Investigación y redacción Alex Mouchard
“Ay Petronila
Pérez,
huala perdida,
de amor a tus
amores
fuiste cautiva.
Tus palabras de
entonces
oigo en la
brisa,
tu corazón de
entonces,
cielo y
jarilla.
Ay, Petronila,
el agua
riendo brilla...
¡Tus pasitos de
huala
cortejaría!
Tus pasitos de
huala,
totora fina,
tu memoria, tu
olvido...
Huala perdida.”
Canción de la huala perdida. Para Petronila Pérez, en Puelén
– Edgar Morisoli (1994).
Podiceps
major Dibujo de Henrik Grönvold (Knatchbull-Hugessen & Chubb, 1917) |
Una
fría mañana de invierno de me encontraba observando aves en una laguna de
Buenos Aires. Avisté flotando sobre el agua una curiosa formación de siete
grandes pompones blancos, como si se tratara de siete fragatas con las velas
hinchadas por el viento. Durante un largo rato, mientras los observaba, estuve
tratando de resolver mentalmente a qué ave pertenecían los curiosos pompones
algodonosos. De pronto, uno de ellos tomó la forma de un macá grande o huala
(Podiceps major) y enseguida los siete estaban nadando en forma normal. Nunca
pude averiguar a qué se debía este comportamiento, ¿era un despliegue de
cortejo, estaban simplemente durmiendo o trataban de combatir la baja
temperatura matinal?
Dejando
estas dudas para más adelante nos trasladamos a otra época y otro escenario.
LA HUALA PERDIDA
En
Concepción (Chile) en abril de 1806 iniciaba un viaje trascendental Luis de la
Cruz y Goyeneche, oriundo de esa ciudad, en cuya bahía suelen nadar las hualas,
protagonistas de nuestra nota. Habiendo participado en la guerra de la
independencia con Bernardo O´Higgins y José de San Martín, De la Cruz en ese momento cumplía las
funciones de Alcalde Provincial de su ciudad natal. El objetivo del viaje era
establecer una ruta comercial entre Chile y Buenos Aires, para evitar la vía marítima donde eran frecuentes los ataques de las naves inglesas y españolas.
Para ello era necesario explorar los pasos cordilleranos, medir las distancias
y buscar buenos pastos y aguadas. Contaba con la participación de indígenas pehuenches
aliados, actuando como baqueanos y lenguaraces para establecer relaciones pacíficas con los aborígenes que ocupaban el amplio territorio del Mamil Mapu («país del
monte», en mapudungun), es decir la región de los caldenes y algarrobos.
El
cruce de la Cordillera lo efectuaron por el Paso de Pichachén o Antuco a 2000
msnm, luego cruzaron el norte de Neuquén hasta el rio Colorado e ingresando a
la actual provincia de La Pampa por zona de arenales y salitrales llegaron al
estero de Puelec (actual localidad de Puelén). Este era un sitio de tránsito de
las rastrilladas indígenas para llevar el producto de sus malones y comerciarlo
con los pehuenches del norte neuquino.
Allí
De la Cruz encontró a tres caciques provenientes de Cura Malal (Buenos Aires)
arreando ganado lentamente hacia Neuquén.
En los toldos de uno de ellos llamado Mariñan, observó a una india que
por sus rasgos le pareció de origen español, aunque ella decía “china, china puerca soy”. Pero más tarde,
entrando en confianza, le comentó que era
oriunda de Pergamino y que era la mujer del tal Mariñán. Al oscurecer se produjo
un trueque con las indias, intercambiando plumas de avestruz por agujas,
bizcochos y adornos, y habiendo entrado en confianza, se produjo el siguiente
diálogo con la mujer (De la Cruz, 1835):
“--¿Cómo te llamas?
–Petronila Pérez, respondió ella.
–¿Eres cautiva?
–Si
-¿Mucho ha?
–De muy chica
–¿Cómo sabes hablar?
–Porque he tratado con otras cautivas, que me
enseñaron como hablan allá
–¿Tus padres de donde eran?
–Del camino de posta de Buenos Aires, y los
mataron los indios cuando yo fui cautiva con otra hermana mía v dos hermanos
uterinos que se apellidan Morales...”
