Tucúquere…
Tucúquere…
Y la voz soledosa
se repite cansada.
Tucúquere…
Tucúquere…
Acento fatigado
De una misma tonada.
Tucúquere…
Tucúquere…
Y se va sollozando
En la noche callada
Jorge González Bastías - “Pájaro nocturno”
1.-Tucúquere. Pina Ilustraciones. |
Hace pocos días me encontraba en la falda del volcán
Tromen (Neuquén, Argentina) junto a sus extensos escoriales que como un fúnebre
manto rodea su impactante figura. Esa caótica acumulación de piedra negra de
formas angulosas y llena de huecos y grietas es prácticamente intransitable
para los humanos pero ofrece refugio a multitud de pequeños vertebrados:
pájaros, reptiles y roedores, las presas preferidas del tucúquere, el gran búho
patagónico. A poco de nuestro caminar, rodeando la lava endurecida, vemos la
figura del tucúquere que se mimetiza entre las piedras, y nos observa algo
encandilado por la fuerte luminosidad de esa mañana neuquina.
Con su considerable tamaño de 45 cm, es un habitante
notable de la región, que no pasó desapercibido para los viajeros europeos ni
tampoco para los aborígenes.
Así fue que el 13 de noviembre de 1710 el
padre y explorador Louis Éconches Feuillée, de la orden de los
Mínimos, llegaba a la bahía de Concepción, Chile, a bordo del buque «Saint-Jean-Baptiste»,
bajo el mando del capitán Jean Doublet. Tras un azaroso viaje iniciado tres
años antes, en el que se sumaron a la escuadra de un corsario francés para
evitar las naves inglesas, pasaron por Buenos Aires y atravesando el
estrecho de Magallanes llegaron a su destino.
Al mes de arribar, Feuillée salió a herborizar por
las montañas cercanas: “Pasando cerca de una casa medio en
ruinas, escuché maullar como lo hacen nuestros gatos; primero me detuve,
observé sobre la parte superior de esta casa el animal que produjo el grito; le
disparé e hice la descripción siguiente de un Hibou o Búho negro-ceniciento,
con pecho manchado.“ (Feuillée, 1714)
2.-Bubo ocro-cinereus. 1714. |
Parece que el sacerdote no era muy afecto a estas
aves ya que según cuenta: “Este búho me pareció a primera
vista de un aspecto bien horrible,” aunque “los
dos penachos que lleva a manera de cuernos inmediatos a los ojos, lo hacen
hasta agradable y disminuyen de alguna manera el horror que produce su aspecto.”
Luego comentó sobre su comportamiento: “Cuando este animal
está posado en algún lugar, uno lo ve alzarse y agacharse sobre sus patas, como
para hacer una reverencia.” (Feuillée, 1714)
Y agregó algún dato étnico: “Los
indios se alarman cuando oyen maullar a este búho durante la noche alrededor de
sus casas; como son extremadamente supersticiosos, creen que es un presagio de
alguna desgracia funesta; es por eso que procuran alejarlo a flechazos o
piedrazos; cuando yo le disparé a éste, los indios que estaban presentes me
manifestaron tanta alegría y reconocimiento, como si hubiese matado al más formidable
de sus enemigos.” (Feuillée, 1714)
Cuando éste y otros ejemplares llegaron al Jardin Royal
Des Plantes Médicinales, en Paris, fueron utilizados poco después por su
intendente, Georges Louis Leclerc, conde de Buffon, para escribir su magna
obra «Historia
Natural de las Aves (Histoire naturelle des oiseaux)».
Allí consideraba que “el búho que nos ha sido enviado de
las tierras Magallánicas no difiere demasiado del búho real
[Bubo bubo] como para hacer una
especie separada.” Sin embargo su descripción dio pie a Johann
Friedrich Gmelin para otorgarle un nombre especial que aún mantiene: Bubo magellanicus, aunque sin separarlo
del todo de los búhos europeos.
