Alex Mouchard
Toy suy ce couple heureux, toy
glorieux Mamuque
Bourgeois
de Paradis hoste du clair Moluque,
Oyseau
miraculeux, qui vis alegrement
Dans
l'air (comme l'on dict) sans aucun aliment :
De qui
mille escrivains plus grands que veritables
Ont
laissé par escript plusieurs gentiles fables (,,,)
Les Œuvres / Paul Contant, 1628
[Tú eres esta feliz pareja, tú, glorioso Mamuco,/ habitante
del Paraíso, anfitrión de las claras Molucas,/ pájaro milagroso, que vive
alegremente/ en el aire (como se dice) sin alimento;/ de quien mil escritores,
más sublimes que veraces, /han dejado escritas muchas amables fábulas...]
Paradisea
minor
Lámina de John Gould y William Hart (Sharpe, 1891-98) |
El 6 de septiembre de 1522 arribaron al puerto
de Sanlúcar de Barrameda (España) en la nave Victoria 18 hombres completamente
exhaustos que acababan de realizar una de las mayores hazañas de la humanidad:
por primera vez habían circunvalado la Tierra, no sólo demostrando su redondez,
sino también abriendo nuevas rutas para el conocimiento y el comercio. Eran los sobrevivientes de una tripulación
original de 245 hombres que partieron en el viaje de descubrimiento de Fernando
de Magallanes quien había logrado encontrar el famoso estrecho que comunicaba
los océanos Atlántico y Pacífico.
Poco después, probablemente a fines de ese mismo
mes de septiembre, Juan Sebastián Elcano, que había quedado a cargo de la
expedición tras la muerte de Magallanes, se reunió en Valladolid con el rey
Carlos I de España, quien gobernaba ese vasto «imperio en el que “nunca se pone
el sol”. En sucesivas reuniones, Elcano y sus compañeros relataron la
increíble aventura al emperador y a importantes personajes de su corte (Aguinagalde,
2019a, 2019b).
Entre los que escucharon el fascinante relato
se encontraba el asistente personal del emperador, Maximiliano van Zevenbergen,
más conocido como Maximilianus Transylvanus quien sería el autor del
primer informe editado del viaje, escrito en latín. En formato de carta,
destinada a su anterior empleador, el arzobispo de Salzburgo, Mateo
Lang de Wellenburg, quizás su padre biológico, Maximiliano relataba que,
llegados los expedicionarios a las islas Molucas, encontraron allí reyes que les
entregaron diversos objetos como obsequio.
“Los regalos eran espadas y otros artículos de
ese tipo. Pero lo principal era la Mamuco
Diata, es decir, la avecita con la que se protegen aquellos que se creen
seguros e invencibles en la batalla. Se enviaron cinco de éstas, una la obtuve
del capitán del barco [Juan Sebastián Elcano], y la envío a Vuestra
Reverendísima Señoría. No porque piense que estará a salvo de trampas y
espadas, como afirman, sino para que se deleite con su rareza y belleza” (Transylvanus,
1523).
Ave del Paraíso
Detalle de “La Tentación en el Jardín del Edén” Jan Brueghel el Viejo, 1600 Victoria and Albert Museum, Londres. |
Aguinagalde (2019b) da por seguro que
Transylvanus se informó directamente de Elcano, quien le habría regalado una de
las aves, la que junto con especias y otros artículos, habría enviado a Matteus
Lang, quien a la sazón estaba a cargo del obispado de Cartagena (España) (Moroni, 1846). No sería de extrañar que este
ejemplar finalmente haya ido a parar a la Cámara de Arte y Maravillas (Kunst
und Wunderkammer) del archiduque Fernando II de Austria, sobrino de Carlos
I, en el Castillo de Ambras en Innsbruck (Austria).
Explicaba Transylvanus que esos reyes “hace
unos pocos años, (…) comenzaron a creer que las almas eran inmortales” y fue
porque “les dieron este argumento: que cierta ave, la más hermosa de todas,
nunca se atrevía a posarse en el suelo ni en ninguna otra cosa que estuviera en
el suelo. Pero a veces desde los cielos más altos caía sin vida al suelo. Y
cuando los mahometanos, que llegaron a ellos con fines comerciales, vieron este
pequeño pájaro nacido en el paraíso, siendo el paraíso un lugar para las almas
y que estaba imbuido de tal vida, este lugar prometía maravillas de para las
almas. Al pajarito lo llamaron Mamuco
Diata” (Transylvanus, 1523).
El nombre correcto sería burung dewata o, según Alfred Wallace, manuk dewata (aves de dios). Los portugueses las bautizaron como passaros do sol, y los navegantes
holandeses como Avis paradiseus. (Wallace,
1869).
