Alex Mouchard
Serían las
seis de la tarde, pasó la garza morena
cantando el
alcaraván dieron su luz las espermas
se escuchaba
en la cañada algarabía de chenchenas
y en el estero
lejano se alzaban garzas paletas
“Leyenda del ánima de Santa Helena”
Héctor Paul Vanegas
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Chenchena en Challua Cocha, Sani Lodge, Sucumbíos, Ecuador. Foto Alex Mouchard. |
Recientemente tuve la suerte de visitar la Amazonia Ecuatoriana,
más precisamente Sani Lodge, un maravilloso sitio a orillas de uno de las “madre
viejas” o cauces abandonados del río Napo, denominado Challua Cocha. Esta
laguna, plena de vida, se encuentra rodeada por unos extraños bosques casi
puros de yautia madera (Montrichardia
arborescens), una arácea de grandes hojas. Sobre estas plantas,
comiendo sus frutos, es común ver a una extraña ave mezcla de gallinácea, rapaz
y ave prehistórica con el aspecto de un
enorme pirincho (Guira guira). Se trata del hoatzin o chenchena.
¿Qué habrán pensado los primeros
naturalistas ante esta ave inclasificable?
En principio, su historia nace de una
cadena de errores. Francisco Hernández de Toledo, un médico español del siglo
XVI, quien realizó una de las primeras expediciones científicas a América,
describió un ave “casi del tamaño de una gallina” que “gusta de las serpientes.
Tiene una voz poderosa que parece un aullido o un gemido. Se la oye en otoño y
es considerada de mal agüero por los nativos. Sus huesos calman el dolor de
cualquier parte mutilada del cuerpo humano. Además el humo de sus plumas, restablece
la mente de los que sufren alguna enfermedad, que se hiciera demasiado
persistente. Ingerir las cenizas de sus plumas ayuda a curar admirablemente a
los afectados por el Mal Francés [sífilis]. Vive en regiones cálidas, como Yauhtepec, y se sabe que reside en las partes
mayormente cubiertas de árboles junto a los ríos, donde la hemos visto y
procurábamos capturarla para dibujarla”. Hernández, que trabajó en México y
Centroamérica, le aplicó al ave un nombre local: "hoatzin, o ave que emite una
voz semejante a este nombre”, que procede del náhuatl huactzin, apelativo
onomatopéyico aplicado por los naturales al pájaro vaquero o macaguá (Herpetotheres cachinnans).
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Faisán crestado de Cayena (Daubenton, 1765-1783) |
En años siguientes, los zoólogos europeos repitieron
textualmente las observaciones de Hernández, creyendo que se trataba de un tipo
de faisán, y no de una rapaz. Brisson, por ejemplo, le dio un nombre en latín: Crax fuscus mexicanus, suponiendo
erróneamente que era una crácido o muitú proveniente de México. Buffon y su
colaborador Genau de Montbelliard terminaron de redondear la confusión
atribuyendo la descripción de Hernández a un ave que Daubenton, en sus famosas
“Planches enluminées”, había representado con el nombre de Faisan huppé de Cayenne o Faisán
crestado de Cayena, y que indudablemente es un hoatzin como lo conocemos
actualmente, y que no vive en Mexico, por lo cual no podía tratarse del ave de
Hernández. Jean-Baptiste-Christophe Fusée-Aublet, un botánico francés que vivió
en Guayana hacia 1762-1764 informó a Buffon que este animal “se domesticaba,
que se ven a veces domésticos en casa de los indios, y que los franceses les
llaman paons [pavos]; alimentan a sus crías con hormigas, gusanos y otros
insectos”. Como veremos esta última afirmación es también errónea.
