"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


martes, 13 de abril de 2021

LOS SENDEROS DEL PUMA (Puma concolor) - EPISODIO 2

 

ETAPA 2/4  – LAS PAMPAS Y LOS ANDES

 

EL LEÓN DE LAS PAMPAS

 

 

 

 

Yo era, una vez por todas, un hombre libre que ganaba su puchero, y más bien viviría como puma, alzado en los pajales, que como cuzco de sala entre las faldas hediondas a sahumerio eclesiástico y retos de mandonas bigotudas.

 

 

Ricardo Güiraldes -Don Segundo Sombra

 

 

 

Puma al acecho (Hudson, 1922)


 

El mejor retratista del puma en las pampas argentinas fue sin duda William Henry Hudson que le dedicó un capítulo de su libro “El naturalista en el Plata” (Hudson, 1922). Este naturalista afirmaba que “no se ha registrado ningún caso auténtico de un puma que haya atacado sin provocación a algún ser humano.” Como los gauchos, cree Hudson que el puma es un "amigo del cristiano" y  “que es perfectamente seguro, incluso para un niño pequeño, salir y dormir en el campo.” Por eso a algunos paisanos les resultaba tan difícil matarlo, como el que le relató este encuentro con un puma que  “se sentó con el lomo contra una piedra y no se movió ni siquiera cuando su compañero le echó la soga de su lazo sobre su cuello. Entonces mi informante desmontó y, sacando su cuchillo, avanzó para matarlo; aun así el puma no hizo ningún intento por liberarse del lazo, aunque parecía saber -me dijo- lo que venía, pues empezó a temblar, las lágrimas le corrían por los ojos, y gemía de la más lastimosa manera. Lo mató mientras permanecía sentado sin resistirse ante él, pero después de realizar el acto sintió que había cometido un asesinato.”  Quizás porque el puma a veces ayuda a la gente, como muestra esta anécdota ocurrida en Saladillo (Provincia de Buenos Aires) donde un hombre se extravió durante una cacería. Cuando se lo encontró al día siguiente con una pierna rota, relató que “aproximadamente una hora después de que anocheciera, apareció un puma y se sentó cerca de él, pero no pareció notarlo. Después de un tiempo se puso inquieto, iba y venía con frecuencia, y finalmente se mantuvo alejado tanto tiempo que pensó que lo había dejado para siempre. Hacia la medianoche escuchó el profundo rugido de un jaguar y se dio por perdido ... su rostro estaba vuelto hacia él, y parecía estar observando con atención algún objeto sobre el que estaba a punto de saltar. En ese momento se perdió de vista, luego escuchó aullidos y gruñidos y el grito agudo de un puma, y ​​supo que las dos bestias estaban peleando. Antes de la mañana ... vio al jaguar varias veces, pero el puma reanudó la lucha con él una y otra vez hasta que amaneció, después de lo cual no vio ni oyó más de ellos.” Este relato muestra el tradicional encono que se tienen ambos félidos y que parece favorecer al puma: “es bien sabido que donde las dos especies habitan el mismo distrito se encuentran en enemistad, siendo el puma el persistente perseguidor del jaguar, siguiéndolo y acosándolo como un pájaro tirano acosa a un águila o un halcón, yendo por él con tal rapidez como para confundirlo y, cuando se presenta una oportunidad, saltando sobre su espalda e infligiéndole terribles heridas con dientes y garras. Con frecuencia son cazados jaguares con cicatrices en el lomo, y otros, no mucho tiempo antes escapados de sus torturadores, han sido encontrados tan gravemente heridos que los cazadores los vencieron fácilmente.” 

(Hudson, 1922)


 

Lucha de un puma con un jaguar (Hudson, 1922)


 

 

“Dicen en el campo que el puma mata al yaguareté para quedarse con su mujer y que de la unión nacen bestias más feroces que cualquiera de los padres.“  

 

(Cinti, 2005)

 

 

 

 

Pero, “cuando el cazador está acompañado por perros, el puma, en lugar de caer y derramar lágrimas, se le despierta una rabia sublime, su pelo se eriza, sus ojos brillan como bolas de fuego verde, escupe y gruñe como un gato macho furioso.” (Hudson, 1922)

 

Sobre la técnica de caza del puma Hudson señala: “Una vez pasé varias semanas con un grupo de agrimensores en un distrito donde los pumas eran muy abundantes y vi no menos de media docena de ciervos por día, recién muertos en la mayoría de los casos, y todos con el cuello dislocado. Donde la presa es escasa y difícil de capturar, el puma, después de saciar su hambre, oculta invariablemente al animal que ha matado, cubriéndolo cuidadosamente con pasto y maleza; estos ciervos, sin embargo, quedaron expuestos a los caracaras y los zorros después de que comiera una porción del pecho y, en muchos casos, no había sido tocada la carne, ya que el captor se había satisfecho con chupar la sangre.”

 

En Patagonia el puma prefiere cazar caballos, a lo cual Hudson atribuye la escasez de equinos salvajes en esa región: “Un nativo me dijo que en una ocasión, mientras conducía sus caballos a casa a través de la espesura, un puma saltó de los arbustos sobre un potro que seguía a la tropa, matándolo ante sus ojos y a no más de seis metros de la cabeza de su caballo. En este caso, dijo mi informante, el puma cayó directamente sobre el lomo del potro, con una pata delantera agarrando su pecho, mientras que con la otra le tomó la cabeza y, dándole un violento tirón, le dislocó el cuello. El potrillo cayó al suelo como fusilado, y me afirmó que estaba muerto antes de tocar el suelo.”

(Hudson, 1922).

