"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


lunes, 12 de octubre de 2020

EL MARTÍN PESCADOR GRANDE (Megaceryle torquata) Y UNA HISTORIA DE CORSARIOS

“Cuando el martín pescador vuela bajo la incidencia de los rayos del sol, es un extraño meteoro, todo el cual rebrilla, centellea, enviando chispas como si el hermoso pájaro se encendiera en el espacio, repitiendo, en una visión ilusoria, la mentira del fabuloso Fénix”.

Eurico Santos (1938)

 

Ceryle torquata 

Lámina de John Gerrard Keulemans - (Sharpe, 1868-71)




Las historias de corsarios siempre tienen su atractivo por sus dosis de coraje, ilegalidad, romanticismo y violencia. Extrañamente, el martín pescador, protagonista de nuestra nota, se vincula a un hábil corsario francés. Pacificados los mares del mundo tras la Guerra de los Nueve Años que enfrentó a las principales potencias de Europa a fines del siglo XVII, los comerciantes de Saint Malo (Francia) se lanzaron a la búsqueda de oportunidades en el Nuevo Continente. Especialmente se interesaron en la costa sudamericana del Pacífico, con la mira puesta en las minas de oro y plata del Perú. La entonces recientemente constituida Compagnie de la Mer du Sud (Compañía del Mar del Sur) despachó una pequeña expedición de cuatro buques con la misión de relevar el Estrecho de Magallanes y las mencionadas costas. Como jefe de la expedición, eligieron a un conciudadano y conocido corsario de la época, el capitán Jacques Gouin de Beauchêne, quien al mando de diversos buques había participado en la captura de numerosos navíos enemigos de Francia. En esta ocasión le tocó capitanear al «Phelypeaux», y como ingeniero de a bordo lo acompañaba Jacques Duplessis, novato en aventuras marinas, quien estaba a cargo de registrar en un diario toda la información posible que sirviera a las futuras expediciones comerciales. No sólo se contentó con anotar datos de la navegación, geografía, flora, fauna, y habitantes originarios, sino que además produjo acuarelas muy bellamente coloreadas sobre estos motivos. En una de ellas dibujó de una manera magistral a nuestro martín pescador grande.

 

 


Martín pescador grande – Dibujo de Jacques Duplessis (1701)

Manuscrito SH 223. Service Historique de la Marine, Vincènnes, France

https://www.watercolourworld.org/painting/ringed-kingfisher-megaceryle-torquata-tww0043b0

La expedición había partido de Francia a fines de 1698 y, tras cruzar el Atlántico y tocar las costas de Brasil y de la Patagonia argentina, se internó en el estrecho de Magallanes.  En el sector occidental del mismo, en la primavera de 1699, según el relato de otro tripulante, el señor de Villefort (de Brosses, 1756), recalaron en la Bahía Isabel o Elizabeth: “Hacia la punta este de la bahía Elizabeth hay un fondo bajo, de dos brazas y media, cubierto de grandes hierbas. Pero el pasaje es bueno entre esta bahía y la tierra, la permanencia es buena, y el abrigo seguro dentro de la bahía, aunque la corriente sea fuerte en el estrecho. Los salvajes de la tierra de Fuego, hombres y mujeres vinieron aquí muchas veces a visitarnos”. La bahía tiene playa de arena con un riachuelo que desagua en ella (Chacon y Pery, 1874). En ese ambiente, la necesidad de alimentos frescos les hizo cazar un martín pescador grande y según relata en su diario Duplessis (1701): “Esta ave está dibujada a tamaño natural, se parece a nuestro arrendajo de Francia  [Garrulus glandarius]  tanto por la proporción como por el pico, las plumas y las patas. La matamos cerca de la bahía Elizabeth, en el estrecho de Magallanes, donde no son comunes. Son gordas y de muy buen gusto”.