En 1776 Philipp Ludwig Statius Müller
le dio el primer nombre de valor científico. Lo llamó Phasianus hoazin, inmortalizando para la ciencia el nombre mexicano
usado por Hernández, pero adoptando la grafía afrancesada de Buffon. Además,
como indica el nombre genérico, se lo seguía considerando una especie de faisán
(otro error más), hasta que Johann Centurius von Hoffmannsegg lo separó en
un género aparte que denominó Opisthocomus,
del griego opìsthe, atrás, kome, cabellera, en referencia a su copete;
y, en alemán, Schopfhuhn, o sea “gallina
crestada”. Este noble y naturalista alemán financiaba algunos colectores en
Sudamérica como Francisco Gomes y Friedrich Sieber que le enviaban ejemplares
desde Bahía y de Pará, respectivamente,
los que contribuyeron a que su colección fuera de las más ricas de
Europa y seguramente dentro de los envíos habría ejemplares de hoatzin.
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Hoazin huppé
Dibujo de Edouard Traviés (Cuvier, 1828) |
A fines del del siglo XVIII empiezan a
llegar a Europa más noticias sobre estas aves. El naturalista francés Charles
Nicolas Sigisbert Sonnini de Manoncourt
tras su viaje a Guyana lo hizo conocer en Europa, distinguiéndolo del
impreciso hoatzin de Hernández. Señalaba que el copete “puede levantarlo, pero
no erguirlo en forma de penacho, cuando está asustado”. Lo designó con el
nombre de sassa que le daban los naturales de la Guayana Francesa y que
“representa su grito, que pronuncia con voz fuerte y ronca. Se lo encuentra al
borde de las aguas y en lugares inundados, y esta preferencia se debe al tipo de
alimentación. Come frutas y hojas de un gran arum [arácea], llamada en ese país moucou-moucou (arum arborescens, Linn.), y que cubre
grandes extensiones en las sabanas inundadas. Por donde quiera que estas plantas
crecen en abundancia, es seguro encontrar a las sassas, a veces en parejas, a
veces en pequeños grupos de seis u ocho. Se posan, por lo general, sobre la
misma rama, uno al costado del otro y muy apretados. Son poco desconfiados, y
se dejan acercar fácilmente, sin duda porque rara vez se los caza, en principio
debido a lo alejado y a la naturaleza de los lugares que habitan, y además por
el poco interés que se tiene en buscarlos; el fuerte olor a castoreum [secreción de las glándulas
anales del castor] que exhalan no permite comerlas. Su carne no es sin embargo
del todo inútil; los pescadores la cortan en trozos, y se sirven de ella como
carnada para capturar grandes peces”. Louis Vieillot, confundido por las
descripciones de Buffon había creado para el hoatzin la familia Ophiophages (comedora de serpientes)
cometiendo según él “un grave error”, pero viendo que Sonnini había precisado
correctamente que el ave era herbívora, rectificó el nombre de la familia a Dysodes (mal olor), debido a esa
característica de la carne.
Entre 1835-1839 el naturalista alemán
Robert Hermann Schomburgk realizó un viaje a la Guayana Británica donde pudo
observar al hoatzin, que parece haberlo cautivado: “En un lugar de tanto
esfuerzo y sudor, mi atención fue atraída por unos gritos y graznidos roncos y
conspicuos, que sonaban desde la ribera boscosa. Cuando me acerqué
cautelosamente al lugar, vi una gran bandada de grandes aves frente a mí; eran Schopfhuhner [Gallinas crestadas] (Opisthocomus cristatus Illiger), Stinkbirds [Aves hediondas] de los
colonos. Aunque el nombre alemán referido a las largas plumas de la cabeza es
lo suficientemente significativo, el que le dan los colonos enfatiza más
correctamente una de las características más destacadas de estas aves, ya que
sin verlas uno advierte su presencia ya desde bastante lejos, aunque no de la
manera más agradable. El olor es tan feo que incluso los indios,
independientemente de la abundancia de su carne, no comerían al ave bajo ningún
precio. El rebaño sin duda era de cientos, algunos de los cuales tomaban sol,
otros corrían entre los arbustos, otros volaron al suelo; parecía ser la
temporada de apareamiento (…) Conocí a
esta ave, tan hermosa y orgullosa en su apariencia, solo una vez durante mi
viaje de cuatro años, y en grandes cantidades en la orilla boscosa del Takutu,
donde encontré varios cientos reunidos (…) que anunciaban su presencia a la
distancia con fuertes gritos. Solían tomar el sol en los arbustos y en los
árboles más bajos, en parte huían, persiguiéndose el uno al otro, de rama en
rama, mientras que otros corrían por el suelo. El hecho de que a menudo estén
en esta actividad lo demuestran las puntas desgastadas de las hermosas plumas
de la larga cola en los adultos. Viven de frutas y bayas. Sin la necesidad de
ver o escuchar al ave, ella señala su presencia por el desagradable olor. No
pude averiguar nada sobre el tema de su reproduccion. Los Waraos le llaman nah,
los Macuxis, zezira”.
