ETAPA 2/4 – LAS PAMPAS Y LOS ANDES
EL LEÓN DE LAS PAMPAS
Yo era, una vez por todas, un hombre
libre que ganaba su puchero, y más bien viviría como puma, alzado en los
pajales, que como cuzco de sala entre las faldas hediondas a sahumerio
eclesiástico y retos de mandonas bigotudas. Ricardo Güiraldes -Don Segundo Sombra |
Puma al acecho (Hudson, 1922) |
El mejor retratista del puma en las pampas argentinas
fue sin duda William Henry Hudson que le dedicó un capítulo de su libro “El
naturalista en el Plata” (Hudson, 1922). Este naturalista afirmaba que “no se ha registrado ningún caso auténtico
de un puma que haya atacado sin provocación a algún ser humano.” Como los
gauchos, cree Hudson que el puma es un "amigo
del cristiano" y “que es perfectamente seguro, incluso para
un niño pequeño, salir y dormir en el campo.” Por eso a algunos paisanos
les resultaba tan difícil matarlo, como el que le relató este encuentro con un
puma que “se sentó con el lomo contra una piedra y no se movió ni siquiera
cuando su compañero le echó la soga de su lazo sobre su cuello. Entonces mi
informante desmontó y, sacando su cuchillo, avanzó para matarlo; aun así el
puma no hizo ningún intento por liberarse del lazo, aunque parecía saber -me
dijo- lo que venía, pues empezó a temblar, las lágrimas le corrían por los
ojos, y gemía de la más lastimosa manera. Lo mató mientras permanecía sentado
sin resistirse ante él, pero después de realizar el acto sintió que había
cometido un asesinato.” Quizás
porque el puma a veces ayuda a la gente, como muestra esta anécdota ocurrida en
Saladillo (Provincia de Buenos Aires) donde un hombre se extravió durante una
cacería. Cuando se lo encontró al día siguiente con una pierna rota, relató que
“aproximadamente una hora después de que
anocheciera, apareció un puma y se sentó cerca de él, pero no pareció notarlo.
Después de un tiempo se puso inquieto, iba y venía con frecuencia, y finalmente
se mantuvo alejado tanto tiempo que pensó que lo había dejado para siempre.
Hacia la medianoche escuchó el profundo rugido de un jaguar y se dio por
perdido ... su rostro estaba vuelto hacia él, y parecía estar observando con
atención algún objeto sobre el que estaba a punto de saltar. En ese momento se
perdió de vista, luego escuchó aullidos y gruñidos y el grito agudo de un puma,
y supo que las dos bestias estaban peleando. Antes de la mañana ... vio al
jaguar varias veces, pero el puma reanudó la lucha con él una y otra vez hasta
que amaneció, después de lo cual no vio ni oyó más de ellos.” Este relato
muestra el tradicional encono que se tienen ambos félidos y que parece
favorecer al puma: “es bien sabido que donde las dos especies habitan el mismo
distrito se encuentran en enemistad, siendo el puma el persistente perseguidor
del jaguar, siguiéndolo y acosándolo como un pájaro tirano acosa a un águila o
un halcón, yendo por él con tal rapidez como para confundirlo y, cuando se
presenta una oportunidad, saltando sobre su espalda e infligiéndole terribles
heridas con dientes y garras. Con frecuencia son cazados jaguares con
cicatrices en el lomo, y otros, no mucho tiempo antes escapados de sus
torturadores, han sido encontrados tan gravemente heridos que los cazadores los
vencieron fácilmente.”
(Hudson, 1922)
Lucha de un puma con un jaguar (Hudson, 1922) |
“Dicen en el campo que el puma mata al
yaguareté para quedarse con su mujer y que de la unión nacen bestias más
feroces que cualquiera de los padres.“
(Cinti,
2005) |
Pero, “cuando
el cazador está acompañado por perros, el puma, en lugar de caer y derramar
lágrimas, se le despierta una rabia sublime, su pelo se eriza, sus ojos brillan
como bolas de fuego verde, escupe y gruñe como un gato macho furioso.” (Hudson,
1922)
Sobre la técnica de caza del puma Hudson
señala: “Una vez pasé varias semanas con
un grupo de agrimensores en un distrito donde los pumas eran muy abundantes y
vi no menos de media docena de ciervos por día, recién muertos en la mayoría de
los casos, y todos con el cuello dislocado. Donde la presa es escasa y difícil
de capturar, el puma, después de saciar su hambre, oculta invariablemente al
animal que ha matado, cubriéndolo cuidadosamente con pasto y maleza; estos ciervos,
sin embargo, quedaron expuestos a los caracaras y los zorros después de que
comiera una porción del pecho y, en muchos casos, no había sido tocada la
carne, ya que el captor se había satisfecho con chupar la sangre.”
En Patagonia el puma prefiere cazar caballos,
a lo cual Hudson atribuye la escasez de equinos salvajes en esa región: “Un nativo me dijo que en una ocasión,
mientras conducía sus caballos a casa a través de la espesura, un puma saltó de
los arbustos sobre un potro que seguía a la tropa, matándolo ante sus ojos y a
no más de seis metros de la cabeza de su caballo. En este caso, dijo mi
informante, el puma cayó directamente sobre el lomo del potro, con una pata
delantera agarrando su pecho, mientras que con la otra le tomó la cabeza y,
dándole un violento tirón, le dislocó el cuello. El potrillo cayó al suelo como
fusilado, y me afirmó que estaba muerto antes de tocar el suelo.”
(Hudson, 1922).
