonces en las horas
en que acostumbraba a quedarme soñando
delante de los cuadros de araras de Brehm, ya en ese tiempo deleitándome con
fantasía en las escenas que tenía
esperanza de ver algún día en vivo. Mas, ¿qué es un cuadro frente a la
realidad?”.
Alex Mouchard
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
REFERENCIAS
Cunha, Oswaldo R. -1989- Talento e
atitude: estudos biográficos do Museu Emílio Goeldi. Belém: Museu
Paraense Emílio Goeldi.
en.wikipedia.org
http://brasil.urbansketchers.org/
Junghans, Miriam -2008- Emilia Snethlage
(1868–1929): uma naturalista alemã na Amazônia- História, Ciências,
Saúde 15, supl.:243-255. Manguinhos, Rio de Janeiro
Lutz, Bertha. -1958-. “Emilie
Snethlage (1868-1929)”. En: Museu Nacional /Universidade do Brasil.
Relatório annual, 1957. Río de Janeiro, pp. 39-43.
Sanjad, Nelson; Snethlage, Rotger Michael;
Junghans, Miriam; Oren, David Conway. -2013 - Emília Snethlage (1868-1929): um
inédito relato de viagem ao rio
Tocantins e o obituário de Emil-Heinrich. Boletim do Museu Paraense
Emílio Goeldi. Ciências Humanas 8
(1):195-221.
Snethlage, E. 1917 - Nature and Man in Eastern Pará,
Brasil. The Geographical Review (New York), 4(1): 41-50
Snethlage, E. – 1912 - A travessia entre o
Xingú e o Tapajoz. [1910].Boletim do
Museu Goeldi 7:49-92.
www.odontovidapara.com.br/
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