Paradisea
minor, en la fase final del despliegue
Dibujo de G.E. Lodge. (Ogilvie-Grant, 1905) |
Fernández de Navarrete dio una traducción no
literal de la carta de Transylvanus, donde le hace decir que los dichos reyes tienen
a esas aves “por cosa celestial, y aunque están muertas jamás se corrompen ni
huelen mal , y son en el plumaje de diversos colores y muy hermosas, y de
tamaño de tortolillas, y tienen la cola larga harto, y si les pelan una pluma
les nace otra aunque estén muertas; las cuales llevan los Reyes cuando van a
pelear con sus contrarios, y tienen por cierto que teniéndolas consigo están seguros
en la batalla , y que no pueden ser vencidos de sus enemigos. Una destas aves manucodiatas alcancé del capitán desta
nao que las trajo , y la envio á Vtra. Sría. Rma., no para que piense Vtra.
Sría, que teniéndola consigo lo ha de hacer libre de las asechanzas y
traiciones y peligros de hierro y armas de sus enemigos , como piensan aquellos
Reyes bárbaros , sino para que Vtra. Rma. Sría. vea ave que nunca vio, y se
huelgue en acatar su hermosura” (Fernández de Navarrete, 1837).
Según Navarrete las dichas aves “andan volando
, sin que jamás las viese persona alguna asentar en tierra , ni en árbol, ni en
otra cosa que en la tierra sea , y ansi andan volando siempre por el aire sin
posar en parte alguna , hasta que cansadas desfalleciendo caen en tierra
muertas, y no las toman vivas”. Y refiere el nombre como mamucho o manucodiata “que
quiere en su lengua decir Ave de Dios”,
agregando que “los castellanos juzgaron que se mantenían del roció y flor de
las especias” (Fernández de Navarrete, 1837).
Ave del Paraíso
Detalle de “El Paraíso terrestre y la Caída de Adán y Eva” Jan Brueghel el Viejo, 1617. Royal Picture Gallery Mauritshuis - The
Hague |
En aquel histórico viaje se encontraba también Antonio
Pigafetta, un noble italiano que actuó como cronista de la expedición de
Magallanes, que publicó su versión del viaje en Relazione del primo viaggio intorno al mondo (1536). Veamos
que dijo de las famosas aves, haciendo referencia al rey de la isla Bachian o
Bacan: “También nos regaló dos hermosos pájaros muertos para el Rey de España.
Estas aves son grandes como los tordos: tienen la cabeza pequeña, el pico
largo, las patas delgadas como una pluma de escribir y un palmo de largo; no
tienen alas, pero en su lugar hay largas plumas de varios colores similares a
grandes penachos; su cola se parece a la del tordo; todas las demás plumas,
excepto las de las alas, son de color oscuro; y nunca vuelan, excepto cuando
sopla el viento. Nos dijeron que estas aves vienen del paraíso terrenal, y las
llamaron bolondinata, es decir, aves
de Dios” (Pigafetta, 1800).
Bolondinata
(Pigafetta, 1800) |
Por lo visto en la isla Bacan les entregaron
dos aves “empajadas”, es decir pieles rellenas con paja, con lo cual en otro
momento del viaje se supone que recibieron otras tres para completar las cinco
que mencionó Transylvanus. Algunos autores (Casetti et al., 2021; Stresseman, 1954) opinan que las aves en cuestión serían de la especie ave
del paraíso esmeralda chica (Paradisaea
minor), si bien los relatos publicados no dan una
descripción detallada como para poder identificarla con precisión. Pero se
trata de un ave común en su zona de distribución (Frith & Frith, 2020), que
vive en el norte de Nueva Guinea y en islas cercanas como
Yapen y Misool, y esta última se encuentra a 240 km en línea recta de
la isla de Bacan. Por otro lado Fernández de Navarrete (1837) afirmaba haber
“visto en Madrid en 1831 tres de estos pájaros traídos de Manila adonde los
habían llevado de la isla de Terrenate [Ternate]” y su descripción coincide en
un todo con Paradisaea minor. Otros
creen que las dos aves obsequiadas por el rey de Bachian podrían ser aves del
paraíso de Wallace (Semioptera
wallacii), que precisamente son endémicas de las islas Bachian y Halmahera (Mužinić
et al., 2009).