Escena fueguina con tripulantes de la «Phelypeaux» e indígenas
fueguinos


Dibujo de Jacques Duplessis (1701)

  Manuscript SH 223. Service Historique de la Marine, Vincènnes, France. http://woodsrunnersdiary.blogspot.com/2012/12/duplessis-1690-1725-1700ad-painting.html



Más de un siglo antes de estos hechos Francisco Hernández de Toledo (1651) recogía en México información sobre la misma especie que denominó Achalalactli o “Devoradora de peces”, la “que otros llaman Michalalactli, es un ave del tamaño de la paloma, y de forma similar; pico agudo y negro, de tres dedos de largo, grueso y proporcional al cuerpo, la cabeza adornada con una cresta de color azul tendiendo a negro y larga, vientre cubierto con plumas blancas y un collar en el cuello se caracteriza por un color blanco brillante. Las alas internamente blancas, pero en las partes posteriores se ven oscuras y distintas manchas blancas; arriba azul verdadero, por así decirlo, y el resto del cuerpo en sus partes extremas salpicado con manchas blancas y negras, por todos lados. La cola en parte negra, y en parte es de color azul oscuro, pero también variada en su superficie con manchas blancas, las piernas son rojas, los pies divididos en dedos, con agudas uñas negras, ojos negros, el iris, sin embargo, de un blanco brillante. Es un ave extraña en la región de los mexicanos, y se halla en las fuentes y arroyos, se alimenta de pececillos y otros animalitos acuáticos; por otra parte, es comestible, con el sabor y valor nutritivo de las aves de las marismas”.

 

En base a esta descripción y, especialmente a la presencia de la cresta y el collar blanco, Brisson (1760) denominó a la especie Ispida mexicana cristata o Martin-pêcheur huppé de Méxique (Martín pescador con copete de México). Y Linné (1766) le dio el nombre científico Alcedo torquata  según su sistema binomial, donde torquata significa “con collar” y Alcedo es el nombre genérico latino donde el sabio sueco ubicó a los martín pescadores, nombre que proviene del griego halcyon que, como veremos en una próxima nota, tiene una interesante historia. 


 


Martin-pêcheur huppé de Méxique


Dibujo de Francois-Nicolas Martinet (Daubenton,  1765-1783?) 



Buffon (1770–1785) que abrevió el nombre mexicano a Alatli señalaba que “esta ave es viajera; llega en cierta época de año a las provincias septentrionales de México, a donde aparentemente viene de regiones más cálidas, ya que se lo ve en las Antillas, y nos ha sido enviado de la Martinica”. En Brasil Wied (1832) obtuvo más información: “Nos encontramos con estas aves con mayor frecuencia en las orillas del hermoso e interesante Parahiba, donde un buen número de ellas fueron encontradas en un pequeño sector y cazadas sin gran dificultad; por otro lado, en otros ríos no vimos a estas aves en absoluto, y a veces no disparábamos a ninguna de ellas durante mucho tiempo.  Son aves hermosas y grandes, y tienen la forma de vida y el comportamiento de nuestros martín pescadores alemanes. Se posan en una rama por encima de la orilla y mueven la cola y, a veces, incluso cuando están nerviosos, levantan las plumas de la coronilla. Comen pescado, cuyos restos se encuentran en el estómago; rápidamente se zambullen detrás de ellos.  Nunca he encontrado lagartos en sus estómagos, pero es posible que un pájaro tan fuerte y voraz a veces los ataque. Solo encontré el nido de nuestra ave una sola vez. Estaba a más de mil pasos de la orilla del río Aldeia Velha, en una alta pared de una barranca de arcilla, donde vimos a los pájaros volar alto y rápido con peces en el pico. Cuando los vi meterse en la tierra, subimos la ladera del cerro, y allí encontramos un agujero circular y profundo perforado en la capa de arcilla, o arenisca, en el que metimos largas varas, y pronto sentimos que los pichones se aferraban a ellas mordiéndolas, y los sacamos un cierto trecho, pero no los pudimos extraer completamente a la luz . . . Los brasileños me dijeron que estas aves ponen dos huevos blancos. Por lo general, anidan, como nuestros martines pescadores europeos y el resto de los parientes del género, en un hoyo de un barranco liso, redondo, de cinco a seis y más pies de profundidad, directamente sobre el agua. Los pichones son muy voraces, por lo que inmediatamente mordieron las varas con voces codiciosas”.