Petronila
le contó que había estado en las Salinas donde vivían sus dos hermanos cautivos
que todos los años venían a visitarla. Luego de la Cruz le preguntó si no había
intentado volver con los cristianos y ella respondió:
“-No quise irme, porque quiero mucho a mis hijos.
–¿Cuántos tienes?
–Dos, pero no son hijos de este marido, sino de
otro que murió.”
Al
otro día la cautiva vino al campamento y le dijo que “su marido la mandaba a pasear a lo de los
cristianos,” consultándolo
si saldrían al día siguiente. De la Cruz no le dio seguridad y aprovechó para
averiguar de ella datos sobre el recorrido realizado por los indios, sus
poblaciones, aguadas y alimentos.
También
le preguntó cuál era su nombre indígena y ella respondió: “Llamigual,
esto es «ya se perdió la guala»,”
(De la Cruz, 1835)
En
el relato del viaje no vuelve a mencionarse a la cautiva, el supuesto intento
de volver con los cristianos de la mano De la Cruz parece no haberse concretado
y su drama como el de tantas mujeres cautivas de la época terminó
desvaneciéndose en las arenas del desierto pampeano, dejando muchos
interrogantes, entre ellos el origen de su nombre ¿por qué «la huala perdida»?
Quizás
recorrer la historia del ave nos dé alguna pista …
LA
HUALA SEGÚN LOS NATURALISTAS
Probablemente
la huala llegó a manos de los zoólogos europeos como ejemplares capturados en
alguno de los grandes viajes de circunnavegación franceses en su paso por las
costas del extremo austral de Sudamérica. Buffon, sin embargo, consideró
erróneamente que venía de Cayena, en la Guayana Francesa, y destacó lo grácil
de su cuello: “Es menos por las dimensiones de su cuerpo que por
la longitud de su cuello que este zampullín es el más grande de las aves de
este género” (Buffon,
1749-1789). Y de allí vino el nombre Grand Grèbe, es decir Gran zambullidor,
latinizado como Colymbus major. Pero
como los macás no pertenecen a la familia de los colimbos (Colymbidae), sino a
la familia Podicipedidae, emparentada con los flamencos, el macá grande fue
pasado al género Podiceps.
Grèbe de Cayenne Dibujo de François-Nicolas
Martinet (Daubenton, 1765-1783) |
Macá
cornudo, lo llamó Félix de Azara, porque “noté yo que con el enojo formaba un copete
cornudo o con dos puntas, y que herizaba (sic) un poco las plumas de la
cabellera.” Llegó a
tener dos de ellos en su casa: “habiéndolos soltado en mi quarto, manifestaron
mucha actividad en la cabeza y cuello, porque lo demás estaba como tullido en
tierra. Siempre estuvieron echados como ranas con los tarsos vueltos afuera.
Les di carne cruda y aunque la tomaban con ansia de hambrientos, al punto la
arrojaban como si les causase hastío. Al día siguiente amanecieron muy
melancólicos, ya la tarde murieron”
(Azara, 1802). Triste fin para unas aves
tan especializadas al medio acuático que difícilmente podrían sobrevivir en una
casa.
Claude
Gay (1847) aportaba más información desde Chile, incluyendo el nombre Guala o
Gualón: “Es bastante común en Ias riberas de la República,
donde viene con frecuencia, a causa de no poder volar por la pequeñez de sus
alas. Va siempre por parejas, y hace su nido entre los carrizales; poco después
que los chicuelos salen del cascaron se suben encima de la madre y se sumergen
con ella.”