3.-Hibou
de Terres Magellaniques. Dibujo de François Nicolas Martinet. 1765-1783 |
RECONOCIMIENTO
François Marie Daudin (1776-1803) era hijo de un importante
funcionario de la corte de Francia, y durante su infancia
contrajo una enfermedad que lo dejó paralítico de sus piernas, lo cual no le
impidió empezar a coleccionar especímenes de historia natural. Si bien como zoólogo se dedicó a la
herpetología, escribió también un «Traité
élémentaire et complet d'ornithologie»
donde trató de conjugar las descripciones de Buffon con los nombres binomiales
de Linneo y colaboradores. Aunque la obra quedó incompleta, fue un primer paso
hacia la aplicación de la nomenclatura científica tal como la conocemos
actualmente.
Pese a la ayuda de su esposa, Adélaïde Geneviève de
Grégoire de Saint-Sauveur, quien dibujó
unas cuantas láminas de sus obras, los libros de Daudin fueron un fracaso comercial
y el matrimonio tuvo que vivir de la fortuna familiar. Lamentablemente, en 1803, aún muy
jóvenes, murieron ambos de tuberculosis. En su breve vida Daudin pudo
describir unas cuantas especies nuevas entre las que podemos destacar la lechuza
negra (Ciccaba huhula), el águila
crestuda real (Spizaetus ornatus), el
halcón negro chico (Falco rufigularis)
y el pepitero negro (Saltator fuliginosus).
Con respecto a nuestro búho, Daudin señalaba: “Esta
ave, que se encuentra en América, hacia el estrecho de Magallanes, es quizás
una especie distinta.” Una duda que ya había expresado John
Latham diez años antes. Pese a ello, durante el siglo XIX y XX, la mayoría de
los autores lo consideraban una subespecie del ñacurutú (Bubo virginianus), siendo designado como tal por John Cassin en
1854 como Bubo virginianus magellanicus.
Recién en 1996 Claus König y colaboradores separaron definitivamente al
tucúquere del ñacurutú en base a diferencias de tamaño, coloración,
vocalizaciones y secuenciación de ADN. Así se hizo finalmente justicia al
malogrado Daudin.
Soy
el tucúquere mimetizado con el ramaje
Manuel
Silva Acevedo – “Soy el alma de la tierra”
|
CUENTAN
LOS NATURALISTAS Y VIAJEROS
Hacia 1829 Alcide d’Orbigny (d’Orbigny, 1835-1847)
llegaba
a la Patagonia donde conoció al tucúquere a orillas del río Negro y a pesar de
que “difieren
uno de otro” respecto del ñacurutú del norte, los trató en
conjunto, mezclando sus características. Más tarde, Adolf Doering, zoólogo de
la expedición de Julio Roca, lo encontró abundante “en
las islas del R. Negro, principalmente en Choelechoel, donde, en las noches
frías de junio, diferentes individuos nos divirtieron con su lúgubre canto
nocturno que recuerda la voz humana.” (Doering, 1881)
4.-Magellanic Eagle Owl - Dibujo de Joseph Smit, 1917 |
Más de cuarenta años después, en 1871, llegó a la
zona otro gran naturalista: William Henry Hudson. En el río Negro tuvo un
encuentro con un tucúquere que relató con su peculiar sensibilidad,
considerándola una de las más grandes sorpresas que la naturaleza le regaló en
su vida.
“El territorio de esta ave era
una isla en el río, cubierta de pastos gigantes y altos sauces, sin hojas
entonces, porque era la mitad del invierno. Allí busqué y lo encontré esperando
la puesta del sol en su percha. Me miró tranquilo mientras apuntaba mi arma.