Paradisea
minor
Dibujo de Joseph Wolf, litografiado por John
Smit. |
Es posible que estas dos aves las conservara el
rey Carlos I (Mužinić et al., 2009). La tercer ave sería la
que Elcano obsequió a Transylvanus y éste a Matteus Lang. Un cuarto espécimen habría
sido adquirido por la archiduquesa Margaret de Austria en la ciudad flamenca de
Mechelen en 1523, y siendo tía abuela del cardenal Alessandro Farnese, dicha
ave serviría de modelo al miniaturista Juraj Julije Klovic Croat (Iulius
Clovius ) para la primera imagen de un ave del paraíso en colores que se haya
publicado, y que aparece en El Libro de horas, un libro de
oraciones realizado entre 1537 y 1546, por orden de dicho cardenal. Como se ve en dicha ilustración se trata de un
ave del paraíso grande (Paradisaea apoda)
(Mužinić et al.,
2009). Es probable que Antonio Pigafetta cuando visitó al Papa Clemente VII en
Roma hacia 1523 , llevara la quinta piel obtenida en el viaje (Bogdan et al., 2009) y que esta piel quedara en
el gabinete de curiosidades del papa.
Ave del paraíso grande
Detalle de Las Horas Farnese o Las Horas
de la Bendita Virgen María The Morgan Library & Museum, New York. http://ica.themorgan.org/manuscript/page/4/77250 |
Así llegaron las que para muchos autores fueron
las primeras aves del paraíso llevadas a Europa para admiración de los sabios
de ese entonces. Sin embargo Teixeira
muestra que el mercader florentino Giovanni da Empoli había desembarcado en
Lisboa en agosto de 1514, antes del viaje de Magallanes-Elcano, trayendo una
piel: “Un pájaro muerto muy hermoso que
traje de Malaca, y hasta allí viene de un país más remoto (…) donde crece el
clavo de olor. El pájaro no tiene patas; siempre está en el aire, sin tocar el
suelo, y se alimenta del aire, y en el aire cría a sus hijos sobre su grupa,
según lo que he aprendido de los habitantes de esa tierra” (Teixeira, 2021). Dicha
ave la obsequió al también florentino papa León X, un apasionado de
la caza y de los animales exóticos.
En efecto, las aves del paraíso formaban parte
de un comercio establecido hacía más de 4000 años entre los papúas de Nueva
Guinea y los nativos de las Molucas (Mužinić et al., 2009). Y las plumas de dichas aves integraban un
tráfico comercial que se desarrollaba en el sultanato de Tidore (Molucas Septentrionales)
con destino a China y a Portugal. Estas plumas eran un símbolo de status
elevado y eran muy apreciadas por nobles árabes, turcos, papúes y europeos (Andaya,
2017).
Manucodiata
Conrad
Peutinger envió a Conrad Gessner un dibujo del especímen en su colección, el cual sirvió
de base para la xilografía publicada por éste (Gesneri,
1555) |
La noticia que aportó Transylvanus de que las aves del Paraíso nunca se posaban se sumó al hecho de que los nativos preparaban las pieles quitando las patas, las alas, el cráneo y las vísceras, y ahumando las pieles para conservarlas. Así se generó el mito en Europa de que dichas aves carecían de patas, mito que persistió más de un siglo y medio (Bogdan et al., 2009) enriquecido con fantásticas especulaciones de los primeros naturalistas como Gerolamo Cardano, Conrad Gessner y Pierre Belon. Esto llevó a Linneo, en 1760, con su peculiar sentido del humor, a denominar a la especie mayor Paradisaea apoda, es decir ave “del paraíso sin patas”.
Todo ello a pesar de que el cronista Francisco
López de Gómara en 1552, habiendo examinado las pieles que llegaron en la nave
de Elcano, había aclarado que “tienen las piernas largas un palmo (...) no
tienen alas; y así, no vuelan sino con aire. Jamás tocan en tierra sino
muertas, y nunca se corrompen ni pudren. No saben donde crían ni qué comen; y
algunos piensan que anidan en el paraíso (...) Piensan los nuestros que se
mantienen del rocío y flor de las especias” (García Arranz, 1996). Evidentemente
a la cultura religiosa cristiana le convenía ignorar la existencia de las patas
para utilizar a las aves del paraíso como prueba palpable de la existencia del
paraíso terrenal.
El marino inglés William Funnel, que participó
del viaje de circunnavegación del corsario William Dampier en 1703-1705, dio un
indicio de por qué las aves del Paraíso caían del cielo. Tuvo oportunidad de
verlas en la isla de Ambon (Molucas) aunque aclaro que nunca se las veía vivas
y por eso los mercaderes malayos las llamaban Burong mati (“aves muertas”).
“Se cuenta de estas aves que cuando las nueces
moscadas están maduras, lo que ocurre en los meses de febrero y marzo, acuden
en grandes números a los sitios donde ellas crecen, p. ej. a [la isla] Banda y
este lugar [Ambon], y comen la cáscara externa de la nuez. Tras lo cual caen al
suelo muy totalmente borrachas, y un innumerable regimiento de hormigas se
alimentan de ellas y las matan” (Funnell,
1707).
Podría haber algo de cierto en esto ya que son
conocidas la propiedades neurotóxicas de dicho fruto.
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