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Huevos de Opisthocomus cristatus (Cabanis, 1870) |
Jean Louis Cabanis, que estudió las aves del
viaje de Schomburgk, lo ubicó en la familia Musophagidae, que hoy incluye sólo
especies africanas, aunque Swainson en 1837 le había creado una familia propia,
Opisthocomidae. Hoy en día, pese a las avanzadas técnicas de biología
molecular, su ubicación es incierta. Se lo consideró emparentado a los cucos o
a las palomas, y más recientemente próximo a las Gruiformes y Charadriformes.
El geólogo canadiense Charles Barrington
Brown hacia 1870, también lo encontró en Guyana: “Oimos un curioso sonido,
un poco como una respiración pesada, proveniente de algunos árboles de la
orilla del río, que descubrimos era producido por un ave que se denomina
alegremente faisán hediondo. Es la cecelia crestada (Opisthocoums cristatus), que vive en los
árboles que bordean la ribera de los ríos. Su vuelo es corto y pesado; parece
ser muy torpe, cayéndose hacia adelante y aparentemente perdiendo el equilibrio
cuando se posa, permaneciendo un rato con las alas extendidas. Acercando la
cabeza de un ejemplar que cacé, a unas pocas pulgadas de mi nariz, inhalé el
vaho de su perfume, que para mí se parece a una mezcla de mal almizcle con
amoníaco”.
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Joven Hoatzin
(Ogilvie-Grant, 1895-1897) |
Es conocido el hecho de que los pichones
del hoatzin nacen con garras en sus miembros anteriores lo que les permite
trepar a los árboles, si es que por algún peligro deben lanzarse al agua, de
allí que Edward Brigham lo consideraba un “ave cuadrúpeda” durante esa etapa de
la vida. Como hizo notar el ornitólogo
James Edmund Harting, Marcgrave que
exploró el nordeste brasileño en el siglo XVI, parece no haber descripto el ave
adulta, pero dibujó un pichón con dichas características al que describió como
“pollo gallináceo monstruoso”. Los ornitólogos victorianos lo consideraban un
ave reptiliana, un eslabón perdido entre los reptiles y las aves, que venía
como anillo al dedo para las novedosas teorías evolucionistas. El zoólogo
William Kitchen Parker se entusiasmaba: “Porque el ave ha sido durante
mucho tiempo para mí un Reptil transformado y, uno podría decir, glorificado, la
casi imago de un reptil, que toma el lugar de una pupa activa, haciendo el pez,
en la presente economía de la naturaleza, el papel de una larva”. Con igual
énfasis evolucionista, el naturalista suizo-brasileño Emílio Augusto Goeldi opinaba
que “es uno de los documentos filogenéticos mas interesantes, una nueva e
inesperada piedra de toque para la verdad de la evolución y la transformación,
por lo tanto también, un justo obstáculo y perplejidad para aquellos que juzgan
que la sociedad humana lucraría con la creencia en una eterna y perpetua fijeza
de las especies”.
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Pollo gallináceo monstruoso
(Marcgrave, 1648).