 

Su siguiente plato preferido es la oveja: “Residí por algún tiempo en una estancia cercana al pueblo de El Carmen, en el Río Negro, que durante mi estadía estuvo infestado por un puma muy atrevido y astuto. Para proteger a la oveja de sus ataques, se hizo un cercado con postes de sauce verticales de 5 metros de altura, mientras que la puerta, por la que tendría que entrar, estaba cerca de la casa y tenía casi dos metros de alto. A pesar de las dificultades así puestas en el camino, y de la presencia de varios perros grandes, y también de la guardia que mantuvimos con la esperanza de dispararle, cada noche nublada venía y después de matar una o más ovejas se escapaba sano y salvo. Una noche oscura mató cuatro ovejas; lo detecté en el acto, y acercándome a la puerta, estaba tratando de distinguir su forma invisible en la penumbra mientras corría atropellando a la oveja, cuando de repente saltó por encima de mi cabeza y se escapó; las balas que le disparé fallaron. Sin embargo, en este lugar doce o catorce terneros, pertenecientes a las vacas lecheras, estaban todas las noches encerrados en un pequeño corral de matorrales, a una distancia de la casa donde el enemigo fácilmente podría haberlos destruido a todos. Cuando expresé mi sorpresa por este arreglo, el dueño dijo que al puma no le gustaba la carne de ternera y que solo venía por las ovejas. Con frecuencia, después de sus visitas nocturnas, encontramos, al trazar sus huellas en la arena suelta, que en realidad había utilizado, el corral de los terneros como escondite mientras esperaba para atacar a las ovejas.”

(Hudson, 1922).

 


Puma muerto por una vaca (Hudson, 1922)



 

Coincide Hudson con Molina en que al puma no le resultaría fácil cazar terneros. “Un señor llamado Linares, jefe de los indios mansos asentados en un barrio de El Carmen, mientras cabalgaba cerca del río vio su curiosidad atraída por la aparición y comportamiento de una vaca joven parada sola en la hierba, su cabeza, armada con grandes y largos cuernos extremadamente afilados, muy levantados, y observando su aproximación de una manera que mostraba un estado de peligrosa excitación. Recientemente había parido su cría, y él inmediatamente conjeturó que había sido atacada, y quizás muerta, por algún animal de presa. Para resolver este punto, comenzó a buscarla, y, mientras se enfrentaba al puma asesino de terneros, la vaca  cargó contra él repetidamente con la mayor furia. Al poco rato descubrió que el becerro yacía muerto entre la hierba alta; y a su lado yacía un puma adulto, también muerto, y con una gran herida en el costado, justo detrás del hombro. El ternero había sido muerto por el puma, porque su garganta mostraba las heridas provocadas por grandes dientes, y el puma había sido ultimado por la vaca. Cuando lo vio, afirmó que apenas pudo creer la evidencia de sus propios sentidos, porque era algo inaudito que un puma fuera herido por cualquier otro animal. Su opinión era que había bajado de las colinas muy hambriento, y habiendo saltado sobre el ternero, el sabor de la sangre lo había hecho por un momento descuidar su propia seguridad, y entonces la vaca enfurecida cargó, y clavando uno de sus largos cuernos afilados en alguna parte vital, lo mató instantáneamente.”

 

 

 

 

El Potrillo lista tuerta

 

Que tarde que había pasao, andaba como perdido,
mi flete dió un resoplido, al pasar por un bañao,
cuando miré pa un costao, y vide una yegua muerta,
y un potrillo "lista tuerta", como llorando a su lao,

 

Me sacudió el corazón, ver semejante figura,
y al acercarme vi, ahijuna, rastros de un puma cebao,
ta que bicho atropellao, le dejó el lomo deshecho,
y le andaría al acecho pa terminar lo empezao.

 

De un salto dejé el montao, manoteando mi cuchillo,
cuando observé que el potrillo, se venia pa mi lao,
y yo que enfrené e'bocao, saqué el cabresto al bozal,
medio jetoneó el bagual, pero lo truje enlazao.

 

Y a lo pampa lo he domao, para sacarlo buenazo,
pingo de echar de un pechazo, al vacuno mas plantao.
no se apartó de mi lao, mientras duro su existencia,
"lista tuerta" y que presencia, flete pa cualquier mandao.

 

Hoy te recuerdo, potrillo, porque el tiempo natural
me hizo volver al lugar donde te vi llorisqueando.
Bordoneando y bordoneando, por milonga, este domingo,
pucha! que pronto mi pingo, tu vida se fue acabando.

 

Yo que te salve del puma, no pude con la tormenta,
y un rayo cerró tu cuenta, nunca lo podre olvidar,
fuiste viento al galopear, eras mi orgullo sin vuelta,
no creo que tengas par, mi potrillo lista tuerta.

 

                                                                         Chino Martinez

 

 

 

De la época de la primera fundación de Buenos Aires (c. 1541) tenemos una conocida fábula que recuerda la de “Androcles y el león” de Esopo, y que parece corroborar esa idea de las buenas relaciones entre el puma y el humano. Ante la hambruna que se vivía en Buenos Aires, “una mujer española, no pudiendo sobrellevar tan grande necesidad, fue constreñida a salirse del real e irse a los indios para poder sustentar la vida. Y tomando la costa arriba, llegó cerca de la Punta Gorda [actual San Isidro] en el monte grande y por ser ya tarde, buscó donde albergarse y, topando con una cueva que hacía la barranca de la misma costa, entró por ella y repentinamente topó una fiera leona que estaba en doloroso parto, la cual vista por la afligida mujer que­dó desmayada y volviendo en sí, se tendió a sus pies con humildad. La leona, que vio la presa, acometió a hacerla pedazos y usando de su real naturaleza, se apiadó de ella y, desechando la ferocidad y furia con que la había acometi­do, con muestras halagüeñas llegó hacia la que hacía poco caso de su vida, con lo que cobrando algún aliento, le ayudó en el parto en que actualmente estaba y parió dos leoncillos. En cuya compañía estuvo algunos días sustentada de la leona con la carne que de los animales traía, con que quedó bien agradecida del hospedaje por el oficio de comadre que usó. Y acaeció que un día, corriendo los indios aquella costa, toparon con ella una mañana al tiempo que salía a la playa a satisfacer la sed con el agua del río ... habiendo salido a correr la tierra un caudillo en aquellos pueblos comarcanos, halló en uno de ellos y trajo en su poder aquella mujer de que hice mención arriba, que por la hambre se fue a poder de los indios, la cual, como Francisco Ruiz la vido, condenó a que fuese echada a las fieras para que la despedazasen y comiesen. Y puesto en eje­cución su mandato, cogieron a la pobre mujer y atada muy bien en un árbol, la dejaron una legua fuera del pueblo don­de, acudiendo aquella noche a la presa número de fieras, entre ellas vino la leona a quien esta mujer había ayudado en su parto, la cual, conocida por ella, la defendió de las demás fieras que allí estaban y la querían despedazar. Y quedándose en su compañía, la guardó aquella noche y otro día y noche siguiente, hasta que al tercero fueron allá unos soldados por orden de su capitán a ver el efecto que había surtido de dejar allí aquella mujer y, hallándola viva y la leona a sus pies con sus dos leoncillos, la cual sin acometerles se apartó algún tanto dando lugar a que llegasen, lo cual hicieron, quedando admirados del instinto y humanidad de aquella fiera. Y desatada por los soldados, la llevaron con­sigo, quedando la leona dando muy fieros bramidos, mos­trando sentimiento y soledad de su bienhechora, y por otra parte, su real instinto y gratitud y más humanidad que los hombres. Y de esta manera quedó libre la que ofrecieron a la muerte, echándola a las fieras. La cual mujer yo la conocí y la llamaban la Maldonada, que más bien se le podía llamar la Biendonada: quien por este suceso se ha de ver no haber merecido el castigo a que la ofrecieron, pues la necesidad había sido causa y constreñídola a que desam­parase la compañía y se metiese entre aquellos bárbaros.”