Apenas tenía ánimo para gatillar. Había reinado allí tanto tiempo, ¡tirano
feudal de ese remoto desierto! Cuántas
ratas acuáticas, andando sigilosas como una sombra por la ribera entre el cauce
profundo y los juncos gigantes, había aferrado hasta matarlas; cuántas palomas
manchadas habían despertado en sus perchas de noche con sus crueles garras
perforando su carne; y fuera del valle en las mesetas arbustivas cuántas
martinetas copetonas habían sido asesinadas en sus nidos y sus hermosos huevos
verde oscuro brillante dejados empalideciéndose al sol y al viento, con las
pequeñas vidas que contenían muertas a causa de la muerte de su madre. Pero
quería demasiado capturar al ave; nunca más se oiría la «risa demoníaca» con la
que tantas veces había respondido al murmullo del raudo río negro al atardecer
… Los ojos de dragón de ese búho magallánico todavía me persiguen, y cuando los
recuerdo, la muerte del ave todavía pesa en mi conciencia…” (Hudson,
1917)
Bien al sur del continente, el 8 de mayo de 1830, el
famoso HMS Beagle navegaba al mando del capitán Robert Fitz Roy por el
oeste del canal de Beagle: “Nos detuvimos a pasar la noche en
una pequeña isla. Poco después del anochecer, uno de los tripulantes del bote
fue asustado por dos grandes ojos que lo miraban desde un espeso arbusto, y
corrió hacia sus compañeros, diciendo que ¡había visto al diablo! Recibió una
viva carcajada seguida por un disparo al arbusto, el que derribó un magnífico
búho cornudo". Obviamente se trataba de un tucúquere el que aterrorizó
al marinero y llevó a bautizar la pequeña isla como Isla del Diablo. (Fitz Roy,
1839)
Todo
está inmóvil, en
las encinas canta el tucúquere y
el cuarto creciente es
otro acto de magia donde no toco fondo. Delia
Domínguez – “En las Encinas Canta el Tucúquere” |
En Chile el ave era bien conocida y Claude Gay la
distinguía bien del ñacurutú por su tamaño menor y su coloración. Así lo
retrataba:
“Aunque de carácter bastante
familiar, pudiéndose domesticar fácilmente con halagos, sin embargo prefiere
habitar en los lugares retirados de toda población, y no se acerca nunca, al
menos muy raramente, a Ias ciudades y sobre todo a las bastante populosas. Su
alimento consiste en aves, murciégalos [sic]
y aún pequeños cuadrúpedos, que traga enteros, arrojando después por el pico,
en forma de pelotas, lo que no ha podido digerir.” (Gay, 1847)
Su grito, dice, «tucucurú»
“que
pronuncia en Chile, y siempre de una manera bastante lúgubre.”
“Hemos conservado por largo tiempo
uno de estos Tucúqueres en un pequeño patio medio cubierto; durante el día
estaba guindado de un palo clavado a un lado del muro, y como había otros animales,
era menester cortar la carne en pedazos
y presentársela, en cuyo momento mostraba cierto temor, se enderezaba sobre
sus piernas, y Ievantando las plumas en
forma de orejas, miraba de un modo fijo y atento; pasados los primeros sentimientos
de temor, tomaba los pedazos de carne con las garras y los cogía en seguida con
el pico. Este alimento se Ie daba tres veces al día y se mantenía bien. Su carácter
era sumamente tímido y curioso; si sentía ruido en el patio, ocasionado por las
disputas de los otros animales, se elevaba igualmente sobre sus piernas,
encrespaba las plumas del Iado de la cabeza y se voIvía atentamente hacia el
lugar de donde venía el ruido; un día Ie vimos batirse con un Tiuqué [Daptrius chimango], y aunque de la misma
talla poco más o menos, sin embargo parecía temerle; tomaba más bien Ia defensiva
que Ia ofensiva, y se apresuraba a apoyarse sobre el dorso para oponer las garras
a su adversario. En general es más bien cobarde y astuto que bravo.” (Gay,
1847)
5.-Duc barré. Dibujo de Edouard Traviès. 1836-1849. |
Este búho fue encontrado por el colector inglés
Ambrose Lane en el norte de Chile, en Sacaya,
donde “es conocido por los naturales de todos los
lugares que visité en la frontera boliviana, quienes decían que era un
visitante ocasional, pero no infrecuente, y se llamaba «Jucu» probablemente en
cuenta de su grito. Se dice que el Jucu caza pequeños animales de noche,
descansando durante el día en algún acantilado. Se dice que anida en
acantilados y pone unos cuatro huevos. El iris es de un amarillo gamboge.”