“Es
imposible hacer que este zambullidor salga del agua, y cuando se lo descubre en
un pequeño estanque se le puede perseguir hasta agotarlo y atraparlo con la
mano; sin embargo, ocasionalmente debe realizar largos viajes en vuelo cuando
pasa de un lago aislado a otro. Probablemente sus recorridos se realicen de
noche.” (Sclater &
Hudson, 1889)
“Cuando
se le sigue en canoa, a menudo se sumerge, pero no permanece bajo el agua por
mucho tiempo. Su estómago estaba lleno de plumas de aves y restos de crustáceos.” (Jean Stanislaus Stolzmann
en Taczanowski, 1886)
En
la laguna de Aculeo, cerca de Santiago de Chile, en enero de 1896, Fernand
Lataste (1923) pudo ver “aquí y allá,
pequeños objetos blancos que sobresalían de la superficie del agua. Los
barqueros se acercaron a ellos, los agarraron y me los pasaron. . . me dijeron entonces que eran huevos de Guala
(Podiceps leucopterus), zampullín
abundante en el lago . . . El nido, si
podemos darle ese nombre, estaba formado por un gran montón irregular de algas
filamentosas, sueltas hacia la periferia, pero cada vez más apretadas hacia el
centro y la parte superior del montón no superaba, o superaba apenas la
superficie del agua. Es en esta cumbre, muy ligeramente hundida por su peso,
donde reposaba el huevo, con su parte inferior bañada en el líquido, el resto
de su superficie calentada durante todo el día por el sol ardiente que nunca se
oculta en esa estación … Supongo que los padres vigilan sus huevos, sin
perderlos de vista, e incluso se aseguran de darles la vuelta de vez en cuando.”
Ernest
Gibson (1920) agregaba que en los bajos de Ajó el macá “coloca
su nido en lo más espeso de los juncales del bañado. El nido, hecho de plantas
acuáticas, se eleva apenas sobre el nivel del agua; y dos veces vi, al
acercarme, al ave incubante echando apresuradamente algunas hierbas sobre los
huevos antes de abandonarlos. La puesta es de tres.”
Una
curiosidad es la forma en que el huala puede jugar con sus presas como lo haría
un gato con un ratón: “Este
zambullidor estaba nadando y divirtiéndose en un estanque profundo y estrecho,
y no mostró alarma ante mi presencia, aunque me senté en el borde a veinticinco
metros de él. Lo vi sumergirse y salir con un pez pequeño de unos 7 cm de largo
en el pico; Después de permanecer un rato inmóvil, arrojó al pez a una
distancia considerable con un repentino movimiento de su pico, y luego, en el
instante en que el pez tocó el agua, se sumergió nuevamente. Luego emergió con
el mismo pez, pero sólo para arrojarlo y sumergirse como antes; y de esta
manera lo soltó y lo recapturó como quince veces, y luego, cansado de jugar, lo
soltó y lo dejó escapar.”
(Sclater & Hudson, 1889)
Otros
autores han encontrado en su estómago peces como pejerreyes (Odontesthes regia), plumas y piel de
aves acuáticas (gallaretas), crustáceos y otros invertebrados
Según
Hudson era muy “común a lo largo del río de la Plata, pero debido
a su gran tamaño y a la gran belleza de su blanquísimo plumón es muy buscado y
se está volviendo raro.”
(Sclater & Hudson, 1889). Walter Barrows (1883) confirma esto último: “En
muchos lugares son muy cazados por su piel que es un buen artículo comercial en
Buenos Aires.” Desconozco
qué artículos se elaborarían con tan raro producto, sin embargo por analogía
podría haber tenido un uso similar a la de la piel de cisne en Europa, que
servía para forrar prendas y calzados de lujo, y fabricar aplicadores de
maquillaje en polvo, justamente llamados «cisnes».
Darwin
(1838) se vio impresionado por su prolongado y triste grito, allá en los
canales fueguinos: “A
menudo emite un grito muy melancólico, que conviene al clima sombrío de
aquellas costas desoladas.”
Sonido que efectivamente parece corresponder a la soledad y sobriedad de esos
paisajes castigados por el viento y el agua. Imaginamos que esa voz de la huala,
perdida en la inmensidad de algún lago patagónico, tal vez pueda explicar a qué
aludía el nombre indígena de Petronila Pérez.