(Díaz de Guzmán, 1612).

 

 

 

 

“Aquel puma seguro estaba hambriento, viniendo viento abajo no me olía apareció tranquilo entre los yuyos, quise echar un barajo, y no salía! Yo sé por cuentos de otro que no hay puma, ni víboras ni chancho ni otra yerbas que ataquen al crestiano por costumbre, o por jugar vayan y muerdan, pero saber por cuento es una cosa, y que a uno le suceda, es muy distinto! Se dentran a mezclar los ahora que hago y dentra a conocerce el propio instinto.”

 

Asigun salga    José Larralde

 

 

 

 

Un paisano relató al capitán Francis Bond Head  (1826) este evento que parece haber sucedido en algún lugar de la pampa bonaerense. “Estaba tratando de dispararle a unos patos salvajes y, para acercarse a ellos sin ser percibido, se cubrió la cabeza con el extremo de su poncho (que es una especie de manta larga y estrecha) y se arrastró por el suelo sobre manos y rodillas, el poncho no solo cubría su cuerpo, sino que se arrastraba por el suelo detrás de él. Mientras se desplazaba así por un gran juncal, escuchó un ruido fuerte y repentino, como entre un ladrido y un rugido: sintió que algo pesado golpeaba sus pies, e instantáneamente se incorporó de un salto y vio, para su asombro, un gran león macho que en verdad estaba parado sobre su poncho, y tal vez el animal estaba igualmente asombrado de encontrarse en la presencia cercana de un hombre tan atlético. El hombre me dijo que no quería dispararle, ya que su arma estaba cargada con munición muy pequeña, y por lo tanto se mantuvo firme, mientras el león siguió parado sobre el poncho durante muchos segundos; por fin volvió la cabeza y, alejándose muy lentamente unos diez metros, se detuvo y se volvió de nuevo a mirar. El hombre todavía se mantenía firme, con lo cual el león tácitamente reconoció su supremacía y se marchó.”

 

Transitando por la Sierra de la Ventana, en su expedición al río Colorado, el capitán Juan Antonio Hernández (1770) mencionaba sobre la utilidad del puma: “Todo el campo que este día se caminó abunda mucho de leones, de cuyas carnes se proveyó la gente para comer, y de las pieles se calzaron muchos, haciéndose botas por estar descalzos, y entre ellos el capitán don Juan Antonio Hernández, quien habiendo muerto uno se hizo unas botas, con las que concluyó todo el resto de la expedición.” 

 

 

 

 

LAS SIERRAS DE TANDIL

 

Una leyenda narra el origen de la Piedra Movediza de Tandil, hecho ocurrido cuando cierto día el Sol perdió su brillo (¿un eclipse?). La causa era un puma que habiendo ascendido al cielo intentaba atacarlo. Los hijos del Sol y la Luna lo defendieron lanzando una lluvia de flechas que hirieron al puma y lo hicieron caer a tierra. Cuando la Luna lo vio, herido y furioso, le lanzó una lluvia de piedras que lo sepultaron, formando las sierras de Tandil. La última piedra quedó en equilibrio sobre una de las flechas y cuando el puma se mueve, también lo hace la piedra. La Piedra Movediza cayó en 1912, ¿habrá muerto finalmente el puma?

 

(Bergdolt de Walschburger, 1989)

 

 

 

 

 

EL LEON DE LA SIERRA

 

“El puma, aunque muy activo en la escalada, parece frecuentar más las llanuras herbáceas del sur de América y las praderas pantanosas que bordean los ríos, que el bosque; y se encuentra en un país tan abierto, como para ser tomado con frecuencia por el lazo, cuando ataca a los rebaños. En las Pampas, este es uno de los métodos más comunes para destruirlo.”

(Jardine, 1834)


 

Familia de pumas (Cabrera y Yepes, 1940)





 

Dejamos atrás la llanura y nos dirigimos hacia las sierras de las provincias del centro y oeste argentino. Cerca de Villa Carlos Paz (Córdoba), los jesuitas tenían el Puesto de San Antonio, en una de sus estancias. “Este puesto está situado entre puros peñones y la alta sierra desnuda; no tiene más  que tres malas chozas donde viven cinco moros negros que cuidan hasta ocho mil yeguas destinadas a la crianza de mulas y con las cuales pastan alrededor de tres mil mulares que todos son críos de estas yeguas. Los leopardos  y los tigres hacen durante el año un crecido daño entre este ganado pero son muy perseguidos por los negros y muchos son muertos. Yo vi entonces colocadas sobre las puntas de los corrales hasta cuarenta cabezas de leones que todos habían sido muertos por los negros durante este año.” (Paucke, 1748). En esta misma zona “un árbol de cierto tamaño, no lejos de la posta, ostentaba en sus ramas inferiores sin hojas numerosos cráneos de león (pumas), como trofeos; este animal es aquí más fuerte que en otros lugares, debido a que la sierra vecina le brinda buenos escondrijos.“ (Burmeister, 1861). Similares trofeos vio Burmeister en la cercana Villa del Rosario donde “una de estas audaces fieras había matado a un potrillo, todos estaban indignados por el atrevimiento de este animal y se preparaban a darle caza al día siguiente, la que también aquí, a falta de armas de fuego, se realiza a caballo con lazo, guiados por numerosos perros que rodean la pieza, hasta que un jinete arrojado la enlaza y la arrastra hasta que muere. Por eso rara vez queda más que la cabeza conservada.”