(Lane, 1897)
Otro colector en Chile, Thomas Bridges, señalaba que
el túcúrárë (así registró su nombre como derivado de su canto), “vive
en bosques y ocasionalmente puede ser encontrado de día durmiendo.”
(Bridges, 1843)
Hacia fines de 1866 Robert Cunningham, naturalista de
la expedición del buque Nassau, encontró al tucúquere cerca de la actual Punta Arenas.
“Cuando
estábamos ocupados buscando un lugar para cruzar el río, con cuyos intrincados
meandros se necesita cierta experiencia para familiarizarse, fue descubierto un
gran búho posado en la rama de un árbol cercano, y se le disparó … Fuimos
sorprendidos por el aspecto gatuno que sus grandes ojos comunicaban a su cara …
en el estrecho de Magallanes, además de encontrarse en las zonas boscosas, no
es raro en las zonas abiertas, donde a veces puede ser visto posado en los
arbustos de Berberis, o volando
tranquilo en busca de su presa, que consiste mayormente en roedores de varias
especies.”
(Cunningham, 1871)
El mismo naturalista en la bahía San Gregorio observó
que “el
suelo en muchas partes está completamente perforado por las cuevas de los Ctenomys … En las proximidades de estas
madrigueras observé buena cantidad de ejemplares del gran búho (Bubo magellanicus) . Estaban en general posados en los arbustos
de Berberis, y eran muy audaces, ladrándome
de forma peculiar, y dejándome acercar a 3 o 4 metros antes de volar.”
En Tierra del Fuego, ”el hábitat
del búho de Magallanes es el campo abierto donde hay maleza achaparrada. Es de
hábitos mucho más nocturnos que el mochuelo chico y la lechucita vizcachera,
pero vuela fácilmente durante el día si se le molesta. Su profundo retumbar
"Tuu-kukuru" se escucha comúnmente desde las viviendas por la noche.
Si se le molesta durante el día, no pierde la oportunidad de protegerse a sí
mismo, pero vuela fácilmente y emprende un vuelo largo, recto y poderoso, de
quizás, varios cientos de metros, luego vuelve a posarse, a menudo en algún
punto alto, y evade la persecución. Muchas veces he fallado en acercarme a uno
una vez que ha sido molestado.” (Crawshay, 1907)
Más al norte, en Perú, Alberto Gadea refería que “El
búho o tucu, Bubo magellanicus, Gm.
tiene en las vizcachas, cavias, mefites, ratas, etc., su alimento favorito. —
Quién ve a estas melancólicas rapaces, sumergidas durante el día en sus oscuras
cuevas, de las escarpadas y desnudas rocas de la Cordillera, se imagina que
están condenadas a mil privaciones en su alimentación; pero muy lejos de eso,
hacen caza activa y se regalan con la carne de los mamíferos citados. En un
lugarejo de la provincia de Canas, llamado Palpata, fue donde por primera vez
vi al majestuoso Tucu, que parecía, que estando persuadido de lo inaccesible de
las enormes rocas que lo sustentaban, desafiaba a los que desde abajo lo
mirábamos. Los cerros que circundan Palpata y los contiguos a la Raya, cerca de
Santa Rosa, son de conglomerados, muy cavernosos, donde por tener buenas
moradas, además del pasto, son abundantes los Lagidium. En Umayo, observé cerca de las guaridas del búho, en los
productos de sus regurgitaciones, trozos de pieles de vizcacha.“
(Gadea, 1894)
En el centro de la Argentina el tucúquere tiene una población
aislada en las sierras de Córdoba y San Luis. En Cosquín, le llevaron uno vivo
a Ernest White, y “me arreglé para mantenerlo por algún
tiempo; en realidad pronto se hacen muy mansos y tratables, algunos nativos los
mantienen como mascotas, sueltos en las chacras. Hay unos pocos que se pueden
encontrar en el valle; y una vez fui de excursión a cierta distancia con un
amigo al dormidero de una pareja en la altura junto a los barrancos serranos;
me dijo que a menudo los había observado en algunos algarrobos grandes.”