En Paraguay, Félix de Azara (1802) enunció las principales características comunes a las especies de martín pescadores que allí habitan:

 

“Van solos y rara vez a pares: se posan con preferencia en ramas secas o de pocas hojas inmediatas al agua, y mejor si se avanzan sobre ella. Desde allí atisban los pescadillos, y se dexan caer como cuerpos abandonados cabeza abaxo, levantándose al punto con el chasco o con la presa, que tragan entera volando o sobre algún árbol. No se suelen equivocar en la profundidad a que pueden verificar su lance, y jamás persiguen al pescado que evitó el primer golpe. Las especies mayores y medianas se dexan caer de mayor altura hasta de veinte varas, y se detienen con  freqüencia en el ayre un rato; batiendo las alas sin mudar de sitio, esperando que la presa se ponga a tiro, y la están mirando con fixeza, conservando el cuerpo inmóvil, y su parte posterior inclinada para abaxo, manifestando en esto, no sólo el vigor de sus alas, sino también que las baten  en otro sentido que el común de los páxaros, y según dixe de los Picaflores”.

 

Martim pescador (Ceryle torquata

(Goeldi, 1900-1906)


“Se posan al acecho en busca de lances, en los arbustos o en las ramas de los árboles que crecen junto al río, elevándose sobre el agua, y tan pronto como ven un pez pequeño, caen a la velocidad del rayo en el agua, la que a menudo salpica alto. Agarran a los peces con su gran pico, luego vuelan con la presa a la rama más cercana para devorarlos allí. Pero, como a veces son demasiado grandes para el ancho de su garganta, a menudo se los ve atormentándose con todo su esfuerzo para tragarlos. Durante nuestros viajes por el río, a menudo conducíamos a los pájaros durante horas frente a nosotros en la orilla. Sólo vuelan por trechos con sus fuertes gritos y luego se vuelven a sentar en los arbustos directamente en la orilla, solo para volar de nuevo con sus gritos rasposos tan pronto como los alcanzamos nuevamente, hasta que finalmente parecieron cansados de este ajetreo y cruzaron el río, o volaron sobre nosotros. Como nuestra urraca, siempre mueven su colita hacia arriba y hacia abajo cuando se posan”  (Schomburgk, 1922-1923, en Guyana Británica).

 

En el norte peruano junto al río Tumbes este martín pescador recibe el nombre de matraca "bien aplicado, porque su voz se parece mucho al ruido de ese instrumento. Tiene sus posaderos predilectos que visita todos los días a ciertas horas a los que se aproxima desde una altura considerable, produciendo esa voz.  A veces posado en una rama se remueve haciendo temblar su cola erguida, lo que le da una pose ridícula" (Konstanty Jelski, en Taczanowski, 1886).

 

Estos movimientos de la cola también los verificó el norteamericano Friedman (1927), en Bovril (Entre Ríos, Argentina): “Una cosa curiosa de esta especie es que siempre mueve la cola verticalmente tres veces antes de volar. Invariablemente, cuando me acercaba a uno, movía la cola una vez, luego, cuando me acercaba más, lo hacía por segunda vez y, finalmente, justo antes de volar, lo hacía por tercera vez. Noté esto en un gran número de individuos y nunca supe que variara”.