Podiceps major macho (Hatcher, 1903) |
En
la zona del río Mayer (Santa Cruz) John Bell Hatcher tuvo un emotivo encuentro
con una huala, el que desafortunadamente terminó mal para el ave, aunque ello
no invalida su relato:
“Un día particularmente brillante y alegre de
finales de febrero, mientras cabalgaba por el bosque a una distancia de unas
cinco millas al oeste de nuestro campamento, encontré un pequeño lago casi
circular de aproximadamente una milla y media de diámetro. Cuando salí del
bosque y me senté en mi caballo junto a la orilla rocosa, donde pensé detenerme
por un momento y admirar la hermosa escena que tenía ante mí, llegó flotando a
través del agua desde el otro lado del lago un sonido grave y lastimero: que
reconocí al instante como el del zampullín, Aechmophorus
major.
“En este lugar resguardado no había suficiente
brisa para causar la más mínima ondulación en la superficie del lago, que por
un instante escudriñé cuidadosamente, esperando ver el ave no voladora que
sabía debía estar presente, aunque la localidad era remota. de su hábitat
normal.
“Durante unos momentos, salvo el grito grave y
lastimero que se oía a intervalos desde el lado opuesto, no pude ver en ninguna
parte de la superficie del lago la más mínima evidencia de vida. Un poco más
tarde, sin embargo, detecté una amplia onda en forma de V en el agua, con un
pequeño objeto negro en la punta, que se dirigía directamente hacia mí desde la
orilla opuesta. Durante un tiempo permanecí inmóvil y observé al ave solitaria
que se nadaba grácilmente en la superficie del agua, con su largo cuello
erguido y manteniendo un rumbo perfectamente recto hacia la playa a mis pies,
sin dejar de pronunciar a intervalos regulares esas notas singularmente
quejumbrosas. lo cual parecía casi como si tuviera la intención de expresar de
mi parte conmiseración por él en la solitaria soledad de su entorno.”
El
ave se acercó demasiado y Hatcher disparó. Al parecer en aquellos tiempos y en
esa zona el huala no desconfiaba de los humanos. Richard Crawshay observaba: “Son notables por su extrema curiosidad. A menudo
los he visto en el agua y ellos han venido a observarme, nadando cerca de la
orilla, moviéndose con inquietud y sumergiéndose de vez en cuando. … una pareja
que se comportaba de esta manera: vinieron a la orilla para observarme.” (Hatcher, 1903)
Huala (Bros, 1929) |
Al
parecer en aquellos lugares el huala no desconfiaba de los humanos, en cambio en
la zona de Ajó (Provincia de Buenos Aires), el ave era muy desconfiada quizás
porque como lo señalaba Hudson era intensamente cazada. Allí Gibson (1920)
encontró una hembra que tenía un pichón al que “lo llevaba sobre
su espalda o escondido debajo del ala (habiendo para ello una especie de bolsa
natural o hueco, situada debajo de cada ala); cuando el ave padre se zambulló,
el joven se separó y permaneció a flote. El grito del adulto se parecía al del
pavo real, aunque naturalmente no tan poderoso, mientras que el de los jóvenes
era sólo una nota débil … Cuando lo coloqué en el suelo (mientras me mordía
salvajemente), se sentó con la cabeza y el cuello erguidos, el cuerpo apoyado
en el suelo y los pies extendidos hacia atrás; los que usó para avanzar,
impulsándose junto con ellos en una sucesión de saltos como de rana.”
En
esa misma región de Ajó, debo citar a Alexander Wetmore (1926) para explicar lo
que relaté al comienzo de esta nota: “Tres fueron observados durmiendo mientras
flotaban en el agua, con el cuello echado hacia atrás de modo que el pico
descansaba sobre el hombro al lado del cuello con la punta hacia adelante. Como
esto dejaba a la cabeza redondeada en el medio del lomo, producía un perfil
curioso. Desde esta posición las aves se lanzaban a bucear sin pérdida de
tiempo al desplazar el pico hacia delante.”
Rodolfo
Escalante (1970) coincide diciendo: “Cuando reposa sobre la superficie del agua
recuesta su largo cuello sobre el dorso y pliega la cabeza junto a él hacia
delante, colocando el pico sobre el hombro y en esa dirección. Tronco, cuello y
cabeza adoptan entonces la disposición de una Z de ángulos muy cerrados, en
estas condiciones el cuerpo tiene el contorno de una boya achatada, mientras
que la cola se levanta y muestra el rojo de sus cobijas inferiores en el lado
opuesto al blanco brillante del pecho; una de las patas es recogida bajo un ala
mientras que la otra, sumergida, mantiene el cuerpo en un lugar determinado
como si éste estuviera anclado al fondo.”