(White, 1883)
. . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . Una, a una las aves Gaviota azul, 2007 (fragmento) |
6.-Estatuilla
de cobre representando un hombre búho. Cultura moche (100–800 DC) - Museo del Sitio de Huaca Rajada – Sipán, Lambayeque. Foto: zug55. |
EL TUCÚQUERE Y LOS PUEBLOS
Señalado con la maldición bíblica, que considera al
búho o yanshuf abominable para comer (Leviticus 11:17), esta ave atravesó la historia medieval
europea como un ave maldita. Así, en los bestiarios medievales, se considera
que prefiere vivir de noche ocultándose de la luz, vive en un nido ensuciado
por sus propias deyecciones, se lo encuentra en ruinas, tumbas y cuevas y grita
cuando presiente que alguien va a morir. Estas creencias se trasladaron a
América con los conquistadores y colonos, y se le atribuyeron a las especies de
lechuzas y búhos locales como el tucúquere.
Los pobladores, cuando encontraban uno de ellos, lo mataban, lo estaqueaban y lo colgaban de los
cercos para ahuyentar a la muerte. En zonas rurales de Chubut se lo
considera de mal augurio, especialmente cuando se acerca a la casa de noche.
(Castillo & Ladio, 2017)
Quizás influenciados por los europeos, los mapuches
también creían que cuando un tucúquere, al que ellos llamaban tue-tue por el sonido de su canto, le grita a alguien le está señalando su
próxima muerte. Lo vinculan con los kalku o brujos porque pueden tomar esa
forma humana y viceversa.
7.-Billete de 5000 pesos chilenos con la figura de un tucúquere (reverso). |
En Chiloé, donde lo denominan raiquén, se cree que un brujo puede transformarse en raiquén para
comunicar a alguien su cercano deceso, para lo cual se vale del ruido de sus
alas que semeja el sonido de espuelas, o bien por su canto que suena pirui …
pirui … pirui. Para alejarlo se hace la señal de cruz en el aire con la mano,
con ello el ave cae muerta y no se cumple lo que pronosticó. Esta creencia se
condensa en el dicho «El raiquén canta y el indio muere, no será cierto pero
sucede». (Amory, 2013; Romo Sánchez, 1985, 1989)
La
noche ensanchó su charco de
betún; el agorero búho
con la horrible seda de su ala rasgó el sendero. Gabriela
Mistral – “La espera inútil” |
Los selknam también consideraban a los búhos y
lechuzas de mal agüero y cuando veían uno lo trataban de asustar exclamando «¡Kosh
vipson!»,
que significa «¡Rostro malo!»
Y continuaban lanzándole todo tipo de insultos (Moya, 1958). Sin embargo no
dejaban de cazarlo y usarlo como alimento, tal como lo relata Lucas Bridges:
“Un día en que salí con el
muchacho, vimos un búho de largas orejas posado a unos nueve metros del suelo
sobre un árbol frondoso, fácil de cazar… Yoshyolpe se empeñó en cazar al ave,
de modo que esperé para ver cómo se las ingeniaría. En el extremo más delgado
de una vara de unos dos metros de largo ató un trozo de tiento seco, fino y
casi tan rígido como una cuerda de guitarra, con el que hizo una lazada de buen
tamaño.”
“Yoshyolpe se acercó al árbol.
Al verlo, el búho pareció dispuesto a emprender el vuelo, pero luego cambió de
idea. … el muchacho empezó a trepar al árbol, acercándose a su presa con la
misma cautela de un gato que se arrastra hacia un gorrión. El búho lo miraba
con asombro, no exento de miedo… Por fin estuvo el ave al alcance de la vara de
Yoshyolpe. La llevó lentamente hasta ponerla por encima de la víctima, y luego,
con la misma lentitud, aflojó el lazo. El búho no comprendía que era ese pedazo
de tiento … le dio dos o tres fuertes picotazos, y al hallarlo inofensivo,
pareció sumirse nuevamente en sus propias reflexiones. Sin prisa, el muchacho deslizó
el lazo por la cabeza del ave y con un tirón brusco lo apresó y el búho quedo
colgado en el extremo de la caña, agitando inútilmente sus fuertes alas.”
