Harmer, S. F. & Shipley, A. E. 1895-1909. The Cambridge natural history. London,Macmillan & co. Ltd |
“Amaneció en el río y lo crucé desnudo
y chorreando la aurora en todo el monte hendí.
Y era el sabor sombrío que da el cacao crudo
cuando al mascar lo muelen los dientes del tapir”.
El viaje. Carlos Pellicer Cámara
EL
TAPIR Y LOS EUROPEOS
Hace unos años transitaba con unos
compañeros de aventuras por una senda de la selva, en el Parque Provincial
Uruguaí (Misiones, Argentina). Nos dirigíamos hacia un “barrero”, una depresión
donde se acumula barro salado, muy apetecido por los mamíferos silvestres. De
pronto aparecieron unos puntos luminosos a la luz de las linternas y enseguida
pudimos observar un gran animal que se dirigía hacia nosotros por la misma
senda. Rápidamente nos tuvimos que
apartar para no ser atropellados por un tapir, el mayor mamífero terrestre
sudamericano. Este animal,
obviamente, ha llamado poderosamente la
atención de las distintas culturas humanas que lo conocieron en su época de
esplendor. Hoy, su presencia es cada vez más esquiva, y es un habitante
vulnerable de los trópicos y subtrópicos americanos que bien merece que se
relate su historia.
Tapir en un barrero de Uruguaí (Misiones) Foto Alex Mouchard |
Uno de los primeros cronistas de Indias,
Pedro Mártir de Anghiera en sus Décadas
de Orbe Novo (1494-1530) aportó las primeras noticias sobre este animal que
desconcertaba a los europeos: “Esta bestia, igual en tamaño a un buey, lleva
trompa de elefante, pero no es un elefante; tiene el color de una vaca, pero no
es para nada una vaca, uñas de caballo y no es un caballo, también tiene orejas
de elefante, menos pendientes y más chicas, sin embargo mayores que las de
otros animales”. Del mismo modo lo
calificaba el jesuita Pedro Lozano en el Chaco: “Es animal bien extraño, que
siendo de una especie es semejante a muchas, o un monstruo natural compuesto de
varias especies”.
El cronista español, Gonzalo Fernandez de
Oviedo (1555), relataba: “los pies de este animal son muy buen manjar y muy
sabrosos, salvo que es menester que cuezan veinte y cuatro horas; pero pasadas
éstas, es manjar para le dar a cualquiera que huelgue de comer una cosa de muy
buen sabor y digestión; matan estos beoris
con perros, y después que están asidos ha de socorrer el montero con mucha
diligencia a alancear este animal antes que se entre en el agua, si por allí
cerca la hay, porque después que se entra en el agua, se aprovecha de los
perros y los mata a grandes bocados, y acaece llevar una pata con media
espalda, que cercena de un bocado a un lebrel, y a otro quitarle un palmo o dos
del pellejo, así como si lo desollasen; y yo he visto lo uno y lo otro, lo cual
no hacen tan a su salvo fuera del agua. Hasta ahora los cueros de estos
animales no los saben adobar, ni se aprovechan de ellos los cristianos, porque
no los saben tratar; pero son tan gruesos o más que los del búfalo (…) Estos animales se lamen muy a menudo las
manos, como el oso, por alguna especial gusto que en ello hallan”.
El médico y naturalista Francisco Hernández
(1571) describió a la “Fiera de cara redonda” aclarando que era un animal raro
y que vivía hacia la zona de Honduras. Pero parece haber combinado en uno al tapir y a un mono aullador: “La cabeza grande como la de un toro,
cara alargada, orejas anchas, dientes terribles, cara casi humana, de donde le viene el
nombre”. En efecto el nombre nahuatl Tlacaxolotl,
significa “hombre animal”. “Le gusta el
cacaoatl, el tlaolli quapachtli [maíz leonado] y de oriente y devasta los
diversos campos y cultivos, y cuando no los encuentra come las hojas y frutos
de los árboles. Su carne es comestible y tiene un sabor como el de los
cuadrúpedos o el de las aves, no tiene miedo de los hombres y no sucumbe a las
flechas, tan completamente es impenetrable su cuero. Por esta razón se lo
captura en una fosa excavada bajo tierra, disimulada por encima cubriéndola con
ramas y hojas, similar a la que hacen en la India, para los elefantes”.