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Brigham decía que “el hoactzin es un ave
muy peleadora (…) eleva su cresta de plumas ralas y trabajosamente aletea
mientras trata de mantener el equilibrio en su inestable percha. Lanza su
cuello en contorsiones, como si se estuviera ahogando, y de una manera cómica y
extraña amenaza a su congénere, que tiene la misma dificultad para mantenerse
en su percha y que le responde desde la movediza hoja de una aninga vecina (el
ruido de su aleteo se acompaña de siseos, gruñidos, rugidos y chillidos) (…)
tal es la semejanza de sus gritos en estas ocasiones con algunos propios del
jaguar, que al ser despertado por ellos he ido a buscar mi rifle”. Mientras
para algunos la voz de la cigana (como le dicen en Brasil) se parece a la tos de un fumador, para el
naturalista francés François Louis Nompar de Castelnau “los ceganos hacen
escuchar por todas partes sus suspiros melancólicos”.
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Jóvenes
Hoactzines
Dibujo de Baldwin
(Knowlton,
1909) |
William Lutley Sclater, hijo del
ornitólogo Philip Lutley Sclater, estuvo en Demerara (Guyana) en 1887 y
observó que el hoatzin era muy abundante en el arroyo Canjé, de ahí que se lo
conociera como faisán del canjé: “Como es bien conocido la planta arácea de la
que se alimenta el faisán del canjé (Caladium
esculentum) da a su carne un olor fuerte y desagradable, de allí el dicho
en la colonia, «oler tan mal como un faisán del canjé»’”. Los Sclater enviaron a John Quelch,
superintendente del Museo Georgetown de Demerara, a buscar los nidos del
hoatzin, y éste a pesar de que las aves eran allí numerosas, no dejó de
quejarse por los inconvenientes. “Hay generalmente mucha dificultad en
acercarse a ellas, y también a los nidos. Los hacen en una clase de arbustos o
arbolitos muy espinosos, apoyantes y extendidos que crecen en los pantanos junto
al agua en una masa densa, y en los cuales es muy tedioso y difícil penetrar.
Los nidos cuelgan sobre el agua, de modo que desde tierra es imposible llegar a
ellos. Desde el agua, también, es un proceso muy trabajoso. Uno tiene que
vadear, a menudo hasta los muslos, a través de un espeso lodo, durante la marea
baja, y abrirse camino a traves del matorral espinoso; y entonces tirando de la
rama para alcanzar el nido (porque no se puede trepar) hay alguna posibilidad
de obtener huevos. A menudo, sin embargo, durante este procedimiento los huevos
se caen; porque el nido es totalmente chato y abierto, consistente solo de unos
pocos palitos laxamente reunidos”. Finalmente en una segunda expedición pudo
conseguir los pichones del hanna o anna, como lo denominaban allí, verificando
la existencia del “ave cuadrúpeda”. Quelch pudo comprobar que “pronto después
de eclosionar los huevos, los pichones empiezan a arrastrarse mediante sus alas
y patas, usando constantemente las bien desarrolladas garras del pulgar y el índice
para sostenerse y engancharse en los objetos circundantes (…) Un hecho curioso, observado con un pichón que al asustarse cayó al rio, fue la capacidad de nadar
rápidamente y sumergirse cuando es perseguido. (…) La prolongada inmersión que
un pichón tolera así, instintiva y voluntariamente, o que un adulto soporta al
intentar escapar, me parece muy destacable”. Aunque no pudo presenciar el
momento en que alimentaban los pichones, mediante el estudio del contenido de
los buches, determinó que las crías eran alimentadas con hojas tiernas
trituradas. En cuanto a los adultos, sólo encontró hojas y frutos del bundoorie
(Drepanocarpus lunatus), la courida o mangle blanco (Avicennia nitida), o
el mucco-mucco (Montrichardia arborescens).