(Bridges, 2012)
Los yaganes relataban que un niño, huérfano de padre,
era mal alimentado por los hombres de la tribu. Su madre lo incitó a cazar por
sus propios medios y el chico cazó
muchos guanacos. Guió a los hombres para que le ayudaran a llevar las
presas a la toldería. El niño llegó con su carga pero los hombres se cansaron
pronto y llegaron a la noche sin carga y en búhos o yahutela. Por eso todas las
noches se los oye llamando, pero al no ser recibidos se retiran a los bosques.
(Rozzi et al., 2011)
Así
las cosas, otra vez entró en un monte grande. Entonces encontró también a un
coucou. “-¡Buenos
días, pues, coucou”, le dijo al coucou. “-¡Buenos
días, hermano mayor!”, dijo el coucou. “-¡Ji,
ji. Ji, ji, ji, ji!”, dicen que se rió, con el pico fruncido, el coucou. “-¡Te
ríes, pues, ojos grandes!”, le dijo al coucou. “-¡Ji,
ji, ji, ji, ji, ji, ji!”, volvió a decir. Dicen
que lo dejó así y se fue. Lorenzo
Naupa Epuñán (Sánchez Cabezas, 2014) |
8.-Dios
Búho. Mochica. Época Auge (100 - 800 DC). Museo Larco, Perú. © Archivo Museo Larco. |
En la cultura aimara esta ave también tiene un
carácter mágico. Lucia Callacondo cuenta que una joven pastora de la Cordillera
albergó una noche a un joven que terminó enamorándose de ella. Por la mañana el
joven se iba, y regresaba a la noche a dormir. Las amigas de la pastora le
aconsejaron que, una vez que el joven estuviera adentro, cerrara bien puerta y
ventanas para que no se pudiera a ir. Así lo hizo y, para su asombro, el joven
se transformó en un búho que cantaba «juk,
juk, juk»
y cuando la chica abrió la puerta, se alejó volando. (Quispe Chambi, 2004)
En Bolivia
cuando el búho canta de noche, se dice que llama al alma de quien habita
en el lugar. Si viene volando con sus alas oscuras y se posa con su típica
suavidad en la cumbrera del techo, alguna desgracia ocurrirá a los moradores de
la casa. Y si se queda a anidar allí, con seguridad habrá alguna muerte. Si en
su vuelo cae o tropieza con algún poblador una próxima epidemia asolara la
región. (Paredes, 1920)
Habiendo
escuchado la vieja penumbra Que
envuelve de cantos el lago profundo, Un oscuro
silencio sembrado de asombro, Hereda su
cuerpo de alada fogata y abre en
sus ojos las sombras del mundo. Nicolás Barría – Tucúquere |
9.-Botella Modelada, Mujer-Búho. Cultura Moche. Foto: Sergio Vera. |
La cultura moche, que se desarrolló en el noroeste
de Perú entre los siglos II y VII d. C., tenía al búho
como uno de sus dioses y lo representaban con características humanas. Estas
figuras antropomórficas tenían un gran valor ritual y se utilizaban como símbolos
de poder. Así por ejemplo en la tumba del sacerdote de Sipán (Lambayeque)
se encontró una corona bañada en oro, ornada con un búho con las alas abiertas
y un bastón con la figura de un hombre búho. Según el mito de este pueblo en
algún momento se produciría la «rebelión de los
artefactos» cuando esos objetos cobrarían vida
y, liderados por el hombre-búho,
atacarían a los guerreros moches. El búho se asociaba con los cadáveres,
cementerios y los espíritus de los muertos y era reconocido como un guerrero
nocturno. Este simbolismo persistió durante la época incaica, en la cual los búhos
eran encerrados en mazmorras subterráneas con los peores criminales para
castigarlos. (Quilter, 1990)
Alex Mouchard
En lo perjuro
soy tordo Y lechuza bien
me viene, En la novedad
pequene Y tucúquere en
lo sordo; Soy queltehue
por lo gordo, En lo grande
picaflor, En lo casero
gorrión En lo habiloso,
zorzal; Soy loica para
cantar Antes de que
salga el sol. Juan
Uribe Echevarría (1974) - “Pájaros y árboles” |
LOS
NOMBRES DEL TUCÚQUERE
Yagan = Yohutela, yahutéla, yapoutéla (de yapou, nutria, y téla, ojo), ketéla yoakília,
kuhúrux.