Su siguiente plato preferido es la oveja: “Residí por algún tiempo en una estancia
cercana al pueblo de El Carmen, en el Río Negro, que durante mi estadía estuvo
infestado por un puma muy atrevido y astuto. Para proteger a la oveja de sus
ataques, se hizo un cercado con postes de sauce verticales de 5 metros de
altura, mientras que la puerta, por la que tendría que entrar, estaba cerca de
la casa y tenía casi dos metros de alto. A pesar de las dificultades así
puestas en el camino, y de la presencia de varios perros grandes, y también de
la guardia que mantuvimos con la esperanza de dispararle, cada noche nublada
venía y después de matar una o más ovejas se escapaba sano y salvo. Una noche
oscura mató cuatro ovejas; lo detecté en el acto, y acercándome a la puerta,
estaba tratando de distinguir su forma invisible en la penumbra mientras corría
atropellando a la oveja, cuando de repente saltó por encima de mi cabeza y se
escapó; las balas que le disparé fallaron. Sin embargo, en este lugar doce o
catorce terneros, pertenecientes a las vacas lecheras, estaban todas las noches
encerrados en un pequeño corral de matorrales, a una distancia de la casa donde
el enemigo fácilmente podría haberlos destruido a todos. Cuando expresé mi
sorpresa por este arreglo, el dueño dijo que al puma no le gustaba la carne de
ternera y que solo venía por las ovejas. Con frecuencia, después de sus visitas
nocturnas, encontramos, al trazar sus huellas en la arena suelta, que en
realidad había utilizado, el corral de los terneros como escondite mientras
esperaba para atacar a las ovejas.”
(Hudson, 1922).
Puma muerto
por una vaca (Hudson, 1922) |
Coincide Hudson con Molina en que al puma no
le resultaría fácil cazar terneros. “Un
señor llamado Linares, jefe de los indios mansos asentados en un barrio de El
Carmen, mientras cabalgaba cerca del río vio su curiosidad atraída por la
aparición y comportamiento de una vaca joven parada sola en la hierba, su
cabeza, armada con grandes y largos cuernos extremadamente afilados, muy
levantados, y observando su aproximación de una manera que mostraba un estado
de peligrosa excitación. Recientemente había parido su cría, y él inmediatamente
conjeturó que había sido atacada, y quizás muerta, por algún animal de presa.
Para resolver este punto, comenzó a buscarla, y, mientras se enfrentaba al puma
asesino de terneros, la vaca cargó
contra él repetidamente con la mayor furia. Al poco rato descubrió que el
becerro yacía muerto entre la hierba alta; y a su lado yacía un puma adulto,
también muerto, y con una gran herida en el costado, justo detrás del hombro.
El ternero había sido muerto por el puma, porque su garganta mostraba las heridas
provocadas por grandes dientes, y el puma había sido ultimado por la vaca.
Cuando lo vio, afirmó que apenas pudo creer la evidencia de sus propios
sentidos, porque era algo inaudito que un puma fuera herido por cualquier otro
animal. Su opinión era que había bajado de las colinas muy hambriento, y
habiendo saltado sobre el ternero, el sabor de la sangre lo había hecho por un
momento descuidar su propia seguridad, y entonces la vaca enfurecida cargó, y
clavando uno de sus largos cuernos afilados en alguna parte vital, lo mató instantáneamente.”
El Potrillo lista tuerta Que tarde que había pasao, andaba como
perdido, Me sacudió el corazón, ver semejante
figura, De un salto dejé el montao, manoteando
mi cuchillo, Y a lo pampa lo he domao, para sacarlo
buenazo, Hoy te recuerdo, potrillo, porque el
tiempo natural Yo que te salve del puma, no pude con
la tormenta,
Chino Martinez |
De la época de la primera fundación de Buenos
Aires (c. 1541) tenemos una conocida fábula que recuerda la de “Androcles y el
león” de Esopo, y que parece corroborar esa idea de las buenas relaciones entre
el puma y el humano. Ante la hambruna que se vivía en Buenos Aires, “una mujer española, no pudiendo
sobrellevar tan grande necesidad, fue constreñida a salirse del real e irse a
los indios para poder sustentar la vida. Y tomando la costa arriba, llegó cerca
de la Punta Gorda [actual San Isidro] en el monte grande y por ser ya tarde,
buscó donde albergarse y, topando con una cueva que hacía la barranca de la
misma costa, entró por ella y repentinamente topó una fiera leona que estaba en
doloroso parto, la cual vista por la afligida mujer quedó desmayada y
volviendo en sí, se tendió a sus pies con humildad. La leona, que vio la presa,
acometió a hacerla pedazos y usando de su real naturaleza, se apiadó de ella y,
desechando la ferocidad y furia con que la había acometido, con muestras
halagüeñas llegó hacia la que hacía poco caso de su vida, con lo que cobrando
algún aliento, le ayudó en el parto en que actualmente estaba y parió dos leoncillos.
En cuya compañía estuvo algunos días sustentada de la leona con la carne que de
los animales traía, con que quedó bien agradecida del hospedaje por el oficio
de comadre que usó. Y acaeció que un día, corriendo los indios aquella costa,
toparon con ella una mañana al tiempo que salía a la playa a satisfacer la sed
con el agua del río ... habiendo salido a correr la tierra un caudillo en
aquellos pueblos comarcanos, halló en uno de ellos y trajo en su poder aquella
mujer de que hice mención arriba, que por la hambre se fue a poder de los
indios, la cual, como Francisco Ruiz la vido, condenó a que fuese echada a las
fieras para que la despedazasen y comiesen. Y puesto en ejecución su mandato,
cogieron a la pobre mujer y atada muy bien en un árbol, la dejaron una legua
fuera del pueblo donde, acudiendo aquella noche a la presa número de fieras,
entre ellas vino la leona a quien esta mujer había ayudado en su parto, la
cual, conocida por ella, la defendió de las demás fieras que allí estaban y la
querían despedazar. Y quedándose en su compañía, la guardó aquella noche y otro
día y noche siguiente, hasta que al tercero fueron allá unos soldados por orden
de su capitán a ver el efecto que había surtido de dejar allí aquella mujer y,
hallándola viva y la leona a sus pies con sus dos leoncillos, la cual sin
acometerles se apartó algún tanto dando lugar a que llegasen, lo cual hicieron,
quedando admirados del instinto y humanidad de aquella fiera. Y desatada por
los soldados, la llevaron consigo, quedando la leona dando muy fieros
bramidos, mostrando sentimiento y soledad de su bienhechora, y por otra parte,
su real instinto y gratitud y más humanidad que los hombres. Y de esta manera
quedó libre la que ofrecieron a la muerte, echándola a las fieras. La cual
mujer yo la conocí y la llamaban la Maldonada, que más bien se le podía llamar
la Biendonada: quien por este suceso se ha de ver no haber merecido el castigo
a que la ofrecieron, pues la necesidad había sido causa y constreñídola a que
desamparase la compañía y se metiese entre aquellos bárbaros.”