Bernardino de Sahagún (1540-1585) copia mayormente a Hernández pero agrega
una curiosa información: “Cuando estercola, echa los cacaos enteros, casi una
carga de ellos cada vez; andan los abitadores de aquella tierra a buscar su
estiércol para coger el cacao que echa”.
Poco después, a medidados del siglo XVI,
el monje franciscano André de Thevet llegó a Brasil como capellán de
la flota de Nicolas Durand de Villegaignon, en un intento frustrado de
conquistar la colonia portuguesa para la corona francesa. Thevet se interesó por la naturaleza de la
región y obtuvo información sobre este animal, incluyendo su nombre. “Se
encuentran además allí, gran cantidad de bestias, llamadas Tapihires, buscados y recomendados a causa de su deformidad.
También los salvajes [de la etnia paez o caribe] los persiguen, tanto para
conseguir su carne que es muy sabrosa y sana, como por su piel, de la cual
hacen escudos bien grandes, que usan y llevan a la guerra, debido a que son muy
duros y fuertes, ya que con gran dificultad un tiro de ballesta los puede
atravesar (…) Esta bestia es del tamaño de un asno , teniendo el cuello más
grueso, y la cabeza como la de un toro, los dientes cortantes y agudos, pero no
por ello se hace más peligroso al ser cazado, toda su defensa no consiste más
que en la huída y a buscar la retirada, en la que corre mucho más rápido que el
ciervo (…) tambien los pies hendidos, y córneos, y el pelo rojizo como el de
una vaca. Lo que ha hecho que muchos de nosotros, estando allí, llamáramos al Tapihire, vaca salvaje”.
El bucanero inglés William Dampier no
pudo ver tapires en sus viajes pero obtuvo información de sus compañeros filibusteros en
Honduras y el Darién. La denominaban vaca
montesa y así se refería a ella, mezclando algún detalle propio del manatí: “Se encuentra siempre esta vaca en los
bosques junto a algún gran río; se alimenta de una especie de hierba o musgo
largo y suave, que crece en abundancia sobre la orilla de los ríos; pero ella
no pasta jamás en las sabanas, ni en las pasturas donde hay buena hierba, como
las otras vacas. Cuando está bien llena se acuesta a dormir junto a la orilla
del rio, y al menor ruido se lanza al agua, donde se sumerge hasta el fondo,
cualquiera sea la profundidad de agua que haya, y allí camina como si estuviera
en tierra seca”.
La Vache Montagnarde Dampier, 1723 |
Desde su poderoso cargo de director de la
Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, Joannes De
Laet recopiló muchos datos sobre la naturaleza de Hispanoamérica. Así
señalaba que en Verapaz (Guatemala) se encuentra el mayor de los cuadrúpedos
“al que los bárbaros llaman Beori, y
los españoles Dantam; animal no muy
distinto a un novillo, aunque con patas más cortas (…) probóscide que sobresale
péndula un palmo más alla del hueso [de la nariz], la cual, al enojarse, la
levanta y abriendo la boca muestra los dientes (…) vive de pastos y hierbas
silvestres; los indígenas bárbaros se alimentan de su carne, y recuerdan que el
propio animal sabiamente se secciona las venas, porque cuando perciben que hay
un mínimo de sangre acumulada, como cuando se golpean contra las rocas, se
abren las venas de las patas y la sangre fluye”.
Posteriormente, en 1865, las poblaciones
de tapires centroamericanas fueron separadas como una especie distinta: Tapirus bairdii, respecto del
sudamericano (Tapirus terrestris).
De Laet fue además el editor de la obra
de George Marcgrave quien desde Pernambuco aportaba estos datos de un animal
que los nativos de Brasil llamaban Tapiierete
y los portugueses Anta: “Durante el
día duerme mientras yace oculto en los bosques sombríos, durante la noche o
temprano en la mañana sale para comer. Puede nadar muy bien. Se alimenta de
pastos, caña de azúcar, coles, etc. Su carne se come, pero el sabor es
ingrato”.