Tehuelche = Aamen, mamékê
Mapuche = Tucúquere, tukukere, tukuu, tuco, nuco,
kowkow, coucou, towtow, toutou,
kongkong, raiquen. Salvo éste último los demás parecen ser onomatopéyicos. Sánchez
Cabezas (2010) supone con dudas que tucúquere deriva de tuku, onomatopeya del canto,
y ukür, búho, o sea, “búho que
grita tuku.”
Puelche = Koho, ucutrel.
Ranquel = Nuku.
Pueblos andinos de Mendoza, San Juan, La Rioja y
Catamarca = Corcol, colcol.
Aymara = Juku.
Quechua (Bolivia, Perú) = Tucu, tuku, toco, huku. Para
algunos deriva del verbo tucuni, acabar, morir. También le llaman
chuschec, nombre que además aplican a la lechuza.
Hasta los ratones habian huído no hallando que comer; sólo los búhos sentados allí, dejaban oir su canto lúgubre. Ollanta
ó la severidad de un padre y la clemencia de un rey. Drama quechua (Anónimo, 1868) |
AGRADECIMIENTO
Agradezco a Pina Ilustraciones, de Panguipulli, Región
de Los Ríos, Chile, por permitirme reproducir su dibujo del tucúquere.
Amory, Dean. 2013. Las Principales Leyendas, Mitos,
Historias y Cuentos de Chile. Edgard Adriaens, Bélgica.
Anónimo. 1868.
Ollanta ó la severidad de un padre y la clemencia de un rey. Drama
quechua traducido por el Dr. José Sebastián Barranca. Imprenta Liberal,
lima.
Bridges, Esteban Lucas -2012- El último confín de la tierra.
Sudamericana :Buenos Aires.
Bridges, Thomas. 1843. Proceedings of the Zoological Society
11.
Castillo, Lucía & Ladio, Ana. 2017. Las aves en el
patrimonio biocultural de los crianceros rurales del centro-norte de la
Patagonia, Argentina. Hornero 32(1):123–138
Crawshay, Richard. 1907. The Birds of Tierra del Fuego.
Londres: Bernard Quaritch.
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& 69. Edinburgh, Edmonston And Douglas.
Doering, A. 1881. Informe oficial de la Comisión Científica
agregada al Estado Mayor General de la Expedición al Rio Negro (Patagonia), realizada
en los meses de Abril, Mayo y Junio de 1879, bajo las órdenes del General D.
Julio A. Roca. Entrega I. — Zoología. Buenos Aires, Imprenta de Ostwald y Martínez.
d’Orbigny, Alcide -1835-1847 - Voyage dans l'Amérique
méridionale (le Brésil, la République orientale de l'Uruguay, la République
argentine, la Patagonie, la République du Chili, la République de Bolivia, la
République du Pérou) : exécuté pendant les années 1826, 1827, 1828, 1829, 1830,
1831, 1832 et 1833. Pitois-Levrault: Paris
Edwards, G. 1747. A natural history of birds. Most of which
have not been figured or described, and others very little known, from obscure
or too brief desriptions without figures, or from figures very ill designed:
Containing the figures of sixty-one birds and two quadrupedes, engrav'd on
fifty-three copper plates, after curious original drawings from life, and
exactly colour'd. With full and accurate descriptions. To which is added, an
appendix, by way of illustration. Part II. - pp. i-viii [= 1-8], 53-128, pl.
54-105, [105a]. London.
Feuillee, Louis. 1714. Journal des observations physiques,
mathématiques et botaniques, Faites par l'ordre du Roy sur les Côtes Orientales
de l'Amérique Méridionale, & dans les Indes Occidentales, depuis l'année
1707. jusques en 1712. París, Pierre Giffart.. Dos vols.
Fitz Roy, R. 1839. Narrative of the Surveying Voyages of His
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