 

Puma (Jardine, 1834)



 

“Los pumas se encuentran distribuidos en las sierras de Velazco al Este y las del Famatina al Oeste, en regular número, pero poco hacen perjuicio, viven de grupos de ovejas y cabras «alzadas» (que se han vuelto salvajes), y de guanacos o venados que abundan.”

(Bustamante, 1922).

 

 

APRENDIENDO DE LOS PAISANOS

En la sierra de Ambato (Catamarca) el paisano Facundo Cubas le dio una clase sobre el león a Carlos Quiroga (1930):

 

 “-¿Y corre mucho hasta alcanzar la presa?

“-Muy poco; cincuenta o sesenta metros. Si en esa distancia no la alcanza abandona. Corre mucho sólo cuando huye del hombre y de los perros. Es animal perezoso pa’ disparar.

“-¿Y el salto?

“-Tremendo. Vi a uno corrido por los perros, saltar un zanjón de cinco metros de anchura….

“-Y a los animales menores, ¿Cómo los mata?

“-A las cabras las muerde en la nuca. Muchos dicen que pa chuparle la sangre … Rara vez las consigue en el campo, porque las correrías del león son de noche. Hay algunos cebados en esa clase de caza, que llegan de noche, hasta los chiqueros. Mata, por lo general, tres o cuatro. Si saca alguna y la tapa con tierra, es seguro que vuelva por ella a la siguiente noche …

-¿Anda poco, pues, de día, el león?

-Sólo a la fuerza, si lo persiguen

“-… en las estancias de las sierras prefiere el potrillo. Come según donde anda. En los llanos como el de Pomán se alimenta de avestruces, zorros, burros y liebres

“-... Anda mucho. No tiene casa. Se queda donde el día lo toma. En las sierras prefiere las quebradas más escarpadas para pasar el día. En los llanos se interna en los bosques.

“-La leona parida … es capaz de defender sus cachorros, aún contra el hombre

“-Es silencioso. Sólo de noche, y muy pocas veces, lo he sentido bramar, y fuertemente … Es muy aguantador de la sed … Ve muy bien de noche.

“-¿Podría matar a un hombre de un solo zarpazo?

“-Muy difícil. La herida no es grande ni profunda.

“-Al salir al filo de una lomada, vi en los faldeos una leona echada sobre un gramiñal. A lado de ésta, un chivo. Con el pobre diablo jugaba un leoncito. Saltábale al lomo y le pegaba manotadas por las paletas y el pescuezo. Bajábase del chivo y se encaramaba sobre un tronco. Volvía a saltarle al infeliz, y a golpearlo. Así jugaron con él más de una hora, sin herirlo.”

 

 

 

 

 

“Afirman los campesinos que el puma  ... teme al fuego y al humo. Para alejarlo de los rebaños, los «puesteros» encienden fogatas en los faldeos y altiplanicies. Cuando es necesario –se asegura- nada con facilidad vadeando ríos y lagunas. Su bramido es bronco y entrecortado y se dice que imita relinchos y balidos para atraer a sus presas preferidas. Efectúa sus correrías más que todo por la noche.”

(Mercado, 1959) 


 

Puma cazando una vicuña (Figuier, 1870)


 

Los jotes y matamicos denuncian la presencia de los restos de los festines del felino y hasta se animan a disputarle la comida en su presencia. Por eso   “el cóndor y el puma son enemigos mortales e irreconciliables entre ambos, y se cuenta de sus luchas feroces y sanguinarias en los cerros y valles andinos”. El puma no es fácil de rastrear para los paisanos porque “casi nunca sigue una huella en línea recta, sino que lo hace saltando de un lado para el otro, dando vueltas y haciendo rodeos de tal manera que los cazadores que lo persiguen se desorientan.” (Mercado, 1959). 

 

Los pobladores usan su grasa como remedio contra el reumatismo y las quebraduras de huesos. El cuero no es muy estimado para hacer riendas y otros aperos porque su olor asusta a los perros, mulas y burros.  En el Norte Argentino aseguran que el puma cuando ve una mujer embarazada se tapa la cara con las manos.

 

 

 

CHACHO

 

Lamentablemente es muy común que los cazadores maten a una hembra de puma con cachorros y se lleven a éstos para criarlos. Cuando crecen resulta difícil mantenerlos y terminan en un zoológico o son liberados para terminar igual que su madre. Luis Franco (1973) escribió un cuento con final incierto sobre Chacho, un puma criado de chico por unos puesteros, quienes lo hacían mamar de las cabras. Ya crecido, el puma escapó a la sierra, pero acuciado por el hambre, volvió a cazar al puesto y fue acosado por los perros que al reconocerlo, no lo atacaron. Así definía este autor las capacidades de los pumas: ““¡El destino de los pumas! La naturaleza ha trabajado miríadas de siglos en hacer de los felinos los próceres de más mentas del asalto victorioso, por lo menos entre los que se crían con leche: agilidad y elasticidad, deportivas, fuerza de gigante armada de uñas y dientes cuchilleros, sigilo de musgo en la marcha, paciencia de santo en el acecho y violencia de demonio en el atraco.”

 

 

 

 

En los cuentos criollos del zorro aparece a menudo el puma siendo burlado por aquel, símbolo de la astucia, como confirmando el refrán “más vale maña que fuerza”. Muchos de esos relatos son adaptaciones de otros de origen europeo y el puma toma entonces el papel del león del Viejo Mundo. Por ejemplo en el cuento “El león y el zorro maestro” de Santiago del Estero, el zorro se ofrece como maestro de los hijos del león y a cambio recibe comida abundante, pero cuando la caza escasea, el zorro termina comiéndose a los cachorros del león. En otro cuento narrado por Antonia Pérez, de Catán Lil, Neuquén, el zorro hace creer al león que lo viene a buscar la policía y cuando éste huye le roba la carne (Vidal de Battini, 1980).

 

 

 

Yo no le temo al león,

Ni al tigre más fiero y malo,

Frente a frente l' hi peliar,

Con un perro y con un palo.