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Latham. 1788. Gen. Syn 2 (2) pl LXIV |
Quelch menciona otros nombres que le daban
en Guyana: canjé, faisán hediondo y pavo del gobernador Batenberg, no sabemos
si aludiendo a algún olor corporal de Abraham Jacob van Imbijze van Batenburg,
gobernador durante dos períodos de Surinam. Un médico residente en Guyana, Charles
Grove Young, daba en 1888 alguna pista sobre el famoso olor: “Recibe el nombre
de hediondo debido a un olor peculiar, como de bosta fresca de vaca, que
proviene del buche, del estómago o de ambos, porque cuando la piel es
preservada no tiene ningún olor, y el cuerpo, cuando se han quitado las
vísceras, es de olor bastante agradable. Pese a la posibilidad de quitarle el
olor al eviscerarlo, nunca se lo usa como alimento; por lo tanto pasa su tiempo
en paz y plenitud (…) Hay grandes probabilidades que estas aves rumien”. Se
refería a que en su enorme buche pueden efectuar la digestión de la celulosa de
las hojas, de la misma forma que los rumiantes, mediante la ayuda de una flora
bacteriana similar. Agregaba Young que
el hoatzin anida sobre una especie de arbusto (Dreponocarpus lunatus). “Cualquier día del año se los puede ver
posados lado a lado como los love-birds [Agapornis]
en las ramas de este arbusto o en los árboles bajos de atrás (…) Nunca dejan la
orilla del río, y su alimento son las hojas y semillas de este arbusto y de una
planta que crece en el agua, una especie gigante de aro (Arum
maculatum), llamada en casa caballeros y damas, y en este país mucca
mucca (Caladium arborescens)”. Finalmente pudo ver las garras de los
pichones que “consisten en uñas en el pulgar y en la punta del ala que actúan de forma prensil para agarrarse de las ramas”.
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Hoatzin
(Evans, 1900) |
Pero el hoatzin no sólo se encuentra en las
Guayanas. En 1885-1886 el botánico estadounidense Henry Hurd Rusby recorrió el
Beni Inferior (Bolivia) y obtuvo una pobre impresión del ave: “Es muy estúpido,
y se puede matar una cierta cantidad antes que los demás intenten escapar. Su
nombre nativo de Loco, o Pájaro loco está bien justificado”.
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Cigana (Goeldi, 1900-1906) |
En Brasil, William Bates, el explorador del Amazonas, los encontró
en Vista Alegre, registrando su nombre local de cigana y comunicando que se
alimenta de frutos silvestres especialmente la agria guava o guayaba (Psidium guajava): “la carne tiene un
agradable olor de almizcle combinado con cuero húmedo – un olor que los
brasileños llaman catinga”. De ahí el nombre de catingueiro que menciona
Goeldi: “Cada habitante de la Amazonia conoce el pájaro bonito más imbécil, que
andando generalmente en bandadas, constituye un adorno de las riberas de
nuestros ríos. A causa de la alimentación, que consiste de hojas (especialmente
de la Aninga [Montrichardia arborescens]),
la carne de las ciganas no es comestible teniendo un aroma desagradable.” Por
su parte, Eurico Santos recopiló otros nombres brasileños: eigana, aturiá (que
es también el nombre brasileño de la planta de la cual se alimenta: Drepanocarpus lunatus), y yacú-cigana.
Pero el más usado, cigana (gitana), se debe a que su “indumentaria resulta
vistosa, como son, generalmente, los trajes llamativos de las gitanas”. Agrega
que su alimentación además del aturiá incluye al batata-rana (Vigna lutea).
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Cabeza de adulto y detalle del ala del
pichón de Hoatzin
(Chubb, 1916-1921) |
En Venezuela, George Kruck Cherrie, un
ingeniero mecánico estadounidense devenido en naturalista de campo y
taxonomista, realizó viajes por el río Orinoco. Allí, en Caicara, conoció a la chenchena o guacharaca de agua y
comprobó que aunque el ave no es cazada ni por humanos ni por predadores y rara
vez se la molesta, es sin embargo muy desconfiada. “Las aves que incuban
siempre dejaban el nido cuando nos poníamos a su vista, o aún antes. Los padres
nunca permanecían cerca de los nidos y por sus acciones manifestaban poco
interés en lo que estaba pasando”.