La
habilidad de buceo de la huala parece haber hecho creer a los mapuches que si
el ave es herida se agarra a las plantas sumergidas y no sale más.
ESCENA CON HUALAS "Estuve mucho tiempo solo allí arriba y me
divertí mucho observando un par de macás en una pequeña laguna en la Cancha
Rayada. “Son estos grandes aves zambullidoras, más o
menos como un somorgujo, de color marrón oscuro. “El macho tiene una especie de gorro de plumas que
levanta. Estaba cuidando el nido en el agua. Él me vio y comenzó a gritarle a
la hembra: «¡Cuidado! ¡Peligro! ¡Ven aquí conmigo!». Y ella estaba cómoda y
oculta en su nido, pero se levantó para detener sus chillidos y trazó un gran
semicírculo, deslizándose por lo bajo y haciendo todo lo posible para hacerme
creer que el nido estaba en otra parte. “Luego él comenzó a regañarla: «Apuesto a que
no cubriste el nido. Ustedes, las hembras, no saben lo suficiente como para
protegerse de la lluvia. Iré yo y lo arreglaré como es debido» y él volvió
derecho al nido como una flecha, y recogió uno o dos palitos y los puso sobre
el nido y regresó chapoteando hacia ella, diciéndole: «Ya está, todo está
bien ahora. ¡Cómo me cuesta a cuidar las cosas!» Casi podía oírlo diciéndolo.” Relato
de Edward Chace en el lago San Martín
(Santa Cruz) (Barrett & Barrett,
1931) |
LA HUALA SEGÚN LOS
PUEBLOS
Gregorio
Álvarez (1960) hizo una excursión a caballo al lago Paimún (Neuquén) , en el «País del Verde Silencio».
En ese bello lugar recordó la leyenda de la huala que gime en el Paimún.
Una
hermosa joven mapuche llamada Huala solía ir a buscar agua al lago. Sin que ella lo advirtiera, el Trelque, un
sumpall o maligno genio del lago, la acechaba.
Un día, cuando la niña ya era mujer, al acercarse como siempre al lago,
una garra surgió y la arrastró hacia lo más profundo. Alertados por sus gritos,
sus padres y hermanos llegaron a rescatarla, pero nada pudieron hacer. A cambio, el monstruo los compensó con una
gran cosecha de peces.
En
su cueva Trelque mostró a Huala los restos de sus víctimas decapitadas, cuyas
cabezas acostumbraba lanzar desde las cumbres como bolas de fuego o cherufes.
Impresionada, Huala se desmayó y al despertar vio que Trelque se había transformado
en un joven que le declaraba su amor y quería casarse con ella. Pero Huala,
llorando, le pidió que al menos le permitiera seguir contemplando su gente, las
montañas y los bosques. Trelque consintió siempre que Huala no abandonara el
lago y por eso la transformó en un ave de alas y patas muy cortas, que sólo
podía nadar y no podía escapar corriendo o volando. Desde entonces, Huala grita
su dolor con angustia cada vez que aparece un humano que le recuerda su
familia. Por eso se acerca a la orilla,
anhelando volver con los suyos. Esa característica de los macás de tener las
patas cortas e insertadas muy atrás en el cuerpo dio origen a su nombre
genérico, Podiceps, del latín prodicis:
retrasado, y pes, pedis: pie.
Otras
fuentes ubican la leyenda de la Huala en el lago Budi (Chile), donde la joven
habría sido arrastrada por la corriente que lleva al mar. A este hecho se
refiere el poema de Lorenzo Aillapan Cayuleo,
«Tachi Wala – Walakawün»:
Antiguamente habían numerosas pájaros Huala
ahora están en vías de extinción y andan algunitos
en el río Chol Chol, en ese lugar
hay una comunidad con este nombre
así es Hualacura, de verdad para siempre,
donde existió pololeo del hombre Pájaro mapuche.