(Díaz de Guzmán, 1612).
“Aquel puma seguro estaba
hambriento, viniendo viento abajo no me olía apareció tranquilo entre los
yuyos, quise echar un barajo, y no salía! Yo sé por cuentos de otro que no
hay puma, ni víboras ni chancho ni otra yerbas que ataquen al crestiano por
costumbre, o por jugar vayan y muerdan, pero saber por cuento es una cosa, y
que a uno le suceda, es muy distinto! Se dentran a mezclar los ahora que hago
y dentra a conocerce el propio instinto.” Asigun salga –
José Larralde |
Un paisano relató al capitán Francis Bond
Head (1826) este evento que parece haber sucedido en algún lugar de la
pampa bonaerense. “Estaba tratando de
dispararle a unos patos salvajes y, para acercarse a ellos sin ser percibido,
se cubrió la cabeza con el extremo de su poncho (que es una especie de manta
larga y estrecha) y se arrastró por el suelo sobre manos y rodillas, el poncho
no solo cubría su cuerpo, sino que se arrastraba por el suelo detrás de él. Mientras
se desplazaba así por un gran juncal, escuchó un ruido fuerte y repentino, como
entre un ladrido y un rugido: sintió que algo pesado golpeaba sus pies, e
instantáneamente se incorporó de un salto y vio, para su asombro, un gran león
macho que en verdad estaba parado sobre su poncho, y tal vez el animal estaba
igualmente asombrado de encontrarse en la presencia cercana de un hombre tan
atlético. El hombre me dijo que no quería dispararle, ya que su arma estaba
cargada con munición muy pequeña, y por lo tanto se mantuvo firme, mientras el
león siguió parado sobre el poncho durante muchos segundos; por fin volvió la
cabeza y, alejándose muy lentamente unos diez metros, se detuvo y se volvió de
nuevo a mirar. El hombre todavía se mantenía firme, con lo cual el león
tácitamente reconoció su supremacía y se marchó.”
Transitando por la Sierra de la Ventana, en su
expedición al río Colorado, el capitán Juan Antonio Hernández (1770) mencionaba
sobre la utilidad del puma: “Todo el
campo que este día se caminó abunda mucho de leones, de cuyas carnes se proveyó
la gente para comer, y de las pieles se calzaron muchos, haciéndose botas por
estar descalzos, y entre ellos el capitán don Juan Antonio Hernández, quien
habiendo muerto uno se hizo unas botas, con las que concluyó todo el resto de
la expedición.”
LAS SIERRAS DE TANDIL Una leyenda narra el origen de la
Piedra Movediza de Tandil, hecho ocurrido cuando cierto día el Sol perdió su
brillo (¿un eclipse?). La causa era un puma que habiendo ascendido al cielo
intentaba atacarlo. Los hijos del Sol y la Luna lo defendieron lanzando una
lluvia de flechas que hirieron al puma y lo hicieron caer a tierra. Cuando la
Luna lo vio, herido y furioso, le lanzó una lluvia de piedras que lo
sepultaron, formando las sierras de Tandil. La última piedra quedó en
equilibrio sobre una de las flechas y cuando el puma se mueve, también lo
hace la piedra. La Piedra Movediza cayó en 1912, ¿habrá muerto finalmente el
puma? (Bergdolt de Walschburger, 1989) |
EL LEON DE LA SIERRA
“El puma,
aunque muy activo en la escalada, parece frecuentar más las llanuras herbáceas
del sur de América y las praderas pantanosas que bordean los ríos, que el
bosque; y se encuentra en un país tan abierto, como para ser tomado con
frecuencia por el lazo, cuando ataca a los rebaños. En las Pampas, este es uno
de los métodos más comunes para destruirlo.”
(Jardine, 1834)
Familia de pumas (Cabrera y Yepes, 1940) |
Dejamos atrás la llanura y nos dirigimos hacia
las sierras de las provincias del centro y oeste argentino. Cerca de Villa
Carlos Paz (Córdoba), los jesuitas tenían el Puesto de San Antonio, en una de
sus estancias. “Este puesto está situado
entre puros peñones y la alta sierra desnuda; no tiene más que tres malas chozas donde viven cinco moros
negros que cuidan hasta ocho mil yeguas destinadas a la crianza de mulas y con
las cuales pastan alrededor de tres mil mulares que todos son críos de estas
yeguas. Los leopardos y los tigres hacen
durante el año un crecido daño entre este ganado pero son muy perseguidos por
los negros y muchos son muertos. Yo vi entonces colocadas sobre las puntas de
los corrales hasta cuarenta cabezas de leones que todos habían sido muertos por
los negros durante este año.” (Paucke, 1748). En esta misma zona “un árbol de cierto tamaño, no lejos de la
posta, ostentaba en sus ramas inferiores sin hojas numerosos cráneos de león
(pumas), como trofeos; este animal es aquí más fuerte que en otros lugares,
debido a que la sierra vecina le brinda buenos escondrijos.“ (Burmeister,
1861). Similares trofeos vio Burmeister en la cercana Villa del Rosario donde “una de estas audaces fieras había matado a
un potrillo, todos estaban indignados por el atrevimiento de este animal y se
preparaban a darle caza al día siguiente, la que también aquí, a falta de armas
de fuego, se realiza a caballo con lazo, guiados por numerosos perros que
rodean la pieza, hasta que un jinete arrojado la enlaza y la arrastra hasta que
muere. Por eso rara vez queda más que la cabeza conservada.”
Puma
(Jardine, 1834) |
“Los pumas
se encuentran distribuidos en las sierras de Velazco al Este y las del Famatina
al Oeste, en regular número, pero poco hacen perjuicio, viven de grupos de
ovejas y cabras «alzadas» (que se han vuelto salvajes), y de guanacos o venados
que abundan.”
(Bustamante, 1922).