Tapiiereté Marcgrave, 1648 |
Hacia 1578 Jean de Léry realizó una
expedición naval Brasil y describió en primer lugar los animales “buenos para
comer”, comenzando por “uno que llaman Tapiroussu,
la que tiene el pelo rojizo y bastante largo, y es casi del tamaño de una vaca,
aunque no lleva cuernos (…) se podría decir que es mitad vaca y mitad
asno”. Refiere que los salvajes lo matan
como a muchos otros, a flechazos, o lo capturan con trampas que le agarran las
patas y otros aparatos que construyen con habilidad. Por lo demás estiman mucho
a este animal a causa de su piel, ya que cuando lo desuellan, cortando en
redondo el cuero del dorso, después que está bien seco, hacen escudos tan
grandes como el fondo de un tonel mediano, los que le sirven para detener las
flechas de sus enemigos cuando van a la guerra. Y de hecho esta piel así secada
y utilizada, es tan dura que no creo que haya flecha por más derechamente que
fuera lanzada que pueda atravesarla”.
Léry llevaba dos de estos escudos a
Francia como muestra, pero a causa de una hambruna que padecieron en alta mar,
y una vez que se comieran los monos, loros y todo otro animal que llevaban, no
le hicieron asco a los escudos asados al carbón. Con respecto a la carne de
tapir, la considera tan buena como la de vaca y explica que los indios la
cocinaban a la bucanera es decir sobre un fogón de palos llamado boucan. El
príncipe de Wied observó en Brasil que los indígenas “comen la piel del Anta y todo el animal, dejando solo los
huesos más grandes”.
El jesuita Fernando Cardim (1625) indica que
los Tapyretê “son las antas, de cuya
piel se hacen las adargas; se parecen a las vacas y mucho más a las mulas, el
rabo mide un dedo, no tienen cuernos, tienen una trompa de un palmo de largo
que encoge y extiende. Nadan y sumergen mucho, mas al sumergir tocan fondo, y
andando por él salen por otro lado. Hay gran cantidad de ellas en esta tierra”.
Tapir
Gervais, Paul.
1854-55. Histoire naturelle des mammifères. Paris, L.
Curmer.
|
Bernabé Cobo (1653) lo menciona para
Venezuela con el nombre de Ancha: “Es
de hechura de venado; susténtase en tierra y habita en el agua (…) Es de comer
y tiene gusto de pescado; es muy duro de cocer; no se aparta mucho de las
riberas de los ríos”.
El jesuita Joseph Gumilla, explorador del
Orinoco, a principios del siglo XVIII, relata cómo los achaguas cazaban a los antes: “Salen los antes del rio a comer
paja tierna; los achaguas están sentados entre la misma paja, y saben remedar
bien el eco del ante; al tal eco responde la anta (es lo que llamamos la gran
bestia) [¿la hembra?] y ambos juntos vienen al reclamo del achagua; este
dispara a cada uno su flecha de veneno llamado curare, y ambos caen muertos
luego al punto”. Atribuye a las pezuñas
propiedades medicinales: “las uñas afamadas y tan apreciables, que vulgarmente
se llaman las uñas de la gran bestia, por haberse experimentado admirables
contra la gota coral [epilepsia], tomando de sus polvos, y colgando una de
aquellas uñas al cuello de doliente”. Parece ser que estas uñas junto con las
piedras bezoares se guardaban en el “ojo del boticario”, es decir con las cosas
más preciadas de la botica, y se enviaban como regalo a los reyes, cardenales y
nobles. Refiere también Gumilla cómo se libra el tapir del yaguareté, su
principal predador en aquellos tiempos: “El tigre se esconde junto al pasto que
ve trillado de los antes, salta encima del primero que pasa y le aferra con sus
cuatro garras; si el paraje es limpio, perece el ante, pero si hay maleza cerca
y arboleda, recae el daño sobre el tigre; porque corre furiosamente el ante,
mete la cabeza por lo más escabroso de la selva con tal ímpetu y fuerza, que si
el tigre no se ha desprendido antes, perece despedazado entre los palos y los
abrojos”.