Al igual que una hembra humana llora desconsoladamente
esta ave llora y llora y canta su canción
al desaparecer la pareja, al morir los polluelos –estar ausente
aquí en el lago Budi, al desembocar
las aguas del lago en el mar a la salida del invierno
se ven arrastrados por la corriente nidos con huevos.
Todos los años sucede este fenómeno natural
por eso siempre llora y llora por la desgracia
la hembra Huala está desolada y siente
los polluelos arrebatados por la corriente
hacia la desembocadura del Budi, hacia el Gran Océano
por eso llora la Huala desconsoladamente.
“Es
un ave que nunca se ve volar, los ancianos contaban que una vez la huala
escuchó el canto triste de otra huala y esperó la noche para volar y no ser
vista. Entonces, al ver su plumaje se volvió negro y la huala perdió el rumbo
por volar de noche, entonces la pilló el día y el sol dio de lleno en ella y el
pecho se le volvió dorado, así contaba la gente de antes. Los ancianos un día,
la vieron de nuevo en la laguna ahora con otra huala, decían los mayores, que
por eso entonces ellos grabaron la forma de dos pajaritos en los pectorales de
plata que hasta hoy día usan las mujeres mapuche, por todas las tierras de Arauco.” (Gumercindo Quirilao Curihuinca,
lonko de la comunidad de Pangue, en Aguas Deumacán et al., 2009)
Trapelacucha (pectoral) mapuche, plata, siglo XIX https://www.pinterest.es/pin/852517404439558781/visual-search/?x=16&y=16&w=532&h=932&imageSignature=9aede0e0ebf63ea6c279d7214d77b003 |
Entre
los mapuches la huala o wala es un ave mágica. Se asegura que quien oye su
canto cerca de la casa sufrirá desgracias, o la muerte de un pariente, o alguien
de la casa se irá, generalmente la pareja. En otros ocasiones anuncia la
abundancia de puyen para prepararse para la pesca.
NOMBRES DE LA HUALA
Huala, el
nombre mapuche del ave, que se supone de origen quechua, quizás de huay: voz de
lástima. Pero la raíz hual: algo redondo, da en quechua, hualanpaui, o
hualanpacu: plumaje grande redondo como gran bola, y pienso en mi avistaje de
las “bolas de algodón” en la laguna bonaerense.
Llancun
significa perderse algo, de allí Llanihuala: huala perdida, el nombre de
Petronila Pérez.
Pollolo, coiquito
(indígenas de la Araucania).
Oiyi, oien u oyien
(ona o shelknam).
Gala (yámana
o yagán).
Huala Grande
(Chile).
Chalupa, por
su costumbre de llevar sus hijuelos sobre la espalda al nadar (Chile).
Zambullidor
Grande (Mendoza).
Macá Cornudo,
Macá Grande, Macá Grande Copetón, Macá
Cornudo de Azara, Macá Mayor, Macá Copetón, Macá Pingüino, Zampullín Grande, Trompetín.
Mergulhao
Grande (Brasil).
Lugares
(topónimos)
Hualaihué: lugar de Hualas. Comuna de la Región de los
Lagos, Provincia de Palena, Chile. Futahual: huala grande. Estero en la Región
de Los Lagos, Chile.
Hualakura: piedra [en forma de] huala. Aldea en la región de
la Araucanía (IX Región), Chile.
El cordón de las Hualas, acompaña el valle del río Puelo por
el lado meridional.
En Ecuador existen las localidades de Gualla y Gualaquisa
(lumbrera del huala) lo que abonaría la hipótesis de que la palabra es de
origen quechua.
Apellidos
(patronímicos)
Huenchuhual: hombre huala,
Millahual: huala dorada
Colihual: huala parda
Curihual: huala negra
Lefiu: se zambulló la huala
Nahuelhauñ: tigre-huala
Neculhual: huala de nadar veloz
Paillau: huala acostada
Rayíu: huala florida
Tegualda: huala perro
Mañkewala: cóndor huala
Kunchawala
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