APRENDIENDO DE LOS PAISANOS En la sierra de Ambato (Catamarca)
el paisano Facundo Cubas le dio una clase sobre el león a Carlos Quiroga
(1930): “-¿Y corre mucho hasta alcanzar la presa? “-Muy poco; cincuenta o sesenta
metros. Si en esa distancia no la alcanza abandona. Corre mucho sólo cuando
huye del hombre y de los perros. Es animal perezoso pa’ disparar. “-¿Y el salto? “-Tremendo. Vi a uno corrido por los
perros, saltar un zanjón de cinco metros de anchura…. “-Y a los animales menores, ¿Cómo
los mata? “-A las cabras las muerde en la
nuca. Muchos dicen que pa chuparle la sangre … Rara vez las consigue en el
campo, porque las correrías del león son de noche. Hay algunos cebados en esa
clase de caza, que llegan de noche, hasta los chiqueros. Mata, por lo
general, tres o cuatro. Si saca alguna y la tapa con tierra, es seguro que
vuelva por ella a la siguiente noche … -¿Anda poco, pues, de día, el león? -Sólo a la fuerza, si lo persiguen “-… en las estancias de las sierras
prefiere el potrillo. Come según donde anda. En los llanos como el de Pomán
se alimenta de avestruces, zorros, burros y liebres “-... Anda mucho. No tiene casa. Se
queda donde el día lo toma. En las sierras prefiere las quebradas más
escarpadas para pasar el día. En los llanos se interna en los bosques. “-La leona parida … es capaz de
defender sus cachorros, aún contra el hombre “-Es silencioso. Sólo de noche, y
muy pocas veces, lo he sentido bramar, y fuertemente … Es muy aguantador de
la sed … Ve muy bien de noche. “-¿Podría matar a un hombre de un
solo zarpazo? “-Muy difícil. La herida no es
grande ni profunda. “-Al salir al filo de una lomada, vi
en los faldeos una leona echada sobre un gramiñal. A lado de ésta, un chivo.
Con el pobre diablo jugaba un leoncito. Saltábale al lomo y le pegaba
manotadas por las paletas y el pescuezo. Bajábase del chivo y se encaramaba
sobre un tronco. Volvía a saltarle al infeliz, y a golpearlo. Así jugaron con
él más de una hora, sin herirlo.” |
“Afirman los
campesinos que el puma ... teme al fuego
y al humo. Para alejarlo de los rebaños, los «puesteros» encienden fogatas en
los faldeos y altiplanicies. Cuando es necesario –se asegura- nada con
facilidad vadeando ríos y lagunas. Su bramido es bronco y entrecortado y se
dice que imita relinchos y balidos para atraer a sus presas preferidas. Efectúa
sus correrías más que todo por la noche.”
(Mercado, 1959)
Puma cazando una vicuña (Figuier, 1870) |
Los jotes y matamicos denuncian la presencia
de los restos de los festines del felino y hasta se animan a disputarle la
comida en su presencia. Por eso “el cóndor y el puma son enemigos mortales
e irreconciliables entre ambos, y se cuenta de sus luchas feroces y
sanguinarias en los cerros y valles andinos”. El puma no es fácil de rastrear
para los paisanos porque “casi nunca sigue una huella en línea recta, sino que lo
hace saltando de un lado para el otro, dando vueltas y haciendo rodeos de tal
manera que los cazadores que lo persiguen se desorientan.” (Mercado, 1959).
Los pobladores usan su grasa como remedio
contra el reumatismo y las quebraduras de huesos. El cuero no es muy estimado
para hacer riendas y otros aperos porque su olor asusta a los perros, mulas y
burros. En el Norte Argentino aseguran
que el puma cuando ve una mujer embarazada se tapa la cara con las manos.
CHACHO Lamentablemente es muy común que los
cazadores maten a una hembra de puma con cachorros y se lleven a éstos para
criarlos. Cuando crecen resulta difícil mantenerlos y terminan en un
zoológico o son liberados para terminar igual que su madre. Luis Franco
(1973) escribió un cuento con final incierto sobre Chacho, un puma criado de
chico por unos puesteros, quienes lo hacían mamar de las cabras. Ya crecido,
el puma escapó a la sierra, pero acuciado por el hambre, volvió a cazar al
puesto y fue acosado por los perros que al reconocerlo, no lo atacaron. Así
definía este autor las capacidades de los pumas: ““¡El destino de los pumas!
La naturaleza ha trabajado miríadas de siglos en hacer de los felinos los
próceres de más mentas del asalto victorioso, por lo menos entre los que se
crían con leche: agilidad y elasticidad, deportivas, fuerza de gigante armada
de uñas y dientes cuchilleros, sigilo de musgo en la marcha, paciencia de
santo en el acecho y violencia de demonio en el atraco.” |
En los cuentos criollos del zorro aparece a
menudo el puma siendo burlado por aquel, símbolo de la astucia, como
confirmando el refrán “más vale maña que fuerza”. Muchos de esos relatos son adaptaciones
de otros de origen europeo y el puma toma entonces el papel del león del Viejo Mundo.
Por ejemplo en el cuento “El león y el zorro maestro” de Santiago del Estero,
el zorro se ofrece como maestro de los hijos del león y a cambio recibe comida
abundante, pero cuando la caza escasea, el zorro termina comiéndose a los
cachorros del león. En otro cuento narrado por Antonia Pérez, de Catán Lil,
Neuquén, el zorro hace creer al león que lo viene a buscar la policía y cuando
éste huye le roba la carne (Vidal de Battini, 1980).
Yo no le temo al león, Ni al tigre más fiero y malo, Frente a frente l' hi peliar, Con un perro y con un palo.