 

                                                           Copla salteña

 

 

 

 

En paralelo con el coraje que proclama esta copla salteña, el puma merece respeto cuando se lo enfrenta, aún por parte de los más experimentados cazadores. En 1968 Manuel Abal Medina publicó en la revista Azul y Blanco lo siguiente: “Treinta días atrás llegó a Buenos Aires John Walter Pearson, un famoso cazador norteamericano, ganador de numerosos trofeos y considerado como uno de los mejores tiradores de su país. Traía consigo una decena de rifles las mejores marcas europeas que mostró, orgulloso, a los periodistas de un diario uruguayo que lo reportearon en su hotel. «Vengo más en plan de turismo que para cazar —les dijo—porque no hay en estos países más que especies menores, casi inofensivas.» Interrogado acerca de qué zonas recorrería dijo que pensaba visitar el noroeste argentino y, si le quedaba tiempo, cazaría unos “gatos”. “Por supuesto —agregó— que no se necesitan estas armas para cazarlos. Con ésta, que es mi preferida —dijo empuñando un rifle de grandes dimensiones y complicado mecanismo de mira—, he matado más de veinte leones en el África”. Partió hacia el norte poco después. En Salta contrató dos baqueanos para que lo acompañaran a cazar unos pumas. Dos días más tarde regresaron sus dos acompañantes y contaron lo sucedido. Pearson, desoyendo sus consejos, se había internado en el monte por la noche; quería encontrar un puma. A la mañana siguiente salieron a buscarlo; encontraron su cuerpo destrozado a zarpazos a pocos metros. Apretaba todavía en una mano su rifle preferido, no había alcanzado a disparar ni un tiro.” (Jauretche, 1973)

 

 

EL LEÓN

 

 

“-Para mí que es de león la huella, no de perro. Primero, porque era muy grande. Segundo, porque estaban muy abiertas, que es la posición cuando el león se agacha a tomar agua. Toma del costadito y con mucho más precaución que el perro. El perro mete dentro del arroyo y toma agua mojándose las patas. El león ha dejau huellas abiertas así, de cuando ha tomau. Y la tercer razón, porque la huella del perro marca las uñas en el barro. Cuando el perro pisa, quedan marcados los dedos y las uñas. El león no marca las uñas cuando pisa. La garra es retráctil y está metida para adentro de los dedos. La pisada del león es redonda, están los dedos y no se ve ninguna uña. Además "como gato pa'l agua", porque es felino. Le tiene "miedo" al agua.

“-Cuando el león tapa la presa, vuelve siempre. Si deja la presa tirada, por ahí, muerde un poco y la deja botada, es señal de que no va a volver. Cuando cava un agujero y la tapa con tierra, con ramas, la deja oculta, vuelve a comerla”.

 

                                                                Margarita Fleming de Cornejo

 

 

 

 

 

EL PUMA SAGRADO DE LOS ANDES

 

Ascendemos  la montaña donde el puma parece hallarse a su mayor gusto, porque es evidente que desde su ingreso a América del Norte el gran eje cordillerano, que recorre como columna vertebral al continente, le ha servido como vía de dispersión hasta el extremo sur. Sólo después ha bajado al llano de las selvas, los pastizales y las estepas.

 

 

Cachorro y adulto de Cougar (De Kay, 1842)



“Leones se hallan aunque pocos, no son tan grandes ni tan fieros como los de África, llámanles Puma,” dice Garcilaso de la Vega (1609), indicando claramente su nombre en quechua, y agrega una observación incorrecta: “Un Español que yo conoscí mató en los Antis termino del Cozco una Leona grande, que se encaramó en un árbol muy alto, de allí la derríbó de quatro jarazos que le tiró, halláronle en el vientre dos cachorrillos hijos de tigre, porque tenían las manchas del padre.” Pero aclara Johann von Tschudi (1844-46):  “Estas manchas no son indicativas de híbridos, porque son comunes en todos los jóvenes recién nacidos; en algunos lugares, especialmente en las patas, permanecen visibles durante el primer año.” Y sigue el zoólogo suizo marcando la diferencia entre los pumas de la costa y los de las selvas: “El puma y el jaguar, que rara vez se ven en la costa, son considerablemente más grandes que los de las montañas. El león americano es tímido y rehúye al hombre. Cuando es atrapado joven, es fácil de domesticar. Los indios de las provincias del norte a veces traen estos leones a Lima y obtienen dinero por mostrarlos. Los llevan con una cuerda o los ponen en grandes sacos y los llevan sobre sus espaldas, hasta que una multitud de amantes del espectáculo se reúne a su alrededor (...) El puma, deambula por las regiones altas del bosque, donde tiene un terreno de caza casi indiscutible. Ataca sin miedo a las víctimas que no pueden defenderse eficazmente, como el caballo, la mula y el asno, y les arranca grandes trozos de carne de las costillas; pero no se atreve a entrometerse con los bueyes. Evita a los hombres, y en el bosque incluso huye del indio desarmado. Disparé a un puma muy grande, que inmediatamente huyó, rugiendo con fuerza. Cuando está gravemente herido y arrinconado, este animal comienza con frecuencia un combate desesperado y, a veces, mata al cazador.”

 

Vaso con forma de felino – Cultura moche, Perú   (Gordillo, 2010)







 

“El cóndor, el puma, el jaguar y la llama, eran los tótems de los antiguos collas. Al presente sólo prestan múltiples reverencias a los tres primeros, siendo imposible que los cacen; invocándoles, por el contrario, protección en sus empresas cuando los ven.”

(Paredes, 1920)

 

Algunos autores creen ver un binomio entre el puma y el jaguar reflejando el conflicto entre la gente de los Andes y la del llano, de las selvas.  El mismo puma tenía aspectos ambiguos: representaba la potencia fertilizante de las lluvias y también el poder destructor de las tormentas y las heladas. Al vestirse con pieles de puma, se lograba introducir al animal en el grupo humano para ponerlo de su lado y defenderse de las fuerzas de la naturaleza (Zuidema, 1989).