 

Jan Stolzmann lo halló en el valle del Marañón (Perú) "donde no es numeroso; tiene el nombre de pato anzuelero. Se cree que esta ave al pasar sobre el agua golpea las alas dejando caer sus excrementos, atrae a los peces, y se lanza súbitamente a capturar su presa"  (Taczanowski, 1886). Este comportamiento también fue referido en Brasil por Oscar Monte  (citado en Santos, 1938): "Interesante es la artimaña que emplea esta ave, para atraer a los peces. Un día estuve durante mucho tiempo disfrutando de su muy ingenioso sistema. Posada sobre un cable de telégrafo, que pasaba sobre una laguna, el ave se zambullía de vez en cuando y traía un pequeño pez en su pico. Para atraer al pez, el Martín pescador hacía cierta necesidad, que, cayendo al agua, pronto era motivo de reunión de peces, que entonces eran pescados. Y esto por varias veces”.



Alcedo stellata
 
Lámina de Christian Leopold Müller (Meyen, 1834)



 

“Esta ave es bastante común en Chile: frecuenta siempre los ríos y se ve continuamente parada sobre las ramas secas, y con especialidad sobre las más avanzadas, esperando con la mayor paciencia e inmóvil que pasen algunos peces para embestirlos con la rapidez del rayo; rara vez come [directamente] la presa, y la traga al salir del agua; pero si es demasiado grande, se para sobre un árbol cercano para despedazarla y devorarla a picotazos; como de carácter triste y melancólico, se encuentra siempre sola, y cuando vuela se la oye pronunciar el grito penetrante de keti, keti repetido por largo tiempo; este es también el nombre que la dan los araucanos y los campesinos. La hembra hace su nido en los agujeros de las riberas, y pone tres o cuatro huevos blanquizos” (Gay, 1847).

 

Sobre su técnica de pesca también relató Emilio Wagner (en Ménégaux, 1925) lo siguiente en Santiago del Estero (Argentina): “Siempre ocupado pescando a lo largo del Río Salado o en las grandes lagunas boscosas. Su vuelo es muy rápido y su llamada es exactamente la de una matraca. A menudo se lo ve que permanece inmóvil en el aire, batiendo sus alas como un picaflor; luego cae pesadamente al agua e inmediatamente sale con un pez en el pico. Nos sorprende ver el tamaño del pez que se puede tragar. Las plumas no se le mojan muy fácilmente. Loes cazadores del país afirman que anida en los barrancos del Rio Salado aprovechando las madrigueras de las nutrias o de las ratas de agua”.

 

 

Mis encuentros con esta ave casi siempre han sido en la margen de algún río que ella recorría en vuelo, pasando de largo rápidamente y emitiendo a veces su matraqueo. "Una gran extensión de territorio puede ser cubierta por cada individuo, ya que parecen tener rutas regulares a lo largo de las riberas de lagos y ríos, con perchas de observación a intervalos de unos pocos centenares de metros" (Dickey & van Rossem, 1938).

 

"Durante los viajes en canoa por el río Belice y el río Dulce las aves de esta especie rara vez se dejaban de ver, volando delante del bote y posándose de vez en cuando para empezar de nuevo a medida que nos aproximábamos, hasta que al final, siendo alejados de sus lugares habituales, se lanzaban de vuelta en la dirección opuesta" (Salvin & Godman, 1888-1904).

 

Richmond (1893) fue testigo en Nicaragua de lo que podría interpretarse como un despliegue de apareamiento. “Una mañana una pareja de estas aves realizó una curiosa performance. Primero llamaron la atención por su fuerte matraqueo, que se mantuvo casi constantemente mientras daban vueltas y giraban sobre el agua, ocasionalmente cayendo en ella, no zambulléndose sino hundiéndose por un momento bajo la superficie. Esta maniobra duró algunos minutos, tras los cuales ambas aves volaron río arriba profiriendo su nota habitual . . . Dos o tres individuos tenían por habito pasar la noche en algún punto del arroyo por detrás de la plantación I.P. [International Planting Company, Río Escondido, Zelaya] y volvían al anochecer. Los registré durante varios meses y me sorprendió la regularidad de su llegada y el recorrido tomado por cada uno en su viaje al dormidero . . . Una de las aves invariablemente pasaba cerca del rincón de los dormitorios de los trabajadores, aunque a considerable altura, y la otra cerca de un roble de sabana [Tabebuia rosea] a cierta distancia. La tercera ave era sólo un visitante ocasional”.