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Hoatzin
Dibujo de Robert Kretschmer
(Brehm, 1878) |
Una de las observaciones más completas
sobre la vida de las chenchenas es la del naturalista y explorador William
Beebe y su esposa Mary Blair que recorrieron en 1908-1909 el rio Guarapiche
(Venezuela) y el Abary (Guyana). Observaron que cuando adulta el ave no olvida
totalmente sus hábitos infantiles porque, aunque “los dedos quedan ocultos muy
por debajo de las grandes plumas de vuelo del ala, aún estas mismas plumas son
a menudo utilizadas, a manera de dedos, para apartar las espesas enredaderas,
de este modo, perforando y empujando, las aves se abren camino”. Además muestran
una gran fidelidad a los árboles donde se posan y por eso las considera
“verdaderos perezosos emplumados”. Esta actividad hace que su plumaje aparezca
siempre “en una condición muy gastada y arruinada, especialmente las plumas del
ala, donde las ramas y hojas frotaron y arrancaron las barbas”. Para Beebe las
dificultades del ave para moverse a través del enmarañado entorno,
especialmente al posarse y trepar son una muestra de “la inadaptabilidad de sus
grandes pies al pequeño tamaño de las ramitas y ramas entre las que viven.
Aunque parezca inexplicable, el Hoatzin – que en muchos aspectos no ha cambiado
durante largos períodos – sin embargo está lejos de estar perfectamente
adaptado a su ambiente actual”. En el buche de uno de los ejemplares que
estudiaron encontraron restos del pequeño pez de cuatro ojos (Anableps
anableps), lo cual parece puramente accidental. Finalmente, los Beebe no
coinciden con lo señalado por muchos autores sobre el mal olor del ave: “uno
nota un muy leve olor almizclado, no del todo desagradable, y en verdad sólo
perceptible cuando uno le dirige su atención. Nuestros ejemplares eran
ciertamente de los más inofensivos al respecto, y la carne de uno que cocinamos
y comimos, aunque dura, era tan limpia y apetitosa como la de un paujil”. De
todas maneras acotan que el olor parece provenir de la piel ya que se mantiene
aún en las conservadas durante varios años en los museos.
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Opisthocomus hoatzin
(Goldfuss, 1824 -1842) |
LOS NOMBRES
DE LA CHENCHENA
Hoatzin: Es
un nombre de origen mexicano, impropio para esta ave que no vive en México,
pero por razones históricas se impuso especialmente en el habla inglesa,
también como Hoactzin.
Guyana: Canje
Pheasant, sasa, zezira (macuxi); hanna, anna, nah (warao), Stinkbird (ave
hedionda), Stinking Pheasant (faisán hediondo), Governor Batenberg’s Turkey
(Pavo del Gobernador Batenberg), Crested Cecilia.
Guayana
Francesa: sassa (créole), Hoazin huppé
Surinam:
Stinkvogel
Colombia:
Pava hedionda, chenchena, hua tu ri yaj (yucuna-matapi) Venezuela:
guacharaca de agua, chenchena
Ecuador:
Chenchena
Brasil:
Cigana, jacú-cigano, yacú-cigana, eigana, catingueiro, aturiá.
Perú:
Shansho.
Bolivia:
Serere, pava serere, serere curichero (el curichi es una laguna con
vegetación), serere de agua (serere es el Pirincho Guira guira, al cual se
parece); loco, pájaro loco (Beni Inferior).