 


Estamos a orillas del gran lago Titicaca rodeado de un imponente paisaje. Aquí, en la sede de la cultura aymara, encontramos al dios Apu Qullana Awki, una figura con evidentes matices bíblicos, creador de todo lo que existe, punitivo a través de un diluvio, pero capaz de perdonar. Tras crear el cielo, los astros, la tierra, los ríos y lagos, las plantas, los animales y la gente, se retiró a descansar al valle de Wiñay Marka, la Ciudad Eterna, el paraíso donde no existía el mal. Allí moraba en una montaña que lanzaba llamas desde su cima y a la cual los humanos no podían subir. Pero el genio del mal, Awqa, hizo subir a la gente prometiéndoles que en la cima adquirirían el mismo poder de Apu. Éste los castigó enviando miles de  pumas grises, que mataron y se comieron a la gente.  El padre Sol, Tata Inti, conmovido, lloró sin parar durante cuarenta días y cuarenta noches, sus lágrimas se volcaron en el valle formando un enorme lago y ahogando a los pumas grises. Las pocas personas que se salvaron decían: qaqa titinakawa, «ahí están los pumas grises», dando nombre al lago Titicaca (Albó, 1988). Según el arqueólogo Ephraim Squier (1877), “la etimología del nombre de la isla, que se ha extendido al lago, no está clara. Se ha derivado de varias formas, de titi, que significa «tigre» o «gato montés», y kala, «roca» o cresta de la montaña: de modo que significaría «Roca Tigre» o «Roca del Tigre», tal vez de alguien imaginó un parecido de la isla, o de alguna parte de ella, con ese animal cuando se veía de lejos. Sin embargo, la tradición insiste en que antes se veía de noche un tigre o puma en la cresta del Titicaca, que portaba un gran carbunco o rubí en su cabeza que destellaba su luz a lo largo y ancho del lago, por toda la extensión del Collao.”

 

Cucharilla con figura de puma
Museo Arqueológico “RP Gustavo Le Paige SJ”, San Pedro de Atacama, Chile – (Arnold,  2016)


 

En la cultura Tiawanaku se adoraba una deidad zooantropomórfica, el Chachapuma u  hombre-puma, conocida como “el sacrificador”. Se lo representaba en estatuas y otros objetos como una figura humana con cara felina, y portaba un hacha y una cabeza trofeo. Era un dios protector de los templos y lugares de culto, y en sus ritos se utilizaban distintos alucinógenos (Acevedo, 2017). Se han encontrado en la zona andina tabletas con la figura del hombre-puma y cucharillas y pipas de hueso de puma, respectivamente en la etnia tunebo del Amazonas y en el sitio inca Cueva (puna jujeña) , utilizadas para dosificar y aspirar polvos alucinógenos (Payán Garrido & Soto Vargas, 2012; Gordillo, 2010). En el complejo arqueológico de Tiawanaku se conservan dos pirámides escalonadas de piedras megalíticas de 1500 años de antigüedad: el Puma Punku (= puerta del puma),  que se supone estaba adornada con placas metálicas y cerámicas de colores, y que habría sido un lugar de culto lunar,  y  Akapana, pirámide de culto solar, donde se hallaron huesos de sacrificios que muestran la acción de dientes de carnívoros. Es posible que en su sistema de túneles y cámaras se hayan guardado pumas y otras fieras utilizadas para sacrificar o castigar personas, como mucho después lo hicieron los incas (Arnold, 2016) y como se puede observar en una vasija de cerámica conservada en el Peabody Museum od Archaeology and Ethnology (Harvard) (https://www.peabody.harvard.edu/node/362).

 


Sitio arqueólogico en Puno (Perú) al pie de un cerro con forma de puma echado.
Foto de  Pierre Leclercq
(https://en.wikipedia.org/wiki/Pukara,_Puno#/media/File:Pucar%C3%A1_(Lampa)_P%C3%A9rou_(2).jpg)



En la cercana zona de Puno (Perú) Clara Mamani Tapia (Quispe Chambi, 2004) narra un cuento sobre una pareja imposible: un puma y un venado que deciden convivir y turnarse cada día en buscar alimento. El primer día el puma caza un venado y, lógicamente, su pareja venado no quiere comer. Al día siguiente el venado encuentra un puma, y le pide a un oso que lo mate, luego lo prepara para comer, pero su pareja puma no quiso probarlo. Ambos fueron ganados por la desconfianza y finalmente la pareja se deshizo. Veremos que la relación puma-ciervo es uan cosntante en muchas culturas americanas.

 


Figura de puma. Cultura chavín, Perú.
https://www.gtush.com/cultura-chavin/


 

Las culturas peruanas han venerado desde antaño al puma. Los integrantes de la etnia chanca, que floreció en el sur de Perú entre los siglos XIII a XV, “jáctanse descender de un León, y así lo tenían y adoraban por dios y en sus grandes fiestas antes, y después de ser conquistados por los Reyes lncas, sacavan dos dozenas de indios de la misma manera que pintan a Hércules, cubierto con el pellejo del León y la cabeza del indio metida en la cabeza del León. Yo los vi así en las fiestas del Santísimo Sacramento en el Cuzco.” (Garcilaso de la Vega, 1609; Vázquez de Espinosa, 1629). "De puro valientes dicen que ellos se tornaban en la batalla en leones  ... y así sus descendientes hasta hoy se llaman poma.” (Poma de Ayala, 1613)

 

Vasija puma, cultura moche (Millones & Mayer, 2012)


 

Más tarde, los incas conquistaron a los chancas y tomaron rasgos de su cultura. Así, la extensa fiesta del warachikuy o rito de iniciación de los púberes terminaba con la danza taqui coyo, según el rito inventado por Pachacútec Inca Yupanqui. Los noveles descendían “ansí todos juntos a la plaza desta ciudad, ansí vestidos é adornados como estuvieren, donde han de hallar a todos los señores del Cuzco vestidos de unas camisetas largas é coloradas que les dé hasta los pies, los cuales tengan sobre sus mesmas cabezas é los rostros destos leones tengan en derecho de los suyos mismos, las cuales cabezas de leones tengan ansímismo unas orejas de oro; é ansímismo han de tener consigo estos señores que en la plaza ansí están, cuatro atambores de oro.” (Betanzos, 1607; Millones & Mayer, 2012). En la plaza “tenían ya aparejados unos leones desollados, y las cabezas vacías, teníanlas puestas, en las orejas unas orejeras de oro, y en las cabezas unas patenas de oro, y en lugar de los dientes, que los habían sacado, les ponían dientes de oro, y en las manos unas ajorcas de oro que llaman chipana. Llamaban a estos leones huilla cunga, chuqui cunga; poníanselos en las cabezas de suerte que todo el pescuezo y cabeza sobrepujaba sobre el que se vestía, y el cuerpo del león le quedaba en las espaldas.” (Zudiema, 1974). Para estos pueblos andinos vestirse con pieles de este felino permitía adquirir la identidad de ese animal, su fuerza, su sgacidad y su destreza.