Copla salteña |
En paralelo con el coraje que proclama esta
copla salteña, el puma merece respeto cuando se lo enfrenta, aún por parte de
los más experimentados cazadores. En 1968 Manuel Abal Medina publicó en la
revista Azul y Blanco lo siguiente: “Treinta
días atrás llegó a Buenos Aires John Walter Pearson, un famoso cazador
norteamericano, ganador de numerosos trofeos y considerado como uno de los
mejores tiradores de su país. Traía consigo una decena de rifles las mejores
marcas europeas que mostró, orgulloso, a los periodistas de un diario uruguayo
que lo reportearon en su hotel. «Vengo más en plan de turismo que para
cazar —les dijo—porque no hay en estos países más que especies menores, casi
inofensivas.» Interrogado acerca de qué zonas
recorrería dijo que pensaba visitar el noroeste argentino y, si le quedaba
tiempo, cazaría unos “gatos”. “Por supuesto —agregó— que no se necesitan estas
armas para cazarlos. Con ésta, que es mi preferida —dijo empuñando un rifle de
grandes dimensiones y complicado mecanismo de mira—, he matado más de veinte leones
en el África”. Partió hacia el norte poco después. En Salta contrató dos
baqueanos para que lo acompañaran a cazar unos pumas. Dos días más tarde
regresaron sus dos acompañantes y contaron lo sucedido. Pearson, desoyendo sus
consejos, se había internado en el monte por la noche; quería encontrar un
puma. A la mañana siguiente salieron a buscarlo; encontraron su cuerpo destrozado
a zarpazos a pocos metros. Apretaba todavía en una mano su rifle preferido, no
había alcanzado a disparar ni un tiro.” (Jauretche, 1973)
EL LEÓN “-Para mí que es de león la huella,
no de perro. Primero, porque era muy grande. Segundo, porque estaban muy
abiertas, que es la posición cuando el león se agacha a tomar agua. Toma del
costadito y con mucho más precaución que el perro. El perro mete dentro del
arroyo y toma agua mojándose las patas. El león ha dejau huellas abiertas
así, de cuando ha tomau. Y la tercer razón, porque la huella del perro marca
las uñas en el barro. Cuando el perro pisa, quedan marcados los dedos y las
uñas. El león no marca las uñas cuando pisa. La garra es retráctil y está
metida para adentro de los dedos. La pisada del león es redonda, están los
dedos y no se ve ninguna uña. Además "como gato pa'l agua", porque
es felino. Le tiene "miedo" al agua. “-Cuando el león tapa la presa,
vuelve siempre. Si deja la presa tirada, por ahí, muerde un poco y la deja
botada, es señal de que no va a volver. Cuando cava un agujero y la tapa con
tierra, con ramas, la deja oculta, vuelve a comerla”.
Margarita Fleming de Cornejo |
EL PUMA SAGRADO DE LOS ANDES
Ascendemos
la montaña donde el puma parece hallarse a su mayor gusto, porque es
evidente que desde su ingreso a América del Norte el gran eje cordillerano, que
recorre como columna vertebral al continente, le ha servido como vía de
dispersión hasta el extremo sur. Sólo después ha bajado al llano de las selvas,
los pastizales y las estepas.
Cachorro y adulto de Cougar (De Kay, 1842) |
“Leones se
hallan aunque pocos, no son tan grandes ni tan fieros como los de África,
llámanles Puma,”
dice Garcilaso de la Vega (1609), indicando claramente su nombre en quechua, y
agrega una observación incorrecta: “Un
Español que yo conoscí mató en los Antis termino del Cozco una Leona grande,
que se encaramó en un árbol muy alto, de allí la derríbó de quatro jarazos que
le tiró, halláronle en el vientre dos cachorrillos hijos de tigre, porque
tenían las manchas del padre.” Pero aclara Johann von Tschudi
(1844-46): “Estas manchas no son indicativas de híbridos, porque son comunes en
todos los jóvenes recién nacidos; en algunos lugares, especialmente en las
patas, permanecen visibles durante el primer año.” Y sigue el zoólogo suizo
marcando la diferencia entre los pumas de la costa y los de las selvas: “El puma y el jaguar, que rara vez se ven
en la costa, son considerablemente más grandes que los de las montañas. El león
americano es tímido y rehúye al hombre. Cuando es atrapado joven, es fácil de
domesticar. Los indios de las provincias del norte a veces traen estos leones a
Lima y obtienen dinero por mostrarlos. Los llevan con una cuerda o los ponen en
grandes sacos y los llevan sobre sus espaldas, hasta que una multitud de
amantes del espectáculo se reúne a su alrededor (...) El puma, deambula por las
regiones altas del bosque, donde tiene un terreno de caza casi indiscutible.
Ataca sin miedo a las víctimas que no pueden defenderse eficazmente, como el
caballo, la mula y el asno, y les arranca grandes trozos de carne de las
costillas; pero no se atreve a entrometerse con los bueyes. Evita a los
hombres, y en el bosque incluso huye del indio desarmado. Disparé a un puma muy
grande, que inmediatamente huyó, rugiendo con fuerza. Cuando está gravemente
herido y arrinconado, este animal comienza con frecuencia un combate
desesperado y, a veces, mata al cazador.”
Vaso con
forma de felino – Cultura moche, Perú
(Gordillo, 2010) |
“El cóndor,
el puma, el jaguar y la llama, eran los tótems de los antiguos collas. Al
presente sólo prestan múltiples reverencias a los tres primeros, siendo
imposible que los cacen; invocándoles, por el contrario, protección en sus
empresas cuando los ven.”
(Paredes, 1920)
Algunos autores creen ver un binomio entre el
puma y el jaguar reflejando el conflicto entre la gente de los Andes y la del
llano, de las selvas. El mismo puma
tenía aspectos ambiguos: representaba la potencia fertilizante de las lluvias y
también el poder destructor de las tormentas y las heladas. Al vestirse con
pieles de puma, se lograba introducir al animal en el grupo humano para ponerlo
de su lado y defenderse de las fuerzas de la naturaleza (Zuidema, 1989).
Estamos a orillas del gran lago Titicaca
rodeado de un imponente paisaje. Aquí, en la sede de la cultura aymara,
encontramos al dios Apu Qullana Awki, una figura con evidentes matices
bíblicos, creador de todo lo que existe, punitivo a través de un diluvio, pero
capaz de perdonar. Tras crear el cielo, los astros, la tierra, los ríos y
lagos, las plantas, los animales y la gente, se retiró a descansar al valle de
Wiñay Marka, la Ciudad Eterna, el paraíso donde no existía el mal. Allí moraba
en una montaña que lanzaba llamas desde su cima y a la cual los humanos no
podían subir. Pero el genio del mal, Awqa, hizo subir a la gente prometiéndoles
que en la cima adquirirían el mismo poder de Apu. Éste los castigó enviando
miles de pumas grises, que mataron y se
comieron a la gente. El padre Sol, Tata
Inti, conmovido, lloró sin parar durante cuarenta días y cuarenta noches, sus lágrimas
se volcaron en el valle formando un enorme lago y ahogando a los pumas grises.