Según este autor el bocado preferido del
ante es la hierba llamada gamalote [¿camalote?], su “regalo especial”, y con
respecto a su nombre dice: “En fin, ella se llama comúnmente la gran bestia. No sé por qué; tal vez será
porque es un animal irregular, que viene a resultar de varias partes de otros
animales, sin que el todo se parezca a alguno de ellos”. Como ya había
observado Oviedo, el ante parecía defenderse bien cuando lo cazaban con perros:
“Pues, ¿qué diré de sus dientes, y de la facilidad y destreza con que
despelleja de alto abajo a los perros, cuando se ve rodeado y perseguido por
ellos? El ante no deja su puesto por más que lo acometan, y es tal su
habilidad, tenacidad de dientes y fuerza con que arroja al perro que acertó a
morder, que quedándose con la mayor parte del cuero del perro, lo arroja bien
lejos despellejado, y dando terribles aullidos, con lo cual huyen los otros
perros, espantados de la desdicha de su compañero”.
Aparentemente el primer tapir que se vio
en Europa llegó a Amsterdam en 1704, donde se lo anunciaba como una atracción
con el nombre de “Caballo marino” o “Equus
aquaticus” y estaba expuesto en la posada De Witte Oliphant (El Elefante
Blanco) en el Botermarkt (Mercado de la Manteca), que hoy es la plaza Rembrandt
de esa ciudad. Se decía en los folletos que era bastante manso como para que el
público lo tocara. El ilustrador Jan Velten fue a verlo y realizó varios
dibujos interesantes.
Folleto promocionando la exhibición de un tapir |
https://historiek.net/een-waterpaard-op-het-rembrandtplein-in-amsterdam-anno-1700/69256/
Hacia mediados del siglo XVIII el
conocimiento sobre esta especie se iba completando. El zoólogo Thomas Pennant
afirmababa que “es un animal engañoso, con marcha vacilante y perezoso: hace
una especie de ruido siseante. Estos animales son de naturaleza muy apacible, y
capaces de ser muy amansados. En Guyana a veces son mantenidos y alimentados
con otros animales domésticos en granjas (…) Reconocen a su dueño, que le trae
la comida: toman todo lo que se les ofrece, y hurgan con su trompa por comida
en los bolsillos de la gente. Su postura habitual es sentado sobre su grupa,
como un perro”.
Le Tapir ou Mapouri Buffon, 1782 |
Dice Buffon, autor de una amplia
recopilación sobre el tapir, “el grito
del macho es más agudo, más fuerte y más penetrante que el de la hembra”: es un
“animal triste y tenebroso”, apegado a transitar por sus sendas habituales que
no abandona por más obstáculo que se le ponga adelante. Así un viajero le comentó que tuvo la mala suerte
de colgar su hamaca atravesando la senda de un tapir: “Cerca de las nueve o
diez de la noche, escuchó un gran ruido en el bosque, era un tapir que venía
desde un lado, sólo tuvo tiempo de arrojarse de su hamaca y apretarse contra un
árbol. El animal no se detuvo, hizo saltar la hamaca sobre las ramas y empujó
al hombre contra el árbol; luego, sin apartarse de su senda, pasó por entre
medio de unos pocos negros que dormían en el suelo junto a un gran fuego, sin
hacerles ningún daño”.
Le Tapir Buffon, 1835 |
“Las hembras entran comúnmente en celo en
el mes de noviembre o diciembre, cada macho sigue a una hembra, y es el único
momento en que vemos dos de estos animales juntos. Cuando dos machos se
encuentran detrás de la misma hembra, luchan y se hieren cruelmente. Cuando la
hembra está preñada, el macho la abandona y la deja ir sola; la gestacion dura
10 a 11 meses, porque se ven crías en el mes de septiembre. Para parir, la
hembra elige siempre un lugar elevado y con suelo seco”.