 

 

 

 

Hombre-mujer andino

que bajaste sobre las alas del cóndor y el colibrí

navegando en las alturas de la tierra alta

cabalgando en el puma sobre la tierra

arando la ladera

deslizándote sobre la serpiente llevando

a las profundidades tus secretos inmortales.

 

                                                               Margarita Miró Ibars

 

 

 

Trilogía inca: cóndor, puma y serpiente – Escultura en Cuzco, Perú (https://www.salkantaytrekking.com/blog/spiritual-importance-condor-puma-snake-peru/)



 

De los tres espacios en que los incas dividían al mundo al puma (titi) se le reserva el mundo intermedio, la tierra o  Kay Pacha, siendo los cielos adjudicados al cóndor (kuntur) y el inframundo a la serpiente (amaru). El puma es el símbolo de la fuerza, la inteligencia y la sabiduría. Era considerado símbolo del auca o guerrero, tanto propio como enemigo. Cuando el inca Yupanqui, Pachacútec, soberano del Imperio hacia mediados del siglo XV,  tuvo la visión de Inti, el Sol, observó que de la cabeza le salía un león, otro entre las piernas y un tercero en la espalda como abrazándole los hombros (Millones & Mayer, 2012).  En las cerámicas de la época aparece Punchao, el sol diurno,  acompañado por dos pumas y coronado con una serpiente bicéfala (Ziudema, 1974).

 


Representación de la ciudad de Cuzco con su forma de puma (Rubio Valdivieso, 1999)





 

Cuando Pachacútec, remodeló la ciudad de Cuzco para transformarla en la gran capital del Tahuantinsuyo,  la llamó “Cuerpo de Puma”.  El arqueólogo John Rowe (1976) postuló que el Inca la diseñó con forma de puma colocando la cabeza en la gran fortaleza de Sasayhuamán, sede del gobierno y el poder; el cuello en las alturas de Qolqampata; el corazón en la gran plaza Aukaypata, centro de la vida social.  La columna vertebral se extendía por la calle Pumakurku, por donde circulaban los funcionarios y pobladores;  los genitales estaban en Korikancha, el gran templo dorado dedicado a Inti, el sol, origen de toda vida; y la cola en el triángulo de Pumaj-chupan, donde se unen los dos arroyos, éste era el final de la ciudad (Rubio Valdivieso, 1999).

 


Plano de la ciudad de Cuzco con la forma de puma.  Adaptado de Squier (1877)




 

“Pachacuti estableció su capital en forma de puma, imaginó el arroyo Tullumayo como la columna vertebral del animal, un río de huesos, su confluencia con el Saphi-Huatanay como la cola. La cabeza del gato debía ser la altura que dividía los dos arroyos hacia el noroeste. Con acantilados cayendo por tres lados hacia la ciudad de abajo, el afloramiento formó una fortaleza natural. Todo lo que se requería era una hilera de almenas en el lado norte, un zigzag de murallas que el Inca percibía como dientes, afilados, poderosos, invencibles.” (Davis, 1996).


 

Escultura de puma en la ciudad de Calca (Perú)

(https://mapio.net/pic/p-842267/)



 

Garcilaso de la Vega (1609) enumeró esos barrios de Cuzco explicando sus nombres: “Siguiendo el mismo viaje encerco al levante, se sigue otro barrio llamado Pumacurcu, quiere decir viga de leones, Puma es león, Curcu, viga, porque en unas grandes vigas que había en el barrio, ataban los leones  que presentaban al Inca, hasta domesticarlos,y ponerlos donde habían de estar ... Pumapchupan, quiere decir cola de león: porque aquel barrio fenece en punta, por dos arroyos que al fin de él se juntan haciendo punta de escuadra. Tambien le dieron este nombre, por decir que era aquel barrio lo último de la ciudad, quisieron honrarle con llamarle cola y cabo del león. Sin esto tenían leones en él, y otros animales fieros.”

 

Por otro lado, la ciudad santa de Machu Pichu se encuentra respaldada por el oscuro monte Wayna Pichu, cuya forma se asemeja a un enorme puma agazapado en actitud protectora, incluso lo que era su sector administrativo denominado Hanan, tiene también la forma de un puma echado descansando. (Rubio Valdivieso, 1999)

 

Los incas tenían un sistema de sitios sagrados organizados en cekes que a su vez contenían las huacas o santuarios. En el sector noroeste del imperio (Antisuyu) se encontraban la huaca de Pomaurco (= cerro del puma) y la de Pomamarca (= casa del puma), donde se conservaba el cuerpo de la esposa de Inca Yupanqui y se hacían sacrificios de niños. Aquí también se guardaba una piel de puma que se consideraba guardián de Cuzco, de la misma manera que los pastores colgaban una piel de puma como protectora de los rebaños ante el ataque de las fieras (Zuidema, 1974).  En otros sitios del Imperio el puma siempre estaba presente en la toponimia. Pomacocha (= laguna de la puma) se encontraba al oeste del Cuzco, en el territorio conquistado a los chancas. En el valle de Tomebamba (actual Ecuador), los incas habían establecido la ciudad de Pumapungo, la “Puerta del León”, la segunda Cuzco, capital del sector norte del imperio inca. Era además un centro religioso, donde se realizaba la fiesta de la situa, celebrada para ahuyentar las enfermedades, de la que participaban los hombres-puma. A esta ciudad también se le atribuía forma de puma. Si bien esta hipótesis sobre las ciudades-puma es discutida, lo cierto es que el puma a través de sus representaciones simbólicas en cerámicas y edificios (ushnu) simbolizaba el poder y autoridad de Inca.