Las pocas personas que se salvaron decían: qaqa
titinakawa, «ahí están los pumas grises»,
dando nombre al lago Titicaca (Albó, 1988). Según el arqueólogo Ephraim Squier
(1877), “la etimología del nombre de la
isla, que se ha extendido al lago, no está clara. Se ha derivado de varias
formas, de titi, que significa «tigre» o «gato montés», y kala, «roca» o cresta
de la montaña: de modo que significaría «Roca Tigre» o «Roca del Tigre», tal
vez de alguien imaginó un parecido de la isla, o de alguna parte de ella, con
ese animal cuando se veía de lejos. Sin embargo, la tradición insiste en que
antes se veía de noche un tigre o puma en la cresta del Titicaca, que portaba
un gran carbunco o rubí en su cabeza que destellaba su luz a lo largo y ancho
del lago, por toda la extensión del Collao.”
Cucharilla con figura de puma Museo Arqueológico “RP Gustavo Le Paige SJ”, San Pedro de Atacama, Chile – (Arnold, 2016) |
En la cultura Tiawanaku se adoraba una deidad zooantropomórfica, el Chachapuma u hombre-puma, conocida como “el sacrificador”. Se lo representaba en estatuas y otros objetos como una figura humana con cara felina, y portaba un hacha y una cabeza trofeo. Era un dios protector de los templos y lugares de culto, y en sus ritos se utilizaban distintos alucinógenos (Acevedo, 2017). Se han encontrado en la zona andina tabletas con la figura del hombre-puma y cucharillas y pipas de hueso de puma, respectivamente en la etnia tunebo del Amazonas y en el sitio inca Cueva (puna jujeña) , utilizadas para dosificar y aspirar polvos alucinógenos (Payán Garrido & Soto Vargas, 2012; Gordillo, 2010). En el complejo arqueológico de Tiawanaku se conservan dos pirámides escalonadas de piedras megalíticas de 1500 años de antigüedad: el Puma Punku (= puerta del puma), que se supone estaba adornada con placas metálicas y cerámicas de colores, y que habría sido un lugar de culto lunar, y Akapana, pirámide de culto solar, donde se hallaron huesos de sacrificios que muestran la acción de dientes de carnívoros. Es posible que en su sistema de túneles y cámaras se hayan guardado pumas y otras fieras utilizadas para sacrificar o castigar personas, como mucho después lo hicieron los incas (Arnold, 2016) y como se puede observar en una vasija de cerámica conservada en el Peabody Museum od Archaeology and Ethnology (Harvard) (https://www.peabody.harvard.edu/node/362).
Sitio arqueólogico en Puno (Perú) al pie de un
cerro con forma de puma echado. Foto de Pierre Leclercq (https://en.wikipedia.org/wiki/Pukara,_Puno#/media/File:Pucar%C3%A1_(Lampa)_P%C3%A9rou_(2).jpg) |
En la cercana zona de Puno (Perú) Clara Mamani
Tapia (Quispe Chambi, 2004) narra un cuento sobre una pareja imposible: un puma
y un venado que deciden convivir y turnarse cada día en buscar alimento. El
primer día el puma caza un venado y, lógicamente, su pareja venado no quiere
comer. Al día siguiente el venado encuentra un puma, y le pide a un oso que lo
mate, luego lo prepara para comer, pero su pareja puma no quiso probarlo. Ambos
fueron ganados por la desconfianza y finalmente la pareja se deshizo. Veremos
que la relación puma-ciervo es uan cosntante en muchas culturas americanas.
Figura de puma. Cultura chavín, Perú.
https://www.gtush.com/cultura-chavin/ |
Las culturas peruanas han venerado desde
antaño al puma. Los integrantes de la etnia chanca, que floreció en el sur
de Perú entre los siglos XIII a XV, “jáctanse
descender de un León, y así lo tenían y adoraban por dios y en sus grandes
fiestas antes, y después de ser conquistados por los Reyes lncas, sacavan dos
dozenas de indios de la misma manera que pintan a Hércules, cubierto con el
pellejo del León y la cabeza del indio metida en la cabeza del León. Yo los vi
así en las fiestas del Santísimo Sacramento en el Cuzco.” (Garcilaso de la
Vega, 1609; Vázquez de Espinosa, 1629). "De
puro valientes dicen que ellos se tornaban en la batalla en leones ... y así sus descendientes hasta hoy se
llaman poma.” (Poma de Ayala, 1613)
Vasija puma, cultura moche (Millones & Mayer, 2012) |
Más tarde, los incas conquistaron a los
chancas y tomaron rasgos de su cultura. Así, la extensa fiesta del warachikuy o rito de iniciación de los
púberes terminaba con la danza taqui coyo,
según el rito inventado por Pachacútec Inca Yupanqui. Los noveles descendían “ansí todos juntos a la plaza desta ciudad,
ansí vestidos é adornados como estuvieren, donde han de hallar a todos los
señores del Cuzco vestidos de unas camisetas largas é coloradas que les dé
hasta los pies, los cuales tengan sobre sus mesmas cabezas é los rostros destos
leones tengan en derecho de los suyos mismos, las cuales cabezas de leones
tengan ansímismo unas orejas de oro; é ansímismo han de tener consigo estos
señores que en la plaza ansí están, cuatro atambores de oro.” (Betanzos,
1607; Millones & Mayer, 2012). En la plaza “tenían ya aparejados unos leones desollados, y las cabezas vacías,
teníanlas puestas, en las orejas unas orejeras de oro, y en las cabezas unas
patenas de oro, y en lugar de los dientes, que los habían sacado, les ponían
dientes de oro, y en las manos unas ajorcas de oro que llaman chipana. Llamaban
a estos leones huilla cunga, chuqui cunga; poníanselos en las cabezas de suerte
que todo el pescuezo y cabeza sobrepujaba sobre el que se vestía, y el cuerpo
del león le quedaba en las espaldas.” (Zudiema, 1974). Para estos pueblos
andinos vestirse con pieles de este felino permitía adquirir la identidad de
ese animal, su fuerza, su sgacidad y su destreza.