“Este animal está bien lejos de ser
anfibio, como han dicho alghunos naturalistas, vive continuamente en tierra, y
constantemente gusta refugiarse en las colinas, y en los lugares más secos. Es
cierto que frecuenta los luigares pantanosos, pero es para buscar alimento, y
porque ahí encuentra más hojas y hierbas que en los terrenos elevados. Como se
ensucia mucho en los lugares pantanosos y ama la limpieza, todas las mañanas y
todas las tardes acude a nadar en algún rio o a lavarse en alguna laguna (…)
Cuando es perseguido por los perros, corre también hacia algun rio que
atraviesa prontamente para intentar
sustraerse a su persecución”. Pero a
pesar de que nada y bucea “no tiene la facultad de permanecer bajo el agua más
tiempo que cualquier otro animal terrestre, y así se lo ve a cada momento sacar
la trompa afuera para respirar”.
Aclara Buffon que “no come pescado” sino
“los retoños y brotes tiernos, y sobre todo los frutos caídos de los árboles
(…) Este animal muy solitario es sumamente tranquilo y hasta tímido: no hay
casos de que haya buscado defenderse de los hombres; pero no es igual con los
perros, de los que se defiende muy bien, sobre todo cuando está herido, y a
menudo los mata, ya sea a mordiscos, o bien pisoteándolos”.
The long-nosed Tapir William Bingley. Animal Biography. Rivington, 1824 |
El Dr. Bajon, médico del rey en Cayena,
en 1774, crió uno desde cachorro, el cual le tomó muho afecto. “Lo distinguía
perfectamente entre varias personas; lo seguía como un perro sigue a su dueño,
y parecía que le agradaban mucho las caricias que le hacían y le lamía las manos; además se iba solo a
pasear por la selva, a veces bastante lejos, pero no dejaba de volver todas las
tardes a la misma hora. Se vio a otro igualmente domesticado pasearse por las
calles de Cayena, ir al campo en total libertad y retornar cada noche; sin
embargo cuando lo quisieron embarcar para llevarlo a Europa, una vez abordo no
se lo pudo retener; rompió las fuertes sogas con las que lo habían atado, se
lanzó al agua, ganó la orilla a nado y se metió en un manglar, a distancia
bastante grande de la ciudad; se lo creyó perdido, pero esa misma noche volvió
a la hora acostumbrada” (Buffon). Pero
este pobre tapir terminó mal porque nuevamente embarcado volvió a soltarse en
el barco y se lanzó al mar en medio del viaje a Francia. Los dibujos de la obra
de Buffon que incluimos aquí parecerían ser hechos a partir de un ejemplar “que
nos enviaron de América, un tapir o maïpouri vivo, [que] soportó bien el mar y
habiendo llegado a veinte leguas de Paris, de golpe se enfermó y murió”. Buffon
lo envió a disecar: “El Sr. Sève, nuestro dibujante, que ve muy bien, también
estuvo allí”.
La clasificación correcta del tapir no
resultaba fácil. Algunos autores como Pierre Barrère lo consideraban
emparentado con el cerdo (Sus aquaticus
multisulcus) y de Léry, como vimos,
creía que era una mezcla de vaca y asno. En 1758 Carl Linné le otorgó
finalmente a este “animal dudoso” un nombre científico, Hippopotamus terrestris, creyéndolo emparentado con el gran
mamífero africano, pero reconociendo con el nombre específico que pasa más
tiempo en tierra que en agua. Sin embargo, como aclaraba Buffon y ya lo
sospechaba Dampier, eran bien diferentes porque si bien “algunos de sus hábitos, que tiene en común
con el hipopótamo, han hecho creer a algunos naturalistas que eran del mismo
género, difiere tanto por su naturaleza, como está alejado por el clima”. Finalmente Mathurin Brisson en 1762, lo ubicó
en un género propio, Tapirus.
Tapires
Cabrera A & Yepes J -1960 - Mamíferos
Sud-Americanos. Buenos Aires: EDIAR.
|
Félix de Azara conoció al mboreví (como lo denominaban los
guaraníes) en Paraguay, aunque no era abundante allí: “Va solo y tal qual vez
con la amada; duerme de día en las mayores espesuras, y sale de noche a comer
pasto, sandías y calabazas. Cogido joven, se domestica desde el primer día;
anda toda la casa casi sin salir, aún después de adulto; cualquiera le rasca y
manosea, sin que por esto prefiera ni obedezca a nadie (…) No muerde, y si le
incomodan da un silbido delgado no correspondiente al cuerpo (…) Come carne
cruda y cocida, todo pasto, y lo que encuentra, sin excluir los trapos de lana,
lienzo o seda; de forma que parece más glotón que el Puerco (…) Aseguran que
algunos individuos tienen piedra bezoar con la misma virtud de las orientales;
y a sus uñas, tomadas en polvo, atribuyen la virtud de curar la alferecía [epilepsia]”.