 

En la provincia de Huarochirí, próxima a la ciudad de Lima (Perú), el presbítero y "extirpador de idolatrías" Francisco de Ávila recogió en lengua quechua el mito de  Cuniraya Huiracocha, en el que quizás introdujo elementos bíblicos, y donde el puma tiene un papel importante que lo hizo merecedor de veneración. Cuniraya era el dios de la agricultura y anhelaba a la diosa Cavillaca. Transformado en pájaro le llevó un fruto de lúcumo cargado con su semen. Cavillaca comió el fruto y quedó embarazada sin tener relaciones con ningún varón. Una vez nacida una niña, para saber quién era el padre, hizo una reunión donde convocó a las deidades masculinas y dejó que la niña buscara entre ellos a su padre. La niña gateó hasta un mendigo que no era otro que Cuniraya disfrazado. Entonces la diosa, avergonzada, por haber tenido descendencia con un ser tan miserable, se arrojó con su hija al mar, donde quedaron convertidas en dos islotes. Cuniraya salió en su búsqueda y en el camino encontró varios personajes a los que pidió información sobre su mujer y su hija: un cóndor, un puma, un halcón, un zorrino, un zorro  y un loro. De ellos sólo los tres primeros fueron los que lo alentaron a seguir para encontrar a su amada y por eso fueron desde entonces animales venerados. Al puma se le otorgó permiso para cazar llamas y se le dedicó una fiesta y baile anual donde se sacrificaba uno de estos animales como ofrenda (Herrera Villagra, 2016).

 

En otro mito del mismo origen se explica el origen del arco iris.  Huatyacuri, el hijo del dios supremo Pariacaca se enfrenta en un desafío de hazañas con su cuñado. Una de las pruebas consistía en atraer pumas. Huatyacuri, siguiendo las  instrucciones de su padre, fue muy temprano a un manantial y recitando poemas atrajo a un puma rojo, con el que se puso a cantar y bailar, con lo cual milagrosamente se formó en el cielo un arco iris  (Herrera Villagra, 2016).

 

 

 

PUMA

 

Gato gris hijo de las nubes,

bestia feroz, mano de piedra;

sólo por cerros tú caminas,

sólo entre la nieve agazapado.

 

Con tus miradas terribles

vas limpiando a las nubes

y removiendo tu gran cola

envuelves a las montañas.

 

Con tus barbas de cerda que espinas son

vas hiriendo al mismo sol

y tu lengua, brasa al vivo,

ya va lamiendo la sangre.

 

Bello animal de los dioses tutelares,

adorado por los Inkas;

tal vez hambriento caminas

quién sabe buscando carne?

 

Ven, yo te daré de comer

destrozando mi corazón

échate de bruces sobre mi pecho

y aplasta todas mis penas.

 

Con tus garras que las rocas arañan

amarra  todos mis nervios

y enseguida hazme dormir

para no sufrir pesares.

 

Andrés  Alencastre Gutierrez  “Kilku Waraka”, Taki Parwa, 1955

 

 

 

 

En 1528 Pedro de Candía inició junto a Pizarro la conquista del Perú en Tumbes y  protagonizó allí un episodio que al parecer contribuyó a facilitar el dominio sobre los nativos. Los hombres del inca Wayna Qhapaq “le truxeron un león, y un tigre muy fiero ...  para que despedazasen al capitán Pedro de Candía ... aquellas fieros animales, viendo al Christiano, y la señal de la Cruz que esto más cierto, se fueron  a él, perdida la fuera natural que tenían, y como si fueran dos perros que él hubiera criado, le halagaron y se echaron a sus pies. Pedro de Candía, considerando la maravilla de Dios, nuestro Señor, y cobrando más ánimo con ella, se basó a traer la mano por las cabezas y lomos de los animales, y les puso la Cruz encima, dando a entender a aquellos Gentiles, que la virtud de aquella insignia amansaba y quitaba la ferocidad de las fieras, con lo qual acabaron de creer los indios, que era hijo del Sol, venido del Cielo.”

(Garcilaso de la Vega, 1610)



Puma (Huish, 1830)


 

En la zona de Guayaquil (Ecuador), la cultura de los huancavilcas también adoraba al puma como animal sagrado y tenían ídolos y adornos en su vestimenta hecho con la piel de este animal. “En las cabezas se ponen unas coronas de cuentas muy menudas, a quien llaman chaquira, y algunas son de plata y otras de cuero de tigre o de león ...  aquella niña llevaba en la mano derecha una bolsa de lana, muy rica, llena de muchas estampas de oro y plata; de las espaldas le colgaba un cuero de león pequeño, que las cubría todas.”

(Cieza de León,  1553)  

 

En el reino de Quito, en la provincia de Chimborazo, existía un sitio denominado “Pumallacta, que quiere decir tierra de leones: porque se cría en ella más que en sus comarcanas, y los adoraban por Dioses.” Y más al norte habitaban los caranquis “gente barbarísima en vida y costumbres; adoraban tigres y leones y culebras grandes, ofrecían en sus sacrificios corazones y sangre humana.” (Garcilaso de la Vega, 1609).  En Pumayacu (río del puma) en Napo, Ecuador, hay una gran piedra con huellas marcadas sobre ella, producidas por los pumas que bajaban a cazar desde las montañas de Napo-Galeras. En cierta oportunidad encontraron a una joven embarazada a la que mataron y al abrirle el vientre encontraron dos niños que guardaron para comérselos después.  Los niños eran dioses enviados por la Luna para salvar a los hombres. Tomando forma felina, convencieron a los pumas para entrar en una gran caverna que luego sellaron con grandes rocas. Allí quedaron los pumas prisioneros, rugiendo furiosos, mientras que los niños ascendieron hacia la Luna tras haber vengado a su madre. Los pobladores temen  a este lugar porque creen que si ocurre un terremoto los pumas serán liberados para atormentar a los hombres (Valarezo, 2002).

 

Hacia 1737 el geógrafo francés Charles Marie de La Condamine (1738) se encontraba en la ciudad de Loja (Ecuador) estudiando el árbol de quina (Cinchona officinalis) cuya corteza tiene propiedades febrífugas y en esa época era el principal remedio conocido contra la malaria. Allí obtuvo la siguiente noticia: “Según una antigua tradición, de la que no garantizo la veracidad, los americanos deben el descubrimiento de este remedio a los leones, a los que algunos naturalistas atribuyen sufrir de una especie de fiebre intermitente. Se dice que la gente del país señaló que estos animales comen la corteza de la quinquina, usándola para los accesos de fiebre, tan comunes en este país, y reconocen sus virtudes salutíferas.”

 

Alex Mouchard


REFERENCIAS Y CREDITOS

En la Etapa 4/4: https://historiaszoologicas.blogspot.com/2021/04/los-senderos-del-puma-puma-concolor_56.html




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