 

Megaceryle torquata

(Reichenbach, 1836, T. CCCXI)




La adaptabilidad del martín pescador grande a los diferentes ambientes queda de manifiesto en su extensa distribución geográfica y así, en las costas del  extremo sur de Chile “frecuenta casi exclusivamente las bahías retiradas y los canales del mar  que cruzan la costa; y vive de organismos marinos. Abrí el estómago de uno y lo encontré lleno de restos de crustáceos y un trozo de un pez pequeño” (Darwin, 1838)

 

El imponente pico del martín pescador es un arma tanto para pescar como para la defensa tal como lo experimentó Barrows (1883) “Uno herido en el ala que cayó al agua y fue recogido descuidadamente mientras pasaba el bote, cerró su poderoso pico en mis dedos y dejó que le rompiera la mandíbula inferior antes de soltarme”. En la misma tierra entrerriana, en los arroyos Grande y Sauce, en Santa Elena,  así opinaba Aplin (1894): “Generalmente es un ave desconfiada y cautelosa, alarmándose fácilmente y volando a una distancia considerable; cuando el río es pequeño y los montes no son continuos, se eleva alto en el aire al pasar de una laguna a otra; otras veces vuela bajo en medio del río. Pero una o dos veces lo he visto posado a plena vista a corta distancia. El vuelo es fuerte y sostenido, con bastantes batidas intermitentes de las alas. Este modo de vuelo es común a las tres especies de Ceryle que conocí, y estas aves vuelan más lentamente que nuestro martín pescador inglés; pero C.[hloroceryle] amazona bate sus alas más rápido que la especie que nos ocupa, y C.[hloroceryle] americana aún más rápido. La actitud de las aves cuando están posadas en una rama y algo alarmadas es similar en las tres especies. El cuerpo se sostiene en un ángulo de 45°, o tal vez un poco más erguido, la cabeza formando algo más que un ángulo recto con el cuerpo; la cola horizontal, la cresta erguida, las alas están un poco caídas y la cola es nerviosamente sacudida al mismo tiempo. En reposo o al estar pendientes de los peces, se posan muy parecido a nuestra ave; pero la cola larga les da una apariencia diferente. La voz de alarma es un fuerte grito áspero y estrepitoso”.

 

Para terminar nuestro viaje por las tierras del martín pescador grande justamente donde lo comenzamos, volvemos el extremo sur, donde para Richard Coppinger (1899) es la más hermosa ave de la región del estrecho de Magallanes: “Es común verlo posado en algunas ramas secas que sobresalen del agua, donde permanece acurrucado en actitud de dormir, con la cabeza vuelta hacia el costado, pero con la mirada fija todo el tiempo en el agua que hay debajo, hasta que divisa un pez, entonces cae como una piedra, cortando el agua con un chapoteo corto y agudo, y un momento después emerge con un impulso ascendente, que lo saca del agua y le permite volar de inmediato sin ninguna sacudida o aleteo previos. Es un ave sumamente confiada e intrépida, y cuando se posa en su lugar de observación, a menudo permitirá que uno se acerque en un bote al alcance de la mano. Las matas de musgo que cuelgan hacia abajo sobre los acantilados del mar son sus lugares habituales de anidación, y allí excava un túnel a través del musgo blando y el suelo de turba, y a una distancia de más de dos pies de la abertura, hace su nido".

 

En nuestra próxima nota trataremos los aspectos culturales de esta notable ave.

 

                                         Alex Mouchard


Martin-pêcheur huppé de Méxique 

Dibujo de Francois-Nicolas Martinet (Brisson, 1760)



 

 

ALGUNOS NOMBRES DEL MARTIN PESCADOR GRANDE

 

El nombre matraca parece generalizado en los países de Sudamérica de habla española (P. ej. : Perú, Argentina) y en Brasil, y hace referencia a su grito. Igualmente martín pescador, con la forma martim pescador en portugués, y también pescador a secas (Salta, Argentina; Chile).