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Viñeta de la obra de Goeldi (1900-1906) |
LA CHENCHENA EN LA CULTURA
Pese a ser un
ave tan conspicua y notable en muchos aspectos, el hoatzin, no parece haber
dejado mucha impronta en los mitos de los pueblos originarios. Quizás se deba a
que merecía poca atención por el olor de la carne que la hacía inapta para la
caza, aunque sus huevos eventualmente eran consumidos por los indígenas del
Amazonas. Su carne se usa además como carnada para pescar. Sus plumas sirven
para confeccionar adornos y para la medicina popular. Los indígenas creían que era ave de mal
agüero y así se la considera en Venezuela porque cuando canta trae la
desgracia.
Como hemos visto la chenchena no es un
plato apetecido, sin embargo Perea Pedroza (1993) nos trae la receta de este
curioso caldo: “La chenchena es una pavita ribereña de color pajizo y olorosa a
pescado seco. Se cocina en una primera agua que se cambia. En seguida se pone
nuevamente a hervir con mucha cebolla, ajo y onoto. Es un plato destinado como
el pichón de torcaza, para enfermos y débiles”.
El ave cuadrúpeda ha sido registrada por algunos
mitos brasileños. Parece ser que los primeros seres humanos al ver a los
pichones de cigana aferrándose con sus manos a las ramas creyeron que eran la
cruza de un ave con un mono.
En la canción popular llanera la chenchena
aparece caracterizando al ambiente, como en la cita que encabeza este trabajo,
y también como una damita coqueta como en esta bonita canción de Casanare
(Colombia), cuyos protagonistas son el gabán (Jabiru mycteria), el zamuro (Coragyps
atratus), la chenchena y el garrapatero (Crotophaga ani).
La boda de la
chechena y el garrapatero
Ayyy! El gabán de Casanare es un gabán
muy fiestero
Había un baile en Puerta Azul y el fue
el que llegó primero
Vestido de liqui liqui con un
pelo’e guama negro
Se trataba de una fiesta de despedida
‘e soltero
Se casaba una chenchena y un pobre
garrapatero
Los novios se divertian tomando licor
del bueno
La boda se barajó no por falta de
dinero
El culpable fue un zamuro que se les
metio po’el medio
Y desbarató el matrimonio por motivo de
los celos
Y el pobre chiriguarito ahí mismo
levantó el vuelo
Con rumbo hacia Primavera llevaba
guayabo negro.
Ayyy! Mira donde fue a buscarlo para
brindarle un consuelo
Una carta e’la chenchena que regresara
ligero
Comedido como un señor le daba muchos
consejos:
“Como creyera que cambie por ese viejo
tan negro
Ademas de su color es un poco visolejo”
“Esta bien mi gabancito yo le acepto su
consejo
Pero es que ella es muy coqueta y todo
lo vuelve fuego”
El gaban de Casanare es un gaban
consejero
Por él quedaron felices chenchena y garrapatero.
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Hoazin huppé
(Gervais, 1844) |
Y en una onda
más poética Ana Enriqueta Terán la incluye en este soneto:
Una chenchena en el
Suapure río
sombría y recamada
desde el vuelo
hasta el tazón de
oscuro terciopelo
que devuelve la
imagen del vacío.
Amontonado verde en
el bajío;
tronco vivo que
aviva mi recelo:
caimán de niebla
hueca tras un velo
de indiferencia y
abisal hastío.
Todo se mueve,
pasa, queda afuera
de la estación, del
año, del momento;
todo se aparta sin
dañar la hora,
del alto, enamorado
pensamiento.
Todo se restituye
de manera
que el río pasa sin
tocar el viento.
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Coat of arms de la República Cooperativa de Guyana Diseño de Alvin Bowman, Stanley Greaves y L.R. Borrows
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Sello postal de Guyana |
La República Cooperativa de Guyana ha
elegido al hoatzin o Canje Pheasant como su ave nacional y además figura en el
escudo del país por tratarse de un especie rara pero común allí, representando la riqueza faunística de Guyana.
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Pareja de hoatzines y su nido
(Ogilvie-Grant,
1905)
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%20celeste.jpg)
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