Hombre-mujer andino que bajaste sobre las alas del cóndor y el colibrí navegando en las alturas de la tierra alta cabalgando en el puma sobre la tierra arando la ladera deslizándote sobre la serpiente llevando a las profundidades tus secretos inmortales.
Margarita Miró Ibars |
Trilogía inca: cóndor, puma y serpiente – Escultura en Cuzco, Perú (https://www.salkantaytrekking.com/blog/spiritual-importance-condor-puma-snake-peru/) |
De los tres espacios en que los incas dividían
al mundo al puma (titi) se le reserva
el mundo intermedio, la tierra o Kay
Pacha, siendo los cielos adjudicados al cóndor (kuntur) y el inframundo a la serpiente (amaru). El puma es el símbolo de la fuerza, la inteligencia y la
sabiduría. Era considerado símbolo del auca
o guerrero, tanto propio como enemigo. Cuando el inca Yupanqui, Pachacútec, soberano
del Imperio hacia mediados del siglo XV,
tuvo la visión de Inti, el Sol, observó que de la cabeza le salía un
león, otro entre las piernas y un tercero en la espalda como abrazándole los
hombros (Millones & Mayer, 2012). En
las cerámicas de la época aparece Punchao, el sol diurno, acompañado por dos pumas y coronado con una
serpiente bicéfala (Ziudema, 1974).
Representación
de la ciudad de Cuzco con su forma de puma (Rubio Valdivieso, 1999) |
Cuando Pachacútec, remodeló la ciudad de Cuzco
para transformarla en la gran capital del Tahuantinsuyo, la llamó “Cuerpo de Puma”. El arqueólogo John Rowe (1976) postuló que el
Inca la diseñó con forma de puma colocando la cabeza en la gran fortaleza de
Sasayhuamán, sede del gobierno y el poder; el cuello en las alturas de
Qolqampata; el corazón en la gran plaza Aukaypata, centro de la vida social. La columna vertebral se extendía por la calle
Pumakurku, por donde circulaban los funcionarios y pobladores; los genitales estaban en Korikancha, el gran
templo dorado dedicado a Inti, el sol, origen de toda vida; y la cola en el
triángulo de Pumaj-chupan, donde se unen los dos arroyos, éste era el final de
la ciudad (Rubio Valdivieso, 1999).
Plano de la
ciudad de Cuzco con la forma de puma.
Adaptado de Squier (1877) |
“Pachacuti
estableció su capital en forma de puma, imaginó el arroyo Tullumayo como la
columna vertebral del animal, un río de huesos, su confluencia con el
Saphi-Huatanay como la cola. La cabeza del gato debía ser la altura que dividía
los dos arroyos hacia el noroeste. Con acantilados cayendo por tres lados hacia
la ciudad de abajo, el afloramiento formó una fortaleza natural. Todo lo que se
requería era una hilera de almenas en el lado norte, un zigzag de murallas que
el Inca percibía como dientes, afilados, poderosos, invencibles.” (Davis, 1996).
Escultura de puma en la ciudad de Calca (Perú) (https://mapio.net/pic/p-842267/) |
Garcilaso de la Vega (1609) enumeró esos
barrios de Cuzco explicando sus nombres: “Siguiendo
el mismo viaje encerco al levante, se sigue otro barrio llamado Pumacurcu, quiere
decir viga de leones, Puma es león, Curcu, viga, porque en unas grandes
vigas que había en el barrio, ataban los leones
que presentaban al Inca, hasta domesticarlos,y ponerlos donde habían de
estar ... Pumapchupan, quiere decir cola de león: porque aquel barrio fenece en
punta, por dos arroyos que al fin de él se juntan haciendo punta de escuadra.
Tambien le dieron este nombre, por decir que era aquel barrio lo último de la
ciudad, quisieron honrarle con llamarle cola y cabo del león. Sin esto tenían
leones en él, y otros animales fieros.”
Por otro lado, la ciudad santa de Machu Pichu
se encuentra respaldada por el oscuro monte Wayna Pichu, cuya forma se asemeja
a un enorme puma agazapado en actitud protectora, incluso lo que era su sector
administrativo denominado Hanan, tiene también la forma de un puma echado
descansando. (Rubio Valdivieso, 1999)
Los incas tenían un sistema de sitios sagrados
organizados en cekes que a su vez
contenían las huacas o santuarios. En
el sector noroeste del imperio (Antisuyu) se encontraban la huaca de Pomaurco (=
cerro del puma) y la de Pomamarca (= casa del puma), donde se conservaba el
cuerpo de la esposa de Inca Yupanqui y se hacían sacrificios de niños. Aquí
también se guardaba una piel de puma que se consideraba guardián de Cuzco, de
la misma manera que los pastores colgaban una piel de puma como protectora de
los rebaños ante el ataque de las fieras (Zuidema, 1974). En otros sitios del Imperio el puma siempre
estaba presente en la toponimia. Pomacocha (= laguna de la puma) se encontraba
al oeste del Cuzco, en el territorio conquistado a los chancas. En el valle de Tomebamba
(actual Ecuador), los incas habían establecido la ciudad de Pumapungo, la
“Puerta del León”, la segunda Cuzco, capital del sector norte del imperio inca.
Era además un centro religioso, donde se realizaba la fiesta de la situa, celebrada para ahuyentar las
enfermedades, de la que participaban los hombres-puma. A esta ciudad también se
le atribuía forma de puma. Si bien esta hipótesis sobre las ciudades-puma es
discutida, lo cierto es que el puma a través de sus representaciones simbólicas
en cerámicas y edificios (ushnu) simbolizaba
el poder y autoridad de Inca.