 

Este nombre es muy antiguo y sería originariamente francés y más tarde pasó al español y al portugués. El primero en escribirlo así fue el naturalista francés Pierre Belon  que en 1553 escribió sobre las aves de Grecia: “Alción, al que nosotros los franceses llamamos martinet pescheur”. Poco después en 1573 ya se escribía en Francia martin-pêcheur.  Se le daba el nombre de martinet pescheur, que se registra desde el siglo XIV, para diferenciarlo del martinet a secas que es el vencejo (Apus), aunque también se aplicaba a la garza bruja (Nycticorax). Se llamaba así al vencejo porque comenzaba su migración el 11 de noviembre, día de San Martín de Tours en el santoral cristiano. Pero Salerne (1767) afirma que en Normandía al martín pescador se le decía oiseau de Saint Martin (ave de San Martín)  “porque les gustaba poner nombres de santos a los animales”. Y agrega que los marineros del Loire lo llamaban virevent (molinillo de viento) porque creían que se daba vuelta con el viento como ese ingenio, ya que según la imaginación popular una de estas aves colgadas de su pico dentro de una habitación giraba siempre su pecho al viento.

 

En Argentina y Venezuela también se usa martín ávila.

En el creole de Guayana Francesa deriva en marten-péchò. También gad-layvye y martin-crabier (martín cangrejero), porque come cangrejos en los manglares. En Guadalupe: cloche, cracra y pie. En karipuna (Amapá, Brasil; Guayana), mato-pexo.

En Brasil (Minas Geraes y litoral atlántico): martim cachá, que deriva seguramente de caracaxá, un instrumento parecido a un sonajero. Por deformación dio martim cachaça. También se usa directamente caracaxá y cracaxá.

Otros nombres brasileños del ave son martim grande, martim-pescador-grande, martim-pescador-matraca, pica peixe, papa peixe, flecha-peixe,  y rei-pescador. Este último parece tener influencia del inglés kingfisher (rey pescador).

En Perú se le llama también camaronero y en la zona amazónica (rio Marañón), pato anzuelero.

En Chile y zonas vecinas de Argentina se le da el curioso nombre de pensamiento.

En La Rioja (Argentina), carpintero del agua.

 

La ornitonimia aborigen es muy rica y en su mayor parte onomatopéyica:

 

Achuar (Ecuador): charákat

Warrau (Venezuela, Guyana): hapitataka

Caribe (Venezuela, Guayanas): sakasaka

Yekuana (Venezuela, alto Orinoco): sakasakari

Aukan (Surinam): ambaki

Wayana (Surinam): atula

Arawak (Guyana): sakasakâli

Macushi (Guyana; Roraima, Brasil): sackaiaka

Wayampi (Amapá y Pará, Brasil): yawasi

Palikúr (Amapá, Brasil): tapalá

Tupí-Guaraní: jaguacatiguaçu, yaguá-kaití-guasú, jaguatiguaçu (Río Verde, Goiás); javatî guasú, jaguacatyguassu (Rio de Janeiro a Maranhão); uarirama, ariramba grande (Amazonas)

Umutina (Mato Grosso, Brasil): katama

Nivaklé (Chaco Boreal, Argentina y Paraguay): tsjot'a

Chorote (río Pilcomayo): pe'tiojwatiok

Qom (Chaco central): sallicnaxanaq, nacnaxanaq, sacnaxanaq, saicnaxanaq, 'haikinaga'naq

Wichi: kajtet

Mapundungún: chalwafe üñüm, quetequeté, kitekite, kekereke, kerekere, queto, quete,  queschecan, kedküchan, quechuquin

Yagán: chéketej, chakatej, ségetex

 

 

 



¯Aplin,  O. V. 1894. On the Birds of Uruguay. Ibis 6 (6ª ser.), London.

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