La crin del tapir entusiasmó al famoso
etnólogo y explorador alemán Karl von den Steinen: “La melena corta y
rígida es de muy buen aspecto, pareciéndose a la de los caballos de los dioses
griegos”. Más prosaico, Isidore Geoffroy Saint-Hilaire promovía su
domesticación como animal de granja: “El tapir sería útil de dos formas al
hombre: su carne especialmente cuando se la mejore con la dieta apropiada,
proveerá un alimento completo y a la vez agradable; y como es mucho mayor que
el cerdo, el tapir será de gran utilidad como bestia de carga a los habitantes
del sur de Europa, y tras un tiempo, a los de los países más fríos”. Pero ello
no ocurrió y el tapir sufrió una presión de caza que lo llevó a la situación
vulnerable actual.
El viajero alemán
Johann Rengger realizó en Paraguay algunas observaciones interesantes
sobre este animal: “Es de los mamíferos que he descrito hasta ahora, el primero
que, además de su alimento habitual, como ha observado Azara, disfruta de
varios tipos de sal, sin duda como digestivo. Se encuentra en todas las zonas
bajas de Paraguay, donde la tierra contiene carbonatos, sulfato y nitratos. En
tiempo seco, estas sales a veces florecen en capas muy finas en la superficie
del suelo; pero cuando caen la lluvia o el rocío, desaparecen de nuevo. El
tapir busca de vez en cuando estos lugares, que se llaman en Paraguay barreros,
y lame la tierra impregnada de sal (…) Hacia el invierno, los dos sexos se
buscan, y luego viven en parejas durante varias semanas. En este momento, uno
oye el único sonido que emiten, y que es similar a un silbido prolongado, a
menudo repetido (…) Además de los humanos, el jaguar puede ser el único enemigo
que un tapir adulto tiene que temer. Los individuos jóvenes, por otro lado, y
los lactantes, a menudo son presa del puma y de las grandes serpientes de
agua”.
Anta
Brehms Tierleben. Leipzig; Bibliographisches Institut,1890-1893.
|
Ya a mediados del siglo XX, el
naturalista Andrés Giai, aporta algunos datos sobre el tapir en Misiones
(Argentina). “Donde no se la persigue el anta es el animal más confiado de los
que frecuentan los arroyos. En repetidas oportunidades hemos pasado en canoa a dos
o tres metros de su situación., sin que reaccionaran de otra manera más que
mirándonos con curiosidad o simplemente ignorándonos (…) En cambio, las que ya
conocen los efectos del plomo, son muy avisadas; al aproximárseles, si están en
la barranca huyen velozmente y con gran estrépito bosque adentro”. Al decir de
Lugones, “como una bala de cañón”. Menciona también Giai que tienen “la extraña
costumbre de engullir piedras brillantes, por lo general cuarzo, que encuentran
entre los cantos rodados de las playas y correderas; probablemente estos
guijarros, como los que ingieren ciertas aves, tienen la misión de contribuir
al proceso digestivo”. A pesar de la agilidad que muestra, en el Chaco se lo
consideraba lerdo y pesado, y se creía “nunca se echaba porque después no podía
levantarse y que por eso dormía de pie apoyando su cuerpo contra un tronco”.
Alex
Mouchard
En
nuestra próxima entrega veremos algunos aspectos culturales y la relación del
tapir con los pueblos originarios.
Ë
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Roulin, M. -1835- Mémoire pour servir a l'Histoire du Tapir, et Description d'une Espèce nouvelle appartenant aux hautes Régions de la Cordillère des Andes. Mémoires présentés par divers savans a l'Académie Royale des Sciences, de l 'Institut de France. Paris, Bachelier.
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