En la provincia de Huarochirí, próxima a la
ciudad de Lima (Perú), el presbítero y "extirpador de idolatrías"
Francisco de Ávila recogió en lengua quechua el mito de Cuniraya Huiracocha, en el que quizás
introdujo elementos bíblicos, y donde el puma tiene un papel importante que lo
hizo merecedor de veneración. Cuniraya era el dios de la agricultura y anhelaba
a la diosa Cavillaca. Transformado en pájaro le llevó un fruto de lúcumo
cargado con su semen. Cavillaca comió el fruto y quedó embarazada sin tener
relaciones con ningún varón. Una vez nacida una niña, para saber quién era el
padre, hizo una reunión donde convocó a las deidades masculinas y dejó que la
niña buscara entre ellos a su padre. La niña gateó hasta un mendigo que no era
otro que Cuniraya disfrazado. Entonces la diosa, avergonzada, por haber tenido descendencia
con un ser tan miserable, se arrojó con su hija al mar, donde quedaron
convertidas en dos islotes. Cuniraya salió en su búsqueda y en el camino
encontró varios personajes a los que pidió información sobre su mujer y su hija:
un cóndor, un puma, un halcón, un zorrino, un zorro y un loro. De ellos sólo los tres primeros
fueron los que lo alentaron a seguir para encontrar a su amada y por eso fueron
desde entonces animales venerados. Al puma se le otorgó permiso para cazar
llamas y se le dedicó una fiesta y baile anual donde se sacrificaba uno de
estos animales como ofrenda (Herrera Villagra, 2016).
En otro mito del mismo origen se explica el
origen del arco iris. Huatyacuri, el
hijo del dios supremo Pariacaca se enfrenta en un desafío de hazañas con su
cuñado. Una de las pruebas consistía en atraer pumas. Huatyacuri, siguiendo
las instrucciones de su padre, fue muy
temprano a un manantial y recitando poemas atrajo a un puma rojo, con el que se
puso a cantar y bailar, con lo cual milagrosamente se formó en el cielo un arco
iris (Herrera Villagra, 2016).
PUMA Gato gris hijo de las nubes, bestia feroz, mano de piedra; sólo por cerros tú caminas, sólo entre la nieve agazapado. Con tus miradas terribles vas limpiando a las nubes y removiendo tu gran cola envuelves a las montañas. Con tus barbas de cerda que espinas son vas hiriendo al mismo sol y tu lengua, brasa al vivo, ya va lamiendo la sangre. Bello animal de los dioses tutelares, adorado por los Inkas; tal vez hambriento caminas quién sabe buscando carne? Ven, yo te daré de comer destrozando mi corazón échate de bruces sobre mi pecho y aplasta todas mis penas. Con tus garras que las rocas arañan amarra todos mis nervios y enseguida hazme dormir para no sufrir pesares. Andrés Alencastre
Gutierrez “Kilku Waraka”, Taki Parwa, 1955 |
En 1528 Pedro de Candía inició junto a Pizarro
la conquista del Perú en Tumbes y protagonizó
allí un episodio que al parecer contribuyó a facilitar el dominio sobre los
nativos. Los hombres del inca Wayna Qhapaq “le
truxeron un león, y un tigre muy fiero ... para que despedazasen al capitán Pedro de
Candía ... aquellas fieros animales, viendo al Christiano, y la señal de la
Cruz que esto más cierto, se fueron a él,
perdida la fuera natural que tenían, y como si fueran dos perros que él hubiera
criado, le halagaron y se echaron a sus pies. Pedro de Candía, considerando la
maravilla de Dios, nuestro Señor, y cobrando más ánimo con ella, se basó a
traer la mano por las cabezas y lomos de los animales, y les puso la Cruz
encima, dando a entender a aquellos Gentiles, que la virtud de aquella insignia
amansaba y quitaba la ferocidad de las fieras, con lo qual acabaron de creer
los indios, que era hijo del Sol, venido del Cielo.”
(Garcilaso de la Vega, 1610)
Puma (Huish, 1830) |
En la zona de Guayaquil (Ecuador), la cultura
de los huancavilcas también adoraba al puma como animal sagrado y
tenían ídolos y adornos en su vestimenta hecho con la piel de este animal. “En las cabezas se ponen unas coronas de
cuentas muy menudas, a quien llaman chaquira,
y algunas son de plata y otras de cuero de tigre o de león ... aquella niña llevaba en la mano derecha una
bolsa de lana, muy rica, llena de muchas estampas de oro y plata; de las
espaldas le colgaba un cuero de león pequeño, que las cubría todas.”
(Cieza de León, 1553)
En el reino de Quito, en la provincia de
Chimborazo, existía un sitio denominado “Pumallacta,
que quiere decir tierra de leones: porque se cría en ella más que en sus
comarcanas, y los adoraban por Dioses.” Y más al norte habitaban los
caranquis “gente barbarísima en vida y
costumbres; adoraban tigres y leones y culebras grandes, ofrecían en sus sacrificios
corazones y sangre humana.” (Garcilaso de la Vega, 1609). En Pumayacu (río del puma) en Napo, Ecuador,
hay una gran piedra con huellas marcadas sobre ella, producidas por los pumas
que bajaban a cazar desde las montañas de Napo-Galeras. En cierta oportunidad
encontraron a una joven embarazada a la que mataron y al abrirle el vientre
encontraron dos niños que guardaron para comérselos después. Los niños eran dioses enviados por la Luna
para salvar a los hombres. Tomando forma felina, convencieron a los pumas para
entrar en una gran caverna que luego sellaron con grandes rocas. Allí quedaron
los pumas prisioneros, rugiendo furiosos, mientras que los niños ascendieron
hacia la Luna tras haber vengado a su madre. Los pobladores temen a este lugar porque creen que si ocurre un
terremoto los pumas serán liberados para atormentar a los hombres (Valarezo,
2002).
Hacia 1737 el geógrafo francés Charles Marie
de La Condamine (1738) se encontraba en la ciudad de Loja (Ecuador) estudiando
el árbol de quina (Cinchona officinalis) cuya corteza tiene propiedades
febrífugas y en esa época era el principal remedio conocido contra la malaria.
Allí obtuvo la siguiente noticia: “Según
una antigua tradición, de la que no garantizo la veracidad, los americanos
deben el descubrimiento de este remedio a los leones, a los que algunos
naturalistas atribuyen sufrir de una especie de fiebre intermitente. Se dice
que la gente del país señaló que estos animales comen la corteza de la
quinquina, usándola para los accesos de fiebre, tan comunes en este país, y
reconocen sus virtudes salutíferas.”
REFERENCIAS
Y CREDITOS
En la Etapa 4/4: